Finalizamos ahora esta serie de apuntes. En nuestra última nota, constatando la desastrosa situación, madurada desde hace cincuenta años, a la que debe hacer frente el papa Francisco, particularmente en referencia a las concesiones a nivel de moral sexual que se han dado entre moralistas católicos y pastores (obispos y sacerdotes) llegábamos a la consideración de la "teología del cuerpo", propuesta por el papa san Juan Pablo II, superadora de la moral platónica.
----------Frente a la antropología y moral platónicas, en cambio, para Aristóteles, el hombre es un animal racional, por lo cual el sexo entra en su esencia humana, aunque la primacía pertenece a la razón, es decir, al espíritu. A diferencia de Platón, que concibe al hombre como un espíritu que guía accidentalmente un cuerpo, en vista a liberarse de él, la antropología aristotélica concede pleno espacio a la resurrección del cuerpo y, por lo tanto, del sexo. Por eso, en consideración a la resurrección, la Iglesia ha preferido, a través de Santo Tomás de Aquino, la antropología aristotélica a la antropología platónica.
----------La ética sexual que emerge, por tanto, de la enseñanza de san Juan Pablo II es una concepción más alta de la sexualidad humana, una relación suya más estrecha con Dios, su verdadera y propia finalización en Dios: creada por Dios, está destinada a la resurrección, en la eterna visión celestial de Dios del alma bendita. Así, el voto de castidad no apunta a la extinción del sexo, sino al contrario, a su ennoblecimiento. Así, mediante una oportuna ascesis y la práctica de la abstinencia sexual, prepara el sexo para la resurrección.
----------Estoy convencido de que la actual propagación de la lujuria se debe en gran parte a una reacción impulsiva, irracional y exagerada a una práctica de la castidad fundada en una idea de concupiscencia, por la cual la justa lucha contra la concupiscencia acaba por confundirse con una lucha contra el sexo, un bien humano en sí mismo noble e indispensable, creado por Dios y destinado a la vida eterna.
----------De ahí el equívoco de combatir el sexo junto con la concupiscencia, que es simplemente su corrupción: equívoco o malentendido característico del origenismo, que ha sido por cierto condenado por la Iglesia, pero que en todo caso durante largos siglos ha producido ese rigorismo dualista, que sobrevive aquí y allí todavía hoy, aún después del Concilio Vaticano II, y que hay que eliminar, sin por ello por supuesto caer en el epicureísmo freudiano de la idolatría del sexo hoy imperante.
----------La diferencia entre la castidad y la lujuria no reside en el hecho de que la primera extingue el sexo y la segunda lo exalta, sino que reside en la relación entre espíritu y sexo: la castidad pone al espíritu por encima del sexo; mientras que la lujuria pone al sexo por encima del espíritu.
----------Llegados a este punto hay una grave cuestión, que parece desanimarnos en nuestro trabajo de proponer al Papa la "cura Catalina". De hecho, hay una gran diferencia entre la actitud de Urbano VI hacia Catalina y la del actual Papa hacia aquellos que, como por ejemplo nosotros, inspirándonos en Catalina, le proponemos una cura o tratamiento similar al que ella le propuso a Urbano VI: que el papa Urbano deseaba escuchar el parecer de la Santa, mientras que Francisco parece escuchar más bien a los modernistas.
----------¿Qué hacer entonces? Ya es algo bueno y útil que aquellos que están descontentos esclarezcan entre sí con objetividad lo que está mal con el Papa, evitando absolutamente cualquier forma de rencor y, como Catalina, movidos sólo por la caridad. Una vez aclaradas estas cosas, conocerán la "cura Catalina", siempre que el Papa quiera escuchar.
----------Y con esto, queridos lectores, hemos llegado a la conclusión. Hemos visto lo que probablemente hoy santa Catalina le diría al papa Francisco. Por lo demás, y al respecto de la vocación monástica, como la de Catalina, recordemos que ella no implica tanto la predicación, sino más bien la ofrenda generosa de uno mismo por la Iglesia, por las almas y por el Papa, en el silencio, en la liturgia, en la lectio divina, en la meditación, en la contemplación, en la adoración, en la oración, en la soledad, en la penitencia, fiel a la Cruz, mientras el mundo pasa: Stat Crux, dum volvitur orbis.
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