jueves, 5 de marzo de 2020

La verdadera y la falsa profecía (1/2)

Hoy como siempre ha sido, los tiempos de crisis, de agitación y de rebelión en la Iglesia, frutos siempre de la debilidad y del pecado de los hombres, los cuales producen enfrentamientos y hasta divisiones (cismas) en el cuerpo eclesial, son tiempos en que nacen supuestos profetas y supuesta profecías, pretendiendo enseñarlos el deber ser cristiano, lo que va a venir, y como debemos prepararnos a ello. Por eso considero útil una pequeña reflexión acerca de la verdadera y la falsa profecía.

----------Sabemos lo importante que es la profecía en el anuncio cristiano. La profecía cristiana desarrolla aquella que ha sido la veterotestamentaria, aun cuando su función sea diferente, ya que mientras aquella profecía del Antiguo Testamento anuncia la venida del Mesías y por tanto un nuevo sacerdocio ministro del Mesías y pastor y maestro de la Iglesia por Él fundada, la profecía neotestamentaria es un don del Espíritu Santo en colaboración con el ministerio de los apóstoles y sometido a ese ministerio para la difusión del Evangelio, con particular referencia a la interpretación de los signos de los tiempos, a la aplicación del Evangelio en la práctica y a la previsión de los planes futuros del Señor.
----------El ministerio magisterial de los apóstoles, bajo la guía de Pedro, es, por expresa declaración de Cristo, infaliblemente asistido por el Espíritu de la Verdad, que atribuye al Magisterio de la Iglesia la instancia última y definitiva en la interpretación auténtica y autorizada de la Palabra de Dios y en su explicitación a lo largo de los siglos, a fin de hacer llegar al pueblo de Dios la "plenitud de la verdad" (Jn 14,26), hasta el fin del mundo.
----------El Magisterio de la Iglesia, como es sabido, interpreta y comunica a los hombres el contenido de la divina Revelación, cuyas fuentes son la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. Por ello, no es lícito juzgar o censurar la enseñanza del sumo Magisterio, cualquiera que sea o en cualquier nivel de autoridad, apelando directamente a la Tradición o a la Escritura, como si pudiera suceder que la Iglesia viniera a menos o defeccionara en su fidelidad a la Palabra de Cristo.
----------Como ya se desprende del Antiguo Testamento y como es confirmado por Cristo, la profecía no siempre es auténtica. No siempre el Espíritu Santo sopla e inspira la verdadera profecía; sino que puede suceder y sucede que ella sea solo aparente y que en realidad ella esté inspirada por el espíritu de la mentira. Por lo tanto, es necesario un prudente discernimiento para distinguir la verdadera de la falsa profecía.
----------En el Nuevo Testamento, el discernimiento seguro y definitivo de la verdad evangélica proviene del Magisterio de la Iglesia. Una supuesta profecía que no sea conforme a la doctrina de la Iglesia es falsa. Y viceversa, es imposible que la profecía acuse a la doctrina de la Iglesia de falsedad.
----------Diferente es el lenguaje profético del lenguaje del Magisterio. Diferentes, como hemos mencionado, pueden ser también los contenidos: más prácticos, los de la profecía; más doctrinales, los del Magisterio, se trate de dogma o de moral. En cambio, los contenidos de la fe obviamente son los mismos, bajo la vigilancia, supervisión o episkopè (de ahí episcopus) suprema del Magisterio.
----------Y así también, tanto la profecía como el Magisterio pueden tener contenidos pastorales, es decir, ordenados a enseñar a los pastores cómo guiar el rebaño o a enseñar cosas prácticas para la conducta santa del rebaño. Mientras en el enseñar la doctrina de la fe el Magisterio no puede equivocarse, el error puede insinuarse, infiltrarse, en las directivas o disposiciones o elecciones u orientaciones pastorales.
----------Sobre este plano, el profeta podría tener razón contra la autoridad eclesiástica. Y esta, al menos por un cierto tiempo, podría equivocarse en la conducta a tener con un profeta, por verdadero o falso que sea. Podría tratar mal lo verdadero y ser benévola hacia lo falso.
----------En cuanto a la cuestión del lenguaje, el lenguaje dogmático del Magisterio es el lenguaje más propio, adecuado y autorizado para expresar los misterios de la fe, porque está garantizado por la asistencia del Espíritu Santo; apunta a la precisión de los conceptos, a fin de evitar los equívocos y malentendidos, aunque no rechaza del todo el uso de la metáfora, de la imagen y del símbolo, sobre todo si se encuentran en la Escritura.
----------Hace uso de nociones naturales universales, propias de la razón como tal, independientes de las diversas culturas, de manera de poder así comunicar el mensaje universal del Evangelio a todos los hombres. Para ello, propone fórmulas fijas e invariables, como aquellas que encontramos en el Credo, en los dogmas y en los cánones de los Concilios Ecuménicos.
----------Ciertamente también el Magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos nos ha guiado y nos guía para progresar en el conocimiento del misterio de Cristo, pero conservando siempre en los dogmas aquel sentido y aquel significado que la Iglesia misma ha establecido inmutablemente en el momento de su definición. Así el modo con el cual la Iglesia expresa los contenidos de la fe puede ser mejorado, pero no está jamás equivocado. Y tanto menos se puede tomar como pretexto la exigencia de una expresión moderna para cambiar los conceptos de fe en nombre de indiscriminadas referencias al pensamiento moderno o de improbables experiencias inmediatas y atemáticas del misterio de Cristo.

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