miércoles, 13 de octubre de 2021

La gnoseología de Giuseppe Barzaghi (1)

El modernismo en la Iglesia es cosa seria. Mientras cierto tipo de clero "tradicionalista", secundado por sus laicos más cercanos, parecen hoy decididos a mantener a los fieles convencidos de que el modernismo son cosas tales como la Misa reformada, la comunión en la mano, los curas vestidos de civil, los ministerios litúrgicos femeninos o las guitarras en la Misa, el clero y el laicado modernista, enquistado en altos puestos de gobierno en la Iglesia o en cátedras superiores de los institutos educativos católicos, se ríe de eso y continúa su tarea de socavar lo que queda de la fe del Pueblo de Dios. El modernismo no consiste en niñerías contingentes atacadas por farisaicos esteticismos lefebvrianos. Descubrir el verdadero modernismo exige al menos cierto esfuerzo intelectual, para individualizarlo y combatirlo. Intentemos entender a uno de sus exponentes.

El estilo de Giuseppe Barzaghi
   
"Mis pensamientos no son vuestros pensamientos" (Is 55,8)
   
----------El padre Giuseppe Barzaghi OP [n.1958] ha desarrollado su gnoseología en relación con el pensar cristiano en tres de sus libros: 1. Soliloquios sobre lo divino. Meditaciones sobre el secreto cristiano (ediciones ESD, Bologna, 1997), 2. Philosophia. El placer del pensar (ediciones Il Poligrafo, Padova 1999), 3. Más allá de Dios, o bien omnia en ómnibus. Pensamientos sobre Dios, lo divino, la deidad (Bologna 2000).
----------La concepción del pensar debida a Barzaghi parece interesante en cuanto tentativa de acercar la doctrina de santo Tomás de Aquino al pensamiento idealista, en particular al de Emanuele Severino. Barzaghi insiste mucho sobre el poder y la dignidad del pensamiento, pero casi nada sobre sus límites y sus insidias o trampas. Parece olvidar que del pensamiento se puede hacer buen uso y mal uso.
----------Para él parece que no deba existir nada más grande que el pensamiento, por lo cual descuida el primado de lo real y la excelencia de la acción. El resultado de sus numerosas observaciones, algunas ciertamente justas y agudas, es por tanto, en suma, decepcionante. Sigue la concepción severiniana e intenta reducir a esta la visión tomista, eliminando aquello que no se concilia con las ideas de Severino.
----------A lo largo de los tres libritos, cada uno con un promedio de 130 páginas, Barzaghi sigue hacia adelante por páginas y páginas con un sucederse ininterrumpido de frases breves e incisivas, efectistas y sorprendentes, de tono más descriptivo que demostrativo, de sabor fuertemente autobiográfico, aunque con pretensión teorética. A menudo, más que verdaderas y propias sentencias ponderadas, encontramos bromas de espíritu o destellos brillantes, que estimulan más el sueño y la imaginación, que la intuición especulativa.
----------Tales insistentes pensamientos, en su impetuoso sucederse, dan la impresión de ser el efecto en Barzaghi de un imperioso impulso interior, tal como si él apareciera deslumbrado por visiones extraordinarias, y como un malabarista de la palabra, que se exhibe actuando para arrebatar el aplauso, o como un actor teatral, que recita apasionadamente su papel sumergiéndose en él como si creyera verdaderamente en él, más que el filósofo que, sin buscar ningún éxito humano, sino sólo por deber de conciencia, en la calma y con delicadeza, instruye y guía para reflexionar y para razonar sobre la realidad.
----------Es interesante inicialmente la descripción que Barzaghi hace del pensar, pero luego se deja llevar por un entusiasmo excesivo, perdiendo la conexión con la realidad y apropiando al pensamiento humano aquello que pertenece al pensamiento divino y es de su exclusiva competencia. Hablando del pensar, a menudo no se entiende de qué cosa habla, si del pensar humano o del pensar divino, dando así amplio espacio al equívoco y dando a entender que el hombre pueda pensar como Dios.
----------Estamos aquí ante la característica producción de los idealistas, como Hegel, Barzaghi y Rahner, la cual parece ser el efecto no de un sereno razonar y meditar, sino del irrefrenable impulso interior de un espíritu, que se adueña de la mente del teólogo, la subyuga, y la convierte en vehículo entusiasta y entusiasmante de las inspiraciones de este espíritu, que el teólogo llama "autoconciencia" o "yo trascendental" y que corresponde al cogito cartesiano, como veremos más adelante. Así, la mente sobreexcitada, bajo la presión de este espíritu, se externaliza en una serie de pensamientos, que irrumpen sobre el lector, como flujo impetuoso, que brota de un torrente que ha roto sus riberas, y se difunde abundantemente en las mentes estupefactas, admiradas y subyugadas por la fascinación del escritor.
----------Pueden ser también mentes cultas y agudas, de hecho el idealista y el gnóstico, que son la misma cosa, cosechados como discípulos y admiradores precisamente en estos ambientes selectos. Al respecto, es interesante el juicio sobre el pensamiento de Barzaghi dado por un ilustre Prelado en el prefacio de uno de los libros de Barzaghi. Después de haber expuesto en síntesis el contenido del libro, el Prelado afirma: "Lo hemos expuesto en forma sintética para que el imprudente lector conozca anticipadamente aquello que le espera y se dé cuenta del empeño no común que le será exigido, si quiere afrontar la formidable empresa de medirse con la densidad y la agudeza de estas páginas".
----------En verdad, el común creyente, con su buen sentido y su realismo bíblico y tomista, frente a los vuelos de Ícaro del idealista, con su lenguaje abstruso y esotérico, a menudo incomprensible, capta solo poquísimas cosas de aquello que dice, pero eso le basta para dejarlo escéptico y de hecho disgustado como ante absurdidades, insensateces y locuras, a diferencia de aquellos que, aunque inteligentes, no tienen sin embargo la humildad de someterse al dato objetivo, y se mantienen fascinados con las fabulaciones del idealista como si fueran la expresión de la más alta genialidad. E incluso si no entienden todo lo que él dice, les encanta figurar junto a la gente común, aparentando ser de los entendedores y alcanzar las alturas de la sabiduría inefable.
----------Tan grandes teólogos como el beato Antonio Rosmini [1797-1855] y el historiador dominicano de la filosofía cardenal Ceferino González y Díaz Tuñón [1831-1894] en el siglo XIX no dudaron en calificar a Hegel como un "enfermo mental" un "loco", aunque no se puede dejar de reconocer su voluntad declarada de interpretar filosóficamente su fe luterana, y no se puede negar su genialidad y su culto el "Espíritu". ¿Pero de qué Espíritu se trata? ¿Es el Espíritu Santo o algún otro espíritu?...
   
Que es el pensamiento y que quiere decir pensar
   
----------De esta manera Barzaghi describe el pensamiento: "El pensamiento es lo originario y la totalidad. En el pensamiento puro el conocimiento, que conceptualiza, está perdido; pero al mismo tiempo es perfectamente acogido como en su ambiente vital, porque el pensamiento es la transparencia del ser pre-conceptual y condición de toda conceptualidad" (Philosophia, op.cit., p.52).
----------Barzaghi identifica el pensamiento con la autoconciencia, sin distinguir la autoconciencia humana de la autoconciencia divina, por lo cual asigna al hombre aquello que pertenece a Dios. Es evidente en efecto, que, hablando de autoconciencia "absoluta" y "originaria", él no se refiere a la autoconciencia derivada y relativa a lo real externo, es decir, al conocimiento del alma por parte de sí misma, de la cual habla Santo Tomás de Aquino (Sum.Theol., I, q.87, a.1; De Ver., q.10.a.7), sino que se refiere a la autoconciencia cartesiana, al cogito, pensamiento sin objeto externo, no derivado del conocimiento de la realidad externa, sino condición de posibilidad de tal conocimiento, exactamente como es la Autoconciencia divina. Aquello que Barzaghi deduce de ello es del todo lógico, pero pertenece solo a Dios y no al hombre.
----------Dice Barzaghi: "La autoconciencia es la autotransparencia del pensante pensante en el pensar pensado y se expresa como apreciación de sí absoluta originaria e intrascendible... La autoconciencia, para ser sí misma, no reenvía a otro de sí, reenvía simplemente a sí porque es conciencia de sí y no de otro. … La conciencia de otro de sí implica la conciencia de sí" (Más allá de Dios, op. cit., p.56).
----------"La autoconciencia es también originaria. Probemos a esforzarnos por pensar que este pensamiento pensante o pensar pensante no sea originario, sino que tenga un origen. Pues bien, el pensamiento pensante piensa también en el origen: ¡de un bocado ya lo ha comido, ya lo ha englobado! Si piensas que tu pensamiento tenga un origen, ya has pensado el origen. Por consiguiente el origen no es extraño al contenido del pensamiento: es el acto del pensar que se lo devora. Entonces no es el origen lo que fagocita tu pensamiento y luego te dice: 'yo estoy aquí antes'; sino que el mismo origen es pensado. La autoconciencia se aprecia a sí misma como absoluto originario, porque si debiera pensar un propio origen distinto de sí, ¡lo pensaría, precisamente! Entonces no es ya diferente de él. ... Si trato de trascender la conciencia, estoy siempre en la conciencia: si pienso que existe algo fuera del pensamiento, lo estoy pensando; pero precisamente por eso no puedo decir que todo esté dentro del pensamiento: si no existe un afuera, no existe ni siquiera un adentro. El pensamiento es pura transparencia absoluta del todo" (Más allá de Dios, op. cit., p.56).
----------Por consiguiente, el pensamiento, para Barzaghi, es intrascendible, es decir, no tiene un ser externo a sí, no es trascendido por el ser y no depende del ser, porque Barzaghi, desde el inicio, concibe el pensamiento como pensamiento absoluto y divino. Está claro entonces que en este pensamiento todas las cosas son pensadas en acto, están incluidas en este pensamiento y son inmanentes a él, porque no son otra cosa que la realización de la voluntad divina que las ha proyectado y creado.
----------Pero es necesario decir que frente al pensamiento humano, las cosas existen fuera del alma humana, antes e independientemente del pensamiento. Todas ciertamente son pensables, pero solo algunas son de hecho pensadas, ​​y pensadas ​​por ese hombre y no por este otro, por lo cual ellas, en cuanto pensadas, son inmanentes e internas al pensamiento del primero y, consideradas en sí mismas, son externas o están afuera, porque son ignoradas, por el pensamiento del segundo.
----------En cambio, Barzaghi, hablando del pensamiento solo en sentido absoluto, atribuye también al hombre, en cuanto piensa, el pensamiento divino. Es cierto que habla del pensamiento "derivado" como punto de vista propio del hombre, descrito por la gnoseología realista de Santo Tomás. Pero este pensar, según Barzaghi, no expresa sino el grado ínfimo del pensar, el pensar empírico, ordinario y corriente inconsciente de sí mismo, un pensar que no ha tomado conciencia de su máxima posibilidad como autoconciencia absoluta, como pensar "originario" y absoluto, idéntico al ser, revelado por la teorización de Severino.
----------Por otra parte, está claro que el pensamiento divino, sin origen y sin fin, sin que tenga fuera de sí nada que no sea pensado por él, no se origina en algo que lo precede y se comprende exhaustivamente a sí mismo. Su ser coincide con su pensar y con su ser pensado.
----------Pero Barzaghi no tiene en cuenta el hecho de que nuestra autoconciencia no es originaria, como creía Descartes, sino que es deducida de nuestro precedente conocimiento de las cosas externas y, en cuanto actuación de un ente como nuestra alma, cuyo ser es distinto de su esencia, es un pensante creado, cuyo comprender es limitado, por lo cual ella puede muy bien pensar en su divino origen creativo, pero esto no quiere decir que Esto no permanezca infinitamente trascendente como realidad en sí misma externa a la conciencia, aunque sea pensada por la conciencia.
----------Por otra parte, es absurda y blasfema la idea barzaghiana de que el origen trascendente de la autoconciencia humana, es decir, la autoconciencia divina, deba "fagocitar" la autoconciencia humana, cuando en cambio es la causa creadora, la que con el don de la vida de gracia, eleva el alma humana a la gloria de la visión beatífica y de la vida eterna. Difícil entender cómo a un teólogo dominicano pudo surgirle una idea tan monstruosa. Es cierto que cuando la mente humana piensa en el Dios trascendente, de algún modo la mente se identifica intencionalmente con la esencia divina y ella viene inmanentizada en la mente humana mediante representaciones conceptuales, como por ejemplo los dogmas de la fe. Pero está claro que Dios en Sí mismo permanece infinitamente trascendente en su infinito Misterio.
   
El conocer y el pensar
   
¿Quién ha penetrado el pensamiento del Señor? (1 Cor 2,16)
   
----------La posición de fondo de Barzaghi radica en el distinguir dos tipos de actividades del intelecto humano: el conocer y el pensar. En el conocer hallamos la concepción tomista de orientación realista, que se vale de la obra de la conceptualización para la construcción de la ciencia, estructurada según las necesidades lógicas.
----------El pensar, en cambio, es visto como libre e indeterminado movimiento o impulso infinito del intelecto basado en la autoconciencia originaria, claramente de matriz cartesiana, a la vez precedente a la conceptualización y posterior a ella, teniendo por objeto el Absoluto. En tal modo el pensamiento, para Barzaghi, es la "condición de posibilidad de los conceptos" (Más allá de Dios, p.66): el intelecto parte con el pensamiento y precisamente con la autoconciencia, pasa a la conceptualización, que sería el conocimiento y, en la experiencia mística, supera los conceptos y retorna al pensamiento no conceptual.
----------Barzaghi habla entonces de un "pensamiento puro", que sería el "Absoluto", y todos nosotros podríamos a voluntad elevarnos a este pensamiento puro, que, como lo describe Barzaghi, no es otra cosa que el pensamiento divino, pensamiento coincidente con el ser, acto de pensar la totalidad del ser pensado, autoconciencia originaria metaconceptual o preconceptual. Pero -podríamos preguntarnos- si el hombre de por sí puede elevarse al pensamiento divino, ¿qué queda del saber sobrenatural de fe?
----------Para Barzaghi es muy simple: "Fe y razón dicen la misma cosa, porque son la misma cosa: son idénticas. Y su identidad consiste precisamente en el pensamiento puro, el saber metaconceptual previo a las distinciones de la evidencia y de la inevidencia debidas a la conceptualización.... Como fides qua creditur, la fe es meta-conceptual, como la misma visión beatífica y como el mismo pensamiento absoluto o acto puro de pensar o puro pensar... También la fides quae creditur... es metaconceptual" (Más allá de Dios, p.68).
----------Entonces, si la fides qua, o sea la fe con la cual se cree y la fides quae, o sea aquello que creemos, son atemáticas y metaconceptuales, ¿para qué sirven los dogmas y el Símbolo de la fe? ¿Para qué sirven el Magisterio de la Iglesia, la Sagrada Escritura, la Tradición, el Catecismo y la teología? ¿Solo para causar una buena impresión frente a la comunidad eclesial? ¿Para repetir fórmulas convencionales? ¿Para tener un lenguaje creativo? ¿Para recibir el estipendio de docente? ¿Para publicar libros y para dar conferencias? ¿Para poder disfrutar de las ventajas económicas de la comunidad o de la parroquia?
----------Barzaghi da más importancia al pensar que al conocer. Y se entiende por qué: porque como buen idealista quiere dar primacía al pensamiento sobre la realidad. Lo que quiere decir que su voluntad rechaza someterse a lo real, a estar vinculada por el objeto, sino que quiere ser libre para pensar lo que quiera, para establecer él el objeto. Que es precisamente la propiedad del pensar. Un pensamiento también puede ser genial, pero para no ser una pura forma de excitación mental, es verdaderamente genial sólo si penetra, intus legit, objetivamente en el corazón de lo real: y esta es la tarea del saber.
----------Esta distinción de Barzaghi puede valer en cuanto el pensar puede efectivamente proponerse objetos de libre elección, incluso inexistentes, mientras que el conocer o saber está vinculado a lo real y debe adecuarse a lo real. Yo puedo pensar lo que quiero, como también dice Kant, pero puedo conocer sólo lo que estoy obligado o necesitado (o por evidencia o por demostración) a conocer, si quiero estar en la verdad.
----------Por otra parte, no es cierto que, como dice Barzaghi, al conocer corresponda el intelecto posible, del cual habla Tomás, mientras que al intelecto agente correspondería el pensar, como pensar absoluto. El pensar absoluto para Tomás es propio solo de Dios, mientras que el pensar humano es relativo a la finitud del intelecto humano. Y por otra parte, el intelecto agente para Tomás no tiene un objeto y por lo tanto no tiene por objeto ni el ser ni el Absoluto. El intelecto agente, como veremos, es solo la luz del intelecto que nos hace ver. Pero el intelecto que ve y conoce es solo el intelecto posible. Esta es la enseñanza de santo Tomás.
----------Pero luego está el problema práctico -del cual Barzaghi no habla para nada- y es que para la correcta praxis no basta el pensar, sino que es necesario el saber objetivamente qué cosa está bien y qué cosa está mal. Nuestro pensar, dejado libre, tiende a inventarse él lo que está bien y lo que está mal. Pero, dadas las consecuencias del pecado original, no está dicho que lo que pensamos o queremos sea bueno, lo sea realmente y objetivamente. Para establecer esto, es necesario conocer y razonar sobre datos objetivos, no basta con pensar. Por consiguiente, Barzaghi no se da cuenta que el conocer es más importante que el pensar. El pensar debe estar fundado en el saber y no a la inversa. La autoconciencia es un saber, no es un simple pensar. Para alcanzar la realidad no basta pensar, es necesario el saber. Esto vale también para el pensar divino. Dios capta la verdad de aquello que crea porque lo conoce, no por el simple pensarlo. Su simple pensar se refiere a las ideas divinas, a los posibles, no necesariamente realizados. El pensamiento puede tener por objeto también lo que no existe: el saber tiene por objeto lo existente.
----------Pensar, ciertamente, es tan importante como proyectar, idear, imaginar posibilidades. Pero luego, para juzgar acerca de lo verdadero y de lo falso, de lo bueno y de lo malo, no basta que yo piense: debo conocer y saber, para poner en práctica en el debido modo, en la manera adecuada y correcta, lo proyectado o pensado, para mi verdadero bien. La moral no puede ser regulada con el simple pensar. Por lo tanto, la ley moral no es un simple objeto de pensamiento, sino que debe ser conocida. No debe ser inventada, sino descubierta. El pensamiento inventa, la ciencia descubre.
----------Pensar en Dios no quiere decir todavía saber que existe. Se puede verdaderamente pensar en Dios sólo después de haber descubierto en la realidad que existe. Y esta es la tarea del conocimiento, no del puro pensar. Y lo que cuenta no es el Dios pensado, sino el Dios real. Si no, ¿quién me impide idear por mi cuenta un Dios según mis gustos? No basta que yo piense en Dios, aunque sea con un concepto correcto de Dios, para saber que existe, sino que debo mirar a la cara a la realidad. Es ella, no mi pensar, la que me dice que Dios existe, porque Dios es causa de la realidad, no un producto o una hermosa idea de mi pensamiento.
----------Pensar no es suficiente para captar la verdad objetiva, si no se conoce. La tesis de Barzaghi debe, por lo tanto, ser invertida. La verdad viene del conocer antes que del pensar, porque se basa sobre la realidad y no depende de la voluntad, si no es la voluntad divina. Ciertamente, es sugestiva la expresión leopardiana en L'Infinito: "interminati spazi... nel pensier mi fingo" (infinitos espacios en el pensamiento me finjo). Pero esto no quiere decir todavía captar la realidad.
----------Y la misma mente divina ciertamente piensa lo posible, pero cuando Dios crea, conoce lo que crea y su mismo intelecto se vincula a sí mismo al objeto y, aunque lo haya querido Él mismo y en tal sentido el objeto sea fruto de su pensamiento, sin embargo Dios mismo nos da el ejemplo de adecuación de su intelecto a lo real, enseñándonos como se debe respetar la realidad, aunque la hayamos creado nosotros mismos.
----------Por cómo Barzaghi describe el pensamiento, es fácil reconocer el pensamiento divino: es pensar idéntico al ser, precisamente así como Dios es su pensar. Sin embargo, es algo sorprendente que tal identidad del pensamiento con el ser venga atribuida al pensar humano, cosa que produce graves consecuencias, de las cuales Barzaghi parece no darse cuenta: 1°) que el ser puede ser también material, por lo cual identificar el pensar con el ser lleva a materializar el pensamiento; 2°) identificar el ser con el pensamiento o con lo pensado conduce a desvanecer la materia en lo simplemente pensado y confundir la realidad con las propias ideas. 3°) el desvincular el pensar del concebir conduce en moral a la voluntad a desprenderse, quizás bajo pretexto de "mística", de cualquier norma moral, evidentemente formulada en conceptos y, por lo tanto, a sustituir la voluntad de Dios por la propia. Es cierto que el plano conceptual no es desdeñado. Pero entonces solo sirve como tapadera para obtener el consenso social y para los propios asuntos terrenos, pero íntimamente el sujeto se reserva el pensar y hacer todo aquello que quiera independientemente de cualquier referencia a lo real y a Dios.
----------En segundo lugar, parece que Barzaghi conciba la actividad intelectual humana como explicándose en dos grados o escalones, o como surgiendo de dos fuentes: una, fuente originaria y la otra, fuente derivada. El hombre parece tener de su propia voluntad la facultad, cuando ello le agrada o le conviene, para salir del primer escalón humano al segundo escalón divino o bien puede, a su antojo, expresarse en modo originario, o sea divino y en modo derivado, o sea humano.
----------El grado o escalón más bajo y la fuente derivada corresponden al realismo de santo Tomás; el grado más alto y la fuente originaria del pensar son las ideas de Severino. Está claro que el intento de Barzaghi al presentar estos dos niveles del pensamiento es un intento educativo y liberador, es decir, es el de mostrar el pensamiento humano al vértice divino de su realización, en modo tal manera que mientras el pobre Tomás está hecho para la mentalidad del perito mercantil y del vendedor ambulante, quien quiera llegar al vértice de la gnosis debe seguir al insuperable Severino, del cual Barzaghi es humilde intérprete. Quien quiera vivir en la banalidad cotidiana que siga simplemente a santo Tomás. Quien aspire a ser un genio, siga a Severino.

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