martes, 5 de octubre de 2021

El sacerdocio católico, los sacerdotes cismáticos, las concepciones heréticas del sacerdocio y la validez de las ordenaciones (1)

Las próximas ordenaciones presbiterales en la Arquidiócesis de Mendoza, constituyen una buena ocasión para reflexionar acerca del sacramento del Orden en la Iglesia católica. Además, y en razón de algunas recientes intervenciones de la Santa Sede, también parece útil considerar la situación de los sacerdotes cismáticos. Aunque quizás el punto más importante a aclarar es el de las actuales concepciones heréticas del sacerdocio y la validez o nulidad de las ordenaciones. Lo haré en tres notas sucesivas.

La cuestión de la validez de las ordenaciones sacerdotales
   
----------Las enseñanzas del papa Francisco acerca del sacerdocio católico, especialmente en lo relativo a las particularidades concretas del desarrollo de la vida del sacerdote católico en las actuales condiciones del mundo, han sido reiteradas. Sin embargo, no se ha visto durante el actual pontificado el esperado esclarecimiento acerca de diversas concepciones heréticas sobre el sacerdocio, que se difunden libremente no sólo a nivel académico y en los institutos de formación sacerdotal, sino también y lamentablemente a nivel del pueblo fiel. En ciertos casos, tales concepciones heréticas, hay que decirlo con franqueza, llegan a hacernos preguntar seriamente sobre la validez o sobre la nulidad de ciertas ordenaciones sacerdotales. Por otra parte, el reciente motu proprio Traditionis custodes, ha destacado la existencia de un sedicente sacerdocio "católico" que, en realidad es un sacerdocio cismático, el cual, de hecho, también está presente en la jurisdicción de la arquidiócesis mendocina, lo cual ha motivado interrogantes que algunos fieles nos hacen llegar.
----------La explícita referencia que el Santo Padre ha hecho en Traditionis custodes a la condición cismática de ciertos sedicentes católicos, y las dudas y preguntas que ello ha originado en estos meses, recuerda lo ocurrido hace unos seis años atrás, cuando el Papa decidió conceder, con motivo del Año Santo de la Misericordia, a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, el poder confesar válidamente a los fieles; decisión del Papa que también originó dudas e interrogantes en muchos fieles. Se daba así la ocasión, por una parte, de intentar esclarecer los poderes del Romano Pontífice sobre la disciplina del sacramento del sacerdocio y, por otra parte, la de intentar esclarecer el concepto mismo católico del sacerdocio contra falsas concepciones, a tal punto erróneas o heréticas que, aceptando las cuales, es posible no solo convertir en ilícita, sino incluso inválida la ordenación sacerdotal. Hoy también es buena la ocasión para esas aclaraciones.
----------Una ordenación presbiteral o episcopal, de hecho, puede ser ilícita, si se hace o se recibe sin autorización o por cismáticos o por excomulgados o por turbios motivos o perversos propósitos. Pero si el ordenante y el ordenado se basan en un concepto correcto del sacramento del Orden, está claro que, supuesto que el rito de la ordenación sea celebrado según las reglas, dicha ordenación es válida. Y por consiguiente, las eventuales censuras canónicas que existieran, pueden ser eliminadas.
----------Pero si, aparte de la posible buena fe o recta intención, el ordenante o bien el ordenado parten de un concepto erróneo del Sacramento del Orden, es evidente que la ordenación es inválida, aún cuando después el ordenado pueda seguir ejerciendo su ministerio durante toda la vida. Y esto muy bien puede suceder así incluso cuando el rito de la ordenación se haya celebrado con todos los permisos en regla y desarrollado la ceremonia de forma impecable y perfecta: aún así sigue siendo una hipócrita puesta en escena, que engaña a los presentes en la ceremonia, comenzando por los mismos protagonistas de la ceremonia ritual.
----------Debería estar bien claro, por lo tanto, que la ordenación realizada por un obispo contaminado de un falso concepto del sacerdocio, es nula, así como es nula la ordenación de un clérigo que es ordenado sin que él posea un concepto verdadero del sacramento del sacerdocio. De manera similar es nulo el matrimonio de dos, un hombre y una mujer, que se casan sobre la base de un falso concepto del matrimonio.
----------En cuanto a las ordenaciones anglicanas, ellas son nulas, porque es insuficiente la fórmula de la ordenación; pero también es evidente que la ordenación anglicana es nula, porque supone un falso concepto del sacerdocio. Lutero también ordenó "obispos" creyéndose un nuevo san Pablo; pero es claro que esas ordenaciones fueron nulas. Por ende, todo se reduce siempre a una cuestión de verdad.
----------Por el contrario, las ordenaciones de los clérigos Ortodoxos orientales son válidas, porque tienen un correcto concepto del sacerdocio, tanto es así que el mismo Catecismo de la Iglesia Católica hace suyo una parte del rito bizantino de la ordenación sacerdotal (n.1587). Sin embargo, sigue siendo cierto que los Ortodoxos orientales son cismáticos, es decir, no están en plena comunión con Roma: un caso similar al de los sacerdotes, también cismáticos, de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.
----------Ahora bien, más allá de la condición cismática de tal Hermandad, debemos decir, con toda franqueza y conocimiento de causa, que una cosa sobre la que no se debe dudar acerca del pensamiento de monseñor Marcel Lefebvre, tal como resulta de sus explícitas declaraciones, muchas veces repetidas en el decurso final de su vida, es su perfecta adhesión al concepto católico del sacerdocio, como sagrado ministerio de la Nueva Alianza, objeto de la divina Revelación custodiada por la Iglesia, ministerio que habilita al sujeto para el anuncio oficial de la Palabra de Dios, para la administración de los sacramentos y de modo particular para celebrar el sacrificio de la Misa y para administrar el sacramento de la penitencia.
----------De hecho, es sabido que monseñor Lefebvre aceptaba todas las enseñanzas tradicionales de la Iglesia sobre el sacerdocio, en particular las del Concilio de Trento, y también las del propio Concilio Vaticano II, en la medida en que estas enseñanzas reflejan la "Tradición" (dejando de lado, por el momento, su errónea concepción de la Tradición). La ortodoxia de esta visión del sacerdocio le fue confirmada por la misma Santa Sede, al haber Roma reconocido la validez de las ordenaciones presbiterales y episcopales realizadas por monseñor Lefebvre y por la Fraternidad San Pío X, a pesar de haber irrogado la excomunión al propio Lefebvre por haber hecho las ordenaciones sin el permiso de Roma y por lo tanto ilícitamente.
----------No obstante los errores heréticos en los que lamentablemente el obispo francés cayó, y a pesar de su decisión cismática, tan dañina para la Iglesia, un mérito que, sin embargo, es necesario reconocerle a monseñor Lefebvre, durante mucho tiempo digno obispo y sucesor de los Apóstoles, es la viva percepción que tenía de la sacralidad del sacerdocio (sacer-dotium, don sagrado), como sacramento (sacramentum, res sacra) cardinal para la edificación de la Iglesia, edificada sobre los cimientos de los apóstoles.
----------El concepto de lo sagrado deriva de la religión romana (sacrum) y significa aquello que pertenece a la divinidad. Implica la idea de lo inviolable, de lo elevado, de lo venerable, de lo poderoso. Suscita amor y al mismo tiempo temor. De ahí la formación de muchos términos de la religión: sacri-ficium, sacer-dos, sacra-mentum, con-secratio. Así tenemos el lugar sagrado, el tiempo sagrado, las vestiduras sagradas, los objetos sagrados, la Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición, la sagrada liturgia, los sagrados cánones, la ordenación sagrada. Además, el Concilio Vaticano II se define a sí mismo como "sacrosanto Concilio". Hubo un tiempo en que las Congregaciones de la Santa Sede eran las "sagradas" Congregaciones; algo similar sucedía con las Órdenes religiosas, como por ejemplo la Orden Dominicana era la Sagrada Orden de los Predicadores. Graves pecados contra lo sagrado son la desacralización, el sacrilegio y la profanación.
----------Lo sacro o sagrado pertenece a Dios en las cosas, en las fórmulas, en las personas, en los objetos, en las instituciones, en los edificios, en los tiempos y en los lugares. Se diferencia de lo santo (sanctum), que en cambio dice una relación espiritual con Dios, por ejemplo, la gracia o la caridad.
----------Se distingue de lo profano (pro-phanum), espacio frente al phanum, es decir, al templo. El prophanum se refiere a lo humano, a lo natural, a lo mundano, a lo terreno; mientras que lo sacro es el ámbito de lo divino, de lo celestial, de lo sobrenatural y de lo religioso. Tanto lo sacro como lo profano pueden ser santos. Pero ambos pueden también no ser santos. Estas indicaciones pueden ayudarnos a comprender la sacralidad del sacerdocio y de la vida consagrada y la profanidad de la vida laical y secular.
----------La caridad, principio de la santidad, es ciertamente el alma de la Iglesia, ya que es el principio base y la raíz primera de la vida de la Iglesia y, por lo tanto, es el tesoro más precioso de la Iglesia, el valor supremo y el más alto nivel de la vida y de la praxis eclesial, superior por lo tanto al ministerio sacerdotal, que es el ministerio sacro, la mediación, el canal y el trámite o medio ordinario y sacramental de la gracia y de la caridad, aunque esto no impida a Dios el donar la gracia también sin los sacramentos.
----------En efecto, la sagrada liturgia, como momento en el cual se actúa sacramentalmente nuestra salvación, se confunde con la misma caridad fraterna recíproca y hacia Dios y de Dios hacia nosotros: fons et culmen totius vitae christianae. En tal sentido el sacerdocio es la mediación y la fuente sacramental de la gracia y de la caridad.
   
El equívoco de monseñor Lefebvre
   
----------El trágico error en el que cayó Lefebvre, ciertamente por un sutil engaño del demonio (para engañar a un obispo, Satanás emplea sus mejores fuerzas), ha sido el formarse en su mente una tan inamovible como errónea convicción, de que las enseñanzas del Concilio Vaticano II, que a él le parecían contaminadas por una mentalidad laicista, liberal, modernista y antropocéntrica, hubieran en consecuencia comprometido la altísima y tradicional dignidad del sacramento del Orden sagrado, degradándolo y esclavizándolo a la profanidad, a la bajeza, por no decir a los errores del mundo moderno. De ahí su rechazo a las enseñanzas del Concilio, al menos a las innovadoras, que le parecían contrarias a la "Tradición". Llegó al punto de creer que con el Concilio la Iglesia hubiera perdido el sentido del valor del sacerdocio y por tanto de la Misa, tal como habían sido definidos por el Concilio de Trento; por lo cual se sintió en el deber de asegurar la existencia del sacerdocio ordenando obispos que garantizaran su supervivencia en el futuro.
----------Aquella decisión del papa Francisco hace seis años, para el Año Santo, confirmaba implícitamente la idea que Lefebvre tenía del sacerdote y del obispo y presuponía su validez. Es este el motivo que justificaba la concesión pontificia de jurisdicción a los confesores de la Fraternidad. El Papa, por lo tanto, con esa decisión, permitía a esos sacerdotes actuar o ejercitar válidamente una potestas clavium que en raíz ellos ya poseen, en cuanto sacerdotes válidos. Esto debía ser para ellos alegría y consuelo, pero era también una clara invitación a abandonar el cisma y recuperar esa comunión con Roma de la que aún carecen.
----------Como es sabido, la consecuencia de la disposición de la Santa Sede contra monseñor Lefebvre en 1988 había sido que las confesiones administradas por los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X no son válidas, porque el confesor está privado de jurisdicción, estando excomulgado, en cuanto seguidor de monseñor Lefebvre. De hecho, es sabido que, para la misma validez de la confesión, el confesor debe obtener del ordinario diocesano la regular jurisdicción sobre el penitente.
----------Por su parte, los líderes de la Fraternidad San Pío X, tal como lo expresó monseñor Bernard Fellay, en aquel tiempo rector de la Hermandad, utilizando un expediente ya usado por monseñor Lefebvre, han declarado a todo aquel que quisiera escucharlos, que los confesores de la fraternidad, a fin de remediar la falta de jurisdicción que vuelve inválidas sus confesiones, se valen de las facultades concedidas por el Derecho Canónico, incluso a sacerdotes excomulgados, para los casos de emergencia.
----------Sin embargo, lo que no convence en este razonamiento de los líderes de la hermandad lefebvriana es que pongan entre los "casos de emergencia" el hecho de considerarse tan necesario para los fieles, como si se tratara de moribundos o náufragos, que no pueden encontrar por otros modos un confesor. En la realidad de los hechos, hasta hoy, los sacerdotes lefebvrianos parecen precisamente considerarse a sí mismos los únicos dignos de confesar en medio de una Iglesia desviada y corrupta, dicen ellos, guiada por un Papado modernista, una Iglesia formada por sacerdotes indignos o falsos, incapaces de confesar. Es sabido, de todos modos, y esto para el consuelo de los fieles, que el fiel que se confiesa a un sacerdote sin jurisdicción, sin saber de ello y de su significado, es en todo caso absuelto, pero no en virtud de la absolución dada por el confesor, que es nula, sino gracias a la misericordia divina, que perdona incluso sin el sacramento.
----------Monseñor Lefebvre, por otro lado, siempre como se desprende de sus declaraciones, repetidas desde los años '70 hasta su muerte, cayó en la herejía, en cuanto juzgó infectada de protestantismo la Misa novus ordo querida por la reforma conciliar. Lefebvre, por lo tanto, consciente del valor del sacerdocio y de la Misa para la subsistencia de la Iglesia, pero al mismo tiempo convencido de que Roma se había descaminado en su Magisterio, consideró, por su expresa declaración, que debía proveer al bien de la Iglesia, conservando aquella que según él era la verdadera y única Misa, o sea el rito vetus ordo. Para ello consagró obispos sin el permiso de la Santa Sede. Y la excomunión en la cual incurrió tuvo, por lo tanto, como motivo último, no tanto el gesto ilícito incluso citado en los documentos oficiales de la Iglesia, sino ante todo la idea de que la Misa novus ordo no fuera válida. Error herético que, junto a otros, los lefebvrianos siguen sosteniendo.
----------Por no haber tenido todo esto en cuenta, ocurrió hace seis años que algunos, ante la decisión del papa Francisco de conceder jurisdicción para confesar a sacerdotes caídos en cisma y en herejía, quedaron algo perplejos, por no decir contrariados, preguntándose: ¿cómo es posible que el Santo Padre conceda la jurisdicción para confesar a sacerdotes herejes, que juzgan herética la Misa novus ordo?
----------Ahora bien, respecto a esta cuestión, es necesario considerar que el error en el cual han caído los sacerdotes lefebvrianos no concierne al modo con el cual ellos conciben su sacerdocio y el sacramento de la confesión. Y también su impugnación de la Misa no es rechazo de la Misa como tal, sino de la Misa reformada por voluntad del Concilio. Y, siempre a propósito de aquella decisión del papa Francisco, se podría recordar que estos sacerdotes confiesan sin tener jurisdicción, por lo cual sus confesiones de por sí no son válidas. Por ende, si el Papa les ha concedido la jurisdicción, al menos durante el Año Santo del 2006 (y parece que también después), eso quiere decir entonces que ellos, en todo cao, poseen al menos en raíz, en cuanto verdaderos presbíteros, el poder de remitir los pecados, por lo cual la decisión del Romano Pontífice en 2006, les permite implementar a ellos válidamente tal poder.
   
Concepciones heréticas del sacerdocio
   
----------Lo que debe ser destacado a letra clara, y que quisiéramos que fuera alguna vez destacado por la propia Sede Apostólica, es que el problema serio hoy en la Iglesia no es tanto el de un sacerdocio como el lefebvriano, que al fin y al cabo, en la Iglesia reúne una cantidad insignificante de fieles y sacerdotes y que, en todo caso y sobre todo, es un sacerdocio válido, aunque se trate de un sacerdocio cismático.
----------El problema serio y mucho más grave, es más bien el de una concepción herética del sacerdocio, de hecho inmensamente más extendida que la concepción lefebvriana, ciertamente problemática, pero sustancialmente ortodoxa; mientras que tenemos, en el frente opuesto, una concepción herética, que en muchos casos corre el riesgo de hacer de presupuesto para muchas ordenaciones presbiterales y quizás incluso episcopales, ya que, si esa concepción es adoptada por el ordenante o por el ordenado, no puede no causar una ordenación nula, incluso si se concede con todos los permisos y requisitos ceremoniales, jurídicos y litúrgicos y se celebra con el rito más solemne y fastuoso.
----------Es ciertamente una cosa triste o incluso escandalosa la ordenación de un sacerdote herético y rebelde para la Iglesia, como es el lefebvriano, pero al fin de cuentas, se trata de una ordenación válida, porque, en la hipótesis, ese individuo sabe lo que es el sacerdocio y cree en ello, y se puede prever que desarrollará con celo su ministerio. Y el celo de los sacerdotes lefebvrianos es proverbial.
----------Pero con toda probabilidad, como por otro lado demuestran los hechos de estos últimos cincuenta años, con las infinitas deserciones que los han acompañado, es algo mucho más preocupante, reprobable y escandalosa la actividad de un sacerdote, cuya ordenación haya sido inválida a causa de la concepción errónea del sacerdocio en el ordenado y quizás a veces también en el ordenante.
----------Un sacerdote válidamente ordenado, que sin embargo no está en comunión con la Iglesia, siempre puede corregirse haciendo leva en su sacerdocio y tratando de vivirlo bien. Pero un sacerdote que parte de una idea equivocada del sacerdocio, no importa si está exento de censuras canónicas, y quizás con encargos eclesiásticos, o aprobado por sus superiores e incluso apreciado por muchos, y externamente en "comunión" con la Iglesia, ¿de cuáles daños no será capaz para sí mismo y para los otros?
----------¿Qué puede esperarse de un sacerdote de tal cualidad por cuanto respecta al fiel desempeño de su ministerio? Y si es cierto que provoca indignación o dolor el fenómeno del lefebvrismo herético y cismático, el horizonte que se abre o se deja vislumbrar ante la posibilidad o la existencia verdadera o probable en todos estos años de muchísimas ordenaciones inválidas, como "humo saliendo del abismo" (Ap 9,2), es aterrador y catastrófico, suscitando un escándalo y una indignación indeciblemente mayores.
----------Sabemos que el Concilio Vaticano II reafirma con absoluta claridad la doctrina tradicional del sacramento del Orden, con particular referencia a los grados jerárquicos del episcopado y del presbiterio, mostrando la relación del uno con el otro: "El Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo, en que 'no todos los miembros tienen la misma función' (Rom 12,4), entre ellos constituyó a algunos ministros que, ostentando la potestad sagrada en la sociedad de los fieles, tuvieran el poder sagrado del Orden, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados (aquí el Concilio se refiere al Concilio de Trento, Ses. XXIII, cap.1 y can.1, Denz. 1764 y 1771), y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres. Así, pues, enviados los apóstoles, como El había sido enviado por el Padre, Cristo hizo partícipes de su consagración y de su misión, por medio de los mismos apóstoles, a los sucesores de éstos, los obispos, cuya función ministerial fue confiada a los presbíteros, en grado subordinado, con el fin de que, constituidos en el Orden del presbiterado, fueran cooperadores del Orden episcopal, para el puntual cumplimiento de la misión apostólica que Cristo les confió" (Presbyterorum ordinis, n.2).
----------La Lumen Gentium, por otro lado, da la definición tradicional de la sacramentalidad del episcopado (n.21) y del presbiterado (n.28), siempre aclarando las recíprocas relaciones.
----------De esta doctrina del Vaticano II emergen tres cosas fundamentales, para tener una idea correcta del sacerdocio. Primera, el sacerdocio no tiene origen en la Iglesia, sino en Cristo, sumo y eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, como participación en el sacerdocio de Cristo. Segunda, sacerdocio y apostolado son dos conceptos que se reclaman entre sí, de modo que, en sustancia, el apóstol en el sentido verdadero, pleno y propio es solo el obispo, que disfruta de la plenitud del sacerdocio. El obispo es el que en la Iglesia, por la Iglesia, en nombre de la Iglesia, pero no de la Iglesia, sino de Cristo, goza de la plenitud del poder apostólico. Tercera. Esto significa que, cuando en el Credo se proclama la "apostolicidad de la Iglesia", no se entiende que en ella todos sean apóstoles en sentido formal y sacramental, sino sólo los obispos, sucesores de los apóstoles y naturalmente los sacerdotes, que participan de su poder.
----------Por consiguiente, se puede ciertamente y se debe hablar de "apostolado de los laicos", pero sólo en un sentido analógico, sin que ello implique en absoluto aquellos poderes apostólicos, es decir, sacerdotales, que son propios exclusivamente del obispo o de los presbíteros o incluso de los diáconos. Estos últimos, en efecto, están ya revestidos del sacramento del Orden, y tienen ya poderes que los laicos no poseen, aunque sean religiosos; sino que, como enseña el Concilio Vaticano II, los diáconos no son llamados sacerdotes, porque no tienen el poder de celebrar Misa y de confesar.

4 comentarios:

  1. Berengario de Tours5 de octubre de 2021, 9:34

    Fr Filemón,
    lo suyo es una fotografía lúcida de la situación.
    Espero ansioso la continuación...

    Et dixit illis: Hoc genus in nullo potest exíre nisi in oratióne et jejúnio

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    1. Gracias, fr Berengario, por tu consenso.
      Espero no defraudarte en la continuación.

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  2. Padre Filemón, hay un párrafo en el que usted dice que "la idea de que el Misa novus ordo no fuera válida" es en Monseñor Marcel Lefebvre, un "Error herético que, junto a otros, los lefebvrianos siguen sosteniendo".
    ¿Podría aclararme qué otras herejías sustentan los lefebvrianos?

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    1. Estimado Anónimo,
      como bien debes saber, la declaración de doctrina herética corresponde al Magisterio de la Iglesia, pero nada impide que, salvada la debida prudencia y hechas las indagaciones y estudios, desde la teología se pueda argumentar sobre una doctrina herética. Por ende, soy de la opinión, basada en fundados argumentos que repetidamente he expuesto en este blog, que de los escritos y declaraciones de mons. Marcel Lefebvre se pueden recabar al menos tres herejías, las correspondientes a: 1) el Concilio Vaticano II, 2) los Papas del postconcilio, y 3) la Misa reformada por Paulo VI. Eso como mínimo. Para los detalles me remito a todo lo que he publicado sobre este tema.
      Ahora bien, hablando de los lefebvrianos, o seguidores del arzobispo francés, pueden existir otros errores con censura de herejía, que habrá que discernir puntualmente, dado el progreso del Magisterio en estos cincuenta años.

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