martes, 17 de agosto de 2021

Desmontando el pensamiento de Hans Küng (1)

Inicio una pequeña serie de notas para poner al tanto a los lectores (al menos para aquellos que no están tan informados) de uno de los neo-modernistas más afamados en las últimas décadas, Hans Küng, quien es el responsable de la infiltración de la cristología herética hegeliana en la Iglesia.

Luces y sombras de un afamado exponente del renacido modernismo
   
----------El 6 de abril falleció el famoso teólogo y sacerdote suizo Hans Küng [1928-2021], fecundo escritor, que fue perito del Concilio Vaticano II, pero que estuvo sujeto a varias censuras eclesiásticas por su tendencia modernista, hasta la suspensión de la docencia en 1979, por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo cual ocurrió puntualmente tras su negación del dogma de la infalibilidad pontificia.
----------Conozco bien el pensamiento de Küng, ya desde la época de mis estudios eclesiásticos, pues las autoridades del seminario eran bastante laxas, a decir verdad, al permitir la venta de sus libros a un joven librero, que nos visitaba de tanto en tanto. Este muchacho llegaba al seminario con un par de valijas llenas de textos de filosofía y teología para vender a los seminaristas. Lo curioso es que aquel librero, que tenía toda la pinta de ser uno de esos típicos jóvenes revolucionarios sesentayochistas, con quien pude mantener algunos diálogos, manifestándole mi sorpresa por la libertad que él tenía para difundir tal literatura "subversiva", terminó siendo hoy un extremo exponente del más cerrado tradicionalismo anti-bergogliano. Suele publicar hoy sus artículos en La Nuova Bussola Quotidiana, en los que no se priva de rezumar su animadversión hacia el actual Sumo Pontífice. En nuestros tiempos, todas las metamorfosis parecen ser posibles.
----------Küng fue discípulo de Karl Rahner [1904-1984] y con él ha sido uno de los principales artífices de la interpretación modernista del Concilio Vaticano II, que suscitó por reacción, como bien se sabe, el surgimiento de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, también ella, como los modernistas, sostenedora del mismo error de caracterizar de modernistas a las doctrinas del Concilio, con la diferencia que mientras Küng se regocijaba de este modernismo, a los lefebvrianos, por supuesto, les disgusta.
----------La cualidad del pensamiento de Küng está dada por una notable cultura bíblica, por una capacidad de captar lo concreto de las situaciones, el actuar concreto de las personas, la falibilidad del conocimiento humano, la relatividad de las opiniones, la evolución de las doctrinas, el variar de los climas históricos, la diversidad de los puntos de vista, de los comportamientos y de las instituciones en la sociedad y en la Iglesia, así como la diversidad de las culturas y de las religiones. Viva es en Küng su sensibilidad moral con una fuerte necesidad de relación humana y espiritual, que favorezca el diálogo, el encuentro, los valores comunes, la colaboración, la solidaridad entre los hombres y el progreso humano y espiritual.
----------Según Küng, existe la necesidad de una fe cristiana que no esté divorciada de la historia, que no esté ausente de su propio tiempo, que no esté atrasada en viejas posiciones, que no sea rígida en cosas discutibles, que no sea conservadora de valores superados, sino activa y operosa, encarnada en el presente, proyectada hacia el futuro, celosa de la memoria histórica, ajena a los moralismos farisaicos, atenta a las necesidades actuales de los hombres, promotora de la libertad de los hijos de Dios, comprometida concreta y valientemente en el encarnar el Evangelio en la historia del propio tiempo, una fe no supina y rutinaria, sino críticamente vigilante, con la mirada atenta a los intereses de la Iglesia, siempre abierta a lo nuevo, siempre dispuesta a la reforma y obediente a las iniciativas del Espíritu.
----------Küng es indudablemente benemérito del diálogo ecuménico con los luteranos y los calvinistas, cuyos frutos más conspicuos fueron los tratados sobre la justificación (La justificación, Herder, Barcelona 1967), sobre la Encarnación (La Encarnación de Dios, Herder, Barcelona 1974) y sobre la Iglesia (La Iglesia, Herder, Barcelona 1967). El de la justificación allanó el camino para la Declaración conjunta católico-luterana de 1999, que muestra un mayor interés luterano por el valor de las obras, pero lamentablemente falta todavía el reconocimiento luterano del valor de los méritos sobrenaturales.
----------Sin embargo, el problema de fondo que hace surgir la teología de Küng es el concepto que él se hace de Jesucristo, que es un concepto infectado por el error, en cuanto consecuencia de un modo de pensar que evita asumir posiciones claras y unívocas, pero que se mantiene, incluso cuando trata de los temas más fundamentales de la existencia, de la fe, del dogma, del cristianismo, de la Iglesia, en una posición tímida que deja siempre abierta la posición contraria. Salvo después para ser él mismo contradictoriamente intransigente en éste su relativismo, presentándolo como una certeza de principio.
----------Los principios de su teología no son de carácter metafísico, sino historicista; no existe nada estable e inmutable, ni en el nivel de la realidad ni en el del conocimiento. No solo el mundo, sino Dios mismo, cambia. Los dogmas de la fe no son inmutables, sino que evolucionan. Nada existe que sea definitivamente cierto, sino que todo puede siempre ser puesto en discusión.
   
Influencia hegeliana en el pensamiento y la obra de Hans Küng
   
----------Esta incapacidad o falta de voluntad para expresar un sí absoluto y un no absoluto, este quedarse en el medio entre el sí y el no, deriva de la asunción declarada de la gnoseología hegeliana, la cual, como es sabido, no reconoce nada inmutable en la realidad, incluido Dios mismo. Hegel concibe al viviente, comprendido el espíritu y por lo tanto a Dios mismo, como un agente que en el actuar no mantiene su identidad, sino que cambia, incluso contradiciendo su ser precedente y negándose a sí mismo en el poner lo siguiente.
----------Küng parece ignorar la prohibición formulada por Nuestro Señor Jesucristo de servir a dos señores o la obligación impuesta al cristiano de elegir entre los dos. Ahora bien, sin embargo, la ética cristiana es lo más opuesto que uno puede imaginarse de mantener un pie en dos estribos. Este precepto va acompañado de aquel de Jesús de oponer el sí al no y no mezclarlos entre sí (Mt 5,37). Y corresponde al modelo del Bautista propuesto por Cristo, en oposición a las "cañas batidas por el viento" (Mt 11,7).
----------En cambio, ¿qué tipo de ética surge del enfoque gnoseológico historicista asumido por Küng? Pues precisamente una ética que, sumergiendo totalmente a la manera hegeliana el Evangelio en la historia, hace la apología del oportunismo y del transformismo, que o bien aceptan, o bien rechazan el dogma según las conveniencias y las ventajas del momento o, como él dice, del "contexto histórico".
----------Pero, ¿cuál es entonces la ley de este transformismo que se hace pasar por la conducta que debe tener el cristiano? Es el hecho de que la acción vital y espiritual (y aquí siempre entra en juego Hegel) es la posición de la antítesis por parte de la tesis, antítesis que a su vez se niega a sí misma para retornar a la tesis como síntesis de tesis-antítesis. El espíritu, por lo tanto, incluido Dios, no está según Küng por encima de la contradicción, del devenir, del cambio, del tiempo, de la historia y de la materia, sino que es contradictorio, deviene, evoluciona, es cambiante, temporal, contingente, histórico y material.
----------Por lo tanto, en el concepto, tanto para Küng como para Hegel, ya se trate de concebir las cosas o se trate de concebir a Dios, lo idéntico coincide con lo diferente, el ser coincide con el devenir, lo universal con lo singular, lo eterno con lo temporal, lo espiritual con lo material. El contenido del conocer no puede ser un contenido intelectual universal abstraído de lo concreto, sino que debe poder captar y expresar la espiritualidad concreta, de lo contrario no capta la verdad, no capta la realidad. El concepto, que de por sí es abstracto y divide, con el método de la contradicción dialéctica del sí-no, se vuelve según Hegel concreto y él mismo deviene, así como deviene y es concreto lo real, incluido Dios.
----------Es interesante notar la diferencia en la relación de Küng y Rahner con Hegel. Küng no asume el idealismo hegeliano, sino que sigue siendo esencialmente un realista y un teísta, aunque le agrada el historicismo. Küng distingue el espíritu finito del espíritu infinito. Dios deviene y padece, pero es distinto del hombre. El hombre está deificado por la gracia, pero es distinto de Dios. Küng se limita a asumir el historicismo hegeliano y, por tanto, el devenir del concepto o la "fluididad del concepto", como dice Hegel. El caso es que en Küng, el dogma calcedonense permanece a salvo, aunque con un matiz historicista hegeliano.
----------Rahner, en cambio, tiene una mayor perspicacia metafísica y, por lo tanto, es más cercano a Hegel en su idealismo absoluto, y por tanto desemboca en el panteísmo: el ser coincide con el pensamiento. Para Hegel, la Encarnación implica la "unidad de la naturaleza humana y de la naturaleza divina". Küng no llega tan lejos, aunque tanto la naturaleza humana como la divina están sujetas al devenir.
----------Rahner, en cambio, está más cerca de Hegel porque para él Dios es el vértice de la auto-trascendencia humana y el hombre es la polaridad opuesta a la auto-alienación divina. Pero Rahner no va más allá en esta imitación de Hegel. En efecto, mientras para Rahner la Encarnación es libremente querida por Dios, para Hegel es un proceso lógico dialéctico necesario. En Rahner, como en Hegel, el dogma calcedonense no se salva, porque es negado el atreptos (sin cambio). Sin embargo, mientras en Hegel existe la identidad dialéctica de las dos naturalezas, en Rahner la una pasa a la otra o como elevación (hombre) o como descenso, kènosis (Dios).
   
Un concepto evolucionista de Dios
   
----------Como ocurre en Hegel, Küng teme que si se concibe como inmutable la esencia del espíritu, se la vea como algo estático y muerto, y así se pierda de vista su concreción, su dinamismo y su movimiento. Debido al hecho de que la teología y el mismo dogma están sujetos a un progreso, Küng piensa que esto depende del hecho de que Dios mismo cambia y progresa. Sin embargo, él no se da cuenta de que el espíritu, incluso el espíritu finito, es una sustancia inmutable e inmortal.
----------Pero esta inmutabilidad del espíritu no tiene nada que ver con la inercia y la rigidez del cadáver, sino que es la expresión del actuar de la vida más elevada y más perfecta. En efecto, el actuar espiritual, tanto sea el divino como el humano, no es un actuar de tipo evolutivo, que progrese en el tiempo, de la potencia al acto, sino que, precisamente en cuanto actuar inmaterial, es, a diferencia del actuar físico de los agentes materiales, un actuar instantáneo y supra-temporal; pero instantáneo no en el sentido de que una vez puesto, pasa y se desvanece, como el instante temporal, sino precisamente porque es supra-temporal, una vez puesto, ya sea un pensamiento o una acción moral, su valor permanece para siempre. Küng, en cambio, no sabe concebir la eternidad divina sino como un devenir eterno, a la manera hegeliana.
----------Pero entonces caemos en la concepción cíclica pagana (que vuelve en Nietzsche) del Eterno Retorno. Pero la verdadera eternidad divina no es en absoluto eso. No es tampoco un eterno sobre-llegar o adicionarse de lo nuevo con la desaparición de lo viejo, porque en Dios no existe nada que agregar, nada que renovar, nada que descartar, sino que todo es supremo, todo es perfecto, todo es permanente, todo es siempre actual. En Dios no hay nada que cambiar: todo en él está bien tal como está.
----------Dios no tiene simples opiniones por las cuales se vea obligado a cambiar de idea en el aprender la verdad. No comete errores, por los cuales errores debería corregirse. No tiene nada que aprender, sino que ya lo sabe todo. No ha hecho nada de lo que arrepentirse, por lo cual deba cambiar su voluntad. Los actos de su voluntad no actúan una simple facultad suya, sino que coinciden con su ser. Siendo omnipotente, Dios hace todo lo que quiere y hace todo por sí sin necesidad de ser ayudado por nadie. Siendo ya perfectísimo, no le falta nada, no tiene que añadir nada a lo que ya es o tiene.
----------Dios no es un simple viviente, que multiplica los actos vitales, sino que es la Vida subsistente, es un único acto de vida eterna. No es un ente que actúa, sino que es Acción subsistente. No es una simple persona que ama, sino que es Amor subsistente. No es una persona que conoce la verdad, sino que es Luz y Verdad subsistentes. No es bueno como lo podría ser una persona buena, sino que es la Bondad absoluta, hecha Persona. No es un ente que tiene el ser, sino que es el Ser subsistente. No es causado por nadie, para ser la actuación de un posible. No es contingente, para poder no existir, sino que es absolutamente necesario. No es algo limitado, sino que es infinito, es decir, es en acto todo lo que el ser puede ser.
----------Dios no está compuesto de acto y potencia, de esencia y existencia, sino que es simplicísimo. No está compuesto de partes como para poder ser descompuesto o corromperse. No existe en él pasividad, fragilidad o vulnerabilidad, por lo cual no puede padecer de parte de nadie, nadie puede hacerle sufrir, nadie puede quitarle nada ni privarle de algo, se apiada por quien sufre, pero sin sufrir Él mismo. Al airarse no se altera, sino que simplemente rechaza el mal. Él libera del sufrimiento precisamente porque no sufre y, mediante la Cruz de su Hijo, sabe recabar alegría del sufrimiento. Libera del pecado porque es bondad y misericordia infinita.
   
La cuestión de la existencia de Dios
   
----------Esta noción errónea de la naturaleza y de la existencia divina depende en Küng del hecho de que él basa su pensamiento en la oscilación entre el sí y el no respecto a lo absoluto. Esto está permitido en el caso de la duda razonable; pero no debemos convertir en sistemático este procedimiento, que sólo es válido en ese caso. De lo contrario no se comprendería el ejemplo de Cristo, en el cual, como dice Pablo, solo existía el sí (cf. 2 Co 1,19), Küng no sabe o no quiere decidirse y mantiene tanto el sí como el no.
----------Por eso Küng afirma que "no hay un fundamento evidente de la razón sobre el cual poder construir la fe. La duda se insinúa de frente a la problematicidad de la existencia humana y de la realidad en general" (¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo, Cristiandad, Madrid 1979, p.594). "Las pruebas de la existencia de Dios no dicen nada" (Ibid., p.595). A este respecto, podemos recordar lo que ha notado agudamente Fabro, a saber, que la solución cartesiana de la duda no es de tipo cognitivo, como la de Aristóteles y de Santo Tomás, sino de tipo voluntarista. El cogito, dice Fabro, es en realidad un volo.
----------En cambio, para Küng yo disuelvo la duda no porque me parezca la verdad, sino porque la quiero yo. De hecho, él no acepta que Dios exista porque esté obligado por el razonamiento, sino porque, como él mismo dice, tiene "confianza" (Ibid., p.635) que Dios exista. Digamos con simplicidad: porque le agrada que sea así. Por lo tanto, él no afirma que Dios existe porque lo sabe, sino porque lo quiere, lo decide él, a él le va bien así. De hecho, para él la razón no puede darnos una certeza objetiva, absoluta y definitiva o un seguro y evidente punto de partida, para construir el saber filosófico y por lo tanto para edificar una teología racional o natural, una teodicea, sino que para él todo siempre puede ser puesto en discusión.
----------La simple razón no nos permite decidir en las cuestiones de fondo de qué parte está la verdad. Siempre puedo temer equivocarme. Según él, la razón no obliga a admitir la existencia de Dios, porque ella de por sí podría conducir tanto al teísmo como al ateísmo. Por esto, para él no se puede decir que el teísta tenga razón y el ateo esté equivocado. Aquí no entra la razón, solo la elección personal.
----------Ser ateo, para Küng, no es una elección incorrecta y reprochable, sino una elección legítima y simplemente diferente, distinta, tan respetable como la elección del teísta. Küng no estaría de acuerdo con la Sagrada Escritura cuando dice que el ateo es un "necio" (Sal 53,2). Y evidentemente está en contraste con la enseñanza del Concilio Vaticano I, cuando, citando a san Pablo (Rm 1,20), enseña que la razón puede demostrar la existencia de Dios partiendo de los efectos creados, o sea, de las creaturas.
----------Para Küng, por lo tanto, la razón no nos da modo de decidir, no nos permite decidir, no nos obliga a decidir. La razón abre una oscilación infinita, una duda permanente, sin ninguna conclusión y sin salida, una oscilación entre el sí y el no, que sólo nosotros podemos detener con una libre elección, o bien a favor de Dios o bien en contra Dios. No es la razón la que nos obliga a detenernos en la afirmación de la existencia de Dios como causa primera, como sostuvo Aristóteles con su famoso anànke stenai, es decir, debemos detenernos. Lo que nos hace afirmar que Dios existe es únicamente nuestra voluntad.
----------La razón no puede demostrar la existencia de un primero y de un último, de un máximo y de un mínimo, de un inicio y de un fin. La distinción entre contingente y necesario, entre relativo y absoluto, entre efecto y causa, entre medio y fin, entre temporal y eterno, entre finito e infinito, no sirven, no conducen a nada, porque estas parejas se refieren a otras parejas y así hasta el infinito.
----------Según Küng, los adverbios "siempre" y "nunca" no pueden jamás ser usados con certeza y de modo incondicionado. El principio de causalidad vale solo en el ámbito de los fenómenos, pero no del ser. Toda afirmación nuestra debe suponer la posibilidad de su contrario (aunque se tratara de un dogma católico). Esta es la dialéctica hegeliana, que Küng hace completamente suya, incluso sin aceptarla en su lógica necesidad, porque Küng quiere conceder espacio a la praxis, al amor y a la libre elección.
----------Sin embargo, él no acepta el mandamiento del Salmo: "Detente y reconoce que yo soy Dios" (Sal 46,11). Küng presenta el pretexto de que en la búsqueda no hay que detenerse nunca, pero evidentemente confunde el proceso al infinito (processus ad infinitum), que implica la disolución del pensamiento en la insensatez y en la nada, con el progreso del conocimiento, que es un preciso deber y placer de la razón especulativa y científica y fuente de continuos progresos en la virtud y en la técnica.
----------Pero precisamente tal progreso sería imposible o falso, si no partiera de una base racional sólida e indiscutible y si la razón práctica no se prefijara una meta suprema, última e indiscutible. Pero, ¿por qué en Küng este rechazo de un sí absoluto a Dios racionalmente motivado? Porque para Küng, como para Hegel, la verdad cambia con el cambiar del tiempo. Por lo tanto, ella no va más allá de la apariencia, la semejanza, la opinión.

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