jueves, 23 de enero de 2020

¿Por qué callan?

¿Qué es lo que detiene a tantos prelados, obispos y cardenales, para hacer oír públicamente su voz autorizada como Sucesores de los Apóstoles, en apoyo de los poquísimos valientes Cohermanos, que se han expresado oportunamente con tanta sabiduría y al mismo tiempo filial y sincero respeto por el Vicario de Cristo, para el consuelo y la iluminación de los fieles y por el bien del alma del mismo Sumo Pontífice?

----------¿Piensan tener razón los demás, por el hecho de ser una larguísima mayoría respecto de los apelantes? ¿Pero acaso la sabiduría y la prudencia están siempre de parte de la mayoría? ¿Acaso es que no han podido ser capaces de juzgar de cuanto ha sucedido? Pero entonces, ¿quién los ha promovido obispos y cardenales? ¿Para juzgar sobre qué cosa? ¿Sobre partidos de fútbol o juegos bursátiles?
----------¿Por qué están callados? ¿De qué tienen miedo? ¿De la ira del Papa? ¿De ser degradados? ¿De perder el birrete cardenalicio o la sede episcopal? ¿Y la ira divina no existe? ¿Temen la desaprobación de los modernistas? ¿Temen que la masonería recorte los fondos o suspenda los financiamientos? Todos motivos abyectos y mezquinos, admitido que sean ciertos, al menos en parte, como me temo que lo son.
   
Giro argumental final
   
----------No dejamos de esperar. Es necesario hacer un esfuerzo de comprensión a la luz de la fe. ¿A dónde Francisco está conduciendo la barca de la iglesia? Me viene en mente el relato evangélico de Cristo, quien, a bordo de una barca junto con los apóstoles en un mar en tempestad, está durmiendo, mientras la barca es sacudida por las olas. Esta escena representa con exactitud la situación de la Iglesia de hoy, como dijo en su momento el cardenal Burke, quien sin embargo fue demasiado lejos, diciendo que faltaba el timonel. Y fue así que el Papa lo degradó de Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica a asistente espiritual de la Orden de Malta, subsecuentemente maltratado por el propio papa Francisco.
----------Quisiéramos hacer lo que hicieron los Apóstoles, y decir: "Maestro, ¿no te importa que muramos?" (Mc 4,38). Sin embargo, una demanda de ese género es indiscreta. ¿Se podría temer jamás que Cristo dejara de cumplir su obra salvífica mediante la Iglesia y en la Iglesia? ¿Y si un Papa no obedece a Cristo?
----------Ésta es la angustiosa demanda o pregunta que los mejores entre nosotros hoy se plantean. Pero lamentablemente no siempre existe claridad en el distinguir dónde el Papa puede equivocarse y por lo tanto puede ser criticable y dónde no puede equivocarse, por lo cual rechazarlo, desafiarlo o contradecirlo en este campo sería desobediencia, cisma o herejía. Para algunos, en efecto, el Papa está bien así como está porque no creen en la infalibilidad pontificia, sino porque a ellos les parece que el Papa les satisface o les contenta en sus deseos mundanos. Algunos en cambio encuentran fallas en todo lo que hace, porque ellos son arrogantes alborotadores. Pero quienes ven la situación objetivamente, son los verdaderos católicos, y saben cuáles son los límites de la autoridad del Papa, y no pueden evitar sufrir precisamente porque quieren bien al Papa y a la Iglesia.
----------Es cierto que Cristo escandaliza, pero ¿a quién escandaliza? A los fariseos, a los hipócritas, al mundo. Pero su mensaje es en realidad divina sabiduría. En cambio, el problema es que Francisco escandaliza a los buenos fieles. Y esto no es efectivamente educativo. Sin embargo, permanece que cuando efectivamente nos representa a Cristo, él deviene, por así decir, "escandaloso" como Cristo y entonces así estamos.
----------Lo mismo debemos decir en referencia a Jesús que duerme. Si es Jesús quien duerme en Francisco, ¡bienvenido el sueño de Francisco! Invoquémoslo también a Francisco para que despierte. Pero si tenemos fe y Jesús duerme en Francisco, debemos dejarLo dormir. No nos corresponde a nosotros despertarlo. Francisco es como Jesús en la barca. Se despertará por sí solo en el momento justo. De hecho, Él ya está despierto. Somos nosotros los que tenemos necesidad de ser despertados.

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