domingo, 10 de octubre de 2021

De herejía y de herejes: no sólo de ayer, sino también de hoy

No es la primera vez que tratamos la cuestión de la herejía. Pero habiendo dedicado las dos notas anteriores a tratar sobre la virtud de la fe y sobre los contenidos y certeza de la fe, es útil decir algo más sobre su opuesto, la herejía y los herejes, no sólo los de ayer, sino también los de hoy.

----------Un término delicado pero importante del lenguaje cristiano, para usar con prudencia, en las debidas circunstancias y con conocimiento de causa, es el de "herejía", la cual consiste, hablando de modo general, en la elección (àiresis, αἵρεσις) de una proposición falsa en el campo de la doctrina de la fe o en la supresión o negación o duda voluntarias de alguna verdad de fe. Ahora bien, dado que la fe es verdad, la herejía es una proposición falsa o errónea contra la doctrina de la fe. El hereje no acepta con verdadera fe (fides qua) todo cuanto (fides quae) la Iglesia, en varios niveles de autoridad, nos da a creer tal como está contenido en el depósito de la divina Revelación, cuyas fuentes son la Escritura y la Tradición.
----------El hereje, en cambio, es quien hace una selección arbitraria, subjetiva; vale decir, considerándose él quizás directamente iluminado por Dios, elige subjetivistamente entre todos los contenidos de la fe sólo aquellos que le agradan a él, o le convienen, o que él encuentra que son conformes a su razón. Lo que denota la falta de una verdadera fe, incluso en el caso en que el sujeto acepte los otros contenidos, ya que quien verdaderamente cree, acepta con confianza todo lo que la autoridad le revela.
----------Por el contrario, es precisamente cuando se trata de datos unívocos u homogéneos o al nivel de la razón, que la razón tiene el derecho y el deber de hacer un examen en base a sus propios principios y a su propio método y de asumir únicamente lo que es conforme a la razón y puede ser intuido o demostrado por la razón. En cambio, las verdades de fe, si bien no contrastan con la razón, son sin embargo superiores a la razón, en cuanto verdades divinas, de modo que, si bien puede haber armonía entre razón y fe, dado que la una y la otra se fundan en Dios, tal armonía en cambio no permite a la razón volver evidentes esas verdades, que siguen siendo certísimas, pero por ello misteriosas y trascendentes.
----------Esta incongruencia del intelecto del hereje con la verdad y por lo tanto su noción falsa, que por lo demás al hereje le parece verdadera, puede ser consciente e intencional, o bien puede ser inconsciente e involuntaria. En el primer caso, se da en el hereje una culpa grave, porque suprime o falsifica la fe bajo el ángulo de esa proposición. Y dado que toda verdad de fe es necesaria para la salvación, una herejía compromete la salvación, aún cuando se tratara de una sola proposición, así como basta un solo pecado mortal para quitar la gracia de nuestra alma. Así, de manera similar a un organismo, cualquier corrupción o disfunción de un órgano vital, aún cuando los demás permanecen sanos, provoca la muerte del sujeto.
----------En el segundo caso, cuando la incongruencia del intelecto del hereje con la verdad es inconsciente e involuntaria, el sujeto no sabe que está en el error, por lo cual no tiene culpa. Suponiendo que él ame la verdad, si viene a ser iluminado, entonces fácilmente se corrige. En cambio, el hereje voluntario, dado que está apegado a su error, aunque le sea refutado, persiste obstinadamente en permanecer apegado, en cuanto prefiere su juicio al de la Iglesia, que le advierte de su herejía, que él sigue profesando no por amor de la verdad, sino porque le conviene o por soberbia o por otros intereses ajenos al amor a la verdad.
----------El hereje no es simplemente alguien que niega una verdad de fe o un dogma, sino que es el católico que traiciona la fe pasando a la herejía. Por ello, aquellos sujetos, como por ejemplo los protestantes, que nacen en un ambiente protestante y reciben una educación protestante, aunque en sus doctrinas estén contenidas objetivamente las herejías, no pueden ser propiamente denominados "herejes", sino que, según la expresión acuñada por san Juan XXIII, y ya entrada en uso, son "hermanos separados". Ellos, como enseña el Concilio Vaticano II, pertenecen a la Iglesia, pero sin estar en plena comunión, por lo cual el decreto Unitatis Redintegratio auspicia y espera que algún día entren en la Iglesia católica.
----------La herejía se opone a la verdad revelada o de fe, ya sea la Palabra de Dios, ya sea el dogma o ya sea la doctrina de la Iglesia. La herejía duda de lo verdadero y sospecha lo falso; confunde lo verdadero con lo falso y lo falso con lo verdadero; la apariencia con la verdad y la verdad con la apariencia; relativiza lo absoluto y absolutiza lo relativo; hace mutable lo inmutable e inmutable lo mutable; confunde lo que es distinto; opone lo que está unido; toma la parte por el todo ("ideología") y el todo por la parte.
----------El Nuevo Testamento, si bien considerando inevitables las herejías a causa de la debilidad y de la malicia humanas (1 Cor 11,19), considera las herejías como "doctrinas diabólicas" (1 Tm 4,1) y advierte o pone en guardia contra los herejes (Tt 3,10). El hereje "rechaza volverse a la verdad para escuchar las fábulas" (2 Tim 4,4). Es un "anticristo" que se separa de la comunidad cristiana (1 Jn 2,19). La herejía es una sabiduría "terrenal, carnal, diabólica" (Stgo 3,15). San Juan es severo contra los herejes: hay que mantenerse alejado de ellos: "Si alguien se presenta ante ustedes y no trae esta misma doctrina, no lo reciban en su casa ni lo saluden. Porque el que lo saluda se hace cómplice de sus malas obras" (2 Jn 11).
----------La Iglesia desde sus inicios, en los decretos de los Papas y de los Concilios, después de una oportuna advertencia al hereje, si estos no se corregían, siempre se ha preocupado de señalar a los herejes a la comunidad y eventualmente de castigarlos, a fin de que la comunidad estuviera en guardia y evitara el error de los herejes. Un procedimiento disciplinar canónico es la excomunión, el así llamado anàthema sit, que tiene la función de aclarar que el hereje, a causa de su herejía, no puede ser considerado como miembro de esa comunidad, que está fundada en esa verdad que él rechaza. Sin embargo, la Iglesia, incluso en el caso de los herejes, no siempre recurre a la excomunión, sino que posee también otros medios y modos para estimular e inducir al pecador al arrepentimiento y a abandonar su error.
----------Sin embargo, si bien una excomunión puede ser levantada, cuando el Magisterio de la Iglesia condena una herejía, como es claramente demostrado por la historia misma, nunca jamás retira su sentencia, porque se debe considerar que la Iglesia es infalible en este tipo de juicios doctrinales, que afectan, aunque sea sub contrario, sutilmente contrarios, a la doctrina de la fe.
----------En el derecho canónico, la herejía se configura como un crimen o un delito (o acto anti-jurídico), que por lo tanto puede ser punido después de desarrollarse un regular proceso, iniciado a raíz de denuncia presentada ante la competente autoridad judicial eclesial, desde la episcopal hasta la romana. Hoy los procesos por herejía son muy raros. Los pastores prefieren intervenciones menos formalizadas y más suaves o flexibles, según los casos, promoviendo las buenas cualidades del hereje y apuntando más que a la punición, a la corrección. Este estilo más evangélico y más respetuoso de la persona del hereje y confiado en la capacidad de autodefensa de un pueblo de Dios debidamente informado en aquellas verdades que son negadas por el hereje, tiene su origen en la reforma pastoral y canónica promovida por el Concilio Vaticano II, el cual, aunque condenando graves errores del mundo moderno, no pronuncia nunca la palabra "herejía" prefiriendo expresiones equivalentes. Y ni siquiera existen los tradicionales cánones contra los herejes.
----------Ahora bien, debe saberse que la herejía, en el sentido más fuerte, es la negación de un dogma solemnemente definido y explícitamente definido (doctrina ex cathedra). Pero dado que el Magisterio de la Iglesia enseña infaliblemente las verdades de fe o conexas a la fe también en dos niveles o modalidades inferiores de autoridad, como por ejemplo ha sucedido con las doctrinas del Concilio Vaticano II, quien no aceptara estas doctrinas de autoridad inferior, ciertamente no pecaría contra la fe divina y por lo tanto no podría ser considerado propiamente y formalmente hereje; y sin embargo su error podría ser calificado como "próximo a la herejía" (haeresi proximum), en olor de herejía (haeresim sapiens) o al menos desobediente al Magisterio auténtico de la Iglesia: ofensivo para los piadosos oídos (piis auribus infensum).
----------Cualquier fiel firme en la fe, sensible al bien de las almas, estando bien informado del caso, puede pronunciar, con prudencia y después de atento examen, la nota de herejía en contra de otro fiel; puede incluso denunciarlo, si cree y si esto puede servir al bien del hereje y al bien de los fieles, al Obispo o a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Por tanto, no es necesario considerar herejías o herejes solo a aquellas doctrinas o aquellos católicos que han sido explícitamente condenados por la Iglesia. Ciertamente, de estas herejías se puede tener absoluta certeza y el condenarlas por nuestra parte puede dar gran fuerza a nuestro juicio. Pero nadie nos impide, de hecho el amor Christi che urget nos, nos empuja a tomar nota de las herejías que circulan en la actualidad, y son muy numerosas, para ver qué se puede hacer para ponerles remedio.
----------Indudablemente, la detección y el discernimiento de las herejías no es nada fácil. Es necesario tener un gran amor por la verdad y estar animados por una gran caridad: es necesario estar bien preparados en la doctrina católica y saber interpretar los dichos y los escritos de los otros. Debemos esforzarnos por interpretar en bien, vale decir benévolamente, a menos que el error sea absolutamente evidente. Sin embargo, en principio, siempre es necesario tener en cuenta la posibilidad de equivocarse al interpretar o al juzgar: peligro de ser demasiado severos o de ser demasiado leves. Una proposición que parece herética ut littera sonat, es decir, según el significado objetivo, propio y coherente de las palabras, podría no ser herética en las intenciones y en el significado pretendido por el autor, que no se ha expresado bien ni con propiedad del lenguaje, sino que entendía decir otra cosa que, al fin de cuentas, es ortodoxa.
----------La Iglesia condena siempre, en los casos en que lo hace, una herejía ut littera sonat, o sea en el significado literal, en cuanto objetivamente perjudica o causa daño a los fieles y suscita adeptos, quizás sin mencionar el nombre del autor, para no afrontar la cuestión a veces muy espinosa de aquello que intentaba decir exactamente el autor de la herejía, pero esto desde un punto de vista pastoral no interesa. Lo importante es que los fieles vengan a ser preservados del error y sepan cuál es la verdad opuesta.
----------La Iglesia menciona el nombre del autor, cuando se trata de una doctrina suya propia o pretende censurar al exponente principal o al iniciador de un movimiento herético o cuando los adherentes de tal movimiento eventualmente sean astutos al declinar u ocultar su responsabilidad. Hoy, sin embargo, la Iglesia a menudo evita mencionar el nombre, para impedir una exagerada oposición al hereje, que menoscabaría sus cualidades, las cuales pueden ser también grandes y beneficiosas en otros aspectos.
----------Hoy, sin embargo, sobre todo (véase por ejemplo el caso del beato Antonio Rosmini) la Iglesia, valiéndose de más avanzados métodos y medios de hermenéutica, como por ejemplo el método de la contextualización, el de la historización, o el de la variedad de los lenguajes y el de los modos expresivos o teniendo en cuenta la propia psicología del autor, trata de resaltar eventuales buenas intenciones o buena fe del autor, a fin de exonerarlo al menos de la herejía "formal", es decir, de herejía culpable, y de admitir sólo una "herejía material", inconsciente e involuntaria, que salva la inocencia del autor.
----------En cambio, no se puede admitir que el Magisterio de la Iglesia se equivoque al interpretar el pensamiento de un autor, y condenarlo erróneamente por herejía. Por lo tanto, la idea de ciertos falsos ecumenistas, según la cual el Concilio de Trento no habría entendido a Lutero, es una idea absolutamente falsa, y el intento de presentarlo como "católico incomprendido" es también una causa absolutamente perdida, tras cinco siglos de doctísimos estudios y numerosas intervenciones del Magisterio al respecto.
----------El ecumenismo querido y auspiciado por el Concilio Vaticano II es ciertamente una bendición y un don del Espíritu Santo, en cuanto se trata de un acuerdo entre católicos y protestantes en las verdades que han permanecido comunes; pero no convirtamos al ecumenismo en el caballo de Troya para dejar entrar las herejías de Lutero en el interior de la Iglesia, porque esto ya no sería obra del Espíritu Santo, sino del demonio. Y ya tenemos prueba de esto por la confusión creada por los modernistas, los cuales, como ya observaba el papa san Pío X en la Pascendi dominici gregis, son discípulos de los protestantes.
----------En todo caso, son estos falsos ecumenistas, los actuales neo-modernistas, los que no han entendido ni a Lutero ni al Concilio de Trento. Pero el caso es que ellos están causando un grave daño, en cuanto impiden que hoy la autoridad nos recuerde las herejías de Lutero. Pero si circulan como circulan las herejías luteranas, bajo falsas indumentarias, sin que la autoridad intervenga, esto no impide que ellas sigan siendo herejías; sin embargo, no se puede excluir que en ciertos casos la falta de intervención de la autoridad esté motivada por razones válidas, como por ejemplo la oportunidad o el evitar un mal mayor y, sin embargo, también por motivos menos nobles, como la negligencia o el respeto humano.
----------Ahora bien, considerando los contenidos heréticos, o supuestamente tales, o para-heréticos, es necesario establecer la entidad o la extensión o el peso del error, vale decir, hasta qué grado de autoridad de la Iglesia el error se opone, hasta qué punto se desvía de la verdad, el daño que el error provoca, aquello que tradicionalmente se llaman las "notas teológicas". ¿El supuesto error se opone a un dogma o solo a una doctrina de la Iglesia o solo a una opinión teológica? Una vez seguros de la entidad del error, es necesario, ante todo, intentar persuadir al hereje cara a cara, como prescribe el Evangelio. La denuncia pública del error debe hacerse sólo si el hereje rechaza la corrección y si su herejía seduce a muchos. Para apagar una pequeña llamarada pueden ser suficientes dos baldes de agua. Pero para un incendio, es necesario llamar a los bomberos. Por eso Cristo dice que, si el hermano no escucha en la conversación privada o en el tratar el asunto entre dos o tres, es necesario advertir a la Iglesia (cf. Lc 17,1-4; Mt 18,15-17).
----------Pero es necesario tener siempre bien presente que la herejía no es una simple opinión contraria que afecta sólo superficialmente la unidad de la fe. Por el contrario, la herejía corrompe la fe desde sus cimientos, desde su raíz. ¡Mucho cuidado con tratar como hereje a quien simplemente tiene una opinión contraria o diferente! ¡Pero también mucho cuidado con dejar correr libremente las herejías que envían a la perdición a las almas bajo pretexto de la libertad de pensamiento o del pluralismo teológico!
----------Certeza teológica y certeza de la fe son dos cosas muy diferentes. Hoy se tiende a reducir todo a opinión, incluso las certezas de fe: por eso, si alguien cae en la herejía, se piensa simplemente que tiene una opinión diversa. No se da su verdadero peso al hecho de que tanto un cierto modernismo, como un cierto tradicionalismo obstinadamente anclado en el pasado, también son herejías. O bien sucede lo contrario, y se dice: quien piensa diferente a mí es un hereje. Es necesario recuperar los criterios objetivos para la evaluación y no dejarse llevar por los prejuicios, por la emotividad y por el sectarismo. De lo contrario, ¿qué católicos, qué "universales" somos, si todos quieren poner de su lado el sagrado nombre de católico?
----------Es necesario distinguir el error en campo teológico o exegético de la herejía. El teólogo y el exegeta se ocupan ciertamente de la doctrina de la fe o de la Iglesia, pero a través de su ciencia, la cual ciertamente está fundada sobre principios de fe y sus dogmas; pero la teología y la exégesis construyen su saber poniendo en obra y valiéndose de medios y métodos cognitivos elaborados por la razón.
----------Esto implica que la razón, siendo falible, puede cometer errores de dos modos: o en lo interno de su proceder, y entonces tenemos el error; o bien en cuanto la razón interpreta la verdad de fe, el dato bíblico o dogmático, y entonces tenemos la herejía. Si, por ejemplo, un exegeta se equivoca al ubicar una ciudad o al interpretar la naturaleza de un instrumento musical del Antiguo Testamento, sin entrar en el mérito de la doctrina de la fe, se trata de un simple error exegético. Si, por el contrario, afirmara que los ángeles en la Sagrada Escritura son meros personajes simbólicos y fantásticos, es claro que caería en la herejía.
----------Y así también, si un teólogo prefiriera distinguir el ente en ente finito y ente infinito, en lugar de distinguirlo en ente por esencia y ente por participación, esto no comprometería la doctrina de la fe. Pero si resolviera la persona humana en la relación, pondría en peligro el dogma de la Santísima Trinidad, según el cual sólo la Persona divina es relación subsistente. Y si no cae en la herejía formalmente y directamente, cae indirectamente y por consecuencia (propositio haeresi proxima).
----------La herejía propiamente es una tesis rebelde a la doctrina de la Iglesia intérprete infalible de la Palabra de Dios. Pero existe un error contra la fe aún más grave, el máximo grado del error: la blasfemia, que es el insulto verbal a la misma Palabra de Dios, es decir, a Dios, a Cristo y a su doctrina, con la atribución a Dios o a Cristo de epítetos o atributos despectivos, ofensivos e injuriosos. A la blasfemia, en la práctica, especialmente litúrgica y sacramental, corresponde al sacrilegio o la impiedad.
----------Por lo tanto, se dan cuatro grados de autoridad en la doctrina de la fe y, en contrapartida, se dan cuatro grados de rebelión a la verdad de fe: el grado máximo es la Palabra de Dios, a la cual se opone la blasfemia. Por debajo de la Palabra de Dios, la cual sale de la misma boca de Nuestro Señor Jesucristo, están luego las enseñanzas de la Iglesia: el grado más elevado es el dogma definido (ex cathedra), objeto del Magisterio extraordinario (Papa y Concilios) y de solemne definición (de fide credenda).
----------Bajo el dogma está la doctrina próxima a la fe, objeto del Magisterio simple y ordinario (el Papa con los obispos esparcidos por el mundo). Este grado contiene las verdades lógicamente conectadas, deducidas o presupuestas, al dogma (de fide tenenda). A este grado se opone la doctrina próxima a la herejía. En el grado más bajo tenemos el simple Magisterio auténtico, que trata siempre de fe, pero de lo que la Iglesia deduce o recaba de su propia doctrina. Y por consiguiente también esto es infalible, pero se le debe el religioso obsequio de la voluntad. El error contrario es la desobediencia al Magisterio de la Iglesia.
----------Es un dato por todos constatable que quien hoy se ocupa o se interesa por las herejías, quien trata de identificarlas y de corregirlas, quien expresa juicios acerca de las herejías, quien formula acusaciones, comentarios o notas de herejía; al límite de solo hablar seriamente de herejías que no sean las de los primeros siglos, es a menudo mal visto, sobre todo en los ambientes modernistas. Se ve inmediatamente en él con una cierta ironía o con fastidio al cazador de brujas, al inexorable cerbero, al agresor de molinos de viento, un patético residuo del pasado, el ansioso cazador de fantasmas, el rezago de la Inquisición, la mente rígida incapaz de elasticidad o ductilidad, la mente estrecha de quien ve al enemigo en lo diverso, el tradicionalista retrógrado, el presuntuoso intolerante y sin misericordia, encerrado en sus propias ideas superadas, envidioso de quien tiene éxito, el pedante que busca pelo en el huevo, el fariseo que pretende juzgar a los demás, aquel que pretende dominar las conciencias, el aspirante a obispo esquilador del rebaño.
----------Es que en nombre de un malentendido ecumenismo, de una falsa libertad religiosa, y de un diálogo a todo nivel, hemos perdido la conciencia de la universalidad objetiva de la verdad como bien vital común. Al menos seguimos siendo sensibles, gracias a Dios, a la sofisticación de las comidas, al peligro de las epidemias, a la falsificación del dinero, y con razón todos juntos intentamos remediar estos males, conscientes de su objetividad. Cuando en cambio se trata de ideas, de doctrinas, de contenidos inteligibles, de verdades de razón o de fe, he aquí que aparece el monstruo agradable del subjetivismo y del relativismo y, por tanto, la indiferencia, el menefreghismo (si me permiten el italianismo) ante los peligros propios y ajenos.
----------Por el contrario, cuánta conciencia tenía la cristiandad medieval del daño que causaba a todos la herejía. No en vano se hablaba de "plaga herética". Y santo Tomás de Aquino no dudaba en absoluto en comparar la falsificación de la fe con la falsificación de la moneda. ¡Qué sentido del peso de las realidades espirituales tanto para el bien como para el mal! ¡Qué percepción más vívida de la importancia de la fe en nuestra vida! ¡Qué conciencia de la fe como bien común! Se habla mucho de verdad y de fe. Y esto ciertamente es bueno. Pero se habla poco o no se sabe hablar en el debido modo de herejía. Aún no nos hemos liberado de los fantasmas del pasado, que pesan sobre esta fatídica palabra. Algunos a menudo quisieran eliminarla del vocabulario; pero es equivocado. La Iglesia la usa todavía y la usará siempre. Se trata de aprender o volver a aprender a usarla. De hecho, es del todo deseable que la Iglesia organice centros de investigación, para la recolección de datos y para el tratamiento de las herejías, así como en el campo médico existen poderosas organizaciones y estructuras que estudian y resuelven en equipo y científicamente los problemas de la salud.
----------¿Por qué notamos el progreso más halagador, con la presencia de personal altamente especializado, en el campo de la salud física, para lo cual existen tantas estructuras, tanta seriedad y competencia, mientras que en el campo de la vida espiritual y en particular de los problemas referentes a la verdad y a sus falsificaciones parecen reinar la indiferencia, el amateurismo y la chapucería? No solo en la Santa Sede y en las grandes instituciones académicas, sino en cada diócesis, en cada parroquia, en cada instituto religioso, en cada centro cultural laico católico, debería haber oficinas y servicios bien provistos, para ayudar a los fieles en el discernimiento y para defenderse o para defender a los demás del veneno de la herejía. Ha llegado el momento de hablar de la herejía con seriedad, con serenidad, con objetividad, con sentido de responsabilidad, con pastoralidad, en un clima de caridad y de servicio fraterno, sin ironías, sin ansiedad y sin histerismos, un poco como habla el médico del coronavirus, de la influenza o de la vacuna contra el sarampión.
----------Ciertamente la herejía es una cosa seria y grave, pero precisamente por ello, es necesario volver a hablar de ella con seriedad, con calma y con conocimiento de causa, sin dejarla en manos de las sectas o de los extremistas, que descalifican y distorsionan su significado, si es que no lo usan para devorarse entre ellos y para afirmar una mezquina dominación sobre la conciencia de los otros. Hay que trabajar contra la herejía por la victoria de la verdad y, por tanto, por la salvación de las almas, porque no es un asunto trivial.
----------Se necesita, entonces, un fuerte equipamiento, no solo cultural, sino también espiritual, porque, además de tener que luchar contra la ignorancia, contra la malicia y también contra la credulidad humanas, se trata también de hacer frente a las insidias del "padre de la mentira"; por lo que es muy aconsejable, o mejor, necesario, recurrir a la intercesión de María Santísima, vencedora de todas las herejías.

30 comentarios:

  1. Buenas noches, Padre.
    Quisiera solicitarle una aclaración, si fuera usted tan amable: me gustaría saber cómo se configuran los pronunciamientos de un Papa mediante MOTU PROPRIO y, en consecuencia, cómo debe ser valorada la posición de quienes no acatan lo decidido en un MOTU PROPRIO, o bien se oponen a este tipo de pronunciamientos. Gracias.

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    1. Estimado Mauro P.H.:
      los documentos pontificios que llevan el nombre de "motu proprio", como dice la misma expresión, son decisiones, órdenes, permisos o disposiciones pastorales-disciplinarias del Santo Padre, dirigidas en la gran mayoría de los casos a toda la Iglesia, emanadas por iniciativa propia o personal del Papa, de validez generalmente temporal, de carácter no magisterial o doctrinal, por lo cual no ponen en juego la infalibilidad pontificia, aunque ocasionalmente pueden indicar puntos doctrinales que pueden estar improntados por la autoridad magisterial pontificia.
      Si bien, como dije, usualmente se trata de directrices pastorales-disciplinarias, sin embargo, de modo general se supone que están marcados por la sabiduría y la prudencia y, por lo tanto, deben ser obedecidos.
      La desobediencia o el desprecio hacia un motu proprio, en principio, constituyen objetivamente un pecado grave y, si el motu proprio afecta al gobierno, los oficios, las leyes o la pastoral oficial de la Iglesia, la desobediencia también podría implicar o conducir al cisma.

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  2. Le agradezco, estimado padre, por este artículo claro y denso, con la serenidad expositiva que le es a Ud. habitual. Por cierto, me dará tema de reflexión para varios días.
    Hoy existen en circulación, especialmente en internet, tal mezcolanza de palabras, a menudo propuestas como definitivas e irrefutables, que realmente se nos hace difícil distinguir lo verdadero de lo falso, lo sabio de lo chapucero, e incluso resulta difícil reconocer la frontera entre lo católico y lo herético, de facto.
    Y es difícil también porque los escritores en internet muchas veces se proponen a sí mismos con la autoridad de sus estudios, o de sus títulos, o de su rigor lógico, etc.
    ¿Cómo podemos hacer para seguir derecho, sin desviarse, por así decir, por la vía maestra, siendo uno, como es, un simple laico, cuando vemos todos los días que incluso dentro de la misma jerarquía católica, surgen diferentes posiciones o prácticas, doctrinariamente contradictorias entre sí? ¿Qué criterios pueden estar a mi alcance para un sano discernimiento?
    Me parece que hay mucha confusión circulando, por lo cual muchas veces la forma se vuelve sustancia, lo mutable aparece como inmutable, lo accidental como sustancial, lo contingente como absoluto... ¿Cómo podemos distinguir el trigo de la paja? Al menos para mí, se me hace muy difícil hallar el recto camino, y la caridad y la auténtica sabiduría, con la cual recibir el conocimiento, el saber católico, que es tan esencial y hasta decisivo para nuestra salvación.

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    1. Estimado Marino,
      El criterio fundamental para distinguir al católico del hereje son los artículos de fe que proclamamos cada domingo en el Credo de la Santa Misa. Un buen comentario al Credo es el Credo de Pablo VI, que el Santo Papa publicó en 1968, fácilmente hallable en las librerías católicas, pero también se lo puede encontrar en internet, aquí: https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/motu_proprio/documents/hf_p-vi_motu-proprio_19680630_credo.html
      Un comentario mucho más extenso es el Catecismo de la Iglesia Católica. También es bueno el comentario al Credo, escrito por san Juan Pablo II.
      Para vivir nuestra fe en el presente, son fundamentales las enseñanzas doctrinales del Concilio Vaticano II en la interpretación y explicación de los Papas del postconcilio, especialmente en las encíclicas, hasta la más reciente del papa Francisco.
      En particular, las homilías y discursos del Papa, cuando tocan temas doctrinales, son exposiciones de las verdades de fe, que sirven de criterio para distinguir lo verdadero de lo falso, el dogma de la herejía.
      Los documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), especialmente los del postconcilio, son útiles para conocer los errores y herejías, de los cuals debemos defendernos y para aprender el modo de refutarlos o corregirlos.
      Sería muy útil poder relacionarse, como guía espiritual y consultor teológico, a un sacerdote docto y de experiencia, en lo posible docente en algún instituto académico de la Iglesia, en plena comunión con la Iglesia y con el Papa.
      En cuanto respecta a la teología y la moral, son recomendadas por la Iglesia sobre todo las obras de santo Tomás de Aquino y de sus discípulos, como Maritain, Gilson, Fabro, Sertillanges, Congar, Garrigou-Lagrange, Journet, Spiazzi, Livi, Cottier, Parente, Ciappi, Cordovani, Piolanti.
      En general, es necesario escuchar a los obispos y a los cardenales, los cuales, en unión con el Papa, son maestros de la fe, que se funda en la divina Revelación, cuyas fuentes son la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura en la interpretación de la Iglesia.
      También puede leer obras de no católicos, pero tenga cuidado de tomar lo bueno y rechazar lo malo. Sea prudente en el ecumenismo y el diálogo interreligioso, por ejemplo con los musulmanes, siguiendo las normas del Concilio y los ejemplos de los Papas.
      No escuche a los que dicen que las doctrinas del Vaticano II y de los Papas del postconcilio están en contradicción con la Tradición, porque eso es falso.
      Pero cuídese también, e incluso tenga mucho más cuidado, con los modernistas, sedicentes "progresistas", los cuales, pretendiendo ser intérpretes del Concilio contra la interpretación dada por el Magisterio, lo ponen en contraste con el Magisterio precedente, despreciado por ellos, y contaminan las verdades de fe con los errores del pensamiento moderno, bajo pretexto de que debemos dialogar con los hombres de nuestro tiempo y que las doctrinas del Concilio constituyen un progreso respecto a las del preconcilio.
      (sigo)

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    2. Hay que tener cuidado con las obras de herejes -aunque sean famosos- modernistas, como Rahner, Schillebeeckx, Kung y Boff, y tradicionalistas como Lefebvre y los llamados "sedevacantistas".
      Cuídese de estos teólogos, quizás famosos y aclamados, laicos o eclesiásticos, cualquiera que sea su rango jerárquico, que sin embargo, quizás con fascinante astucia y arte de cautivar a los ingenuos, se ponen en contraste con el Magisterio de la Iglesia.
      Es cierto que debemos ser modernos, pero no modernistas, porque el modernismo es una herejía condenada por san Pío X. En lo moderno y en lo nuevo debemos distinguir, a la luz del Evangelio, lo bueno de lo malo.
      Pero también debemos entender que la Tradición no se detiene en la época de Pío XII, sino que el Concilio Vaticano II nos la explica y nos la hace conocer mejor, aunque en la continuidad de la inmutable verdad de fe, infaliblemente y siempre enseñada por la Iglesia, no sólo en su Magisterio excepcional, raro, extraordinario y solemne, cuando define un dogma (ex cathedra), sino también en el magisterio corriente, simple y ordinario de todos los obispos del mundo unidos al Sucesor de Pedro.
      Debe esforzarse por ver en cada Papa que nos habla de Cristo al Vicario de Cristo, y Maestro de la fe y de la moral, el heraldo del Evangelio, no importa si habla por teléfono o en una entrevista o por twitter, sin hacer comparaciones o críticas relativas a su conducta, a su carácter, a su psicología, a sus defectos humanos, a su gobierno de la Iglesia o a su pastoral. Es necesario distinguir dónde es lícito criticar al Papa y dónde no es lícito.
      Sea prudente en sus juicios, dispuesto a dejarse corregir si se da cuenta de que está cometiendo un error, pero también valiente y leal en sostener y defender la verdad de la que está seguro.
      No se apegue a sus opiniones, pero no ceda, cuando esté seguro de conocer la verdad. Respete las opiniones de los demás, pero aprenda a corregir fraternalmente a quien se pone en contraste con la fe.
      Finalmente, para obtener el discernimiento, además del estudio y de la meditación, se necesita la oración, una intensa vida cristiana y gran devoción al Espíritu Santo y a la Virgen.

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    3. Es Usted un miserable de baja calaña, llamar hereje a Mons Lefebvre, muestra su calaña.

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    4. Estimado Enrique Barrio,
      si usted hubiera dicho sólo "miserable", yo podría haber interpretado que usted usaba el adjetivo en los más benévolos sentidos (o bien tacaño o pobre o insignificante o sin importancia o desdichado o abatido o infeliz), pero como le ha agregado el despectivo "de baja calaña", no puedo menos que considerar su adjetivo "miserable" en el peor de los sentidos: ruin o canalla.
      Por ende, no me hago cargo de su insulto ni afecta a mi conciencia.
      Enrique: usted sabe que no es la primera vez que comenta mis notas, ha comentado muchas veces, pero lamentablemente nunca he podido publicar sus comentarios, porque todos ellos son insultos, y frecuentemente peores al de hoy.
      Respecto al tema de su insulto: yo jamás he insultado a monseñor Marcel Lefebvre, sino que he dicho que es un cismático y un hereje (precisas categorías teológicas y canónicas). Y además lo he probado, y repetidamente.
      Lefebvre, para decirlo resumidamente, es hereje (o mejor, ha enseñado doctrinas heréticas) en tres cuestiones: 1) el Papa, 2) el Concilio Vaticano II, y 3) la Misa. Lo he explicado detalladamente en muchas notas.
      Se lo expreso de un modo algo más puntual, para que Ud. vaya a las fuentes de mi argumentación: Lefebvre es hereje porque ha negado cuatro dogmas; a saber:
      1. Infalibilidad del Papa (Concilio Vaticano I);
      2. Esencia de la Iglesia (Lumen Gentium);
      3. Esencia de la Misa (Concilio de Trento);
      4. Esencia de la Tradición (Lumen Gentium y Dei Verbum).
      Yo no insulto, reflexiono teológicamente, fundado en la Fe y mediante la razón.
      Solo aquellos que no llegan a la obediencia de la fe y no logran usar debidamente su razón, insultan como usted insulta o hablan a gritos como hinchas en un estadio. No se trata de gritar ni de insultar, se trata de reflexionar y dialogar. Ud. es testigo que no tengo dificultad en dialogar con quien contradice mis tesis.
      Le sugiero que reflexione: la suya es una triste defensa de Monseñor Lefebvre. Repito, le sugiero que reflexione sobre lo que está haciendo, porque usted es miembro de una comunidad, no vive solo, no actúa solo; pues sé que usted es un cristiano mendocino que es activo militante en el priorato de la FSSPX en Godoy Cruz. Siempre me ha sorprendido que usted una y otra vez se expresara nada más que con insultos en sus comentarios. Reflexione, porque del modo que usted actúa es el modo como los demás pensarán que son todos los miembros de su comunidad. Y sé que eso no es cierto. Me gustaría saber qué piensan el padre Trejo, o el padre Coca, o el padre Ferrelli o el padre Fontaine, de sus insultos. Los conozco y los respeto como personas y sacerdotes, y estoy convencido que jamás ellos me insultarían, más allá de nuestras diferencias doctrinales. Yo los respeto a ellos, más allá de su posición doctrinal y eclesial. Si alguno de ellos es su director espiritual o su confesor, le pregunto a usted: ¿ellos le han aconsejado que usted trate a los católicos como usted los trata? Ni pensarlo. ¿Ellos le han enseñado que insultar es un modo cristiano de relacionarse con los demás? Ni se me pasa por la cabeza.

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  3. Padre Filemón: recuerdo un ejemplo conocido, acerca del tema de la infalibilidad en documentos pontificios.
    Si bien no es en sí infalible, la Humanae Vitae se convertía en infalible cuando, condenando la anticoncepción, reafirmaba una doctrina propuesta desde siempre por el Magisterio ordinario universal de la Iglesia. La constitución Dei Filius del Concilio Vaticano I estableció, en su cap.3, que puede haber verdades que deben ser creídas, con fe divina y católica en la Iglesia, sin necesidad de una definición solemne, en cuanto expresada por el Magisterio ordinario universal.
    Las condiciones necesarias para la infalibilidad del Magisterio ordinario universal son: que se trate de una doctrina de fe o de moral, enseñada autoritativamente en reiteradas declaraciones de los Papas y de los obispos, con un carácter indudable y normativo. La palabra universal debe ser entendida no en el sentido sincrónico de una extensión en el espacio en un particular período histórico, sino en el sentido diacrónico de una continuidad en el tiempo, para expresar un consenso que abarca todas las épocas de la Iglesia (como formuló el cardenal Joseph Ratzinger, en la Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de la Professio fidei de 29 de junio de 1998, nota 17).

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    1. Estimado Abel,
      pocos días después de la publicación de la Humanae vitae, en la audiencia general celebrada en Castel Gandolfo, el papa san Paulo VI dijo: "el magisterio de la Iglesia podrá y quizás deberá retornar, con un diseño más amplio, orgánico y sintético, a un tratamiento completo de cuanto concierne al ser humano en el campo del matrimonio, de la familia, y de la honestidad de las costumbres".
      Esto para decirle que en cuanto respecta al "grado" de "infalibilidad" de esta doctrina vinculante, el mismo ha sido claramente expresado por el propio Pablo VI.
      Para mí, el criterio de la "infalibilidad" no va solo de la cintura hacia abajo, sino también y sobre todo de la cintura hacia arriba.
      Mi respuesta es la siguiente:
      "Me adhiero también con religioso obsequio de la voluntad y del intelecto a las doctrinas que el Romano Pontífice o el Colegio de los Obispos proponen cuando ejercen su magisterio auténtico, aunque no pretendan proclamarlas con acto definitivo".
      Y aún más:
      "Firmemente acepto y conservo también todas y cada una de las verdades acerca de la doctrina que se refiere a la fe o las costumbres propuestas por la Iglesia en modo definitivo".
      El documento completo de referencia (Ad tuendam fidem) se puede leer aquí: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/motu_proprio/documents/hf_jp-ii_motu-proprio_30061998_ad-tuendam-fidem.html
      Lo que acabo de expresar en mi respuesta, es todo lo contrario de quienes, considerando dogma de fe cierto y absoluto todo lo que va desde la cintura hacia abajo, rechazan en cambio todas aquellas doctrinas, mucho más numerosas y frecuentemente incluso más importantes, que van en cambio de la cintura para arriba, y me refiero específicamente a todo el magisterio del Vaticano II, que precisamente suele ser rechazado en bloque (por sedevacantistas, "tradicionalistas", lefebvrianos y afines), pero guardando como doctrina cierta y absoluta la encíclica Humanae vitae de ese Paulo VI a quien ellos repetidamente acusan de haber "protestantizado a la Iglesia"; encíclica en la cual se expresa que es moralmente ilícito el uso de anticonceptivos.
      (sigo)

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  4. Agrego a mi comentario anterior, lo que quiero preguntarle, padre Filemón: según usted ¿la Humanae Vitae es falible o infalible?

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    1. La Humanae vitae se refiere también a los precedentes magisterios y a cuanto expresaran acerca del tema específico Pío XI y León XIII, es decir, se refiere a la precedente "tradición", exactamente como el Concilio Vaticano II se refiere fielmente a la tradición de los precedentes concilios, con comprensibles innovaciones, porque todo concilio ha implicado siempre innovaciones. Pero hay que prestar atención: incluso la Humane Vitae implica una gran innovación respecto al precedente magisterio, porque (por si usted no lo supiera), Pío XII, incluso reconfirmando sustancialmente la encíclica Casti connubii de Pío XI, hizo una innovación sustancial al admitir los así llamados "métodos naturales", mientras que por su parte, Paulo VI habla por primera vez de la licitud de las relaciones sexuales entre los cónyuges por fuera del acto procreador siempre que no se utilicen métodos artificiales para impedir cualquier eventual apertura a la vida.
      Dicho esto: ¿usted ha leído correctamente esta encíclica? Entonces, ¿está seguro de aceptarla y defenderla? Porque en ella está sancionado algo mucho más innovador que lo que algunos han definido repetidamente como la "misa herética" de Paulo VI, a saber, la licitud de las relaciones matrimoniales no con fines procreadores, sino "como manifestación del afecto y salvaguardia de la mutua fidelidad" (Humanae vitae n.16).
      Entonces, los sedicentes "tradicionalistas", para tratar de ser coherentes con la verdad, tendrían que pensárselo bien, antes de defender esta encíclica que tiene características de "peligrosa ruptura" (como dirían los lefebvrianos) con la precedente tradición gracias al surco abierto por Pío XII, porque en ella está contenido algo mucho más "grave" que el uso de lenguas vernáculas en lugar del latín y del Misal de Paulo VI en lugar del de san Pío V, según una reforma litúrgica que en realidad fue iniciada por Pío XII.
      En definitiva: ¿los pseudos "tradicionalistas", o los sedevacantistas, o los lefebvrianos y sus afines, pretenderán entonces seguir manteniendo también al bueno de Pío XII en sus altares, o ponerlo también en el caldero diabólico de los papas del "conciliábulo" y por consiguiente seguir hacia atrás, desde Pío XI hacia abajo, dado que en los hechos concretos Pío XII abre las puertas tanto a un enfoque diferente de la moral sexual como a la subsiguiente reforma litúrgica? En resumen, Pío XII podría ser definido como un verdadero y propio pontífice cripto-Vaticanosecundista o cripto-conciliar, ¿no le parece?
      Ahora bien, usted puede consultar sobre esta cuestión a su asesor teológico, pero en lo que a mí respecta le digo: es menos grave quien se equivoca y comete pecado al hacer uso de los preservativos pero acepta, sin embargo, en la obediencia de la fe todas las doctrinas del último concilio ecuménico, en comparación con quien en cambio cae en pública herejía y por ello comete pecado mucho más grave al declarar "apostático" a un entero concilio ecuménico, a todas las doctrinas vinculantes por este concilio sancionadas, desautorizando también todo el magisterio de los Papas del último medio siglo, aún cuando no haga uso de los pecaminosos preservativos, los cuales son malos pero ciertamente no son el centro de todo el misterio del mal.
      Por lo tanto, pregúntele a su asesor espiritual o teológico, y luego, eventualmente, me lo hace saber.

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    2. Usted afirma: "La Humanae vitae se refiere también a los precedentes magisterios y a cuanto expresaran acerca del tema específico Pío XI y León XIII, es decir, se refiere a la precedente "tradición", exactamente como el Concilio Vaticano II se refiere fielmente a la tradición de los precedentes concilios, con comprensibles innovaciones, porque todo concilio ha implicado siempre innovaciones".
      Es cierto que la Humanae Vitae se refiere a los magisterios anteriores, pero el CV II, en algunas de sus doctrinas, no se refiere a los magisterios anteriores, por el contrario los contradice. Lo que usted llama "comprensibles innovaciones" son contradicciones con el Magisterio precedente. Es por eso que Humanae Vitae es infalible a diferencia de algunas doctrinas de la CV II que no lo son. Ambos carecen de voluntad definitoria, por lo cual la nota que convierte en infalible la Humanai Vitae (continuidad del Magisterio) no se encuentra en ciertas doctrinas conciliares.

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    3. Estimado Fabián,
      el Concilio Vaticano II no contradice el magisterio precedente y quien afirme que lo contradice, y lo afirme de manera decidida, consciente y obstinada, elige el camino de la herejía.
      No soy persona idónea con la que pueda usted jugar a sofismas pseudo-filosóficos que no existen ni en el cielo ni en la tierra, de modo que le sugiero que busque otro juguete con el cual jugar. No conmigo.

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  5. Reverendo Padre,
    usted escribe: "las verdades de fe, si bien no contrastan con la razón, son sin embargo superiores a la razón, en cuanto verdades divinas".
    De por sí la razón no puede contrastar con la fe, pero nuestra razón es decididamente falible. Por lo tanto, puede suceder que la Iglesia proclame infaliblemente una proposición que, a la razón de un individual fiel, le parezca absurda o en contraste con el resto de la doctrina.
    La Iglesia nunca jamás proclamará el dogma de que los perros que duermen en el atrio de la parroquia de mi barrio son gatos, pero si debiera hacerlo, soy yo que lo vería mal (o tal vez nunca he entendido qué sea un gato y qué sea un perro).
    ¿Estoy equivocado?
    En el caso de que mi razonamiento sea correcto, ¿no sería oportuno preparar a los fieles para la eventualidad de tener que tener una fe tan pura? De ese modo, no tendrían más excusas para abrazar la herejía.

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    1. Estimado C.M.Torres,
      nuestra razón es ciertamente falible. Pero en algunos casos nuestra razón no se equivoca. La verdad de fe puede estar en contraste con una razón falsa, mentirosa, corrompida, sofista o habitualmente equivocada, pero no con una razón bien fundada, sana y honesta, una razón que se halla en la verdad, porque la fe es verdad y la verdad no puede ir en contra de la verdad.
      En cambio, puede suceder que la Iglesia proclame una verdad que contrasta con la razón equivocada de un individuo, es decir, de una persona individual que no hace buen uso de su razón. En tal caso, efectivamente, la doctrina de fe puede parecerle absurda (a ese individuo). En este caso, se necesita que alguien lo corrija y le haga comprender que la verdad de fe no es en absoluto absurda, sino que está en armonía con la sana razón.
      Por lo tanto, usted no debe considerar la hipótesis de que la Iglesia proclame como de fe una proposición absurda, porque eso no puede en absoluto suceder, ya que la Iglesia es maestra de verdad tanto en el campo de la fe como en el de la razón conexa con la fe.
      La pureza de la fe, por lo tanto, no es aceptar lo absurdo, sino acoger el Misterio, que, como he dicho, no está nunca contra la razón sino por encima de la razón, y es luz para la razón.

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  6. Dulcinea mendocina13 de octubre de 2021, 8:15

    Padre Filemón:
    ¿Se podría saber qué dogma ha negado monseñor Lefebvre, para que Ud. pueda definirlo como hereje?
    ¿Y cómo se puede definir a monseñor Lefebvre como cismático, si él se ha limitado a "desobedecer" sólo a órdenes que se oponen a otras órdenes a perpetuidad (por ejemplo, la Bula Quo primum tempore) que luego fueron confirmadas por Benedicto XVI, cuando ha dicho: "la Misa tridentina nunca ha sido abrogada"?
    ¿Y cómo puede ser definido Lefebvre como cismático, si, citando a los Papas conciliares en el Canon de las Misas por él celebradas y de las Misas celebradas por todos sus sacerdotes, nunca jamás ha querido estar en contra del Papa de Roma, como por ejemplo lo están los verdaderos cismáticos (por ejemplo los llamados "ortodoxos" de Rusia) hoy llamados "hermanos separados"?
    ¿Y cómo se le puede definir cismático a Lefebvre, si para la consagración de sus Obispos -en 1988- había solicitado repetidamente a la Santa Sede el famoso Mandato apostólico romano, que sin una cristiana razón le fue negado?
    Otra cuestión: A la luz de Doctores tales como Santo Tomás de Aquino, Belarmino, etc., ¿puede un Papa ser cismático y hereje?
    Realmente espero que no se lleven a cabo juicios sumarios, de los que un día, ante Dios y la historia, tengamos que arrepentirnos amargamente… siempre,claro está, que tengamos tiempo para arrepentirnos… ¡Él... viene "como un ladrón"!

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    1. Estimada Dulcinea,
      por modalidad de benevolencia, personalmente prefiero hablar siempre que se pueda de "enseñanzas heréticas" más que de "herejes", aunque es obvio que quien enseña doctrinas heréticas es un hereje, o bien lo ha sido en algún momento de su vida, cuando ha expresado tales enseñanzas.
      Ahora bien, respondiendo a todas sus preguntas: Lefebvre es hereje porque ha negado cuatro dogmas; a saber:
      1. Infalibilidad del Papa (Concilio Vaticano I);
      2. Esencia de la Iglesia (Lumen Gentium);
      3. Esencia de la Misa (Concilio de Trento);
      4. Esencia de la Tradición (Lumen Gentium y Dei Verbum).
      Lefebvre es cismático porque ha identificado la Misa como tal con el rito tridentino. Por lo cual, según él, el Novus Ordo es una falsa Misa.
      Se entiende que la Misa tridentina nunca ha sido abrogada, pero como Misa, no como vetus ordo. El vetus ordo efectivamente ha sido sustituido por el novus ordo. Sin embargo, el vetus ordo sigue siendo un rito válido pero extraordinario.
      Lefebvre ha estado en contra del papa san Paulo VI porque lo ha acusado de ser liberal y modernista, que son herejías condenadas respectivamente por el beato Pío IX y por san Pío X. Ahora bien, acusar a un Papa de herejía es a su vez caer en herejía.
      Por cuanto respecta al hecho de que Roma le haya negado a Lefebvre el permiso para consagrar, le pido que usted se haga una simple pregunta de sentido común: ¿por qué el Papa se lo ha negado? Usted debería entenderlo, y usted mismo debería responderse, con solo tener en cuenta cuanto he dicho anteriormente, sobre todo en los puntos 1 y 3.
      ¿Un Papa cismático? Diría precisamente que no. El cisma, propiamente hablando, es separarse de la Iglesia y del Papa. Pero un Papa "cismático" ¿de quién se debería separar? ¿De sí mismo?
      ¿Un papa herético? Propiamente es imposible, porque posee el carisma de Pedro. Él es, por mandato de Cristo, la única persona sobre la tierra que es infalible en términos de fe. Y nunca jamás ha sucedido que un Papa haya dicho herejías, como Papa.

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    2. Falso, padre Filemón, Ud. miente y sabe que está mintiendo:
      1) Monseñor Lefebvre nunca ha rechazado el dogma del Concilio Vaticano I sobre la infalibilidad, sino que por el contrario, es usted, padre Filemón, quien no acepta integralmente el dogma del Concilio Vaticano I porque en el juicio de infalibilidad usted excluye la voluntad definitoria, por lo cual es usted el hereje y no Mons. Lefebvre. Para usted, los pronunciamientos magisteriales sin voluntad definitoria son infalibles: lo cual es falso y contradice precisamente ese dogma del Concilio Vaticano I. 2) La esencia de la Iglesia tal como es expresada en la Lumen Gentium no pertenece a los pronunciamientos infalibles (y entre otras cosas no está en línea con la Tradición precedente) por lo cual quien no se adhiere a ella, y entre estos Mons. Lefebvre, no es en absoluto ni cismático ni hereje. 3) El Vetus Ordo nunca ha sido abrogado. 4) La esencia de la Tradición, tanto en la Lumen Gentium como en la Dei Verbum, no es magisterio infalible, por lo tanto, vale el mismo discurso que en el punto 2.

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    3. Estimada conpueblana Dulcinea,
      Usted es tan cómica en su último comentario, que sería capaz de hacer reír incluso a una madre en el funeral de su hijito de seis años.
      Afirmar que Fr Filemón de la Trinidad es hereje, es creíble en la misma medida que lo sería afirmar que a Giacomo Casanova no le gustaban las mujeres, y que durante toda su vida vivió como monje trapense, muriendo finalmente en olor de santidad y que hoy, hacia su tumba, se realizan peregrinaciones para pedirle a este místico que interceda ante Dios por gracias especiales.
      Pues bien, también yo, entonces, le pediré a San Giacomo Casanova, protector de las vírgenes, que interceda para que ese fraile "hereje", Filemón de la Trinidad, se corrija de sus herejías.

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    4. Estimada Dulcinea,
      como puede comprobar, no tengo dificultad en publicar sus comentarios, pese a sus características, y no desmayo en responder a sus objeciones con argumentos, pero con usted todo parecería en vano.
      Ernesto Vergara ya le ha respondido a tono con la picardía que le conocemos, dada la inconsistencia de la acusación de herejía que usted me hace. Pero deseo también defenderme personalmente.
      1) No tengo ninguna duda de que Lefebvre acepta el dogma de la infalibilidad papal tal cual ha sido definido por el Vaticano I (aunque sólo en sus límites). Pero el punto no es éste. El punto es que la herejía de Lefebvre radica en el hecho de que no acepta la infalibilidad de Paulo VI, acusándolo de liberalismo y de modernismo, que son dos herejías ya definidas por el Magisterio precedente. Ahora bien, acusar a un Papa de herejía es a su vez herejía.
      2) La Lumen Gentium es una Constitución dogmática. Esto no quiere decir que exprese una definición de Iglesia de manera definitoria, es decir, con explícita voluntas definiendi.
      Las condiciones establecidas por el Vaticano I para la infalibilidad papal son aquellas del máximo nivel de infalibilidad. Pero la Iglesia es infalible también en grados inferiores, como son aquellos de las doctrinas del Vaticano II.
      La Iglesia puede definir una verdad de fe también en modo no definitorio, sino simplemente implícito. Pero sigue siendo siempre verdad de fe, doctrina infalible. Tal es el caso de la definición de la Iglesia dada por la constitución Lumen Gentium.
      No es dogma explícito o definido, sino que es dogma implícito o definible. Por ello, Lefebvre, al rechazar esta definición, cae en la herejía al menos implícita.
      3) En la Lumen Gentium también hay una definición dogmática de la Sagrada Tradición. Por esta razón, es herejía rechazar también esta definición, que es verdad de fe.
      4) Lefebvre cae en la herejía también con respecto a la Santa Misa, porque sostiene que la Misa del novus ordo es falsa, protestante y herética. Por lo tanto, peca de herejía contra la definición de la Misa dada por el Concilio de Trento, que vale también para el Vaicano II, porque sería herético pensar que un Concilio falsifique la sustancia de la Misa.
      Si mal no recuerdo, desde los inicios de este blog la tengo a Ud. entre mis lectores y lectoras, de modo que ya van para dos años que le he estado diciendo estas cosas, aunque inútilmente para Ud. según veo. Sería hora ya que las recibiera, también para hacer un buen próximo Adviento.

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    5. Padre Filemón:
      ¿Cómo es posible que Ud. ponga al mismo nivel a los verdaderos herejes y cismáticos (los protestantes, o los ortodoxos orientales, etc.) que Mons Lefebvre?
      Está claro que está cometiendo un gran error, y tengo toda la impresión de que esto es así porque Ud. está cegado por un odio modernista a la Tradición.
      "Los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas" (san Pío X, carta apostólica Notre charge apostolique).
      Respóndame qué significa que: "Lefebvre no acepta la infalibilidad de Pablo VI". A los efectos de determinar la herejía, no significa nada. Si Pablo VI (como todos los Papas) se pronuncia infaliblemente, los católicos, y por tanto también Lefebvre, se adhieren sin problemas; pero si Pablo VI no se pronuncia infaliblemente, entonces los que no se adhieren ciertamente no serán herejes. Es sobre las Doctrinas expresadas por el Magisterio donde se decide o no la herejía, no sobre acusaciones genéricas contra un Pontífice.

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    6. Estimada Dulcinea mendocina,
      mi respuesta es que, si usted se tomara fielmente lo que usted afirma, y aplicando su idéntico criterio sobre la infalibilidad (que no es el del Magisterio de la Iglesia, sino el de los lefebvrianos, el de Roberto de Mattei y el de tantos pseudo "tradicionalistas"), entonces, fácilmente se podría estar a favor de la anticoncepción, rechazando todo lo que el papa san Paulo VI ha escrito en la encíclica Humanae Vitae, que es uno de los poquísimos documentos que ensalzan los llamados "tradicionalistas", incluidos los que califican a san Paulo VI de "apóstata" y de "destructor de la Iglesia".
      Obviamente esa clase de "tradicionalistas" no son coherentes.
      El papa san Paulo VI, con esa encíclica, no ha sancionado un nuevo dogma de fe ni ha recurrido a un pronunciamiento dogmático solemne que implique el más alto grado de la infalibilidad (o sea, el primer grado, según Ad tuendam fidem). Nada de eso.
      Pregúntese también, como es que nunca, cuando se trata de moral sexual y de las relacionadas "prohibiciones", los "lefebvrianos" estarían en tal caso de acuerdo y reconocerían infalibilidad incluso al más modernista de los curas de las mas alejadas parroquias de la campaña mendocina, pero cuando en cambio se trata de otros actos del magisterio, incluidos actos solemnes y nuevas doctrinas sancionadas por un Concilio ecuménico, en ese caso lo ponen todo en discusión y cuestionan "doctrinal, filosófica y epistemológicamente" sobre su infalibilidad, incluso reiterando que el Modernismo es la síntesis de todas las herejías -algo en lo que estamos totalmente de acuerdo- mientras que los lefebvrianos, que repudian a un entero Concilio ecuménico, nunca jamás han sido declarados herejes, y a tal punto y por tal motivo, no permiten que nadie se atreva incluso a insinuar sobre sus "hipotéticas herejías".
      Tal incoherente modo de pensar no entra ni en mi mente ni en la de nadie con un mínimo de buen sentido común. Que alguien me explique semejante incoherencia...
      En otras palabras, dado que Ud., estimada Dulcinea, parece compartir tal incoherencia, por tanto, mi pregunta al "club" al que Ud. pertenece es la siguiente: dado que el papa san Paulo VI no ha promulgado con la encíclica Humanae Vitae ningún pronunciamiento extraordinario y solemne que implique el más alto grado de infalibilidad (grado 1° de Ad tuendam fidem), entonces, según el "club" al que Ud. pertenece: ¿podemos rechazar o poner en discusión las doctrinas morales contenidas en la Humana Vitae tal como De Mattei & Cia, los lefebvrianos y afines, cuestionan el "magisterio no infalible" de un entero Concilio ecuménico "sólo pastoral"?
      No veo donde ha quedado la lógica en tal modo de pensar.

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  7. Padre Filemón, sólo una pregunta. ¿Cómo se debe comportar uno, por ejemplo, frente a las teorías de Rahner, de Kung o de la Teología de la Liberación? Esta última ha sido fuertemente desaprobada tanto por san Juan Pablo II como por Benedicto XVI, mientras que parece tener el favor del Papa Francisco. Nosotros, simples fieles, para nada expertos en teología y dogmática, nos sentimos desorientados cuando vemos diferentes actitudes de los Papas hacia los mismos movimientos.

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    1. Estimado M. Argerami,
      el papa Francisco no ha aprobado en absoluto los errores de la teología de la liberación condenados por el cardenal Joseph Ratzinger cuando era representante de san Juan Pablo II, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
      Lo que Ud. dice, acerca de que el papa Francisco apruebe los errores de los liberacionistas, son vergonzosas habladurías de periodistas desinformados e intrigantes, o blogueros charlatanes, sin competencia teológica y carentes incluso de respeto a la verdad, frecuentemente animados por su personal sentimiento de odio hacia un Papa que no les gusta, y esto por diversos motivos, algunos legítimos y otros no tanto.
      Sobre estas delicadas cuestiones teológicas y, sobre todo, sobre el Magisterio pontificio, no se atenga usted a lo que dicen los periódicos o los blogs de internet, sean progresistas como conservadores, modernistas o lefebvrianos y afines, sino atienda solo a los documentos auténticos de la Iglesia y del Papa.
      Sin embargo, es cierto que el Papa acepta algunos aspectos positivos de la teología de la liberación, que, por otra parte, son aspectos que también reconoció Ratzinger en su momento.
      En cuanto a Rahner y Küng, son herejes. Küng incluso ha sido declarado no católico por Roma, explícitamente.
      Rahner hasta ahora ha logrado salirse con la suya. Pero para estar informado sobre estas herejías, le recomiendo que consulte los varios artículos que he escrito al respecto, y los libros que he recomendado sobre el tema.

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  8. Estimado fray Filemón,
    por adelantado le agradezco la respuesta a la siguiente pregunta que me interesa formularle:
    Entiendo que la negación de un solo dogma es suficiente para ser hereje, porque significa que no son creídos por fe ni siquiera los otros dogmas. Sin embargo, me parece que se podría detectar el paso de un católico a la herejía en algún otro momento, anterior al mencionado (el de la negación de un dogma), aunque quizás de una manera que sea menos cognoscible, es decir, en el momento en que una persona decide que los dogmas no son infalibles.
    Mi pregunta es la siguiente: ¿Creer que los dogmas no son infalibles convierte en herejes incluso en el caso que todavía no se hubiera negado ningún dogma?

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    1. Estimado Mauro,
      la herejía surge, inicialmente, desde lo íntimo, como un acto interior de desobediencia a una determinada verdad de fe. Ciertamente ello denota una fe imperfecta, vacilante o no convencida, pero de alguna manera la fe todavía permanece por las otras verdades de fe que se continúan aceptando.
      Sin embargo, es cierto que se tambalea también la raíz del creer (la raíz de la fe), porque quien cree verdaderamente, cree en todo lo que la Iglesia presenta como verdad de fe, y no hace elección entre esto y aquello.
      Ahora bien, la convicción de que los dogmas no son infalibles y que son mutables con el tiempo, es una convicción típica de los modernistas, condenada por el papa san Pío X en la encíclica Pascendi Dominici gregis.
      Esta convicción no solo y no tanto es herética, sino que supone de alguna manera el rechazo mismo total de la fe, y ​​por tanto la apostasía, porque, como bien sabemos, es característica del dogma como tal la infalibilidad, por lo cual el rechazar la existencia del dogma como tal (en cuanto infalible) quiere decir rechazar implícitamente a todos los dogmas, aún cuando los modernistas saben muy bien fingir que creen.

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  9. Acerca de lo que dice la señora Dulcinea:
    Supongo que ella tiene derecho a decir que el padre Filemón es herético en alguna de sus afirmaciones. Pero me parece que no tiene derecho a decirlo y punto, sin más ni más. Si lo dice tendría que decir dónde es herético y por qué. Y el problema es que no lo dice. Pega un grito, y nada más.

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    1. Querida Herminia,
      gracias por unirte a la Garde du Corps, pero no hace falta que te tomaras la molestia.
      Pero lo que dices no es correcto. Dulcinea mendocina ha explicado por qué me considera hereje. Pero ya le he respondido.

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  10. Estimado Padre,
    Monseñor Marcel Lefebvre no acepta la infalibilidad de Montini, ¡porque ese Papa no la ha empeñado! visto lo cual, ¡no hay más que SOFISMAS en esos tres grados de los que usted habla!
    No es herejía acusar de herejía a un Papa: está la bula Cum ex Apostolatus, el Derecho Canónico, la razón y los HECHOS que lo demuestran.
    Lefebvre no cae en la herejía porque no dice que la Misa según el Novus ordo sea falsa, sino sólo este rito: similar al luterano. Porque favorece la herejía hacia la Eucaristía, más allá de la validez de la Transubstanciación, que puede tener lugar por la forma y las intenciones del celebrante, prescindiendo de otros factores.
    No ha sido el Vaticano II el que ha querido el nuevo rito, sino sólo Pablo VI, arbitrariamente, y contradiciendo al mismo Espíritu Santo al que dicen referirse, ya que el Espíritu Santo en 1962, con Juan XXIII, había reimpreso el Misal tridentino, implicando ello una voluntad contraria a la de Montini, quien revocó el Rito diciendo que era el Espíritu Santo... ¡el que así lo quería! ¡No creo que el Espíritu Santo cambie de opinión tras unos años! De hecho, nunca la cambia.

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    1. Estimado Rubén,
      el Espíritu Santo no cambia seguramente de idea, somos nosotros los que evolucionamos en virtud de sus divinas mociones, de sus acciones de gracia, porque si así no fuera, siempre estaríamos dando vueltas y vueltas en un viaje por el desierto esperando llegar sin llegar jamás a una tierra prometida.
      Y si por gracia del Espíritu Santo no hubiéramos evolucionado en la fe y por la fe en el Resucitado, hoy no seríamos cristianos, sino judío-jesuanos, incapaces de comprender y de captar lo que verdaderamente ha sucedido entre el Gólgota y el sepulcro vacío del Resucitado. No en vano ha sido necesario, después de la resurrección de Cristo, que vinieran el don y la luz del Espíritu Santo, porque de lo contrario ni siquiera los Apóstoles, que incluso habían sido espectadores de ciertos eventos, habrían tenido la capacidad de captarlos, ¿o acaso le parece a usted que los apóstoles les creyeron a las mujeres que habían visto al Cristo resucitado? No hace falta decir que las tomaron por visionarias, alucinadas por fantasías...
      Me temo que a usted no le ha enseñado nada el Evangelio de los discípulos en el camino a Emaús, tan morbosamente apegado como parece estar a sus cuatro personales pedanterías pseudo-católicas. Usted no ha llegado todavía a comprender que desde el camino de Emaús se inicia un viaje interminable hasta la parusía; y los discípulos, al Señor, lo reconocieron por la forma en que partió el pan, es decir, por la centralidad de la esencia eucarística; no lo reconocieron por la lengua que hablaba, ya que Jesús no instituyó la Eucaristía según las anáforas y las palabras latinas del Misal de san Pío V, pues usó el arameo. Y sus palabras fueron posteriormente traducidas al griego, luego al latín, luego a las diversas lenguas nacionales, pero la centralidad sigue siendo aquella del: "partir el pan" en el camino de Emaús, en el camino hacia su reino que no tendrá fin.
      Yo me he explicado según los misterios de la fe y del depósito de la fe católica. Por lo tanto, si luego usted no entiende o no quiere entender y prefiere continuar viviendo confusamente tal como me escribe, sepa usted que lamentablemente está quedando en "buena" compañía, y que en cualquier caso el problema es todo suyo, ciertamente no mío.

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