sábado, 14 de agosto de 2021

Reflexiones sobre modernistas y pasadistas (1/2)

Traditionis custodes ha removido cuestiones doctrinales y disciplinares que probablemente se vayan poniendo más de manifiesto en el futuro, supongo, aunque es sólo mi opinión. En todo caso, la calificación de "cisma" a la situación de los lefebvrianos, hecha por el papa Francisco, aunque no sorprende, es bienvenida, porque clarifica una situación disciplinar por todos conocida, que conlleva la existencia de herejías que el Santo Padre ha dejado entrever de modo implícito, pero que es posible explicitará más adelante. Por supuesto, sería deseable que el Papa dejara de lado su parcialismo y también explicitara la condición cismática y herética del otro bando, el de los modernistas. ¿Es mucho pedir? Quien sabe. El tiempo, que últimamente parece correr más a prisa, dirá lo suyo. Mientras tanto, una reflexión en dos notas, que quizás puede ser útil en estos momentos.

Todo lo que es moderno no es modernismo
   
----------Desde hace cincuenta años los modernistas se siguen autodenominando "progresistas" y llamando despreciativamente "tradicionalistas" a todos aquellos que no piensan como ellos, considerándolos atrasados, reliquias del pasado, minus habentes o pesos muertos en la Iglesia. En su concepto de "tradicionalista", ellos confunden el grano con la paja, como veremos más adelante, haciendo un manojo de todas las hierbas, y por lo tanto atribuyendo el título para ellos despectivo de "tradicionalista" tanto al católico normal, e incluso progresista y conciliar, como al lefebvriano o al sedevacantista o al minutelliano o al viganiano.
----------Naturalmente, los modernistas se cuidan bien de no reconocerse a sí mismos como tales, hasta llegando a negar o a fingir ignorar la existencia actual de un renacido modernismo. Lo sucedido semanas atrás con lo publicado por el canonista y juez diocesano de Münster Martin Zumbült, hablando a cara descubierta de "modernismo" y "anti-modernismo" es la excepción que confirma la regla.
----------No, los renacidos modernistas no se reconocen a sí mismos como modernistas. No quieren reconocer su parentesco con el modernismo condenado por el papa san Pío X, aunque uno de ellos como Rahner, con evidente rencor, sintiéndose picado, haya definido la Pascendi dominici gregis como una "ensalada a la italiana para cerebros incapaces de pensar". Algunos, entonces, no desdeñan elogiar a los modernistas con descaro y acusan a Pío X de ánimo anclado al pasado y de no haberlos comprendido.
----------Ni siquiera el Magisterio de hoy habla, salvo rarísimas excepciones, del renacido modernismo (se encuentra el término modernismo en el papa san Paulo VI, mientras que Benedicto XVI ha delineado con mucha claridad los dos partidos adversos de los lefebvrianos y de los modernistas, pero usando otros términos). La Santa Sede, evitando nombrar a los modernistas, probablemente teme el resurgir de la actitud severa que caracterizó a la Pascendi domici gregis de san Pío X, la cual, condenando acertadamente el error, sin embargo ignoró por completo las instancias válidas que estaban presentes en el modernismo, y que han sido purificadas y aceptadas por el Concilio Vaticano II. Por otra parte, existe probablemente el temor de que, nombrándose el modernismo, se puedan reabrir viejos rencores y viejas heridas.
----------En cualquier caso, el Magisterio postconciliar ha utilizado términos equivalentes como: secularismo, laicismo, subjetivismo, inmanentismo, cientificismo, racionalismo, fideísmo, relativismo, evolucionismo. Por otra parte, es útil notar que en todos los documentos pontificios post-conciliares y de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es evidente la condena de los renacidos errores modernistas. Y es realmente curiosa y sugestiva la actitud de modernistas y lefebvrianos ante este hecho:
----------1) En cuanto a los modernistas, una prueba indirecta de que en todos los documentos pontificios post-conciliares y de la Congregación para la Doctrina de la Fe existe una clara condena de los hoy renacidos errores modernistas, es sin duda el enconado y arrogante combate de los modernistas contra los pontificados de san Paulo VI, de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI; mientras que con el papa Francisco al principio cambiaron su actitud, adulándolo hipócritamente, pero hoy la situación en la que han quedado es verdaderamente embarazosa, pues el Santo Padre no ha satisfecho sus expectativas.
----------2) En cuanto a los lefebvrianos, es curioso que en las habituales exposiciones en sus medios, no profundizan la crítica a los principales errores del renacido modernismo, y esto de modo hipócrita; porque fieles como son al clásico método escolástico, saben que al desarrollar esa crítica deben citar al Magisterio de la Iglesia como primer lugar teológico, pero evitan hacerlo, para no verse en la embarazosa situación de tener que citar a los mayores críticos del renacido modernismo. ¿Y quienes son? Los Romanos Pontífices del postconcilio, por supuesto, aunque no citen al modernismo por su nombre propio.
----------Es cierto que los lefebvrianos no dejan de hablar de modernismo; pero lo hacen a despropósito, incluyendo disparates. Aparte de la acertada acusación de modernismo hecha a Rahner y a otros teólogos del postconcilio infieles al Magisterio, los lefebvrianos acusan de modernismo también a las doctrinas del Concilio, a san Juan XXIII, a san Paulo VI, y a algunos teólogos progresistas, como Maritain. No hablemos de lo que ellos dicen del Papa actual. Para los lefebvrianos, todo lo que es moderno, es modernismo.
----------Bastante diferente es la posición de algunos ambientes católicos en plena comunión con la Iglesia, y no es el único este blog, modestia aparte. Los habituales lectores de este blog, en efecto, saben que distinguimos, con el Magisterio, una sana modernidad de una malsana modernidad. Reconocemos que la primera ha sido asumida por el Concilio Vaticano II. La segunda, en cambio, caracteriza al modernismo.
----------Para los lefebvrianos, todos los que no están con ellos son modernistas, y de manera similar, para los modernistas, todos los que no están de su parte son lefebvrianos. Por mi parte, en cambio (y ya lo he dicho repetidamente, explicando las finalidades de esta bitácora) no tomo partido ni por los unos ni por los otros (cada uno de ellos, en su propia medida, descaminados), sino que procuro mantenerme escrupulosamente en el horizonte del pensamiento católico, en armonía con el Magisterio de la Iglesia, ejerciendo, en los ámbitos permitidos, también respecto a la autoridad, la legítima libertad de pensamiento de los hijos de Dios.
   
Los renacidos modernistas de la actualidad
   
----------Los modernistas no conocen una verdadera tradición divina y apostólica, que mantenga inalterado un conjunto ordenado de contenidos conceptuales entendidos como Palabra de Dios, porque están bloqueados por el falso presupuesto gnoseológico, que niega que la verdad atingente al sentido de la vida humana o al destino del hombre, admitido que pueda ser descubierta y definida, sea un dato de razón o un dato de fe, puede ser conservada y transmitida para siempre, inalterada y bien comprendida a las generaciones futuras, para que nosotros hoy podamos alcanzar con seguridad la verdad que nos viene dada por los antiguos, como un patrimonio o una herencia perenne, inmutable, incorruptible, siempre válida y útil. Es evidente que, con tal concepto general de tradición, los modernistas no pueden comprender qué es la sagrada Tradición.
----------Es necesario comprender que los modernistas son de hecho historicistas, víctimas de un sentido exagerado de la evolución y de la caducidad de las ideas, por lo cual creen que ningún tipo de tradición estable y continuativa sea posible, y por dos motivos: primero, porque no creen en la posibilidad de conocer con certeza una verdad inmutable, y segundo, porque piensan que hoy no podemos entender o interpretar correcta y objetivamente el sentido auténtico de las doctrinas de quienes nos han precedido.
----------Los modernistas han asumido esa mentalidad subversiva y revolucionaria, de la cual tenemos ejemplos en Martín Lutero y René Descartes o, si se quiere, en la misma Revolución Francesa, fruto, por lo demás, tanto de Lutero como de Descartes. Ellos, con insana presunción, roban a Nuestro Señor Jesucristo las palabras: "todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes" (Jn 10,8).
----------Palabras que, por supuesto, Cristo tenía pleno derecho a pronunciar, siendo el Mesías Hijo de Dios. Pero los señores antes mencionados, ¿cómo y de dónde han podido arrogarse tal autoridad absoluta, y en base a qué credibilidad? Pero lo peor de Lutero y Descartes, es que Cristo mismo, aunque innovador, se ha ubicado en línea con las verdades fundamentales y perennes de la razón por Él mismo creada, y en la estela de la tradición mosaica y profética por Él mismo inspirada, mientras que nuestros bravos supuestos "revolucionarios" o "reformadores" han subvertido las bases de la razón y de la fe sin instaurar ningún "hombre nuevo", sino, por el contrario, haciéndonos retornar al hombre viejo, al viejo Adán.
----------Ahora bien, debemos observar que el pensar y el actuar humanos poseen, tanto a nivel de la razón como a nivel de la fe, una esencia indestructible, creada y conservada por Dios, que se mantiene constante, inalterada e idéntica a sí misma en el tiempo. Y en base a esa esencia y a sus leyes, la persona despliega su actividad teorética y moral y progresa en el saber y en la virtud, valiéndose de las tradiciones adquiridas.
----------La fundación última, la renovación o la refundación más radicales del pensar y del actuar, fundación y refundación que ciertamente pueden ser útiles, requieren que se tengan en cuenta no solo las evidencias originarias y los principios de la razón, así como las evidencias de las certezas elementales de la fe, sino también del saber tradicional, o sea del saber adquirido, que nos viene de la tradición, saber tradicional que custodia y conserva las conquistas definitivas e irrenunciables del pasado.
----------Esta sabia advertencia, impulsora de civilización y progreso, es la que nos pone a salvo de la tarea de rehacer el trabajo ya realizado por las generaciones precedentes y, por lo tanto, nos permite avanzar partiendo desde el punto al que se ha arribado. Esto es lo que nos dice el buen sentido común. La insana pretensión de Descartes de rehacer todo desde el principio, como si nadie hubiera pensado antes que nosotros, ha sido increíblemente arrogante y presuntuosa, y actualmente podemos ver los resultados.
----------Pues bien, si la metafísica ya está fundada, entonces no es necesario volver a fundar la metafísica, sino que se avanza partiendo de la metafísica moderna. Si la fe nos es entregada por la tradición, no se debe dejar de lado la tradición, para enseñar a la humanidad cual es la verdadera fe. A lo sumo, de lo que se trata es de distinguir la verdadera tradición de la falsa tradición.
----------Todo verdadero progreso se construye sobre la base de los principios primeros racionales y tradicionales, de razón o de fe. Estos principios, por lo tanto, no pueden ser dejados de lado, rehacer o reconstruir o cambiar, ni es posible deducirlos de principios precedentes, ni encontrar otros más radicales, precisamente porque son los primeros. Pueden ser verificados solo reflexionando sobre ellos y haciendo uso de ellos.
----------No existe en la historia del pensamiento humano una metafísica más radical que la metafísica de Aristóteles, como tampoco existe fe más auténtica que la que nos es enseñada por la tradición apostólica. Es, por el contrario, sobre su base que es necesario rehacer y construir.
----------Si estos principios son negados o puestos en duda, si se intenta sustituirlos por otros, no se da progreso, sino error, regreso y decadencia o incluso suspensión o destrucción del pensamiento o de la moral o de la fe. Se debe construir sobre estos a priori, sobre lo que ya existe, sobre lo que ya ha sido pensado, sobre lo que ya está dado por la razón o la tradición. "El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro..." (1 Cor 3,11ss). Querer cambiar, aquí, significa querer destruir.
----------Nadie, ni siquiera Descartes, puede arrogarse el derecho de hacer partir el pensamiento humano desde cero. Ciertamente, el pensamiento humano, al inicio, está privado de contenidos ("tabula rasa"), porque está simplemente en potencia. Pero como entra en acto, he aquí que tiene inmediatamente su contenido, recabado de la experiencia de las cosas, contenido u objeto, que es el ente, ese ente que existe antes que él e independientemente de él, porque es creado por Dios y no por él.
----------Por lo tanto, es falso creer, con Gustavo Bontadini, por ejemplo, que el pensamiento no debería tener presupuestos. El caso es que solo el pensamiento divino parte de sí mismo. El cogito es el principio del pensamiento divino, no del pensamiento humano. Esto aparecerá clarísimo con el Yo absoluto de Fichte, que no es otro que el desarrollo último del cogito cartesiano.
----------El pensamiento humano presupone su objeto, es decir, lo real. Sin el objeto, no existe el pensamiento. Sólo el Pensamiento divino es independiente del ser creado, porque es el creador del ser. Las verdades primeras de lo real deben para nosotros ser presupuestas y dadas por descontadas, de lo contrario no se avanza, sino que se retrocede y más bien se sueña, se fantasea y solo se hace daño.
----------Es bien sabido que cuando el hombre realiza una conquista en el campo del saber y de la virtud, se ve inducido a conservar el resultado obtenido para transmitirlo a las generaciones futuras en la obra educativa. Estas futuras generaciones asumirán estos resultados para hacer avanzar ulteriormente el saber y la virtud. Pero si se desprecia la tradición, por mucho que con Descartes se exalte la razón y con Lutero se exalte la fe, lo que en realidad sucede es que se destruye con una mano lo que se construye con la otra.
----------Igualmente, Lutero pasa por alto el hecho de que la Sagrada Escritura no es más que la puesta por escrito de la Sagrada Tradición, y la misma Escritura recomienda el respeto por la Tradición (cf. 2 Tes 2,15; 1 Tm 6,3; 2 Tm 1,14; Heb 2,3; 1 Co 11,2.23; 2 Pe 1,15; Jd 3). Lutero reduce toda tradición a aquellas tradiciones humanas, farisaicas, con las cuales polemiza Jesús (cf. Mc 7, 8-9.13; Col 2,8).
----------Aún así, sin embargo, es necesario decir que en Lutero está el núcleo fundamental del concepto de tradición apostólica (piénsese sólo en san Pablo) entendida como predicación de la Palabra de Dios o anuncio del Evangelio; el que, entonces, es el principio esencial de la tradición, aunque, para completar el concepto, es necesario agregar la transmisión apostólica del mensaje o de la doctrina revelada.
----------Y, lamentablemente, este completamiento, que también implica el primado petrino, en Lutero falta. Lutero, por lo tanto, cae en esta contradicción: por una parte, sabe que la tradición es predicación, conservación y transmisión oral del Evangelio; pero, por otra parte, rechaza esta misma tradición en su esencia completa y genuina, es decir, en su forma apostólica bajo la guía de Pedro y sus sucesores.
----------Es verdad que Lutero decide quedarse solamente con la Escritura, en la cual él ve ciertamente la Palabra de Dios y la tradición puesta por escrito. Pero Lutero pasa por alto el hecho de que lo escrito no contiene todo cuanto está contenido en la Palabra de Dios, es decir, en la tradición oral apostólica. El espíritu del hombre que comunica la verdad, se manifiesta más inmediatamente con la palabra que con lo escrito. Es la palabra del autor o de quien por él y en su nombre interpreta sus escritos.
----------Nuestro Señor Jesucristo ha dicho a los apóstoles: "El que a vosotros escucha, a mí me escucha" (Lc 10,16). La lectura no es fin en sí misma, sino que está ordenada a la escucha. No basta el libro. Es necesaria la persona viva, a la cual el libro está confiado, o que representa a quien ha escrito el libro. Dicho sea de paso (aunque, a buen entender, no tan de paso) cuando decimos que es necesaria la persona viva, es en este sentido que vale el conocido latiguillo del Santo Padre: "la persona vale más que la doctrina". La doctrina sirve para contactar a la persona. La persona ciertamente debe aceptar la doctrina y ponerla en práctica; pero la doctrina, a su vez, está al servicio de la persona y es un medio, por el cual la persona expresa en el pensamiento su propia dignidad. Por otra parte, la doctrina es la persona pensada. Pero lo real es más que el pensamiento. Por lo tanto, la persona real es más que la doctrina sobre la persona.
----------Contra Lutero se debe decir que la Biblia no es suficiente para conocer todo aquello que Cristo enseña. Es necesario escuchar también a los apóstoles y a sus sucesores. Se necesita el encuentro interpersonal, el diálogo, la conversación. He aquí la autoridad de la tradición. Es aquí que Lutero ha fallado. Y es aquí donde fallan los modernistas con su desobediencia al Magisterio de la Iglesia, viva voz de la sagrada Tradición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En ciertas horas del días se permitirán comentarios sin moderación. Los comentarios no cónsonos con el blog serán removidos. Igualmente los que falten a las normas del respeto personal.