sábado, 21 de marzo de 2020

Sin ironías: "Coronavirus benedic Dominum: lauda et superexulta eum in saecula" (4/4)

Concluimos, entonces, la serie iniciada con las tres notas anteriores; aunque por supuesto el tema no se agota, y mi deseo es poder seguir reflexionando estos mismos temas en el futuro. Se trata de temas que en la teología dogmática han sido sistematizados normalmente en el tratado De Deo uno et trino, usualmente cuando se trata de la voluntad de Dios, y también en los tratados De Deo creante et elevante y De peccatis. Son cuestiones importantes, que llevan a la contemplación, y apasionan al estudioso, pero que en situaciones como las que vivimos en medio de calamidades, desbordan el campo teórico, y se vuelven vívidamente prácticas.

----------Concluíamos la nota anterior, preguntándonos cuál es el designio divino que se esconde tras la superficie de esta dramática pandemia de Coronavirus que hoy azota al mundo. Y no respondíamos nada, porque no conocemos a ciencia cierta ese designio, particularmente porque ese designio divino no siempre es el mismo: a veces es un misterio de Justicia, a veces es un misterio de Misericordia, pero siempre es un misterio digno de su infinita Sabiduría y su infinita Bondad. 
   
Las calamidades y el discernimiento del designio divino 
   
----------Eventos catastróficos, algunos naturales y otros provocados por los hombres, como las guerras y las persecuciones de cristianos, se han ido sucediendo en años no tan lejanos. Todavía conservamos fresco el recuerdo del tsunami que asoló las costas de Indonesia en el año 2004, o el terrible terremoto de Japón del 2011, o las ininterrumpidas persecuciones de cristianos en China, India y los países Árabes, por citar sólo un puñado de casos. Pues bien, el cristiano se pregunta si hay un mensaje de Dios en estos eventos, y trata de discernir ese mensaje; y es con esa misma Fe, con la que debemos afrontar con más razón una pandemia como la que vivimos hoy. Es de lamentar que, ante lo que ocurre con el Coronavirus, los Obispos y sacerdotes en Argentina sólo hablen de "cuidarnos", de ser "responsables", y sólo se refieran a cuidar el cuerpo, olvidando su misión primordial, el sentido de sus vidas: la responsabilidad de cuidar las almas del rebaño a ellos encomendado. "¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida?" (Mt 16,26).
----------Y es también lamentable que, por lo que se advierte, sean tan pocos los Obispos y sacerdotes que ayuden al rebaño a discernir los signos de los tiempos; y resulta paradójico y escandaloso que no cumplan este deber profético precisamente quienes en el postconcilio y muchas veces impulsados por ideologías ajenas al Evangelio, se volvieron obsesivos hablando de esto hasta el abuso! Es notorio que en su discurso esjatológico Nuestro Señor une el mandato de discernir las señales del fin, los signos de los tiempos, a la responsabilidad de los pastores: "Tengan cuidado de que nadie los engañe... Así que cuando vean... estas señales... aprendan de la higuera... Igualmente, cuando vean todas estas cosas, sepan que el tiempo está cerca, a las puertas... Por lo tanto, manténganse despiertos..." y finalmente: "¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes para darles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuando su señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber" (Mt 24).
----------Es un dato curioso que el origen de muchos de estos eventos sea frecuentemente el Oriente. También ha sucedido con la actual peste que ahora azota al centro de la Cristiandad tras nacer en Oriente. Me pregunto si esto también significará algo... Hace diez años, reflexionando tanto sobre las calamidades naturales como sobre las provocadas por el hombre, Roberto de Mattei se preguntaba: "¿No será como un viento que antes de abatirse en Occidente sopla primero desde Oriente, como una suprema advertencia al Occidente? La tradición dice que Jesús, muriendo en la Cruz, dirigió su mirada hacia Occidente, hacia Europa, hacia la tierra privilegiada que debería en el futuro difundir su Evangelio por todo el mundo, que debería hospedar la Cátedra de Pedro".
 
Calamidades humanas: las persecuciones 
 
----------Los cristianos siguen siendo perseguidos en China e India, las dos naciones más pobladas del mundo, los países considerados emergentes en la economía mundial: en India los cristianos son perseguidos por fundamentalistas hindúes en numerosos estados, como Orissa y Kandhamal, en China por el Estado comunista; en los países árabes por la Hermandad Musulmana. Han pasado cien años, pero la masacre de cristianos parece no llegar a su fin en Irak, el martirio es una realidad cotidiana también para los cristianos de Egipto... y así podría seguir enumerando, casi hasta el infinito...
----------"Coronavirus benedic Dominum: lauda et superexulta eum in saecula". Es cierto: el cristiano recibe con fe las calamidades, las debe recibir como una bendición, tanto las naturales como las provocadas (aunque con una fundamental diferencia, como enseguida diré). Como decía Tertuliano, la sangre de los mártires por causa de la fe es fecunda porque es semilla de nuevos cristianos. Pero el hecho que las persecuciones produzcan mártires, y que los mártires abran el camino a la conversión de los pueblos, no debe hacernos olvidar que la persecución es un mal, y que es muy triste la suerte de los perseguidores, en esta vida y en la otra, como han afirmado los grandes escritores cristianos de la antigüedad, quienes siempre han recordado a los perseguidores sus terribles responsabilidades ante Dios.
----------Ahora bien, respecto a la fundamental diferencia entre calamidades naturales y calamidades humanas, debemos afirmar que las persecuciones no son sucesos naturales, como los terremotos y los maremotos. Detrás de las persecuciones hay hombres, imbuidos de odio y de falsas ideologías o hay religiones falsas; detrás de esos hombres existen esos sistemas religiosos o ideológicos que se llaman hinduismo, islamismo, comunismo. Por lo tanto, si bien toda calamidad debe ser recibida como una bendición, la actitud del cristiano no es la misma: a las calamidades naturales el hombre de fe las acepta con paciencia (aunque debe esforzarse para que no se produzcan), a las calamidades provocadas por el hombre, en particular a las persecuciones, se las combate. El Cristianismo es la religión más perseguida en el mundo, sin embargo, en el mundo el Cristianismo no persigue a nadie. En nombre del hinduismo los cristianos son perseguidos, en nombre del islamismo los cristianos son perseguidos, en nombre del comunismo los cristianos son perseguidos, en nombre del laicismo los cristianos son perseguidos, también entre nosotros, también en Argentina. El laicismo o secularismo persigue a los cristianos en Occidente; de manera incruenta, es decir, de manera suave, pero no menos terrible, a través de la marginación y el aislamiento moral, que prepara el camino a la condena judicial, como ya está sucediendo en muchos países para aquellos que critican abiertamente las falsas religiones o la violación del orden moral, o para los cristianos que quieren mostrar públicamente sus símbolos religiosos. Y esto no es nuevo (baste con recordar a don Gabriel García Moreno, en el Ecuador del siglo XIX) pero hoy ha recrudecido y tiene nuevas modalidades.
 
El misterio del mal, natural y humano 
 
----------Al final de esta reflexión, al final de esta serie de cuatro notas, volvemos a encontrarnos con el misterio del mal en el mundo creado por Dios. Calamidades naturales y calamidades provocadas por el hombre, son manifestaciones del misterio del mal. Es cierto: el cristiano puede por su fe y su caridad ver las calamidades como bendición, pero eso no quita que sean manifestación de la existencia del mal en el mundo. Las calamidades naturales, las pestes, por ejemplo, son un mal. El martirio, la persecución, también: el martirio manifiesta la existencia del mal que no tolera la proclamación de la verdad. Llegamos entonces a la conclusión: el mal existe, el mal físico y el mal moral: no solo existe, sino que es ineliminable.
----------El hombre combate el mal y tiene razones para hacerlo, pero se equivoca cuando cree que puede vencerlo solo, con sus propias fuerzas. El supremo mal físico es la muerte: en esto todos están de acuerdo. Pero el hombre se engaña de poder vencer la muerte prolongando la vida al infinito, buscando el secreto de la inmortalidad, y hasta que no lo encuentre trata de remover el pensamiento de la muerte, oponiendo una filosofía de vida del placer a la filosofía del Evangelio, que parte de la aceptación de la muerte y del sufrimiento.
----------Es cierto, el secreto de la inmortalidad existe, la piedra filosofal de la vida para siempre existe, pero es espiritual, es la vida eterna, la vida más allá de la muerte. Y el único camino para alcanzar la felicidad en la vida eterna es vencer en la vida temporal el pecado, que es la única razón de los males físicos que nos inundan porque, como dice san Pablo en Romanos 5,12, es a través del pecado que ha entrado al mundo la muerte y todos los desórdenes, y los males del mundo tienen su fuente en el pecado original transmitido por Adán a la humanidad, y en los pecados actuales, que nosotros los hombres cometemos todos los días.
----------Muerte, enfermedad, sufrimiento, angustias de todo tipo, calamidades naturales, es decir, el mal físico: es fruto del pecado y puede ser vencido por la vida de la Gracia que Nuestro Señor Jesucristo, muriendo en la Cruz, nos ha traido a los hombres, abriéndonos las puertas de la vida eterna, de la eterna felicidad. Estos son los pensamientos que deberían recordarnos las tragedias colectivas, como las pestilencias, las hambrunas, los colapsos económicos, las guerras, los terremotos, los maremotos, etc... calamidades permitidas por Dios para obtener bienes espirituales más altos que la vida material, porque los sufrimientos materiales no son el mal supremo, y Dios los permite, como castigos o purificaciones, y en todo caso, siempre, como instrumentos de meditación, para abrir nuestro corazón a bienes más altos que los materiales.
----------Pero debemos también tener siempre presente que junto con el mal físico, también ha entrado con el pecado original, en la vida de los hombres, el mal moral, que es el pecado, el alejamiento de Dios deliberadamente elegido por el hombre, la voluntaria transgresión de la ley divina: el mal moral, que san Pablo define misterio de iniquidad, es un terrible y profundo misterio que abre la historia, se revela en la Pasión de Jesucristo y se renueva todavía hoy en las persecuciones de los cristianos, que provocan el heroísmo de los mártires. El ejemplo de los mártires ilumina la historia del mundo y su corazón que es la historia de la Iglesia, y debe iluminar nuestra vida. Y un modo de testimoniar la verdad es también el recordar que detrás de los grandes desastres naturales de la historia siempre está la mano sabia y providente de Dios.
----------Llegados a este punto final, los lectores se preguntarán por qué razón, si la intención de estas notas era comprender la actual pandemia del Coronavirus como una bendición de Dios, con lo que le añadíamos un nuevo versillo al Cántico de los Tres Jóvenes del profeta Daniel, "Coronavirus benedic Dominum: lauda et superexulta eum in saecula", sin embargo he terminado hablando de las persecuciones y del martirio, que no son calamidades naturales. Los lectores más sagaces ya se habrán dado cuenta: sencillamente porque esto que se ha iniciado simplemente como una peste, una calamidad natural, está ya a un paso de convertirse (si es que ya no se ha convertido) en una calamidad humana, provocada, como no pocos ya lo han advertido, en medio de esta "dictadura sanitaria" que hoy viven muchos países, y también el nuestro. Pero termino aquí mi reflexión de hoy, y dejo esta cuestión para ser profundizada en alguna próxima nota, en la que trataremos de discernir los signos de los tiempos, las señales de todo lo que estamos viviendo, calamidades naturales y calamidades humanas, ¿las últimas quizás?...

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