miércoles, 11 de agosto de 2021

La relación del Romano Pontífice con la Tradición (2/2)

Hemos visto que el Romano Pontífice es quien explica la Sagrada Tradición, y a su vez está sujeto a ella como a regla. También hemos visto la diferencia que existe entre Sagrada Tradición y usos tradicionales de la Iglesia. Finalizaremos este breve recorrido en el que estamos caracterizando la relación del Papa con la Tradición, con la distinción entre enseñanzas doctrinales, directrices pastorales y conducta personal del Papa. Para terminar resumiendo cuál debe ser la actitud del católico fiel hacia el Papa.

Enseñanzas doctrinales, directrices pastorales y conducta moral
   
----------Es necesario distinguir en un Romano Pontífice, sus enseñanzas doctrinales de sus directrices pastorales y de su personal conducta moral. En las enseñanzas doctrinales del Papa, el factor-guía o rector es la verdad de fe. Y aquí siempre el Papa es infalible, a menos que pensemos, como he dicho antes, que Nuestro Señor Jesucristo nos ha engañado o se ha equivocado al confiarle a Pedro el mandato de confirmarnos en la fe. O a menos que, como creen los luteranos, el Papa no sea el sucesor de Pedro.
----------En cambio, en todo lo que respecta a su pastoral y a su conducta moral, el Papa es falible y pecable. Aquí el factor-guía o rector son la prudencia, la justicia y la caridad. La ley canónica, las disposiciones judiciales o disciplinarias en materia de administración de los sacramentos, el motu-proprio, entran en esta categoría. No está excluido que un motu-proprio no sea perfecto en la prudencia, en la justicia y en la caridad. Y lo mismo que se dice del Romano Pontífice se dice de un Concilio Ecuménico de la Iglesia, en el cual el Colegio Episcopal, sucesor del Colegio Apostólico, se reúne cum et sub Romano Pontífice. En tales condiciones, el Concilio no puede caer en herejía, aunque pueda equivocarse en la prudencia pastoral.
----------Llegados a este punto, siempre me parece útil citar lo que el papa Benedicto XVI, durante su pontificado, les dijo a los lefebvrianos: que si querían estar en plena comunión con la Iglesia debían aceptar todas las doctrinas del Concilio Varicano II, pero que, por el contrario, sus directivas pastorales pueden ser discutidas, porque en ellas un Concilio no es infalible. Ciertamente el papa Benedicto se refería a la tendencia buenista y a la excesiva estima de los Padre conciliares por el mundo moderno.
----------Al respecto, también debe destacarse que los Papas del postconcilio hasta la actualidad nos han explicado la continuidad del Concilio Vaticano II con la Sagrada Tradición y con la Sagrada Escritura, tal y como estas dos fuentes de la divina Revelación han sido interpretadas por el Magisterio precedente, tanto pontificio como conciliar. Por consiguiente, no nos es lícito cuestionar en esto a los Papas del postconcilio, sino que debemos aceptar con confianza sus explicaciones. La interpretación modernista del Concilio es obra de los propios modernistas, a quienes les gustaría poner al Concilio de su parte. La misma herética interpretación modernista del Concilio es la que han adoptado los lefebvrianos.
----------Un defecto de la pastoral de un Papa puede ser, por ejemplo, la reticencia acerca de algunas verdades de fe, no porque no crea en ellas, sino porque quiere callarlas, ya sea por oportunismo o por respeto humano o para no malquistar a los herejes y a los modernistas. Pero incluso aquí no es que el Papa peque contra la fe, sino contra la prudencia y el coraje. Sucede que un Papa enseña la verdad, pero no corrige a los que enseñan lo contrario. Tenemos aquí los mismos vicios anteriores.
   
La conducta católica correcta a tener hacia el Papa
   
----------Teniendo en cuenta los anteriores presupuestos dogmáticos, ¿cuáles son entonces las consecuencias prácticas para todos los fieles católicos, tanto clero como laicado? ¿Cuál es la actitud que debemos tener hacia el Romano Pontífice? No es tan difícil deducirlo, aunque no es tan fácil practicarlo. La conducta justa y correcta, auténticamente católica a tener hacia el Papa no es cosa fácil de adquirir. Hay que aprender de los Santos, por ejemplo de una santa Catalina de Siena o de un san Bernardo de Claraval, o de un san Pedro Damiano o de un Girolamo Savonarola o de un beato Antonio Rosmini.
----------¿Cómo poder tener un criterio de juicio proporcionado a las dimensiones de un personaje tal como el Romano Pontífice, Vicario de Jesucristo, Sucesor de san Pedro, Maestro indefectible de la Fe, Pastor universal de la Iglesia, pero a la vez hombre, hijo también del primer Adán pecador? ¿Cómo poder tener la suficiente información sobre él y sobre la materia sobre la cual se puede basar el juicio? ¿Podemos decir que tenemos la misma información que él tiene sobre el estado de la Iglesia? ¿Podemos ser nosotros capaces de aconsejarlo o de corregirlo sobre el modo de gobernar la Iglesia o sobre cómo enseñar el Evangelio?
----------Y, sin embargo, el Papa sigue siendo también y siempre, un ser humano al igual que todos nosotros, un hombre con sus virtudes y sus defectos, con sus cualidades y sus fragilidades, con sus limitados conocimientos, con sus sufrimientos, sus problemas de salud, susceptible de ser engañado o de cometer errores de juicio, si bien no en doctrina, ciertamente sobre personas y acontecimientos, necesitado de ayuda y también de ser corregido en ciertos defectos, necesitado de ser alentado, confortado, defendido y consolado, pues está sujeto a entusiasmos, ilusiones y tristezas. ¡Qué importante es la caridad hacia el Papa!
----------En algunas circunstancias, puede resultar difícil obedecer al Papa; pero, ¿acaso creemos que para el Papa sea fácil mandar? ¡Con qué rápidez podemos considerarlo como un tirano o, a la inversa, un individuo débil, sin que se nos ocurra pensar muchas veces en la extrema complejidad de ciertas situaciones, a las que debe enfrentarse y al riesgo de estar mal informado o que le falten las informaciones necesarias!
----------La conducta correcta hacia un Papa no es la de juzgarlo desde fuera, vale decir, desde nuestra torre de marfil, no es la de decir: yo hago lo mío y él hace los suyo; no es la de querer convertirnos en sus maestros; tampoco es la de convertirnos en fotocopias de algunas de sus actitudes exteriores; tampoco es la de instrumentalizarlo para nuestra conveniencia, sino que es la de ponerse en actitud de confianza y benevolencia en la escucha y disponibilidad para el servicio y la colaboración, en la imitación de sus virtudes y comprensión de sus defectos, porque servir al Papa quiere decir servir a las almas y servir a la Iglesia.
----------Diré ahora algo necesario y que debería ser desarrollado con mucho más detalle y profundidad, pero que tan sólo enunciaré. Está en la base de la católica actitud que debe tenerse hacia el Papa: para asumir la postura correcta y volvernos verdaderamente útiles a él y a la Iglesia, pensando que el Papa tiene necesidad de buenos ayudantes y colaboradores, hay que preocuparse por dos cosas: 1) comprender cuál es el programa de su pontificado, y 2) conocer las necesidades de la Iglesia.
----------Acerca de lo primero, es necesario ayudarlo, y acerca de lo segundo hay que compensar lo suyo, por ejemplo, si es demasiado severo con los tradicionalistas, resaltar los aspectos buenos de los tradicionalistas; si es demasiado indulgente con los modernistas, combatir sin desmayo a los modernistas; si el Papa guarda silencio sobre ciertas verdades de fe, recordar precisamente esas verdades; si cae demasiado en el buenismo del Concilio, recordar que el mundo está bajo el signo del maligno; si es demasiado indulgente hacia el laxismo sexual, recordar la gravedad de los pecados sexuales; si no habla nunca de santo Tomás de Aquino, recordar al Aquinate; si es demasiado bueno con Lutero, recordar las herejías de Lutero, etc. 

2 comentarios:

  1. "La misma herética interpretación modernista del Concilio es la que han adoptado los lefebvrianos". [...] No es posible que usted tenga la...

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    1. Estimado Girolamo,
      lamento no poder publicar su muy extenso mensaje; pero usted es plenamente consciente de los motivos. No puedo permitir sus frases destempladas y su propaganda cismática y herética.
      De todos modos, y en relación a la frase que más le ha preocupado y de la cual han nacido sus dificultades, tenga en cuenta que existe una diferencia entre cisma y herejía. El primero es ruptura de la comunión con la Iglesia, y es un pecado contra la caridad y la obediencia al Papa. La segunda en cambio es un pecado contra la fe y es la negación consciente, voluntaria y obstinada, por parte de un bautizado, de una verdad de fe.
      Ciertamente, en la pastoral es bueno llamar a las cosas por su nombre, por supuesto con ponderación y buenas razones. El pastor es similar a un médico, que debe hacer los diagnósticos expresándose con precisión y propiedad. Si una enfermedad no está bien definida es imposible curarla bien.
      Ahora bien, desde los primeros tiempos del postconcilio existen de hecho en la Iglesia muchos cismas y muchas herejías y hay que notar lamentablemente una reticencia en los Papas del postconcilio en el uso de los términos cisma y herejía. Esto, a mi parecer, no sirve para curar estas enfermedades, sino que hace que ellas continúen. De nada sirve que un médico le oculte la identidad de una enfermedad al enfermo y a sus familiares y amigos, porque el enfermo no sabrá de lo que está enfermo, no se cuidará, y los allegados no podrán tampoco ayudarle.
      Por lo tanto me complace que el papa Francisco haya finalmente usado el término cisma respecto a los lefebvrianos (y esto es lo que más les ha molestado a ellos en el Motu proprio), y esperemos que use también el otro término, el de herejía, porque eso servirá para liberar a la Iglesia de esta enfermedad. Naturalmente, el Papa no es justo, sino sesgado, desequilibrado, al no tratar con la misma vara y la misma moneda al otro cisma y herejía en la Iglesia: el modernismo. Pero así son sus carencias personales, y con ellas tenemos que lidiar.

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