domingo, 10 de mayo de 2020

La reformulación del dogma (1/2)

Como es bien sabido, el Concilio Vaticano II promovió la presentación del dogma católico en un nuevo lenguaje, adaptado y comprensible para el hombre de su tiempo, el hombre de hoy, asumiendo no solo una terminología moderna, sino también modos expresivos o modos de pensar propios de la cultura contemporánea, cosa que a los hombres de hoy les sea más fácil el acceso al inmutable depósito de la verdad revelada. A esta operación promovida por el Concilio se le ha llamado "inculturación": el uso, para la explicación del dogma, de las diversas culturas a las cuales se dirige la predicación del dogma.

----------También es bien sabido con qué fervor de iniciativas se han puesto a trabajar los teólogos para cumplir estas directivas del Concilio. Sin embargo, cabe preguntarse si en esta enorme producción teológica no ha habido malentendidos o falsas interpretaciones de cuanto el Concilio había querido decir. Y la respuesta a esta grave pregunta -a estas alturas lo sabemos- es, en gran parte, lamentablemente sí.
----------De hecho, se han verificado diversos equívocos. En primer lugar, el lenguaje o los modos expresivos con los cuales la Iglesia nos propone la verdad dogmática sobre la base del Evangelio, con los conceptos o las nociones con los cuales viene expresada y formulada esta verdad, o sea los enunciados dogmáticos establecidos a lo largo de los siglos por la Iglesia, sobre todo mediante la obra de los Concilios Ecuménicos.
----------Por cuanto respecta a estos enunciados dogmáticos, se podría hablar aquí de "fórmula dogmática"; pero esta es una expresión ambigua, porque con ella se puede entender la noción dogmática, de por sí universal e inmutable en sí misma, pero también el lenguaje o la terminología del dogma, que no son necesariamente fijos y universales, y de hecho en ciertos casos deben ser cambiados precisamente para volver inteligible, comprensible, el dogma en ciertos momentos y en ciertos lugares.
----------Algunos teólogos han aplicado las directrices conciliares partiendo de una gnoseología errónea, sobre todo por cuanto se refiere a la función del concepto en el saber en general y en el saber de fe en particular. Han confundido el concepto con una especie de símbolo, un poco como sucede con el modernismo, o sea el concepto no como signo mental natural de lo real, para así poder adherirse a lo real, sino simplemente como signo convencional de lo real, precisamente un símbolo, un poco como el bicolor celeste y blanco no es el concepto de Argentina, sino que es un objeto convencional viendo el cual sabemos que eso representa a Argentina. Pero tal objeto no tiene nada que ver con la misma realidad de Argentina, que podría estar igualmente bien simbolizada de otra manera, siempre que se esté de acuerdo, con una bandera de tres o cuatro colores.
----------Por el contrario, el concepto en general y, por tanto, también el concepto dogmático en particular, no es otra cosa que la realidad entendida o representada bajo forma de pensamiento. Es la realidad en cuanto pensada o conocida. Por eso no tiene sentido plantear la hipótesis de que el concepto sea un objeto o un quid convencional o libremente creado, distinto e independiente de lo real que debe representar, en modo tal que una cosa, en el caso del dogma (concepto dogmático), una verdad divina, puede permanecer la misma aunque siendo representada por diversos conceptos.
----------Es cierto que existen conceptos metafóricos, que varían con el variar de las culturas, los cuales pueden cambiar sin que cambie el significado del dogma. Por ejemplo, en los primeros siglos Cristo era representado como "Orfeo", el dios que seduce a las almas con la fascinación de la música. De modo similar, Cristo atrae a sí las almas hacia él con la fascinación de su gracia. Pero nadie piensa hoy en usar esta metáfora para representar a Cristo. Ahora bien, esto es correcto, pero no debemos confundir el concepto metafórico, que se podría llamar simbólico, con el concepto propio, que es el verdaderamente dogmático, que capta la verdad de fe de modo propio y, por tanto, inmutable. El concepto metafórico puede ser de ayuda, pero no puede pretender sustituir al propio, en el cual se basa en cambio para tener un significado aceptable.
----------El concepto propio debe cambiar solo si cambia la realidad representada, de lo contrario, para seguir captando lo verdadero, si la realidad no cambia, debe permanecer sin cambios. Y este es precisamente el caso del contenido del dogma, el cual, siendo realidad divina inmutable, no puede a su vez cambiar, bajo pena de falsear lo que el concepto intenta significar. Por eso el papa san Pío X en la encíclica Pascendi condenó justamente la tesis modernista de la mutabilidad de los conceptos dogmáticos, que lamentablemente ha retornado hoy con el pretexto de la "inculturación".
----------Para no quedar demasiado en lo general, demos un ejemplo de lo que intento decir. Tomemos el dogma cristológico. Como sabemos, ha sido formulado de modos diferentes en el curso de los primeros Concilios. Por ejemplo, el Concilio de Nicea del 325 ha presentado a Cristo como "consustancial" (omoùsios) al Padre, para significar que Cristo es Dios como es Dios el Padre, es el mismo y único Dios; la "sustancia divina" de Cristo es la misma sustancia divina del Padre, consubstantialem Patri.
----------El mismo concepto fue después expresado de forma más clara y precisa por el Concilio de Calcedonia del 451, cuando la Iglesia afirmó que Cristo es una persona (hipòstasis o pròsopon) divina con dos naturalezas (fysis): una naturaleza divina (o sustancia divina) y una naturaleza humana (o sustancia humana). No se trataba de cambiar el concepto de Cristo, sino de hacerlo más claro y comprensible, para hacer entender que Cristo ciertamente es Dios, pero también es hombre, sin que por ello se rompa la unidad de su persona.

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