jueves, 21 de abril de 2022

En defensa de la teología escolástica (1/2)

Acerca del estudio de la teología, sobre todo en ámbito de formación sacerdotal, las directivas del Concilio Vaticano II son muy claras, como son claras también las últimas directivas pontificias que, en la misma línea del Concilio, emanan de documentos tales como las encíclicas Fides et Ratio (1998), Lumen Fidei (2013), o la constitución apostólica Veritatis Gaudium (2017) del papa Francisco, sobre las Universidades y Facultades eclesiásticas. Aquellos Obispos, y son muchos, que no pierden ocasión de manifestar su personal adhesión a las orientaciones del Romano Pontífice, ¿son realmente sinceros? Una simple visita a sus propios Seminarios o a los Seminarios y Facultades a los que envían a sus seminaristas, bastaría para tener serias dudas. 

Prejuicios y malentendidos acerca de la teología escolástica
   
----------Es un prejuicio frecuente que la teología escolástica sea considerada una etapa de la historia de la teología católica actualmente concluída, eventualmente con el Concilio Vaticano II, el cual, según dicen, habría abierto el camino a una nueva teología llamada con varios nombres: teología "trascendental", "narrativa", "kerigmática", "existencial" y otros. Otros hablan genéricamente de teología "moderna", la cual utilizaría la así llamada "filosofía moderna" fundada por Descartes. Creo que los habituales lectores de este blog ya saben bien que quienes así hablan son ni más ni menos que los modernistas.
----------Los modernistas ya sostuvieron esta tesis en tiempos del papa san Pío X, juzgando la teología escolástica como un ridículo sistema "que excita compasiva sonrisa y está sepultado hace largo tiempo" (tal como lo explica la encíclica Pascendi Dominici Gregis, de 1907). Por su parte, el papa Pío XII, en la encíclica Humani generis, de 1950, desaprueba el "abandonar o rechazar o privar de su valor tantas y tan importantes nociones y expresiones que hombres de ingenio y santidad no comunes, bajo la vigilancia del sagrado Magisterio y con la luz y guía del Espíritu Santo, han concebido, expresado y perfeccionado, con un trabajo de siglos, para expresar las verdades de la fe, cada vez con mayor exactitud".
----------La expresión teología escolástica, por lo tanto, no es una simple categoría histórica, sino una categoría perenne del espíritu, una categoría teorética o epistemológica, que significa simplemente aquello que dice la palabra: aquella teología que se enseña y se aprende en la escuela, donde con este término escuela se entiende exactamente lo que comúnmente se entiende: institución pública o privada educativo-formativa, orientada o finalizada sistemática y metódicamente a la comunicación y el aprendizaje del saber o de la ciencia. El instructor es el maestro o docente y el aprendiz es el discípulo, alumno o estudiante.
----------Ahora bien, hagamos una precisión: así como es insensato el desprecio por la teología escolástica, igualmente insensato es el desprecio por la teología neo-escolástica, expresión ideada por teólogos católicos del siglo pasado, vinculados a la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán, los cuales fundaron la conocida Rivista di filosofia neoscolastica, en respuesta a la solicitud del gran papa León XIII, quien, con la encíclica Aeterni Patris, de 1879, se hizo promotor del renacimiento del tomismo. Se podrá discutir sobre la elección de sus Autores preferidos, pero no hay duda de que la expresión teología neo-escolástica, en sí misma, es más que legítima, para significar la capacidad de desarrollo, de progreso y de renovación propia, tanto de la filosofía escolástica como de la teología escolástica.
----------La teología escolástica es, por tanto, aquella que se puede y debe con buen derecho llamar también teología "científica", contra una así llamada "teología científica", que pretendería utilizar el concepto positivista de ciencia en lugar de la ciencia metafísica. Ciertamente, puede crear problema pensar que la teología pueda ser una ciencia, porque esto implica evidencia de principios, univocidad de conceptos, deducción y demostración racional. Por tanto, es necesario precisar que la teología es ciencia no en cuanto parte de la razón o de evidencias racionales, porque sus principios y axiomas de partida son las verdades de fe; y, sin embargo, es ciencia en cuanto procede silogísticamente o deductivamente usando argumentos de conveniencia, por lo cual la certeza de la conclusión es de tipo racional, pero explicita un dato de fe, por lo cual, si se niega la conclusión, no se sigue la negación de un dogma. Por ejemplo, que en el infierno esté presente la divina misericordia no resulta de las palabras de Cristo, sino que es una conclusión que se puede sacar con certeza, que sin embargo no es certeza de fe, aunque cuanto dice Cristo acerca de los condenados sea verdad de fe.
----------El cultivo teológico del intelecto, sin embargo, tanto en Aristóteles como en la Sagrada Escritura, implica dos grados, el primero subordinado al segundo: el primer grado es la ciencia (del griego ἐπιστήμη, y del hebreo: daàt מדע). En este grado el intelecto (del griego νοῦς, y del hebreo binà רבו), partiendo de los primeros principios inmediatamente intuidos del sentido común, pone en movimiento la razón (del griego λόγος, y del hebreo dabàr סיבה), la cual, mediante el silogismo, llega a conclusión cierta; de este grado racional el intelecto luego se eleva al segundo grado, el de la sabiduría (del griego σοφία, y del hebreo hokmàh אינטלקט), en el cual el intelecto no sólo sabe, sino que gusta lo que sabe y goza. La ciencia capta lo verdadero. La sabiduría capta lo verdadero como bueno y bello. La teología escolástica se detiene en el primer grado, pero pone las condiciones para elevar al segundo, que es el grado propio de la teología mística.
----------Pero lamentablemente, como se sabe, la idea de escuela, disciplina y estudio, produce fastidio a algunos, especialmente a vagos, a charlatanes, a presuntuosos, a envidiosos y a falsos innovadores. ¿Quién, cuando estaba en la escuela primaria, no ha visto alguna vez, en la pared del edificio escolar, las palabras "¡Abajo la escuela!"? Pues bien, los enemigos de la teología escolástica son aquellos díscolos convertidos en adultos, que hoy enseñan en muchas Facultades teológicas católicas y protestantes, y son todos esos presuntuosos, que, desde su estrechez de miras o en sus sueños revolucionarios, muestran altivamente desprecio, sea con lenguaje vulgar, o con términos bizantinos, hacia la teología escolástica, considerándola una secuela enredada, acrítica y llena de prejuicios y de leyendas, de teorías abstractas y vacías, incomprensibles, vanas, inútilmente sutiles, superadas, estérilmente polémicas, sin desarrollo, sin sentido histórico, ajenas a los intereses y al modo de expresarse de los hombres del propio tiempo.
----------Ahora bien, la teología escolástica no es simplemente, como quisieran hacernos creer los modernistas y neo-modernistass, una superada etapa histórica de la teología, surgida en el siglo XII, esclerotizada, según ellos, en los siglos XVI-XVII, momificada en el siglo XIX y definitivamente disuelta, como sostenía Rahner, con el Concilio Vaticano II, para ser sustituida, precisamente, ¡por la teología de Rahner!, como muchos hoy piensan (comprendidos también aquí los pasadistas, por ejemplo los lefebvrianos, que en esto siguen las huellas de los modernistas, aunque con otra valoración, como enseguida explicaré).
----------Por eso, como explicaré en detalle, no tiene sentido contraponer la teología escolástica, que algunos llaman "clásica", a una supuesta teología "moderna", que la habría suplantado y que sería adecuada a la modernidad. Existe más bien una teología escolástica antigua y una teología escolástica moderna (cosa que, naturalmente, niegan los pasadistas, detenidos como están en el pasado, que sólo aceptan la antigua). Es evidente que hoy el teólogo postconciliar está obligado a practicar la escolástica moderna y más aún a hacerla avanzar, aunque la antigua es siempre posible reconsiderar, desarrollar o retomar de ella temas o ideas, que habían quedado en un estado de insuficiente elaboración o desarrollo o solo en esbozo.
----------El término classis, del que deriva teología clásica, conlleva la idea de una distinción clara, precisa y ordenada: la clasificación, virtud importante de la mentalidad romana. Grecia tiene el término kategoria que, a nivel de la predicación, implica la misma cosa, sobre todo la conceptualización. El término correspondiente en la Biblia es dabàr סיבה, la palabra, el λόγος, como acto clarificador de la mente. Así, el texto clásico es asimilable al texto sagrado y, por tanto, al dogma. El primero tiene carácter profano, racional, filosófico; el segundo, religioso y teológico. Tanto el uno como el otro es inviolable, inderogable e intangible; debe ser precisa y exactamente comprendido y enseñado, celosamente custodiado y conservado en su integridad. Es verdad cierta, fundante, definitiva, reguladora y absoluta, es fuente perenne de sabiduría para todas las generaciones. Puede ser comentado y profundizado, pero no cambiado o mejorado. Interpretado, pero no reinterpretado, porque no cambia su significado con el tiempo, sino que su sentido es siempre el mismo.
----------Por lo tanto, hacer uso del pretexto de la historia y del progreso (historia y progreso que, de modo legítimo, deben inserir en el cultivo teológico, como lo he explicado en otras notas), pero hacer uso de ellos, "historia" y "progreso", digo, al modo como hacen los modernistas, para cambiar el significado de las verdades perennes de la razón y de la fe, es una estafa digna del máximo desprecio (con respeto, naturalmente de las personas viciadas de modernismo, que en ello pueden estar en completa buena fe).
----------Los modernistas, profanadores de lo sagrado, confunden de hecho el sagrado deber de conservar la sagrada tradición y el texto sagrado con el conservadurismo estrecho y miope de los pasadistas (lefebvrianos, filo-lefebvrianos y similares), quienes se niegan a aprender y avanzar por el camino de la verdad, abiertos al soplo del Espíritu Santo, confundiendo la inmutabilidad con el inmovilismo y la firmeza con la rigidez de la muerte, la rigidez cadavérica. ¡Y que no vengan ahora, ellos precisamente, los pasadistas, a querer hacerse los defensores de santo Tomás de Aquino y de la teología escolástica!
   
Caracteres de la teología escolástica
   
----------Retomando ahora nuestra reflexión, es necesario decir que, así como existe, por lo tanto, una cultura clásica, existe ciertamente una teología clásica, cuyos valores, teniendo un carácter perenne, universal y absoluto, deben ser conservados y desarrollados; o bien, para decirlo sin que quede ninguna duda: deben ser conservados para ser desarrollados, y deben ser desarrollados para ser conservados. Es necesario, por tanto, que el teólogo, hoy como siempre, sabio estimador de la cultura de su tiempo, es decir, siendo hoy un sabio estimador de la sana modernidad, no cegado ni desviado por las anteojeras de la miopía modernista, no trate con altivez y presunción el riquísimo patrimonio o herencia, inestimable e inmarcesible, del clasicismo, si no quiere retornar a la barbarie y al nihilismo de la antigüedad.
----------La teología escolástica, como lo dice la palabra, no es otra que aquella teología que se aprende y viene enseñada en la escuela, entendida precisamente como institución educativa, oficialmente reconocida por la Iglesia, destinada a la instrucción y a la comunicación o transmisión metódica, sistemática y socia o públicamente organizada del saber. En el caso de la teología escolástica, el saber que viene aprendido y enseñado es la teología. Se comprende entonces cómo, a la luz de esta definición simple y lógica, es una grave locura el hablar de una extinción de la teología escolástica por obra del Concilio Vaticano II, que por el contrario recomienda encarecidamente su prosecución y su progreso bajo la guía de santo Tomás de Aquino.
----------Ciertamente, la teología escolástica o de la escuela no es la única forma de teología. Se puede llegar a ser teólogos y grandes teólogos, incluso Doctores de la Iglesia, sin haber frecuentado una escuela oficial o académica de teología, sin haber obtenido un título académico e incluso sin haber enseñado teología en una escuela o facultad de la Iglesia. Lo importante, ciertamente, es el estudio, que puede ser bajo la guía de un maestro, pero el aprendizaje también puede producirse de manera autodidacta, por medio de la investigación o de la lectura personal o de la meditación. Tenemos entonces la lectio divina de la tradición monástica. O bien el conocimiento de Dios puede venir de la experiencia interior en la caridad, como don del Espíritu Santo, y entonces tenemos la teología mística. Esta teología puede ser practicada por cualquier persona, hombre o mujer, joven o adulto, docto o indocto, laico o religioso. En todo caso, el católico tiene el deber de hacer teología sometiéndose a la interpretación que la Iglesia da de la divina Revelación.
----------La teología escolástica, en cambio, en el conocimiento del dato revelado, utiliza los recursos de la razón humana, como la lógica, la exégesis bíblica, las ciencias bíblicas, la patrología, la doctrina de la Iglesia, la hagiografía, la antropología, la ética natural, la historia, la ciencias naturales, la metafísica y la teología natural, utilizando un método inductivo-deductivo, por lo tanto, método científico. La teología escolástica es ciencia de conclusiones racionales extraídas del dato revelado. La teología escolástica asegura la formación teológica seminarística del sacerdote, de por sí no obligado a conseguir títulos superiores, a menos que emprenda la carrera del teólogo docente en las facultades eclesiásticas.
----------La teología escolástica se divide en teología natural y teología revelada o sobrenatural. La primera está fundada sobre la sola razón y forma parte de la filosofía; la segunda se basa en el dogma. Esta última comprende dos disciplinas fundamentales: la dogmática y la moral. La primera considera las verdades de fe especulativas; la segunda, las prácticas. La propedéutica a la teología revelada constituye la teología fundamental o apologética, la cual hace de introducción a la teología revelada, demostrando los motivos de credibilidad de la Revelación, las razones del creer y responde a las objeciones.
----------La teología escolástica, por otra parte, es de ayuda al Magisterio de la Iglesia en la preparación de sus documentos, en el proponerle temas a tratar o problemas a resolver, en el interpretar y defender sus enseñanzas, en la respetuosa crítica de directivas pastorales imprudentes o inoportunas, y en el señalarle las herejías peligrosas en circulación, sugiriendo cómo refutarlas.
   
La deformación de la teología escolástica por obra de Lutero
   
----------Martín Lutero, en cambio, aunque haya de hecho alcanzado el título de doctor en teología, con su rebelión contra el Papa y la Iglesia Romana, renegó de su formación escolástica, y pretendió basar la teología exclusivamente en la Sagrada Escritura y en las ciencias bíblicas, no en la interpretación de la Iglesia, sino sobre su juicio personal. Pensaba que la teología escolástica, sujeta a la doctrina de la Iglesia, que él había aprendido, no le había servido para profundizar en la verdad del dato revelado, sino que por el contrario lo engañaba acerca de la verdad del Evangelio, en cuanto mediada sea por la razón, que él creía totalmente corrompida por el pecado, sea por el Magisterio de la Iglesia, que él consideraba falible.
----------Obviamente Lutero, a pesar de su polémica contra la razón, para evitar caer en la irracionalidad, se encontraba bien obligado a usar de todos modos la razón; sin embargo, falto de una racionalidad purificada y disciplinada en la lógica, acabó por malinterpretar aquella Palabra de Dios, a la que él creía que, habiéndose liberado de la filosofía escolástica, podía contactar directamente, sin hacerse ayudar por ella.
----------Tenemos así la paradoja de la inmensa producción de la teología protestante, organizada a nivel universitario y académico que, desde Lutero hasta hoy, por un lado está afectada por el desprecio a la teología católica escolástica aprobada por la Iglesia, por ejemplo santo Tomás con su escuela, mientras que por otro lado no ha hecho más que construir otra escolástica, aunque por lo demás sin la pureza doctrinal y la plena fidelidad al Evangelio propias de la escolástica católica, no obstante la incalculable cantidad de energía intelectual invertida y de infatigables estudios a lo largo de los siglos.
----------Es un grave malentendido de la enseñanza del Concilio Vaticano II creer que promueva un progreso y una renovación de la teología, por medio del abandono de la teología escolástica. Sería una disposición insensata, no un progreso, sino un retroceso en la historia de la teología a los tiempos de la teología monástica del siglo XI, o incluso a la teología homilética y bíblica de los Padres, antes de que Abelardo y san Anselmo fundaran y dieran paso a la teología dialéctica y científica, que es precisamente la teología escolástica.
    
Los orígenes de la teología escolástica
   
----------La teología escolástica ha surgido tras el renacimiento intelectual de los siglos XII y XIII, sobre todo por impulso de la orden de los frailes Dominicos, seguidos a poco intervalo por los frailes Franciscanos, con la aprobación y el apoyo del Papado. De ahí la fundación de las Facultades teológicas de París, de Oxford y, en el siglo XIV, de Bolonia, tras la fundación de la Universidad de Bolonia en el siglo XI. En el transcurso de los siglos siguientes, hasta hoy, el Papado siempre ha cuidado de la calidad, de la buena marcha y del desarrollo de la teología escolástica, es decir, de las escuelas y de las Facultades de la Iglesia, en modo particular de que fueran conformes al dogma y pudieran por tanto usar concretamente de la razón, de la filosofía y de las ciencias para la introducción y la justificación del dato revelado y para la interpretación, la explicitación, la explicación, la defensa, la profundización y la difusión de la Palabra de Dios.
----------En tal sentido, aquello que, siguiendo esta línea educativa ininterrumpida, el Concilio Vaticano II y el Magisterio papal promueven hasta nuestros días (véase la constitución apostólica del papa Francesco Veritatis gaudium, sobre la reforma de los estudios eclesiásticos) respecto a la teología, no es en absoluto (contrariamente a cuanto quisieran los modernistas de ayer y de hoy), el abandono de los métodos validados, de los enunciados fundamentales y de los principios perennes de la filosofía escolástica, cuanto en cambio la ampliación y el perfeccionamiento de su sensibilidad, de sus intereses y de sus horizontes, la prosecución de la investigación, la consolidación y la profundización de la datos adquiridos, la recuperación de valores olvidados, la corrección de puntos de vista superados, la vigilancia contra los errores surgidos, la deducción de nuevas conclusiones científicas, la apertura de nuevos caminos de investigación, la formulación de nuevas hipótesis explicativas, una mayor atención a los valores y a los defectos de la modernidad, una mayor colaboración recíproca entre teólogos, una mayor libertad de pensamiento, siempre en la obediencia al Magisterio de la Iglesia, en la huida de todo exhibicionismo e individualismo, en el mejoramiento de la apertura ecuménica, evangelizadora y misionera, en la obra de inculturación, en el diálogo interreligioso, interdisciplinario e intercultural, en el uso de un lenguaje mayormente comprensible para el hombre de hoy.
----------La teología escolástica, aunque manteniéndose siempre en la común aceptación de la doctrina católica, abraza también una pluralidad de corrientes y de escuelas, que reflejan diferentes niveles de perfección teorética y una variedad de impostaciones o enfoques, de orientaciones, de acentuaciones o énfasis, y de preferencias. Según el criterio fundante de certeza y validez, de rigor argumentativo y lógico, así como de perfección especulativa, la Iglesia da la palma a santo Tomás de Aquino, sin excluir a los demás Doctores de la Iglesia reconocidos como tales. Atendiendo al hecho de la diversidad, las orientaciones principales son el afectivismo bonaventuriano, que se distingue del intelectualismo tomista y éste del voluntarismo univocista escotista, distinto a su vez del voluntarismo esencialista de Suárez. Pero en lo interno de la misma escuela tomista no faltan los matices como entre Capreolo y Cayetano, de los cuales el primero pone la subsistencia de la persona en la línea de la existencia, mientras que el segundo la pone en la línea de la esencia.

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