viernes, 1 de mayo de 2020

De los Carbonarios a Bergoglio: el proyecto de la Nueva Iglesia (4/5)

No estoy afirmando que los Carbonarios y su Instrucción Permanente de la Alta Vendita hayan sido los agentes de las calamidades que hoy vivimos en la Iglesia, incluyendo la del actual pontificado. Probablemente la subversión modernista en la Iglesia se hubiese producido igual, tras los cimientos puestos en la Reforma de Lutero y la Revolución Francesa, aunque la masonería nunca hubiera existido. Sea como sea que lo quiera entender el lector, existe un hilo conductor, una misma idea entre lo que se habían propuesto los conjurados de 1820, y lo que se nos propone hoy desde Roma, dos siglos después. En todo caso, el lector tiene que convenir, al menos, que los Carbonarios predijeron la nueva Iglesia de Francisco.

----------Tomo ahora de la biblioteca del convento un precioso escrito del padre Raymond Dulac: La Colegialidad episcopal en el segundo Concilio del Vaticano (La Collégialité épiscopale au deuxième concile du Vatican, Les Éditions du Cèdre, París, 1979). Es probable que para los lectores argentinos sea más fácil encontrar este texto en un libro que hace años me regalara un viejo amigo, que fuera ministro en el gabinete bonaerense de la anterior administración: Semper Idem, de la Ediciones del Cruzamante, Buenos Aires 1984, donde se compila el mencionado escrito del padre Dulac junto con otros de mons. Luigi Carli y del cardenal Gouyon. Del mencionado escrito del padre Raymond Dulac sólo me interesa aquí lo que él relata en el prólogo.
   
La Curia Romana en estado de alerta
 
----------Un drama poco conocido que se desarrolló durante el reinado del papa Pío XI [1922-1939] es el que el padre Dulac llama "una historia del Vaticano II escrita cuarenta años antes". Esa pequeña historia demuestra que era muy cierto lo que había dicho el papa san Pío X, y que recordábamos en la nota anterior: que pese a toda su acción gubernativa y magisterial, su encíclica Pascendi, el decreto Lamentabili, la vigilancia sobre los seminarios y universidades, o la acción disciplinar sobre los teólogos contestatarios, de ninguna manera el modernismo había sido vencido, sino que tan sólo había sido llevado a la clandestinidad. La historia narrada por el padre Dulac demuestra que la corriente subterránea del pensamiento modernista estaba viva, realmente bien viva, aunque de modo clandestino, en el período inmediato posterior al pontificado de Giuseppe Sarto.
----------El papa Pío XI, en el consistorio secreto del 23 de mayo de 1923, consultó a una treintena de cardenales de la Curia acerca de la oportunidad de convocar un concilio ecuménico. Asistieron purpurados tan ilustres como los cardenales Merry del Val, De Lai, Gasparri, Boggiani y Billot. Los cardenales fueron casi unánimemente hostiles al proyecto, y desaconsejaron celebrar la asamblea conciliar.
----------El cardenal Billot advirtió: "Uno no puede conscientemente pasar por alto la existencia de profundas divergencias en el seno del mismo episcopado […] Esas divergencias hacen correr el riesgo de dar lugar a discusiones que se prolongarán indefinidamente". Por su parte, el cardenal Boggiani recordó las teorías modernistas, de las cuales, dijo, una parte del clero y de los obispos no está exenta. "Esta mentalidad puede inclinar a ciertos Padres a presentar mociones y a introducir métodos incompatibles con las tradiciones católicas". Billot fue aún más preciso, expresando su temor de ver al concilio "manipulado" (sic) por "los peores enemigos de la Iglesia, los modernistas, que ya se están preparando, como lo demuestran indicios ciertos, a llevar a cabo la revolución en la Iglesia, un nuevo 1789". Billot añadió que temía ver introducirse "procedimientos de discusión y de propaganda más conformes con los usos democráticos que con las tradiciones de la Iglesia".
----------En otra ocasión me explayaré sobre este interesante consistorio secreto de 1923, de rico contenido. Ahora sólo quiero resaltar el hecho histórico de que los cardenales de Pío XI tenían muy en cuenta la fuerza latente de las ideas del modernismo, plenamente vivo en el seno del episcopado mundial, lo que en ellos, que eran privilegiados testigos de aquella hora, es una prueba histórica de que las fuerzas secretas habían dado grandes pasos desde hacía ya un siglo, desde aquellos lejanos años 1820-1846 en que se habían fijado las directivas del proceso de subversión en la Iglesia a través de la Instrucción de la Alta Vendita. Por otro lado, al desalentar la idea de un Concilio por las razones señaladas, estos Cardenales se mostraron más aptos para reconocer los "signos de los tiempos" que todos los teólogos del post-Concilio Vaticano II juntos. Sin embargo, y sólo lo digo de paso, la cautela de estos cardenales también puede haber estado obsesionada por los escritos del infame abate Paul Roca [1830-1893], iluminista y excomulgado, quien predicó la revolución y la "reforma" de la Iglesia, prediciendo incluso una subversión de la Iglesia que vendría a través de un futuro Concilio (volveré sobre esta "profecía" del ex-canónigo Roca, en alguna futura nota en este blog).

El Concilio que nunca fue
 
----------El proyecto del papa Pío XI de celebrar un Concilio, abandonado prontamente, fue retomado en 1948 por el papa Pío XII [1939-1958]. Sin embargo, corrió la misma suerte después de tres años de preparación. Se constituyeron las Comisiones preparatorias, que comenzaron a trabajar, pero muy pronto en su mismo seno se manifestaron divergencias irreductibles acerca de la amplitud a dar a la asamblea conciliar, sobre su duración y la forma de los documentos a producir, lo cual encendió las luces de alerta del papa Pío XII.
----------Como narra el padre Giovanni Caprile en su obra Il Concilio Vaticano II (en 5 volúmenes, Roma 1965-1969) fue hacia el año 1948 cuando el papa Pacelli tomó en cuenta entre otras la solicitud de un cardenal que era considerado por la mayoría de los curiales como "incondicionalmente ortodoxo": Ernesto Ruffini [1888-1967], quien le sugirió convocar a un concilio general. Pero hay evidencias de que, tras varios años de serios y detallados preparativos, la presencia de elementos progresistas en Roma eventualmente terminó por disuadir al Papa de llevar a la práctica el Concilio. No hay duda que las fuerzas modernistas volvían a hacer sus intentos, como lo habían hecho veinticinco años antes, cuando habían intentado lo mismo con Pío XI. ¿Sería quizás que el papa Pío XII conocía mejor que otros en la Curia al cardenal Ruffini?... De hecho, quien luego fue considerado "papable" en los dos cónclaves posteriores de 1958 y 1963, llegó a ser estimado como un purpurado abierto y favorecedor de la política de apertura a "la sinistra". Tendencia que también fue notoria en otro curial que sólo llegó a la púrpura cardenalicia con Juan XXIII, y no con Pío XII: el cardenal Montini.
----------En principio, hay pruebas que demuestran que en la mente del papa Pío XII el proyectado Concilio tenía definitivos signos de estar en sincronía con las ideas que vieron su luz en la encíclica Humani Generis. Al igual que esta gran encíclica de 1950, en la mente de Pío XII el Concilio se propondría combatir "las falsas opiniones que amenazan con socavar los fundamentos de la doctrina católica". Volveré alguna vez sobre esta apasionante historia, pero para quien le interese, hay un relato completo en: Frère Michel de la Santísima Trinidad, Toda la verdad sobre Fátima (Volumen 3: El tercer secreto, Ft. Erie, Immaculate Heart Publications, Ontario 1990).
----------De modo que éste resultó ser el "Concilio Vaticano II que no fue". Hay quien, lamentándose, ha calificado este hecho diciendo que "trágicamente" el papa Pío XII se convenció de que él estaba demasiado avanzado en años para asumir esta tarea trascendental, y se resignó a la idea de que "esto será para mi sucesor". Yo conservo mis serias dudas sobre el calificativo "trágicamente", y más bien estoy inclinado a reemplazarlo por "providencialmente" porque ¿estamos tan seguros que el papa Pacelli hubiera podido controlar las fuerzas modernistas latentes en el episcopado mundial?... El padre Caprile (en la obra citada, vol 1, primera parte, pp.3-35), se pregunta: ¿Cómo hacer para que dos mil obispos admitieran los principios establecidos por la Comisión Central?... Como lo decía el cardenal Billot décadas antes: "En las condiciones del mundo moderno, hay que evitar todo aquello que pudiese provocar un desacuerdo manifiesto entre los Padres".
   
El papa Roncalli y su revolución: "consagrar el ecumenismo"
   
----------Durante el pontificado del papa Pío XII [1939-1958], el Santo Oficio bajo el liderazgo del cardenal Alfredo Ottaviani [1890-1979] mantuvo un paisaje católico seguro, manteniendo los caballos salvajes del modernismo firmemente acorralados. Sin embargo, incluso Ottaviani no pudo evitar lo que sucedería en 1958: un nuevo tipo de Papa ascendería al solio pontificio. Como lo afirma el vizconde León de Poncins [1897-1976] "los progresistas pusieron sus esperanzas" en Roncalli "porque pensaban que favorecería su causa" (La masonería y el Vaticano, Christian Book Club, Palmdale 1968, p.14), y no se equivocaron. Este nuevo Papa obligaría incluso a un cardenal como Ottaviani, reacio a quitar el pestillo, a abrir el corral, en razón de la estampida.
----------Sin embargo, tal estado de cosas no fue imprevisto, y lo que sucedió en el cónclave de 1958 no ha sido obra de la casualidad; el azar no existe. Dom Lambert Beauduin osb [1873-1960], el ya anciano fundador del monasterio de Chevetogne y figura del nuevo movimiento litúrgico, amigo del cardenal Roncalli, al enterarse de la muerte de Pío XII, le confió al padre Louis Bouyer: "Si eligen a Roncalli, todo se salvaría; sería capaz de convocar un Concilio y consagrar el ecumenismo" (Dom Lambert Beauduin, Un hombre de la Iglesia, Casterman, 1964, pp.180-181, citado por el padre Dilder Bonneterre en El movimiento litúrgico, Fideliter 1980, p.119). Y efectivamente, así sucedió: el cardenal Roncalli fue elegido Papa, pasó a llamarse Juan XXIII y, prácticamente sin consultar a nadie, dejando de lado las normas prudenciales seguidas por Pío XI y Pío XII, convocó un Concilio que "consagró" el ecumenismo. La "revolución de la tiara" se había puesto en marcha.
----------Hoy nadie en su sano juicio y recta intención puede negar lo que sucedió en el Concilio Vaticano II: todo es bien conocido y ha sido magníficamente documentado: una camarilla formada por teólogos liberales, los periti, y obispos de los países del Rin, secuestraron la asamblea conciliar, y le imprimieron su propia agenda, para rehacer la Iglesia a través de la implementación de la nouvelle thélologie contra la que tanto habían batallado los papas anteriores. Este es un punto indudable, y en él están de acuerdo tanto los críticos del Vaticano II como sus defensores. Libros como los del padre Ralph Wilgen, Michael Davies, mons. Aloysius Wycislo, mons. Brunero Gherardini o Roberto de Mattei, confirman lo que estoy diciendo.
----------La postura de los autores tradicionalistas es probablemente quizás más conocida por mis lectores que la de los innovadores. Por eso menciono por ejemplo lo que dice el obispo Aloysius Wycislo [1908-2005], fanático defensor de la revolución conciliar, en su libro El Vaticano II revisitado. Reflexiones de quien estuvo allí (Vatican II Revisited. Reflections by One who was there, Staten Island, Alba House 1987) quien declara con entusiasmo que "los teólogos y los eruditos bíblicos que habían estado 'bajo una nube' durante años aparecieron como periti, y sus libros y comentarios del Vaticano II se convirtieron en lecturas muy populares". Señala que "la encíclica Humani Generis del papa Pío XII había producido un efecto devastador en el trabajo de varios teólogos preconciliares", y explica que: "Durante la preparación temprana del Concilio, aquellos teólogos (principalmente franceses, con algunos alemanes) cuyas actividades habían sido restringidas por el papa Pío XII, estaban silenciados. El papa Juan levantó en silencio la prohibición que afectaba a algunos de los más influyentes. Sin embargo, un número seguía siendo sospechoso para los funcionarios del Santo Oficio".
----------No deseo extenderme en citas; y sólo diré que el obispo Wycislo (como ejemplo de la postura triunfante en el Concilio Vaticano II, no deja de cantar en su libro las alabanzas de progresistas como Hans Küng, Karl Rahner, John Courtney Murray, Yves Congar, Henri de Lubac, Edward Schillebeeckx y Gregory Baum, quienes habían sido considerados sospechosos ante del Concilio, pero que ahora pasaban a convertirse en los principales protagonistas de la nueva era en la Iglesia. En efecto, aquellos a quienes el papa Pío XII había considerado inadecuados para caminar por las calles del catolicismo, ahora tenían el control de la ciudad. Y, como para coronar los logros del bando triunfante, el Juramento Antimodernista fue silenciosamente suprimido poco después de la clausura del Concilio. No cabe duda alguna: los peligros vislumbrados por el papa san Pío X se habían hecho realidad, él lo había predicho correctamente: la falta de vigilancia por parte de la autoridad había permitido que el modernismo regresara vengativo.
----------En fin, hoy ya existen muchos libros que narran todo esto, y algunos de ellos he comenzado a revisarlos en la serie de este blog Concilio Vaticano II: Omnia reparare. Pero, por citar a dos de ellos, fácilmente accesibles en Internet, habría que decir que la historia completa del secuestro del Concilio por parte de prelados y teólogos liberales, y las trágicas consecuencias de este golpe modernista, se explican magníficamente en el libro del padre Ralph Wiltgen, El Rin desemboca en el Tiber, y en el de Michael Davies, El Concilio del papa Juan, particularmente en lo que se refiere a la revolución litúrgica.
 
Marchando bajo nuevas pancartas y banderas en la borrachera postconciliar
 
----------Innumerables y encendidas batallas hubo durante el Concilio Vaticano II [1962-1965] entre los dos más importantes grupos minoritarios: el Grupo Internacional de Padres, que lucharon por mantener la Tradición, y el grupo progresista de la Alianza del Rin, pero entiéndase bien, no progresista ortodoxo en el sentido que siempre la Iglesia había entendido el progreso, como evolución homogénea de una misma verdad, sino progresismo de marcado corte liberal y modernista. Trágicamente, al final fue este segundo grupo el que atrajo los votos de la mayoría de los Padres conciliares. De esta manera, no sólo se cumplían los pronósticos del papa san Pío X, sino también los peores vaticinios de los cardenales del consistorio de 1923 en el pontificado de Pío XI, y los bien fundados temores de Pío XII en 1948.
----------Es obvio, no se necesita investigar nada ni ser un historiador profesional ni teólogo, basta con ser honesto antes las evidencias, que están allí a la vista para cualquiera que tenga ojos para ver, y lo obvio es que el Concilio abrió la puerta a muchas ideas que anteriormente habían sido anatema para la enseñanza de la Iglesia y que están en sintonía con el pensamiento modernista. Y esto no sucedió por accidente, sino por diseño. Los progresistas heterodoxos en el Vaticano II supieron gambetear las condenas de los errores modernistas, y también plantaron deliberadamente ambigüedades en los textos del Concilio, o sea "bombas" que pretendían hacer explotar después del Concilio. Esta astuta táctica más tarde fue admitida incluso por un perito liberal de gran influencia en el Concilio, el padre Edward Schillebeeckx op [1914-2009], quien dijo: "Lo expresaremos de manera diplomática, pero después del Concilio sacaremos las conclusiones implícitas" como cita Romano Amerio en Iota Unum, o bien: "Hemos usado frases ambiguas durante el Concilio y sabemos cómo las interpretaremos después", como cita mons. Marcel Lefebvre en Carta abierta a los católicos perplejos.
---------Esas ambigüedades indicadas por Schillebeeckx (las "bombas de tiempo" como las llamaba mons. Lefebvre) se utilizaron en el post-Concilio para promover un ecumenismo que había sido condenado por el papa Pío XI; una libertad religiosa que había sido condenada por los Papas de fines del siglo XIX y principios del siglo XX (especialmente el beato papa Pío IX); una nueva liturgia en la línea del ecumenismo, que mons. Bugnini llamó "una gran conquista de la Iglesia Católica"; una colegialidad que golpeó el corazón de la primacía papal y de la autonomía jurisdiccional del gobierno de cada obispo en su diócesis; y una "nueva actitud hacia el mundo", especialmente en uno de los documentos más radicales del Concilio, la Gaudium et Spes, que tuvo por aplicación práctica la calamitosa Ostpolitik del Vaticano post-Conciliar.
----------Tal como esperaban los autores de la Instrucción Permanente de la Alta Vendita, las ideas de la cultura liberal finalmente lograron la adhesión de los principales actores de la Jerarquía católica y, por lo tanto, se extendieron por toda la Iglesia. El resultado ha sido una Crisis de Fe sin precedentes, que continúa empeorando y presenta ante nuestros ojos paisajes que llegan no sólo a ser escandalosos sino incluso absurdos y burdamente ridículos en el actual pontificado del papa Francisco, en sus propias palabras, en sus propios gestos, en sus decisiones, en su actuar cotidiano, que son cosas hoy por todos conocidas merced a la publicidad que todo eso consigue por Internet. Al mismo tiempo, tal como ocurrió en las primeras décadas del post-concilio, innumerables eclesiásticos altamente posicionados, obviamente ebrios por el espíritu del Concilio Vaticano II, elogian continuamente las reformas post-conciliares que han producido esta calamidad.
 
(Pronto la última nota de la serie).

3 comentarios:

  1. Gracias, padre Filemón. Es un excelente resumen de lo que ha sucedido en estos 200 años con la subversión en la Iglesia.

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  2. Estimado Fr Filemón: su relato es apasionante. Un buen resumen. Está claro que los objetivos planteados por las logias masónicas a comienzos del siglo XIX se han llevado a cabo punto por punto. ¿Existen investigaciones acerca de cómo fueron, en concreto, en detalle, las tácticas y los métodos utilizados para penetrar con sus ideas en los seminarios y casas religiosas? ¿Hay libros sobre ese tema?

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  3. Una parte importante de “su estrategia” se describe en un librito que se titula: ES-1025, Memorias de un anti apóstol.
    El autor es María Carre.
    La ya fallecida Bella Dodd, valida el contenido del libro.

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