jueves, 28 de abril de 2022

El león de san Jerónimo y la resurrección de la vida física

¿Qué será de los vivientes infrahumanos en el mundo redimido por Nuestro Señor Jesucristo? ¿Alcanzará a los animales y plantas la futura resurrección y la creación de esos nuevos cielos y tierra nueva que esperamos de Dios tras la Parusía de Cristo, y en los que esperamos ser admitidos? ¿Qué dice de ello la Fe católica?

----------Estas semanas perduran en nuestro espíritu los temas pascuales, permanecemos en un clima pascual, y la mente de los cristianos fácilmente va hacia la futura vida eterna que nos espera. Todo ello nos impulsa a interrogarnos sobre cómo serán los vivientes de "los cielos nuevos y la tierra nueva" de los cuales habla san Juan en el libro del Apocalipsis (Ap 21,1), y en los cuales esperamos ser admitidos. 
----------A propósito de esta temática, quisiera ofrecer en la presente publicación algunas breves consideraciones concernientes a la interesante cuestión acerca de si los animales y las plantas estarán presentes en la nueva tierra de la futura resurrección. Me ha motivado a ello el mensaje de un lector, que me ha hecho conocer un artículo de Carla D'Agostino Ungaretti, quien suele publicar sus ensayos en la siempre interesante revista digital Europa Cristiana. Por lo tanto, transcribiré algunos pensamientos de la articulista romana, y los aprovecharé para profundizar el discurso con ulteriores consideraciones y precisiones.
   
¿Qué será de los animales y las plantas en el cielo nuevo y la tierra nueva?
   
----------No faltan pasajes bíblicos, particularmente neotestamentarios, a tener en cuenta en una reflexión sobre los datos revelados que pueden estar conectados al tema que abordaremos. Bastaría con señalar ante todo aquel pasaje del libro del Génesis en el que se relata la creación del mundo: "Dios vio cuanto había hecho, y he aquí que era muy bueno" (Gén 1,31), sin omitir todas aquellas referencias bíblicas a la infinitud del poder divino, creador y providente, sin excluir naturalmente las propias expresiones de Nuestro Señor Jesucristo, como aquella de: "yo os digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijo de Abraham" (Lc 3,8).
----------La señora D'Agostino Ungaretti comienza su artículo haciendo referencia a una noticia de hace más de una década, de la cual yo también tuve conocimiento, y que a algunos lectores quizás les pueda sorprender, pero que, en mi caso personal, me alegró, porque coincidía perfectamente con una convicción y una esperanza que siempre he atesorado en mi corazón, aunque supongo que no faltan aquellos que la consideren una hipótesis demasiado arriesgada (o arriesgadamente "progresista", juzgada quizás "modernista" por aquellos habituados a calificar así a todo lo que no entra en sus rígidos esquemas ideológicos).
----------Pues bien, aquella noticia nos informaba de que en la Universidad Filosófico-Teológica de Münster, en Renania del Norte-Westfalia (en la que desde 1963 había sido profesor el padre Joseph Ratzinger, luego papa Benedicto XVI), había sido fundada una novedosa cátedra, el Instituto de Zoología Teológica, con el objetivo de examinar teológicamente la posibilidad de que Dios haya atribuido a algunas especies animales un rol preciso en Su plan salvífico (la noticia apareció, por ejemplo, en Avvenire del 21 de julio de 2010).
----------El logotipo del nuevo Instituto derivaba de un grabado medioeval de cobre que representaba a san Jerónimo en compañía de un león que descansaba sus extremidades delanteras sobre el escritorio del Santo. "El león podría representar el mundo animal que pide a Jerónimo, Padre y Doctor de la Iglesia, traductor de las Sagradas Escrituras al latín, ser admitido en las disputas filosóficas", sugestiva observación expresada en su disertación inicial por el fundador y director del Instituto, el doctor Rainer Hagencord.
----------En este punto, vale aclarar que la rica iconografía existente sobre san Jerónimo [340-420], no siempre está bien fundamentada en firmes datos históricos. En referencia al león que suele acompañarlo ineludiblemente en imágenes tradicionales, es probable que en su origen solo se trate de una alegoría al desierto, a la soledad, a la valentía o al carácter de Eusebio Jerónimo. Sin embargo, al menos a partir de la avanzada Edad Media, pasa a recordar una leyenda, según la cual se narra que, estando el santo junto al río Jordán, vio venir hacia él un león cojenado, por tener una espina atravesada en una pata. San Jerónimo le calmó, extrajo la espina y le curó la pata; y el león se quedó tan a gusto y agradecido, que nunca más dejó al Santo, sino que le sirvió durante el resto de su vida, y al morir Jerónimo el león se dejó caer sobre su tumba. para dejarse morir de hambre. Todo esto, no obstante lo atractivo y sugestivo del relato, parece ser nada más que una leyenda, la cual, tal cual, en los mismos términos, es también narrada en la leyenda de san Gerásimo del Jordán [† 475]. Sin duda,el parecido entre los nombres de ambos Santos ha originado la confusión.
----------Volviendo al Instituto creado en Münster en 2010, no tengo información acerca de qué seguimiento haya tenido esta iniciativa de la Universidad alemana, si haya tenido éxito o al menos haya continuado sus labores. Pero, en cualquier caso, hay que reconocer que la iniciativa está más que justificada en ámbito teológico, y que de ninguna manera hace falta ser "animalista" en el sentido político moderno, ni vegetariano ni vegano, para apreciar el valor de, al menos, plantearse la cuestión teológica, dado que no se trata de mera curiosidad el preguntarse, por ejemplo, qué cosa pensaba Jesús de las criaturas de Dios distintas e inferiores a los hombres, como es el caso de los animales y las plantas. La constatación que, como respuesta a dicha pregunta, ante todo debería surgir en nuestra mente, es que Nuestro Señor Jesucristo no podía sino amar y admirar lo creado, por ser obra de Su Padre que, por lo pronto, había quedado satisfecho, tal cual lo testimonia el libro del Génesis: "Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno" (Gén 1,31).
----------Recordemos que en su nacimiento en el tiempo, el Hijo de Dios ha tenido por primera cuna un pesebre, dato del cual surge espontáneamente el pensamiento de que el Salvador no desdeñó ser calentado por el aliento de un buey y de un asno, humildes animales, mansos y fieles colaboradores del hombre en el fatigoso trabajo agrícola cotidiano. Ahora bien, la tierna referencia al buey y al asno en el pesebre no es reportada por san Lucas en su Evangelio, sino sólo por los Evangelios apócrifos. Sin embargo, dado que la primera cuna de Jesús fue un pesebre, las piadosas tradiciones eclesiales siempre se han sentido autorizadas a pensar que el lugar de su nacimiento fuera efectivamente un establo y, por lo tanto, estas tradiciones han venido a suponer siempre la efectiva presencia de los dos animales en ese tipo de albergue o recoveco.
----------Al respecto, escribe Joseph Ratzinger en el primer volumen de su trilogía cristológica: "...el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En los Evangelios no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: 'El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende' [...] Así, el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para 'el buey y el asno', para la humanidad compuesta por judíos y gentiles".
----------"Aparecen por tanto los dos animales como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía, que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno" (La Infancia de Jesús, editorial Planeta, Buenos Aires, 2012, pp.76-77).
   
Jesús y los vivientes infrahumanos
   
----------Nuestro Señor ha manifestado admiración por los lirios del campo que viven y crecen sin trabajar y sin hilar: "Mirad los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valéis vosotros acaso más que ellos? ¿Quién de vosotros, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué os inquietáis por el vestido? Mirad los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo os aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos" (Mt 6,26-29; Lc 12,27). 
----------Al final de sus días, Jesús tuvo necesidad de un asno, al momento de entrar en Jerusalén pocos días antes de su Pasión, dijo a sus apóstoles: "Id al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontraréis un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo; y si alguien os pregunta: ¿Por qué lo desatáis?, responded: El Señor lo necesita" (Lc 19,30-31, Mc 11,1-3). No obstante ser celebrado por la multitud entusiasta que lo aclamaba "Hijo de David", Nuestro Señor sintió no tener necesidad en esa ocasión de un caballo, animal noble, pero más propio de reyes y de gobernantes que de Aquel que, en cambio, había elegido a los pobres, a los humildes y a los puros de corazón como sus privilegiados compañeros.
----------Sin embargo, hay un episodio en la vida de Nuestro Señor que puede quizas desorientar un tanto, porque en una primera mirada, parece contradecir la simpatía y el respeto que Jesús siempre parece tener hacia la naturaleza. El suceso es presentado por los evangelistas Mateo (c.21) y Marcos (c.11), y se trata de algo así como una "parábola en acción", tal la denomina el padre Castellani, que debe ser interpretada a la luz de la parábola de la higuera infructuosa (Lc 13,6) y de la higuera reverdeciente (Mt 24,32 y paralelos).
----------Un día, mientras Jesús y sus discípulos salían de Betania, Él tuvo hambre y "al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos. Dirigiéndose a la higuera, le dijo: ¡Que nadie más coma de tus frutos! Y sus discípulos lo oyeron" (Mc 11,12-14). La higuera se secó desde sus raíces, y el mismo Pedro le advierte que ella se ha secado. ¿Cómo explicar este signo prodigioso, el único entre los cumplidos por Jesús caracterizado por un resultado negativo hacia una criatura de Dios, aunque se trate de un simple árbol?
----------No me parece aquí el momento para adentrarnos en explicaciones exegéticas y teológicas. Pero ya que lo cité a Castellani, agrego sólo que él dice en sustancia que "es la conducta y la suerte de la Sinagoga la que está representada aquí... Cristo representó simplemente que la Sinagoga se iba a secar para siempre (y no por esta acción solamente) porque ya no tenía frutos de santidad, sino 'solamente hojas', vanas observancias externas". Pueden leer todo el comentario del ex jesuita en Las Parábolas de Cristo (ediciones Itinerarium, Buenos Aires, 1960, pp.273-279), pero aquí no me detengo en ello, sino que me basta sólo con suponer el hecho de que Jesús, hambriento, se haya quedado un poco decepcionado y, dadas sus palabras, quizás hasta un poco desairado (sentimiento muy humano que todos hubiéramos experimentado) por no poder saciar el apetito que se había apoderado de él. El que hubiera sucedido así, entonces nos induce a amar aún más la verdadera y santísima humanidad del Hijo de Dios, porque también Él, verdadero hombre, podía haber olvidado que no era estación de higos, como se preocupa de subrayar el Evangelista.
   
La resurrección de la vida física en el nuevo mundo redimido por Cristo
   
----------En cualquier caso, debe ser bien apreciada y considerada justificable aquella iniciativa de la Universidad de Münster. Pues si es cierto que Dios es Amor y por amor ha creado el universo y todo lo que contiene; si es verdad que Él ama incondicionalmente a todas Sus criaturas y provee paternalmente lo necesario a ellas; si es verdad que la armonía primordial de la naturaleza por Él proyectada ha sido debilitada o resquebrajada por la desobediencia del hombre que, siendo el vértice de la creación física, con el pecado original ha revoltijado y arrastrado tras de sí a toda la creación, introduciendo la muerte; si es cierto que Cristo, con Su sacrificio, ha reconciliado a la humanidad con Dios reabriéndole las puertas del Paraíso, entonces es comprensible que estemos propensos a considerar imposible que "el Amor que mueve el sol y las demás estrellas" (Dante, Paraíso del Cielo, XXXIII, v.145) pueda, al final de los tiempos, acoger junto a sí sólo a los seres humanos, rechazando a todas aquellas otras de Sus criaturas, animales y plantas (completamente inocentes) a las cuales Él ha considerado "bueno" dar la vida pero no la conciencia de sí.
----------Los teólogos usualmente objetan esa afirmación, y suelen argumentar que los animales y las plantas no conocen, como los hombres, la aspiración al Absoluto, y por lo tanto no pueden corresponder al amor de Dios, ni aspirar a la comunión escatológica con Él. Es cierto, pero también ellos aman la vida y tratan de preservarla, incluso sin darse cuenta. "Es cierto que los vegetales, en particular, a diferencia de los hombres y de los animales, están privados del sistema nervioso y esto les impide experimentar dolor cuando son cortados o maltratados, pero están dispuestos para reproducirse y mantenerse en vida donde sea que encuentren siquiera una pizca de terreno útil. ¿Y no podría decirse que esto es amor por la vida, aunque se trate de una inclinación inconsciente? Los animales de cualquier especie se reproducen regularmente cuando es el momento establecido por Dios", dice la señora Carla D'Agostino Ungaretti en su artículo.
----------Es cierto, se trata de vivientes que no son conscientes. Pero la mencionada publicista camina por terreno resbaladizo cuando agrega: "Esta ha sido la voluntad del Creador y es justo que sea así, ¿pero quién nos dice que el Amor supremo no haya proyectado una forma de rescate o redención también para estos seres (caídos en los lazos de la muerte no por su culpa, sino por la arrogante soberbia humana) sin considerar necesario revelarlo a los hombres?". En realidad, no puede hablarse en sentido propio y verdadero de rescate de la muerte, respecto de los animales y de las plantas, porque, a diferencia del hombre, la muerte en el caso de los vivientes infra-humanos, es un dato fisiológico y natural, como lo explicaré más adelante.
----------El libro del Apocalipsis (Ap 21,1) nos dice que al final de los tiempos veremos "un cielo nuevo y una tierra nueva", que todos podrán reconocer, pero donde ya no existirá sombra del Mal. "Dado que el proyecto del Omnipotente es una propuesta de salvación para todos, -dice la señora D'Agostino Ungaretti- a mi juicio es imposible que Su plan se realice permitiendo la anulación de una parte de Sus creaturas, como me parece que sucedería con su 'pérdida' escatológica, sino que debe necesariamente ocurrir con la renovación de todo lo Creado, comprendidas las creaturas de Dios más humildes, indefensas e inocentes".
----------¿Qué decir acerca de la resurrección de la vida física, vegetal y animal, como partes del mundo redimido por Cristo? Pues bien, alguna vez el papa san Paulo VI consoló a una niña que lloraba la muerte de su perrito diciéndole: "No te preocupes, que volverás a encontrártelo en el cielo". ¿Cómo valorar este afecto que se siente por los animales, y que ciertamente no podemos equipararlo al afecto humano, pero que nos parece que debe tener algún valor? Por eso son comprensibles las palabras con las que la señora Carla D'Agostino Ungaretti finaliza su artículo: "Por eso el Señor ha creado a los animales y a las plantas: para ayudar al género humano en lo que ellos puedan serle útiles según su especie y su naturaleza, para el trabajo cotidiano, para la alimentación y para el mantenimiento de un justo equilibrio de la naturaleza misma, aunque por desgracia los hombres olvidan a menudo esta última tarea importante que les ha confiado el Creador: la de cuidar de lo Creado. En una palabra: porque son 'cosa buena'. ¿Cómo puedo pensar entonces que la ayuda, la alegría y el consuelo que tantos animales son capaces de dar a los hombres se pierdan en la nada?".
   
Botánica y Zoología teológica
   
----------No tengo mayores dificultades con el título de "Zoología teológica" dado por la Universidad de Münster a su instituto; e incluso considero que podría ser ampliado, y denominarse más bien: "Botánica y Zoología teológica". En referencia a la cuestión puntual sub examen, la resurrección de la vida física infrahumana en el mundo redimido por Cristo, sobre este punto existe una respuesta de santo Tomás de Aquino, que sin embargo es inadecuada o insuficiente. Tomás, de hecho, sostiene (en la Summa Theologiae, Supplementum, q.95, a.5) que en el mundo futuro animales y plantas no existirán porque su alma es mortal, por lo cual no pueden resucitar; y también por el hecho de que estos vivientes sirven para la alimentación del hombre, ya que en el mundo futuro el cuerpo humano será inmortal, por lo cual ya no habrá necesidad de alimentarse.
----------Ahora bien, sin embargo la Sagrada Escritura nos promete una tierra nueva como efecto de la resurrección de Cristo (Sal 104,30; Is 65,17; 66,22; 2 Pe 3,13; Ap 22,1). Pablo, por su parte, habla de una nueva creación: "Toda la creación sufre y gime con dolores de parto" (Rom 8,22). Pero evidentemente los vivientes infrahumanos, creados por Dios, forman parte de la naturaleza física. Pablo habla de una resurrección de la entera creación. Por eso, no hay motivo para creer que en la resurrección, la vida física infrahumana no ha de existir. No es creíble que el mundo de la futura resurrección, que será mucho más rico que el paraíso terrenal, que también contenía animales y plantas, deba ser menos rico debido a su ausencia.
----------Precisamente por eso el Concilio Vaticano II prevé que en la nueva tierra de los redimidos por Cristo y resucitados "los bienes, como la dignidad del hombre, la fraternidad y la libertad, es decir, todos los buenos frutos de la naturaleza", vale decir, los animales y las plantas, "y de nuestra laboriosidad, después de que los hayamos esparcido sobre la tierra en el Espíritu del Señor y según su precepto, los rencontraremos luego de nuevo, purificados de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo devuelva al Padre el reino eterno de santidad y universal, que es 'reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz'..." (constitución pastoral Gaudium et spes, n.39).
----------Sin embargo, y aún reconociendo esta enseñanza doctrinal del Concilio, no faltan las dificultades que nos llevan a preguntarnos cómo esta resurrección de los animales y de las plantas sea posible y qué formas asumirá. Santo Tomás de Aquino dice que "dado que la forma de estos vivientes cae aquí abajo en la nada, no puede resurgir la misma en número", como para decir que Dios no puede recrear al mismo individuo. Por consiguiente, no se trata propiamente de una resurrección como sucede para nosotros, los hombres, en cuanto permanece nuestra alma, la cual recupera su propio cuerpo, sino que es necesario admitir una verdadera y propia re-creación, en cuanto que en este caso el sujeto ha caído en la nada.
----------Pero quizás en este preciso punto, Tomás no ha reflexionado lo suficiente sobre lo que es la potencia creadora y recreadora divina. El Aquinate se mantiene firme sobre el innegable principio metafísico de que el individuo por su esencia es único e irrepetible, y por ende no puede ser reproducido idéntico; no puede ser reproducido en serie. En la actualidad, la técnica moderna, con la perfección que ha alcanzado, puede darnos la impresión ilusoria de esta perfecta repetitividad. Pero, a decir verdad, si nosotros comparamos atentamente dos unidades producidas por cualquier, planta automotriz, veremos que son diferentes entre sí.
----------En suma, no pueden existir concreta y simultáneamente dos individuos absolutamente iguales e idénticos, porque el individuo está caracterizado por la diversidad: cada individuo es diferente del otro, de lo contrario, no sería un individuo. Por eso cada individuo es inconfundible y no puede ser confundido con otro. Es solamente en abstracto, en la imaginación, en geometría, que nosotros podemos imaginar dos triángulos iguales. Pero esto precisamente es lo abstracto, es lo imaginado, no es la realidad concreta y sensible. Ni siquiera Dios puede hacer que existan simultáneamente dos individuos idénticos.
----------Sin embargo, Tomás ha pasado por alto una consideración: este principio vale solo para la simultaneidad, no para la sucesión temporal. Si un artesano puede efectivamente rehacer un jarrón que ha resultado fallado o un arquitecto puede reconstruir perfectamente un edificio que ha sido destruido, ¿nosotros vamos a ser capaces de pretender afirmar que Dios omnipotente, creador del ser concreto, no sea capaz de volver a dar su ser a aquello que ha sido destruido o anulado? ¿A un gato muerto o a un perro muerto?
----------Por otra parte, ¿por qué el principio de la irrepetibilidad del individuo debería valer sólo para el cuerpo de un perro o de un gato y no también para el cuerpo humano? Es cierto que el alma humana es inmortal, ¿pero qué pasa con el cuerpo? ¿Qué enseña el dogma de la resurrección? Precisamente lo que dice el Concilio Lateranense IV de 1215: "todos resucitarán con su propio cuerpo que tienen ahora" (Denz.801). ¿Y entonces, por qué debería valer esto para el cuerpo humano y no para el cuerpo de los vivientes infrahumanos? Una respuesta parecería ser ésta: porque el alma humana, individuada en sí misma, es inmortal y por tanto tiene en sí misma el principio formal y activo de la individuación del propio cuerpo. Por eso existe la exacta repetición o reproducción del mismísimo individuo humano precedentemente disuelto por la muerte.
----------¿Pero, por qué esto no debería valer también para los vivientes inferiores? Los teólogos suelen responder diciendo: porque en razón de que su alma es mortal, ella se disuelve en la nada y no puede por tanto hacer de principio informador del cuerpo resucitado. El argumento está bien: pero ¿no puede Dios recrear la misma alma de ese mismísimo gato o perro convirtiéndola forma de su cuerpo? ¡Por cierto que puede! De ahí la existencia en la tierra futura de los mismísimos individuos vivientes que viven o han vivido aquí.
----------Muy misteriosa en cambio es la estructura o la configuración física de los cuerpos resucitados, tanto de los cuerpos de los seres humanos como de los seres vivientes infrahumanos. Sabemos que existirá la distinción de los sexos, pero no exactamente qué forma tendrán, porque aquí abajo el sexo está ordenado a la generación, mientras que en el más allá existirá sólo sexo para expresar el amor, pero que ya no procreará porque habrá cesado el aumento numérico de los individuos de las especies vivientes.
----------En cuanto a la otra razón que da Tomás de Aquino, es decir, al hecho de que allí no tendremos necesidad de nutrirnos porque la alimentación sirve para recrear las fuerzas que se debilitan, mientras que en el más allá el cuerpo será inmortal, esto es cierto. Pero Dios no ha creado la vida infrahumana sólo por propósitos alimentarios, sino también para que la admiráramos y disfrutáramos estética y afectivamente en su maravillosa e inagotable bondad, variedad y belleza. Y "vió que era cosa buena", dice el relato del Génesis. Quien va al jardín zoológico, por ejemplo, no piensa en comer los leones y los tigres, sino en admirarlos en su terrible belleza, que nos deja boquiabiertos. Entonces, la infinita armonía y variedad de líneas, colores y formas de los pájaros, de los peces y de las flores no tiene finalidad nutricional, sino puramente estética.
----------Llegados a este punto, hay otro ejemplo que viene al caso indicar: los ornamentos, sobre todo femeninos, no tienen sólo finalidades procreativas, sino ante todo estéticas. Dios, supremo Artista y suprema Belleza espiritual, quiere ser admirado, adorado, contemplado y alabado a través de la belleza física de sus obras y de sus criaturas. ¿Qué haremos en el cielo sino contemplar la Belleza y gozar de la Belleza? ¡Belleza suprema e infinita de Dios, ciertamente, ante todo, pero también belleza del cuerpo humano masculino y femenino, belleza de los cuerpos y de los espíritus, belleza de Cristo y de Nuestra Señora, belleza de los ángeles y de los santos, de los animales y de las plantas, de la naturaleza, de los astros y de las estrellas!
----------Finalmente, la cuestión de la muerte de los animales y de las plantas (y aquí vamos a corregir a la señora D'Agostino Ungaretti). Aquí, en el caso de la muerte de los vivientes infrahumanos las cosas van de manera diferente de lo que concierne al hombre. Está claro que en los vivientes inferiores existe una voluntad de vivir y un rechazo a la muerte, tanto que ellos se defienden hasta el extremo de sus fuerzas contra las fuerzas hostiles. Salvo que, sin embargo, mientras en el mundo de la vida infrahumana el sufrimiento y la muerte son fisiológicos y naturales, porque estos seres son naturalmente corruptibles, como aparece claramente en el Paraíso del Edén, donde Dios msmo manda al hombre nutrirse de estos vivientes inferiores, para el hombre, en cambio, el sufrimiento y la muerte son el castigo del pecado original. Por eso no se puede decir que la muerte en el reino de los vivientes inferiores sea una consecuencia del pecado original, porque este mundo, no estando dotado de libre albedrío, no tiene ninguna culpa del pecado original.
----------Dios es el Dios de la vida, y Dios no quiere sólo la vida mortal, sino también la vida inmortal, la vida eterna para todos, incluidos los animales y las plantas, y también la eterna existencia del mundo físico mineral inanimado, que colabora también al desarrollo y progreso de la vida humana y a la belleza del mundo por la que ascendemos a la Belleza de Dios, esas "piedras que curan" de las que hablaba santa Hildegarda.

8 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón, este artículo es realmente bello, y me ha motivado a leer el otro artículo, el de la sra. D'Agostino Ungaretti, el cual también es muy sugestivo. Sin embargo, me parece que se deben hacer al menos dos observaciones a dicha autora: 1) cuando dice que los vegetales están privados de sistema nervioso, pues esta falta de "sensibilidad" vegetal habría sido puesta en duda por experimentos realizados ya desde la segunda mitad del siglo pasado, y 2) que habría que distinguir eso respecto del animismo.
    ¿Qué opina usted al respecto?

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    1. Estimado Hilario,
      desde el punto de vista empírico a veces es muy difícil distinguir el animal de la planta, porque existen seres vivientes que parecen plantas y en cambio son animales, o viceversa, otros vivientes que parecen animales y en cambio son plantas.
      Existe un criterio filosófico que distingue la vida vegetativa de la vida animal. La vida vegetativa conlleva las funciones vegetativas, la autodefensa, la autoconservación, la alimentación, la reproducción de la especie y el movimiento. La vida sensitiva o animal añade a estas funciones el conocimiento, el apetito sensitivo, las emociones o pasiones y el lenguaje.
      Para distinguir concretamente, en base a la experiencia, si un determinado viviente es un animal o una planta, es necesario tener presentes estos criterios. En su mayoría ellos son de fácil utilización. Por ejemplo, es evidente que una planta no ejerce la actividad cognoscitiva y en consecuencia no posee un apetito sensitivo basado en la imaginación. Es igualmente evidente que una planta no se comunica mediante un lenguaje.
      En cambio, un punto que crea dificultades en el discernimiento es el proceso de autodefensa y de autoconservación. En este punto algunos hablan de sensibilidad. Pero la verdadera y propia sensibilidad real es el nivel más bajo del conocimiento, el cual implica una representación intencional del objeto conocido. Esta representación viene conservada en la memoria. Por ejemplo, el sujeto, después de la experiencia hecha, se aleja en el espacio, conservando en la memoria la imagen estimulante, la cual impulsa al sujeto a retornar al objeto placentero. Todo esto las plantas no lo hacen, porque no dan signos de ejercer el conocimiento mediante el lenguaje, los sonidos y los gestos, y porque no son capaces de moverse en el espacio.
      En segundo lugar, un punto de semejanza entre animales y plantas es un comportamiento que en las plantas se asemeja a la expresión de una emotividad. Por ejemplo, si el ambiente es favorable, se desarrollan; en cambio, si es desfavorable, entristecen. Aquí, sin embargo, no entran en juego las verdaderas y propias pasiones, porque ellas suponen el conocimiento, que en cambio está excluido en las plantas. ¿De qué cosa se trata entonces? De una forma de irritabilidad tanto en el sentido de un incremento vital como en el sentido de un decaimiento o desmejoramiento.
      Otro punto de contacto entre el animal y la planta es el sistema de autodefensa, que forma parte del proceso de autoconservación y de autoreparación.
      Por último, respecto al segundo punto por usted señalado, cuanto respecta al animismo, se trata de una cuestión completamente diferente, es decir, se trata de esa concepción por la cual todo ente estaría animado. Por cuanto respecta a las plantas y a los animales, ya Aristóteles había descubierto que las unas y los otros tienen un alma, aunque muy diferente del alma humana. De hecho, ¿qué es el alma? El alma es el principio de la vida inmanente al sujeto viviente y tal que lo hace vivo, a diferencia de los no vivientes, como los minerales. ¿Qué diferencia existe entre el alma de las plantas y la de los animales? Es esa diferencia que nosotros descubrimos cuando notamos la diferencia en su nivel de vida, tal como he expuesto anteriormente. Por cuanto respecta a la diferencia con el alma humana, mientras esta sobrevive a la muerte del cuerpo, porque es espiritual, el alma de las plantas y de los animales se disuelve al momento de la muerte, porque no es espiritual, sino que es simplemente el vértice vital de la materia viviente, por lo cual, al momento de la muerte, cae en la potencialidad de la materia.

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  2. Estimado padre Filemón,
    ante todo, le pido disculpas por mi confusión sobre el animismo, al cual había entendido no referido al alma en un sentido general (que obviamente incluye lo vegetativo y lo sensitivo) sino como un alma consciente.
    Ahora bien, respecto a la vida "sensible" de las plantas, debo aclararle que yo no me refería a casos límite, sino a aquellos experimentos que se hicieron desde mediados del siglo pasado con plantas reales, en las que también se detectó una especie de "percepción extrasensible". Por ejemplo, en concreto, me refiero al muy conocido libro de Peter Tompkins y Christopher Bird, titulado "La vida secreta de las plantas", publicado a principios de la década de 1970. Detalla de modo muy claro y comprensible por cualquiera, el modo como también las plantas reaccionan a peligros, prevén los peligros, y dan muestras de contar con sensibilidad. Quizás la clásica distinción entre reino vegetal y reino animal no sea del todo precisa.

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    1. Estimado Hilario,
      debe tener presente la detallada y bien fundada distinción que hice entre la esencia de la vida vegetativa y la esencia de la vida sensitiva o animal.
      Ya le he dicho que si un viviente demuestra poseer un conocimiento sensible, no puede ser una planta, sino un animal.
      No me parece el caso hablar de "vida secreta de las plantas", si por vida secreta entendemos una vida interior inmaterial, resultado de un acto reflexivo que podemos llamar conciencia. En efecto, este acto reflexivo supone el conocimiento sensible, que hemos dicho ser propio del animal y no de la planta. Y con el conocimiento sensible se llega al plano de la inmaterialidad, que no es todavía el plano de la espiritualidad.
      Si, por el contrario, por "vida secreta de las plantas" entendemos la actividad física interna a la planta misma, causada por su alma vegetativa a fin de organizar y de dar impulso a la vida de la planta misma en su autoconservación, en su identidad, en su desarrollo, en su diferenciación interna, en su autodefensa y en su autorreproducción, entonces, en este sentido, se puede hablar de una vida secreta e íntima de la planta, en cuanto que sus manifestaciones inmediatamente empíricas esconden una interioridad física, que es la actividad del alma, la cual actividad no es inmediatamente perceptible, porque permanece secreta a una mirada superficial.
      Esta vida interior se manifiesta en varios modos, según el ambiente favorable o desfavorable, o según el hecho que sea cultivada o no cultivada, respetada o no respetada. Estos elementos frecuentemente dependen de la naturaleza. Sin embargo, el hombre tiene en ello una gran responsabilidad, porque está en su poder plantar una planta en el terreno adecuado y en un clima adecuado. Está en su poder cultivarla, nutrirla, defenderla de agentes nocivos, hacerla crecer, colocarla en un ambiente adecuado, utilizarla con fines médicos o para su propia alimentación o para embellecer el ambiente.
      Además, cabe señalar que el progreso de la botánica nos conduce a un conocimiento cada vez más profundo del mundo vegetal, conocimiento que nos permite valorizarlo siempre mejor, tener un mayor respeto por él y saber utilizarlo mejor para nuestras necesidades físicas y también desde el punto de vista estético o incluso religioso, en cuanto que la planta puede ser símbolo de valores morales y espirituales.

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  3. Querido padre Filemón,
    quisiera agregar a las sugestivas y bellas consideraciones de este artículo, y de los posteriores comentarios, algo que podría extender un poco más el debate sobre este mismo tema.
    Me refiero a la encíclica "Laudato si'" del 2015. Francamente hablando, han pasado ya unos cuantos años de ella, y personalmente algunas cosas no las logro interpretar en su real significado docente, por parte del Romano Pontífice. Quiero decir: que personalmente mantengo dudas acerca de la oportunidad y utilidad de que el Santo Padre haya incluído demasiados pasajes con opiniones excesivamente personales, discutibles, pero no enseñanzas de fe o que se deriven de la fe y de la sana razón.
    En ese contexto, que no me ha dejado de preocupar en estos años, por lo cual personalmente no llego a valorar adecuadamente tal encíclica, me permito citar el número 33, donde el Papa se pregunta acerca de especies extinguidas, y que ya no podrán ser contempladas por el hombre.
    El pasaje es el siguiente: "Pero no basta pensar en las distintas especies sólo como eventuales « recursos » explotables, olvidando que tienen un valor en sí mismas. Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana. Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho".
    Visto lo examinado en el artículo suyo: ¿no podemos pensar que también las especies extinguidas puedan resucitar en los nuevos cielos y nueva tierra? La respuesta me surge lógica: ¡claro que sí!

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    1. Estimada Herminia,
      tampoco yo dudo que, en la resurrección, incluso estas especies ya extinguidas, que Dios había creado para embellecer el mundo, para manifestar su poder creador y sobre todo para la alegría y la actividad del hombre, podremos verlas y tener de ellas ese goce estético del que estamos privado en esta vida.

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  4. Estimado padre Filemón,
    no quería dejar pasar más sin agradecerle por sus dos comentarios y por el tiempo y la dedicación puestos en esa tarea. No quiero que pasen más días y que interprete mi silencio como si yo, por mi parte, hubiese quedado contrario a sus opiniones. No es así en absoluto, pues reconozco mi confusión y creo haber comprendido suficientemente sus argumentaciones, como para poder decir que ahora estoy de acuerdo con sus comentarios.
    Sus dos respuestas me han llevado a hacer dos cosas: 1) por un lado, volver a leer el libro que le había citado (The Secret Life of Plants), que yo había leído muchos años atrás, y 2) por otro lado, releer mis viejos libros de antropologia filosofica y mis apuntes, que hace décadas había estudiado acerca de la diferencia entre vida vegetativa y vida sensitiva o animal.
    Es posible que mis viejos estudios sobre la diferencia entre plantas y animales, hayan quedado demasiado elementales y, al leer sus dos comentarios, veo que, no obstante su brevedad, responden a las modernas preguntas sobre el tema, derivadas de los recientes experimentos, a los que se refiere el libro que le había citado. Gracias, nuevamente, por su tiempo.

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    1. Estimado Hilario,
      me alegro de que usted esté satisfecho. Sus buenas palabras me animan a continuar mi trabajo con celo y deseo de servir al prójimo.

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