miércoles, 6 de octubre de 2021

El sacerdocio católico, los sacerdotes cismáticos, las concepciones heréticas del sacerdocio y la validez de las ordenaciones (2)

Focalicemos hoy nuestra mirada en las características de la crisis del sacerdocio católico a partir de los años del postconcilio, para tratar de identificar sus causas.

La crisis postconciliar
   
----------Inmediatamente después del Concilio Vaticano II, a causa de una abusiva referencia al propio Concilio, y en particular a la doctrina del Pueblo de Dios, se han difundido conceptos erróneos del sacerdocio, en los que se evidencia la influencia protestante y modernista, por el método incorrecto de referirse al Nuevo Testamento, sin tener en cuenta las aclaraciones, los desarrollos y las explicitaciones aportadas subsecuentemente a lo largo de los siglos por el Magisterio de la Iglesia hasta nuestros días.
----------De tal modo, algunos teólogos, por ejemplo Schillebeeckx y Rahner, sobre la base de una interpretación protestantizante de la doctrina del Pueblo de Dios de la Lumen Gentium, han propuesto un modelo de sacerdocio o, como prefiere decir Schillebeeckx, de "ministerio", en el cual viene a menos el aspecto sagrado y sobrenatural, original y característico del sacerdocio, para hacer emerger exclusivamente las virtudes cristianas y humanas, personales y sociales, comunes a todo bautizado, de modo que el sacerdocio no aparece ya como una vocación distinta de la del laico o, un estado sublime, en cierto modo separado (clero, kleros) del mundo, por encima del estado secular y del mismo estado religioso, un don celestial, una gracia, un oficio, una función, una tarea, un servicio, un ministerio, un poder sacro, que se agrega desde lo alto a la naturaleza (piénsese sólo en el carácter sacerdotal), sino que el sacerdocio se concibe simplemente como la expresión de un especial y más generoso compromiso o empeño humano, aunque siempre en la fe y en la caridad.
----------Gianfranco Morra [1930-2021], fallecido recientemente, agudo y famoso sociólogo católico de la religión y fino observador de los fenómenos sociales, notaba ya en su libro de 1964, "L’eclissi del sacro", este fenómeno, que se acompañaba por el declive del sentido religioso y por la propagación del secularismo.
----------Vengamos a los dos autores citados. Mientras Schillebeeckx simplemente ha eliminado la idea de lo sacro en el sacerdote, a quien él prefiere llamar "ministro", para sustituir esa idea con la de "presidente de la comunidad", Rahner propugna, como veremos, una "sacralidad" del sacerdocio como raíz y vértice de lo profano mismo, y un "profano" que es sólo aparentemente profano, pero que en realidad es sagrado, transparente transposición en el plano moral de su concepción de lo sobrenatural como presuposición trascendental-atemática, y a la vez como presupuesto trascendental-atemático y como actuación y vértice de la naturaleza categorial-empírica, y de lo divino como raíz, vértice y "horizonte" de lo humano.
----------El sacramento del Orden, por lo tanto, en estas visiones, no es entendido como una gracia dada a algunos, que se suma al común y ordinario ser cristiano, secular o religioso, sino simplemente una acentuación o desarrollo del común ser bautizado, por lo tanto radicalmente o potencialmente presente en todos. De ahí la negación, como en Lutero, de la "distinción de grado y de esencia" entre sacerdocio común de los fieles y sacerdocio ministerial, aunque claramente reafirmada por el Concilio.
----------Parece, en esta visión secularizante, para nada conforme al Concilio, que la tarea del sacerdote ya no sea la de "ángel" o mensajero (como dice el profeta Malaquías: "Los labios del sacerdote deben guardar la ciencia y de su boca se busca la instrucción, porque es el mensajero del Señor de los ejércitos", Mlq 2,7) y mediador entre la tierra y el cielo, que ya no sea la de poner en comunicación la tierra y el cielo, y por tanto, que ya no sea la de subir, "al monte" (he aquí el símbolo de los siete escalones del altar) más cerca del cielo, para así hacer descender sobre los hombres los dones recibidos del cielo.
----------Por el contrario, en esta falsa visión rahneriana y schillebeeckxiana, la función del sacerdote es arrancada del horizonte de la virtud de religión y de la liturgia, que significa culto divino y ofrenda del sacrificio, y transportada al ámbito de lo social o a lo máximo de la "caridad", con la excusa de que el sacerdote debe ser ejemplo de dedicación al prójimo y de virtudes humanas.
----------El sacerdocio viene a ser así privado de su misión apostólica, como representante y embajador del Magisterio de la Iglesia (esto, aunque en medida inferior, es también un vicio de los sacerdotes y obispos lefebvrianos) por lo cual su predicación acaba siendo inspirada por un biblicismo protestante, por los teólogos modernistas y por un profetismo demagógico, anti-institucional y anti-jerárquico.
----------Pero también los sacerdotes y los obispos lefebvrianos merecen un reproche, aunque menor, por el hecho de que se refieran en su enseñanza, únicamente a la "Tradición", olvidando que existe también la Escritura, ambas, Tradición y Escritura, mediadas e interpretadas por el Magisterio de la Iglesia.
----------Es interesante, al respecto, cómo esta subversión del significado del sacerdocio se refleja en los términos mismos del lenguaje, donde por ejemplo no se habla ya de "ministerio sagrado" o "sagrada ordenación" o "sagrado altar" o "vestiduras sagradas", etc.
----------Así también ha desaparecido el adjetivo "piadoso", que en otros tiempos ha sido un adjetivo muy estimado y usado para elogiar en particular al sacerdote. Sin embargo, este término, que tiene un pasado ilustre, siendo la pietas ya entre los antiguos romanos la virtud de la religión, y aunque sea un don del Espíritu Santo, hoy ha desaparecido casi por completo del uso, y difícilmente podemos imaginar que un futuro Papa pudiera llamarse Pío XIII. De modo similar, raramente se habla hoy de "expiación" (ex-piatio), aunque el Nuevo Testamento caracterice con este término el sacrificio de Cristo. También su término opuesto "impío", por más que defina muy bien los pecados contra la religión, se ha vuelto muy raro. Incluso en muchas traducciones de la Biblia, en los Salmos ha sido sustituido por la palabra "malvado", que es mucho más genérica (no así la versión del padre Levoratti, que en gran medida conserva el término impío).
----------En la situación actual, el sacerdote, que ahora prefiere llamarse "pastor" sobre la base de un biblicismo protestante, sigue siendo siempre un hombre espiritual, mistagogo, dedicado a la oración y a la Palabra de Dios, pobre entre los pobres, rico de virtudes humanas, pero para la función específica e insustituible del sacerdote (que es la administración de los sacramentos) se mantiene a menudo una práctica arbitraria, descuidada, precipitada, superficial, escenográfica y meramente convencional. Así sucede que uno se puede encontrar al sacerdote que, si le va bien, celebra Misa en shorts y camisa de colores.
----------Bajo el influjo de una interpretación secularista y profanadora del misterio de la Encarnación, la tarea actual del sacerdote parece ser entonces la de descender de un supuestamente artificioso pedestal celestial, donde se encontraba en la sociedad teocrática del pasado, al nivel de los hombres y en medio de los hombres, como si el deber del sacerdote de acercarse a los pecadores, a los pobres, a los pequeños y a los humildes estuviese obstaculizado por la sublimidad espiritual del sacerdocio, mientras que Cristo mismo, modelo divino del sacerdote, es precisamente su maestro en la humildad.
----------Nadie niega que el Concilio Vaticano II haya remediado un cierto clericalismo amante del poder, egoísta, ostentoso e intrusivo, que trataba al laico con altivez y altanería. Pero hay que decir también que la nueva figura de sacerdote que nos propinan los modernistas es un sacerdote aparentemente disponible, al alcance de la mano, espontáneo y hasta desaliñado, pero que, sin embargo, cuando le tocan sus intereses y sus ideas, más o menos heréticas, no es menos autoritario y prepotente que aquellos párrocos del "decido-yo" que solíamos ver en el preconcilio, los cuales, al menos, eran fieles a la sana doctrina.
----------Esta mentalidad laicista y horizontalista está bien representada por el título de un libro de monseñor Luigi Bettazzi [n.1923], escrito hace unos cuarenta años: "E il prete divenne uomo", como si ser hombre fuera la meta del sacerdote o no ante todo buscar la santidad y ser más sacerdote. Es obvio que el sacerdote debe sobresalir en las virtudes humanas y que no se puede ser un buen sacerdote sin esta base humana. Recordemos que Bettazzi fue uno de los firmantes del recordado "pacto de las catacumbas").
----------Pero un libro que se escribe para sacerdotes o sobre el sacerdote no puede reducir el ideal del sacerdote a ser un hombre, de lo contrario, el ser sacerdote aparece o como un hecho postizo y convencional del ser hombre o sólo como el término último del crecimiento humano. Pero siempre en lo humano se permanece o para profanar al sacerdote o para sacralizar lo humano.
----------Para enamorar a los jóvenes al ideal sacerdotal, es necesario presentarles este ideal en su pureza, belleza y elevación características e insustituibles, sin ocultar los sacrificios, y sin reducir el ser sacerdote a un ideal meramente humano, horizontal y mundano, por más hermoso que fuere, o alabando más las cualidades humanas que las del sacerdote, de lo contrario éstas últimas aparecerán como un simple apéndice o prácticas de conveniencia, o haciéndole creer que, si es necesario, cualquier otro bautizado, incluso una mujer, puede hacer lo que él hace. En estas condiciones, el joven, que tiene poca inclinación a donarse o que está apegado al mundo o a sí mismo, preferirá un ideal meramente humano, o quien ya es sacerdote se preguntará qué lo ha llevado a hacerse sacerdote y si más bien no le convenga "hacerse hombre". Y así se explican hoy ya sea tanta escasez de vocaciones como tantas deserciones.
   
Caracteres de la crisis
   
----------Lo que asombra en sumo grado en todo el agitado debate post-conciliar sobre el sacerdocio, son tres cosas: primera, la osadía con la cual los falsificadores modernistas del sacerdocio se han atrevido a presentarse como referentes del Concilio; segunda, la necedad, terquedad intelectual, o falta de sabiduría de monseñor Marcel Lefebvre, que se dejó convencer de la corrección de la interpretación de los modernistas, llegando a creer que el Concilio, contagiado por el "modernismo", haya provocado la crisis de los sacerdotes; tercera, la enorme masa de católicos, fieles y pastores, los cuales, de un lado o del otro, han tomado por buena la interpretación modernista, no obstante los repetidos esfuerzos de los Papas en estos cincuenta años por explicar con muchos documentos e infinitos discursos el verdadero sentido del Concilio.
----------Como frecuentemente es necesario aclararlo, los modernistas, para obtener crédito, siempre se han escondido bajo la inocente y ciertamente honorable etiqueta de "progresistas". Pero el amor por el progreso es una cosa; mientras que el modernismo es otra cosa. Los lefebvrianos condenan en bloque a modernistas y progresistas porque no han comprendido el valor de la renovación conciliar.
----------Sin embargo, en una cosa (y es necesario decirlo con absoluta franqueza) ha fallado la autoridad romana; y esto, sin querer asignar precisas responsabilidades, es muy grave: a los pontífices del postconcilio les ha faltado una suficiente condena, clara y nominativa, de los mayores responsables de este colosal fraude, cuyos daños incalculables sacuden hoy a la Iglesia desde sus cimientos, haciendo que muchos pierdan la fe, aunque sabemos que portae inferi non praevalebunt.
----------Ya he indicado que son muchos los fieles que hoy pierden la fe. Al respecto, y aunque de hecho las razones de ello sean muchas, una de ellas es que muchos se sienten tentados a razonar de esta manera: somos creyentes porque creemos aquello que Roma nos enseña. Pero si la propia Roma muestra no creer lo que dice, no preocupándose por corregir a los que la contradicen, entonces eso quiere decir que Roma misma no cree lo que dice: ¿y entonces por qué nosotros deberíamos creerlo? Así que sigamos a los impugnadores de Roma, dado que Roma les deja hacer, y nos parecen más simpáticos.
----------Sin embargo, ha habido, entre otras medidas romanas de menor importancia, una intervención de la Congregación para la Doctrina de la Fe contra Edward Schillebeeckx en 1986, como veremos mejor más adelante. Sin embargo, Karl Rahner nunca ha sido tocado. Y aquí se ven en la justicia romana, no sabemos en razón de qué presiones o condicionamientos, dos pesos y dos medidas, porque, como veremos, la falsificación rahneriana del sacerdocio es aún más grave que la de Schillebeeckx.
----------Schillebeeckx, en efecto, sigue una concepción realista de la realidad, de la cual, debido a su naturalismo, resulta ciertamente una degradación de lo sobrenatural y de lo sagrado; pero se conserva la trascendencia de Dios. En cambio, la visión de fondo de Rahner, como veremos, está fundada en el panteísmo hegeliano, según el cual el hombre, en el vértice de su auto-trascendencia, consigue un poder divino.
----------Otra intervención importante ha sido la de la Instrucción sobre algunos aspectos de la "teología de la liberación" de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 1984 contra su concepción del sacerdocio, intervención que fue seguida por la condena de los errores de Leonardo Boff en la misma línea en 1985. Afirma el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el n.13: "Se trata de poner en duda la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia, tal como la ha querido el Señor. Se denuncia la jerarquía y el Magisterio como representantes objetivos de la clase dominante que es necesario combatir. Teológicamente, esta posición vuelve a decir que el pueblo es la fuente de los ministerios y que se puede dotar de ministros a elección propia, según las necesidades de su misión revolucionaria histórica".
   
La aventura de monseñor Lefebvre
   
----------Estas y otras claras y firmes intervenciones de la Iglesia, sin embargo, no fueron suficientes para tranquilizar a monseñor Lefebvre acerca de la fiabilidad de la autoridad romana y, sobre todo, acerca del total alejamiento de la Sede Apostólica de cualquier influencia modernista o protestante.
----------De modo que monseñor Lefebvre, hombre sinceramente amante del sacerdocio y consciente del carácter fundamental del sacerdocio en orden a la salvación de las almas y a la edificación de la Iglesia, por motivos difícilmente explicables o que tal vez podría descubrir quien hiciera un profundo análisis de su alma, de los sucesos de su vida o de la formación sacerdotal que él había recibido, no llegó a comprender el verdadero significado del mensaje conciliar sobre el sacerdocio y sobre la formación sacerdotal, en particular el valor pastoral de la reforma litúrgica, que ha conducido a una nueva forma ceremonial del rito de la Santa Misa, apta para volver más accesible y adecuada a los hombres de hoy la celebración de la Misa, evidenciando algunos aspectos que pueden ser útiles para el diálogo ecuménico.
----------De hecho, debido a una sorprendente ceguera en un obispo que ya se había dado a conocer y apreciar en la Iglesia por su celo y capacidad pastoral y misionera, Lefebvre creyó que la reforma hubiera aportado a la esencia de la Misa un cambio no accidental, sino sustancial, tal por ende para destruirla.
----------Sorprende muchísimo cómo a Lefebvre le haya venido en mente una monstruosidad de semejante calibre, cuando él debía saber con absoluta certeza que "protestantizar", como él decía, el concepto de Misa es herejía y que la Iglesia que había promovido esa reforma no podía haber caído en la herejía. El drama de Lefebvre y de sus seguidores, hasta el día de hoy, está todavía totalmente aquí.
----------Lefebvre, después del Concilio y hasta el final de su vida, ha permanecido desconcertado por el hecho de que la reforma conciliar ha acentuado en la Misa la imagen del "banquete", que recuerda la Última Cena, mientras que ha atenuado la simbología del sacrificio, que recuerda el hecho esencial de que la Misa es la renovación y la incruenta actualización del Sacrificio de la Cruz. Lefebvre pensó que esta referencia más clara a la Última Cena fuera un asentimiento a la negación protestante del sacrificio y una concesión a la idea protestante de la "Cena del Señor". Pero esta convicción lefebvriana es absolutamente falsa para quien se pone a examinar objetiva y atentamente el novus ordo Missae.
----------Por lo tanto, también nos quedamos sorprendidos y casi incrédulos que tantas almas, incluidos algunos obispos, lo hayan seguido y todavía lo sigan en sus errores, después de cincuenta años, durante los cuales todos los buenos católicos, comenzando por los Papas, se han esforzado de mil maneras por curar a los lefebvrianos de su obstinada ceguera y de su arrogante necedad, ridícula en sí misma.
----------Sin embargo, para comprender mejor la descriteriada decisión de Lefebvre y arrojar más luz sobre este drama, es necesario agregar otro importante elemento de juicio, no para justificar, sino para comprender y quizás incluso en parte para excusarlo. Me refiero a la bien conocida gravísima crisis del sacerdocio después del Concilio y al efecto que ella tuvo sobre el prelado francés. Y aquí se abre a nuestra mirada un cuadro que suscita preocupaciones muy serias y plantea interrogantes epocales, a los cuales no podemos sustraernos; este es un tema que trataré en la tercera nota de esta serie, mañana.
----------Monseñor Lefebvre, por su parte, tuvo una muy clara percepción de esta crisis del sacerdocio en el postconcilio, y efectuó un diagnóstico exacto de la misma, dados los justos criterios de los cuales disponía, pero lamentablemente se equivocó al atribuir las causas al propio Concilio Vaticano II, no tanto a los documentos del propio Concilio que tratan del sacerdocio o del episcopado, sustancialmente en línea con la Tradición, sino más bien a la influencia de los documentos de carácter innovador relacionados con el humanismo, el laicado y la relación con el mundo moderno de la Gaudium et Spes, a la concepción de la Iglesia como pueblo de Dios en la Lumen Gentium, al derecho a la libertad religiosa en la declaración Dignitatis humanae, al diálogo ecuménico en el decreto Unitatis Redintegratio, al diálogo interreligioso en la declaración Nostra Aetate, así como al diálogo con los no-creyentes auspiciado en la Gaudium et Spes.
----------Monseñor Lefebvre se opuso, justamente y teniendo toda la razón, a una concepción filo-protestante del sacerdocio, sobre todo aquella que idearon Schillebeeckx y Rahner. Sobre esto no podemos culparlo para nada. Y en razón de esto mismo, Roma debería tomar medidas más enérgicas y nominativas contra estas falsas concepciones, que desde hace décadas producen sus venenosos frutos.
----------Tal intervención, claro que preparada con la máxima competencia y prudencia, coraje y sentido de responsabilidad, tendría, hasta donde se puede vislumbrar, consecuencias de enorme ventaja para la Iglesia: Primera, liberar a la Iglesia de la morsa seductora del modernismo, que quisiera rebajarla al nivel de lo humano, para así poder ser dominada por los más fuertes poderes internacionales.
----------Segunda, quitar a los lefebvrianos esa arma que ellos ejercen obstinadamente contra Roma, y que consiste precisamente en su correcta denuncia del sacerdocio modernista, todavía insuficientemente condenado por Roma. Llegados a este punto, uno no puede menos que pensar que este gesto de Roma, no podría no generar satisfacción en la hermandad lefebvriana y provocar un acercamiento suyo a Roma.
----------Lo único que faltaría a los lefebvrianos, como último paso para que abandonen el cisma y la herejía en los que actualmente viven, sería la plena aceptación de las doctrinas del Concilio: punto, este, sobre el cual, evidentemente, Roma no podrá jamás ceder, así como en cambio sí podrá dar a la Fraternidad una prueba de justicia, equidad, sabiduría y buena voluntad con la condena del modernismo, calamidad de nuestro tiempo, remitiéndonos al camino abierto por el papa san Pío X hace más de un siglo.
----------Roma por su parte, en cambio, podrá revisar, modificar o corregir determinadas disposiciones pastorales o disciplinarias que, ante la prueba de los hechos, se han revelado insuficientes o inadecuadas para nuestro tiempo. En tal sentido, podrían ser retomados ciertos usos o prácticas del pasado, invocados por la hermandad lefebvriana, que dieron buen fruto, por ejemplo en la liturgia o en el gobierno pastoral del obispo o en la relación del obispo con el Papa, o en la represión de la herejía o en la práctica del ecumenismo o del diálogo interreligioso o en la conducción de las misiones.

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