domingo, 22 de marzo de 2020

Las doctrinas diabólicas como primaria acción satánica (1/2)

La figura del demonio ha vuelto a aparecer visiblemente en escena, y no sólo para vana curiosidad y acaso divertimento del común del público, en series de TV, o filmes, o blogs de internet, o revistas, o libros, sino en la peor de las posibilidades: los cultos satánicos. ¿Qué podemos decir de esta renovada toma de conciencia que hoy vive la humanidad acerca de la presencia y de la actuación del demonio sobre nuestra vida?...

----------En estos últimos años, tanto gracias a intervenciones de la Iglesia o de los Pastores, como gracias a la publicación de valiosas obras sobre el tema o a la fama adquirida por valientes y talentosos exorcistas, como el padre Gabriele Amorth [1925-2016] y otros, en muchos ambientes católicos ha sido recuperada la conciencia de la acción de Satanás en este mundo, aunque haya mucho por hacer para eliminar dos persistentes errores opuestos entre sí, 1) el primero, más extendido en los ambientes cultos, que consiste en la negación absoluta de la existencia del diablo; 2) el segundo, en cambio, presente en los ambientes populares, que consiste en la espectacularización de la acción satánica y en la demasiada facilidad con la cual se quisiera explicar ciertos fenómenos odiosos o ciertas desgracias repetitivas. Es el caso, entonces, que encontramos ideas erróneas sobre el demonio tanto en el primer caso como en el segundo.
----------En cuanto a la acción de Satanás generalmente se otorga espacio y publicidad, a veces quizás por una cierta inútil curiosidad o búsqueda del éxito por parte de las publicaciones sobre el tema, a los fenómenos diabólicos más llamativos, desconcertantes e impresionantes, como las posesiones, las apariciones y el satanismo. Esta fenomenología, sin embargo, gracias a Dios, es bastante rara.
----------Por el contrario, existe otro aspecto de la acción de Satanás, más frecuente y más importante, pero menos llamativo y más descuidado en la actualidad, y es el que nos toca a todos de cerca, por lo cual es de interés primordial también para nuestro camino de salvación, aún cuando no tiene la espectacularidad propia de los fenómenos arriba indicados, sino por el contrario, ubicándose precisamente sobre el plano del espíritu (al fin de cuentas, ¿acaso no es Satanás un espíritu?) toca y afecta menos los sentidos, las emociones y la fantasía, sino que interpela mayormente la delicada labor de la inteligencia, de la conciencia y de la voluntad, sobre todo en relación con el ejercicio de las virtudes teologales de la fe, de la esperanza y de la caridad, así como al ejercicio de los dones del Espíritu Santo.
----------El fenómeno de las posesiones o de los acosos, después de todo, constituye una severa prueba para el poseso y ciertamente involucra al hábil exorcista, pero al fin de cuentas no compromete o no pone en peligro la conducta moral del paciente, dado que, como es sabido, durante la presencia del demonio, el paciente se encuentra en un estado inconsciente, por lo cual no puede ejercer su voluntad.
----------En cambio, el ingreso o entrada de Satanás en la conciencia del sujeto lúcido y consciente es el verdadero problema acerca de la acción de Satanás, en cuanto él, con sus sugerencias, seducciones y tentaciones, pone en serio peligro la salud espiritual y moral del sujeto, impulsándolo al pecado. De hecho, toda la acción de Satanás en este mundo puede ser resumida en este único propósito: engañar al hombre precisamente con "doctrinas diabólicas" para persuadirlo de pecar, sabiendo que está pecando, consciente de que lo que está haciendo es pecar, y haciéndole parecer bien el mal o mal el bien.
----------El imaginarse a Satanás como un ser espantoso, o terrorífico, o repelente, o repugnante, significa en realidad detenerse sobre el plano de la metáfora y de la imaginación, sin captar el verdadero significado de la acción satánica, es decir, sin ver en Satanás su verdadera peligrosidad que, repito, reside en su astuto y refinado arte para conducirnos a pecar, para mostrarnos el pecado como atrayente.
----------En este sentido, Satanás no aparece en absoluto como repugnante, sino por el contrario aparece como fascinante, seductor y encantador. Satanás trata de adormecer nuestra conciencia, de modo de no arrepentirnos del pecado cometido. Aquí reside la verdadera característica, que por lo demás es cotidiana para quien sabe advertirla, de la acción satánica. O bien inculca falsos sentimientos de culpa para bloquearnos en el cumplimiento del bien y para inducirnos a la desesperación.
----------Por consiguiente, desde este punto de vista, que es el que debe ser más importante para nosotros si nos preocupamos por nuestra salvación, la acción de Satanás no tiene un carácter externo y material, atinente a los sentidos, a las emociones o a los estados de nuestro cuerpo o nuestro entorno físico, como en el primer caso antes señalado, sino un aspecto sutil, interior, insinuante, podríamos decir "serpentino", que toca precisamente la vida de nuestro espíritu, nuestra intimidad, nuestras ideas, nuestras convicciones, sentimientos, tendencias o aspiraciones espirituales, nuestros actos morales, nuestra relación interpersonal con los demás, y nuestra relación con Dios. Se sitúa en el nivel de las ideas, de la comunicación del pensamiento, de los mensajes verbales, de los impulsos o de los estímulos dados a la voluntad.
----------El objetivo principal de Satanás no es tanto la corrupción de las pasiones sino la corrupción del espíritu. No empuja tanto a los pecados carnales, sino a los pecados espirituales: la soberbia, la impiedad, la presunción, la envidia, el odio, la hipocresía, la mentira, la duplicidad. Satanás plantea el obstáculo más grave para la consecución del bien, de la virtud, de Dios, obstáculo que no viene de la carne sino del espíritu o, como dice Cristo, no viene de fuera, sino de dentro, del corazón, de la voluntad.
----------Su objetivo es hacer que la inteligencia se vuelva turbia y falsa, y que la voluntad se vuelva injusta, doble y mala. El pecado de Satanás ha sido obviamente un pecado espiritual, siendo él puro espíritu, y por esto los pecados espirituales pueden ser llamados "diabólicos". Estos pecados, en primer lugar, contaminan el intelecto y la voluntad, el pensamiento y la acción, que son las potencias propias del espíritu.
----------El primer pecado espiritual, el punto de partida de la perdición, concierne por lo tanto al pensamiento: aquello que san Pablo llama "doctrina diabólica". Ella consiste en la instigación a la mentira y en la apología de la mentira acerca de los valores más importantes, que son los que conciernen a la salvación, por lo tanto la falsificación de la Palabra de Dios, de la verdad de fe, de la doctrina de la Iglesia.
----------La voluntad obviamente juega en el pecado del pensamiento, ya que todo pecado implica mala voluntad. Pero luego el pecado diabólico se refiere también a aquellos actos que conciernen al compromiso específico de la voluntad, es decir, se trata de los pecados propiamente relacionados con la acción o la operación, la ejecución práctica del pensamiento diabólico, y aquí tenemos todos los más graves actos de la violencia, de la crueldad, del sacrilegio, de la incredulidad, de la desesperación, de la injusticia, del hurto y del robo, del asesinato, del aborto, del sadomasoquismo, de la feroz disputa, de la difamación, de la denigración, de la desobediencia, de la sedición, de la masacre, del terrorismo.
----------El hombre diabólico puede eventualmente ser moderado, casto, sobrio, mesurado, controlado, gentil, de buen trato y buenos modales, cortés, afable, bien educado, simpático, alegre, psíquicamente normal, culto, de maneras refinadas, aparentemente piadoso y sereno; porque en efecto, el demonio elige preferentemente a estas personas ajenas a los excesos emocionales, ajenas a los arrebatos de ira, ajenas a los impulsos descontrolados, pues son personas que no despiertan sospechas, quizás ocupando altas esferas, prelados, teólogos o religiosos, y que son, por tanto, objeto de estima y de respeto, para convertirlos en instrumentos de su acción cuando él quiere causar daños verdaderamente graves a las almas y de larga duración: se trata sobre todo de los heresiarcas, cuyo influjo maligno es capaz de durar siglos.
----------Estos son los autores de aquellas enseñanzas que san Pablo llama "doctrinas diabólicas" (cf. 1 Tm 4,1). Por eso, la persona diabólica puede revestirse de una apariencia noble, puede parecer una persona muy espiritual, un profundo intelectual, un profeta inspirado, un vidente, un místico, ya que, como dice san Pablo, "Satanás se disfraza de ángel de luz" (cf. 2 Cor 11,14).
----------Satanás sabe hasta cierto punto incluso simular la santidad, aún cuando el ojo experto reconoce fácilmente las falsificaciones y las imposturas, ya que es una empresa demasiado difícil para Satanás. De ahí el proverbio popular italiano: "il diavolo fa le pentole, ma non i coperchi" (el diablo hace las ollas, pero no las tapas). La ficción diabólica no puede durar mucho.
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