martes, 19 de mayo de 2020

Consideraciones acerca de la idea de progreso (1/2)

Hay una discusión que se viene prolongando desde hace más de una década, y es la discusión acerca del conocido lema "hermenéutica del progreso en la continuidad" del papa Benedicto XVI, hoy papa emérito. La discusión, a decir verdad, se focaliza en algo más reducido: la idea de "progreso en la continuidad", la cual nos invita, me parece, a aclarar el concepto de "progreso", hoy ampliamente utilizado, pero entendido de diferentes maneras, como para generar equívocos, que quisiera intentar disipar.

----------Pienso que todos nosotros, incluso los más fervientes conservadores o tradicionalistas (sin llegar, naturalmente, a las formas desequilibradas del fijismo ultra-tradicionalista), vemos con buenos ojos, en general, el hecho del progreso. Todos, por ejemplo, estamos contentos con el progreso en nuestros estudios, o con el progreso en nuestros ingresos, con el progreso de la ciencia médica en el tratamiento de una enfermedad, o con los progresos tecnológicos. Por otro lado, las cosas se ponen algo difíciles y confusas cuando entramos en el campo del espíritu y nos preguntamos, por ejemplo, qué cosa debe entenderse por progreso del pensamiento, o progreso histórico, o cultural, científico, moral o espiritual. Y en particular -y es aquí donde me gustaría mirar, tratándose de la interpretación del Concilio Vaticano II- cuando nos preguntamos qué es el progreso dogmático y si este tipo de progreso está en juego en este caso.
----------Como sabemos, los lefebvrianos, de hecho, ven lo "nuevo" en las doctrinas del Concilio, pero no lo consideran un progreso dogmático, sino un compromiso con la modernidad y una traición o una ruptura con la Tradición. El Concilio, para ellos, no es doctrinal, es solo pastoral, por lo cual no es infalible; el Concilio, por lo tanto, se equivoca, por lo cual es necesario rechazar lo "nuevo" y quedarnos con la "Tradición". Habría que explicar aquí que los lefebvrianos malentienden tanto "lo nuevo" del Concilio como igualmente la "Tradición"; pero dejemos eso de lado, y sólo constatemos el hecho del relato lefebvriano.
----------Por el contrario, los modernistas y los rahnerianos también ven "lo nuevo" en el Concilio Vaticano II, sin embargo, de hecho, para ellos, el Concilio enseña una renovación o revolución total y radical del cristianismo, que no deja nada inalterado, por lo cual -siempre según ellos- las doctrinas precedentes están todas "superadas", lo cual es un eufemismo que ellos usan para decir que están equivocadas, en el sentido historicista de que ayer eran verdaderas, pero hoy son falsas, es decir, ya no son "actuales", conformes a la "modernidad". Para ellos, la regla de la verdad es la modernidad. O quizás sería mejor decir que ponen la modernidad en el lugar de la verdad, en la cual esencialmente no creen. De hecho, puesto que los tiempos cambian, he aquí que para ellos también cambia la verdad, no existe una verdad absoluta.
----------Pero precisamente para ellos, los modernistas, esto "nuevo" es el verdadero "progreso". De ahí el uso -impropio como veremos- de llamarlos y llamarse "progresistas". "Modernistas" es su verdadero nombre. Para estos, continuadores de los modernistas del tiempo del papa san Pío X [1903-1914], como ya afirma una de las proposiciones condenadas por el Santo Pontífice, la verdad no es como sostiene santo Tomás de Aquino [1225-1274] inmutable, sino que "cambia" con el cambiar, con la evolución, de la historia.
----------A partir de estas señales vemos cómo en las dos interpretaciones del Concilio Vaticano II, la interpretación lefebvriana y la interpretación modernista y rahneriana, se suponen dos conceptos contrastantes de "progreso": en la primera el sedicente "progreso" rompe con la Tradición como regla inmutable de la fe; en la segunda, el progreso rompe con un pasado hoy superado y, por tanto, inutilizable e inadecuado para la "modernidad". Pero ambas interpretaciones tienen algo en común: tanto la interpretación lefebvriana como la modernista consideran el Concilio de nuestro tiempo como ruptura con lo precedente. Es normal para los lefebvrianos que el progreso sea ruptura con el pasado, precisamente porque malentienden el concepto de Tradición, en sentido fijista. Y es normal para los modernistas que el progreso sea ruptura con el pasado, precisamente porque, como ya hemos visto, para ellos la misma verdad cambia con el cambiar de los tiempos. Veritas filia temporis. Para ellos la verdad es hija de cada tiempo.
----------Por eso considero que es bueno aclarar en este punto cuál es la idea acertada, justa, correcta de progreso, en especial de progreso dogmático, idea que ya podemos oler que en las dos posiciones antes mencionadas tiene algunas fallas, porque el buen sentido común ya de sí intuye que no necesariamente todo progreso rompe con el pasado: si he aumentado mi capital en 30.000 dólares (disculpen por no usar la unidad monetario argentina, porque ella es como el concepto modernista de verdad) a partir de los 30.000 que tenía hace diez años, eso no quiere decir que tenga necesariamente que echar a la basura esos 30.000 dólares que había ganado entonces y que han sido superados por los que tengo ahora.
----------De manera similar, para pasar ahora a considerar el progreso del saber, si ahora he mejorado mi conocimiento de las obras de Aristóteles, esto no quiere decir necesariamente que cuanto de Aristóteles sabía hace veinte años estuviera equivocado; de manera similar, para pasar al progreso en el ámbito de la historia, si por ejemplo santo Domingo de Guzmán [1170-1221] ya era un sacerdote virtuoso antes de fundar la Orden de Predicadores, esto no significa negar ese grado de virtud que el Santo Patriarca poseía cuando era simple canónigo de la catedral de Osma, antes de fundar la Orden.
----------Para aclarar nuestro tema en este punto, es útil considerar la palabra "progreso", que viene del latín pro-gradior: avanzo, camino hacia adelante. Es similar a "proceso", pro-cessus, que significa proceder, avanzar, andar avanzando. Se sobreentiende, aunque no necesariamente, la idea de un mejoramiento o de un aumento o de una modernización, incluso si se puede hablar del progreso de una enfermedad.
----------En la historia del pensamiento occidental, sin embargo, se notan tres ideas de progreso intelectual o moral, que se refieren a tres grandes filósofos griegos: Platón [427-347 a.C], Heráclito [535-475 a.C] y Aristóteles [384-322 a.C]. Estos pensadores han tratado de funciones tan importantes y universales del pensamiento humano, que cualquiera que trate de hacerse una idea de lo que es el progreso en todos los campos del pensamiento y de la existencia, debe tomar en cuenta, lo quiera o no lo quiera, lo sepa o no lo sepa, con uno de estos tres grandes pensadores de la antigüedad.
----------Por tanto, esto también sucede para los teólogos católicos. El teólogo, en cuanto afirme y crea, como hacen sobre todo los protestantes, basarse exclusivamente en la Biblia y en la "Palabra de Dios", o incluso diga convertirse en portavoz directo de esta Palabra, libre de cualquier "precomprensión filosófica", es un iluso o un impostor; en realidad, los teólogos, lo sepan o no lo sepan, lo quieran o no lo quieran, no pueden evitar, en el momento en el cual usan su propia razón (¡y guay de no usar la razón en teología!), dejarse influir por una cierta idea de progreso, la cual tiene sus raíces históricas en uno de aquellos tres grandes pensadores clásicos, y por tanto de aplicar esta idea a la concepción cristiana del progreso.
----------Así podemos afirmar ciertamente que, mientras los lefebvrianos están influidos por la idea platónica del progreso y los modernistas se ven afectados por la heracliteana mediada por Hegel, los católicos normales, es decir, plenamente fieles al Magisterio de la Iglesia y por lo tanto verdaderos intérpretes del Concilio, se remiten, aunque quizás algunos no lo sepan, a Aristóteles mediante santo Tomás de Aquino. Y así solo ellos, a diferencia de los otros, en virtud de su correcta idea de progreso, son capaces de explicar el rompecabezas o jeroglífico del papa Benedicto XVI según el cual es posible conciliar continuidad y progreso, mutabilidad e inmutabilidad o, para expresarnos en términos metafísicos, ser y devenir.
----------En nuestra próxima nota referida a este tema, completaremos el desarrollo, delineando brevemente las raíces filosóficas de las tres mencionadas concepciones de progreso.

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