lunes, 25 de octubre de 2021

La aberración de un tradicionalismo sin esperanza

Todo cristiano debe ser para su prójimo un testigo de esperanza. También lo pretende este blog: transmitir esperanza, invitando al lector, miembro viviente del Pueblo de Dios, a vivir esta virtud teologal que san Pablo sitúa entre la fe y la caridad (1 Cor 13,1-8), cual punto de unión y amalgama: la fe y la caridad no son ni siquiera pensables, sin la amalgama de la esperanza. Todo auténtico católico está llamado a vivir en plenitud la virtud de la esperanza, y crecer en esa virtud significa estar cada vez más libre de las mezquindades que provienen del "yo quiero", para estar cada vez más atado a "lo que Dios quiere de mí".

La Iglesia, y el bipartidismo herético y cismático
   
----------Junto a mis artículos dedicados a individualizar las manifestaciones del renacido modernismo que en las últimas décadas viene socavando los cimientos de la fe de la Iglesia en nombre de un mal llamado progreso (que no es el verdadero progreso querido por el Concilio Vaticano II), me he ocupado también de las manifestaciones del minoritario pero insidioso pasadismo, corriente en la que ciertos incompetentes que se autodenominan miembros del mundo de una mal llamada y peor comprendida tradición, están asumiendo cada vez más el papel de teólogos o canonistas o historiadores de la Iglesia, sin tener ni la formación ni la madurez necesarias a la hora de abordar determinados temas complejos en revistas o en libros o en grandes sitios webs o en pequeños blogs personales, sumando a su evidente incompetencia la presunción farisaica, el fanatismo y acaso el peor de sus defectos, que es la falta de libertad derivada de su voluntaria cerrazón en la burbuja de la ideología desde la cual abordan temas fundamentales para la fe del cristiano, haciendo un daño enorme (de igual o mayor gravedad que el de los neo-modernistas) a todos aquellos devotos católicos que muchas veces acaban en buena fe tomándose en serio las falacias de sus desequilibrios.
----------Quizás pueda resultarle útil al lector un dato que, si bien es de poca monta, también es indicativo: a juzgar por las actuales estadísticas de este blog, a diferencia de los artículos en que me refiero al pasadismo, siempre muy visitados, en cambio, aquellos en los que me refiero al actual modernismo tienen un número de visitas mucho menor. La misma diferencia cuantitativa se nota en los escasos comentarios que hacen los lectores o en los mensajes que recibo en mi casilla email: mientras casi todos provienen de sedicentes "tradicionalistas", son poquísimos los lectores que manifiestan perfil de modernistas.
----------Me sentiría más contento si concitaran mayor interés mis artículos sobre el modernismo rahneriano o schillebeeckxiano o kasperiano o barzaghiano o martiniano, porque son las herejías modernistas las más difundidas hoy en la Iglesia, siendo también las más sutiles, las más arduas de individualizar y de combatir. En cambio, gozan de mayor audiencia mis notas sobre el pasadismo, ya se trate del lefebvriano o filolefebvriano o sedevacantista o benevacantista o viganiano: un mundillo minoritario comparado al primero, y cuyas herejías son más obvias y burdas, aunque tan insidiosas y dañinas como las primeras.
----------Sea como sea, y dando por sentado que las estadísticas son las que me indican quienes son mis lectores y que a ellos debo dedicarme, por consiguiente, insistiré en éste y en otros artículos de esta semana acerca de los errores del pasadismo, o como lo quieran llamar: lefebvrismo y todos sus afines. ¿O acaso deberíamos decir mejor: los errores del tradicionalismo? Quizás. Porque hay otros que no vacilan en hablar directamente de los errores del progresismo, y entonces, ¿deberíamos decir que tanto el progresismo como el tradicionalismo son negativos, son dos errores, dos desvaríos, dos aberraciones, dos fuerzas dañinas?
----------Por mi parte, siempre me he esforzado para que mis lectores comprendieran que existen un sano tradicionalismo y un sano progresismo en la Iglesia, pero mi impresión es que pocos entienden que, en el fondo, mi intención es de pastoral benevolencia hacia quienes o bien más sensibles a la conservación, o bien más sensibles a la renovación (ambas tareas esenciales en la Iglesia) están más tentados por los extremismos. Pero me pregunto si no será el momento ya de abandonar como dañinas las denominaciones de tradicionalismo y progresismo, considerando a ambas peligrosas o en el fondo erróneas y dañinas.
----------De todo esto trataré en próximas notas. Sea como sea, no discuto palabras sino conceptos. A quienes les gusta llamarse progresistas, no tengo problemas con que lo hagan, pero reclamo que den pruebas de estar alineados en el progreso deseado por el Magisterio de la Iglesia, y no en el de aquellos que en estos cincuenta años han malinterpretado de modo modernista al Concilio Vaticano II; y no tengo problemas con quienes quieran llamarse tradicionalistas, pero pido que den pruebas de conocer y custodiar la auténtica tradición, y no en cambio su patética caricatura defendida por lefebvrianos y afines.
   
El tradicionalismo y su index librorum prohibitorum
   
----------No se ilusione el lector: no daré aquí ningún Index de autores tradicionalistas o libros tradicionalistas o revistas tradicionalistas o portales tradicionalistas o blogs tradicionalistas, que todo católico honesto y devoto debería prohibirse a sí mismo leer o visitar. La labor que intento hacer en este blog es ante todo labor teológica, por lo cual soy plenamente consciente que debo evitar, en la medida de lo posible, la mención de casos individuales, sobre todo por razón de caridad pastoral, tratándose de individuos que aún están en condición de convertirse de sus errores, se trate de herejías o cismas. Claro que también soy consciente de mi deber de no callar los nombres de los responsables en los casos en que se trate de errores notorios, públicos, y de gran difusión en el seno de la Iglesia, en el pasado y en el presente, se trate del lado modernista o del lado pasadista. De hecho, frecuentemente hago mención de notorios cismáticos y herejes de uno y otro partido hoy en pugna, individualizándolos claramente, pero sobre todo explicando sus errores.
----------Sin embargo, el hecho de que yo no mencione tal o cual autor o libro o revista o sitio web tradicionalistas, no quita que deje de advertir al lector, que se mueve cada vez con más dificultades en los actuales escenarios eclesiales, la necesidad de evitarlos, de modo general, cuando advierta claramente su faccismo ideológico. Lo digo seriamente y sin pena de escándalo, pues, en cualquier caso, cualquier libro de ciencia ficción o la más anti-cristiana producción hollywoodense, serán menos dañinos que las fanta-teologías y fanta-historias de la Iglesia, difundidas por estos tales, agobiados por prejuicios ideológicos, fanatizados y carentes de la más básica formación teológica; pues en todo caso cuando leemos o vemos ciencia ficción, la leemos o vemos, sabiendo lo que es, vale decir, ficción, mientras que hay católicos que pueden confundir lo que estos tales escriben o dicen, con verdadera fe o verdadera teología o verdadera historia de la Iglesia.
----------No lean lo que escriben quienes instrumentalizan, por ejemplo, a san Pío X para llevar agua al molino de los lefebvrianos y desarrollar una ideología anti-Concilio Vaticano II. Una invitación similar es la que hago para que no lean las conjeturas "teológicas" engañosas de quienes llegan, por ejemplo, a conferir la suma sacralidad a un accidente externo como es el latín en la Misa, y ponen en insostenible discusión la autoridad del magisterio doctrinal del Vaticano II y de los Romanos Pontífices del post-concilio.
----------Estas personas a quienes trato en lo posible de no mencionar, son o pueden ser ejemplares en muchos aspectos de su vida, pero a la luz de lo que trasuntan sus obras, imbuidos como están por una misión que conciben limitante, son al mismo tiempo individuos peligrosos: frecuentemente incapaces de escuchar, más allá de sí mismos, a los buenos maestros, salvo a aquellos que les dicen lo que quieren escuchar o a aquellos que, siendo malos maestros y viviendo en el error (la herejía o el cisma) aprueban lo que a menudo piensan mal y dicen mal. Frecuentemente son personas animadas por la seriedad humana, los buenos modales, y con las mejores intenciones, pero que hacen casi siempre su caballo de batalla de la sagrada liturgia, aunque no tengan claro el concepto metafísico de sustancias inmutables y de accidentes externos, en sí y de por sí contingentes y mutables, incluida la lengua litúrgica (que sigue siendo un accidente externo) usado para transmitir la eterna sustancia inmutable del inefable Sacrificio Eucarístico.
----------Discurriendo acerca de la liturgia y, en particular, sobre el Novus Ordo Missae, estos tradicionalistas ideologizados no afirman a veces, no digo ya lo verdadero, sino ni siquiera lo probable, pues tan sólo expresan lo ideológico, siempre amañado de improbables teológicos. Algunos de sus escritos (o artículos, o videos) revelan carencias basilares tanto respecto a la dogmática o a la moral o a la historia de la Iglesia, sobre todo cuando se dejan llevar por afirmaciones dadas por conclusiones ciertas (o tomadas por ciertas, por muchos), que a su vez las hacen propias, al difundirlas como si fueran ipsissima verba Domini. Son abundantísimos los ejemplos para probar lo que estoy diciendo, y me extendería demasiado si los citara uno a uno.
----------El caso es que ciertos "tradicionalistas", en su modo de expresarse, sitúan las rúbricas litúrgicas del vetus ordo hasta por encima de los mismísimos misterios de la fe, cuando, por el contrario la realidad histórica indica que las rúbricas han surgido sólo por motivos y razones de pura contingencia y oportunidad pastoral, no por quién sabe qué arcanos misterios sagrados. Pues bien estas razones y motivos son lo que son: "accidentes externos", caracterizados como tales por la variabilidad o contingencia o mutabilidad, los mismos accidentes que este tipo de tradicionalistas del área lefebvriana y afín transforman en elementos sagrados, o, para decirlo con franqueza, en verdaderos ídolos: la idolatría del rubricismo. ¿Acaso hay quien puede dudar de que a estos tales, si fueran plenamente conscientes, se aplica aquella conocida invectiva de Nuestro Señor Jesucristo contra los fariseos: "¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!" (Mt 23,24).
----------Los artículos "tradicionalistas", que aparecen en agencias o sitios de sedicente información "vaticana" o "católica" o "romana", sin tener en cuenta aquellos que publican textos de clara expresión lefebvriana, con recurrente invitación al cisma y la herejía, muchas veces son artículos meritorios y tocan problemas que frecuentemente son reales y debieran concitar legítimamente la seria atención de los católicos honestos. Sin embargo, da la impresión de que estas personas parecen estar demasiado ocupadas escuchándose a sí mismas como para llegar a ser capaces de escuchar a los demás: es el llamado "sesgo psicológico autoconfirmativo". Son opinólogos que también se han formado sus propios pareceres, a veces respetables y legítimos, pero que defienden de una manera tan decidida y militante (¡siendo solo opiniones!) que no se molestan en escuchar a teólogos y pastores que podrían transmitirles mucho, si por su parte existiera una mínima voluntad de escuchar y eventualmente de acoger, en lugar de vivir drogados por la certeza de "poseer" una verdad que precisamente porque no se posee, se escucha humildemente y se sirve dócil y fielmente.
   
Ni subjetivistas ni fundamentalistas, sino servidores de la Verdad
   
----------Y esto hay que decirlo a clara letra: la Verdad es ofrecida en la Iglesia, con la Iglesia y por la Iglesia, no ciertamente acusando a la Iglesia de no ser fiel a la Verdad, vale decir, acusándola de traición y de apostasía. Esta clase de tradicionalistas desconocen que ciertos pensamientos y actitudes muy insidiosos surgen a menudo más allá de nuestra idea de Iglesia, porque cuando somos incapaces de proyectarnos con esperanza hacia el futuro, entonces nos refugiamos en el inmovilismo de un pasado vuelto estático que, como dicen ellos, es "un pasado que no debe pasar jamás". Para quien es incapaz de vivir con serenidad el presente y de vivirlo proyectado en la esperanza futura, no queda, por lo tanto, sino el refugio en el pasado, espantosa y terrible negación, de quien rechaza un elemento no precisamente secundario de nuestra fe: la Iglesia entendida como pueblo en crecimiento y en perenne camino hasta el retorno de Cristo al final de los tiempos.
----------Personalmente, nunca jamás me atrevería a presentarme, estando en mis cabales, como a menudo lo hace este tipo de "tradicionalistas", que se autroproclaman defensores de la auténtica Verdad y de la pura "Tradición que hoy la Iglesia ha traicionado y está haciendo desaparecer" (como ha escrito uno de ellos días atrás). En cualquier caso, un católico honesto, o un Obispo, o un pastor, o un teólogo, a lo sumo podrían presentarse como devotos servidores de la Verdad y de la Tradición, y siempre en los modos y formas en que la Iglesia nos manda servir a esa Verdad y a esa Tradición. Suele suceder, y las pruebas están a la vista, que estos campeones de la Tradición, adalides de nuevas sacrosantas restauraciones o de santas cruzadas o de nuevas batallas cristeras o de nuevas batallas de Lepanto, acogen sin problemas morales particulares en sus fundaciones y en sus Misas en rito antiguo, pequeños ejércitos de pluri-divorciados, e incluso no tienen ningún problema en aceptar a ricos benefactores de dudosísima moral pública, o bien han sabido utilizar, para mencionar un caso muy notorio de estos últimos años, a los pobres frailes Franciscanos de la Inmaculada con fines ideológicos, causándoles de ese modo un daño mayor, que podría haberse evitado.
----------Ya es hora de que estos tales reconozcan que su moral es a tal punto flexible y maleable, que son capaces por un lado de amenazar en sus catecismos a los adolescentes con ser asados en las llamas del infierno por pecados veniales, y por otro lado son muy indulgentes, o más bien ciegos, cuando se trata de la vida alegre de algunos de sus ricos mecenas, o de evitar predicar del "qué difícil será para los ricos entrar..." cuando quienes los escuchan son sus ricos "amigos y benefactores", o aseguran que nunca han tomado un centavo de la extrema derecha americana o europea, o de ciertos empresarios brasileños ricos, o de europeos que se enriquecieron como por arte de magia en Brasil, gracias a quienes poseen sus villas faraónicas (incluso con piscina olímpica junto a la capilla anexa, donde se celebra la Misa de san Pío V, al lado de las favelas). Y hacen todo esto sin el más mínimo rubor. Las palabras de Nuestro Señor no pasan: "¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!" (Mt 23,24-25).
----------En los '60 la Iglesia celebró su XXI Concilio Ecuménico, en el cual no todo ha salido bien, pero un hecho es cierto: que el Concilio celebrado por todos los Obispos del mundo bajo la autoridad de Pedro ha sancionado nuevas doctrinas que son vinculantes para todos los fieles, sobre todo para los obispos, los presbíteros, los diáconos, los religiosos y las religiosas. Usar el concepto de pastoralidad para llegar a decir: "al fin y al cabo ha sido sólo un concilio pastoral", no es solo erróneo sino teológicamente aberrante. Todos sabemos que al Concilio le siguió un post-concilio que en nombre de la interpretación o aplicación creó problemas, gracias a poderosos grupos de teólogos modernistas que a fuerza de escucharse sólo a sí mismos han caído también en la herejía, después de haber creado su propio concilio paralelo y sus propios dogmas.
----------Todos somos conscientes de que en el seno de la Iglesia estamos viviendo una crisis de fe que genera una terrible crisis doctrinal y en consecuencia una crisis moral; pero esto no significa afirmar erróneamente, como hacen los lefebvrianos y los cercanos a su área de influencia, que el problema es el propio Concilio Vaticano II y que el post-concilio padecido es su obvia consecuencia, porque esto equivale a afirmar que en el caso de que un adolescente le quite su Ford Focus a un conductor profesional, provocando un accidente y dañándose a sí mismo, a otras personas y al  propio coche, la culpa es de la planta de General Pacheco.
----------Me temo que algunos no quieran entender que el problema eclesial actual ya no es el Concilio Vaticano II o el post-concilio que a menudo ha malentendido al Concilio. El problema es que a la distancia de medio siglo de la celebración del Concilio, después de décadas de devastaciones operadas por lo mejor de lo peor de muchos teólogos, hoy hemos llegado al radical cambio de una época en el curso de la cual quedará sepultada la estructura eclesiástica tal como hasta hoy la habíamos entendido y vivido exteriormente, para proyectar hacia el futuro la Iglesia Cuerpo Místico de Cristo que vivirá hasta su regreso al final de los tiempos.
----------Los accidentes externos, metafísicamente hablando, primeramente han cambiado, luego han terminado por resultar ya inadecuados para preservar la inmutable y eterna sustancia del Verbo de Dios hecho hombre que se ha revelado naciendo del vientre de la Virgen María, muriendo y resucitando de la muerte; y que antes de ofrecerse en sacrificio ha fundado su Iglesia sobre la roca de Pedro, dándonos su perenne presencia viva por medio de la Eucaristía, su memorial vivo y santo, centro y corazón propulsor de la vida eclesial.
----------El peligro y la auténtica aberración del ambiente o burbuja del más extremo tradicionalismo es haber perdido este concepto metafísico basilar, terminando por creer que la subsistencia de la sustancia dependa de los accidentes externos de lo que ellos llaman "el pasado que no debe pasar" y que por ello debe ser inmovilizado, cristalizado, momificado, hasta el punto de considerar los accidentes externos como elementos eternos e inmutables; precisamente como si dependiera de ellos la sustancia eterna e inmutable. No es por casualidad que he usado en el título el término "aberración" teológica, entendida en el sentido etimológico del término: ab-errare, vagar o caminar fuera del camino de la verdad. Deben generarnos sentimientos de compasión esta clase de ab-errantes, o caminantes vagabundos.
   
El papa Francisco: enigma y misterio de fe
   
----------En la hora actual de la Iglesia, en la cual se está produciendo un radical cambio de época, la figura central y determinante es la del papa Francisco, este Romano Pontífice que agrada poco o nada a algunos católicos, pero que al mismo tiempo agrada a todos aquellos que han improntado o marcado su propia existencia sobre un vivir no-católico y un pensar no-católico. Ahora bien, que este Papa les guste sobre todo a los no-católicos ¿eso quiere decir que el papa Francisco no es católico? ¡Ridículo sería el solo pensarlo! Tan imposible como es imposible lanzar un dado y obtener un número mayor que seis.
----------Muchos que se sienten desorientados o avergonzados por algunos gestos del Santo Padre acaban diciendo: "este Papa no nos gusta" (como fue el título de un libro años atrás). Los ejemplos abundan en estos casi nueve años: el Papa que le abre las manos unidas a un monaguillo y le pregunta "¿se te pegaron las manos?", o que saluda con el pulgar alzado como si fuera Uncle Sam, o que se pone una nariz de payaso, o que en su visita apostólica a Filipinas saluda haciendo un par de cuernos (gesto que en la cultura filipina significa: "te amo"). Obviamente, no tengo dificultades en sumarme, sin temores ni falsos pudores clericales, a quienes opinan acerca de lo inapropiado que es el que tales gestos sean realizados por un Romano Pontífice para que sean reproducidos en fotografías y vídeos por todo el mundo.
----------Otra queja que a veces se escucha es: "este Papa no es adecuado". Sin embargo, si se lo piensa bien, serena y objetivamente, nadie puede considerarse adecuado para ser ni sacerdote, ni obispo, ni Romano Pontífice. Para ciertos oficios, en los cuales por divina gracia se encierra el misterio de la Iglesia misma y el misterio de los sacramentos de la gracia, nadie puede considerarse adecuado. Ni siquiera los santos fueron dignos de participar en el sacerdocio ministerial de Cristo o de convertirse en sucesores de la roca sobre la que Cristo mismo construyó su Iglesia. No hay que olvidar que el mismo Pedro era un hombre muy limitado, y en los Evangelios quedan de manifiesto todas sus debilidades y flaquezas. 
----------Entonces tratemos de ver la mencionada objeción desde otro punto de vista: ¿y si el Santo Padre nos echara en cara cuán indignos e inadecuados somos todos nosotros, comenzando por él, frente al misterio de la gracia del sacerdocio ministerial? ¿Y si detrás de las líneas, más allá de algunos de sus gestos, a veces desconcertantes, ha querido romper la pátina de todos esos elaborados accidentes externos, mutables, por medio de los cuales, a través de capas y capas de clericalismo solidificado y mezcolanza con los peores poderes mundanos, nosotros terminamos considerándonos incluso "adecuados" para aquello para lo que ningún hombre puede decirse que sea adecuado y digno? ¿Y si el Santo Padre quisiera disipar todas esas estructuras y oropeles que han acabado por ser usados no para dar honor y dignidad a la Santa Iglesia de Cristo, como debería ser, sino para dar más bien honor y dignidad a los eclesiásticos que se cubren a sí mismos de los beneficios que dan esos honores y dignidades, aprovechándose del único verdadero honor que debemos tributar siempre a la Iglesia de Cristo, para la cual ningún palacio, ningún metal, ninguna piedra, ninguna vestimenta, pueden ser suficientemente preciosos?
----------Inmediatamente después de su elección, aquel 13 de marzo de 2013 que todos recordamos, me describí (tan sólo para mí mismo) al papa Francisco como un enigma. Después de todo, cada hombre, a su manera, es un enigma, salvo para Dios. Hoy, casi nueve años después, sigo describiéndolo del mismo modo, pero con más madura certeza: detrás de este enigma está el Espíritu Santo, que todavía no sabemos cómo pretende obrar. Una cosa es cierta: el Espíritu Santo está obrando, somos nosotros los que todavía no somos capaces de descifrar su obra; quizás ni siquiera la descifra el interesado, el propio Papa, pues quizás tampoco él sea capaz de comprender los proyectos que Dios quiere cumplir por medio de él.
----------Causa tristeza el continuo aumento de blogs y revistas on line que trasuntan cripto-sedevacantismo o cripto-lefebvrismo detrás de su proclamado tradicionalismo. Es una blasfemia que estos sedicentes católicos titulen sus blogs o sitios web identificándose a sí mismos como información "católica" o información "vaticana" o pretendiendo ser agencias "romanas" de información o argumentando poner por delante de todo a la fe, y al mismo tiempo señalando al Romano Pontífice o a todo un Concilio Ecuménico celebrado cum et sub Pedro, como apóstatas y puntos de mira de sus insolencias e insultos.
----------También es descorazonador constatar la gran cantidad de blogs que anuncian, alientan y persiguen catastrofismos apocalípticos en la más adulterada acepción del término, porque el Apocalipsis de san Juan es el libro de la esperanza por antonomasia, que narra la gran victoria sobre el antiguo enemigo, el Anticristo, cuya derrota ya está escrita desde el inicio de los tiempos. El Apocalipsis es el triunfo de la fe, de la esperanza y de la caridad en clave escatológica. Y son muchos los responsables de propagar esta hipócrita mirada hacia el futuro de la Iglesia, personas que pretenden, con un pie, estar dentro de ella, pero con el otro pie, estar o con los lefebvrianos que idolatran ese "pasado que no debe pasar" o con los catatónicos sedevacantistas.
----------En uno de los numerosos sitios de esa "verdadera, dura y pura Tradición" leí hace algún tiempo la encendida perorata de un sacerdote cismático que, sin poder disimular las carencias de una currícula teológica y de una formación sacerdotal, acaso marcadas por cuatro simples fórmulas de la neo-escolástica decadente, por otra parte mal comprendida, explicaba que el actual Romano Pontífice era el "justo castigo dado por Cristo a la Iglesia por las desviaciones producidas durante el post-concilio".
----------Ahora bien, que en el post-concilio haya habido graves derivas es indudable. Los lectores que siguen este blog saben bien cómo y con qué argumentos señalo tales derivas, una a una. Que el actual Papa nos manifieste a veces sus humanas carencias, es indudable, y también los lectores de este blog lo han leído de mí. Sin embargo, afirmar que Cristo, a través del Sucesor de Pedro, castiga a su Iglesia, es un disparate de tales dimensiones que ni siquiera merece el calificativo de herejía. ¿Cómo pueden existir y encontrar seguidores, estas mentes a tal punto mezquinas, para afirmar que Cristo, a través de Pedro, sobre quien ha edificado su Iglesia, ha decidido castigar... a Sí mismo? Así es: ¡a Sí mismo! Porque la Iglesia es el Cuerpo del cual Cristo es Cabeza y nosotros somos sus miembros vivientes (o al menos procuramos serlo).
----------La Iglesia es de Nuestro Señor Jesucristo, no es de los Papas del período anterior al Concilio Vaticano II ni del período posterior. La santidad del Cuerpo de la Iglesia de la que Cristo es Cabeza, reside en ese poder de santificación que Dios ejerce por medio, y frecuentemente a pesar, de la condición humana. Por eso la Iglesia es definida por san Ambrosio como casta meretrix, santa y pecadora, mientras que el n.8 de la constitución dogmática Lumen Gentium dice: "Pues mientras Cristo, 'santo, inocente, inmaculado' (Hb 7,26), no conoció el pecado (2 Co 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (Hb 2,17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación".
----------Afirmar que la Iglesia es pecadora es engañoso, si ello es expresado fuera de un contexto tan claro como aquel al que se refiere san Ambrosio o la Lumen Gentium; porque los pecadores son sólo los hombres que la componen y que muchas veces la desfiguran.
----------No hay que sentir temor ni pudor clerical al admitir con dolor y honestidad que de muchos de nuestros seminarios y de muchas de nuestras facultades de teología salen sacerdotes drogados por las peores herejías modernistas, formados con los venenosos teologismos rahnerianos, schillebbeckxianos o kasperianos. Pero también hay que reconocer que desde el "santísimo" seminario de Ecône o de sus clones, salen, por lo que se ve a simple vista, inquietantes sacerdotes capaces de hablar de un Cristo que castiga a la Iglesia a través del sucesor de Pedro. Por eso me pregunto si en Ecône, donde recitan o cantan la professio fidei en espléndido y "sacro" latín, acaso no estén habituados a recitar palabras que suenan más o menos así: Et unam sanctam cathólicam et apostólicam Ecclésiam. ¿O deberíamos deducir que después del Vaticano II la Iglesia ha perdido su propia connatural santidad e indefectibilidad y ha dejado de ser el Cuerpo del cual Cristo es Cabeza, y que por ello ha sido castigada por Dios con el actual Pontífice? Porque, al fin de cuentas, afirmar que Cristo castiga a su Iglesia es tan teológicamente coherente como lo sería afirmar que Dios Padre, a través del sacrificio de su Hijo en la cruz, ha castigado al Hijo, y que el Espíritu Santo, en desacuerdo con semejante decisión, ha acabado a su vez por enfadarse, airarse, litigar, y finalmente ¡abandonar la Santísima Trinidad!
----------A todos los que se sienten incómodos o desconcertados con las narices de payaso o los cuernos del saludo filipino o el besar los pies de musulmanes, y tantos gestos del papa Francisco, les reitero: debemos ir más allá del hombre en sí y venerar la verdad de fe del misterio de la Iglesia edificada sobre Pedro, quien recibió su mandato de Cristo, y transmitió su propio ministerio de autoridad a todos sus sucesores. La Iglesia no es del papa Francisco, como antes no lo ha sido de Benedicto XVI, de Pío XII, ni de Pío X. No lo ha sido del mismo Pedro, elegido como su vicario en la tierra por el mismo Verbo de Dios en persona. La Iglesia es de Cristo y, en todo caso, está gobernada por el Espíritu Santo; y por mucho que haya sido desfigurada por los hombres, o pueda serlo, siempre seguirá siendo la Esposa santa e inmaculada del Redentor.
----------Durante la asamblea del Concilio Vaticano I, el beato Pío IX hizo plasmar estas palabras respecto a la relación entre fe y razón: "aunque la fe se encuentra por encima de la razón, no puede haber nunca verdadera contradicción entre una y otra: ya que es el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe, quien ha dotado a la mente humana con la luz de la razón [...] La fe y la razón no sólo no pueden nunca disentir entre sí, sino que además se prestan mutua ayuda, ya que, mientras por un lado la recta razón demuestra los fundamentos de la fe e, iluminada por su luz, desarrolla la ciencia de las realidades divinas; por otro lado la fe libera a la razón de errores y la protege y provee con conocimientos de diverso tipo. Por esto, tan lejos está la Iglesia de oponerse al desarrollo de las artes y disciplinas humanas, que por el contrario las asiste y promueve de muchas maneras" (sesión III del 24 de abril de 1870, capítulo IV: "Fe y razón").
----------Ciento veinte años después, el papa san Juan Pablo II, refiriéndose al magisterio de su predecesor, beato papa Pío IX, escribió en su magna encíclica Fides et Ratio: "La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo".
----------Hasta un cierto punto hemos usado la razón, con la cual hemos llegado a la gran puerta abierta de la fe, ahora, para cruzar la puerta de la esperanza más allá de la cual está Nuestro Señor Jesucristo, es necesario proceder con un verdadero acto de fe, que no es un actuar a ciegas, sino un actuar con esa certeza enteramente resumida en el Credo. En el papa Francisco debemos ver el misterio fundante de la Iglesia, sin quedar atrapados frente a la entrada de esta puerta abierta de par en par, quiero decir: atrapados por una nariz de payaso y un par de cuernos. Porque el Espíritu Santo está obrando y Cristo salvará de todos modos a su Iglesia. Y en un futuro, quizás cercano para mí o para otros, cuando se nos revelen los planes de Dios, entenderemos que también este Papa ha sido fruto de la gracia y de la misericordia de Dios. Por eso considero necesario suspender el razonable juicio humano y proceder sobre las alas de la fe, por lo tanto creer, venerar y seguir la Roca sobre la cual Cristo ha edificado su Iglesia.
----------Ojalá puedan ciertos tradicionalistas, apocalípticos cósmicos, descubridores de anticristos, cazadores de supuestas herejías papales, adoradores de rúbricas y de un pasado estático "que no debe pasar", indomables coladores del mosquito de sus valores no negociables totalmente subjetivos, pero al mismo tiempo profesionales tragadores de camellos, abandonar la lúgubre fascinación homocéntrica de Pelagio y seguir con fe el modelo de san Agustín de Hipona, viendo a pesar de todo y más allá de todo, la obra de Dios incluso en la persona pobre e inadecuada del papa Francisco, siervo de los siervos de Dios, que no está a la altura del Misterio, como no lo ha estado ningún Papa, como ocurre siempre con todos los nacidos en el pecado original y sujetos a las insidias del mal, pero potenciales y extraordinarios instrumentos de gracia y salvación.

4 comentarios:

  1. Con todo respeto, padre Filemón: no comprendo del todo a qué viene este duro ataque suyo contra los tradicionalistas.
    No quiero decir que no comprenda sus argumentos y sus razones. Comprendo todo lo que dice y lo comparto. Pero no veo la necesidad de esforzarse tanto.
    Mi pregunta es: ¿Son estos "tradicionalistas" verdaderos enemigos de la Iglesia?
    Es cierto que son anticuados, nostálgicos, atados a la religión aprendida en la familia, nacidos y criados con el Catecismo, y con todas sus categorías: los Mandamientos, los Sacramentos, los Preceptos, las Virtudes, los Dones del Espíritu Santo, las Obras de misericordia, etc.
    Entiendo que son hijos de su tiempo, y no soportan muy bien las novedades. Pero son buenos cristianos, devotos, frecuentan sus iglesias y sacramentos, rezan el rosario, promueven reparaciones, etc. Y además, muchos de ellos se quejan de "cambios", alteraciones en la enseñanza y en las costumbres de la Iglesia, que en muchos casos son cambios más que peligrosos.
    No son ningún ejército al que deba temerse. En la mayoría de las diócesis no existen, o su presencia es insignificante. Y además, por lo que se puede ver en internet, aún siendo numéricamente escasos, se caracterizan por tener poca afinidad entre ellos mismos: se dan muchas peleas, tienen raras alianzas, y mantienen odios irreconciliables. Y entre los lefebvrianos a los que usted menciona: ¿quienes son los verdaderos seguidores de Lefebvre, los que siguen a la Hermandad originaria o las varias sectas que se han apartado de ella, como los que siguen al obispo Williamson?
    A mí me dan la impresión de ser lo más parecido a centros de folklore tradicionalista, ¡más que una amenaza!
    Por otra parte, ¿quienes son sus referentes en la Iglesia? Todos son papas, cardenales y obispos fallecidos. ¿Alguno vivo?
    Como usted bien dice: estamos en el cambio de una era. Católico es quien avanza sobre las alas de la fe en virtud de la gracia que Dios le ha dado, y reza por la Iglesia de Cristo y por el Papa.

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    1. Estimado Aureliano,
      tendría Ud. perfectamente razón si se dieran los presupuestos que Ud. indica, y desquitarse con un "ejército" que fuera de semejantes características sería inútil y, de hecho, si así fuera, merecería que me reprochen por perder el tiempo en vano con quienes, río arriba y río abajo, como suele decirse, ni en el monte ni en el valle, de todos modos no razonan.
      Mi problema, como pastor al cuidado de las almas, es lo que trato de explicar en algunos pasajes del artículo: muchos fieles desorientados, en este nuestro clima eclesial de notable confusión e inestabilidad, son fieles que buscan respuestas o consuelo y van en buena fe a beber de esas fuentes, ignorando totalmente que son fuentes de agua envenenada.
      Solo por eso me siento en el deber de alertarlos, explicando que los libros de ciertos autores y que ciertas revistas on line, que ciertos sitios y que ciertos blogs de internet (que por ahora no considero necesario identificar por sus nombres) no son confiables; y que ciertos presuntos eclesiólogos, teólogos, canonistas e historiadores de la Iglesia... no son tales, son personas bien distintas que, bajo la prueba de los hechos, no conocen el Catecismo de la Iglesia Católica y, sin embargo, presumen conocer la doctrina católica y mostrar a los demás el verdadero camino de salvación.
      Por consiguiente, para muchos de nuestros buenos fieles he escrito este artículo, precisamente para evitar que confundieran a estos pequeños sinvergüenzas que componen estas "Armada Brancaleone" que hoy tenemos en la Iglesia, y las tomaran por el ejército de Ciro el Grande o de Alejandro Magno.
      Gracias por sus oportunos comentarios que siempre son tan pertinentes.

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  2. Estimado Filemón:
    Ante todo, aclaro que estoy básicamente de acuerdo con todo lo que usted dice, y le agradezco por la luz que me ha brindado en este como en otros artículos de su blog, para vivir en este tiempo tan lleno de confusión. Sinceramente, gracias. Pero...
    ¿Qué les decimos a los fieles divorciados que permanecen fieles a su matrimonio? ¿Y a los fieles homosexuales que tratan de mantenerse castos, pues piensan que su homosexualidad es un gran problema y que, si es practicada, entonces se vuelve un gravísimo pecado? ¿Qué le decimos a todos los católicos que, desde siempre, han estado habituados a mirar al Papa como al Romano Pontífice, y que, en estos años, ha sido sustituído por el Obispo de Roma? Y la Iglesia fundada por Cristo... ¿sigue siendo la Iglesia católica o bien no importa la iglesia a la que uno pertenece? ¿Y que le decimos a los millones de católicos oprimidos, puestos en fuga, encarcelados, asesinados, violados en todos los sentidos, incendiados, ahorcados, degollados en el desierto o en la plaza pública, crucificados... no solo por los fanáticos de Isis o de Boko Haram, sino también por las furiosas masas de musulmanes en todo el mundo?, ¿Qué les decimos a todos estos hermanos nuestros cuando el papa Francisco "se olvida" de acusar abiertamente a las franjas violentas del Islam?...

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    Respuestas
    1. Estimado Hilario,
      le agradezco por la indicación de esta serie de problemas bien precisos que, en forma de preguntas, Ud. ha individualizado y que, como bien comprenderá, requerirían una respuesta particular, tema por tema, y ​​una respuesta además bien articulada.
      Por mi parte, quizás pueda, en alguna futura ocasión, poner a disposición de nuestros lectores lo antes posible un artículo adecuado para explicar las cosas terribles que inevitablemente le sucederían a nuestros hermanos en la fe, católicos como nosotros, y cristianos no-católicos, que hoy están sometidos a persecuciones y matanzas en todo el mundo, si el Santo Padre se expresara con dureza contra ciertos regímenes y sanguinarios asesinos.
      Créame Ud., si el papa Francisco acusara a ciertas franjas marginales del Islam como algunos quisieran que hiciera, realmente pondría en grave riesgo a muchos de sus hijos en todo el mundo. Basta pensar en lo que sucedió bajo el pontificado de Benedicto XVI cuando, de manera tranquila y pertinente, el Sumo Pontífice hizo una alusión de carácter puramente histórico-teológico sobre el Islam en su célebre discurso de Ratisbona.
      De todos modos, ya he escrito en este blog varios artículos sobre el Islam, con algunas alusiones a lo que Ud. plantea. Intentaré no dejar pasar la oportunidad de abordar este tema nuevamente, cuando se presente la ocasión.

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