domingo, 15 de marzo de 2020

¿Qué decir del conservadurismo y del progresismo en la Iglesia? Son dos categorías periodísticas, pero no del Magisterio (3/3)

Una última consideración sobre este tema, es la que haremos en esta tercera y última parte de nuestra reflexión. El problema del modernismo es en sí mismo mucho más serio que el del conservadurismo o del lefebvrismo; por no decir que el primero es mucho más difícil de resolver que el segundo, porque mientras que los lefebvrianos y afines constituyen una pequeñísima minoría, y por lo tanto de muy escaso poder intraeclesial, los modernistas, después de una incansable labor de escalada hasta los vértices eclesiales, que se ha prolongado durante cincuenta años, ahora han logrado conquistar un poder enorme en la Iglesia y en la jerarquía misma.

----------Se comprende entonces fácilmente cómo, mientras resulta relativamente fácil intervenir frente a los lefebvrianos, a los conservadores y a los tradicionalistas, es mucho más difícil eliminar el modernismo, dado que en él están involucradas las propias autoridades que deberían intervenir. Es, como ha dicho humorísticamente un buen periodista, muy sagaz, como poner los ratones para vigilar como se hace el queso. De tal modo es hoy muy evidente la injusticia que se está produciendo, mucho más evidente con el papa Francisco que en los tiempos de Benedicto XVI. Son los así llamados "dos pesos y dos medidas". Ejemplos llamativos y paradigmáticos son, por una parte, la persecución permanente frente a los Franciscanos de la Inmaculada y, por otra, la impunidad y la continuidad del enorme éxito de los cuales todavía disfruta el rahnerismo, que perduran aún después de cincuenta años, no obstante la oposición y denuncias de ilustres teólogos.
----------De hecho, hay que considerar que, si por un lado los lefebvrianos tienen al menos respeto por la inmutabilidad del dogma mientras rechazan el progreso dogmático, los modernistas son mucho peores, a causa de su relativismo y evolucionismo dogmático, que los lleva a destruir todos los dogmas y socavan los cimientos de la fe, conduciendo a las almas a la apostasía y a la inmoralidad, más allá de todo su simulado catolicismo. ¿Acaso una "fe", por ejemplo, como aquella predicada por el cardenal Martini, en la que el ateísmo es intrínseco, o como la preconizada por el cardenal Ravasi, que llevaría consigo la duda, o la fe "atemática" de Rahner, o la la fe no como doctrina sino como "encuentro" o "experiencia", qué fe es?
----------El remedio o por lo menos un importante remedio a este clima de falsedad y de injusticia, por el cual, según una eficaz expresión del cardenal Raymond Leonard Burke, sentimos el "mal de mareo" en el barco de la Iglesia que parece sin timonel en medio de la tempestad, parece ser de parte del Magisterio, una decidida, sabia y valiente reanudación del auténtico y genuino lenguaje doctrinal y pastoral, que siempre ha distinguido a los grandes guías líderes de la Iglesia, a los grandes reformadores y a los santos pastores y maestros, aquella sabiduría pedagógica, catequética, terapéutica, sanadora y evangelizadora de la Iglesia, inspirada por la Palabra de Dios, guiada por el Espíritu, sabiduría educadora que sobresale sobre cualquier otra escuela de teología, de espiritualidad y de perfección moral y de virtud de la humanidad.
----------En particular, es necesario que hoy la Iglesia vuelva a hablar de la distinción entre la herejía y el dogma, entre la ortodoxia y la heterodoxia, es decir, en sustancia, esencialmente, entre lo verdadero y lo falso en el campo de la fe, así como es normal que el médico hable de enfermedad y de salud. ¿Cuál es ese médico que no se atreve a decirle al enfermo que está enfermo? Hay demasiado escrúpulo en las autoridades y entre los pastores para hablar con absoluta franqueza del error, como si esto pudiera ofender a quien está en el error. Por supuesto, es necesario saber hablar, pero saber hablar es en realidad toda una ventaja para quien está en el error y para quienes son engañados por él. Hoy en día hay cientos de miles, por no decir millones de católicos o en todo caso de personas engañadas por los herejes.
----------No sirve de nada pretender simular no ver la caótica situación, o limitarse a leves condenas o denuncias vagas y genéricas, que no alcanzan a inquietar a nadie, sino que más bien empeoran la situación de quienes se mantienen en el error, y acaban dando vía libre a los impostores para que sigan dañando. Parece que el Magisterio durante mucho tiempo haya sido presa de una excesiva consideración por los descarriados, por quienes están en el error, a tal punto que esto luego da un vuelco en su propio detrimento.
----------En realidad, el Magisterio de la Iglesia no debería tener nunca temor de afectar o disgustar, o castigar llegado el caso, a teólogos o pastores famosos o populares, aunque sean cercanos a la misma Santa Sede o pertenecientes a la misma Curia Romana o a Facultades pontificias. La franqueza con la cual los cardenales fieles han criticado en varias ocasiones, en defensa del Magisterio de la Iglesia, a los co-hermanos que se equivocan, es ejemplar y reconfortante.
----------Era hora que los buenos cardenales salieran al descubierto. Por supuesto, los modernistas se lamentan de que Roma es demasiado severa. Pero esto es muy bien comprensible y no debemos tenerlo en cuenta. La denuncia del error sirve precisamente para corregir al que está equivocado, mientras que una consideración excesiva, un lenguaje impreciso y genérico, demasiado blando e indulgente, no es misericordia, sino que al final es connivencia con el error, con evidente daño del equivocado.
----------Un lenguaje tímido, acomodaticio balbuceante y tergiversante o engañoso, muestra en realidad falta de convicciones, o bien deseos de aplausos, y no genera ningún respeto, no sirve para moderar a los arrogantes, y de hecho suscita solo la risa o la compasión. Las cosas deben ser llamadas por su nombre. Claro que hay que tener cautela antes de calificar una proposición como herética; pero si tomamos consciencia con certeza de tal proposición o enseñanza es herética, se debe decir que es herética.
----------Ciertamente es necesario a veces, e incluso habitualmente, ser suave y delicado en las intervenciones, tener paciencia y saber esperar. Pero cuando existe deber de sacudir una conciencia adormilada o jactanciosa, se necesita energía y severidad. Las expresiones alusivas y eufemísticas, los circunloquios, la paráfrasis o perífrasis, sin son elevadas a sistema, son absolutamente ineficaces para mostrar los males y para corregir las costumbres y las ideas erróneas, como lo demuestra ad abundantiam la experiencia de quienes se dedican a la educación, a la formación del prójimo o a la guía de las almas.
----------El Timonel de la barca está durmiendo. No es necesario despertarlo, para no sentirnos reprochados de tener poca fe. Sabe Él cuándo y cómo intervenir. En todo caso, depende de Él despertarse. En cuanto a nosotros, continuamos remando, por ineficaz que nos parezca nuestra acción. Si la barca corriera realmente el peligro de hundirse, Él se encargará de calmar las aguas.

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