La verdadera oposición o verdadero contraste intra-eclesial no es entre los tradicionalistas y los progresistas (en este artículo, pues, estamos considerando esta vez estos dos términos en sentido positivo), sino entre lefebvrianos y modernistas.
Las ilusiones y los engaños de los modernistas
----------Los modernistas creen que el Papa está de su parte, por eso se consideran los favoritos del Papa, manifiestan por él una admiración inconmensurable, lo consideran un "progresista" y un revolucionario, se sienten los verdaderos intérpretes de todo lo que el Papa hace y dice, se sienten, en definitiva, la línea de avanzada de la Iglesia, la vanguardia, y, naturalmente, dicen ser los grandes realizadores del Concilio Vaticano II, incluso se consideran más avanzados que el propio Concilio.
----------Los renacidos modernistas se consideran como los miembros y actores, por no decir los protagonistas y los guías, junto con muchos obispos y profetas o pseudoprofetas, de la nueva Iglesia, que, según ellos, habría nacido del Concilio, es decir, una Iglesia "ecuménica", "abierta", ya no formada sólo por católicos, no "cerrada en su propia identidad", dicen, sino abierta también a los protestantes, ortodoxos, judíos, musulmanes, masones, liberales, idealistas, comunistas, budistas, hinduistas, agnósticos y ateos.
----------En efecto, los modernistas se basan en que todo hombre, según la teoría de Karl Rahner que ellos han hecho suya, es constitutiva y existencialmente, un "oyente de Palabra" y receptor o experimentador de la revelación divina (experiencia trascendental) a nivel inconsciente (cristiano anónimo).
----------Según esta visión ideológica modernista, la gracia de la revelación es una modalidad de ser del hombre (existencial sobrenatural). Los textos sagrados de las diversas religiones y las mismas filosofías, incluso ateas, son una interpretación o expresión temática, categorial y conceptual particular de esta revelación apriorica y trascendental preconceptual (Vorgriff).
----------El hombre en la vida presente no es creado en el pecado, sino que es creado en gracia. El pecado es sólo un acto subsiguiente y categorial, "aposteriorico", del libre albedrío, que no quita la gracia. El pecado original no es una culpa heredada o transmitida por generación desde una pareja primitiva, realmente existida en el pasado, sino que es una imagen etiológica de la culpa propia de cada uno de nosotros.
----------Para los actuales modernistas, la categoría fundamental que hace de coágulo entre tanta diversidad de hombres y de religiones, evidentemente, no podría ser el Evangelio expresado en los dogmas, dado que el dogma cristiano no es compartido por todos. Sino que es la modernidad, o mejor dicho: el hombre moderno. En efecto, para ellos, Dios está en la modernidad, no en el pasado. De todas maneras, se supone que todos están orientados hacia Dios, y por tanto se salvan, en modo temático o atemático.
----------Dicen los modernistas que esta unidad atemática y trascendental en la tensión hacia Dios se expresa temáticamente en los textos sagrados de las diversas religiones, culturas y filosofías, cada una de las cuales representa su propia imagen de Dios. El ateo niega a Dios temáticamente y conscientemente, pero en realidad el ateo también es teísta, claro que atemáticamente e inconscientemente.
----------Otra categoría fundamental de la nueva Iglesia que pretenden construir los modernistas, no es la unidad, que implica una identidad precisa, fija y exclusiva. Esto, según ellos, es el error de la vieja Iglesia preconciliar de los tradicionalistas. La unidad de la Iglesia es la simple convergencia ecuménica y pluralista de las diversas confesiones y de las diversas Iglesias cristianas. Y así tampoco la universalidad de la fe debe ser entendida como la adhesión de todos a una misma e inmutable proposición dogmática.
----------Según los modernistas, todo ello se trata de un grave error de los tradicionalistas, que se quedaron estancados en el viejo concepto griego objetivista de la verdad, por lo cual todavía no han recibido el giro al sujeto, o sea giro antropológico, producido con el Yo de Lutero y con el cogito de Descartes. En virtud del descubrimiento de Descartes, perfeccionado por Kant, no es el sujeto el que debe adaptarse al objeto, sino que es el objeto el que se adapta al sujeto.
----------De ahí el otro principio de los actuales modernistas, principio por el cual lo que es falso para mí puede ser verdadero para ti. Lo que es falso para Roma puede ser verdadero para los luteranos. Por consiguiente, no debo decir: estás equivocado, sino simplemente: tú no piensas como yo; por eso respeto tu idea. La herejía no es un error, sino solo un modo diferente de creer.
La concepción modernista del tradicionalismo
----------¿Cómo ven los modernistas a los tradicionalistas? Pues bien, los tradicionalistas, según los modernistas, son nostálgicos de la inquisición, defensores intransigentes de un pensamiento único, rígido y monolítico, fuera de la historia, incapaces de apreciar el pluralismo y la libertad de elección. Quisieran hacer desaparecer la singularidad de la persona en las abstracciones de la doctrina.
----------Después de todo, Hegel, nos dicen los modernistas, desarrollando a Kant y a Fichte, nos ha enseñado que no existe un real en sí, objetivo y universal; sino que lo real es lo racional, es decir, lo que yo, con mi razón o mi conciencia, considero o pienso que es real. El ser es lo pensado-por-mí.
----------Y, por lo tanto, cada uno es libre de interpretar la moral o la Biblia como le parece, sin tener que esperar el apunte o la guía de Roma. Los tradicionalistas, en cambio, según los modernistas, son cabezas incapaces de pensar libremente, y no saben cómo salir de la jaula del dogma o del Denzinger.
----------Hegel, a quien siguen los modernistas, ha enseñado que la verdad no es fija e inmutable, definida de una vez y para siempre, sino que evoluciona siempre. Lo que hoy parece herejía, mañana puede ser verdad. Los modernistas no entienden el progreso como mejor conocimiento o aplicación de valores o de verdades que son en sí mismos inmutables, sino como cambio del mismo valor y de la misma verdad.
----------Para los modernistas, no existen valores no negociables o irrenunciables. Nada se debe dar por descontado y todo puede ser puesto en discusión, excepto el sujeto, el cogito, del cual todo parte y al cual todo llega y que es la única certeza. Cualquier valor, incluso el alma, Dios y la fe, puede ser cambiado o permutado, puede ser objeto de tratativa, si ello me conviene, con el fin de afirmar el cogito o para salvar el pellejo o en obsequio a la modernidad. ¿Acaso no es cierto que Dios deviene, que el alma es una invención de Aristóteles y que los dogmas cambian? Por consiguiente, hoy es necesario pensar en las propuestas que nos pueden llegar, por ejemplo, y si viene bien, de los teólogos del ISIS.
----------De ahí ciertas convicciones de los modernistas en el campo moral, como, por ejemplo, que la homosexualidad sea una opción legítima, tanto como la heterosexualidad, que el divorcio sea una opción normal como la fidelidad conyugal, o que el aborto sea igualmente tan lícito como el procrear, o que la explotación del trabajador sea cosa tan normal como el respeto del contrato de trabajo, o que la vendetta mafiosa sea un modo como cualquier otro de hacer justicia, que la destrucción de la naturaleza valga tanto como el cultivo de los jardines o de las huertas o el cuidado de los bosques, y así sucesivamente.
----------Ciertamente nosotros, como católicos, podemos seguir a los modernistas, cuando atacan ese tipo de tradicionalismo, que viene dado por la mentalidad de aquellos católicos que están aferrados a la tradición como un conjunto de doctrinas, leyes, usanzas y costumbres que son supervivencias del pasado, superadas por el Concilio Vaticano II, tradiciones humanas que crean una situación de estancamiento y, en última instancia, una situación injusta, que hace de freno al progreso y a las necesarias reformas.
----------Esa actitud equivocada implica en este tipo de tradicionalistas el rechazo al necesario progresar, e implica la cerrazón a lo nuevo y a lo moderno tan solo porque es moderno, cosa que no es conforme a la voluntad del Espíritu Santo, que quiere guiarnos a la plenitud de la verdad y del bien. Hasta aquí, el rechazo de este tradicionalismo es ciertamente aceptable, compartible y necesario, e incluso obligatorio.
----------Excepto porque existe un "pero", sin embargo, porque los modernistas van más allá, donde nosotros ya no podemos seguirlos. En efecto, para los modernistas, la convicción católica tradicionalista de conocer, respetar y poner en práctica la Palabra de Dios trascendente, inmutable, invariable, perenne, supratemporal y eterna, con el relacionado deber de conservarla y transmitirla íntegra e inalterada, es juzgada por ellos infundada, por lo cual es despreciada y rechazada. Lo inmutable, para ellos, es una abstracción sin fundamento ni confirmación en la realidad, que es siempre concreta y cambiante.
----------Lo eterno, para los modernistas, o no existe o, si existe, no existe sino en el tiempo. Con la excusa de la Encarnación, lo Eterno separado del tiempo, a ellos les resulta inconcebible. El alma separada del cuerpo, con la excusa de la resurrección, a ellos les resulta inconcebible. Una verdad universal no puede ser captada en sí misma abstrayendo de sus aplicaciones o de las modalidades de sus realizaciones concretas.
----------Todo cambia y nada permanece. La realidad es un continuo devenir e historia. Los conceptos cambian, incluidos los dogmas. Según los modernistas, admitir una verdad inmutable y definitiva, como sería el dogma, quiere decir bloquear el progreso y la renovación del pensamiento y de la acción.
----------De este modo, el concepto modernista de tradicionalismo confunde bajo una única denominación dos realidades muy diferentes que de hecho son dos realidades en contraste: el tradicionalismo de los católicos que aceptan las doctrinas del Vaticano II y el tradicionalismo de los lefebvrianos, que las rechazan.
----------Ahora bien, el tradicionalismo no es necesariamente un atributo infamante o deshonroso o despreciable. Al contrario, en cuanto atención privilegiada y preferencial dada a la Sagrada Tradición, en cuanto relectura o reflexión de valores olvidados, siempre que se sepa componer en armonía con el respeto por la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, el tradicionalismo no es un simple y aburrido dejà vu, sino que es, en cambio, una elección completamente legítima y laudable, encomiable.
----------Por lo tanto, es necesario distinguir un tradicionalismo viviente, sano, dinámico y provechoso, de ese otro tradicionalismo exagerado, fosilizado, muerto y atrasado, obtusamente anclado en el pasado, que puede conducir también a salirse de la ortodoxia. Una cosa es el tradicionalismo de los sacerdotes que, antes de la promulgación del motu proprio Traditionis custodes, celebraban con igual devoción tanto la Misa novus ordo como la vetus ordo (y que esperemos puedan seguir celebrando en ambos modos), y otra cosa distinta es el tradicionalismo de los lefebvrianos, que no quieren saber nada de la Misa novus ordo.
----------De hecho, el primer tipo de tradicionalismo, que al fin de cuentas no caracteriza sino al católico en cuanto tal, que también puede optar por una opción progresista, es legítimamente profesado y practicado por una tendencia eclesial perfectamente católica, como por ejemplo la que profesan muchos sacerdotes que conozco y que he conocido a lo largo de toda mi vida, sacerdotes que armonizaban perfectamente en sus ideas y en su modo de vivir el respeto y el continuo abrevar en los valores a veces olvidados del pasado, con su continua búsqueda del progreso en el comprender y en el vivir la Palabra de Dios.
----------Este tradicionalismo ama recordar, invocar y profundizar los valores de la tradición, sin por ello menoscabar, descuidar, rechazar o despreciar ese "progreso" de la tradición misma, del cual habla el Concilio Vaticano II (Dei Verbum n.8), y que el mismo Concilio ha promovido.
----------La verdadera oposición o verdadero contraste intra-eclesial no es entonces entre tradicionalistas y progresistas (en esta nota, pues, estamos considerando estos dos términos en sentido positivo), sino entre lefebvrianos y modernistas. Por lo tanto, es necesario distinguir, en el campo del tradicionalismo, a los tradicionalistas equilibrados, moderados, doctrinalmente correctos, que son católicos normales, de esos otros tradicionalistas, los tradicionalistas lefebvrianos o filo-lefebvrianos, que son tradicionalistas exagerados, doctrinalmente defectuosos, en cuanto que no aceptan las doctrinas del Concilio Vaticano II.
----------Asimismo, de modo similar, en el campo del progresismo, es necesario distinguir los progresistas moderados, como por ejemplo Ratzinger, Maritain, Guitton, Guardini, Gilson, Journet, Piolanti, Parente, Congar, Daniélou y de Lubac, que son perfectamente católicos, de aquellos otros pseudo progresistas, que en realidad de verdad son modernistas, relativistas o historicistas, como Rahner, Schillebeeckx, Forte, Dupuis, Bordoni, Melloni, Kasper o Küng; quienes se declaran intérpretes del Concilio Vaticano II, pero deforman en diversos modos y medidas el significado de sus documentos en sentido modernista.
¿Qué hacer, entonces, en la presente situación?
----------A decir verdad, el diálogo más urgente e importante que hoy es necesario promover no es el diálogo con los protestantes, con los ortodoxos, con los judíos, con los musulmanes o con los no creyentes, todas cosas útiles y que se deben hacer; lo que urge es el diálogo intra-eclesial, el diálogo entre nosotros los católicos, porque hay en nosotros y entre nosotros divisiones doctrinales y morales gravísimas e intolerables.
----------No se sabe ya qué cosa quiere decir ser católico, porque cada uno pone bajo este título lo que le parece y le gusta, y por lo tanto las ideas más extrañas, extravagantes y contradictorias. Se va al supermercado de las religiones, se elige lo que se prefiere, se pasa del Obispo y del Papa, y a la caja a pagar, y luego en casa, con los productos adquiridos, se organiza el menú de la semana y se invita a los amigos.
----------Es urgente, por lo tanto, que nos reunamos todos en torno al Papa, Maestro de la Fe y supremo custodio y promotor en la tierra de la unidad, de la reconciliación y de la paz en la Iglesia, todos atentos y fieles a las líneas fundamentales de su servicio pastoral, sin plantarse a litigar por algunas de sus elecciones contingentes, ocasionales, que son y que siguen siendo discutibles con filial libertad de pensamiento, pero renunciando al mismo tiempo a toda necia adulación y a toda crítica malévola.
----------Me alegraré el día en que vea al cardenal Raymond Leonard Burke hacer las paces con el cardenal Walter Kasper, a Antonio Socci con Alberto Melloni, a Roberto de Mattei con Raniero Cantalamessa, a Enzo Bianchi con Antonio Livi, y a los líderes lefebvrianos con el Sumo Pontífice...
Hermosa e iluminadora reflexión. Gracias por este artículo Padre.
ResponderEliminarQuerida Herminia,
Eliminarme alegra que mis notas te sean de utilidad.
Por favor, ténme en cuenta en tus oraciones.
Padre Filemón de la Trinidad,
ResponderEliminarLe agradezco sinceramente por estas líneas verdaderamente "iluminadoras".
Al leerlas, entiendo perfectamente que esto es lo que necesitan nuestros tiempos de dramática confusión en la Iglesia, para poder hacer un "verdadero" discernimiento de los espíritus, entre Verdad y Mentira, como quiso originalmente San Ignacio de Loyola (y no como interpretan hoy algunos de sus falsos discípulos!).
Me atrevo a pedirle, entonces (a causa de grandes dudas que tengo desde hace años) un examen detenido, por su parte, de los "fundamentos filosóficos" que subyacen en los "cuatro postulados" presentes en Evangelii Gaudium del papa Francisco, ya que me parece que, profundizados a la luz de análisis detallados que he leído, se apoyan más en un pensamiento historicista e inmanentista de molde "hegeliano" que en un correcto enfoque tomista, como me parece haberle entendido a Ud... Y creo que aclarar esto sería suficiente para comprender las razones de tanta confusión hoy en la misma Iglesia, porque al adoptar a Hegel como presupuesto del pensamiento es inevitable que se formen dos "facciones" o dos bandos, de "derecha" e "izquierda" (si así los podemos llamar) como la historia nos ha mostrado en otros ámbitos... pues en tal caso la reconciliación que Ud. espera (¡y que yo también espero!) entre estos "opuestos" sería lamentablemente muy difícil de lograr...
¡Gracias de todo corazón por su importante labor! ¡Lo recuerdo en mis oraciones!
Estimado M.Argerami,
Eliminarel Papa debería corregir no solo a los lefebvrianos y filo-lefebvrianos, sino también a los modernistas, por ejemplo, a Bianchi, Melloni, Kasper, Ravasi, Barzaghi, Sosa, Paglia, Forte, Galantino, etc. El papa Francisco debería mostrar a ambas facciones, tanto a los abusivos tradicionalistas como a los abusivos progresistas, que tradición y progreso, fidelidad y renovación, dogma e historia, Concilio Vaticano II y Concilio de Trento, Misa vetus ordo y Misa novus ordo, no se oponen ni se excluyen entre sí, sino que por el contrario, son recíprocamente complementarios.
Solo dogma y herejía, odio y amor, gracia y pecado, Cristo y Beliar no se llevan bien ni están de acuerdo entre sí.
La persuasión de que los fundamentos filosóficos que subyacen en la Evangelii Gaudium puedan estar "apoyados más en un pensamiento historicista e inmanentista de molde 'hegeliano' que en un correcto enfoque tomista" no tiene fundamento, más allá de ciertas expresiones del Santo Padre que pueden dar lugar a malentendidos.
Yo también he examinado atentamente la encíclica Evangelii Gaudium, y, como filósofo y teólogo que he estudiado durante más de cincuenta años tanto a Hegel como a santo Tomás de Aquino, puedo garantizar que el Papa, aún cuando usa un lenguaje moderno no tomista, no puede ser sospechado de hegelianismo, que es una forma de idealismo historicista y panteísta que ha sido condenado en varias ocasiones por la Iglesia desde el siglo XIX, una filosofía que, más allá de algunos aspectos positivos, es incompatible con la fe católica. Por lo tanto, acusar al Papa de ser hegeliano es como llamarlo hereje, lo cual no es admisible.
En cambio, lo que he notado en esa encíclica es una profesión de realismo, donde el Papa sostiene el primado de lo real sobre lo ideal.
Por otra parte, también en la encíclica Evangelii gaudium, la polémica del Papa contra el "gnosticismo" (algo que ha sido completamente nuevo y más que oportuno en el Magisterio pontificio) es ciertamente una polémica contra Hegel, a quien ya Maritain había descripto como gnóstico en su Filosofía moral.
Un teólogo infectado de hegelianismo, como es sabido, es, en todo caso, Rahner. Por tanto, lo que los teólogos católicos han esperado durante mucho tiempo de la Santa Sede es la condena de los errores rahnerianos, que constituyen una interpretación modernista del Concilio Vaticano II, que ha causado y sigue causando tanto daño a la cultura católica y, en consecuencia, a las buenas costumbres morales, sin por esto dejar de reconocer los méritos del trabajo rahneriano.
En todo caso, la nota de respetuosa llamada de atención que se puede hacer al Papa, es una cierta falta de imparcialidad y de equidistancia en el modo en que él juzga la áspera y escandalosa controversia entre lefebvrianos y modernistas: el Papa es demasiado severo con los primeros, y demasiado indulgente con los segundos. Es una misericordia de sentido único, unidireccional.
Sigo este blog cada vez con más frecuencia e interés. Felicitaciones por todo lo que Ud. hace.
ResponderEliminarSobre el tema de este artículo, solo tengo una duda sobre la equiparación que se hace entre lefebvrianos y modernistas. Me pregunto si existe una lógica y una medida para afirmar que los primeros están tan lejos de Cristo y de la Iglesia como los segundos. Si los primeros tienen que revisar y corregir su concepto de la tradición, me parece que los segundos no solo cometen el mismo error que los primeros aunque de diferente manera, sino que también niegan las verdades básicas de la fe. Quizás me esté equivocando, pero sigo viendo más irregularidades en los que niegan la divinidad de María que en los lefebvrianos.
Estimado Carlos,
Eliminaren cuanto respecta a sus dudas sobre "la equiparación que se hace entre lefebvrianos y modernistas", si la equiparación se entiende simplemente en el hecho de que ambas corrientes tienen las características de cisma y de herejía, entonces la respuesta es afirmativa: son equiparables en cuanto a eso. Pero no son equiparables en cuanto que sufran el mismo carácter cismático o el mismo carácter herético.
Respecto al carácter cismático: los lefebvrianos son un cisma formal y explícito. No así los diversos grupos tradicionalistas filo-lefebvrianos que comparten las mismas ideas lefebvrianas: ellos implican un cisma material e implícito; al igual que la corriente modernista.
Respecto al carácter herético: no son equiparables lefebvrianos y modernistas, pues están aquejados de diversas herejías, algunas comunes. Acerca de las herejías modernistas, cuenta Ud. con una lista tentativa en este mismo artículo. En cuanto a Mons. Lefebvre, mi convencimiento es que legó a sus continuadores al menos dos herejías: su rechazo al magisterio del Concilio Vaticano II (y por ende del magisterio pontificio postconciliar), y su rechazo de la Misa novus ordo.