martes, 12 de octubre de 2021

Cabos sueltos sobre liturgia, novus ordo y vetus ordo (8/8)

Continúo hoy la serie sobre la Misa del vetus ordo y del novus ordo, respondiendo a algunas objeciones que me han sido planteadas por los lectores a los recientes artículos sobre liturgia publicados en este blog.

----------Reuniré esta vez una serie de respuesta a nuevas objeciones de un par de lectores, quienes se han manifestado siempre corteses en sus emails, por lo cual, no obstante su oposición a mis tesis, me siento animado a proseguir este diálogo sobre un tema tan importante como la Santa Misa, en la certeza de que muchos lectores estarán interesados en seguir este debate, o más bien "disputa", como se solía decir en el pasado, cuando se hablaba menos de diálogo y se lo practicaba más en los hechos. A fin de presentar el tema con algo más de orden y claridad, para comodidad del lector en esta ocasión separaré los pasajes en los que me refiero a los textos de mis interlocutores, con sus objeciones, de los pasajes conteniendo mis respuestas. Es cierto lo que ha dicho uno de mis amables interlocutores, que "más allá de las divergencias, no hay duda tenemos en común lo que nos une: un gran amor por Nuestro Señor y por Su Santa Iglesia".
----------Objeción 1: Un amable lector de mis artículos anteriores tomó nota de mi afirmación de que el novus ordo Missae, surgido de las directivas del Concilio Vaticano II, significa un gran esfuerzo de acercamiento de la Iglesia católica a la Cena luterana. Su objeción fue expresada así: "Usted quiere situar la Santa Misa junto al rito reformado, del que usted mismo admite el acercamiento a la Santa Cena luterana. En verdad, bastaría esto para hacerme cantar victoria, si solo considerara nuestra disputa como una partida de ajedrez: a estas alturas el rey está en jaque, y sería cuestión de unos pocos movimientos para darle mate. Pero las nuestras no son quaestiones disputatae, en las que es lícito y ciertamente loable enfrentarse; aquí estamos hablando del corazón mismo de la fe, y ambos vemos la crisis actual, la apostasía general".
----------Respondo: ¿Está seguro de haber vencido a su adversario? Usted no puede tener esa certeza, porque en realidad tengo buenas razones para decir lo que digo. En efecto, digo que el novus ordo ha sabido, con gran sabiduría y fino discernimiento (algo que no hace ni debe hacer el vetus), acoger ese aspecto de la Cena luterana, que está en conformidad con las narraciones evangélicas referentes a la Última Cena. Por otra parte, el novus, manteniendo aquí la estructura del vetus, ha rechazado justamente ese aspecto de la Cena luterana, que es infiel a la narración evangélica, a saber, el acto por el cual Cristo consagró el pan y el vino diciendo: "Haced esto en memoria mía". Por consiguiente no hay ninguna concesión a Lutero, sino un leal reconocimiento de cuanto hay de evangélico en la Cena luterana. En tal sentido se puede precisamente decir que el novus ordo es una Misa ecuménica, no como una impía comunicatio in sacris, en el sentido de esos necios del "camino sinodal alemán", que quisieran dar la Sagrada Comunión Eucarística a los protestantes, sino en cuanto la Iglesia, gracias a los frutos producidos en la liturgia por el decreto Unitatis Redintegratio, reconoce lo que evangélicamente la Misa católica, en la forma del novus ordo, tiene en común con la Cena luterana. Es obvio que también el vetus ordo, que no subraya este aspecto, sigue siendo como el novus, auténtica Misa católica, aunque diferente en la forma accidental o ceremonial o en la forma del rito.
----------Objeción 2: En segundo lugar, aquel lector que, como seguramente recordarán los lectores, en un nota anterior expresaba su rechazo a la posibilidad de la existencia de un hápax en la liturgia, volvió a la carga sobre el tema, rechazando, como hápax, el aspecto divulgativo o popularizador del Vaticano II, que yo había descripto diciendo que el lenguaje de los anteriores Concilios es más preciso, pero más restrictivo; mientras que el lenguaje del Concilio Vaticano II es más elástico pero corre el riesgo del equívoco. Pues bien, mi dialogante amigo se opuso a ello diciendo: "Elasticidad y equivocidad son más que suficientes para convertirlo en un ἅπαξ, que la Iglesia, cuando los mercaderes que la enfeudan hayan sido expulsados, juzgará".
----------Respondo: El término ἅπαξ significa "caso único". Pero el hecho de que el Concilio Vaticano II sea un caso único en toda la historia de los Concilios, debido a su lenguaje parenético y a sus modalidades coloquiales, sin sanciones canónicas, no quita mérito a su autoridad dogmática y pastoral, y a la validez de las condenas que pronuncia. También Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio o san Pablo o san Ambrosio o san Agustín de Hipona o san Gregorio Magno o san Francisco de Sales se expresan de esta manera en sus enseñanzas. Un ἅπαξ en el Magisterio de la Iglesia no significa en absoluto error o inconveniencia o improcedencia o inoportunidad ni nada por el estilo, sino que puede ser un privilegio o expresar excelencia. También la virginidad de María Santísima o la misión del Bautista o la de Moisés han sido un ἅπαξ, y esto no significa que no admiremos estos prodigios únicos de la inventiva de Dios.
----------Objeción 3: El mismo lector opuso otra crítica: "La Jerarquía desautoriza cotidianamente el Magisterio con encuentros de oración en las cuales la comunicatio in sacris con los herejes y los cismáticos, e incluso con los paganos y los idólatras, se da ahora como algo absolutamente normal".
----------Respondo: No tengo conocimiento de ello. Posiblemente se trate de casos aislados. Pero no se puede hablar en general de la "Jerarquía". E incluso si hubiera algún caso, esto en absoluto podría constituir una objeción a la validez del novus ordo Missae, que presupone, del mismo modo que el vetus ordo, la condena absoluta y la firmísima reprobación de toda profanación y de todo sacrilegio.
----------Objeción 4: Como saben mis habituales lectores, repetidas veces he tratado de explicar la naturaleza del ecumenismo impulsado por el Concilio Vaticano II, explicando la falsedad de ese otro pseudo-ecumenismo propugnado por el modernismo, concepción ecuménica modernista que se quiere hacer pasar por la auténtica del Concilio. En gran medida, el cardenal Walter Kasper es uno de los principales responsables de esta confusión. Pues bien, un lector ha planteado al respecto la siguiente objeción, citando también una frase mía: "Lo que el clero afirma desde los púlpitos y lo que entienden los fieles es exactamente lo opuesto de lo que enseña la Iglesia. También será cierto que Dignitatis humanae puede ser considerada compatible con Mortalium animos: pero esto no es lo que dicen los exponentes de la neo-iglesia, 'con el resultado de que los protestantes han permanecido tales y los católicos se han convertido en protestantes', como usted dice".
----------Respondo: La dirección de las actividades ecuménicas ha estado hasta hace pocos años en manos del cardenal Kasper, quien las ha guiado ignorando completamente la directiva de la Unitatis redintegratio (n.3) para trabajar a fin de conducir a los hermanos separados a abandonar sus errores y llegar a la plena comunión con la Iglesia Católica. Los kasperianos ignoran esta parte de la Unitatis redintegratio, que retoma la esperanza de Mortalium animos, es decir, que los hermanos separados algún día quieran entrar en la Iglesia católica, y en su lugar ahora proponen la cristología rahneriana. Por lo demás, Kasper ya hace más de cuarenta años que sostiene una cristología herética de inspiración hegeliana, según la cual Dios no es inmutable e impasible, sino que padece y deviene en el hombre, en el mundo y en la historia. Ahora bien, como bien saben los historiadores de la teología, la teología hegeliana, por expresa declaración de Hegel, es el desarrollo culminante, panteísta, de la cristología luterana, la cual por tanto está más cerca del catolicismo de cuanto lo ha estado Hegel, que por otra parte es el inspirador también de la cristología rahneriana. Se comprende entonces por qué los protestantes dialogan tan voluntariamente con estos pseudocatólicos y cómo es posible que los protestantes sigan siendo protestantes o peor aún, que los católicos se vuelven protestantes.
----------Objeción 5: En una nota anterior, pregunté: "¿Cómo hace un cristiano calvinista, quien no cree en la transubstanciación, para usar la Segunda Plegaria?" Pues bien, el lector a quien se lo preguntaba, me respondió de la siguiente manera: "Esto es precisamente lo gravísimo: mientras que en el antiguo rito, el vetus ordo, la intención y las finalidades de la Misa eran explicitadas no solo en términos generales, sino también constantemente en los textos litúrgicos y máximamente durante el Canon, en el nuevo rito ellas son omitidas a tal punto, que incluso un luterano que no pretenda celebrar la Misa sino sólo recordar la Última Cena puede usar el Misal montiniano, porque no encuentra en él nada que contraste con sus errores".
----------Respondo: Lo que ese lector afirma acerca de la Segunda Plegaria eucarística no corresponde a verdad, porque la intención y las finalidades de la Misa están clara y suficientemente expresadas en las palabras que el celebrante dice al momento de la ofrenda de las oblatas consagradas: "Te ofrecemos, Padre, el pan de la vida y el cáliz de la salvación", donde es evidente la ofrenda del sacrificio, es decir, de la Víctima divina al Padre, hecha por el sacerdote, que se une a sí mismo y al pueblo al Sacrificio de Cristo para la remisión de los pecados, según las palabras de la consagración precedentemente pronunciadas. Esto no tiene nada que ver con el rito calvinista o luterano, en el cual el ministro o presidente de la asamblea no ofrece ningún sacrificio, sino que simplemente conmemora la presencia mística del Señor en la comunidad reunida en su nombre en los símbolos o en los signos del pan y vino, que no se convierten en absoluto en el cuerpo y la sangre del Señor, sino que permanecen siendo pan y vino, en los cuales está realmente presente el Señor (tesis de Lutero) o que simbolizan la presencia espiritual del Señor en la comunidad (tesis de Calvino).
----------Objeción 6: Otro lector vuelve a la carga con la falsa acusación de que el novus ordo niega el valor sacrificial de la Santa Misa. Este lector lo expresa del siguiente modo: "Ese mismo ministro herético no podría usar el Misal antiguo, porque tanto el Ofertorio como el Canon Romano lo constreñirían a reconocer el valor sacrificial del rito, y los fines latréutico, de acción de gracias, propiciatorio e impetratorio que él niega. Ocurre lo mismo también en la arquitectura sacra: un luterano no encuentra nada contrario a sus errores en la disposición del altar a modo de mesa versus populum y en la ausencia del tabernáculo, mientras que se negaría a celebrar en un altar tridentino, que es el único que expresa la fe católica".
----------Respondo: El ministro herético no puede aceptar ni el Misal del novus ordo ni el Misal del vetus ordo, porque tanto el uno como el otro, aunque más en este que en aquél, se expresa claramente la ofrenda del sacrificio de la Víctima divina al Padre en el Espíritu Santo, hecha por el sacerdote in persona Christi para la remisión de los pecados. Por cuanto respecta al altar en el novus ordo, ya he hablado de ello anteriormente. Aquí me limito a observar que el altar del novus ordo no es en absoluto una simple "mesa", aún cuando sea posible ubicarnos a su alrededor, sino que es más alto que una mesa, es un verdadero y propio altar, porque no es posible situarse sentados a su alrededor, como si fuera una mesa.
----------Objeción 7: El mismo lector de la objeción anterior manifiesta el típico y fundamentalista rechazo del tradicionalismo extremo a ver nada bueno en el protestantismo, oponiéndose a una de mis afirmaciones, cuando en una nota anterior dije que en la Cena luterana no todo es equivocado. El lector expresó su objeción en los siguientes términos: "Y cuando usted dice que 'en la Cena luterana no todo es equivocado', me permito recordarle que lo que es aceptable en la liturgia herética es un residuo de la integridad del bien que ha sido usurpado a la Misa católica; y que cualquier bien que pueda haber es corrompido por los errores a los cuales se acompaña, como el agua límpida y pura es contaminada con una sola gota de veneno".
----------Respondo: La actitud del Concilio Vaticano II hacia el mundo moderno, y por lo tanto hacia la liturgia protestante, encuentra, a mi juicio, su paradigma en el discernimiento y en la caridad del Buen Samaritano de la parábola de Nuestro Señor, como nos ha recordado varias veces el papa Francisco. En el culto divino, como en tantas otras cosas de la vida cristiana, Lutero se ilusionó y se engañó a sí mismo creyendo purificar, remediar y reformar; pero en realidad despojó, hirió, disminuyó, deformó, destruyó, como hicieron los bandidos, que asaltaron al pobre viajero dejándolo medio muerto a un costado del camino. Quién sabe, tal vez los bandidos, robándole, han creído redimensionar al pobre vagabundo. Ellos le quitaron aquello que, según ellos, él no necesitaba y que podía servirle a ellos. Lutero ha robado al Papa la infalibilidad y se la atribuyó a sí mismo. Todavía hoy, después de cinco siglos, nos preguntamos: ¿pero qué tipo de reforma ha sido esa que destruye y deforma? Sin embargo, no todos los valores cristianos han sido destruidos por la "reforma" de Lutero. Quien está medio muerto, está medio vivo. Lutero ha dejado a la Iglesia una liturgia medio muerta, y esto nos lo recuerda el vetus ordo; pero también medio viva, y esto nos lo recuerda el novus ordo. El Concilio nos advierte que no actuemos como ese sacerdote que pasa de largo, sino que nos inclinemos compasivamente sobre esa liturgia luterana agonizante para devolverle vida.
----------Objeción 8: Con el riesgo de que aquí abunde sobre el mismo asunto, dejo constancia de que también en referencia a esos aspectos positivos de la Cena luterana, que el Concilio nos invita a valorar, un lector toma pie de otra de mis frases para plantearme una nueva objeción: "Usted me confirma: 'las mencionadas modificaciones también podrán estar, o de hecho estarán, en consonancia con el rito protestante; pero siendo en sí inocentes, innocuas en cuanto a no afectar la substancia de la Misa, no hay necesidad de preocuparse, sino de alegrarse de que allí nos encontremos con los protestantes', y reitera: 'también en este caso ciertamente se puede intuir con meridiana claridad la voluntad del Liturgista de acercar la Misa católica a la Cena luterana'. No hay absolutamente nada de inocente en callar la verdad y por ende en adecuar el rito católico a su parodia luterana, porque una cosa puede ser el apostolado por el retorno de los disidentes al seno del Único Redil, y otra cosa es hacer propia la expresión litúrgica de sus errores en la oración oficial de la Iglesia, como si esto no condujera también a hacer propia la herejía: la cual está ahí a los ojos de todos. Pregunte a un fiel cualquiera qué es la Misa, y obtendrá la definición protestante de la Santa Cena".
----------Respondo: Para rechazar tal objeción sólo se necesita recordar lo mismo de antes: lo que la reforma litúrgica conciliar ha ido a recuperar en la Cena luterana se asemeja un poco a aquello que el buen samaritano ha alcanzado a remediar en el viajero medio muerto.
----------Objeción 9: Un lector, citando frases mías anteriores, planteó la siguiente objeción: "Usted dice: 'No soy un modernista. Porque por el mero hecho de apreciar lo nuevo, no por eso se es modernista, si esto nuevo es a la vez bueno y está en continuidad con lo antiguo. Y esto es lo que intento decir en mi citada afirmación, y esta ha sido la obra del Concilio Vaticano II'. No veo nada de bueno ni en continuidad con lo antiguo, en la situación presente de la Iglesia. No estamos hablando de casos raros y condenados por la Autoridad, sino de la Autoridad misma que se nos hace promotora y que presenta al Vaticano II como el primer concilio de la nueva religión, de la neo-iglesia que se define conciliar. Y decir que lo admite usted mismo: 'incluso el hecho de que una mujer durante la Misa proclame las Lecturas anteriores al Evangelio o dé un anuncio a los fieles o distribuya la Sagrada Comunión, o la Comunión en la mano, son cosas que nunca se han visto en dos mil años'. ¿Dónde está esa fantasmagórica continuidad con lo antiguo? ¿Y por qué, visto que se proclama la fidelidad a las Sagradas Escrituras, se ha abolido sin razón la antigua tradición de velar la cabeza de las mujeres (monjas incluidas), que también está prescripto por san Pablo (1 Co 11,1-6 y 13-16)? ¿Y no encuentra contradictorio, reverendo padre, afirmar: 'las opciones litúrgicas de la Iglesia no expresan siempre el desarrollo armónico de un dato precedente, sino que en ocasiones pueden expresar una novedad absoluta o bien un cambio de dirección', cuando sostiene que la condición para no ser modernistas es que haya 'continuidad con lo antiguo'?".
----------Respondo: En la historia de la liturgia, así como también en otros fenómenos del humano progreso, como por ejemplo en el derecho o en la técnica o en las costumbres morales o civiles, existe una doble forma de progreso: o por cambio o por desarrollo. Una novedad lícita, legítima y beneficiosa puede surgir o por cambio, que implica discontinuidad, o por desarrollo o explicitación, que implica continuidad. La primera es la novedad absoluta, sin precedentes. La segunda es la novedad relativa o relacionada a lo antiguo, de lo que surge. La ruptura con el pasado, en cambio, no es sana, a menos que sea un pasado malo. La discontinuidad no es necesariamente mala, si no ofende un valor del pasado todavía vigente. Permaneciendo en el campo de la liturgia, la continuidad con el pasado es un deber, donde están en juego valores perennes e inmutables, por ejemplo una innovación en el modo de pronunciar la homilía de la Misa o en la exposición del Santísimo Sacramento o en el modo de construir el altar. La discontinuidad o novedad absoluta, en cambio, es lícita y benéfica, cuando ella está justificada por un sano progreso, como ha sido el caso de la dignidad de la mujer, reconocida por la Iglesia, en los dos últimos siglos. Es este trasfondo sociológico, cultural y psicológico, el que ha llevado a la Iglesia a instituir ministerios y servicios litúrgicos o paralitúrgicos femeninos.
----------Objeción 10: El mismo lector anterior, plantea lo siguiente: "Me parece que he aportado numerosos ejemplos para sustentar mis argumentaciones, pero no puedo no advertir de parte suya -considero en buena fe- la voluntad de no ver la realidad, intentando adecuarla a un postulado indemostrable, de hecho ampliamente desmentido por los hechos. Una voluntad incomprensible, vista la total y absoluta debacle de estas últimas décadas. Entiendo que para usted puede ser difícil y probablemente fuente de gran sufrimiento vivir coherentemente con su fe y con el sacerdocio que ha recibido en el seno de la Iglesia conciliar, sin sentirse un paria. Pero si continúa por defender contra toda razonabilidad el nacimiento de esa secta de herejes que se han enfeudado en la Iglesia, usted anulará ese Sacerdocio y esa fe, y deberá rendir cuentas a Dios. El Señor no le preguntará si ha defendido un documento pastoral que usted reconoce gravemente lacunoso y equívoco, sino si ha 'combatido el buen combate'. Probablemente, si usted y yo habláramos cara a cara, sin hacer públicas nuestras reflexiones, usted diría lo que piensan muchos otros cohermanos: somos rehenes de una Jerarquía compuesta en su mayoría por modernistas -usted ha citado a muchos, todos ellos con cargos oficiales y puestos de prestigio- que no nos ayudan ni a honrar a Dios ni a conducir las almas a Él. Lo poco que podemos hacer, lo hacemos remando contra quien, en cambio, debiera ayudarnos, defendernos, animarnos".
----------Respondo: Yo acojo con verdadera convicción a la Iglesia renovada por medio del Concilio Vaticano II. Por eso me opongo a modernistas y a lefebvrianos, que la están lacerando y ofendiendo. En esta Iglesia me siento plenamente a gusto, porque en ella reconozco fácilmente a la Esposa de Cristo, Madre y Maestra. Lo que me hace sufrir, me da pena y me provoca indignación, es precisamente el constatar cuán malentendido es el Concilio, tanto por los modernistas, que quisieran convertirlo en abanderado de su modernismo, como por los lefebvrianos, que creen erróneamente que el Concilio haya traicionado la Tradición. Sin embargo, reconozco una cierta tendencia buenista, ingenua y demasiado optimista en la pastoral del Concilio. Pero esto no me escandaliza, porque sé que en la pastoral la Iglesia puede equivocarse. En cambio, acojo sin reservas las doctrinas del Concilio, que reflejan y explican las verdades de fe, aún cuando el lenguaje no siempre sea claro. En cuanto a los modernistas, ellos no tienen argumentos en mi contra, por lo que no pueden oponerse a mí si no es con el desprecio, la calumnia y la persecución, porque los combato no desde posiciones preconciliares, sino en su propio terreno, el de la reforma conciliar y los acuso de ser falsos reformadores. Nada me importa "sentirme un paria" a sus ojos. No me interesa ser juzgado por los necios, sino por los sabios, es decir, los que viven en comunión con la Iglesia y con el Papa, sin adularlo, pero también sin despreciarlo, siguiéndolo como maestro de la fe, pero también recordándole con franqueza y respeto filial su especialísima e insustituible misión, que Cristo le ha confiado, y llamándolo al cumplimiento de su altísimo deber. Si usted cree que yo estoy para "defender contra toda razonabilidad el nacimiento de esa secta de herejes que se han enfeudado en la Iglesia", se equivoca gruesamente. Se ve que no conoce ni siquiera lo que he escrito en este blog. ¿Acaso los sedicentes "tradicionalistas" combaten hoy a los modernistas enquistados en altos puestos en la Iglesia como los combato yo? Yo escribo en defensa del verdadero significado del Concilio, falsificado por los modernistas. Si usted se toma el trabajo de revisar este blog, encontrará que en mis publicaciones refuto a todos los principales herejes de nuestro tiempo. Ciertamente, me he procurado insultos y persecuciones. Mis enemigos rechinan los dientes, pero no saben cómo refutarme, porque no pueden. Su única arma es la calumnia, que utilizan abundantemente, atrayendo sobre sí mismos la ira divina vindicadora.
----------Objeción 11: Se trata de una nueva objeción brotada de ese arrogante purismo y fariseísmo -quiero creer que a menudo inconsciente- en el que viven los estetas lefebvrianos y filolefebvrianos: "Si me permite, prefiero ser acusado de elitismo, de ser un pasadista, de tener complejos de superioridad por el hecho de querer seguir siendo Católico, antes que acabar en el grupo mucho más conspicuo de los que se manchan de indisciplina, modernismo, ofensa a la tradición, vulgaridad, payasadas, demolición, abandono, descuido, impíos arbitrios, profanaciones, juergas fuera de lugar, tertulias mundanas, manifestaciones pauperistas, mítines políticos, chapucerías, espectáculos obscenos en iglesias y sacrilegios. Pero a fuerza de tender puentes, la neo-iglesia se ha dejado invadir por los herejes, por los lujuriosos y por la escoria de la humanidad, mientras que habría debido convertirlos para acogerlos en la Ciudadela, figura de la Jerusalén celestial. Y aquí no podemos dejar de ver la obra de Satanás, que ha logrado reclutar entre sus servidores al estado mayor del ejército católico, sembrando desorden y amotinamiento entre los soldados. Usted habla de la Iglesia como Madre y Maestra, pero usted confunde una Jerarquía corrompida por el error y por el vicio con la Esposa de Cristo, y parece no querer resignarse a la evidencia, como si denunciando la infidelidad de los Pastores se obtuviera de algún modo manchar la institución que ellos indignamente representan".
----------Respondo: Estoy convencido de que la causa principal de los males, de los sufrimientos, de los escándalos y de la corrupción que existen hoy en la Iglesia, son la mala conducta de la mayoría de la Jerarquía y la negligencia del Papa en poner fin o al menos en poner un freno a todo esto. "Las leyes están -diría Dante- pero ¿quién las aplica?". Sin embargo, se oye decir que quien invoca la ley es un legalista, un fariseo, un rígido, un hipócrita, un "juez". ¿"Valores no negociables"? ¿Qué se quiere decir con eso? ¡Todos los valores son negociables! Como decía el cardenal Martini: "No debemos dar nada por descontado". También Dios es un valor negociable, si encuentro algo mejor. Y cuando el mal ejemplo viene de arriba, se difunde sin freno, ya que todo astuto dice: pero si hace esto el jefe, ¿por qué no puedo hacerlo yo también? Y si calla y no nos castiga, quiere decir que lo permite. De hecho, para complacerlo, ¡hagamos como él! Dicho esto, sin embargo, estamos atentos a no condenar la Jerarquía en bloque o como tal, como lo hicieron Jan Hus en el siglo XV y Lutero, y como hacen los teólogos de la liberación, por ejemplo Leonardo Boff, o como dice Schillebeeckx, quien sostiene que la Jerarquía no ha sido fundada por Cristo, sino que ha nacido en el siglo IV, a imitación de la estructura del Imperio Romano. En cambio, como hicieron los Santos profetas y reformadores, desde san Gregorio Magno, a Gregorio VII, a san Pedro Damiano, a san Bernardo, a santa Catalina de Siena, a Savonarola, es necesario reclamar al Papa y a los obispos a hacer su deber si no quieren ir al infierno.
----------Objeción 12: "Nos encontramos hoy viviendo en una situación histórica prácticamente idéntica a la que la Iglesia enfrentó en la época de la herejía arriana: la mayoría de los Obispos eran heréticos, y contaban con el apoyo -caso más único que raro- de la autoridad civil, con un Juliano el Apóstata, que se valía de la complicidad de los arrianos para reconvertir los templos católicos al culto pagano. Incluso san Atanasio fue un pasadista, un elitista, un rígido, frente a la apostasía de la Jerarquía. ¿Es tan difícil comprender que la crisis actual es igual y peor que la arriana? ¿No ha surgido la Iglesia, incluso después de siglos, más fuerte y más sólida? ¿No juzgamos el comportamiento de tantos Prelados de entonces como verdadera y propia cobardía, connivencia con el error, deseo de mantener los cargos para no proclamar la verdad, recubrir funciones de nómina imperial con el objetivo de demoler la Iglesia desde dentro? ¿Y qué es tan diferente a lo que sucede hoy?".
----------Respondo: Efectivamente, hoy está ocurriendo lo mismo que en aquella época, salvo que el remedio no es retornar al preconcilio y al vetus ordo, con el rechazo de la reforma conciliar y del novus ordo, sino que es la implementación real y sincera de la reforma promovida por el Concilio Vaticano II contra su deformación operada por los modernistas, y venciendo la necia resistencia de los lefebvrianos.
----------Objeción 13: "Quisiera preguntarle, si después de haber enumerado todos esos herejes y sacrílegos -a los que agregaría las filas de lujuriosos abusadores de niños y sodomitas que cotidianamente son condenados por tribunales civiles después de décadas de encubrimientos eclesiásticos- usted no se pregunta: ¿Quién ha ordenado esos sacerdotes? ¿Quién los ha consagrado obispos? ¿Quién les ha impuesto el birrete cardenalicio? ¿Quién los ha nominado para los más altos cargos en la Curia, en las Conferencias Episcopales, en las Universidades Pontificias? ¿Quién los llamó como expertos al Concilio? Sin embargo se sabía, y se sabía que no solo eran viciosos inmorales, sino también herejes declarados. Esta generación perversa y degenerada (Fil 2,15) ha logrado ascender a los vértices de la Iglesia no con violencia, sino ex audientia Sanctissimi. Si se piensa bien, antes que junto a ellos vengan arrastrados al barro junto con tantos, tantísimos buenos sacerdotes que hasta ahora han sufrido en silencio por temor al escándalo. Oportet ut scandala eveniant".
----------Respondo: A tal objeción respondo con otra pregunta: ¿cómo han hecho los papa Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II para llegar a ser Santos? ¿Por qué los Papas siguientes los han hecho Santos? ¿En base a qué méritos? ¿Porque han promovido o tolerado a los herejes, los rebeldes y los corruptos? La respuesta es más que evidente. Porque han ejercitado las virtudes heroicas. ¿Pero cuáles virtudes, sobre todo? La sabiduría en el celo por la sana doctrina, la justicia en la condena de los errores, la humildad en el escuchar las exigencias y las necesidades del pueblo de Dios y de la humanidad de hoy, su mansedumbre y parresía evangélicas, la tierna piedad mariana, el culto de los Santos, la incansable obra de evangelización, la piedad en la promoción del culto divino, el cuidado por la educación católica, por la formación del clero, por el progreso de la teología y por la vida religiosa, la caridad en el diálogo con los no católicos, la habilidad para resolver los conflictos y en el favorecer acuerdos de paz, la prudencia en el gobierno de la Iglesia, la paciencia en la adversidad, la independencia de las seducciones de los poderes de este mundo, su "unión a Jesús Crucificado y abandonado", como decía Chiara Lubić. Y entonces, supongo que usted, estimado lector, volverá a inquirir, ¿cómo es que estos Papas han podido tolerar esos males que usted enumera? ¿No se han dado cuenta? ¿No han estado lo suficientemente informados? ¿Han sido engañados? Estas cosas en parte pueden haber sucedido. Pero pienso que, si lo sabían, no han podido intervenir, por lo cual han debido soportar. No hay otra explicación.
----------Objeción 14: Una última crítica: "Estoy seguro de que, cuando la Iglesia esté liberada de los enemigos que la eclipsan en su doctrina, en su moral y en su liturgia, una de las primeras cosas que desaparecerán será el rito reformado. Espero que entonces, obediente a la legítima autoridad del Romano Pontífice, usted aceptará de buen grado celebrar el venerable Rito católico, trabajando para que los fieles obtengan de él esos frutos espirituales que usted alaba y aprecia. Y que, con igual obediencia a la Autoridad, abandone la defensa de aquello que luego será finalmente condenado como Conciliábulo de Roma".
----------Respondo: El papa san Paublo VI dijo al obispo cismático Marcel Lefebvre: "El Concilio Vaticano II tiene la misma autoridad que el Concilio de Nicea". Por eso, estimado amigo interlocutor, es profundamente irreverente de parte suya, frente al Magisterio de la Iglesia y de la Tradición, que usted quiere defender, el definir de "conciliábulo" al Concilio Ecuménico Vaticano II. Por lo tanto, la "Iglesia se habrá liberado de los enemigos que la eclipsan en su doctrina, en su moral y en su liturgia", como usted dice, pero no con la abolición del novus ordo y la condena de las doctrinas del Vaticano II, idea enteramente necia y ridícula, sino, por el contrario, acogiendo y desarrollando sus doctrinas, conservando a modo de excepción el vetus ordo y confirmando el novus ordo como única lex orandi eclesial, como lo han determinado los papas san Paulo VI, san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, al menos hasta que no sea necesaria una nueva reforma del rito, manteniendo cuanto es válido en la pastoral reformada por el Concilio, y corrigiendo, en todo caso, su tendencia buenista con la repristinación de una sabia articulación, por parte de la autoridad, del ejercicio de una justa severidad con una prudente misericordia, que no sea un pretexto para evadir la ley, sino que favorezca ese justo medio entre rigorismo y laxismo, esa síntesis de fe y de razón, de conservación y de progreso, de sagrado y profano, de tradición y renovación, de tolerancia y de intransigencia, de democracia y autoridad, de disciplina y de libertad, que son los factores fundamentales e indispensables de las grandes civilizaciones y de la santidad de la Iglesia.

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