lunes, 16 de agosto de 2021

Es claramente mayor el contraste entre modernistas y católicos, que el contraste que existe entre luteranos y católicos

Hoy en día, ciertos pensadores católicos, y lamentablemente no pocos pensadores eclesiásticos, han ido más allá que el propio Lutero, quien en comparación (no hace falta decir que lo que estoy diciendo es una irónica paradoja) termina resultando más "ortodoxo" que ellos, o sea, más "católico" que ellos. Vale decir, existe más contraste entre modernistas y católicos, que entre luteranos y católicos.

Discernimiento de la situación y compromiso concreto con la Iglesia local
   
----------Hoy los auténticos católicos, quienes no pueden ser sino los que mantienen una recta y plena unión con el Santo Padre, principio visible de la unidad doctrinal y pastoral en la Iglesia, se hallan entristecidos y doloridos por la difusión en el mismo interior de la Iglesia de muchas herejías de tipo modernista; pero, al mismo tiempo, no dejan de reconocer su distancia de los lefebvrianos o filo-lefebvrianos, declarando, en tono crítico hacia ellos, el respeto debido por los decretos del Concilio Vaticano II y lamentando su interpretación en sentido modernista que, como lo ha dado a entender el Papa en su motu proprio Traditionis custodes, es una interpretación herética y cismática que lamentablemente copian grupos de fieles tradicionalistas.
----------Hace tiempo que llevo sosteniendo esto públicamente, mucho antes de comenzar a escribir en las redes telemáticas. Hace años que sostengo que hoy, en la Iglesia, la renacida corriente modernista está tan asentada, tan enraizada, que se ha extendido incluso entre los Obispos y hasta en algunos Cardenales, de tal modo que ellos favorecen a los modernistas y castigan a los anti-modernistas, cuando el trato debería ser más equitativo. Desde hace casi dos años lo vengo diciendo también en este blog.
----------Hoy nos encontramos en una situación eclesial en la cual existen, por un lado, Obispos modernistas, y por otro lado, obispos lefebvrianos o filo-lefebvrianos, que no están en plena comunión con el Vicario de Cristo o fingen estarlo. De hecho, mientras los primeros, arribistas y prepotentes, lo adulan y presionan sobre él con un estilo que se asemeja al de la mafia; los segundos, en base a una errada referencia a la Tradición (la cual no es rectamente comprendida por ellos), rechazan las doctrinas del Concilio Vaticano II, de los Sumos Pontífices del postconcilio, y la Misa del novus ordo, y hoy desobedecen al Papa abiertamente.
----------Habiendo dicho eso, aclaro inmediatamente que no lo estoy diciendo a nivel de abstracciones que nada tienen que ver con la concreta situación de un sacerdote o laico que vive su real y concreto compromiso en la Iglesia local, particular, diocesana. No, no lo estoy diciendo desde fuera, desde una imaginaria torre de marfil. Estoy diciendo que el denunciar, como se debe denunciar, con el debido respeto, pero también con la debida claridad, la existencia de corrientes cismáticas y heréticas en el seno de la Iglesia, no nos exime, a todos los fieles, tanto sacerdotes como laicos, de la plena unidad en la Iglesia diocesana.
----------La unidad de la Iglesia local debe cuidarse siempre (ante todo sacerdotes y Obispo, juntos y unidos a los religiosos y a los laicos) haciendo referencia a la unidad de la Iglesia Romana universal, inspirándose en ella y sometiéndose a ella. Esta fidelidad y obediencia al Romano Pontífice y al Magisterio de la Iglesia, es el tesoro que solo los católicos poseemos entre todos los hermanos cristianos no-católicos. Se trata de los supremos valores que siempre debemos profundizar. Debemos estar convencidos de que se puede tener una bellísima y fecundísima experiencia de la Iglesia universal, la cual, sin embargo, no nos hace disminuir en absoluto nuestro arraigo en la Iglesia local, sino que al contrario, nos hace comprender mejor la dignidad y la autonomía de la Iglesia local. Esta mirada amplia y universal, este vínculo con el Papa sin olvidar al superior inmediato, el Obispo, sino precisamente a través de él, está, por así decirlo, en el mismo adn del sacerdote, particularmente el sacerdote diocesano, a partir del momento en que hace su profesión de obediencia al Obispo local, ciertamente, pero más allá del Obispo diocesano y por encima de él, profesa la total obediencia al Sumo Pontífice, principio visible de la unidad "católica", vale decir, universal.
----------Esta referencia ineludible a nuestra unidad con el Sumo Pontífice es condición ineludible y esencial de nuestra identidad de católicos. Hoy más que nunca el Papado necesita ser ayudado, advertido y defendido en su ministerio por todo el pueblo de Dios, sobre todo por los verdaderos profetas y por las almas-víctima, ya sea porque nunca como hoy el Papado es tentado, insidiado y asediado por esas fuerzas satánicas que fingen ser amigas, pero que en cambio quieren abatirlo, ya sea porque, lamentablemente (y esto es algo que nunca antes había sucedido en toda la historia de la Iglesia) una crisis de fe se ha insinuado en el interior del mismo episcopado y del colegio cardenalicio y, en consecuencia, han surgido en la Iglesia divisiones y facciones ásperamente opuestas (siendo un caso emblemático la oposición existente entre lefebvrianos y modernistas) precisamente sobre la temática de las verdades de fe.
   
Es mayor el contraste que existe entre modernistas y católicos,
que el contraste que existe entre luteranos y católicos
   
----------Por supuesto, el problema de los modernistas es de mayor magnitud que el problema de los lefebvrianos, aunque estos últimos están en una situación de cisma formal (como ha sido explicitado también por el Papa recientemente) mientras que los modernistas llevan adelante en el seno de la Iglesia un cisma material, al igual que los grupos filo-lefebvrianos, los cuales, considerándose a sí mismos como católicos, sin embargo comparten las mismas ideas heréticas que los lefebvrianos (rechazo del Concilio Vaticano II, rechazo del magisterio pontificio postconciliar y rechazo de la Misa novus ordo).
----------Lamentablemente, el Santo Padre no mantiene una actitud pastoral equilibrada frente a esta grave laceración cismática que afecta a la Iglesia, castigando con extremo rigor a los grupos filo-lefebvrianos, y siendo excesivamente tolerante con los modernistas. Como ya lo he explicado muchas veces, no se trata de un problema doctrinal, sino de un problema de gobierno o pastoral: no es que el Papa peque contra la virtud de la fe (cosa imposible en el sucesor de Pedro, infalible en el creer y en el enseñar la fe), sino contra la virtud de la caridad, o de la justicia, o de la prudencia. No comprendemos las razones de su actitud, aunque es posible que él tenga sus buenos motivos, que nosotros no alcanzamos a ver.
----------En todo caso, sabemos que en su oficio pastoral y de gobierno el Papa es falible, puede errar y pecar, y por eso podemos respetuosamente declarar, como he dicho, que su actitud ante modernistas y lefebvrianos es desequilibrada. De todos modos, siguen siendo válidas las dos actitudes que debemos tener hacia el Santo Padre: 1) por un lado, conocer el programa de su pontificado y, al respecto, ayudarlo en la medida de lo posible, mientras que, 2) por otro lado, conocer las actuales necesidades de la Iglesia y, al respecto, compensarlo en aquello que el Papa no hace. Por ejemplo (y es precisamente el tema particular de esta nota) si el Papa no corrige y no condena como debiera los errores del renacido modernismo actual, nosotros debemos insistir en afirmar lo perjudicial que son esos errores para la vida de la Iglesia.
----------Pues bien, el modo como en esta nota deseo subrayar la malicia de los errores del renacido modernismo postconciliar, es precisamente afirmando y demostrando que es mayor el contraste que existe entre modernistas y católicos, que el contraste que existe entre luteranos y católicos. Pero debo hacer antes que nada dos aclaraciones al menos: a) cuando aquí digo modernistas, no me estoy refiriendo a los modernistas condenados por el papa san Pío X en la encíclica Pascendi, sino a sus parientes actuales, mucho peores, que son los renacidos modernistas en el período del post-concilio, no por supuesto a causa de los textos del Concilio Vaticano II, sino debido a la interpretación modernista que de esos textos vienen haciendo desde hace cincuenta años los actuales modernistas; y b) cuando hablo aquí de luteranos me estoy refiriendo a aquellos herederos de Martín Lutero que hoy, en el muy dividido espejo roto de las confesiones luteranas y protestantes en general, son los grupos que se han mantenido pese a todo más fieles a las ideas originarias del "reformador", y que, precisamente son los luteranos con los cuales la Santa Sede viene llevando a cabo una fructífera labor de diálogo que ha tenido como resultado varias declaraciones conjuntas.
----------Ahora bien, aclarados esos dos puntos, paso entonces a señalar que existe, por ejemplo, más contraste entre Karl Rahner y santo Tomás de Aquino que entre Martín Lutero y santo Tomás de Aquino. Para Lutero Dios es creador, para Teilhard de Chardin Dios es organizador de la materia. Para Lutero, el ateo está en el error, mientras que para Rahner el ateo es un creyente inconsciente. Para Lutero Dios es omnipotente, para David Maria Turoldo es débil. Para Lutero, Dios es un Tú delante del Yo, para Marco Vannini el Yo es el "sujeto absoluto". Lutero admitía la inmutabilidad del dogma, Walter Kasper la niega.
----------Lutero condenaba el ateísmo, el cardenal Carlo Maria Martini decía que en la conciencia del creyente siempre hay un ateo. Para Lutero la fe es el conocimiento de la verdad, es decir, de la Palabra de Dios, pero para muchos teólogos católicos es un "encuentro atemático y existencial" con Cristo. Para Lutero el cristianismo está en la cúspide de las otras religiones, para Dupuis es una religión entre las otras, a la par de las otras. Para Lutero, la verdadera religión es el cristianismo, mientras que para Edward Schillebeeckx es la federación mundial de todas las religiones. Para Lutero sólo el cristiano posee el don del Espíritu, mientras que para Raimundo Panikkar la mística india es igual a la cristiana. Para Lutero los musulmanes son enemigos del Evangelio, mientras que para Rahner son "cristianos anónimos".
----------Lutero creía en el otro mundo; Gustavo Gutiérrez dice que el único mundo es este mundo. Lutero pensaba que Adán y Eva realmente existieron; el cardenal Gianfranco Ravasi dice que la historia de la creación del hombre es un mito etiológico. Lutero admite el relato bíblico de la creación del hombre, mientras que Pierre Teilhard de Chardin sostiene que el hombre proviene de los simios. Lutero distingue el cuerpo del espíritu; Teilhard de Chardin dice que en la evolución la materia deviene espíritu. Lutero creía en la inmortalidad del alma, Vito Mancuso la niega. Lutero creía en la resurrección de los muertos al final del mundo, mientras que para Rahner, en cambio, la resurrección ocurre inmediatamente después de la muerte.
----------Lutero creía en los castigos divinos, Raniero Cantalamessa y Hermes Ronchi no creen en eso. Lutero creía en el infierno, von Balthasar dice que "existe" pero que "está vacío". Lutero creía en la existencia del diablo, muchos exegetas católicos no lo creen. Para Lutero la Trinidad son tres Personas, para Rahner son tres formas de ser Dios. Lutero reconocía el Filioque, para Alberto Melloni, que en cambio es filo-ortodoxo, se puede prescindir de ese dogma. Lutero estaba bastante seguro de lo que ha dicho Cristo, el padre Arturo Sosa SJ dice que no estamos seguros. Para Lutero Arrio era un hereje, para Enzo Bianchi Arrio tenía razón, como dijo hace algunos años en la iglesia catedral de Palermo. Lutero reconocía la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Schillebeeckx considera a Cristo solo el "profeta escatológico". Para Lutero, creer que Cristo es el Redentor es una verdad absoluta, mientras que para Marcello Bordoni, Cristo puede ser interpretado libremente, a libre elección, como redentor o como "profeta mártir", como se prefiera. Para Lutero, Cristo es el único Salvador, para Giuseppe Dossetti los judíos se salvan incluso sin Cristo.
----------Lutero aceptaba el dogma cristológico de Calcedonia, Bruno Forte interpreta la Encarnación en sentido hegeliano. Para Lutero, Cristo es el Dios Verdad, mientras que para De la Potterie, Cristo simplemente nos enseña el Evangelio. Mientras para Lutero el sacrificio expiatorio de Cristo es verdad de la fe, para el cardenal Robert Zollitsch la idea de la expiación es una imagen medieval superada. Para Lutero, el sacrificio de Cristo ha sido querido por el Padre para nuestra salvación; para Schillebeeckx, la muerte de Cristo no fue un sacrificio expiatorio, sino solo un crimen causado por la maldad humana. Lutero distinguía el pensamiento de la realidad: el deber del pensamiento es adecuarse a la realidad. En cambio, para Rahner, lo real se identifica con el pensamiento, por lo cual mi idea es la realidad: el yo siempre tiene razón.
----------Lutero reconocía que debemos obedecer los Diez Mandamientos, mientras que para Rahner cada uno es libre de decidir por sí mismo su propia identidad. Para Lutero la conciencia está sometida a la Palabra de Dios, mientras que para el cardenal Walter Kasper es la fuente de la verdad (el cogito de Descartes) y para el padre Arturo Sosa está por encima de todo. Lutero sabía que el pecado es un mal tremendo, que sólo es quitado por la Cruz de Cristo, para Teilhard de Chardin, en cambio, el pecado es simplemente un accidente insignificante en el camino indetenible de la Evolución. Lutero era contrario a Pelagio, para quien la gracia era el premio por las obras, mientras que para Rahner, la gracia es la cúspide de la autotrascendencia humana.
----------Lutero decía que sólo el que cree está justificado, quien no cree está condenado, en cambio, para Rahner, todos están justificados, porque todos tienen fe, al menos "implícita, preconsciente y atemática". Lutero creía en el pecado original, Nunzio Galantino no cree. Lutero condenaba la sodomía, Bianchi la aprueba. Vincenzo Paglia hace los elogios de Pannella, que aprobaba la confusión entre los sexos, Lutero reconocía la distinción entre hombre y mujer y habría condenado a Pannella como inmoral. Lutero juzgaba la modernidad en base al Evangelio, los modernistas juzgan el Evangelio en base a la modernidad.
   
La necesidad de nuestra batalla contra el actual modernismo
   
----------Hoy en día, ciertos pensadores, y lamentablemente no pocos pensadores o intelectuales eclesiásticos, han superado en sus errores a los errores del propio Lutero, que en comparación (no hace falta decir que es una ironía paradójica) termina resultando más ortodoxo que ellos. Por lo tanto, de todos los ejemplos elencados en el subtítulo anterior, vemos que existe más contraste entre modernistas y católicos, que entre luteranos y católicos. Los católicos están más unidos a Lutero que a los modernistas. El principal problema de la unidad entre los cristianos, hoy, no es tanto el de la unión con los luteranos (también existe este problema, por supuesto) sino el de la unidad entre los católicos. Los modernistas, que se vanaglorian de dialogar con los luteranos, terminan absorbiendo las herejías de Lutero, dándoles un barniz católico y despreciando en realidad a Lutero, a quien consideran un fundamentalista superado por la "exégesis histórico-crítica".
----------Nuestra batalla contra el modernismo es más que que nunca legítima, necesaria y oportuna. Los modernistas han alcanzado altísimos puestos directivos, entre los colaboradores del Papa o presentándose como sus amigos, mientras que en realidad son astutos aduladores y Judas, que quisieran imponer, como mafiosos, sus sombríos planes de servilismo masónico de la Iglesia a los poderes del mundo. Debemos hacer todo lo posible para liberar al Papa de este abrazo mortal y de estos poderes ocultos, que ya pusieron hace ocho años al papa Benedicto XVI en las condiciones de tener que renunciar libremente al ministerio petrino.
----------Estoy absolutamente convencido que esta es una misión purificadora y santificadora, que la Virgen Santísima nos encomienda, en cada una de las Iglesia particulares, pues cada Iglesia diocesana hoy sufre en cada uno de sus sacerdotes, sufre en su Obispo, sufre en los buenos fieles, sufre por los pecados de todos, pero al mismo tiempo, a cada Iglesia diocesana no le falta la misericordia del Padre y el consuelo del Espíritu Santo, que convoca a todos a la penitencia, a la reconciliación, a la comunión y a la paz, bajo la guía del legítimo Pastor, el respectivo Obispo local, no exento de la humana debilidad, pero Siervo de nuestras almas en el nombre y por mandato de Cristo. ¡Por tanto, escuchemos, ayudemos y sigamos al propio Obispo!
----------Confirmemos el pacto de sangre con Cristo: Él nos da su sangre; cada uno de nosotros le damos la nuestra. El pecado se lava con la sangre, la sangre de la Nueva Alianza.
----------Celebrábamos ayer domingo a quien tenemos como poderosa intercesora en el paraíso del cielo, la Virgen María, Nuestra Santísima Señora, pero no lo olvidemos, ¡la verdadera Virgen María!, no la que ciertas melosas formas deformadas de piedad nos hacen engañosamente imaginar. Ella, en carne y sangre, claro que es misericordiosa y tiernísima con los humildes, sí, pero también es terrible con los soberbios; es esa Señora que en Fátima hizo ver a los pastorcitos los condenados del infierno; es esa Virgen que magnifica al Señor porque "ha dispersado a los soberbios en los pensamientos de su corazón" (Lc 1,51). Recurramos, pues a esa Virgen, Trono de la Sabiduría, que es vencedora de Satanás y de todas las herejías.
----------Que ella nos proteja y defienda a todos, empezando por nuestro Obispo, principio visible de la unidad diocesana; que sea Ella el Presidium celestial de cada una de las diócesis argentinas, contra las insidias e infiltraciones del enemigo y nos sostenga en la buena batalla.-¡Luchamos contra los principados y las potencias!, no lo olvidemos nunca: "nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio" (Ef 6,12). Con santa Catalina de Siena, generosos católicos mendocinos, confiemos en que pronto seremos un signo para la Iglesia argentina y gritemos con santa Catalina: "¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego!". Pronto descenderán sobre todos nosotros gracias abundantes y Argentina se verá inflamada.

5 comentarios:

  1. Reverendo Padre,
    Ud. ha escrito muchísimas palabras bonitas, pero como siempre se tapa los ojos ante la cruda realidad de los hechos. Ha estudiado mucho más que yo, siendo yo una pobre ignorante, pero en mi ignorancia me he preguntado: Es cierto que hay obispos modernistas, pero ¿quién ha elegido a estos obispos? ¿Quién ha sustituido a los obispos fieles a la sana Doctrina por obispos modernistas? ¿Cuál es la Autoridad que aprueba todo esto?...
    Quizás, en mi opinión, sería mejor callar y no juzgar a quién me he referido...
    Un obispo desobediente debe ser castigado, como ocurre con un sacerdote desobediente, pero eso no se hace desde hace años y entonces es plausible que "quien calla esté de acuerdo"...

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  2. Estimada Isabel,
    los obispos modernistas, más que haber sido elegidos, en el curso de estos cincuenta años han sido impuestos, con inflexible determinación, refinada astucia, e infinitas manipulaciones y engaños, en el apogeo de un progresivo aumento de su influencia, una influencia y poder cada vez mayor al paso de los años, durante los cuales los modernistas, que fueron al comienzo simples teólogos o sacerdotes, han podido escalada sistemáticamente hacia el poder, sin que la autoridad haya podido detenerlos o haya podido advertirlo, porque siempre han gozado de la protección más o menos evidente de otras autoridades indignas. Así, los obispos modernistas de hoy son hijos de los obispos modernistas de ayer, que a su vez han sido formados por otros modernistas: "guías ciegos de ciegos", diría Cristo.
    Todo ha comenzado con el papa san Paulo VI, en los tiempos en que el fenómeno estaba bastante contenido o limitado. Pero Paulo VI, aunque era de aguda inteligencia y de fino sentido crítico, no percibió suficientemente el peligro. Tenía demasiado respeto por algunos zorros, sobre todo los rahnerianos; creía que eran de buena fe. Pensaba resolverlo todo con el diálogo y la cortesía, y nunca quiso castigarlos.
    San Paulo VI dio cuenta de los errores, pero no proveyó suficientemente, con medidas adecuadas y oportunas, a una formación del clero, que mantuviera a los nuevos sacerdotes al reparo de la influencia modernista. Así la mala planta tuvo el modo de crecer, alcanzando las dimensiones que tiene hoy. Los sacerdotes modernistas, que se convirtieron en obispos, ordenaron a su vez sacerdotes modernistas y la especie comenzó a reproducirse.
    Ahora bien, tras eso, el modernismo, después de haber llegado al episcopado, apuntó al colegio cardenalicio y a la propia Curia Romana: ciertamente, el sueño de un Melloni, de un Kasper o de un Forte o de un Bianchi sería el de ver en la Cátedra de Pedro a un Papa modernista, y de tal modo lo presentan al papa Francisco a las multitudes crédulas.
    De ahí un cierto falso éxito mundial que ha tenido el Papa actual. Los modernistas creen que ahora están a pocos pasos de la deseada meta, pero tendrán una amarga desilusión, porque nunca el Vicario de Cristo cederá a la herejía. Pero a mucha gente, por otra parte, el modernismo, con su moral cómoda y mundana, no le desagrada en absoluto.
    El Papa ahora debe sacar lo mejor de una mala situación y contentarse con los elementos que pueda tener a su disposición. A algunos se los mantiene cerca probablemente con la esperanza de recuperarlos o que no hagan mayor daño. Por lo demás, también tienen buenas cualidades, que pueden ser de utilidad.
    Durante estos años el Papa podría haber conseguido buenos colaboradores, y aun los podría conseguir, pero estos son intimidados por el clima de temor instaurado por el poder modernista, que les impide abrirse el camino hacia el Papa, por lo que le cuesta localizarlos y contactarlos, siendo pocos, marginados y denigrados a los ojos del Papa por parte del lobby modernista.
    Lo que la Iglesia necesita hoy es que en el episcopado y en el colegio cardenalicio puedan surgir hombres de Dios, gratos al Santo Padre y al mismo tiempo celosos por la sana doctrina y por el bien de la Iglesia, que, animados por la prudencia y fortaleza apostólica, ayuden al Papa a liberar a la Iglesia del modernismo, separando en ella la paja del grano y estimulando así a la Iglesia de una vez por todas a seguir el camino de la verdadera implementación del Concilio.

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  3. Estimado padre Filemón:
    He leído atentamente su artículo, y se me ocurre hacer una propuesta: lancemos una gran campaña, con firmas, apelando y exhortando a fin de liberar al Papa reinante, prisionero de los modernistas, constreñido por los modernistas a todos los perversos actos de su gobierno, ¡un Papa totalmente incapaz de actuar! ¡Pobre Papa!
    Si el Papa fuera liberado, seguramente la justicia y la verdad se restablecerían pronto en la Iglesia. ¡Pobre Papa, recemos por él para que recupere la libertad total y el control total de la situación!

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    1. Estimado Rubén,
      adoptas un tono de broma burlona, y ​​retomas mi discurso haciendo un cuadro de la actual situación eclesial exagerando a propósito y grotescamente, para tener mayor facilidad para tu ironía del todo fuera de lugar y jocosamente despectiva, ​​y tal vez para resolver todo con una buena carcajada. Esto me hace comprender que no eres en absoluto consciente del drama que está viviendo hoy la Iglesia y el Santo Padre.
      Bueno, al menos no te has desfogado con un obsceno insulto como suelen hacerlo otros, y eso me ha permitido publicar tu mensaje, lo que me da ocasión de contestarte de modo público, para así poder quizás ayudarte en tu confusión y ayudar a otros.
      El caso es que, lamentablemente, es difícil encontrar otra explicación a esta dramática situación, que he señalado y descripto (con una descripción mía que te escandaliza y que por eso has tomado a burla y desprecio), situación que es conocida desde hace mucho tiempo por los observadores, y que nunca había sucedido en la historia de la Iglesia, de un Papa que se vale de colaboradores heréticos o cismáticos, sin excluir obviamente la presencia de colaboradores válidos y fieles.

      Los casos, de hecho, son dos: o bien el Papa se encuentra en un estado de necesidad o bien él es connivente, es decir, es cómplice de la conspiración herética. Esta segunda hipótesis es imposible, ya que no puede existir un Papa hereje. Por lo demás, el papa Francisco, aparte de ciertas expresiones ambiguas suyas, pasibles de ser interpretadas in bonam partem, evita hacer suyas las tesis de esos indignos colaboradores, de hecho ha enseñado repetidamente la verdad opuesta, como es justo que lo haga un Papa, custodio de la fe y de la sana doctrina. Por lo tanto, no queda más que la primera hipótesis. Y con eso retorno a lo que dije en la respuesta anterior, a la cual te reenvío.

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    2. Te parece paradojal y quizás también ridículo mi análisis de la situación y la solución que yo propongo y auspicio. Sin embargo, estoy convencido que esta interpretación está respaldada, de mi parte, por cuarenta años de docencia y de investigación en el campo de la teología, pero también por el trabajo de otros muchos teólogos que han puesto de manifiesto también en publicaciones científicas que este es el único modo posible a un católico (manteniéndose en fidelidad al dogma) para entender lo que está sucediendo.
      Teniendo en cuenta lo que dices, comprendo entonces claramente que necesitas afinar o poner a punto tus ideas sobre lo que, de modo general, son la figura y la misión del Papa como persona y pastor universal de la Iglesia.
      Es necesario, en efecto, tener presente que en la Iglesia el Papa, por voluntad de Cristo, desarrolla una misión absolutamente única y que le es exclusiva a él. Si lo que he dicho te parece paradójico, es porque la figura misma del Papa es paradójica, así como son paradójicos todos los misterios de la fe.

      En efecto, el Papa reúne en su persona dos elementos muy distantes entre sí, elementos hechos para ser unidos, pero que pueden entrar en contraste y conflicto: por una parte, la misión petrina de maestro de la fe y supremo pastor de la Iglesia terrena; por la otra, su humanidad y su conducta moral, con sus virtudes y sus defectos. Bajo el primer aspecto, el Papa debe, en principio, ser escuchado y obedecido, sobre todo cuando nos ilustra los misterios de la fe, nos santifica con los sacramentos e indica infaliblemente el camino del Evangelio, con la asistencia del Espíritu Santo. En cambio, bajo el segundo aspecto, el Papa es un fiel como todos nosotros, capaz de actuar bien como de actuar mal, capaz de poseer la gracia como de perderla, con sus fuerzas y sus debilidades, sujeto a esa misma moral evangélica que él enseña. Y si puede ser infalible al enseñarla, no es impecable al practicarla.
      Por eso, si el Papa, con la palabra y con el sacramento, nos ilumina, nos guía, nos santifica, nos reúne, nos corrige, nos fortalece y nos sostiene en el conocimiento y en la experiencia del Misterio de Cristo y en el abrirnos el camino de la salvación y del paraíso, liberándonos del pecado y defendiéndonos de las potencias satánicas y mundanas, como creatura humana, con los propios dones y buenas inclinaciones, pero también, como creatura hija de Adán, frágil y pecadora -y aquí tú llegas a comprender lo fundado, lo válido, lo urgente y lo serio de mi discurso- es perfectamente posible que tenga necesidad, tanto en cuanto cristiano como en cuanto Papa, de nuestras informaciones, de nuestros consejos, de nuestras advertencias, de nuestras disuasiones, de nuestros reclamos, de nuestras correcciones, de nuestro perdón.
      Entonces, puedes ver que mi discurso no es en modo alguno descabellado, ni tiene el aire de una ingenua fantasía mística, sino es un llamado a todos los católicos a unirnos en torno al Papa, para defender de Satanás a aquel que nos defiende del demonio.

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