martes, 18 de abril de 2023

Las ficciones litúrgicas de hace una década (3/4)

A diferencia de la lógica del "indulto", la lógica de la "liberalización", en la forma que en 2011 asumía según el texto de la instrucción Universae Ecclesiae, desorientaba e impedía cualquier pastoral unitaria y armónica. Esto lo saben muy bien todos los Obispos que tienen una verdadera experiencia pastoral. Los pocos que podían estar de acuerdo con la opción que hacía la instrucción Universae Ecclesiae eran aquellos que no tenían un pueblo al que tuvieran que responder. [En la imagen: monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la diócesis Astaná en Kazajistán, ingresando en solemnes vestimentas de superados tiempos tridentinos].

¿Fidelidad a la tradición o traición a la tradición?
   
----------La instrucción Universae Ecclesiae de 2011, se manifestaba como una respuesta a los fieles que "han manifestado un vivo deseo de conservar la antigua tradición" (n.5). Sin embargo, ante semejante afirmación de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, es conveniente que nos volvamos a plantear un interrogante que seguramente más de una vez hemos tratado de responder: ¿qué significa, en el fondo, la Tradición para la vida de la Iglesia, especialmente en lo que respecta al tema litúrgico?
----------Seamos claros y precisos: conservar la tradición antigua es un gran objetivo de la preocupación pastoral para la liturgia, tradición que el último siglo y medio había tenido dificultades para mantener viva y que ahora está garantizada por el rito instaurado por el papa san Paulo VI. En el período que preparó al Concilio Vaticano II se había llegado a percibir que el desarrollo post-tridentino de la tradición litúrgica había oscurecido cada vez más su sentido y sus raíces, volviéndose rígida en una plétora de normas y de formas insostenibles. De esa dificultad que había perdurado por casi dos siglos ha surgido el deseo de "adaptar" y "actualizar" (aggiornar) las prácticas rituales, a fin de recuperar su valor como fuente para la identidad cristiana.
----------La tradición, en efecto, para tener continuidad, debe saber cambiar. Si, por el contrario, ponemos al lado de la tradición renovada una vieja tradición, permitimos que una nostalgia efímera, de corto aliento, amenace a la tradición misma, interrumpa sus principales vías de comunicación y de transformación. La tradición litúrgica (no estamos hablando aquí de la Tradición en cuanto fuente de la divina Revelación) cambia con el tiempo, pero se convierte en dañino tradicionalismo cuando no acepta este estructural cambio y se fija cristalizándose de modo rígido, con pretensiones de perpetuidad. De este modo muere la tradición: en nombre de vínculos o afectos o apegos, siempre personales o subjetivos (¡modernos y modernistas!), y de sensibilidades nostálgicas.
----------¿Acaso la forma del rito romano posterior al Concilio Vaticano II, es decir, la que Benedicto XVI llamaba "forma ordinaria", es la forma perfecta? ¡De ninguna manera, en absoluto! Sin embargo, es la forma litúrgica que los Padres del Concilio y los Papas del Concilio y del post-concilio han creído necesario establecer para superar los límites o lagunas o falencias de la forma anterior. Hemos dicho que la Reforma litúrgica sigue adelante, y debiera tomarse más consciencia de esta tercera fase en la que se encuentra, con el perfil que líneas arriba hemos definido. Encontraremos la forma litúrgica perfecta solamente en la Iglesia del Cielo.
----------Por otra parte, teniendo en cuenta que en 2007, el papa Benedicto daba amplios permisos para volver a usar el llamado Misal de Juan XXIII, de 1962, que se remonta al papa san Pío V, del siglo XVI, resulta válido preguntarse acerca de lo que significaba ese aparente renacimiento de un misal de la Contrarreforma.
----------Debe tenerse en cuenta que el misal de 1962 no es sólo la última versión del misal de Pío V, sino que es también un acto profético con el cual Juan XXIII daba a la Iglesia un texto provisorio (y subrayo lo de provisorio, porque así lo consideró explícitamente el mismo papa Juan) en la espera de la reforma que se haría a la luz de los "altiora principia" que habrían de ser expresados por el Concilio Vaticano II, que en 1962 ya hacía varios años que había sido convocado y se hallaba en sus etapas preliminares. Hace poco más de una década atrás, una porción minoritaria y extremista de la Curia romana se había atrevido a llamar a esta pequeña y marginal edición del Misal tridentino, "la gran reforma de Juan XXIII": se trataba de una mistificación o falseamiento o mentira, sin nada de verdad y que por entonces se expresaba sin la menor vergüenza.
----------En realidad de verdad el Misal de 1962 es un texto de tránsito, de paso, contingente y provisorio, según decía el mismo papa san Juan XXIII ya en 1960, en el motu proprio Rubricarum Instructum. No es casual que el obispo Marcel Lefebvre tuviera tantos reparos hacia ese Misal, y a regañadientes optó por usarlo, precisamente porque íntimamente no creía en las intenciones del Santo Pontífice al convocar el Concilio, ni creyó luego en que las decisiones del Concilio hayan sido acertadas, y aún menos creía en la necesidad de una reforma litúrgica, nunca la comprendió. De hecho, los actuales lefebvrianos son, en cierto modo más francos, cuando no usan el Misal de 1962, sin que por ello dejen su hipocresía a un lado. Me remito a los hechos: por razones obviamente propagandistas y hasta comercialmente mezquinas, editan sus misalitos con ritos anteriores a las reformas de Juan XXIII, con el pomposo (y falso) título de "Misal de 1962", que incluso llega a ser hoy vendido por editoriales y librerías "católicas", como en una capilla de Ingeniero Maschwitz.
----------Por lo tanto, es mucho más difícil objetivamente retomar o resucitar el misal de 1962, tanto porque el Papa siguiente, san Paulo VI, ha querido que fuera superado y sustituido, como porque el papa san Juan XXIII, el mismo Papa que lo había aprobado, lo consideraba estructuralmente provisorio. Por lo tanto, considerar vigente el Misal de 1962 constituye una ficción jurídica que no se sostiene ni frente a Paulo VI ni frente a Juan XXIII. Y es una ficción jurídica tanto más grave cuanto que ha sido inventada por primera vez por los círculos tradicionalistas, en los inicios de la Reforma litúrgica, para crear resistencia a la Reforma misma, no sólo resistencia a la Reforma litúrgica, sino a todos los aspectos de la Reforma eclesial impulsada por el Concilio Vaticano II, convirtiendo a la vieja forma del rito romano, es decir, al rito tridentido, en estandarte de lucha contra el Concilio Vaticano II y contra los Papas del Concilio y del post-concilio. Sorprende, entonces, que el papa Benedicto XVI haya adoptado en 2007 una teoría tan inconsistente a nivel jurídico y con consecuencias tan incontrolables sea en el plano litúrgico, como eclesial y espiritual.
----------Junto a todas estas diferencias, cabe mencionar la del uso del lenguaje latino. Aquella Instrucción del 2011 establecía que la celebración de la Misa tridentina debía ser hecha por un "sacerdote idóneo", que tuviera un "conocimiento básico" de la lengua latina, "que permita pronunciar las palabras en modo correcto y comprender su significado". Tales condiciones ya de por sí sugieren preguntas inevitables; pero a ellas se agrega el interrogante acerca de cómo se puede mantener la participación litúrgica de los fieles con el uso de una lengua muerta, o cuál es el significado que adquiere la persona del sacerdote con tales presupuestos.
----------Junto a las ficciones jurídicas o teológicas o pastorales, que acabo de ilustrar, aquel documento del 2011 presume demasiados hechos inexistentes. El hecho es que el latín ya no es la lengua de uso, ni siquiera en la Iglesia. Una cosa es traducir unos versos del De bello gallico de César, y otra cosa distinta es celebrar un rito. Esta no es sólo la condición de los sacerdotes que no estudian: esta es una condición común a todos los hombres y mujeres de hoy, pues ni siquiera los papas disponen ya del latín como lengua de uso. Lo que quiero decir es lo siguiente: ya no piensan en latín. Escriben las encíclicas en español, en italiano, en polaco, en alemán, etc. Suponer que un DVD puede facilitar un uso sensato del lenguaje ritual es un sueño de visionarios y una mistificación grave e ilusoria, digámoslo claramente: una mentira.
----------Lo que acabo de decir se aplica ya a los sacerdotes. No estamos hablando de los laicos. Con el latín, inmediatamente ellos volverían a "asistir" a Misa, como dice explícitamente la Instrucción del 2011, o volverían a ser, como decía el libro del abad Azcárate, todavía en 1979, el "público" de la Misa. Pero esto es precisamente lo que el Concilio Vaticano II, en 1963, esperaba que no volviera a ocurrir en la Iglesia y que pretende superar precisamente impulsando la Reforma litúrgica que han ido implementando los Papas del Concilio y del post-Concilio, hasta el Papa actual. El Concilio promueve una Reforma para que todos puedan sentir el rito como su "propio" lenguaje. Por eso es muy difícil sostener que aquel documento del 2011 no estaba en contra de la reforma litúrgica, dado que fomentaba una participación que inevitablemente es la de mudos espectadores.
   
Reforma, continuidad y ruptura
   
----------En la Carta enviada a los Obispos en 2007, en ocasión del motu proprio Summorum pontificum, el papa Benedicto XVI decía: "No hay ninguna contradicción entre una y otra edición del Missale Romanum. En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso, pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros sigue siendo sagrado y grande". Es necesario volver a esa expresión de hace más de tres lustros, para seguir explicándola, porque parece que todavía hay necesidad de explicarla. De hecho esa misma frase ha sido citada en carteles públicos recientemente en las calles de Roma, por sectores pasadistas, reclamando al papa Francisco un retorno a las directivas del motu proprio Summorum pontificum de Benedicto. De modo que nuevamente debemos hacernos la pregunta: ¿es posible combinar lo "sagrado" y la "liturgia" sin "ninguna ruptura" como expresaba el fallecido Papa?
----------El papa Benedicto, en aquellas expresiones suyas, tiene toda la razón si nos pide que permanezcamos firmemente plantados en la dinámica de una historia que se articula en el espacio y en el tiempo, y ello quiere decir que en la sucesión histórica de las dos formas del rito romano (la forma tridentina y la forma post-Concilio Vaticano II) no hay ninguna contradicción entre rito antiguo y rito nuevo. ¡Pero precisamente, sólo en la sucesión temporal de dos formas diferentes! Éste es el único modo como pueden comprenderse de modo teológicamente y jurídicamente correcto aquellas palabras del papa Benedicto XVI.
----------Si, por el contrario, se pretende hacer convivir en la misma unidad de espacio y tiempo estas dos formas, sin subordinar una a la otra de manera clara y definida, se pierde inmediatamente la orientación y, por tanto, también el sentido de la tradición. La Reforma litúrgica (debemos recordarlo a demasiadas mentes que parecen haberlo olvidado) ha sido un acto necesario, un pasaje que la Iglesia ha percibido y juzgado, en su más alto nivel, en el nivel pontificio y conciliar, un acontecimiento decisivo de su propia identidad, mientras que, en el 2011 la instrucción Universae Ecclesiae (y no faltan quienes argumentan que ya antes, Summorum pontificum) reducía la Reforma litúrgica a un hecho simplemente posible, casi a un optional. Como ya he dicho repetidamente, aquí radica una diferencia delicadísima, fina y sutil como un cabello, pero decisiva. Si se reconoce verdadera y sinceramente la necesidad histórica de la Reforma, no se la puede precisamente asociar o emparejar o igualar en su valor al rito tridentino, que la Reforma ha querido y debido intencionalmente superar. Cuando se hace esto, se altera irremediablemente todo el sentido y el impacto del acto de reforma.
----------Por otra parte, es necesario decir que si hoy nos preocupa evitar que la tradición sufra "rupturas" (por cierto, una encomiable preocupación), al mismo tiempo debemos evitar procurar otras rupturas peores: si la polémica sobre la "hermenéutica del concilio" es reconducida o devuelta a su verdadera intención, es fácil ver que no se trata de contraponer continuidad y discontinuidad, sino de contraponer dos diferentes acepciones de discontinuidad (¡es decir, la Reforma y la discontinuidad tout court!). Cada Reforma introduce un cierto grado de discontinuidad para garantizar una más profunda y auténtica continuidad.
----------Al respecto de aquella mencionada afirmación del papa Benedicto XVI, la pregunta que surge es obvia: ¿cómo interpretar esa afirmación en una época que, por verdaderos o falsos motivos ha sido llamada "post-moderna", "post-metafísica", "post-revolución tecnológica", o, sea cual sea el valor de esos calificativos atribuídos a una época que, para decir lo mínimo, es sin duda un nuevo período histórico? Salvada la inmutabilidad del dogma, la cuestión se plantea a nivel pastoral, y la pregunta puede ser formulada así: las respuestas anteriores, litúrgicas o teológicas, ¿siguen respondiendo al momento presente?
----------Es necesario observar que aquí estamos frente a un efecto modernista del pasadismo y frente a un efecto pasadista del modernismo. Me explico. La nostalgia por el rito que ya no está vigente viene transformada en un derecho subjetivo a celebrarlo según esa estructura ritual, eclesial, espiritual. Por otra parte, la insistencia sobre el tema de la libertad y de la acogida genera una Iglesia sin pastoral. Por eso no es erróneo llamar "monstruum" a esta aparente solución, que revela al mismo tiempo dos defectos de esperanza: existe, en estos actos, como un exceso de presunción junto a un exceso de desesperación.
----------Trataré de explicarme. La presunción consiste en la pretensión de poder pasar por alto no sólo la pastoral ordinaria de las diócesis y de las parroquias, sino también las soluciones que al problema de la "gestión de las opciones" habían dado los papas del Concilio y del postconcilio. Pero también existe desesperación, porque ya no hay confianza en el hecho de que la Reforma litúrgica, a pesar de todas sus dificultades, pueda ser la elección irrevocable (al menos para estas generaciones) de la tradición católico-romana. Presunción y desesperación socavan la esperanza, que la Reforma había reabierto y continúa sustentando, y de la cual aún tiene necesidad, siempre que no sea socavada en su base por la supuestamente "legítima" coexistencia de su negación. Un Papa puede apoyar la Reforma litúrgica, o puede contradecirla. No puede hacer al mismo tiempo una cosa y la otra, porque esto desorientaría progresivamente al cuerpo eclesial.
   
La imposible reforma de la reforma
   
----------El contexto histórico en el que apareció la instrucción Universae Ecclesiae hace poco más de una década, era la época en que algunos insistían acerca de una necesidad de la "reforma de la reforma". De hecho, el cardenal Kurt Koch declaraba en 2011 que estas disposiciones de Universae Ecclesiae eran los pasos para una "reforma de la reforma" del Concilio Vaticano II, que según él todavía seguía en busca de un rito que equilibrara los extremos. Uno podría preguntarse si estas afirmaciones de Koch, similares a las de otros en esos años (como el cardenal Robert Sarah, o el cardenal Darío Castrillon Hoyos o mons. Guido Pozzo, o mons. Guido Marini, etc.) estaban orientadas a afirmar que la liturgia del Concilio Vaticano II debería ser releída en un contexto actual que ha cambiado respecto al de hace sesenta años, y cómo debería ser releída.
----------Ciertamente sin proponérselo, el cardenal Koch afirmaba en esa ocasión lo que el papa Benedicto XVI, al menos en cuanto Papa, había repetidamente negado. Que Summorum pontificum y Universae Ecclesiae quisieran introducir una "reforma de la reforma" no se deduce del texto de los documentos. En efecto, en esos textos se pretende reafirmar todo el valor de la Reforma litúrgica. Por otra parte, no sólo algunos observadores, sino la casi totalidad de los Obispos y el Pueblo de Dios, si no vivían encerrados en un museo diocesano, ya habían advertido intuitivamente la extraña contradicción entre las palabras y los hechos.
----------Con aquellas expresiones del cardenal Koch en 2011, parecía revelarse el misterio: si hubiera intención del papa Benedicto XVI hacer aquella supuesta "reforma de la reforma", entonces tenían razón todos aquellos que veían en aquellos dos documentos pontificios (Summorum pontificum y Universae Ecclesiae) una grave amenaza para la Reforma litúrgica. Aquella fábula para niños o cuento de hadas con final feliz, ya era en 2011 difícilmente creíble, y eso es testimoniado, como ya he dicho, por ejemplo por el mismo Koch cuando decía que "precisamente los teólogos que estaban involucrados en el movimiento litúrgico o que habían participado en las labores del Concilio pronto se convirtieron en serios críticos de los desarrollos litúrgicos postconciliares".
----------Como ya repetidamente lo he dicho, estas palabras del cardenal Kurt Koch en 2011, no eran en absoluto creíbles. No creo conocer a un solo teólogo que primero estuviera a favor y luego se volviera en contra. Entre los que hoy escriben contra la Reforma no hay un solo teólogo que haya participado en ella. Escriben en contra, normalmente, quienes la conocen poco. Estos juicios en libertad, si proceden de parte de quien debería sopesar lo que dice a partir de su propia responsabilidad, proyectan sobre la realidad los deseos de quien los pronuncia, mientras los hechos lo refutan puntualmente.
   
El fin no justifica los medios
   
----------La instrucción Universae Ecclesiae de 2011, a través de la reactivación del llamado "usus antiquior" de la liturgia, se proponía como objetivo "favorecer la reconciliación en lo interno de la Iglesia". Surge la inevitable pregunta: ¿ese nobilísimo fin, justificaba los medios elegidos?
----------Ante todo, hay que reiterar que no es legítimo hablar de "usus antiquior". Podría ser mejor llamado "uso más viejo", o mejor todavía "uso fuera de uso", que si se introduce en un contexto pastoral armonioso y de crecimiento eclesial, sólo produce perturbaciones, desequilibrios, conflictos, ilusiones y frustraciones. En 2011 esa decisión constituía la negación de cincuenta años de elecciones fatigosas, valientes y llenas de beneficios para la vida de las comunidades. La intención y el efecto no pueden coincidir. Por el contrario, se contradicen, dado que la conformidad de los medios con el fin es precisamente la cuestión central que suscita perplejidad en las medidas que en 2011 establecía la Comisión Ecclesia Dei ¡para toda la Iglesia de rito romano! En mi opinión, la lógica del indulto (lógica aplicada por el papa san Paulo VI y el papa san Juan Pablo II) es la única capaz de salvaguardar las opciones pastorales y las competencias episcopales.
----------Probablemente en las intenciones y en las perspectivas vislumbradas por el papa Benedicto XVI en 2007, al emitir Summorum pontificum, el Santo Padre quizás no pensaba que aquella amplitud de su permiso para el uso de la "forma extraordinaria" del rito romano, pudiera ir más allá de las experiencias puntuales y los escasos reclamos de grupos tradicionalistas, más o menos afectados por la propaganda cismática lefebvriana, pero que, de este modo, podrían ser contenidos y amparados en el seno de la Iglesia.
----------En otras palabras, probablemente en la creación teológico-jurídica del papa Benedicto de las categorías de "forma ordinaria" y "forma extraordinaria", el papa Ratzinger, no pensara en otra cosa demasiado diferente a la lógica del "indulto". Pero el hecho fue que ya tres o cuatro años después de aquella decisión, estaba claro que las cosas se habían desbordado, y todo hacía ya suponer que Benedicto, con sus notorias falencias para las tareas de gobierno, fue luego incapaz de controlar el desborde.
----------A diferencia de la lógica del "indulto", la lógica de la "liberalización", en la forma que en 2011 asumía según el texto de Universae Ecclesiae, desorientaba e impedía cualquier pastoral unitaria y armónica. Esto lo saben muy bien todos los Obispos que tienen una verdadera experiencia pastoral. Los pocos que podían estar de acuerdo con la opción que hacía Universae Ecclesiae eran aquellos que no tenían un pueblo al que responder (por ejemplo los cardenales y prelados que cité líneas arriba).
----------Si se estaba siempre encerrado en una oficina, o tal vez incluso si se aspiraba a entrar en alguna oficina (en los tiempos de Benedicto), era bastante fácil pensar y decir enfáticamente que este documento solo iba a traer paz y reconciliación. Es lo que decían los que en aquellos años querían poner su pie en dos zapatos: en el Concilio y en el anti-Concilio. Pero basta con poner un pie fuera de casa y aceptar enfrentar a la realidad, para entender que así solo se obtiene el efecto contrario. Me parece que esto demuestra un cierto provincianismo típico de esa mentalidad curial, que abre muy poco las ventanas para dejar entrar algo de aire fresco. Y eso reduce el mundo a la idea que uno se ha hecho de él. Se termina viviendo en una burbuja.

35 comentarios:

  1. Estimado Padre, he venido leyendo sus últimos artículos sobre liturgia, no sólo los de estos días, sino los de los anteriores, como cuando se refirió a las Misas "sine populo". Y sobre ello me surge una pregunta: entonces durante todos los siglos que cientos y cientos de sacerdotes han celebrado variadas misas "sine populo" ¿se han equivocado? ¿Al permitir eso la Iglesia ha permitido la celebración de ritos no ortodoxos? En su opinión, ¿se trata de ritos herejes?
    Usted reprocha a la Curia Romana de hace diez años atrás, en concreto a los líderes de la Comisión Ecclesia Dei (pero el objetivo es, obviamente, la crítica al papa Benedicto) que impusiera a toda la Iglesia de rito romano su estrechez antropológica, pero ¿no podríamos reprochar con la misma legitimidad a quienes quieren hoy imponer su propia perspectiva antropológica, que parece manifestarse hoy en la liturgia de la Misa como admitiendo que todo es católico, se haga lo que se haga en la Misa?
    Podemos decir lo que queramos sobre el motu proprio Summorum Pontificum, pero en aquellos años ha sido la voluntad del Papa, y entonces: ¿queremos hoy prescindir de aquella decisión del 2007 porque contamos ahora con perspectivas más maduras, más amplias, y porque, quizás, estamos más en contacto con la gente que lo que lo estaba el papa Benedicto?
    Realmente no entiendo.

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    1. Estimado José,
      procure usted examinar con serenidad y objetividad la cuestión, correctamente enfocada. El rito romano celebrado con el Misal de 1962, mientras estuvo en vigencia (unos siete años, hasta 1969) ha sido perfectamente válido, y todo su contenido ha sido y sigue siendo perfectamente ortodoxo, por lo tanto no contiene herejías, obviamente.
      El papa san Juan XXIII había tomado conciencia de la necesidad de la Reforma litúrgica, que se venía gestando desde principios del pasado siglo, en razón de las carencias, lagunas y defectos (¡pero no errores doctrinales!) en el rito romano celebrado hasta entonces. De tal modo, Pío XII ya había iniciado la reforma litúrgica, comenzando por la Vigilia Pascual y la Semana Santa, y el papa Juan la continuó, estableciendo en 1962 un Misal que él llamó "provisorio", y para ser usado hasta el arribo del nuevo Misal que se confeccionaría en base a los "altiora principia", así los llamó el Papa, los "principios más altos" que establecería el inminente Concilio por él convocado.
      A partir de 1969/1970, el Misal de 1962 perdió vigencia, para dar paso al nuevo Misal, promulgado por san Paulo VI, que ha renido algunas modificaciones por parte de san Juan Pablo II, y que es el único Misal vigente en la actualidad. No obstante ello, todos los Papas de las últimas décadas permitieron el uso del Misal de 1962 para casos especiales, por benevolencia o misericordia para ciertos casos especiales de fieles o grupos de fieles.
      El papa Benedicto ha creído poder atender también a esos casos especiales, pero es obvio que equivocó en su prudencia pastoral, por el uso instrumental que se hizo del Misal de 1962 por aquellos pasadistas o indietristas o retrógrados, que rechazan el Concilio Vaticano II, el nuevo Misal de Paulo VI y el magisterio pontificio postconciliar. El mismo Benedicto se dió cuenta de esto en los últimos años de su pontificado, antes de su dimisión.
      Ante esas dificultades, el papa Francisco tomó el toro por las astas y, de hecho, retornó más o menos a la disciplina litúrgica existente en tiempos de san Juan Pablo II.
      En toda esta temática, usted no debe olvidar los principios de los que se deriva la disciplina litúrgica (esos "altiora principia" de los que hablaba san Juan XXIII). La Iglesia progresa dogmáticamente en la explicitación de la fe y de la vida de la gracia, y tal explicitación debe reflejarse en la liturgia y en sus ritos, liturgia que a su vez debe formar al Pueblo de Dios en esa más profunda vida de fe y de gracia, que la Iglesia profundiza cada vez mejor en la historia, por gracia del Espíritu Santo. De ahí la necesidad de la reforma litúrgica, y de ahí que el Misal de 1970 sea mejor que el de 1962 (el cual no es malo, sino menos bueno).

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  2. Estimado padre Filemón, lo felicito, porque me interpreta perfectamente. Usted es capaz de decir exactamente lo que pienso. Estoy totalmente de acuerdo con lo que Ud. dice.
    A mi modo de ver, el pueblo católico más sencillo, los fieles simples y corrientes, son personas que están completamente apartadas de toda esta controversia. Van a Misa y simplemente dan culto a Dios en la Misa de la Iglesia católica. Punto. Rezan, agradecen, piden, dan gloria a Dios, y se alimentan de Jesús en la comunión, como alimento que les lleva a vivir una semana más como cristianos, hasta el domingo siguiente. Simple y sencillamente eso.
    Al menos en mi experiencia, me parece que el pueblo, la base de la Iglesia, está completamente desinteresado del tema que aquí se trata, y le ha sido complementa indiferente la vigencia hace diez años de Summorum Pontificum, como ahora la vigencia de Traditionis custodes. Y no podía ser de otro modo, porque la Misa Tridentina, al menos en mi ciudad (Olavarría), no existe; nadie está ni enterado que existe. En otras palabras: así como a la gente no le ha importado para nada los cambios hechos por Benedicto, tampoco le interesan los cambios hechos por Francisco. Me gustaria saber su opinion sobre esto; gracias.

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    1. Disculpe, Carlos Daniel, por entrometerme, pero su razonamiento me parece algo discutible, en los términos y en la sustancia.
      Por un lado, de que en su ciudad a todos los católicos que asisten regularmente a misa dominical no le interesen o le resulten indiferentes los últimos documentos sobre liturgia de la Iglesia, me parece un poco improbable, además de poco realista. Si esas estadísticas fueran ciertas, en realidad no habla nada bien de los católicos de su ciudad. Al menos un número, aunque sea mínimo, debería haber conocido Summorum pontificum, al igual que Traditionis custodes. Ese me parece que es su error en los términos, de su comentario.
      Por otro lado, el error de fondo, el error en la sustancia, creo, está en querer evaluar las cosas de Dios (la Iglesia, la liturgia, etc.) con los instrumentos de evaluación del hombre. Sería más o menos como se guía nuestra actual sociedad de consumo, siguiendo el principio: "algo es bueno si lo consumen muchos". Es más o menos el punto de vista de administradores corporativos, de sociedades anónimas, pero que no es un modo de ver que se adapte a la Iglesia.
      Habría que distinguir: ¿cuántos de esa mayoría de indiferentes a SP o a TC saben de la existencia y del significado de estos documentos? ¿Cuántos han sido correctamente informados e instruidos sobre el punto de vista de los tradicionalistas?
      Finalmente, si en su ciudad hubiera doce católicos que quisieran que la Misa se celebrara según el llamado rito tridentino, ¿dónde estaría el problema? ¿La fe de esos doce vale menos que la de la mayoría? ¿La sensibilidad litúrgica de esos doce no tiene valor porque no tiene un valor significativo en las estadísticas?

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  3. Muchos de los que ahora exigen sentido eclesial, obediencia, tener una pastoral de conjunto, son los que desobedecieron durante años a Summorum pontificum. Jorge Mario Bergoglio (hoy Papa Francisco) incluido.
    Entonces leemos la vivisección de las medidas en tiempos de Benedicto. Si fue voluntad de Benedicto, si buscaban trepar los responsables...
    Aplicando ese mismo criterio anteriormente sugerí -aunque no cayó bien en este blog- que lean La reforma litúrgica de Mons. A. Bugnini. Ahí está todo claro como se hizo la reforma. Y de ahí se pueden entender muchas de las protestas a esa reforma. Aunque los libros litúrgicos hayan sido aprobados por el Papa.
    Lo mismo vale de las memorias de C. Bouyer. Explica eventos muy interesantes.
    Pero los comentaristas consideraron inútil conocer lo que explicaba Bugnini, quien fue el que llevó adelante la reforma desde 1948. O sea, la reforma de la Semana Santa, el Misal de 1962 y el Misal actual. Todo ello, por supuesto, firmado por los Papas del momento.

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    1. Estimado Reinaldo,
      es un viejo e inconsistente argumento de los círculos tradicionalistas obstinadamente rebeldes y sin mostrar la mínima predisposición para comprender los motivos racionales de la fe en la Iglesia y en el primado del Romano pontífice, el sostener que la Reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II (que es sólo una parte de la Reforma de la Iglesia que se viene implementando desde hace sesenta años) habría sido realizada por un pequeño grupo de intelectuales (Bugnini y otros), yendo más allá del mandato encomendado por el Concilio a una con el papa san Paulo VI. Ahora bien, más allá de la obediencia debida a toda legítima disposición pontificia, cualquier estudio imparcial establece sin dificultad la continuidad entre el movimiento litúrgico nacido a principios del siglo XX, su crecimiento hasta el inicio del Concilio Vaticano II, las labores conciliares y la implementación de las decisiones conciliares. Ya en 1956, Pío XII definía el movimiento litúrgico como "el pasaje del Espíritu Santo en su Iglesia". Ni la reforma decidida en 1963, ni el fruto concreto del Misal de 1969, con sus actualizaciones posteriores, han surgido de la nada. Y la composición de los libros litúrgicos actuales ha sido un trabajo gigantesco y minucioso realizado por muchos obispos y teólogos de todos los continentes.

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    2. Estimado Fr Filemón, en mi comentario señalé que el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio (hoy Papa Francisco) y otros desobedecieron sistemáticamente el motu proprio Summorum pontificum. La paradoja es porque hoy se exige obediencia a otro motu proprio, Traditionis custodes firmado por Francisco.
      Por otra parte el libro que sugerí reconozco que es parcial... parcial de parte de la reforma. No contrario. Es el del mismo Mons. Bugnini. Pretender negar la autoridad de Mons. A. Bugnini en la materia es desconocer la historia. Ahí mismo él explica todos los que colaboraron.
      Aclaré ya en otra ocasión que nadie está obligado a leerlo. Pero si se quiere opinar de este tema, sería bueno conocerlo. Sobre Louis Bouyer, era amigo personal de Giovanni Battista Montini, luego Pablo VI, y partícipe en varias comisiones de la reforma litúrgica.
      Y así como en este post se indican pormenores en torno a los documentos de Benedicto al respecto, vuelvo a recordar donde encontrar una narración de primera mano de la reforma litúrgica.
      Ningún círculo tradicionalista ni nada que se le parezca.

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    3. Estimado Reinaldo,
      creo que la respuesta que enseguida paso a darle se puede resumir en una respetuosa advertencia que me animo a hacerle, suponiendo que usted trata de ser un auténtico católico, fiel a la Palabra de N.S.Jesucristo y a su Vicario en la tierra: no debería sobrevalorar el ámbito y los alcances del conocimiento histórico (¡Ay, el veneno de Hegel ha sido instilado en ambientes y mentes que a primera vista parecen insospechables!).
      Ahora bien, por mi parte, desearía ante todo recordarme a mí mismo dos presupuestos: 1) soy consciente de estar considerando una temática opinable, como es la de las decisiones prudenciales de un Romano Pontífice en el ámbito de la pastoral litúrgica o de la disciplina litúrgica, y además, 2) estoy ahora tratando de responder a un interlocutor que me plantea argumentos fundados en un saber muy débil (o del grado inferior del conocimiento humano), como es la ciencia histórica.
      Presupuesto ello, me siento inclinado a estar de acuerdo con aquellos historiadores de la liturgia y teólogos liturgistas que proponen una relectura del Movimiento Litúrgico como interesado ante todo en la formación e iniciación a la liturgia. Por lo tanto, me inclino a oponerme a una lectura meramente arcaica del Movimiento litúrgico, que no está ya justificada, y respecto a la cual hoy se hace necesario elaborar una nueva categoría historiográfica de Movimiento Litúrgico, que incluya, en él, la fase inicial (hasta 1947), la fase reformadora (de 1947 a 1988) y la fase de recepción (1988-2???) que sigue todavía abierta.
      Sin embargo, no es legítimo incluir en esta historia saltos, rupturas, cesuras. El Concilio Vaticano II y la Reforma litúrgica (dentro de la reforma eclesial), en esta perspectiva, serían la segunda fase del Movimiento Litúrgico.
      Interpretando las cosas de este modo, me parece que estoy siendo fiel a la invitación del papa Benedicto XVI a interpretar el progreso de la Iglesia en la explicitación de la fe y en la vida cristiana, como una continuidad en la reforma, o reforma en la continuidad. Creo que ésta es una auténtica hermenéutica de la continuidad del Movimiento Litúrgico, evitando peligrosas interpretaciones de ruptura.
      Ahora bien, ¿dónde aparece Bugnini en todo esto?
      Quienes niegan que sea posible cumplir con esa hermenéutica de la continuidad en la reforma a la que nos ha invitado el papa Benedicto, esa continuidad en la reforma que también es la línea que ha seguido (¡y aún sigue!) el Movimiento Litúrgico en las tres fases que mencioné antes, afirman que se puede y se debe distinguir entre el llamado del Concilio a la reforma litúrgica y los ritos producidos por el Consilium de Paulo VI que, según incluso Bugnini, fue más allá de la Sacrosanctum Concilium, con la autoridad de Paulo VI. Como argumento de esta postura, citan por ejemplo, la cuestión de la lengua vernácula, afirmando que Bugnini dice claramente: "No se puede negar que se dio una interpretación amplia al principio, aprobado por el Concilio, de usar las lenguas vernáculas". Si bien Bugnini afirma (en "La Reforma de la Liturgia") que este cambio estaba "en línea con el espíritu de los decretos conciliares" y dependía de "la aprobación de la autoridad competente", la separación en esta y en otras áreas (por ejemplo, la celebración de la Misa de cara al pueblo, la recepción de la Sagrada Comunión en la mano, la introducción de nuevas plegarias eucarísticas, etc.) de la reforma autorizada por el mismo Concilio es clara.

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    4. Hasta allí, es lo que afirma Bugnini, y es lo que los pasadistas utilizan como argumento para decir que la Reforma litúrgica, o el nuevo Misal, no es la obra del Concilio, ni del Espíritu Santo, sino la "construcción artificial del masón Bugnini".
      Pero llegados a este punto, la pregunta que me hago es: ¿por qué los pasadistas dan este salto? ¿Cuál es la razón de este injustificado salto epistemológico desde la (supuesta) historia a la teología? ¿Por qué de una hipótesis o de un hecho histórico, o de una conclusión histórica (por verdadera que pudiera ser), hacen el indebido salto de formular un juicio teológico (subjetivo) que consideran vinculante para su fe y su vida cristiana? ¿Qué justifica esta conclusión? Entonces, ante la improcedencia epistemológica de este indebido salto, ¿no será que esta conclusión de los pasadistas tenga como único fundamento, la necesidad de sostener una mera ideología?
      En definitiva, el hecho de que se atribuya la "ruptura" a Bugnini implica ir en contra del imperativo impuesto por el papa Benedicto a que comprendamos la historia de la Iglesia, en su progreso de fe y de vida de gracia, a la luz de la hermenéutica de la continuidad en la reforma.
      Por último, respecto a lo que usted dice acerca de la actitud del cardenal Bergoglio siendo arzobispo de Buenos Aires y de otros obispos que "desobedecieron sistemáticamente el motu proprio Summorum pontificum", considero que se trata de una acusación no procedente.
      El cardenal Bergoglio u otros obispos no "desobedecieron" SP, sino que lo aplicaron o no lo aplicaron en sus respectivas diócesis en base a su prudencia pastoral como suprema autoridad litúrgica en sus respectivas diócesis.
      Sin querer extenderme ahora sobre esta cuestión, sólo le diría dos cosas: 1) debe distinguirse entre el alcance preciso de los términos del mp SP de 2007 y de la adjunta Carta a los obispos, y las interpretaciones que inmediatamente comenzaron a propalarse por funcionarios romanos, las cuales tuvieron su vértice en la instrucción UE de 2011; y 2) no olvidemos que se trata del ámbito del primado de gobierno del Romano Pontífice que, ciertamente, no anula el poder de gobierno de cada obispo en su diócesis.
      Para que me entienda, no debemos equiparar la desobediencia al Papa por parte de un Obispo o incluso de Episcopados enteros, en ámbito doctrinal, con la aplicación de una directiva pastoral del Papa. Un caso típico de lo primero ha sido en 1968, la desobediencia de Obispos, teólogos y hasta enteros Episcopados de la doctrina del papa san Paulo VI sobre anti-concepción en la Humanae Vitae.
      Tal escandalosa desobediencia a Paulo VI en 1968, no tiene nada que ver con lo que Ud. llama "desobediencia" al SP de Benedicto. La prudencia pastoral de cada Obispo es la que prima en la aplicación de una directiva de gobierno o de pastoral o disciplinar del Obispo de Roma (primus inter pares).
      En el caso concreto de SP y de su aplicación, podemos suponer que se ha dado de todo: la aplicación de SP movida por intereses mezquinos o de simple complacencia al Papa, la aplicación puntual considerando ser benevolente con las carencias de los nostálgicos apegados al pasado e incapaces de comprender la necesidad de la reforma litúrgica, o bien, la indiferencia o la no aplicación de SP, en base a un serio discernimiento de sus fundamentos (o más bien su carencia de fundamentos) teológicos y jurídicos (creo que éste ha sido, más o menos conscientemente, el caso de lo ocurrido con la no vigencia de SP en las diócesis argentinas).

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  4. Corrijo de mi comentario: es L. Bouyer y no C. Bouyer.

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  5. Estimado Don Benja:
    No entiendo qué encuentra Ud. objetable en lo que dije. Intentaré responderle. De hecho, no todos los olavarrienses son católicos practicantes, sino solo una minoría. Eso es cierto, pero también es cierto que sus hipotéticos doce olavarrienses tradicionalista que quisieran la abolida Misa tridentina son una expresión de un porcentaje aún más pequeño del pueblo de Dios.
    Porque también los católicos no practicantes, en cuanto bautizados, forman parte de la Iglesia, al menos jurídicamente y doctrinalmente.
    Los (hipotéticos) interesados ​​en la Misa Tridentina en mi ciudad serían una pequeñísima minoría (de hecho no tengo conocimiento que exista uno solo) tanto en comparación con la totalidad de los olavarrienses, en su mayoría bautizados, por lo tanto, católicos aunque no sean practicantes, como con los que son practicantes.
    Y tenga usted en cuenta que en Olavarría hay seis Parroquias, sin contar las capillas y centros de Misa.
    Lo que quise decir es que me parece que cuando surgió en 2007 Summorum pontificum no había tanta prisa por la Misa tridentina como algunos blogs nos quieren hacer creer, al menos en mi ciudad y en mi región. La verdad es que ni siquiera habia necesidad: no había nadie que pidiera la Misa tridentina.
    Usted plantea un juicio sobre las intenciones. Pero yo no he querido para nada evaluar las cosas de Dios con ojos humanos. Sólo estaba describiendo la realidad en la que vivo.
    No creo para nada que una cosa sea buena o mala (en este caso concreto la Misa tridentina), por el solo hecho de que la quiera mucha o poca gente. Lo único que hago es preguntarme si esas supuestas doce personas de las que usted habla, olavarrienses que quieran la Misa tridentina (que, de hecho, yo podría apostar que no existen), se integran en la vida de la Iglesia a la que pertenecen o bien si se trata de personalsa a las que sólo les interesa la Misa tridentina y punto. Ahora me entero, al haber leído estos documentos, que también hace diez años se permitía que los fieles de otras parroquias o de otras diócesis se reunieran en una parroquia o capilla y pidieran la Misa tridentina (en realidad la Misa de 1962, del papa Juan), por lo tanto, me pregunto: ¿cómo harían estos fieles para integrarse y vivir en la Iglesia a la que pertenecen?... Si, como me temo, su interés es solamente celebrar la Misa tridentina y luego quizás regresar a sus parroquias o vivir en el anonimato en sus parroquias de origen, me parece que es evidente que todo esto es un embrollo pastoral, que esconde anomalías. Por lo tanto, me parecería que entre esos supuestos doce de los que usted habla, no habría ningún católico simple y ordinario. No habría ninguno.
    En tal caso, existiría el evidente peligro de que cada uno de esos hipotéticos doce celebrara su propia Misa sin identificarse con una comunidad parroquial verdadera. Pero usted y yo sabemos que la Eucaristía es el Sacramento de la Comunión con Cristo y con nuestros hermanos, el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia. La Eucaristía no es el fraccionamiento en mil riachuelos que jamás llegan a comunicarse.
    (sigo a continuación)

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  6. Podría invertir su razonamiento, y preguntar: ¿cuántos tradicionalistas también celebran con el Misal de 1969?. Hoy me entero que hay grupos y Sacerdotes que se niegan (FSSPX) o grupos incluso en plena comunión con Roma. Peo yo pregunto, ¿estos pequeños grupos celebran, aunque más no sea esporádicamente, con el Misal de 1969? ¡Tengo muchas dudas sobre eso! Sin embargo, he leído estos días que Summorum Pontificum afirmaba que los sacerdotes asociados a la Misa tridentina no debían excluir la celebración con el Misal de 1969.
    Por otra parte, leo que la instrucción Universae Ecclesiae en el artículo 19, mandaba que los que participaban en las Misas tridentinas no debían rechazar el Misal de 1969. ¿Realmente sucedía así diez años atrás? Debo ser bien pensado y suponer que sí, pero.... sigo teniendo mis muy serias dudas.
    Usted dice que hace diez años los fieles no han sido informados de Summorum pontificum, pero debe estar de acuerdo en que en aquellos años en la Web hubo un martilleo exagerado a favor de la Misa tridentina, ¿me equivoco, sí o no? ¿Y quién no tiene hoy una computadora? ¡Los tradicionalistas hicieron indigesta a la Misa tridentina!
    Hoy con el papa Francisco ya no se puede, pero si por mi fuera también daría a conocer a los fieles la Misa tridentina pero no creo que a mucha gente en realidad le interese, más bien creo que celebrando la Misa tridentina apreciarían aún más la Reforma litúrgica del Concilio Vaticano II y el Misal de 1969. Al menos eso fue lo que me sucedió a mí cuando participé en una Misa tridentina, estando de vacaciones, visitando familiares en Mendoza. Créame, agradecí al Espíritu Santo que haya inspirado el Concilio Vaticano II y la reforma litúrgica.
    Estoy convencido de que a la mayoría de los fieles les va mejor la Misa en español, y no creo equivocarme en esta opinión.
    Que haya cuatro, seis, o doce tradicionalistas en Olavarría, para mí no significan nada, al contrario, apreciaría que existieran, y se dieran a conocer, y expresaran sus razones, no a los gritos y con insultos como veo que hacen los tradicionalistas de otras partes, por internet, sin respetar al Papa, ni al Obispo, con lo cual me dan la idea de que más que católicos, unidos a la Iglesia, están en realidad fuera de ella. Al fin de cuentas, la impresión que tengo es que ese experimento de hace diez años con la Misa de 1962 (¡si es que se celebraba la Misa de 1962, y alguna otra más antigua!) ha sido nada más que un motivo de una mayor división en la Iglesia, y por favor no culpen siempre a los modernistas. Con sus errores, a veces, ellos no dejan alguna vez de decir alguna v erdad.
    Don Benja, creo que usted no me puede negar que el papa Pablo VI al promulgar el nuevo Misal de 1969, quiso reformar la Liturgia, y de ninguna manera pensó en crear una coexistencia de dos formas del mismo Rito Romano. Es cierto que el papa Benedicto dijo que la forma Tridentina no había sido abrogada. Pero ya sabemos lo que eso quiere decir. Está muy claro. Obviamente, Benedicto XVI ha sido tan Papa, o Francisco es tan Papa, como lo fue Pablo VI, y tienen todo el poder para hacer lo contrario de sus predecesores, pero me pregunto: ¿esa supuesta vuelta atrás en la liturgia, que se proponía hace diez años, era razonable a tan pocos años del Concilio, y con toda la Reforma de la Iglesia aún sin implementar? Estoy convencido que Benedicto no había querido eso. Fue solo lo que querían un grupo de nostálgicos que no vivían ni viven con los pies en la tierra.

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    1. Estoy de acuerdo con sus legítimas preocupaciones pastorales sobre una posible (enésima) división dentro de la Iglesia. La mía no quiere ser una defensa a priori de los que celebraban hace diez años (o siguen celebrando ahora, no lo sé) con el rito tridentino, antes que con el rito reformado. Ceo que hace diez años tenían la misma legitimidad, como ordenó el papa Benedicto. No ahora, con la legislación establecida por Francisco.
      También creo que el problema no surgió con Benedicto XVI en 2007, cuando restauró la posibilidad de celebrar con el rito antiguo, sino que surgió unas décadas antes cuando se desvirtuó el rito en uso hasta entonces (con todas las reformas que se sucedieron en la historia de la Iglesia). Por lo tanto, la preocupación no es una cuestión a futuro, sino que la preocupación ya debe existir ahora, y es un problema que el Papa actual ha tenido que enfrentar con Traditionis custodes, y tiene que seguir enfrentando.
      El problema que Ud. plantea acerca de la integración de los fieles que antes podían participar en el rito tridentino, es un problema correcto. Sin embargo, doy la vuelta a la pregunta: ¿hay integración en aquellas parroquias y en aquellos fieles cuya sensibilidad no es respetada por las liturgias posteriores al Concilio Vaticano II? En la arquidiócesis de Buenos Aires, regida por el cardenal Jorge Bergoglio, no se respetaba la sensibilidad litúrgica de quienes querían celebrar con el rito antiguo: ¿como se integraban esos fieles?
      Créame, Ud. podrá alabar la reforma surgida del Concilio y eso está bien, pero me parece que esta reforma no siempre respeta las sensibilidades reales de los fieles. Y siempre queda el hecho de que tal reforma no ha respetado los dictados del Concilio (pues nunca en los documentos del Concilio se habla de abandonar el latín, o abandonar el canto gregoriano, etc.). Entonces habría que "reprochar" al Concilio que quería, sí, una reforma, pero no una revolución, no la reforma de la reforma de Benedicto XVI.
      Usted dice que hace diez años, y antes, en la web ha habido una campaña publicitaria muy favorable a la Misa Tridentina. Yo no estaría tan seguro de eso. Incluso si hubiera sido así, el hecho es que hay (en porcentaje) muy pocos católicos que se interesen por estos temas y que estén en Internet. Van a misa en sus parroquias y escuchan (aunque no siempre) lo que predica el cura. Créame, mis oídos lo confirman, no se pierde oportunidad en las homilías para desacreditar todo lo que la Iglesia ha creído, enseñado y celebrado durante dos mil años. Y eso es lo que le queda a la gente. También me parece lógico que estos estén fuera de lugar en la Misa tridentina.

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    2. Estimado Don Benja, me alegra que estemos de acuerdo en algunos puntos. Pero mi temor es el mismo de siempre: que así como años atrás para algunos tradicionalistas el mp Summorum significaba cancelar el Vaticano II y la reforma litúrgica, ahora también, en los permisos que se pidan a los Obispos para celebrar con el Misal de 1962, se esconda el rechazo de lo mismo: el Vaticano II, la reforma litúrgica, y toda la reforma de la Iglesia. Creo que este es el mismo temor del papa Francisco.
      No tengo nada en contra del Rito tridentino,
      ¿cómo podría estar enojado con un Rito que ha sido el oficial durante tanto tiempo? Pero lo veo como lo que es: una forma del rito romano que ha sido abolida. El problema es que encuentro una contradicción en la actitud del papa Benedicto XVI, que en paz de Dios descanse. En su discurso de 2005, Benedicto habló rechazando con razón la hermenéutica de la ruptura después del Concilio Vaticano II, pero ¿no parece que luego, en el 2007, de hecho también Summorum Pontificum entraba en ruptura con la reforma litúrgica y con el pensamiento e intenciones del Papa Pablo VI?
      Estamos seguros de que el Papa Pablo VI no pensó en dos Misales que fueran expresiones del mismo Rito. Basta releer el discurso que pronunció en el Consistorio de 1974. Pablo VI, respondiendo a las críticas de Lefebrve, afirmó que el nuevo Misal promulgado en 1969 debía suplir no convivir con el Misal anterior y que correspondía al magisterio establecer qué tradición aceptar y cuál rechazar.
      ¿No le parece que el mp SP contradice realmente a Pablo VI y a la constitución Sacrosantum Concilium, que no parece prever la coexistencia de dos formas del mismo rito romano?
      Respeto a las personas que están ligadas al Rito Tridentino, pero con el mismo respeto mi deber de caridad es decirles que no están respetando ni obediencia a la Iglesia, al Papa. No puedo entender por qué los tradicionalistas no quieren cumplir con las peticiones de la reforma que me parecen sacrosantas. Será un límite mío, pero no puedo entender a los que han permanecido apegados a la Misa Tridentina, que hacía ya muchísimo tiempo que había venido mostrando sus límites, sus carencias, sus necesidades, sus lagunas.
      La Iglesia con el Concilio de Trento reformó la liturgia imponiendo el Misal de Pío V a toda la Iglesia de rito romano y abrogando todos los sacramentarios, salvo excepciones como el rito ambrosiano etc. No permitía la coexistencia de dos o más formas del Rito Romano. Después de Trento la forma ordinaria fue el Misal Romano, y en este tiempo no se pensó ni se tuvo en cuenta a las personas que estaban apegadas a otras formas y a otros ritos.
      La coexistencia de dos ritos puestos al mismo nivel plantea problemas pastorales considerables, lo pensaba también el papa Benedicto, quien se había dado cuenta que la coexistencia de dos Misales era muy difícil. De esto el papa Francisco no tiene dudas, e incluso creo que a mediano plazo su intención sería no dar ya más permisos para celebrar con el Misal de 1962.

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    3. Entonces, si el misal único ya existía y había sido mayoritariamente aceptado, ¿por qué complicar todo en 2007 con la fórmula de los dos misales?
      Si quisiéramos tener en cuenta todas las sensibilidades, también deberíamos tener en cuenta aquellas que quisieran volver al rito mozárabe o galicano u otros preexistentes a la reforma de Trento. Sería una mezcolanza ¿no lo cree usted?
      Por otra parte, no me parece que el nuevo Misal de 1969 no haya respetado la Sacrosantum Concilium. El latín sigue siendo la lengua litúrgica que utiliza el Papa en ocasiones oficiales. Luego, el Misal de 1969 fue aprobado por el Papa Pablo VI y no me parece que haya habido muchos pesares por el latín si exceptuamos a los tradicionalistas.
      El Misal en español y en las demás lenguas nacionales, como el uso de cantos no gregorianos, surge de la necesidad pastoral de fomentar la participación de los fieles. El latín es hermoso, pero si la gente no lo entiende, ¿cómo puede participar la gente de modo activo? El canto gregoriano es hermoso, pero canta solo la schola cantorum, y la gente escucha como en un concierto. Entonces si hemos optado por usar el español y cantar canciones en español es para permitir que la gente participe en la liturgia y cante, porque la misa no es un concierto donde vamos a escuchar música hermosa. El canto es una forma de participación en la litugia y de hecho San Agustín decía que quien canta, reza dos veces.
      Porque hay algo que usted no me lo podrá negar: en la Misa Tridentina, el pueblo es más espectador que otra cosa, lo he comprobado.
      Con razón el padre Filemón dice que si la Reforma Litúrgica aún no ha sido implementada en su plenitud, la solución ciertamente no es mandarla al infierno, volviendo a lo que era antes del Concilio Vaticano II. Debemos trabajar para que la reforma sea implementada completamente.
      Por otra parte, y se lo digo con todo mi respeto, pero es la pura verdad: lo de la "Misa de siempre" es un cuento chino. Todos sabemos bien que la Misa Tridentina no es la Misa que se celebra desde hace dos mil años. La Misa Tridentina no es la Misa de siempre, al contrario, es una Misa más bien reciente, moderna. Y la Misa de Pablo VI está mucho más cerca de la Misa del primer milenio cristiano.
      A la larga, la coexistencia de dos Misales que proponía SP iba a crear grandes problemas y de hecho los ha creado. El Papa Benedicto se había dado cuenta. Lo ha conversado antes de su muerte con el papa Francisco. Lo decidido por Francisco no sólo es correcto, sino que era inevitable.

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  7. ¡Oops!
    En la frase: "...el rito tridentino, ...el rito reformado. Ceo que hace diez años tenían la misma legitimidad, como ordenó el papa Benedicto. No ahora, con la legislación establecida por Francisco."
    En realidad, el Misal de 1962 y el Misal de 1970 no tenían "la misma legitimidad" ni en el pontificado de Benedicto ni la tienen en el de Francisco.
    En uno y otro pontificado, siempre el único Misal vigente (la única lex orandi) en el rito romano, es el Misal de 1970. El Misal de 1962 es el que se ha abrogado, y ya no está vigente, sino.... apenas permitido en casos especiales (tanto con Benedicto como con Francisco).
    Esta es la pura verdad de las cosas.

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    1. ¡Oops!
      Justamente lo contrario de lo que Benedicto afirmó autoritativamente que el Misal de 1962 nunca ha sido abrogado.

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    2. ¿Pero "autoritarivamente" en qué sentido, dilecto Reinaldo? ¡Tan "autoritativamente" dijo eso Benedicto como "autoritativamente" Pío V dijo que su rito duraría hasta el fin de los tiempos! Vale decir: nula autoridad.
      En ambos casos son decisiones contingentes, mutables, abrogables.
      Ha sido la misma la autoridad que han tenido Juan XXIII, Pablo VI o Juan Pablo II, en cambiar el Misal.
      Más allá de eso, la expresión de Benedicto, a mi entender, implica un error teológico y jurídico.

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  8. Autoritativamente en cuanto atestigua siendo la autoridad competente (no conozca otra autoridad para ese tema) que el Misal nunca ha sido abrogado.
    Claro que todos los Papas tienen la misma autoridad. Benedicto constata que no fue abrogado. O sea que la autoridad de hacerlo por parte de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II aquí no está en duda. La constatación es que no lo hicieron.

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    1. Estimadísimo: el problema es que usted no se da cuenta de lo obvio: los Misales van siendo abrogados en la medida en que los Papas van obligando a la Iglesia de rito romano al uso de nuevos Misales. Asi ha sucedido con todas las ediciones del Misal llamado de san Pío V hasta la VII, la de san Juan XXIII, que fue suplido por el Misal de 1969 (la palabra "suplir" fue usada explicitamente por san Pablo VI, aunque no había necesidad de que la usara, para entender lo obvio).
      Un Papa no tiene autoridad para "testimoniar" que Pablo VI no haya abolido el Misal de 1962 (por lo demás, un Misal "provisorio" según explícita declaración del papa Juan), porque de hecho fue así.
      Por lo tanto, en SP, no hay más que dos opciones: 1) o Benedicto se equivocó (lo cual es posible, pues no estamos en ámbito doctrinal, sino disciplinar), o bien 2) la expresión de Benedicto tiene un significado que debe ser explicitado.
      Mi hermano fr Filemón tiene su interpretación de lo acontecido, distinguiendo entre lex orandi divina y lex orandi eclesial, y afirmando que Benedicto se refirió allí a la ley divina, no a la ley eclesial, en la que obviamente el Misal de 1962 ha sido abrogado.
      Puede que sea así como dice fr Filemón, pues la explicación es convincente. Sin embargo, tengo mis sospechas... de que Benedicto no haya cometido, efectivamente, un error. De hecho, tras su renuncia, tenemos la prueba de que Benedicto cometió serios errores doctrinales cuando ya no gozaba del carisma de la infalibilidad. Por ende, ¿no era posible que también cometiera errores en ámbitos no comprometidos por lo doctrinal, ya en 2007?
      Ahora bien, más allá de esta discusión, que para mi entender es gratuita, ahora la situación es un hecho: está claro, a partir de TC y de los documentos posteriores, que el papa Francisco entiende al Misal de 1962 como de uso abolido, y su exiguo permiso actual para casos especiales está proyectado para ser eliminado a futuro.

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    2. Sin entrar en análisis de la explicación de su hermano, para explicitar esa expresión de Benedicto XVI en Summorum pontificum basta leer la carta a los Obispos en ocasión de ese Motu proprio:

      Por lo que se refiere al uso del Misal de 1962, como Forma extraordinaria de la Liturgia de la Misa, quisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido.

      Queda en esto claro a qué se refería Benedicto y con eso no hay posibilidad de malos entendidos sobre lo que quiso decir.
      Sobre el futuro, quedará en Francisco si quiere abrogarlo o no. Por ahora lo que hizo fue restringir su uso.
      Si Benedicto cometió un error, quedará en Francisco o sus sucesores dejar en claro ese fue un error.

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    3. Estimadísimo: Precisamente, los motivos subjetivos, sentimentales, y de apego al Misal anterior, propuestos po Benedicto en tal Carta a los Obispos, son jurídicamente debilísimos. Y la contradicción jurídica es evidente, al formular también Benedicto, como no podía hacer de otro modo, que el Misal de 1969 (con las ulteriores actualizaciones) es la única ley litúrgica "normal" de la Misa.
      Hoy ya no existe la categoría de "Forma extraordinaria de la Liturgia de la Misa" por usted mencionada.
      La reflexión teológica y jurídica a partir de 2007 ha puesto de manifiesto la incoherencia de los argumentos que la sustentaban. De hecho, no se ha intentado ninguna defensa forense del uso del Misal de 1962 (ni puede intentarse).
      Con todo mi respeto hacia usted, pero una insistencia en estos temas no me parece un signo de respeto ni de obediencia a la Reforma litúrgica y a la reforma de la Iglesia. Respetar la liturgia que la Iglesia se da a sí misma es respetar al magisterio de la Iglesia que ha explicitado un conocimiento de la divina Revelación que décadas o siglos atrás la Iglesia no tenía. Por tanto, querer vivir como la Iglesia vivía (y rezaba) al modo que se vivía y rezaba en décadas y siglos anteriores, es incompatible con la aspiración de Unidad, Apostolicidad y Catolicidad de la Iglesia de rito romano.
      No tenga dudas de que Francisco da por expresamente abrogado el Misal de 1962, lo cual no quiere decir que ese Misal haya perdido validez, lo cual fundamenta el permiso dado para su uso en casos especiales.
      Ni Francisco ni sus sucesores tienen obligación de señalar expresamente errores teológicos o jurídicos de sus predecesores.

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    4. Sobre mi apego a la reforma litúrgica o no, no es lo que estamos discutiendo. Lo que estamos discutiendo es si ese Misal fue abrogado o no.
      Benedicto en 2007 dijo que nunca lo fue. Actualmente Francisco no dijo que fuera abrogado el Misal. Por esto parece lícito pensar que el Misal no fue abrogado, aunque sea restringido su uso.
      Que Francisco entiende al Misal de 1962 como abolido o que Francisco da por abrogado ese Misal, pues será Francisco quien deberá decirlo.
      Por supuesto que Francisco no tiene obligación de señalar los errores de sus predecesores ni de abrogar el Misal. Mientras no lo haga, se puede dar por válido lo que ha dicho Benedicto.

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    5. Reitero todo lo que he dicho.
      Y el hecho de que usted todavía discute si el Misal de 1962 ha sido o no abrogado, señala su apego a ese Misal, y su distancia respecto a la Reforma litúrgica del Vaticano II.

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    6. Estimados Reinaldo y Berengario,
      si me lo permiten, señalaré mi postura en la cuestión debatida por ustedes, pero esta vez me referiré a tal cuestión sin recurrir a la distinción teológica entre lex orandi divina y lex orandi eclesiástica (que sigo considerando válida para interpretar benevolamente la expresión de Benedicto XVI en SP acerca de que el Misal de 1962 no ha sido abrogado, en cuanto lex orandi divina), pero partiendo desde principios más altos y de las explicitaciones dogmáticas producidas en las últimas décadas a partir del Concilio Vaticano II.
      La Misa es la ofrenda hecha a Dios por el sacerdote de un sacrificio divino en el cual nos nutrimos de la víctima del sacrificio. Por consiguiente es un rito sagrado que se concluye en una comida sagrada. Ofrecer el sacrificio es el oficio propio del sacerdote que actúa en la persona de Cristo mediando entre Dios y el pueblo, en nombre del pueblo, para el pueblo, con el pueblo, pueblo que, por lo tanto, hombre o mujer, participa en el sacrificio.
      La Misa, por lo tanto, nos dispone para un encuentro salvífico sacramental con el Dios Trinitario: con el Padre, a quien el sacerdote ofrece el sacrificio, con el Hijo, a quien el sacerdote ofrece al Padre en sacrificio, con el Espíritu Santo, el cual consagra la Víctima del sacrificio.
      El rito de la Misa, por tanto, está organizado y estructurado de tal manera que nos haga percibir, por medio de signos sensibles y de símbolos significativos, de la mejor manera posible, el encontrarnos en la presencia de la sacralidad mística de este augustísimo Misterio que obra sacramentalmente nuestra salvación, rito que es representación y reactualización del Sacrificio de la Cruz significado por la Última Cena, que viene conmemorada en la Misa, de modo que el altar es al mismo tiempo una mesa. Nos inclinamos y arrodillamos porque estamos en la presencia de Dios, pero luego nos sentamos a consumir el alimento eucarístico.
      También es necesario señalar que la Iglesia en su historia conoce siempre cada vez mejor el misterio de la Misa. El Concilio Vaticano II ha descubierto mejor su aspecto pascual, escatológico, comunional y ecuménico. En este sentido, el rito de 1970 marca, como ha dicho el Santo Padre, un "progreso irreversible" y sustituye al rito de 1962.

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    7. Sin embargo, en la carta apostólica Traditionis custodes el Papa ha determinado las condiciones bajo las cuales es lícito celebrar con el rito de 1962. Por lo tanto, en cierto sentido, al menos en el mínimo sentido jurídico que pudiera derivarse de la condición de un indulto o de una muy restrictiva permisión como la hecha por el papa Francisco, no se podría hablar de "incompatibilidad" entre los dos ritos, como si uno fuera bueno y el otro malo: son simplemente diferentes, solo que el de 1970 es mejor. Al menos en línea de principio son compatibles, porque lo mejor no es contrario a lo bueno, sino a lo malo. Claro que esto dicho en línea de principio, porque luego, en la implementación práctica y pastoral, puede advertirse eventualmente que una forma del rito implique acaso la imposibilidad de educar a los fieles en los aspectos doctrinales que conlleva la nueva forma y que no están presentes, al menos de manera plena, en la anterior que se ha querido suplir por la nueva.
      En definitiva, el rito de 1962 no es malo, sino simplemente menos bueno. Y está claro que entre lo bueno y lo mejor hay que elegir lo mejor, pero, si la autoridad lo permite, y en los casos en que lo permite, no es pecado elegir el rito menos bueno.
      Por cuanto respecta a la intención del papa Francisco de llegar gradualmente a prohibir taxativamente la celebración del rito de 1962, si se lee atentamente tanto Traditionis custodes como las respuestas a los Dubia, es inevitable llegar a tal conclusión.
      Efectivamente, un Papa puede emanar disposiciones de este tipo. En este caso, sin embargo, en las directivas del Papa existe un doble aspecto. El Papa, de hecho, dice que el movimiento litúrgico que ha conducido al rito de 1970 es irreversible. Claramente aquí el Papa se refiere al hecho de que este rito supone el dogma de la Santa Misa enriquecido por la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II. En efecto, cuando la Iglesia enriquece un contenido dogmático, el buen católico debe acoger este progreso y no quedarse estancado o detenido en la precedente fase de desarrollo.
      Sin embargo, también existe en la Misa el elemento ritualístico, que puede estar sujeto a modificaciones. Desde este punto de vista, no se puede excluir que un Papa posterior al papa Francisco recupere algunos elementos ritualísticos del rito de 1962.

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  9. Me parece que intentar argumentar que la expresión de Benedicto XVI en SP acerca de que el Misal de 1962 no ha sido abrogado, en cuanto lex orandi divina, carece de fundamento al leer la carta de acompañamiento al Motu proprio Summorum pontificum:

    Quisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido.

    Ahí habla de una edición de un Misal y de abrogar jurídicamente. De ese modo manifiesta claramente a qué se estaba refriendo. Más aún cuando dice que en principio quedó siempre permitido.
    No niego que su uso sea restringido, pero la abrogación es otra cosa. Ese es mi análisis al respecto, fundado en lo que afirmó Benedicto XVI.
    Sé que Fr Filemón argumenta sobre la lex orandi divina y que Berengario argumenta sobre que Francisco daría por supuesta la abrogación.
    Sin embargo entiendo que la abrogación es un acto jurídico expreso.

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    1. Mi muy estimado Reinaldo,
      es agradable dialogar con usted, pese a su obstinada defensa del Misal de 1962, declarado provisorio por el papa san Juan XXIII, y de hecho sustituído por el Misal de 1969. Usted dialoga con respeto y creo advertir en usted plena conciencia de que se mantiene en el ámbito de lo opinable (características de la dialéctica de la cual hablan Aristóteles y santo Tomás de Aquino), aún cuando su interlocutor (yo en este caso) le proporcionen certezas argumentales.
      Quedamos, entonces, en paz, y por mi parte, en la seguridad de que usted, consciente del valor opinable de sus aserciones (sin haber adquirido el valor de verdad) se mantendrá en la preocupación de indagar ulteriormente la cuestión, en pos de adquirir una certeza que le permita a usted estar en comunión plena con la Iglesia, en una cuestión que es tan vinculante para su vida de fe y para su camino de santificación.
      Por si otro argumento pudiera venir en su socorro, le proporciono aquí un dato que incluiré en uno de mis artículos en los próximos días: la opinión del cardenal Giuseppe Siri, cuarenta años arzobispo de Génova, y opuesto a los inicios de la reforma litúrgica cuando ella recién comenzaba, allá por 1951, cuando Pío XII consultaba al Colegio Episcopal acerca de la reforma de la Vigilia Pascual. Opuesto Siri cuando la ley estaba en estado de "lex condenda", sin embargo, se mostró acérrimo defensor de la ley, cuando pasó al estado de "lex condita". Y esta fue la actitud de Siri durante toda su vida. Por eso, treinta y un años después, en 1982, cuando un monje inglés escribía al propio Cardenal Siri, preguntándole cómo debía comportarse en ámbito litúrgico en la duda entre el viejo y nuevo rito, Siri le respondía: "El poder con el cual Pío V ha fijado su reforma litúrgica es el mismo poder de Paulo VI. El haber reformado el Ordo implica la sustitución que hace del antiguo" (carta del 6 de septiembre de 1982).
      Esa última frase de Siri podría, acaso, darle alguna luz a sus dudas.
      Que Dios le bendiga en su Verdad y en su Gracia.

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  10. Si, por supuesto que mis palabras y mis ideas no son dogmas. Ofrezco mi opinión y mis objeciones.
    El ejemplo de Siri es conocido. Aconseja lo que él implementó en Génova. Es importante aclarar que algunos sacerdotes y especialmente los religiosos de la arquidiócesis se quejaban de que Siri no aplicaba la reforma litúrgica. Más que nada por algunas formas externas. Especialmente en lo que tenía que ver con la posición del altar.
    De todos modos, mi argumento se basa sobre una declaración de Benedicto que pretende iluminar el pasado con respecto a la jurídica abrogación o no de ese Misal y sobre la prohibición o no de su uso.
    Mi argumento es que aunque la voz de Siri tiene un valor simbólico importante, la de Benedicto tiene un valor de autoridad competente. Aclaro que no tiene un valor definitivo, sino que es la autoridad competente para iluminar al respecto. En mi opinión, para dejar en claro lo contrario, hay que al menos aclarar que lo de Benedicto no es correcto. Claro que el cardenal Siri no puede aclararlo, entre otros motivos porque sus consejos son de 1982. Y Benedicto se pronunció en 2007. Además que esa aclaración debería venir de la Santa Sede.
    Pero si en fecha posterior a esa declaración de Benedicto la Santa Sede dice algo así como "aunque Benedicto dijo que nunca fue jurídicamente abrogado, sin embargo lo fue" es otro cantar. Entiendo que es difícil que lo haga en esos términos. Y tal vez, sin zanjar esa cuestión, le baste restringir el uso del Misal y listo.
    Como sea, la declaración de Benedicto queda, mientras no sea desmentida.

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    1. Estimado Reinaldo,
      le agradezco sus detalles informativos.
      Sin embargo, no puedo menos que reiterar lo dicho. Se trata de algo que no se necesita aclarar y que (como usted sugiere) probablemente ningún Papa vuelva a aclarar). Todo sin embargo es demasiado simple para que se necesite aclarar nada: la Santa Sede publica un nuevo rito Romano de la Misa que suple al anterior.
      Es muy simple. No hace falta aclarar nada.
      Todo lo demás... es buscar pretextos para justificar ideologías subjetivas, que nos llevan a proponer jueguitos de abogados que se detienen sobre las relaciones y diferencias entre ley general y ley particular, entre abolición explícita o implícita..., que si uno es sincero con uno mismo, nos advierten que hemos perdido la sencillez de aceptar simplemente las cosas como son, una sencillez que SP nos hacía perder, y nos impulsaba a perder el contacto con la realidad y nos encerraba en un juego auto-referencial, en el cual la presunción y la desesperación se superponen hasta casi confundirse. Benedicto se dió cuenta de lo imprudente que había sido SP y documentos posteriores en sus últimos tiempos como Papa en el cargo.
      Digo más: probablemente advirtió que todo su esfuerzo por desprenderse de la ominosa acusación de "conservador" que le venían haciedo desde hacía años los rahnerianos, habiendo sin embargo él actuado a una bajo la guía progresista de san Juan Pablo II, perdía crédito por su decisión del 2007 que, buscando una ficticia "pacificación", se comprometía en irregularidades jurídicas y teológicas.
      No soy quien para aconsejarle nada, pero tómemelo como una sugerencia: para volver a tomar el contacto con la realidad del sentido de la reforma litúrgica, iniciada mucho antes del Concilio Vaticano II, le sugiero releer los discursos y catequesis de san Paulo VI sobre el tema, de los sesenta, cuando finalizaba el Concilio.

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    2. Antes que nada, quisiera aclarar que este intercambio es sobre si fue abrogado o no el Misal de 1962.
      Entiendo su punto, pero no creo que sea como dice en su comentario. Y me explico.
      Por algo Benedicto afirmó que este Misal

      no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido.

      Así que, yo no tengo que probar que no fue abrogado, yo me apoyo en una afirmación clara de un Papa no desmentida que lo dice.
      Lo que dice en su comentario respecto a que Benedicto se dio cuenta que había sido imprudente, no sé qué decirle. Porque realmente no sé de dónde saca eso.
      Pero si así hubiera sido me extraña enormemente porque si alguien tenía humildad en reconocer errores o imprudencias era Benedicto XVI. Si miramos la carta de Benedicto de 2009 sobre la remisión de los Obispos consagrados por Lefebvre, se lee que el Papa habla de desacierto y contrariedad de los que se lamenta.
      Ahora bien, otros consideran que sí fue abrogado y que el Papa se equivocó en esa afirmación. O que se refería a otra cosa. Yo argumenté por qué considero que no se refería a otra cosa. Y en síntesis es porque el mismo Papa usa el adverbio jurídicamente. Y no imagino que se pretenda imagine abrogar jurídicamente la lex orandi divina. Por lo que no me parece posible que Benedicto se refiriera a eso.
      No pretendo tener una visión definitiva sobre este tema. Solamente afirmo que existe esa afirmación de Benedicto.

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    3. Estimado Reinaldo,
      le aseguro que reflexionaré sobre el punto, y si logro plasmar alguna reflexión que pueda aportar nuevos motivos para hacer una mayor luz para quienes tienen dudas acerca de que el Misal de 1962 haya sido abrogado (como de hecho actualmente expresa la Santa Sede a través del Dicasterio del Culto), elaboraré alguna nueva publicación sobre el tema.
      Como anteriormente le expresé, le agradezco su respetuosa predisposición para el diálogo.

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    4. Estimado padre Filemón,
      permítame recordarle que todo está muy claramente establecido y dilucidado ya por el Código de Derecho Canónico, en su artículo 20. Está claro que la ley del Misal Romano de 1969 ha derogado la ley del Misal Romano de 1962.

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    5. Estimado Julio,
      gracias por recordar ese dato. Por supuesto, el artículo 20 del CDC deja la cuestión muy clara, así como otras respuestas de dicasterios de la Santa Sede a cuestiones puntuales referidas a ese artículo 20. Lo cual nos indica que SP, en este preciso punto, sufría posiblemente de una falencia jurídica (que es precisamente una de las críticas que vengo expresando).
      Cuando, por ejemplo, el cardenal Roche, ha expresado recientemente que el Misal de 1969 ha derogado el Misal de 1962, es de suponer que se basa, precisamente, en este artículo 20 del CDC.

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    6. Por si alguna duda quedara acerca de la derogación de cualquier norma litúrgica anterior al motu proprio Traditionis custodes, en la Carta a los Obispos, Francisco dice: "tomo la firme decisión de derogar todas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores al presente Motu Proprio".

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