viernes, 6 de marzo de 2020

La verdadera y la falsa profecía (2/2)

Completemos la reflexión que habíamos iniciado acerca del verdadero espíritu de profecía.

----------El lenguaje de la Iglesia es un lenguaje canónico, obligatorio para todos (clero y laicado). En cambio, el lenguaje profético, que es variable y multiforme, es objeto de las libres y subjetivas preferencias de cada uno. Y aquí es siempre posible inventar un nuevo lenguaje.
----------Por consiguiente, el lenguaje profético refleja el genio personal del profeta o las características de su particular temperamento o de su cultura o de su entorno histórico, sobre todo si el profeta está dotado de dones poéticos y habilidad oratoria. Indudablemente, como se ha dicho, también la profecía es un don del Espíritu Santo, pero como el Espíritu Santo actúa en el orden y no por azar o casualidad, los dones de los profetas son tamizados, cribados,  verificados, autenticados, canonizados, gobernados y ordenados por los dones jerárquicos de los apóstoles, o bien por el Magisterio episcopal y pontificio.
----------El Magisterio, por lo tanto, cuando lo considere oportuno o lo juzgue conforme o necesario al bien de la Iglesia, puede corregir o incluso desmentir, negar, la predicación de un supuesto profeta, el cual, por consiguiente, en esta circunstancia, revela ser un falso profeta. Y viceversa, ningún profeta puede tener jamás la presunción de corregir o rechazar el Magisterio, ni siquiera apelando a la Biblia o a la Tradición. Se revelaría con eso mismo como un falso profeta.
----------Sin embargo, si el Magisterio nos ayuda a discernir los verdaderos de los falsos profetas desde el punto de vista doctrinal, esto no impide que pueda darse en el Magisterio, en ciertas circunstancias, un enfoque pastoral imprudente o equivocado, tolerando o dando algún reconocimiento a personajes de éxito, que pasan por profetas o poseen algunas dotes que concurren a la vocación profética.
----------En este caso particular, le corresponde entonces al fiel común, o bien a otra autoridad eclesiástica iluminada, o a algún buen teólogo, vigilar y comportarse en consecuencia, lo que no significa asumir un criterio de juicio doctrinal independiente respecto al juicio doctrinal del Magisterio, cosa que le haría automáticamente caer en el error del falso profeta, sino que significa valerse del mismo criterio de valoración doctrinal, que por hipótesis (hablamos hipotéticamente) no ha sido utilizado por la autoridad eclesiástica, la cual, con imprudente conducta pastoral, ha dado crédito o ha concedido espacio al falso profeta.
----------Sin embargo, estos casos dolorosos son muy raros. Tarde o temprano, antes o después, el falso profeta es desenmascarado y castigado, como siempre ha ocurrido con los herejes, los cuales casi siempre al principio, debido a su diabólica astucia, engañan a la misma autoridad de la Iglesia.
----------Sigue siendo famoso el caso del sacerdote español Miguel de Molinos Zuxia [1628-1696]. Causó sensación en el siglo XVII. Parecía un gran místico y se atrajo la admiración de media Europa y luego se descubrió que era un impostor. El discernimiento de la verdadera profecía a menudo no es fácil y requiere tiempo. Sucede que algunos buenos teólogos señalan el peligro, pero durante mucho tiempo no se les escucha, porque la Santa Sede es presionada por los numerosos partidarios del astutísimo e influyente hereje. Por eso se dice que "Roma avanza con los pies de plomo"; aunque, si estuviera más despierta, no sería malo.
----------Hoy en día, el falso profetismo es un aspecto del modernismo, y precisamente por el modernismo está siendo financiado. Más específicamente, se refiere al protestantismo, quizás con el pretexto del ecumenismo. Este profetismo, por lo tanto, de buena gana se remite directamente a la Biblia para confundir y engañar al Magisterio, valiéndose eventualmente de exégetas modernistas y filo-protestantes exitosos.
----------De esta manera, lamentablemente, prospera hoy un ecumenismo, que no refleja el auténtico ecumenismo promovido por el Concilio Vaticano II, el cual auspiciaba que los hermanos separados, corrigiéndose de sus errores, entraran en la Iglesia católica. Por el contrario, el falso ecumenismo, en boga desde hace más de cincuenta años, favorecido por estos falsos profetas, se precave bien de corregir a los protestantes, por lo cual en realidad sucede que en lugar de ser los protestantes los que se acercan a Roma, son muchos los católicos que, aún conservando el nombre de católicos, son de hecho protestantes.
----------Por otro lado, la solución no es ni siquiera la de querer corregir el Magisterio doctrinal en base a una apelación directa a la Tradición con la acusación de que el Magisterio habría roto con la Tradición, cosa que para un católico es impensable. Así, por un lado tenemos a los profetas modernistas que critican el Magisterio en nombre de Lutero, mientras que por el otro lado, tenemos a ciertos tradicionalistas, muy poco iluminados, que pretenderían reclamar al Magisterio que cumpla su deber de maestro de la fe.
----------En cambio, nuestra esperanza, y para ello invocamos al Espíritu Santo, es que el Santo Padre, con un enfoque y una actitud verdaderamente imparcial, "sin inclinarse ni a la derecha ni a la izquierda" (Dt 5,32), valiéndose de su supremo oficio de Maestro de la fe y su autoridad de Pastor universal de la Iglesia, pueda por fin arrojar luz sobre esta intrincada situación conflictiva, y pueda traer paz y concordia en este clima sobreexcitado de tensión entre estas dos facciones que dividen a la Iglesia, recordando a todos que la Escritura y la Tradición son, sí, las fuentes de la Revelación, pero en cuánto unidas (in unum coalescunt, dice el Concilio), mediadas, interpretadas y enseñadas por el supremo Magisterio de la Iglesia.

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