Llegamos al final de esta serie de notas, que han sido sólo unos apuntes, provisorios y corregibles, siguiendo a grandes rasgos el esquema y el texto del librito de John Vennari, The Permanent Instruction of the Alta Vendita (New York 2017). Tras leerlo una vez, y empezar a leerlo por segunda vez, más serenamente y tomando apuntes, me dije que podía ser una buena idea compartir con los lectores de mi blog estas notas en las que he agregado algunas cosas y cambiado otras, y pintando algunas escenas con otros colores más a mi gusto. Quizás vuelva sobre este borrador en el futuro, con nuevos agregados, o con correcciones, o nuevas ideas (que ya los lectores me han dado algunas) y probablemente matizando o corrigiendo mis propias conclusiones personales, a la luz de los próximos y nuevos acontecimientos en la Iglesia.
----------Hace ya mucho tiempo que vengo reflexionando, investigando, y cotejando argumentos acerca de esta cuestión. ¿Pueden los documentos del Concilio Vaticano II ser interpretados en continuidad con el Magisterio bimilenario de la Iglesia, o suponen una ruptura con el pasado? Existe un amplio sector de católicos cultos, clérigos y laicos, que afirman que en varios puntos los documentos conciliares constituyen una ruptura con la Tradición y con los pronunciamientos magisteriales anteriores, al menos en razón de su ambigüedad, o de sus implicaciones y omisiones. Otro amplio sector, mayoritario, de católicos, lo niega, y en general afirman que el problema no radica en los propios documentos, que dicen ser ortodoxos y en armonía con el Magisterio anterior, sino en la interpretación y aplicación que se ha hecho con posterioridad al Concilio Vaticano II. A grandes rasgos, esta segunda postura es la del papa emérito Benedicto XVI, y su llamada hermenéutica de la continuidad.
----------Por mi parte, sin pretender dirimir la cuestión, ni poder dar aquí los fundamentos completos de la conclusión a la que he llegado, por el momento les transmito mi impresión, que es la misma que la de John Vennari en su librito: quienes niegan que en varios puntos el Concilio Vaticano II constituye una ruptura con el pasado, en realidad no han escuchado o no quieren escuchar a los mismos impulsores y agitadores del Concilio, quienes lo reconocen descaradamente sin vacilar ni ruborizarse.
----------Por ejemplo, el padre Yves Congar op [1904-1995], uno de los artesanos del trabajo conciliar, comentó con tranquila satisfacción que, respecto de varias cuestiones dogmáticas y morales, "la Iglesia ha tenido, pacíficamente, su Revolución [comunista] de octubre". El mismo Congar declaró que la Declaración del Vaticano II sobre Libertad Religiosa es contraria al programa del beato Papa Pío IX. Con respecto al Artículo 2 de la Declaración, dijo: "No se puede negar que un texto como este dice materialmente algo diferente del Syllabus de 1864, e incluso casi lo contrario de las proposiciones 15 y 77-79 de ese documento".
----------Años atrás, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, siendo prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, aparentemente desconcertado por aquella admisión del padre Congar, escribió que vio el texto de la Gaudium et Spes del Vaticano II como un "contra-Syllabus", afirmando: "Si se desea emitir un diagnóstico global sobre este texto [Gaudium et Spes], podría decirse que significa (junto con los textos sobre la libertad religiosa y sobre las religiones del mundo) una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de Antisyllabus. [...] Contentémonos aquí con la comprobación de que el documento juega el papel de un Antisyllabus y, en consecuencia, expresa el intento de una reconciliación oficial de la Iglesia con la nueva época establecida a partir del año 1789" (Teoría de los Principios Teológicos, Barcelona 1985, pp.457-458).
----------Esa "nueva época" a la que se refiere el cardenal Ratzinger -por favor valoremos debidamente su afirmación- es nada menos que la nueva era inaugurada en 1789, y que efectivamente consistió y consiste, a no dudarlo, en la elevación de los "Derechos del Hombre" por encima de los derechos de Dios. En verdad, este comentario de quien dos décadas después se convertiría en papa Benedicto XVI, es inquietante y perturbador, especialmente porque proviene del hombre que, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tuvo el rol de proteger la pureza de la Doctrina Católica. Es verdad que para valorar debidamente lo que dice el entonces cardenal Ratzinger no podemos contentarnos con las dos frases arriba citadas, sino que es necesario tener en cuenta el texto completo al que pertenecen, así como otras afirmaciones del teólogo alemán sobre el mismo tema. Pero ello no nos impide plantearnos una pregunta de antemano: ¿en qué medida este perito conciliar, que trabajaba apoyando la labor de la Alianza del Rin, experimentó su personal "conversión" de los postulados progresistas y modernistas con los que al inicio del Concilio él también colaboraba?
----------Finalmente, también podemos citar una declaración similar del cardenal belga Leo Jozef Suenens [1904-1996], uno de los Padres Conciliares de mayor protagonismo en el grupo progresista, quien llegó a expresarse en términos de "viejos regímenes" que han llegado a su fin, en obvia referencia a los programas de vigilancia de la ortodoxia en los pontificados anteriores, especialmente en referencia al Syllabus. Las palabras que usó para alabar al Concilio son las más reveladoras, las más escalofriantes y las más condenatorias de sus ideas; porque Suenens declaró: "El Vaticano II es la Revolución Francesa en la Iglesia".
¿Qué hacemos con los documentos del Concilio Vaticano II?
----------Durante años y años, los católicos que no han estado suficientemente atentos ni preocupados acerca de las implicancias de su fe, han actuado bajo la noción errónea de que se deben aceptar los textos de un Concilio pastoral como el Vaticano II, con el mismo asentimiento de fe con el que se deben obedecer los Concilios dogmáticos. Sin embargo, no es el caso. Y esto lo digo con conocimiento de causa, porque yo también viví esa confusión. En mis primeros años en el Seminario sucedió que un grupo de seminaristas dejaron la Casa de formación para continuar la suya en el Seminario de Écône, entre ellos quien hoy es uno de los obispos de la FSSPX. No hace falta explicar en detalle la particular situación que pasó a vivirse donde yo estaba; basta decir que se notaba que los superiores querían evitar que se produjeran nuevos casos similares. No es el mismo el respeto que tiene hoy el benemérito arzobispo Marcel Lefebvre, y el que tenía entonces en Argentina.
----------La coyuntura era particular, y lo advertimos inmediatamente, pues se nos atiborraba con el estudio de la historia del Concilio Vaticano II y de sus documentos. Pero, hasta donde llegan mis recuerdos, en ningún momento se nos aclaró la real dimensión de su condición "pastoral", y lo que ello implicaba para el grado mayor o menor de asentimiento que debíamos prestar a sus enseñanzas y decisiones. Creo que al igual que yo, todos mis compañeros de entonces no hacíamos diferencia entre el Concilio Vaticano II y los anteriores Concilios dogmáticos de la historia; y si llegábamos a darnos cuenta de la diferencia, nos acomodábamos al silencio imperante sobre el asunto. Está claro que así, más o menos confundidos en ese tema, los sacerdotes que salimos de aquel Seminario, de esto hace ya unos cincuenta años, después teníamos necesariamente que influir en la actitud de los fieles hacia el Concilio Vaticano II.
----------Ahora bien, los Padres Conciliares se refirieron repetidamente al Vaticano II como un Concilio pastoral, un Concilio que no se ocupó de definir la Fe, sino de implementarla, es decir, su objetivo había sido actualizar la pastoral de la Iglesia al momento histórico que el mundo vivía hace sesenta años que, por otra parte, era muy diferente al mundo actual. Es un hecho, entonces, que en lo referente a su valor dogmático, el Vaticano II es, en razón de su carácter pastoral, de grado inferior a un Concilio dogmático.
----------Lo que afirmo en la frase anterior pretende ser la expresión de la conciencia general de los Padres Conciliares. A modo de ejemplo, esto es confirmado por el testimonio de uno de ellos, mons. Thomas Morris [1914-1997], arzobispo de Cashel y Emly, en Irlanda. Téngase en cuenta que su testimonio, a petición suya, no fue revelado sino hasta después de su muerte. Expresó: "Me sentí aliviado cuando nos dijeron que este Concilio no pretendía definir o dar declaraciones finales sobre doctrina, porque una declaración sobre doctrina debía ser formulada con mucho cuidado, y de este modo consideré los documentos del Concilio como tentativos y susceptibles de ser reformados" (entrevista de Kieron Wood en Catholic World News, 27 de Septiembre de 1997). Vale tener presente que durante el Concilio estuvo muy allegado al arzobispo de Cracovia, mons. Karol Wojtyla, futuro papa Juan Pablo II. Además, Morris fue el único miembro irlandés de la Pontificia Comisión de Control de la Natalidad que precedió a la encíclica Humane Vitae, comisión donde, como era de esperar, votó en contra de cualquier cambio en la doctrina moral tradicional. Durante su período como arzobispo de Cashel y Emly, fue responsable de la restauración de la Holy Cross Abbey, donde meritoriamente continuó trabajando como sacerdote aún después de su retiro de la sede arzobispal.
----------Hacia el final del Concilio Vaticano II, los obispos le pidieron al Secretario General de la asamblea, Arzobispo (luego Cardenal) Pericle Felici [1911-1982], lo que los teólogos llaman la "nota teológica" del Concilio, es decir, el "peso" o valor doctrinal de las enseñanzas del Vaticano II. Felici respondió: "Tenemos que distinguir según los esquemas y los capítulos, aquello que ya ha sido objeto de definiciones dogmáticas en el pasado; en cuanto a las declaraciones que tienen un carácter novedoso, tenemos que hacer reservas".
----------Después de la clausura del Vaticano II, Pablo VI dio esta explicación en la Audiencia General del 12 de enero de 1966: "Hay quienes se preguntan cuál es la autoridad, la calificación teológica, que el Concilio ha querido atribuir a sus enseñanzas, sabiendo que ha evitado dar definiciones dogmáticas solemnes, que involucren la infalibilidad del magisterio eclesiástico. Y la respuesta es conocida por quienes recuerdan la declaración conciliar del 6 de marzo de 1964, repetida el 16 de noviembre de 1964: dado el carácter pastoral del Concilio, ha evitado pronunciar de modo extraordinario los dogmas dotados de la nota de infalibilidad...". A buen entendedor, la aclaración del Papa parece suficiente para zanjar la cuestión.
----------En otras palabras, a diferencia de un Concilio dogmático, el Vaticano II no demanda ni exige un asentimiento de fe sin reservas. Las declaraciones del Vaticano II, con textos tan extensos y detallados y frecuentemente también ambiguos, no pueden equipararse a pronunciamientos dogmáticos. Por lo tanto, las novedades del Vaticano II no son incondicionalmente vinculantes para los fieles. Los católicos pueden "hacer reservas", como dijo el cardenal Felici, e incluso resistirse a cualquier enseñanza del Concilio que pueda entrar en conflicto con el perenne Magisterio bimilenario de la Iglesia.
----------Creo que sobre la cuestión es suficiente con lo dicho, aunque probablemente volveré sobre este tema puntual (la nota teológica de los documentos del Concilio Vaticano II) en alguna futura ocasión. Ha habido recientemente interesantes controversias entre teólogos al respecto, que merecen conocerse y difundirse.
Se ha cumplido el diseño de la Instrucción Permanente de la Alta Vendita
----------La revolución posterior al Concilio Vaticano II, lo que ha sucedido en estos sesenta años del llamado postconcilio, tiene todas las características de cumplir tanto los diseños de la Instrucción Permanente de la Alta Vendita como las profecías del canónigo Roca, dice John Vennari: 1) Ante todo, el mundo entero ha sido testigo de un profundo cambio dentro de la Iglesia Católica, y ello a escala internacional, un cambio que está en sintonía con el mundo moderno. 2) En segundo lugar, tanto los defensores como los detractores del Vaticano II demuestran que ciertas orientaciones doctrinales del Concilio y las surgidas después del Concilio, constituyen una ruptura con el pasado. 3) Finalmente, los masones mismos se alegran de que, gracias al Concilio, sus ideas "se hayan extendido tan magníficamente sobre la cúpula de San Pedro".
----------Son tres datos que no pueden sino llamar la atención: 1) la Iglesia ha cambiado asimilándose al cambio producido en el mundo, 2) la Iglesia rompe con su pasado bimilenario, 3) los masones se alegran de lo que sucede en la Iglesia. En realidad, estas tres constataciones no sólo tienen que causar sorpresa a los fieles católicos, sino alertarlos de que la Iglesia ha caminado en estas décadas lejos de los caminos de nuestro único Maestro y Señor, quien nos aseguró que "si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia" (Jn 15,18-19).
----------John Vennari termina su obrita reveladora con una reflexión sobre "la pasión de la Iglesia", y no podría ser más adecuado. De hecho, es a lo que Jesús se refiere en la continuación de las palabras que recién he citado, es: "Acordaos de la palabra que yo os dije: Un siervo no es mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15,20). Y es obvio: sólo quien se acomoda al mundo no será perseguido por el mundo, pero ése no es el destino que el Señor promete a sus discípulos, sino otro: "Seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo" (Mt 10,22). "Yo les he dado tu palabra y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo" (Jn 17,14).
----------De modo que hoy la Iglesia, el resto fiel que constituye la Iglesia, no puede tener otro destino que sufrir también su propia pasión, la que le viene del mundo y también la que le viene desde dentro de la Iglesia, o sea de aquellos pastores que no han sido fieles a su misión de "no ser del mundo". Ahora bien, la pasión también la sufre actualmente la Iglesia en su conjunto, trigo y cizaña, "y no es un gran misterio -dice Vennari-. Al ignorar imprudentemente a los Papas del pasado, nuestros actuales líderes en la Iglesia han erigido una estructura comprometida que se derrumba sobre sí misma".
----------Poco después de finalizado el Concilio comenzaron a verse sus amargos frutos. De ellos se lamentaba el papa Pablo VI en el discurso al Seminario lombardo en Roma del 7 de diciembre de 1968 cuando decía: "La Iglesia se encuentra en una hora inquieta de autocrítica o, mejor dicho, de auto demolición. Es como una inversión aguda y compleja que nadie se habría esperado después del Concilio. La Iglesia está prácticamente golpeándose a sí misma". El desastroso "aggiornamento" impulsado por el Concilio es el responsable de esa auto-demolición que continuó a toda máquina en los pontificados posteriores, alcanzándose al parecer su acabose en el actual. De hecho, el papa Bergoglio no ha tenido reparos en expresar entender su cometido como el cumplimiento del Concilio Vaticano II. ¿Esto quiere decir el cumplimiento de la auto-demolición?...
----------¿Es esto posible? ¿Cómo Dios lo puede permitir? En realidad, desde la creación del mundo, y desde la creación del hombre dotado de libre albedrío, Dios lo permite todo. Es cierto que hay en la historia un misterio de salvación, un mysterium salutis, porque dijo Nuestro Señor: "yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos" (Mt 28,20), pero también existe en la historia un mysterium iniquitatis, obra del demonio y, a decir verdad, el demonio falsifica la obra de Dios también hasta la consumación de los siglos; y mucho más cuando estarán para consumarse... como quizás está sucediendo en el tiempo que nos ha tocado vivir.
----------Esa "nueva época" a la que se refiere el cardenal Ratzinger -por favor valoremos debidamente su afirmación- es nada menos que la nueva era inaugurada en 1789, y que efectivamente consistió y consiste, a no dudarlo, en la elevación de los "Derechos del Hombre" por encima de los derechos de Dios. En verdad, este comentario de quien dos décadas después se convertiría en papa Benedicto XVI, es inquietante y perturbador, especialmente porque proviene del hombre que, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tuvo el rol de proteger la pureza de la Doctrina Católica. Es verdad que para valorar debidamente lo que dice el entonces cardenal Ratzinger no podemos contentarnos con las dos frases arriba citadas, sino que es necesario tener en cuenta el texto completo al que pertenecen, así como otras afirmaciones del teólogo alemán sobre el mismo tema. Pero ello no nos impide plantearnos una pregunta de antemano: ¿en qué medida este perito conciliar, que trabajaba apoyando la labor de la Alianza del Rin, experimentó su personal "conversión" de los postulados progresistas y modernistas con los que al inicio del Concilio él también colaboraba?
----------Finalmente, también podemos citar una declaración similar del cardenal belga Leo Jozef Suenens [1904-1996], uno de los Padres Conciliares de mayor protagonismo en el grupo progresista, quien llegó a expresarse en términos de "viejos regímenes" que han llegado a su fin, en obvia referencia a los programas de vigilancia de la ortodoxia en los pontificados anteriores, especialmente en referencia al Syllabus. Las palabras que usó para alabar al Concilio son las más reveladoras, las más escalofriantes y las más condenatorias de sus ideas; porque Suenens declaró: "El Vaticano II es la Revolución Francesa en la Iglesia".
¿Qué hacemos con los documentos del Concilio Vaticano II?
----------Durante años y años, los católicos que no han estado suficientemente atentos ni preocupados acerca de las implicancias de su fe, han actuado bajo la noción errónea de que se deben aceptar los textos de un Concilio pastoral como el Vaticano II, con el mismo asentimiento de fe con el que se deben obedecer los Concilios dogmáticos. Sin embargo, no es el caso. Y esto lo digo con conocimiento de causa, porque yo también viví esa confusión. En mis primeros años en el Seminario sucedió que un grupo de seminaristas dejaron la Casa de formación para continuar la suya en el Seminario de Écône, entre ellos quien hoy es uno de los obispos de la FSSPX. No hace falta explicar en detalle la particular situación que pasó a vivirse donde yo estaba; basta decir que se notaba que los superiores querían evitar que se produjeran nuevos casos similares. No es el mismo el respeto que tiene hoy el benemérito arzobispo Marcel Lefebvre, y el que tenía entonces en Argentina.
----------La coyuntura era particular, y lo advertimos inmediatamente, pues se nos atiborraba con el estudio de la historia del Concilio Vaticano II y de sus documentos. Pero, hasta donde llegan mis recuerdos, en ningún momento se nos aclaró la real dimensión de su condición "pastoral", y lo que ello implicaba para el grado mayor o menor de asentimiento que debíamos prestar a sus enseñanzas y decisiones. Creo que al igual que yo, todos mis compañeros de entonces no hacíamos diferencia entre el Concilio Vaticano II y los anteriores Concilios dogmáticos de la historia; y si llegábamos a darnos cuenta de la diferencia, nos acomodábamos al silencio imperante sobre el asunto. Está claro que así, más o menos confundidos en ese tema, los sacerdotes que salimos de aquel Seminario, de esto hace ya unos cincuenta años, después teníamos necesariamente que influir en la actitud de los fieles hacia el Concilio Vaticano II.
----------Ahora bien, los Padres Conciliares se refirieron repetidamente al Vaticano II como un Concilio pastoral, un Concilio que no se ocupó de definir la Fe, sino de implementarla, es decir, su objetivo había sido actualizar la pastoral de la Iglesia al momento histórico que el mundo vivía hace sesenta años que, por otra parte, era muy diferente al mundo actual. Es un hecho, entonces, que en lo referente a su valor dogmático, el Vaticano II es, en razón de su carácter pastoral, de grado inferior a un Concilio dogmático.
----------Lo que afirmo en la frase anterior pretende ser la expresión de la conciencia general de los Padres Conciliares. A modo de ejemplo, esto es confirmado por el testimonio de uno de ellos, mons. Thomas Morris [1914-1997], arzobispo de Cashel y Emly, en Irlanda. Téngase en cuenta que su testimonio, a petición suya, no fue revelado sino hasta después de su muerte. Expresó: "Me sentí aliviado cuando nos dijeron que este Concilio no pretendía definir o dar declaraciones finales sobre doctrina, porque una declaración sobre doctrina debía ser formulada con mucho cuidado, y de este modo consideré los documentos del Concilio como tentativos y susceptibles de ser reformados" (entrevista de Kieron Wood en Catholic World News, 27 de Septiembre de 1997). Vale tener presente que durante el Concilio estuvo muy allegado al arzobispo de Cracovia, mons. Karol Wojtyla, futuro papa Juan Pablo II. Además, Morris fue el único miembro irlandés de la Pontificia Comisión de Control de la Natalidad que precedió a la encíclica Humane Vitae, comisión donde, como era de esperar, votó en contra de cualquier cambio en la doctrina moral tradicional. Durante su período como arzobispo de Cashel y Emly, fue responsable de la restauración de la Holy Cross Abbey, donde meritoriamente continuó trabajando como sacerdote aún después de su retiro de la sede arzobispal.
----------Hacia el final del Concilio Vaticano II, los obispos le pidieron al Secretario General de la asamblea, Arzobispo (luego Cardenal) Pericle Felici [1911-1982], lo que los teólogos llaman la "nota teológica" del Concilio, es decir, el "peso" o valor doctrinal de las enseñanzas del Vaticano II. Felici respondió: "Tenemos que distinguir según los esquemas y los capítulos, aquello que ya ha sido objeto de definiciones dogmáticas en el pasado; en cuanto a las declaraciones que tienen un carácter novedoso, tenemos que hacer reservas".
----------Después de la clausura del Vaticano II, Pablo VI dio esta explicación en la Audiencia General del 12 de enero de 1966: "Hay quienes se preguntan cuál es la autoridad, la calificación teológica, que el Concilio ha querido atribuir a sus enseñanzas, sabiendo que ha evitado dar definiciones dogmáticas solemnes, que involucren la infalibilidad del magisterio eclesiástico. Y la respuesta es conocida por quienes recuerdan la declaración conciliar del 6 de marzo de 1964, repetida el 16 de noviembre de 1964: dado el carácter pastoral del Concilio, ha evitado pronunciar de modo extraordinario los dogmas dotados de la nota de infalibilidad...". A buen entendedor, la aclaración del Papa parece suficiente para zanjar la cuestión.
----------En otras palabras, a diferencia de un Concilio dogmático, el Vaticano II no demanda ni exige un asentimiento de fe sin reservas. Las declaraciones del Vaticano II, con textos tan extensos y detallados y frecuentemente también ambiguos, no pueden equipararse a pronunciamientos dogmáticos. Por lo tanto, las novedades del Vaticano II no son incondicionalmente vinculantes para los fieles. Los católicos pueden "hacer reservas", como dijo el cardenal Felici, e incluso resistirse a cualquier enseñanza del Concilio que pueda entrar en conflicto con el perenne Magisterio bimilenario de la Iglesia.
----------Creo que sobre la cuestión es suficiente con lo dicho, aunque probablemente volveré sobre este tema puntual (la nota teológica de los documentos del Concilio Vaticano II) en alguna futura ocasión. Ha habido recientemente interesantes controversias entre teólogos al respecto, que merecen conocerse y difundirse.
Se ha cumplido el diseño de la Instrucción Permanente de la Alta Vendita
----------La revolución posterior al Concilio Vaticano II, lo que ha sucedido en estos sesenta años del llamado postconcilio, tiene todas las características de cumplir tanto los diseños de la Instrucción Permanente de la Alta Vendita como las profecías del canónigo Roca, dice John Vennari: 1) Ante todo, el mundo entero ha sido testigo de un profundo cambio dentro de la Iglesia Católica, y ello a escala internacional, un cambio que está en sintonía con el mundo moderno. 2) En segundo lugar, tanto los defensores como los detractores del Vaticano II demuestran que ciertas orientaciones doctrinales del Concilio y las surgidas después del Concilio, constituyen una ruptura con el pasado. 3) Finalmente, los masones mismos se alegran de que, gracias al Concilio, sus ideas "se hayan extendido tan magníficamente sobre la cúpula de San Pedro".
----------Son tres datos que no pueden sino llamar la atención: 1) la Iglesia ha cambiado asimilándose al cambio producido en el mundo, 2) la Iglesia rompe con su pasado bimilenario, 3) los masones se alegran de lo que sucede en la Iglesia. En realidad, estas tres constataciones no sólo tienen que causar sorpresa a los fieles católicos, sino alertarlos de que la Iglesia ha caminado en estas décadas lejos de los caminos de nuestro único Maestro y Señor, quien nos aseguró que "si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia" (Jn 15,18-19).
----------John Vennari termina su obrita reveladora con una reflexión sobre "la pasión de la Iglesia", y no podría ser más adecuado. De hecho, es a lo que Jesús se refiere en la continuación de las palabras que recién he citado, es: "Acordaos de la palabra que yo os dije: Un siervo no es mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15,20). Y es obvio: sólo quien se acomoda al mundo no será perseguido por el mundo, pero ése no es el destino que el Señor promete a sus discípulos, sino otro: "Seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo" (Mt 10,22). "Yo les he dado tu palabra y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo" (Jn 17,14).
----------De modo que hoy la Iglesia, el resto fiel que constituye la Iglesia, no puede tener otro destino que sufrir también su propia pasión, la que le viene del mundo y también la que le viene desde dentro de la Iglesia, o sea de aquellos pastores que no han sido fieles a su misión de "no ser del mundo". Ahora bien, la pasión también la sufre actualmente la Iglesia en su conjunto, trigo y cizaña, "y no es un gran misterio -dice Vennari-. Al ignorar imprudentemente a los Papas del pasado, nuestros actuales líderes en la Iglesia han erigido una estructura comprometida que se derrumba sobre sí misma".
----------Poco después de finalizado el Concilio comenzaron a verse sus amargos frutos. De ellos se lamentaba el papa Pablo VI en el discurso al Seminario lombardo en Roma del 7 de diciembre de 1968 cuando decía: "La Iglesia se encuentra en una hora inquieta de autocrítica o, mejor dicho, de auto demolición. Es como una inversión aguda y compleja que nadie se habría esperado después del Concilio. La Iglesia está prácticamente golpeándose a sí misma". El desastroso "aggiornamento" impulsado por el Concilio es el responsable de esa auto-demolición que continuó a toda máquina en los pontificados posteriores, alcanzándose al parecer su acabose en el actual. De hecho, el papa Bergoglio no ha tenido reparos en expresar entender su cometido como el cumplimiento del Concilio Vaticano II. ¿Esto quiere decir el cumplimiento de la auto-demolición?...
----------¿Es esto posible? ¿Cómo Dios lo puede permitir? En realidad, desde la creación del mundo, y desde la creación del hombre dotado de libre albedrío, Dios lo permite todo. Es cierto que hay en la historia un misterio de salvación, un mysterium salutis, porque dijo Nuestro Señor: "yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos" (Mt 28,20), pero también existe en la historia un mysterium iniquitatis, obra del demonio y, a decir verdad, el demonio falsifica la obra de Dios también hasta la consumación de los siglos; y mucho más cuando estarán para consumarse... como quizás está sucediendo en el tiempo que nos ha tocado vivir.
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