Es necesario tener mucho cuidado cuando al nombre de católico se le agrega algún apelativo. Es legítimo que haya diversos modos de ser católicos, siempre que sean respetadas tanto la doctrina como la pastoral católicas. En tal sentido, los apelativos agregados al nombre de "católico" deben ser muy sensibles al sentir pastoral de la Iglesia de cada tiempo, a la "mens" evangelizadora de la Iglesia en un determinado espacio-tiempo. Hoy por hoy, considerarse un "católico contra-revolucionario" es un desatino. [En la imagen: fragmento de "Guerra de la Vendée", pintura que representa a Henri de La Rochejaquelein en la batalla de Cholet, el 17 de octubre de 1793, óleo de Paul-Émile Boutigny, de 1899, conservada y expuesta en el Museo de Arte e Historia de Cholet, Francia].
Un debate que sigue abierto y vivaz
----------En el foro de este blog, en facebook y también por email, se ha mantenido abierto y vivaz aún durante bastante tiempo el diálogo acerca de los así llamados "católicos contra-revolucionarios". Conversando con algunos amables, cultos y respetuosos lectores, he tratado de subrayar algunas de las ideas expuestas en los dos artículos anteriormente publicados sobre el tema. Más allá de los nombres y calificativos usados, ante todo lo importante es que quede en claro (al menos en su substancia) el concepto de "contra-revolucionario" católico. Remito sobre ello a lo expuesto en mis dos artículos anteriores sobre esta problemática: ¿Católicos "contra-revolucionarios"? y Algo más sobre católicos "contra-revolucionarios".
----------Respondiendo a una pregunta de un lector acerca de la validez del nombre, he respondido que, a nivel teórico y de modo general, sí, es válido el llamarse "católico contra-revolucionario". Más o menos como es válido llamarse católico "cursillista", o católico "focolarino", etc. Claro que habrá que entender bien de qué se trata. A un católico "franciscano" (un terciario franciscano por ejemplo), le será relativamente fácil explicar aquello que deba entenderse por su apelativo. Mientras que no le veo tan fácil explicar de modo creíble y aceptable el apelativo a un católico "contra-revolucionario". En todo caso es a él a quien corresponde justificar su cualificativo, a la vista de tantos reparos como tiene su nombre, tal como he demostrado.
----------El mismo lector me hacía una segunda pregunta, acerca de si tenían que ver en esta problemática las categorías de "derecha" e "izquierda". La respuesta también es afirmativa: tienen mucho que ver las categorías políticas de "derecha" e "izquierda". Efectivamente, si son bien comprendidos los presupuestos históricos de estos nombres, claro que hay relación, pues los católicos "contra-revolucionarios" son católicos "de derechas" y "tradicionalistas", o en el peor de los casos "pasadistas" (si su tradicionalismo no fuera sano y conforme a la doctrina y pastoral de la Iglesia). Pero esto último lleva inevitablemente a formular una pregunta que el lector al que me refiero no había formulado: ¿está acorde una postura contra-revolucionaria (por más católica que pueda ser en cuanto a su ortodoxia) con las actuales directrices pastorales de la Iglesia? La respuesta clara es: no, ciertamente no (al respecto, me remito a mis dos anteriores artículos).
----------En tal sentido, y ya lo he afirmado en los diálogos en el foro de este blog, considero que hay que tener mucho cuidado cuando al nombre de católico se le agregan apelativos. Es legítimo que haya diversos modos de ser católicos, mientras se respete la doctrina y la pastoral católicas. En tal sentido, los apelativos agregados al nombre de "católico" deben ser muy sensibles al sentir pastoral de la Iglesia de cada tiempo, a la "mens" evangelizadora de la Iglesia en un determinado espacio-tiempo.
----------Esto ha hecho que tras el Concilio Vaticano II las órdenes, congregaciones e institutos, hayan debido repensar su fidelidad y servicio a Cristo y la Iglesia, según el modo como la Iglesia se ha conocido mejor a sí misma mediante el Concilio, y ha conocido mejor la misión que debe desarrollar en las actuales condiciones del mundo. En tal sentido, no han sido pocas las instituciones que han debido reformular en gran medida sus objetivos pastorales, y no fueron pocas también las que desaparecieron. Al respecto, no parece que según las actuales orientaciones pastorales de la Iglesia sea justificable el apelativo de "católicos contra-revolucionarios" (aunque a nivel teórico, abstracto, se entienda como legítima la cualificación).
----------Habiendo afirmado que un "católico contra-revolucionario" se presenta usualmente como "de derecha" o bien como "tradicionalista", y habiendo dado mi parecer acerca de que no es compatible con la actual pastoral eclesial el auto-denominarse "católico contra-revolucionario", surge entonces la pregunta: ¿no es posible hoy ser un católico "trradicionalista"? La respuesta no es para nada difícil, y puede ser explicada con claridad.
----------Por mi parte, y los lectores habituales lo saben bien, siempre he manifestado (contra los modernistas que atacan el tradicionalismo católico, y contra los pasadistas que atacan el progresismo católico), que son posibles, legítimos e incluso necesarios en la Iglesia un sano tradicionalismo y un sano progresismo, que es lo mismo que decir que son legítimas dos actitudes en la Iglesia, la sana conservación de la Tradición y su sano progreso a través de la historia. Precisamente porque la Tradición necesita del Progreso para mantenerse viva, y el Progreso no puede sino darse y enraizarse en la Tradición.
----------La tendencia a conservar y la tendencia a renovar, son actitudes naturales para la psicología humana, y también para la filosofía y para la teología católicas. Han sido también, por ejemplo, las dos tendencias que se manifestaron en el Concilio Vaticano II, y que se plasmaron de manera armónica en sus textos finales: textos progresistas, aunque siempre en firme respeto al depósito de la divina Revelación y expresivos también de la tradicional filosofía tomista, abierta progresistamente a las modernas cuestiones.
----------Claro que estas dos sanas actitudes, conservación y progreso, pueden a veces corromporse por una actitud facciosa y excluyente del otro. Se trata principalmente del pasadismo lefebvriano y del neo-modernismo, que de hecho se excluyen el uno al otro (por su propia constitución esencial), cismáticos y sospechosos de herejía. Desgraciadamente, hay abundantes ejemplos de estos casos en la Iglesia actual (o fuera). Por lo demás, sin duda ser faccioso se contradice con el ser católico. En tal sentido, si ser contra-revolucionario significara ser faccioso (lo que de hecho ocurre usualmente), eso no puede tener cabida en la Iglesia.
La fobia de los "contra-revolucionarios" católicos contra Jacques Maritain
----------Jacques Maritain [1882-1973] ha sido recomendado por el magisterio pontificio como maestro seguro del auténtico tomismo, tanto en la filosofía como en la teología. Lamentablemente en Argentina todavía sufrimos la propaganda adversa que hicieron contra él algunos intelectuales en la década de los años 1940s, crítica liderada por el padre Julio Meinvielle [1905-1973], quien consideraba a Maritain afectado de modernismo, especialmente en sus obras sobre ética social y política, por ejemplo: Humanisme intégral. Problèmes temporels et spirituels d'une nouvelle chrétienté (1935) y L'Homme et l'Etat (1951) y otras. Alguien nombra a Maritain en Argentina y una horda de opositores pseudo-tomistas se levantan en contra furiosamente. Ellos se consideran "católicos contra-revolucionarios", y dicen que Meinvielle se consideraba precisamente así.
----------Tal faceta que toma esa acción llamada "contra-revolucionaria católica" es a mi criterio completamente desatinada, y no está para nada en sintonía con el trabajo que todos debemos cumplir, en la medida de nuestras posibilidades, en el empeño de procurar la paz en nuestra amada Iglesia, en la que desde hace ya demasiado tiempo se sufren las amargas consecuencias del bien conocido y lastimoso enfrentamiento entre pasadistas (particularmente lefebvrianos) y modernistas (particularmente rahnerianos).
----------La oposición del padre Meinvielle a Maritain es bien conocida (también en Europa). En su momento, Maritain mismo habló de ello con tristeza, porque se dio cuenta de haber sido malinterpretado. Por otra parte, conozco desde hace muchos años el pensamiento de Julio Meinvielle, particularmente a través de su excelente estudio histórico sobre el influjo del gnosticismo judío en ambientes cristianos. Esa obra de Meinvielle consiste en un docto exámen del desarrollo del gnosticismo, originado en la Cábala, pasando luego a demostrar la influencia de la Cábala en el pensamiento renacentista italiano, con su tendencia a la magia. Desde aquí comienza a mostrar la influencia del antropocentrismo renacentista en el nacimiento del pensamiento cartesiano, que a su vez da origen tanto al idealismo como al racionalismo masónico del siglo XVIII. Desde aquí Meinvielle muestra el desarrollo que desde el Iluminismo lleva al idealismo alemán, en el cual a su vez encuentra sus raíces la teología de Rahner, de la cual hace un excelente análisis crítico. Por todo ello, en varias ocasiones he sentido mi deber de subrayar los aspectos positivos de este filósofo y teólogo argentino, que hace gran honor a la cultura de nuestro país, aunque lamentablemente no haya sabido apreciar a Maritain.
----------Por otra parte debe decirse que, como de hecho ocurre con todos los filósofos, tampoco Maritain está exento de defectos. Sin embargo, no son aquellos de los cuales le acusa Meinvielle, es decir, de tener una teoría social de carácter liberal o incluso filo-marxista, pues por el contrario, su libro Humanismo Integral se presenta como un anuncio profético de la constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II.
----------Los defectos de Maritain, en realidad, están en otros ámbitos teóricos. Consisten esencialmente en una cierta concepción espiritualista de la persona y de la experiencia mística, tal por la cual parece ser devaluada la función del concepto para dar espacio a una especie de precomprensión no conceptual, que recuerda incluso a Rahner o al menos a Bergson. Pero lo curioso es que esta tendencia modernista sólo le surge en la década de 1930, después de que Maritain por varias décadas nos hubiera dado una excelente teoría del conocimiento conceptual en su famoso Distinguer pour unir ou Les degrés du savoir (1932).
----------Junto a Maritain se podría mencionar al padre Yves Congar [1904-1995]. La diferencia entre los dos es que Maritain desarrolla más la filosofía, mientras que Congar es sobre todo teólogo, aunque tiene una excelente introducción a la teología, titulada La fe y la Teología. Sin embargo, también Congar, si por un lado es un gran maestro del ecumenismo, lamentablemente es excesivamente indulgente frente a Lutero.
----------Otros buenos tomistas han existido en el siglo pasado, especialmente en Francia y en Italia. Sobre todo hemos tenido a Garrigou-Lagrange, Gredt, Sertillanges, Nicolas, Billot, Browne, Spiazzi, Cordovani, Masnovo, Ciappi, Maggiolo, Piolanti, Parente, Perini, Livi y otros. Sin mencionar aquí a los destacados tomistas argentinos, algunos de los cuales han sido mis profesores.
Los extremos del anti-modernismo contra-revolucionario
----------Es verdaderamente doloroso ver cómo abundan hoy las posiciones neo-modernistas, frecuentemente rahnerianas, en muchos teólogos que son a menudo titulares de cátedras en universidades y seminarios pontificios. Es comprensible, por tanto, que hoy la Sede Apostólica parezca haber dejado este problema librado a la divina Providencia, ya que sería un caos de resultados imprevisibles someter todos los casos de enseñanzas heréticas a procesos disciplinarios según lo marca el Código de Derecho Canónico. Porque si así lo hiciera, ¿a cuantos centenares de filósofos o teólogos católicos (muchos de ellos de gran renombre) de muchos institutos católicos, habría entonces que procesar? Tal solución no me parece viable.
----------A este respecto, tengo en preparación una serie de notas acerca del modo como los Romanos Pontífices nos han venido guiando desde, digamos, hace dos siglos, en la confrontación con la modernidad, y en tal indagación histórica se advierte claramente que los Papas, sobre todo a partir de san Juan XXIII, dejan de lado un perfil "combatiente", para asumir un perfil más bien "propositivo".
----------En cuanto al caso del padre Julio Meinvielle, sin duda tiene características muy particulares, y me parece que cae en el calificativo de lo que el jesuita Leonardo Castellani [1899-1981], otro famoso sacerdote argentino, que ha contado siempre con enorme cantidad de discípulos, llamaba "el descenso de la mística a la política", usando con ello una frase de Charles Péguy. Intentaré explicarme.
----------Meinvielle (quien fuera compañero de seminario de monseñor Octavio Derisi, mi venerado profesor de metafísica) fue un sacerdote muy activo pastoralmente, párroco, y en su momento parecía presentarse fiel a los documentos emanados por el Concilio Vaticano II, para nada "conservador" en el sentido de "anticonciliar". Lamentablemente murió a una edad relativamente joven (67 años) en un accidente automovilístico en Buenos Aires, siendo atropellado y, tras estar hospitalizado durante un mes, falleció en 1973.
----------Sus jóvenes discípulos siempre tuvieron una gran tendencia hacia la militancia socio-política, hacia lo que podríamos llamar el "apostolado social". Meinvielle, de hecho, fue el fundador de asociaciones laicales que podrían definirse como "contra-revolucionarias", en el sentido amplio del término. Ya hemos visto cómo coincide el término "contra-revolucionario" con términos como: derecha, conservación, restauración, tradicionalismo. Pues bien, Meinvielle ha estado en el origen de grupos activistas de extrema derecha, fuertemente anti-comunistas. Y actualmente en Argentina es considerado un referente de los llamados grupos "contra-revolucionarios católicos", que suelen auto-proclamarse "antiprogre" (es decir, antiprogresistas).
----------El propio Meinvielle escribió artículos periodísticos y ensayos muy en contra de lo que llamó "progresismo cristiano" en la época conciliar y postconciliar. Lamentablemente, el padre Meinvielle es uno de los responsables de la confusión que existe hoy en Argentina entre muchos católicos entre "progresismo" y "modernismo", y, por tanto, de la dificultad que tienen para aceptar la existencia de un sano progresismo católico. Lo que hoy ha llevado a posiciones lefebvrianas (que no eran las de Meinvielle). De ahí la aversión de estos grupos hacia Maritain, a quien consideran un "cristiano progresista" (asimilándolo a "modernista").
----------Ahora bien, como bien sabemos, estos grupos de católicos "contra-revolucionarios" también afirman tener su origen ideológico en las enseñanzas del brasileño Plinio Corrêa de Oliveira [1908-1995], uno de los adalides de una escuela de pensamiento integrista, fundamentalista y ultraderechista, a la que pertenece por ejemplo el profesor Roberto de Mattei, como él mismo lo ha dicho explícitamente en varias ocasiones.
----------A la vista del perfil "contra-revolucionario" de Meinvielle, y del de esos grupos llamados "católicos contra-revolucionarios", creo que hay que concluir que, aunque a nivel de principios teóricos se podría admitir un "catolicismo contra-revolucionario" (que podría haber sido aplicable, por ejemplo, en el inmediato período posterior al Concilio de Trento, o en las primeras décadas del siglo pasado, o durante el pontificado de Pío XI y su Acción Católica), hoy, a nivel práctico, es decir, a nivel pastoral, este tipo de catolicismo, este tipo de pastoral, no es admisible, y sería un desatino, precisamente en razón de lo que la Iglesia nos pide hoy: diálogo, siempre fiel a las verdades católicas, pero abierto a las exigencias de la modernidad.
Lo revolucionario y lo contra-revolucionario
----------He hecho referencia en anteriores artículos a que los contra-revolucionarios católicos pretenden basar su ideario en un pasaje de un discurso del papa Pío XII a los Hombres de la Acción Católica, del 12 de octubre de 1952. Lo curioso es que el análisis que hizo allí Pío XII, corresponde exactamente al que hacen Maritain, el padre Fabro y también otros historiadores católicos. Es de apreciar, ciertamente, el hecho de que los así llamados "contra-revolucionarios" católicos pretendan hacerse eco de aquel discurso. Sin embargo, es significativo que el término "contra-revolución" nunca aparezca en el magisterio pontificio.
----------En cambio, en la Populorum Progressio de san Paulo VI encontramos el término "revolución" incluso en un sentido positivo, aunque con muchas restricciones. Sabemos cómo el mismo papa Francisco, al comienzo de su pontificado, se dejó describir, aunque quizás en broma, como un Papa "revolucionario".
----------Ahora bien, la palabra "revolución" es bastante delicada, porque es difícil eliminar del todo una referencia a la violencia, al odio y a la facciosidad. Que uno deba oponerse a la revolución en este sentido, estoy de acuerdo, pero el término "contra-revolución" por un lado parece significar una revolución contra la revolución, y por lo tanto casi parece significar un volver a pagar el mal con el mal, algo que es notoriamente condenado por el Evangelio; y por otro lado, parece ser la exclusión de que puede haber aspectos positivos en una revolución, cuando en cambio hoy sabemos mejor que en el pasado que en las grandes revoluciones de la historia, como las de Lutero o Descartes, o como también las revoluciones francesa y soviética, han habido aspectos positivos, cuyo reconocimiento es útil para la construcción de la paz en el mundo de hoy.
----------La oposición total a las revoluciones históricas, sin ningún tiempo de discernimiento, es desatinada. Por eso creo que hoy por hoy debemos oponernos a estas revoluciones con una actitud más matizada que la del pasado (demasiado drástica), y que en cambio debe basarse en un sabio discernimiento entre lo positivo y lo negativo. Lo que evidentemente no significa un doble juego, sino una equilibrada capacidad de discernimiento. Para decirlo de modo más concreto y que se me entienda: en las actuales condiciones de la Iglesia y en el mundo, y sobre todo teniendo en cuenta las directivas pontificias que han sido unánimes al respecto desde el Concilio Vaticano II, si llegaran a plantearse situaciones revolucionarias de persecución contra los cristianos (como de sobra existen ejemplos en la actualidad) con alguna similitud a lo ocurrido en las persecuciones ocurridas en La Vendée o en México, hoy los católicos no deberían tomar ejemplo del modo concreto de actuar (combativo belicista) asumido por aquellos católicos de otros tiempos.
----------Otra observación que considero imprescindible hacer es que debemos tener mucho cuidado de no asimilar demasiado la batalla bíblica entre los ángeles santos y los ángeles rebeldes o entre los "hijos de la luz" y los "hijos del diablo", a los conflictos humanos, porque en ese ámbito la Sagrada Escritura se coloca en un plano puramente espiritual, donde la oposición entre los justos y los malvados es clarísima.
----------Por el contrario, a nivel de la historia humana y terrena, nunca es claro en los conflictos quienes están equivocados y quienes tienen razón, y son a menudo una realidad extremadamente compleja y confusa, por lo cual siempre se encuentran razones también en los enemigos y errores entre los amigos. De ahí la necesidad de evitar las posturas netas, que si son debidas y obligadas en la lucha de los espíritus, en cambio son de evitarse cuando se trata de conflictos humanos en el curso de la historia.
----------Para ello es necesaria una paciente obra de análisis, de evaluación de todos los factores en juego, y de discernimiento, obra hecha con seriedad y modestia, siempre dispuestos a escuchar las objeciones de nuestro interlocutor, aunque debamos basarnos en principios morales absolutos.
----------Para terminar, volviendo a Maritain, y a las desatinadas observaciones que le hiciera el padre Meinvielle, es recomendable leer Le Paysan de la Garonne. Se trata de una excelente interpretación de las novedades del Concilio Vaticano II, que nada tiene que ver con el modernismo. Por el contrario, este libro demuestra que Maritain inmediatamente se había dado cuenta de la insidia modernista (¡estamos recién en 1966!), y también menciona la falsa reacción lefebvriana, paradojalmente funcional al modernismo.
----------En ese libro hay una excelente crítica a Teilhard, hace la apología de la doctrina de Tomás de Aquino, comenta encomiablemente la Gaudium et Spes, reconoce que el marxismo aprecia el realismo (aunque lo hace con una mirada demasiado benévola), hay una buena crítica al idealismo. Lo curioso es que Maritain no repare en Rahner. Es posible que haya escuchado hablar bien de él a personas de su confianza; o probablemente es el signo de su avanzada edad, incapaz ya de mantenerse suficientemente informado; o tal vez se refleje la conocida distancia prescindente que los franceses tomaban de todo lo que fuera alemán.
----------En fin, en cuanto al padre Meinvielle, por lo que he expuesto, da la impresión de haber sido una persona un tanto fluctuante, porque por un lado, durante el proceso de la asamblea conciliar, en los años 1960s, manifestaba apreciar los textos del Concilio Vaticano II, y de haberlos recibido fielmente, como debe hacerlo todo católico, pero por otro lado ha tenido actitudes incomprensibles, como su ideología sobre el progresismo. Por un lado seguía a santo Tomás de Aquino, y por otro su prédica ha sido funcional a movimientos de extrema derecha. ¿Como ha sido posible tal contradicción? Simpático y sintomático el episodio recordado hace poco tiempo atrás por el papa Francisco, en una de sus recientes entrevistas, recordando a aquel curita que movilizaba a los muchachos de la Acción Católica para quemar las tiendas de los protestantes alzadas cerca de la Parroquia: el Papa no tuvo ninguna necesidad de aclarar quién había sido ese cura.
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