Tratemos de indagar un poco más en profundidad los presupuestos y las raíces del buenismo, presentando a modo de testimonio concreto otro caso de predicación buenista entre los Obispos argentinos.
"No deben ustedes vivir como los paganos,
que proceden conforme a lo vano de sus criterios.
Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo;
han oído hablar de él y en él han sido adoctrinados,
conforme a la verdad de Jesús" (Ef 4,17).
Otro ejemplo del extendido buenismo que existe entre nuestros Obispos
----------Mons. Angel Jose Macín es el Obispo de la diócesis de Reconquista, en Argentina, y desde mediados del año pasado, cuando la pandemia del covid-19 comenzaba a cobrar víctimas y se extendía por todo el territorio argentino, comenzó a publicar extensas Meditaciones pastorales en torno a la pandemia. Las ha escrito, pues, en su condición de pastor, porque "los Obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor, a quien ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el Evangelio a toda creatura, a fin de que todos los hombres consigan la salvación por medio de la fe, del bautismo y del cumplimiento de los mandamientos" (Lumen gentium n.24).
----------Es de alabar que mons. Macín haya sentido la necesidad de iluminar con su voz de pastor diocesano las circunstancias dramáticamente extraordinarias de la actual pandemia, esforzándose por tratar de responder a los interrogantes más profundos que los creyentes y también los no creyentes se hacen a raíz de esta renovada presencia del mal entre nosotros. De hecho, en su primera reflexión, el 6 de agosto de 2020, planteaba esos interrogantes de este modo: "Podemos coincidir en que el virus, con su desarrollo exponencial y letal, nos habla de movimientos desconocidos del planeta, que todavía estamos lejos de descifrar y domesticar. La humanidad, una vez más llega, empujada por una enfermedad masiva, a la conciencia de sus límites, alcanzando las fronteras de la existencia donde aparece una de las preguntas más decisivas y difíciles de responder: ¿Por qué nos pasa esto? ¿Dónde está el origen del sufrimiento inocente? ¿Qué hay con la muerte, y más allá de ella?". Sin embargo, el Obispo no llega a dar ninguna respuesta, y dejando de lado algunas sugerencias psicológicas y sociológicas, de las que suelen dar los profesionales especializados, sólo atina a decir: "Llegados a ese punto, como tantas veces, nos quedamos sin palabras, en silencio".
----------Pero es precisamente lo que no se debería escuchar de un Sucesor de los Apóstoles, a quien se le ha pedido "que predique la Palabra; que inste a tiempo y fuera de tiempo" (1 Tm 4,2). ¿Acaso puede quedar en silencio la voz de un Obispo ante los interrogantes que él mismo planteó? ¿Acaso no tiene él, más que nadie en su diócesis, la respuesta y el deber de darla a conocer?
----------En su segunda Meditación, el 15 de octubre de 2020, hacia el final de un texto también extenso, parece que encontramos alguna esperanza de que el pastor diocesano se eleve desde sus iniciales titubeos psicológicos y sociológicos hasta la vigorosa y firme respuesta de fe que se espera de él. Al menos es lo que sugiere cuando expresa: "A nivel más estrictamente pastoral, me parece oportuno insistir en que no es que tengamos que inventar una 'pastoral de la pandemia'; pero si responder con el kerigma, el anuncio de Cristo muerto y resucitado para nuestra salvación, ante esta situación extraordinaria que nos toca transitar, que tenemos que asumir y transformar". Sin embargo, la formulación de ese anuncio salvador, el cual al fin de cuentas es la respuesta de fe que se espera a los interrogantes antes planteados, una vez más, no aparece.
----------El pasado 4 de mayo, el Obispo de Reconquista publicó su tercera Meditación pastoral. "A más de un año de los comienzos confusos de la pandemia, la humanidad sigue debatiéndose entre la preocupación, el sufrimiento, la muerte y la esperanza de una finalización del flagelo", comienza diciendo. Y recurriendo nuevamente a consideraciones sociológicas que se extienden por buena parte del texto, hacia el final intenta recurrir al dato evangélico. Sin embargo, decepciona una vez más, al detenerse en una mera teoría exegética sobre el evangelio de Marcos, sin llegar a aportar un solo dato de fe que alcance a hacer luz sobre los interrogantes que el propio Obispo ha abierto desde el inicio de sus Meditaciones.
----------En efecto, analizando el surgimiento y la composición del evangelio de Marcos, el Obispos cita a quienes sostienen que en el origen de este texto se ha dado la experiencia de un trauma social en la comunidad de Marcos, un trauma debido a la llamada "guerra judía" entre los años 66 y 73. Según esa hipótesis exegética aquellos sufrimientos habrían llevado a los cristianos de la comunidad de Marcos "a recordar las tribulaciones vividas por el maestro y, de un modo concomitante, la vivencia del encuentro con Cristo Resucitado. La presencia viva del Resucitado los estimula a enfrentar el trauma por el que están atravesando. Se podría decir que la historia del Nazareno actúa de soporte, de paradigma, para aceptar y superar el trauma actual, que luego es puesto por escrito en el evangelio de Marcos".
----------Sorprende que el Obispo termine sugiriendo que esta mera hipótesis exegética "es inspiradora para tener una orientación en el trance que actualmente se está desarrollando y que nos tiene como afectados protagonistas" en la actual pandemia, precisamente él, el Obispo, cuya palabra no debe estar inspirada más que en la divina Revelación de la que es portavoz. En otras palabras, mons. Macín, en vez de indicarle a sus fieles que se inspiren por su fe en la Palabra de Dios, para obtener una respuesta a los interrogantes que plantea la presencia del mal en esta pandemia, les pide que se inspiren en una mera hipótesis exegética.
----------Y concluye afirmando: "El itinerario histórico y meta-histórico de Jesús de Nazareth sigue siendo inspirador para creyentes, y también para no creyentes, por su serena posición frente al dolor y la instancia suprema de todo ser humano, que es la muerte. Al fin y al cabo, el perfil y la grandeza de una persona se definen por su manera de enfrentarse con la instancia suprema de la existencia. Esto es más interesante todavía, si aceptamos que Jesús de Nazareth fue liberado de las garras de la muerte y resucitado, nos acompaña en las luchas cotidianas. Se puede creer o no en la resurrección. Pero convengamos que la fe cristiana es de las pocas propuestas superadoras, que permiten transitar con cierta serenidad momentos de crisis y que nos abren a un horizonte diferente, con algo nuevo que puede sobrevenir".
----------De modo que, una vez más, Jesús es sólo el modelo que debemos seguir. Pero ¿por qué razón? El Obispo no da respuesta a esa pregunta. Ni siquiera en su cuarta y última Meditación, el pasado 14 de julio, donde incluso escribe: "Para poder dejarnos salvar por Jesús y superar el mal desde su raíz, tenemos que aceptar y reconocer que estamos crucificados, y entonces podremos ser arrancados del abismo de la muerte. No hay redención si no se pasa por la cruz". Ahora bien, el sufrimiento, la cruz, la muerte, son un mal; y el mal debemos combatirlo, como lo estamos haciendo, particularmente los científicos, los médicos y los trabajadores sanitarios en la actual pandemia. Pero entonces, ¿por qué deberíamos abrazar el mal? ¿Por qué motivo deberíamos abrazar la cruz? ¿Para seguir el ejemplo de lo que hizo Jesús? ¿Pero, por qué motivo, por qué razón? ¿Por qué razón el sufrimiento, que es un mal, debe ser buscado como un bien? ¿El cristiano debe seguir a Jesús como otros siguen a Ghandi, a Buda, o a cualquier modelo humano?
----------Es cierto lo que dice mons. Macín: el cristiano debe abrazar la cruz "para superar el mal desde su raíz", pero el Obispo sólo habla del sufrimiento y de la muerte, es decir, del mal de pena, sin mencionar la razón por la cual Jesucristo abrazó el mal de pena, que es redimirnos del mal de culpa, o sea, del mal moral, el pecado, que es la causa del mal de pena, pues "por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron" (Rom 5,12). Pues bien, en ninguna de sus cuatro muy extensas Meditaciones, mons. Macín menciona ni el pecado, ni el perdón de los pecados y la gracia merecidos por Cristo, ¡ni siquiera una sola vez! Eso es de por sí revelador. ¿Cómo el cristiano puede abrazar la cruz, el sufrimiento y la muerte, como pide mons. Macín, si no es únicamente a sabiendas de que Cristo ha transformado esos males en bienes, a través de la aceptación de nuestros pecados, del arrepentimiento, de la penitencia, y del imitar así a Nuestro Señor abrazando nuestra propia cruz?
----------Pero no, del pecado no se habla. Se trata del tácito pacto de silencio de los buenistas. Consciente o inconsciente de los presupuestos y las raíces profundas de sus ideas, mons. Angel José Macín, actual Obispo de Reconquista, es un ejemplo bastante nítido del extendido buenismo y misericordismo que encadena y amordaza la predicación de nuestros pastores.
----------Así como un alumno de primero de filosofía no lo diría todo si en su examen de Lógica enuncia el clásico silogismo diciendo solamente: "Porque todos los hombres son mortales, Sócrates es mortal", de modo similar un Obispo no lo dice todo cuando sólo predica: "Porque Cristo padeció, murió y resucitó, debemos imitarlo en nuestros sufrimientos y muerte, que han sido transformados en camino de resurrección".
----------Al alumno de lógica le falta indicar la razón, es decir, el término medio del básico silogismo: "Sócrates es hombre". De modo similar al Obispo o sacerdote que sólo dijera que "porque Cristo padeció, murió y resucitó, debemos imitarlo en nuestros sufrimientos y muerte, pues han sido transformados en camino de resurrección", le faltaría enunciar la razón, el motivo, que es el valor de satisfacción vicaria de la vida y de la muerte de Cristo: la razón es que, siendo el pecado la causa de la introducción del sufrimiento y de la muerte en la historia humana, Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, se ha encarnado asumiendo nuestra condición humana en carne mortal, padeciendo y muriendo en la cruz, para que en su condición divina pudiera Él, el Inocente, saldar, en lugar nuestro, la deuda infinita que por nuestros pecados hemos contraído con Dios Padre. Sólo por esa razón nosotros podemos asumir en Cristo nuestros sufrimientos, esta misma pandemia, y nuestra muerte, que son un mal, prueba y castigo, como un bien, como medio para alcanzar, en Cristo, la resurrección y la vida eterna en la visión de Dios: reconociendo nuestra condición de pecadores, arrepentidos, reparando, e imitando en nuestra vida la vida y la muerte de Jesucristo.
----------Invito ahora a aquellos lectores que quieran encontrar las razones últimas del modo de pensamiento buenista, a profundizar la reflexión a nivel metafísico.
La raíz profunda del buenismo
----------¿Cuál es la raíz profunda del buenismo? Es, como comenzamos a explicar en la nota de ayer, la absolutización del yo, es decir, el panteísmo ("todo es Dios", "yo soy Dios"), esa concepción por la cual el hombre o el yo, reasumido como señor de todo el mundo, considera que el horizonte, el vértice o cumbre de su ser es Dios, por lo cual rechaza a un Dios trascendente y creador -en tal sentido es ateo-, y pretende sustituirse a Dios o convertirse en Dios o estar a la par de Dios o ser Dios sic et simpliciter.
----------¿Por qué el panteísmo está en el origen del buenismo? ¿En qué sentido? ¿No habíamos hablado de maniqueísmo? Ahora bien, el maniqueísmo es un dualismo teológico, mientras que el panteísmo es un monismo. El primero pone en Dios tanto el bien como el mal. El segundo supone un Dios del bien y un Dios del mal. Si el buenismo quiere ser monoteísmo, debe convertirse en panteísmo, como ha hecho Hegel. Pero con esto no está resuelta la cuestión del mal, sino que tenemos un Dios del mal dentro de un Dios del bien. El buenista católico no aceptará nunca el maniqueísmo, si bien de hecho razona como un maniqueo.
----------Por consiguiente, no podrá evitar caer en la órbita del panteísmo. Si no quiere renunciar al buenismo para asumir la verdadera visión católica, no le queda más que elegir entre el panteísmo de Hegel o el del teólogo padre Giuseppe Barzaghi, según prefiera el valor de la Historia o el de lo Eterno.
----------El panteísmo hegeliano es conocidísimo y por eso no me detengo en él. Sobre ese panteísmo se basa el buenismo de Rahner, del cual ya he hablado varias veces en otras notas en este mismo blog, por lo cual no me detengo en este tema. En cambio, me detendré en el panteísmo de Barzaghi, que es menos conocido. El padre Barzaghi (a quien me referiré más extensamente en la próxima nota) expresa su visión con algunas frases lapidarias, que citaremos, además de compartir el dogma fundamental del idealismo panteísta, común a todas las formas de dicho sistema, que implica la identidad del pensamiento con el ser.
----------En primer lugar, podemos recordar que el panteísmo tiene orígenes orientales antiquísimos, en la India alrededor del siglo XIV a.C. con una vasta literatura anónima, los Vedas y en particular su parte terminal, el Vedanta, mientras que en occidente aparece en Italia en el siglo VI con Parménides, flanqueado por Heráclito, según una relación de amistad-enemistad o acuerdo-oposición, que constituirá el resorte o el tira y afloja del panteísmo incluso hasta nuestros días.
----------En India, en cambio, tenemos el sat-maya, donde sat es el ser, mientras que maya es la apariencia sensible. El fluir o devenir heraclíteo, el rein, sin embargo, no corresponde exactamente a la maya india, porque esta también sugiere la idea de la apariencia engañosa, la cual luego será la doxa platónica.
----------Para Heráclito, el ser es el devenir, el rein; por lo cual de él tiene origen el panteísmo historicista, que culmina en Hegel. Para Heráclito nada es eterno, nada es inmutable, nada es necesario. El panteísmo heraclíteo nace de la pareja ser-devenir, einai-rein, que podríamos traducir cosmológicamente como tiempo-eternidad. El ser es pura multiplicidad, pura diversidad. El ser es solo lo concreto. Existen solo los entes.
----------Para Parménides, en cambio, el ser es el ser necesario, universal, eterno e inmutable, el ser que no puede no ser. El ser es solo uno, siempre idéntico a sí mismo, siempre igual. Existe solo el Ser. De Parménides tiene origen el panteísmo eternalista, que culmina en Emanuele Severino. El devenir y el tiempo, como dimensiones de los entes temporales, son sólo apariencia. El tiempo, por el contrario, implica una "sucesión de instantes" (Oltre Dio ovvero omnia in omnibus. Pensieri su Dio, il divino, la deità, Giorgio Barghigiani Editore, Bologna 2000, p.47), pero no son los instantes de entes realmente temporales, que inician y finalizan en el tiempo. Son en cambio instantes en los cuales y sucesivamente se manifiestan entes que aparentemente inician y finalizan, pero que en realidad son eternos.
----------Ahora bien, en el panteísmo occidental también existe el binomio parmenídeo ser-pensamiento, einai-noein, el cual, con la intervención de Descartes, dará origen al idealismo. También el panteísmo indio se fundamenta en el idealismo, o la identificación del ser con el pensamiento y así tenemos el binomio sat-citta, ser=pensamiento, desarrollado por Shamkara en el siglo VIII.
----------Mientras que en India el panteísmo de los orígenes se ha mantenido intacto hasta hoy, dado el fortísimo sentido de la tradición que posee el pensamiento indio, el panteísmo occidental, más evolutivo, ha utilizado con Hegel, sobre base heraclítea, el dogma cristiano de la Encarnación. En efecto, para Hegel el ser se identifica con el devenir y, por tanto, con la historia, a la manera de Heráclito. Ahora bien, para Hegel el devenir no ocurre en modo evolutivo, como para Aristóteles, sino por contradicción. Hegel, por lo tanto, no reconoce la distinción de las dos naturalezas en Cristo, sino que habla de "unidad de la naturaleza humana y de la naturaleza divina", lograda porque, como ya en la herejía de Eutiques, la naturaleza divina deviene humana.
----------Ahora bien, para Hegel Cristo, como había entendido Lutero, asume para salvarnos no sólo el castigo del pecado, sino precisamente el pecado, de modo tal que, siendo Él Dios, el pecado mismo deviene querido por Dios; pero queriendo Dios al mismo tiempo la salvación del hombre, Dios quiere y anula pero también hace coexistir a la vez en sí mismo en Cristo el pecado.
----------Por lo tanto, el Dios hegeliano, unidad de ser y devenir, ser e historia, Dios y hombre, Dios y mundo, es al mismo tiempo, como ya el Dios de Böhme, principio del bien como del mal o, como dirá el mismo Lutero, causa tanto de la conversión de Pablo, como del pecado de David. Hegel paga su absoluto monismo teológico con el concebir un Dios que es a la vez bueno y malo. ¿Encontramos aquí una sugestiva pista del silencio acerca del pecado en la actual predicación de nuestros pastores? Quizás tengamos una mejor respuesta examinando el buenismo del padre Barzaghi, en nuestra nota de mañana.
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