Terminamos con la consideración de los cinco atributos que, según decíamos en notas anteriores, caracterizan la actual crisis de fe.
----------Secularismo. Observamos que la fe ha perdido su orientación especulativa, contemplativa, espiritual, trascendente, sobrenatural, escatológica, aunque se continúen usando estos términos, como lo hace Rahner, pero falsificándolos y secularizándolos. En realidad Rahner -y lo dice explícitamente- no cree en absoluto en la inmortalidad del alma y en una vida después de la muerte, sino que para él, la salvación está solo aquí.
----------Dios no está por encima ni más allá de la historia, sino solo en la historia. No existe otro mundo más allá de éste y superior a éste, sino que el cristianismo es solo para este mundo que es el único mundo. No hay nada sagrado además de lo profano, sino que lo mismo profano es sagrado (Rahner). El sacerdocio no está fundado por Cristo, sino que emana del Pueblo de Dios ("Iglesia desde abajo"), por lo cual no existen jerarquías ("estructura piramidal"), sino que todos somos hermanos igualmente sacerdotes (Schillebeeckx). La acción de la Iglesia es una acción política y no sobrenatural (teología de la liberación).
----------Cristo no trasciende al mundo sino que es el vértice evolutivo del mundo -"Punto Omega"-: cristología "cósmica" (Teilhard de Chardin). De hecho, no es el espíritu (divino) el que crea la materia, sino que es la materia que se transforma en espíritu y se convierte en Dios (nuevamente Teilhard, con referencia a Darwin, Schelling y Bruno).
----------Modernismo. Todas estas ideas y perspectivas son elaboradas en la convicción de ser modernas y de impulsar un diálogo y un encuentro con la modernidad, sobre la huella del enfoque innovador del Concilio. La idea en sí misma es buena, pero el problema es que aquí la "modernidad", en lugar de ser vista como un complejo de datos para ser tamizados a la luz del Evangelio, a través de lo cual mantener lo positivo y rechazar lo negativo, es considerada en sí misma un absoluto, a la luz del cual tomar del Evangelio sólo aquello que se concilia con la modernidad. Es el gravísimo error del modernismo de ayer y de hoy.
----------Surgen espontáneas y filiales sugerencias a los obispos: el Colegio de los Obispos en unión con el Papa continúa y continuará constituyendo siempre la guía infalible de la fe católica, sea cual sea el modo con el cual el Magisterio se exprese, simple o solemne, ordinario o extraordinario. Puede equivocarse sólo el individual obispo o un grupo de obispos (por ejemplo, una conferencia nacional) si no están en comunión con el Papa. Por lo tanto, corresponde a los obispos, fraternalmente unidos en la colegialidad, remediar esta grave crisis de fe. No en vano Benedicto XVI anunció el Año de la Fe y había planeado la publicación de una encíclica sobre la fe, si los modernistas, evidentemente alarmados, no lo hubieran detenido. Sin embargo, creo que es bueno que el Papa actual, además de haber publicado aquella encíclica sobre la Fe, Lumen Fidei, en 2013, implemente en toda su magnitud el proyecto del papa Benedicto, sin temor a los modernistas. Ellos son los que deben ceder, no ciertamente Roma.
----------Es necesario volver a tener una estima auténtica por la virtud teologal de la fe, que es el inicio de la salvación. Si la fe es sana y fuerte, entonces pueden ejercitarse todas las otras virtudes, ante todo la caridad. Pero si la fe es aguada o confusa con otras cosas por importantes que sean, todo se derrumba y nada se puede construir. La fe puede existir sin la caridad aunque con dificultad: pero la caridad no puede existir en absoluto sin la fe, si no quiere decaer a la mera filantropía, a la emoción o, peor aún, al desfogue de los instintos subjetivos. Pero la fe es verdad, por lo cual es necesario volver a tener respeto por la verdad, ciertamente en la caridad. Pero no existe caridad sin la verdad. El justo respeto por la conciencia subjetiva y por la libertad religiosa no debe ser excusa para despreciar la verdad objetiva, universal e inmutable. La Autoridad Eclesiástica debe saber conciliar sabiamente el respeto por la conciencia subjetiva con el cuidado del bien común en la doctrina de la fe, promoviendo la sana doctrina y apoyando a sus divulgadores y apóstoles, y refutando con buenas razones y de modo persuasivo los errores que continuamente surgen, oponiendo oportunos remedios y corrigiendo amorosamente con justicia a los que se equivocan y a los rebeldes.
----------Esta función de los obispos, aunque hoy sufre una grave crisis, es una función vital de esa Iglesia que ha fundado Cristo, garantizándole que no sería vencida por las fuerzas del infierno. Por eso, aunque hoy la situación sea angustiosa y escandalosa, como católicos estamos absolutamente seguros de que esta crisis será superada con la fuerza del Espíritu Santo por una Iglesia más santa y más fuerte que antes, verdadera luz de los pueblos y sacramento universal de salvación.
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