En la primera parte de esta reflexión, alcanzamos a vislumbrar que, mientras los lefebvrianos están influidos por la idea platónica del progreso y los modernistas se ven afectados por la idea heracliteana de progreso mediada por la filosofía de Hegel, los católicos normales, es decir, plenamente fieles al Magisterio de la Iglesia, se remiten, aunque quizás algunos no lo sepan, a Aristóteles mediante santo Tomás de Aquino. Tratemos, entonces, de delinear brevemente las raíces filosóficas de estas tres concepciones del progreso.
----------1) Para Platón, el progreso se reduce, un poco como en la filosofía india, a recordar o a tomar conciencia de valores ideales, absolutos, eternos e inmutables, existentes ya desde siempre en la conciencia, o mejor podríamos decir en el "inconsciente" del sujeto: lo que la filosofía moderna, a partir de Kant, llamará el "apriori".
----------Por lo cual, según los Platónicos, el verdadero devenir, en el sentido de aprender cosas nuevas o incluso en el sentido ontológico o cosmológico, no existe, porque para Platón la verdadera realidad no es la sensible sino aquella ideal. Todo está en el pasado; y algunos dirán en la "Tradición": véase por ejemplo lo que sostiene René Guénon [1886-1951], todo está ya sabido, no hay nada que aprender; sólo debe ser redescubierto, reencontrado, un poco como en el esoterismo masónico la búsqueda de la "palabra perdida".
----------El devenir en Platón es el manifestarse de lo que ya era desde antes y desde siempre. Por eso, para los lefebvrianos el progreso dogmático es un conocimiento mejorado de la Tradición ya desde siempre inmutablemente presente en la Iglesia. Y eso no está equivocado. Sin embargo, lo "nuevo", para ellos, no es una adquisición o un aumento del saber revelado, sino un alejamiento o desviación de la "Tradición". Lo nuevo es de por sí mismo para rechazar, como el novum hacia el cual tenía terror la religión romana. La "novedad" es sinónimo de falsedad.
----------Ellos no excluyen en principio que un Concilio pueda dar a conocer mejor esta Tradición con explicitaciones o aclaraciones doctrinales o dogmáticas -toman como ejemplo para esto el Concilio de Trento y el Vaticano I-, pero según ellos no es éste el caso del Vaticano II, el cual, como he dicho, ellos sostienen que precisamente con sus "nuevas" doctrinas contradice la Tradición precedente y por lo tanto debe ser rechazado.
----------2) En cambio, la idea de progreso propia de los modernistas tiene como trasfondo a Hegel, quien a su vez, como lo conocen los historiadores de la filosofía, se basa en Heráclito. En esta concepción que no admite ni una realidad permanente ni una verdad permanente, el progreso no se da sobre la base de una continuidad o de una identidad, sino que por el contrario se plantea como conflicto o contraste con el pasado, porque, como he dicho, para ellos nada queda sino que todo fluye o, según el famoso dicho de Heráclito, "panta rei".
----------Hegel dialectiza, según su famosa dialéctica de la contradicción, el devenir absoluto, identificándolo con el ser; los conceptos, dice Hegel, son "fluidos", "no permanecen firmes", "se traspasan el uno en el otro", el subsecuente es la negación del precedente, aunque en todo caso el precedente -no se sabe cómo- sea "superado y mantenido" en el subsecuente.
----------Es la famosa Aufhebung, efecto -palabras textuales de Hegel- del "poder mágico de lo negativo". Esa fatídica palabra "mágico" parecería un verdadero y propio lapsus freudiano, un desliz muy revelador del pensamiento de Hegel. De hecho, la filosofía en Hegel se convierte un poder demiúrgico de la razón sobre el ser utilizando el principio de la negación, ya teorizado por las especulaciones mágicas de Giordano Bruno [1548-1600], por las cuales, como se sabe, el idealismo alemán nutría una gran admiración.
----------Por lo tanto, no la distinción-unión, que encuentra el sumo analogado en el misterio de la Encarnación según la fórmula de Calcedonia (distinción-unión de las dos naturalezas humana y divina), sino la contradicción-separación-identificación, que viene a ser la interpretación hegeliana del devenir y, por tanto, del progreso que caracteriza la esencia misma de Dios, Él mismo absoluto Devenir según una incomprensión de la fórmula joannea de la Encarnación de Dios que "deviene" hombre. Una vieja herejía de los primeros siglos, del monje Eutiques [380-456].
----------3) ¿Cuál es en cambio la correcta idea de progreso doctrinal que nos es sugerida por la Biblia? Su mensaje, como lo ha demostrado santo Tomás de Aquino, recomendado en esto por la Iglesia, encuentra una satisfactoria interpretación gracias a la utilización de la concepción aristotélica del devenir.
----------De hecho, en esta concepción, el devenir no compromete el principio de no contradicción como ocurre en Hegel; de ahí la afirmación de la continuidad y de lo inmutable, si bien no reduce el devenir a la mera apariencia, ni siquiera a la ilusión, como ocurre en el platonismo, sino que también el devenir, como pasaje de la potencia al acto, pertenece a lo real. Sin embargo, el devenir no tiene el primer lugar. El primado le pertenece a lo inmutable, del cual Aristóteles parte al demostrar la existencia del Motor inmóvil que "mueve el sol y las otras estrellas" como dice Dante, tanto es así que, según un famoso dicho del Estagirita, "si no existiera el inmutable, no existiría el movimiento".
----------El pensamiento aristotélico -en esto perfectamente acorde con la Biblia- distingue a Dios inmutable del mundo mutable y muy lejos de oponerlos, pone al primero como motor del segundo, aunque, como es sabido, Aristóteles no llega a la idea de una causa creativa y providente.
----------En el plano del pensamiento, entonces, Aristóteles explica el progreso del pensamiento con la teoría del silogismo demostrativo según la modalidad de la inducción y de la deducción. Por haber captado perfectamente en esto el movimiento natural de la razón, Aristóteles se encuentra en coincidencia con cuanto se puede recabar de la Sagrada Escritura sobre el proceder de la humana razón. De ahí el fundamento bíblico del método teológico y del desarrollo del dogma, que, en la historia del cristianismo, se han realizado precisamente siguiendo las leyes de la deducción y de la explicitación racional inicialmente elaboradas por el Organon aristotélico.
----------Por lo demás, la conexión con Aristóteles nos hace comprender que el principio de "continuidad en el progreso" no es solo una clave hermenéutica para la lectura del Concilio, sino que posee también una amplitud sin límites de carácter trascendental hasta llegar a la relación metafísica entre el ser y el devenir, así como a la teoría general del devenir del pensamiento. Este principio es, por tanto, de una incalculable importancia dada la infinidad de campos del ser y del pensamiento en los cuales es posible su aplicación a los fines de una correcta visión de la realidad y de la historia, así como de un correcto modo de pensar y por tanto de una fundamental y armoniosa regulación del actuar moral.
----------Concluyamos, por lo tanto, diciendo que el progreso dogmático -y esto es lo que generalmente ocurre en los Concilios, sin excluir el último- no es más que una aplicación de las leyes del progreso teórico descubiertas por Aristóteles y perfeccionadas por santo Tomás y por su escuela de investigación del significado y del alcance de la divina Revelación, tal como nos es transmitida por la Tradición y por la Escritura en la interpretación de la Iglesia. Las novedades que se deducen del dato revelado a lo largo de la historia de los dogmas son obtenidas en su mayoría precisamente con la aplicación de este método que salva la continuidad en el progreso y realiza el verdadero infalible progreso del conocimiento de la Palabra de Dios.
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