martes, 5 de mayo de 2020

La existencia de una dialéctica diabólica (2/2)

Concluyamos la reflexión iniciada ayer acerca de la existencia de una dialéctica diabólica. Habíamos avanzado en la explicación de la tesis propuesta, llegando al planteamiento de la relación entre el pensamiento monista, panteísta-idealista, de Hegel, en particular de su idea de Dios, con el Dios de Lutero.

----------Por cierto, Lutero no se equivoca al creer que Dios, en ciertas circunstancias, parece maligno -por ejemplo, el Padre que sacrifica al Hijo o en los tiempos de la desgracia y del sufrimiento o cuando Él está "airado" con nosotros y nos culpa por nuestros pecados- y así también el diablo, en ciertas circunstancias, parece bueno, por ejemplo en el momento de la tentación o de la seducción. Pero, por supuesto, ser no es parecer. Lutero indudablemente es realista; pero su tendencia subjetivista le lleva inevitablemente a confundir la apariencia subjetiva con la realidad objetiva: Dios no sólo parece el diablo, sino que es el diablo. El mal también está en Dios. Si hago el mal, es porque Dios me impulsa a hacerlo.
----------De aquí, a través de Jakob Böhme [1575-1624], el místico protestante del siglo XVII, que pone ya el mal en Dios, surgirá el Dios hegeliano, un Dios "dialéctico" y "diabólico", en el cual lo verdadero está unido y al mismo tiempo opuesto a lo falso y el bien al mal, la vida a la muerte, el ser al devenir. De ahí el Dios que "deviene" de ciertas cristologías protestantes, hoy infiltrado también en el catolicismo: el Dios "débil", "kenótico" (que se anula), que "sufre" y "se niega a sí mismo", que "deviene" y "cambia".
----------Así, en la cristología hegeliana no existe la distinción entre naturaleza divina y naturaleza humana, pero con el pretexto de la unidad de la persona de Cristo, se sostiene en la cristología hegeliana también la "unidad de las dos naturalezas", donde los atributos de una naturaleza se fusionan con aquellos de la otra naturaleza, o "pasan" a la otra. De ahí surge el humanismo "cristiano" panteísta-evolucionista, secretamente ateo (el hombre absorbido por Dios - el hombre que deviene Dios) y el humanismo abiertamente ateo de Marx (Dios absorbido en el hombre - el hombre que se sustituye a Dios).
----------Nosotros, los católicos, no podemos aceptar esta cristología. Dios es omnipotente, infinitamente sabio y bueno, inmutable e impasible. En Cristo sólo el hombre cambia, es débil, deviene, sufre y muere. La unidad de la persona de Cristo es la unidad de su persona divina, que en absoluto excluye la distinción de las dos naturalezas, divina y humana, sino que la involucra, y sería absurdo pensar de otra manera.
----------En cuanto a la autocontradicción o la autonegación en Dios, es un absurdo horrible que niega no solo a Dios sino al ente en cuanto tal, contraviniendo el primer principio del pensamiento que es el principio de no contradicción. Dios es simplicísimo, inmortal y perfectamente idéntico a sí mismo, en Él no existe ninguna "dialéctica", tanto menos la dialéctica hegeliana de la contradicción. Dios mueve y cambia todo, pero Él mismo no es cambiante.
----------Y en cuanto a poner en Dios lo falso, el mal y la muerte, la nada, es una blasfemia. Cristo en la cruz no se pone en oposición al Padre, como malamente entienden los hegelianos, y con ellos ciertos cristólogos católicos modernistas, refiriéndose a las famosas palabras: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me ha abandonado?" y olvidando todas las demás palabras que Jesús dice en la cruz, las cuales manifiestan claramente su unión con el Padre. Estos son los tremendos resultados del panteísmo hegeliano. Lo falso, el mal, la muerte y el no ser están en el mundo, no en Dios.
----------Pero es lógico que si se pone el mundo idéntico a Dios, lo falso, el mal y la muerte entran en Dios. ¿Pero entonces quién más nos salva del mal, si Dios mismo es malvado? ¿Quién nos enseña la verdad si Él mismo es falso, poco confiable e infiel? ¿Quién nos hace estables si Él mismo cambia? ¿Quién nos hace felices si Él mismo sufre? ¿Quién nos da fuerzas si Él mismo es débil? Si Dios muere, ¿quién nos da la vida? Si Dios es "no-Dios", ¿no es eso como hacer profesión de ateísmo? Si Dios existe y no existe, ¿cómo dar fundamento al ser? ¿Dónde termina el Dios creador? Y si Dios no está, ¿tenemos que arreglárnoslas solos? ¿Pero con qué resultados? ¿Cómo terminan las sociedades totalitarias y ateas?
----------Nosotros, los católicos, estamos llamados a rechazar con extrema firmeza estas blasfemias y estos absurdos absolutamente devastadores e impensables. El Dios que "sufre" o que "muere", el Dios débil, sólo puede entenderse en el sentido de la comunicación o intercambio de los idiomas o de los predicados (communicatio idiomatum), ciertamente ya utilizado por los Padres, pero no absolutamente refiriéndose a la naturaleza divina, porque un dios así no sería ni siquiera Dios, y es absolutamente falso que un dios de tal género sea el Dios cristiano enseñado por la Biblia. Este dios es enseñado por el diablo.
----------Hoy, por tanto, el Concilio de Calcedonia con su famosa fórmula inmortal "una persona en dos naturalezas", lejos de estar "superado", como creen los modernistas, es más actual que nunca y debe volver a proponerse con fuerza y convicción, si queremos ser verdaderamente católicos y abiertos a la salvación que el Hijo de Dios nos ha dado.
----------Es necesario distinguir la dialéctica hegeliana de aquella que llamamos dialéctica platónico-aristotélica, retomada por santo Tomás de Aquino. Se trata siempre de dialéctica entendida como oposición entre afirmación y negación, ser y no ser; pero en este segundo caso ella no tiene la pretensión de ser ciencia, sino que se pone sólo sobre el plano de la opinión y de la discusión, y es precisamente la capacidad de argumentar en base a razones probables en vista de alcanzar la verdad o comunes acuerdos.
----------Ella, por lo tanto, no es "diabólica" sino dialógica, es decir, no institucionaliza ni diviniza la contradicción, sino que, mediante la confrontación de las ideas, la supera en el lograr una perspectiva coherente en el campo del pensamiento y de una pacífica y armoniosa coexistencia humana. Esta dialéctica, por lo tanto, se presenta como necesario y normal funcionamiento del espíritu y es instrumento indispensable de la búsqueda humana colectiva de la justicia y de la verdad, para lo cual se implementa en modo electivo sea tanto como dialéctica socio-política (de la existencia) sea como dialéctica cultural-espiritual (del pensamiento).
----------Este tipo de dialéctica, plenamente conforme a la cristología católica, es recomendable para una vida humana libre, sanamente pluralista y moralmente constructiva, mientras que la otra, más allá de la fascinación gnóstica y de las asombrosas apariencias, conduce, como demuestran la historia y la sana razón, a las más amargas desilusiones y a las más graves tragedias.

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