martes, 10 de marzo de 2020

Sin ironías: "Coronavirus benedic Dominum: lauda et superexulta eum in saecula" (1/4)

Cuando escribí una nota de días atrás, hubo un párrafo en que recurrí a la ironía diciendo que si todo en la naturaleza fuera un "don", en el Matutinum del Oficio Divino yo debería haber rezado: "Coronavirus benedic Dominum: lauda et superexulta eum in saecula" (Coronavirus, bendice al Señor, le alabe y le exalte eternamente) aunque agregué que no podía rezar eso.

----------Sin embargo, si leyeron los comentarios a esa nota, habrán advertido que hubo un lector muy sagaz, que respetuosamente me criticó, argumentando que no veía porqué no podría rezarse "Coronavirus benedic Dominum: lauda et superexulta eum in saecula", ya que sería perfectamente ortodoxo, pues de hecho el Benedicite (el Cántico de los tres jóvenes, del cap. 3 de Daniel) afirma en sus primeras palabras "omnia opera Domini..." (si el lector reza el Oficio Divino, recordará que esto se rezó precisamente en Maitines este domingo): el "omnia" incluye todo ser creado, y todos los seres que existen son creados por Dios (salvo Él, por supuesto). "Por lo tanto -concluía mi crítico- me parece más bien una excelente idea lo del 'Coronavirus Benedic Dominum: lauda et superexulta eum in saecula', dicho sin ironía...". En mi respuesta (que pueden también encontrar en los comentarios a la mencionada entrada) le di toda la razón a mi interlocutor y le prometí tratar algún día de ese tema, lo cual no haré hoy en esta primera nota, sino más adelante, una vez que haya repasado y reflexionado un poco más mi ya oxidada teología en la pequeña academia que tengo con un grupo de amigos seglares. Aunque es inevitable decir algo sobre el asunto, pese a que tengo preparada otra entrada para dentro de algunas horas.
----------La pandemia del coronavirus, lejos ya de ser una fantasía alimentada por el negocio de los medios masivos de comunicación, se nos impone como dramática realidad. Claro que al no ser yo un experto en temas sanitarios no tengo nada que pueda agregarle al amable lector acerca de la situación actual respecto a la propagación de esta novísima peste que azota a la humanidad, a no ser lo que el lector ya sabe por los diarios: que en China la gente cae muerta como moscas, y que el gobierno de Italia ha extendido ayer la "zona roja" a toda la península, porque los contagiados y muertos se duplican día tras día. Les confieso que tengo mis sospechas acerca de cómo comenzó todo esto, e incluso cómo se extendió por primera vez, pero son opiniones personales sin valor, que sólo son útiles para una charla de café, cualquier día de estos, con algún amigo, o para confiar a la discreción de la academia, pero no para esta nota. Sea como sea, en todo caso me falta el exacto conocimiento médico del agente patógeno y su comportamiento, y no tengo forma de adivinar su futuro curso evolutivo. Porque nadie sabe con precisión todavía la tasa de mortalidad, o puede dominar la epidemiología del Covid-19, hasta que la enfermedad haya seguido su curso.
----------Incluso los simples aficionados a la historia de las "plagas" (que tiene muchos elementos legendarios) sabemos que los esfuerzos humanos para detenerlas son generalmente contraproducentes, y que la confianza en los nuevos métodos no tiene sentido y está fuera de lugar. ¿Por qué?... Muy simple: estas semanas vemos que algunos de esos nuevos métodos son impresionantes, y sobre todo impresiona la velocidad con la que han respondido creativamente los laboratorios médicos en los Estados Unidos, Israel y otros países. Todo eso suena muy alentador, porque en algunos meses podríamos tener vacunas para prevenir el coronavirus y una "cura" ya en funcionamiento. Pero... sólo en algunos meses... porque en cuestión de semanas toda la población de nuestro mundo, nuestro orgulloso y megalómano mundo "globalizado", "interactivo" y "sinérgico", habrá sido infectado. El virus ya ha aterrizado en cientos de ubicaciones globales, planetarias, a partir de capitales nacionales y grandes poblaciones urbanas, y eso era todo lo que el virus necesitaba para propagarse y multiplicar geométricamente los contagios día a día... irremediablemente.
----------En aquella nota de días atrás ya les hice notar que el gobierno italiano había pasado de una línea alarmista a una línea tranquilizadora (y este péndulo es el que siguen otros gobiernos, como el argentino, en cuyos países ya ha aterrizado el nuevo virus). Sin embargo, si para evitar el pánico social las medidas férreas que deberían tomarse no se aplican, sino que son mitigadas, es cierto que el pánico disminuye, pero por el contrario aumenta el riesgo y la previsibilidad del contagio, con resultados no distintos sino directamente peores a aquellos que se quieren evitar. Es totalmente cierto que el pánico que se apodera del ánimo social nunca es útil y, para peor, vivimos en una época tecnológicamente globalizada en que los medios digitales (las redes sociales) han avanzado de manera repentina y tremenda: también de modo eficaz para propagar el pánico, cuando el pánico nace en los grupos sociales. Sin duda: algo de todo esto está intencionalmente incitado. La presente crisis se utilizará, y se está utilizando, para fines políticos, lo que necesariamente debe socavar el bendito impulso de los gobiernos de "mantener la calma y continuar la vida como siempre". Por otro lado, no existe otra forma eficaz de detener el pánico sino una: extinguir la causa del pánico. El pánico se habrá extinguido cuando se haya detenido el coronavirus. Hoy día, en el mejor de los casos, sólo podemos disminuir el pánico, siempre que las autoridades, públicas y eclesiales, sean objetivas y sinceras. Y sabemos que en gran medida no han mostrado esa objetividad y sinceridad, y me remito a lo que escribí en mi nota de ayer. Respecto a las autoridades públicas: al extender las medidas férreas y máximamente restrictivas a toda la península, el gobierno italiano parece haber pasado al otro lado del péndulo, y ello parece correcto. Respecto a las autoridades eclesiales, el Obispo de Roma y los demás Obispos italianos, han abandonado su pregonada opción de la "Iglesia en salida" y han optado por la "Iglesia encastillada", dejando a los fieles católicos italianos sin la ayuda espiritual y sacramental que necesitan, haciendo todo lo contrario de lo que debían hacer. De modo que... lo que será, será. El dolor que pueda venir, vendrá.
----------Precisamente, el dolor, es el punto. El dolor, en el sentido más amplio, incluido el imaginario, es el problema. Nuestras sociedades modernas han sido, podríamos decir, capacitadas para enfrentarlo mal, o mejor dicho, para no enfrentarlo, borrando del horizonte humano el dolor. El mundo que supimos conseguir al cabo de dos décadas de este orgulloso siglo XXI, es un mundo de hombres que sufren ansiedades que los convierten en incapaces de soportar las más modestas formas de incomodidad física, y a menudo esa incapacidad para soportar el dolor ya no está bajo nuestro control. Todas las sociedades tradicionales eran mejores en este aspecto: y me refiero a las sociedades tradicionales tanto cristianas como no cristianas, pero, por supuesto, sobre todo me refiero a las sociedades cristianas. Sin ser explícitamente estoicos, en las sociedades cristianas anteriores a la Revolución Francesa, y sobre todo anteriores a la Rebelión Luterana, los hombres y mujeres eran criados y educados para abrazar los "mecanismos de afrontamiento" del dolor que van desde la distracción intencional del dolor hasta las suposiciones fatalistas. En gran medida, la sociedad europea supervivió siglo y medio o dos siglos después de la Revolución, porque aún su sociedad conservaba vagos rastros, un barniz, de todo aquello. Pero hoy aquella educación ha desaparecido completamente: la sociedad se ha vuelto anti-cristiana, rechaza el dolor. La Cruz de Nuestro Señor Jesucristo ya no da sentido pleno a la vida humana.
----------Hubo un tiempo en que éramos criados y educados para esperar el dolor en nuestra vida, para aceptarlo como condición inevitable de ser seres no espirituales, sino seres materiales, con un cuerpo vivo, un cuerpo que nace, vive, se reproduce, decae, y muere. Conscientes o no de las inevitables consecuencias del pecado original, sabíamos que el dolor era parte integrante de la naturaleza ("así es la vida" decíamos, o bien "hoy estamos mañana no", "memento mori" nos decían en la Misa del domingo), y entonces, viviendo con esa certeza, estábamos preparados para soportar el dolor. Es característica común a todas las anteriores sociedades tradicionales la distinción entre el dolor (que puede ser o no ser "objetivo"), y el sufrimiento, que implica un dominante elemento subjetivo, es decir, un factor de elección: se acepta el dolor como recurso de mérito (se sea consciente o no del elemento cristiano de ello: la decisión de unir mi sufrimiento al sufrimiento redentor de Cristo en la Cruz). En cambio, hoy los hombres nos hemos vuelto realmente innovadores en este aspecto. Queremos un alivio instantáneo al dolor, e incluso exigimos ese alivio, impulsados por nuestra absurda fe en la tecnología. Y si el ansiado y exigido alivio no nos llega, entonces distribuimos la culpa a otros, como si cada desastre fuera producto de una trama conspirativa.
----------Concluyo aquí esta primera reflexión motivada por la bienvenida crítica que un lector hiciera a mi primera nota sobre el coronavirus. Este mutuo intercambio de enriquecimiento con los lectores me llevará a escribir otras notas sobre el tema, pero no sé cuando, seguramente en los próximos días o semanas, porque este tema, nos guste o no, se prolongará.
----------En cualquier caso, para nosotros, el virus es (debe ser) una experiencia útil de crecimiento. El mundo, al fin de cuentas, sigue siendo el mundo, aunque los iluminados del Nuevo Orden Mundial de la Agenda 2030, pensaron (¿y pensábamos?) que lo habíamos cambiado. Siguen sucediendo eventos que no previmos. Vivamos con ellos, o muramos con ellos, según nos toque, según sea necesario. Para los cristianos, ninguna de las dos posibilidades debería afectar nuestra alegría suprema: "Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que ya vivamos, ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rom 14,7-9).

1 comentario:

  1. Gracias, padre. Una meditación especialísima para estos días.
    Esperamos las prometidas notas siguientes.

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