viernes, 29 de abril de 2022

Catalina de Siena y la catolicidad (1/2)

Este 29 de abril, que en la liturgia es la Memoria de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, vamos dedicarle un artículo en dos partes, hoy y mañana, a fin de reflexionar acerca de la relación de Catalina y la catolicidad europea y particularmente la catolicidad italiana. En estas dolorosas circunstancias en que Europa se ha involucrado en la actual guerra entre Rusia y la OTAN en Ucrania, es oportuno meditar en el ejemplo de vida de Catalina de Siena, la Patrona de Europa, recurriendo también a su intercesión.

Premisa metodológica introductoria
   
----------Básicamente, las referencias a los escritos de santa Catalina de Siena [1347-1380] que he tenido en cuenta para este artículo son las Cartas dirigidas a diversas personas constituidas como autoridades, soberanos de Estado y gobernantes de ciudades. Utilizo la publicación de las Cartas editadas por el padre Giuseppe Di Ciaccia [n.1951], Le lettere di Santa Caterina da Siena (ediciones Studio Domenicano, Bologna 1998, vol.3). El padre Di Ciaccia ha tenido una doble buena idea: la de traducir las Cartas al italiano moderno y la de ordenarlas según las distintas categorías de destinatarios, para que sea muy simple ir a buscarlas. Las Cartas que más interesan a nuestro tema son las siguientes: 123, 168, 268, 311, y 377.
----------Ya la ilustre erudita de Catalina, Giuliana Cavallini, se había dado cuenta de que, para facilitar la lectura de los escritos de la Santa Sienesa, era necesario abandonar el italiano de Catalina, ahora difícil para nosotros, pero quizás por una cierta forma de temor reverencial, Cavallini no ha sentido la necesidad ni el impulso de llegar hasta el fondo, por lo que el italiano que le sale es un cruce intermedio entre el cataliniano y el moderno.
----------Sin embargo, considero que la elección del padre Di Ciaccia es considerablemente mejor. Creo que, si Catalina viviera hoy, se expresaría en el lenguaje de hoy y tendría reservas sobre el lenguaje mitad medieval y mitad moderno de Cavallini, un lenguaje que, además de todas sus dificultades, implica también una infinidad de inevitables notas explicativas, de las cuales, sin embargo, Di Ciaccia nos exhime.
   
Premisa doctrinal introductoria
   
----------Antes de entrar en el tratamiento específico del tema de la relación de Catalina con la catolicidad italiana y europea, considero oportuno explicar brevemente los principios y los criterios a los que se refiere Catalina para expresar sus pensamientos y sus enseñanzas sobre el tema.
----------Digamos, pues, que, siendo Catalina miembro de la familia dominicana, es necesario recordar que un elemento esencial del ideal dominicano es la predicación y la promoción, no solo de la sana doctrina de la fe, sino también de la justicia y de la paz: fides et pax, se decía al inicio de la Orden: la paz como fruto de la justicia; paz que, como dice san Agustín, es la "tranquilidad del orden". Pero propiedad del sabio, o sea del hombre justo, como dice santo Tomás, es la instauración del orden en la sociedad humana.
----------El orden es la armonía y la conexión justa, operada por la razón, de las partes o de los factores del todo, en este caso la sociedad, para que ésta, con los debidos medios, alcance su fin, que es el de la realización del bien común, en el mantenimiento de la unidad nacional, en la promoción del progreso y de la paz, en la coordinación de los componentes del cuerpo social organizado en el Estado.
----------Ahora bien, corresponde a la razón práctica y en especial a las virtudes de la prudencia y de la fortaleza, ejercitadas en este caso por los gobernantes, dictar las reglas a seguir y hacerlas cumplir, a fin de que la sociedad esté bien ordenada, sea pacífica y concorde, y todos puedan cumplir con su deber según su estado y condición de vida, y así sea asegurada a cada uno una justa libertad.
----------En la sociedad bien ordenada existe también, naturalmente y jurídicamente, un doble aspecto a tener muy en cuenta: por una parte, la aplicación del principio de la igualdad o fraternidad humana, es decir, el respeto hacia la dignidad o valor universal de la persona en cuanto tal, cualquiera que sea su individualidad, condición de vida, sexo, edad, clase, nación, país, cultura, raza, religión, historia.
----------Y por otra parte, existe en la sociedad bien ordenada el aspecto o principio de la multiplicidad, de la variedad y de la diversidad, que implica una cierta legítima y accidental desigualdad entre individuos y clases, de modo que la sustancial inviolable igualdad de fondo viene concretamente determinada y realizada dando a cada uno lo suyo, según una estratificación jerárquica de clases sociales, por la cual los mejores y más merecedores tienen el derecho y el deber de gobernar al pueblo en nombre del pueblo.
----------El gobernante, en efecto, como dice santo Tomás de Aquino, es el vicem gerens multitudinis. Es decir, el bien que el gobernante administra, el bien común, no es de su propiedad, sino que, como suele repetir Catalina, le es "prestado" por Dios, a Quien pertenece, y de ese bien, que le ha sido confiado por el pueblo para ser administrado, el gobernante debe rendir cuentas a Dios. Es el principio de la democracia.
----------Como enseña ya Aristóteles en su Política, en un Estado bien ordenado, aquellos que son los mejores bajo el perfil político (àristoi), los más sabios, los más cultos y los más fuertes, constituidos en autoridad gracias al voto popular, que es el signo de la democracia, es decir, los nobles y los aristócratas, tienen el privilegio, la obligación y la grave responsabilidad, como enseña Pío XII, de guiar y educar al pueblo, elevar sus condiciones, promover el progreso económico, social, moral, y cultural de la sociedad, disciplinar y castigar a los criminales, así como sostener, apoyar y proteger a los menos favorecidos y a los más débiles, y defender la patria de los enemigos. Este es el factor aristocrático del ordenamiento social, político y estatal.
----------En la sociedad bien ordenada, gracias a la acción del buen gobierno y a la colaboración de los ciudadanos, en el cumplimiento de la ley natural y divina, son respetados los derechos universales del hombre, que constituyen el tejido de esa fraternidad universal, que el papa Francisco ha venido predicando en años recientes, con un jalón destacable en la carta encíclica Fratelli tutti.
----------Por otra parte, esta fraternidad, si bien corresponde a una profunda e inextirpable exigencia moral del hombre, no es necesariamente por ello un dato y un ideal pacífico y evidente para todos (de ahí la insistente predicación del Papa), a causa de la debilidad y de la maldad humana, sino que es un difícil deber e ideal a perseguir y reparar o corregir constantemente, porque está continuamente amenazado y frustrado por el surgir de contrastes y conflictos, que son las consecuencias del pecado original.
----------Sólo el Cristianismo, con su ideal sobrenatural de fraternidad en Cristo, por ser hijos del Padre, emerge por encima de las otras culturas y religiones, al llevar a cabo y elevar a las más altas cumbres de la virtud y de la santidad, esa básica fraternidad humana, de la cual en el fondo todos sentimos la necesidad, pero que sin la gracia divina, no puede ser realizada sino imperfectamente e insuficientemente.
----------Se comprende entonces cómo el Cristianismo traducido en la política, es decir, el proyecto cristiano en el orden político, es como una levadura que fermenta la masa del mundo y estimula el actuar político para la edificación de un humanismo no sólo "integral", para decirlo con palabras de Jacques Maritain, o "plenario", como decía el papa san Paulo VI, sino incluso escatológico, precisamente de la futura resurrección, el cual, por profundidad, amplitud y sublimidad de alcances, y gracias a los medios espirituales empleados, supera y corrige todos los proyectos humanísticos elaborados por la filosofía de los siglos XVIII-XIX, tales como el iluminista, el liberal, el masónico, el positivista, el marxista, e incluso el humanismo heideggeriano.
----------Naturalmente, lo que aquí he hecho es sólo exponer muy brevemente los principios elementales de la moderna doctrina social de la Iglesia, la cual -hay que tenerlo en cuenta- no estaba todavía establecida en estos mismos términos en la época de Catalina de Siena. Sin embargo, esta exposición puede ser útil para comprender los principios, los fines y los métodos de la política cristiana de Catalina, de la cual se derivará más tarde, sobre todo a partir del papa León XIII, la doctrina social de la Iglesia.
   
El concepto cristiano de patronato
   
----------Partimos de una sencilla pregunta: ¿qué quiere decir el título "Catalina de Siena Patrona de Europa y de Italia", con el que la recuerda la Iglesia? El concepto de "patronato" ha adquirido hoy un valor secular, laico; pero tiene un origen cristiano y, de hecho, bíblico. En el sentido bíblico, lo que hoy llamamos "patrono" corresponde a lo que para la Biblia es una noble criatura celestial, inicialmente un ángel o un arcángel, encargado por Dios de proteger a criaturas personales inferiores, es decir, a los hombres individual o colectivamente, incluso hasta a pueblos y a naciones. Así, por ejemplo, el arcángel san Miguel es el patrono de Israel.
----------Para la Biblia, en cambio, no existen patronos de los animales, de las plantas y de las cosas inanimadas, como encontramos en cambio en las religiones paganas. Estas criaturas están gobernadas directamente por la Providencia. Por lo tanto, existe una relación interpersonal entre el patrono y aquel o aquellos que son asistidos y protegidos por el patrono, cosa evidentemente imposible en las criaturas inferiores.
----------Pero con el acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios y la fundación de la Iglesia, y el posterior surgimiento de los Estados cristianos, también una criatura humana del cielo, el Santo, puede desempeñar un oficio de patronazgo, que obviamente no es igual del patronazgo desarrollado por Cristo y ni siquiera del que le está a la par, aunque inferior, desarrollado por Nuestra Señora.
----------A lo largo de los siglos la Iglesia establece o reconoce u oficializa gradualmente una multiplicidad casi infinita de patronos de las más variadas comunidades o asociaciones, desde patronos de las naciones, a patronos de los pueblos, de las ciudades, de las diócesis, de las parroquias, de las cofradías, de las asociaciones laicales o públicas, hasta de los institutos religiosos, incluso de las fuerzas armadas, y hasta de las familias y de personas individuales. El propio Santo onomástico es una forma de patrono.
----------Europa e Italia también tienen su patrona: santa Catalina de Siena. ¿Porqué precisamente ella? Porque ella, entre todos los Santos italianos, se ha distinguido por su amor por la Iglesia italiana y por su extraordinaria y sabia obra de pacificación y reconciliación, mediante la predicación, el ejemplo y el sacrificio de sí misma, de diversas entidades políticas o señoriales o comunales de Italia y de Europa, su mundo conocido, siempre con el fin de reunir todas estas entidades en torno a la Sede de Pedro.
----------Ahora bien, ¿en qué consiste la italianidad de Catalina, y, en consecuencia, su carácter europeo? ¿Qué concepto Catalina se había hecho de Italia? ¿Qué significaba en esa época ser italiano? ¿Qué era Italia para ella y para la cultura de su tiempo? Aparte del hecho obvio, como se usaba desde tiempo antiquísimo, de llamar "Italia" a la península en forma de bota, que se adentra en el mar Mediterráneo, nadie tenía ninguna dificultad en ver la unidad de Italia en algunos datos sociológicos evidentes, a saber, en la lengua, en la religión y en la etnia común, salvo ligeras diferencias, en cuanto entidades nacionales, teniendo sus nobles raíces históricas en el Imperio Romano y en la milenaria presencia allí de la Sede de Pedro.
----------Al mismo tiempo, en la época de Catalina, ya se comprendía bien la variedad de los relatos históricos, de los dialectos, de los caracteres humanos, de los usos, de las costumbres y de las tradiciones locales, que sin embargo era en su conjunto una riqueza, que no comprometía la unidad de fondo. El problema más difícil en aquellos tiempos era el de comprender la identidad de Italia, que nace de la siguiente pregunta: ¿en qué se distinguen los pueblos y las naciones los unos de los otros, cuáles son sus propios y peculiares valores y defectos? Se trata de aquello que frecuentemente se llama "conciencia nacional".
----------En Europa, la primera nación en formarse esta autoconciencia nacional, incluso de manera excesiva, parece haber sido la Francia de Felipe el Hermoso, precisamente en el momento en que el papa Bonifacio VIII afirmaba con extremo rigor y cierta arrogancia la supremacía del Romano Pontífice sobre todas las naciones cristianas, es decir, sobre toda Europa. Esta era también la convicción de Catalina.
----------Se deberá llegar al siglo XIX para que se difundan en Europa un fuerte interés y una vasta especulación histórico-sociológica sobre aquello que es la índole propia de cada pueblo europeo. Esta toma de conciencia en los tiempos de Catalina aún no existía, ni en ella ni en sus contemporáneos. Su "italianidad" es ciertamente detectable, emerge, pero Catalina no era consciente de ella. La vive inconscientemente.
----------Incluso un Dante o un Petrarca, que también sienten el tema de la Italia, no piensan nunca en resaltar su peculiaridad cultural, sino que se limitan a conectarla a sus antiguas y gloriosas raíces clásicas y romanas. Por lo demás, muchísimo menos piensan en una unidad política, como en cambio empezará a pensarse y a llevarse a cabo desde las primeras décadas del siglo XIX. En la misma línea está Catalina.
----------Precisamente la presencia del Estado de la Iglesia, que, ocupando un tercio de Italia, dividía en dos la península, impidió entonces que nadie, incluida Catalina, concibiera siquiera un vago proyecto de unidad política nacional, lo que no quiere decir que no se supiera que el Estado de la Iglesia no era en modo alguno una estructura esencial para la Iglesia. Dante, sin embargo, refiriéndose a la famosa donación que se creía había sido hecha por Constantino, expresó su famoso lamento: "¡Ah, de cuanto mal fue causa!". En Catalina, ciertamente, no hay ninguna referencia a Constantino, y sin embargo, ella era muy entusiasta al instar a los eclesiásticos a tener cuidado de la avaricia y de la sed de poder.

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