viernes, 20 de marzo de 2020

Sin ironías: "Coronavirus benedic Dominum: lauda et superexulta eum in saecula" (3/4)

Efectivamente, hablo sin ironías. Ya los lectores me habrán podido entender. Cuando se dice "Coronavirus benedic Dominum: lauda et superexulta eum in saecula" (Coronavirus, bendice al Señor, le alabe y le exalte eternamente), lo decimos plenamente conscientes que el Coronavirus no es independiente de la Divina Providencia. Todo lo que existe ha brotado de la acción creadora y providente de Dios.

----------Ya son unos 150 países en los que ha ingresado el Coronavirus. Paulatinamente se extiende por todo el planeta: con 160.000 infectados al día de hoy y unos 6000 muertos, aunque también con unos 75.000 curados, en cifras aproximadas. La noticia de hoy es también la confirmación de que el Coronavirus parece haberse cebado con Italia, país donde no da tregua. Los números parecían ligeramente mejores el sábado, con 175 muertos en un día; sin embargo este domingo Italia ha vivido otro momento muy doloroso al saber que los muertos han aumentado a 1.809, lo cual significa que 368 personas infectadas con el virus han fallecido en las últimas 24 horas. Ya hace casi una semana que la península entera está confinada para prevenir los contagios, pero igualmente siguen creciendo, y el país cuya capital es Roma, corazón de la Cristiandad, sigue siendo con sus 30.000 infectados, el segundo país del mundo más afectado después de China. Algo ya sugería acerca de este dato...
----------Mientras tanto, el gobierno argentino está cerrando todas las fronteras hasta el 31 de marzo (habrá que creerle) y ha suspendido las clases en todo el país (las razones no se entienden bien), pero el fútbol no se suspende (de modo que Argentina sigue siendo el país del revés). Mendoza, por su parte, quiere cerrar el aeropuerto provincial, para aislarse de algún modo.
----------¿Y Dios? ¿Qué tiene que ver Dios con todo esto? Pocos hablan de ello, ni siquiera los Pastores. Pero tiene que ver, por supuesto, como en todo: pues todo es creado por Él y gobernado por Él.
   
Algunas reflexiones sobre el misterio del mal
   
----------En estos tiempos de Coronavirus es inevitable hacer algunas reflexiones sobre el misterio del mal. Los dramáticos hechos de la actualidad, no todavía en Argentina, pero sí en otras partes del mundo, lo motivan. Mientras sigo mi viaje a Salta, una ruta que he hecho muchas veces, las diferencias son notorias: en el camino, y sobre todo en las ciudades y pueblos que el bus atraviesa: poca gente, más silenciosa que de costumbre, algunos cabizbajos, pocas bromas, escasas sonrisas.
----------En otras épocas, no globalizadas como la actual, una tragedia en otros continentes se sentía lejana. Incluso los desastres naturales ocurridos años atrás: los sismos en Japón, los devastadores huracanes en América Central y del Norte, no afectaban tanto nuestra conciencia. La actual interconexión planetaria, la conformación de esta "aldea global", hacen que sintamos mucho más cerca la tragedia que vive China y, particularmente Italia, un país que nos resulta culturalmente más cercano. Pero hoy lunes 16 de marzo ya no estamos viviendo la pandemia del Covid-19 como algo ajeno: hay infectados en Argentina, en países vecinos, y el gobierno ya ha tomado medidas que nos cambian la vida, y no sabemos hasta cuando. Además, y aunque cada uno de nosotros rechaza instintivamente pensar lo peor, nos es inevitable pensar que lo mismo que hoy vive Italia puede también estar sucediéndonos a los argentinos en al futuro próximo. No lo sabemos a ciencia cierta. Nadie lo sabe
----------No hay duda: una vez más, el mundo se enfrenta al problema del dolor y del mal. En la segunda nota de esta serie mencionaba dos hechos que ponen de manifiesto el mal presente en el mundo: el Coronavirus, por supuesto, pero también China, con lo que ese país significa en la actualidad (me remito a lo que dije en ese nota acerca de la mentira, la ideología, el comunismo, etc.).
----------Se trata en ambos casos del misterio del mal; pero con una diferencia fundamental. El sufrimiento que es consecuencia de las catástrofes naturales, como es el caso de la difusión de una pandemia, es un mal físico, que es independiente de la voluntad del hombre, el hombre sufre las pestes, no las elige. Los sufrimientos de los que son perseguidos en China, en su libertad física, en su libertad de expresión, perseguidos por practicar sus creencias religiosas, los niños de ese país no nacidos que sufren la muerte por verse sometidos a los dictados de un orden productivo que pospone todo a la riqueza, la asfixia mental y espiritual de una sociedad que pretende construirse en la negación de Dios y de su ley natural... todos esos dramas, en cambio, no son males físicos provenientes de las fuerzas de la naturaleza, sino males que provienen de las acciones de otros hombres. Son males físicos consecuencia de males morales. En sí mismo, en el hecho de la propagación de una pandemia como el Coronavirus no existe mal moral. Existe mal moral en el modo como ha sido estructurada y se desarrolla la vida en China, desde hace siete décadas. Existe mal moral, es decir, hay una voluntad deliberada de cometer actos que van contra Dios y contra su Ley, existe el mal como elección. En el origen del mal moral están las pasiones desordenadas del corazón humano.
----------No hay mal moral en la propagación de una pandemia, o en un terremoto, o en un huracán devastador, o un maremoto que arrasa ciudades, porque esos fenómenos vienen de la naturaleza, que es en sí buena, es creada por Dios, y si Dios permite una pandemia, o los huracanes, o los terremotos y otras catástrofes, existen razones que Él conoce y que nosotros no conocemos.
----------De ahí otra diferencia también: debemos combatir el mal moral, debemos combatir por ejemplo a los perseguidores, para evitar las persecuciones, y en cambio debemos aceptar la voluntad de Dios frente a las catástrofes naturales, aunque haciendo, por supuesto, todo cuanto esté en nuestro poder para evitarlas. El mal moral debe ser combatido, en nosotros mismos ante todo, y luego en el prójimo, mientras que el mal físico debe ser aceptado, en la medida en que es independiente de nuestra voluntad.
----------Hay que notar, sin embargo, algo que se halla ante nuestros ojos en la actualidad: hoy existe la tendencia a adaptarse al mal moral, acostumbrarse a las persecuciones, a los gobiernos corruptos, a la corrupción moral en las costumbres de la sociedad, a la difusión y promoción del mal moral en los medios de comunicación... Casi que consideramos todo eso como eventos naturales inevitables. Incluso los cristianos tendemos a adaptarnos al mal moral, a acostumbrarnos al mal moral, como si fuera algo normal. Por el contrario, cuando acaecen las catástrofes naturales, como la que actualmente el planeta está padeciendo con el Coronavirus, tendemos a rechazar su imponderabilidad, buscando siempre a los responsables, rechazando la idea de que algo pueda escapar al control del hombre.
----------El hombre, incluso el cristiano, parece vivir hoy como ateo en la práctica, parece vivir como si Dios no existiese. Por consiguiente, es llevado a observar y considerar la vida en la que actúa como si se tratara de un escenario en el cual él es tanto el actor como el autor de la trama. Se trata de un rechazo de la imponderabilidad entendida como imprevisibilidad. ¿Puede existir algo que escape a la capacidad humana de ordenar y programar? Esta eventualidad es rechazada por el hombre contemporáneo, a quien le encanta leer la realidad con una perspectiva utópica, con la convicción que en la fuerza del hombre y de su pensamiento, el mundo puede ser totalmente transformado, eliminando del mundo toda imperfección y todo accidente. La consecuencia de este error es sin embargo una doble contradicción.
----------La primera es una contradicción de carácter cultural: por una parte, el hombre afirma que puede resolverlo todo; por otra parte, como obsesivamente va en busca del culpable (vale decir de quien no "previó" el accidente), entonces tácitamente se afirma que es el propio hombre quien puede equivocarse. Otro enfoque de la misma contradicción cultural: se afirma que la técnica puede redimir al hombre, pero como siempre se está buscando el así llamado "error técnico", entonces salta a la vista que tácitamente se está afirmando que la misma técnica puede fallar.
----------La segunda es una contradicción de carácter antropológico: en la perspectiva utópica de la omnipotencia humana no hay lugar para un Dios que juzga, un Dios que exige y que condene los errores humanos. Sin embargo, el perfeccionismo utópico no tolera a los fallidos, condenándolos a modo de chivos expiatorios para ser sacrificados en beneficio de la ideología de la "ninguna-imprevisibilidad-sobre-la-faz de la tierra", como ha sintetizado hace años Corrado Gnerre la consigna que hoy parece mover al mundo y al así denominado Nuevo Orden Mundial. 
   
Lo imponderable y la Divina Providencia
   
----------Lo imponderable, lo impredecible, es lo que no puede ser previsto y programado por los hombres. Lo imponderable existe, forma parte de nuestra vida. Pero no debemos confundirnos: lo imponderable no es lo azaroso: una fantasiosa categoría inventada por los hombres, pues el azar no existe. El azar, que es la ausencia del significado de los eventos, no existe. Y hoy más que nunca debemos repetirlo con fuerza: el azar no existe, pues todo lo que sucede, en nuestra vida y en la del universo, tiene un significado. El hecho de que nosotros no comprendamos el significado de todo lo que sucede, no significa que haya algo privado de significado. Solo Dios conoce el significado de cada cosa, Él atribuye a todas las cosas su significado.
----------Pretender conocer el significado de todo significa pretender ser Dios, hacernos Dios nosotros mismos; significa negar la existencia de un Dios creador y regulador del universo: porque Dios no crea el universo para luego abandonarlo, sino que lo conserva en el ser, lo guía a su fin, da significado a todo lo creado, sin excluir nada. Dios es la causa primera del universo, el origen y el fin último de todas las cosas. Por lo tanto, ninguna cosa escapa a su poder y a su gobierno. Todo lo que existe es creado por Él, amado y conducido a su fin: todo lo que existe y acontece, existe y acontece en las manos de la Divina Providencia. Lo dice la Escritura muchas veces, por ejemplo lo dice el Evangelio cuando afirma que todos los cabellos de nuestra cabeza han sido contados. Si alguna cosa pudiera escapar de la acción creadora y conservadora de Dios, Dios no sería Dios.
----------La grandeza de la Divina Providencia se manifiesta sobre todo en la capacidad de Dios para derivar el bien del mal físico y moral del universo, ese mal que él no causa, pero que permite para un fin superior. No es que Dios sufra o padezca el mal: si quisiera, podría hacer que el mal no sucediera y, a menudo, interviene para evitarlo; pero otras veces prefiere permitir la existencia del mal para realizar el bien a través de ese mal. Piénsese solo en el mal enorme del Pecado Original, que Dios no quería, pero que ha permitido que sucediera, para derivar el bien inmenso de la Encarnación.
----------Para comprender la acción de la Providencia, que da una razón a todo lo que sucede, incluso a las tragedias, como las pestes, los terremotos o los tsunamis, es necesario sin embargo tener una perspectiva sobrenatural: la perspectiva de quienes creen en la existencia de un Dios creador y remunerador de la vida eterna. Quienes niegan a Dios, los ateos y laicistas militantes, pero también aquellos que aún no profesando el ateísmo viven de hecho en el ateísmo práctico, no pueden concebir la idea de la Providencia. Incluso si se indagara debidamente, se comprobaría que hoy gran cantidad de católicos, de hecho, no admite la Divina Providencia en su vida práctica.
----------Por caso, uno podría muy bien decir que los mendocinos de más de cuarenta años saben lo que significa un terremoto. Mi generación lo vivió siendo ya adultos: el fatídico sábado 26 de enero de 1985, a medianoche, exactamente a las 00:08, un fuerte temblor castigó la ciudad. Apenas fueron 9 segundos, pero a todos los que salimos a la calle, semidesnudos o vestidos con lo que primero encontramos a mano, nos parecieron segundos interminables, en su magnitud de 6,3 en la escala Richter y su intensidad máxima de 7 grados en la escala Mercalli Modificada. Son 35 largos años de una tragedia que, aunque el suelo se nos mueva en Mendoza todos los días, no se repitió. Lo cual todos los viejitos mendocinos sabemos que es raro, que es extraño que haya pasado tanto tiempo sin que suceda algo por el estilo.
----------Pero hay que reconocer que el sismo de 1985 poco tuvo que ver con otros más destructivos, como aquel de 1920, que nos relataban nuestros abuelos, y que causó graves daños y alrededor de 250 víctimas en un conjunto de poblaciones ubicadas a unos 30 km al noreste de la capital de Mendoza, especialmente en Costa de Araujo ("donde se revolvió la tierra... y la gente estaba en cuatro patas porque no se podía levantar" decía mi abuela), Lavalle y El Central; ni con el sismo de 1861, el mayor que sufrió Mendoza, del cual sólo conozco las ruinas que todavía quedan.
----------Los curas jóvenes y medio inconscientes que no han vivido aquello, bromean cuando cada año hay que sacar en procesión al Patrón Santiago..., pero yo sé que los viejitos más lúcidos no están nada contentos con esas bromas "de los sacerdotes de ahora", como ellos dicen... Lo que quiero decir es que: los mendocinos saben bien lo que significa que una ciudad sea arrasada; sin embargo, dudo que sean muchos los que tengan la fe tan lúcida como para relacionar aquello a la Divina Providencia. De hecho, la vida actual de los mendocinos no da para suponer que crean demasiado en la Divina Providencia.
----------Todavía conservo los apuntes que escribí luego de escuchar en 1985 el sermón de un anciano fraile de la orden, meditando sobre lo ocurrido aquel 26 de enero, y hablándonos de la tragedia, de la Providencia Divina, de la eficacia de la oración, y de la caridad católica a la que nos convocaba la ocasión. He pasado en limpio esos apuntes, y ordenado un poco las ideas, con lo cual cierro esta nota de hoy. 
   
Tres conclusiones
   
----------1) En primer lugar, las grandes catástrofes son una voz terrible pero a la vez paternal de la bondad de Dios, que nos sacude y nos llama a recordar nuestro gran destino: el fin último de nuestra vida, la eternidad, el Cielo. De hecho, si la tierra no tuviera peligros, dolores, enfermedades, epidemias, catástrofes, etc., en tal caso ella ejercería sobre nosotros una fascinación irresistible, no nos percataríamos que la tierra es un lugar de exilio, un mero valle de lágrimas, y olvidaríamos demasiado fácilmente que nosotros somos ciudadanos del cielo.
----------Las grandes catástrofes, como el Coronavirus que hoy ataca todo el planeta, son la voz de Dios, que nos despierta de nuestro sueño, de nuestra vida inconsciente, y nos recuerda nuestra lejana y única patria. Las catástrofes, naturales y morales, nos recuerdan que la tierra es incapaz de albergar nuestras ansias de felicidad, y nos dicen que ella es sólo lugar de paso para nuestra alma inmortal. "La tierra nos atrae, porque el placer nos atrae", recuerdo que repetía una y otra vez el viejo fraile de estos apuntes. Y nos recordaba que los mendocinos tenemos la gracia de que la tierra nos tiemble casi diariamente, porque cuando la tierra tiembla, tenemos la oportunidad de redescubrir la fragilidad de las cosas terrenas y levantar la mirada desde la tierra hacia el cielo.
----------2) En segundo lugar, las grandes catástrofes son a veces una exigencia de la Justicia de Dios, de la cual ellas son justos castigos. Debemos recordar que a la culpa del Pecado Original se suman, de hecho, en nuestra vida, nuestras culpas personales; ninguno de nosotros es inmune al pecado, ninguno de nosotros puede llamarse inocente, y nuestras culpas pueden ser personales o colectivas: pueden ser las culpas de un individuo singular o pueden ser las de un pueblo: pero mientras Dios premia o castiga a los individuos en la eternidad, es en la tierra que premia o castiga a las naciones, porque las naciones no tienen vida eterna, tienen sólo un horizonte terreno.
----------Por supuesto, nadie puede decir con certeza si el terremoto de Mendoza en 1861, o en 1920, o el de 1985, han sido un castigo de Dios. Ciertamente han sido una catástrofe, y la catástrofe es un fenómeno natural, que Dios ha podido introducir en su plan de creación por múltiples fines, dignos de su sabiduría y de su bondad. Lo mismo se diga de esta catástrofe del Coronavirus. Dios ha podido introducir las catástrofes por un fin superior natural, por ejemplo en la misma naturaleza, obteniendo por medio de una catástrofe un bien físico más general, como cuando con una tormenta de vientos, que produce daños, se purifica el aire. También ha podido hacerlo por un fin de orden moral, como, por ejemplo, para agudizar el genio del hombre, para excitarlo a estudiar la naturaleza para defenderse de su fuerza destructiva, y así determinar un progreso en la ciencia. Ha podido introducir una determinada catástrofe para uno de los fines para los cuales la fe nos dice, que algunas veces lo ha hecho, como sería el de infligir a una ciudad un castigo ejemplar; ha podido hacerlo por un fin desconocido para nosotros.
----------¿Para qué propósito en concreto Dios ha obrado en un caso especial? ¿Para qué finalidad Dios ha querido o permitido la propagación del Coronavirus? ¿Quién podría decirlo? Es posible hacer conjeturas, pero no es posible afirmar absolutamente nada con certeza. En tanto para nosotros, para nuestro propósito, es suficiente la seguridad, de que las catástrofes pueden ser, y a veces lo son, una exigencia de la justicia de Dios.
----------Hay que recordar que este concepto de que Dios, a veces, se sirve de las grandes catástrofes para alcanzar un alto fin de su justicia, se encuentra en todas las páginas de la Biblia. ¿Qué fueron el diluvio, el fuego caído sobre Sodoma y Gomorra, y el que se abatió sobre Nínive, sino castigos de Dios? Sin embargo, suele decirse, la catástrofe es ciega, castiga al culpable, y también golpea al inocente. ¿Cómo se concilian con la Providencia estas masacres de la inocencia y de la virtud? La respuesta es que Dios no podría hacer de modo que un terremoto golpeara al culpable y respetara al inocente, sin multiplicar milagros, o modificar profundamente el plan de la creación divina. Sin duda, a veces Dios salva a un inocente operando un milagro; pero Dios no está obligado a multiplicar los milagros, o a renunciar al plan de su creación para salvar la vida de un inocente.
----------Por otra parte, Dios es dueño de la vida y la muerte, mide los días del hombre en la tierra, y establece la hora y el modo de la muerte de cada uno. Por lo tanto, el inocente que muere bajo una catástrofe general que castiga a los culpables, está en la misma condición, en la cual se encuentran todos los inocentes, que son sorprendidos por la muerte; para ellos esta muerte no es un castigo de culpa personal, sino que es la ejecución de un decreto de quien es el dueño de la vida y la muerte.
----------Todos los días vemos niños inocentes, y hombres virtuosos, que mueren de muerte natural o violenta, ¿por qué maravillarse cuando vemos a muchos inocentes morir bajo las ruinas de un terremoto o infectados por una pandemia? Su muerte, tomada aisladamente, no es distinta de la de tantos hombres inocentes y virtuosos, que son víctimas de un accidente y mueren, por ejemplo, aplastados por un automóvil, o embestidos por un tren.
----------3) En tercer lugar, las grandes catástrofes son frecuentemente una benévola manifestación de la misericordia de Dios. Habíamos dicho, de hecho, que nadie, poniéndose la mano en su conciencia, podría darse a sí mismo un certificado de inocencia. Un día, cuando sea levantado el velo que cubre la obra de la Providencia, y a la luz de Dios veamos lo que Él ha obrado en los pueblos y en las almas, nos daremos cuenta que para muchas de aquellas víctimas, de quienes hoy nos compadecemos, la epidemia o el terremoto han sido un bautismo de sufrimiento, que ha purificado su alma de todas las manchas, incluso las más leves, y gracias a esta muerte trágica, su alma ha volado al cielo directamente, porque Dios ha querido ahorrarles un triste futuro.
----------Nosotros probablemente pensamos con horror en esos terribles momentos pasados entre la vida y la muerte bajo las ruinas, o en la cama de un hospital, agonizantes, pero quizás precisamente en esos momentos descendiera sobre aquellas almas el torrente de una especial misericordia de Dios, bajo la forma de una profunda contrición y resignación. ¿Quién puede decir lo que ha pasado entre aquellas almas y la misericordia de Dios en los últimos momentos? ¿Quién sabe con qué impulsos Dios, misericordioso y bueno, en aquellos terribles sufrimientos ha tocado sus corazones para unirlos a Él? ¿Quién podría, en una palabra, comprender el abismo de expiación, de mérito y de dones de Dios, que en esas almas fue abierto con motivo de la epidemia o del terremoto?.
----------No se trata de ilusiones piadosas. La Sagrada Escritura nos dice que, en la tribulación, Dios perdona más fácilmente los pecados y derrama sus dones más abundantemente, porque Dios manda la muerte prematura a los inocentes para liberarlos del triste futuro.
----------Ante las grandes catástrofes nosotros vemos la superficie de las cosas y no su íntima sustancia; vemos la potencia niveladora del cataclismo, pero no vemos el designio de Dios oculto bajo la fuerza ciega de la naturaleza.
----------Por lo tanto: ¿Cuál es el designio divino que se esconde tras la superficie de esta dramática pandemia de Coronavirus que hoy azota al mundo?... No lo sabemos a ciencia cierta, porque este designio divino no siempre es el mismo; a veces es un misterio de justicia, a veces es un misterio de misericordia, pero siempre es un misterio digno de una infinita Sabiduría y una infinita Bondad.
----------Algunos dirán que esta pandemia, o un terremoto que podría producirse mañana, o un tsunami que se produjese el mes que viene, son fenómenos de la naturaleza, resultados de fuerzas fatales, que se rigen por leyes precisas y constantes, y que por esto son fenómenos que no pueden ser vinculados con las exigencias variables de la Justicia o de la Misericordia de Dios. Es cierto, pero Dios es el autor del universo, con sus fuerzas y con sus leyes. ¿Quién podría negarle a Él la ciencia y el poder de disponer el mecanismo de las fuerzas y de las leyes de la naturaleza para producir un fenómeno de acuerdo con las exigencias de su Justicia o de su Misericordia? Dios lo sabe todo, lo puede todo, es infinitamente bueno; es por esto que su Providencia extrae el bien de todo mal, por grande o pequeño que sea.
----------La actual pandemia del Coronavirus es ciertamente un mal, sin embargo no es un mal absoluto, sino un mal relativo, del cual surgen bienes de orden superior y más universal. La luz de la fe nos enseña que las grandes catástrofes, o son una amonestación paternal de la Bondad de Dios, o son exigencias de su divina Justicia, que inflige un castigo merecido, o son un rasgo de la divina Misericordia, que purifica a las víctimas abriendo para ellas las puertas del cielo. Porque el cielo es nuestro destino eterno.

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