En una nota anterior veníamos preguntándonos ¿qué le está sucediendo al papa Francisco? Y mencionábamos tres señales. Continuemos, señalando otras.
----------Cuarto. A diferencia de los Papas precedentes, Francisco habla a menudo del demonio y no desde un perfil o punto de vista doctrinal, sino exquisitamente pastoral, en la línea de la espiritualidad ignaciana del discernimiento de los espíritus y de la lucha personal contra Satanás. Se diría que el Papa habla por experiencia. Él nos da, por lo tanto, indicaciones útiles y concretas sobre cómo actúa el demonio, se insinúa en nuestro espíritu, nos asusta, nos engaña, nos seduce, nos tienta al pecado y sobre cómo reconocerlo y expulsarlo. Pero parece que Francesco algunas veces ceda él mismo. Aquí está lo trágico, por lo que algunos lo toman calumniosamente por el Anticristo. Es necesario aquí que apliquemos sus propias enseñanzas contra el diablo.
----------Probablemente estos factores explican el por qué Francisco no llega a tomar las riendas de la Iglesia. Parece estar abrumado, pero al mismo tiempo parece que él mismo no está haciendo lo suficiente para detener el desastre. No logra sanar los conflictos internos, sino que con su parcialidad, los exaspera. Parece que la conversión sea solo para los católicos, pero no para los no católicos. Insiste demasiado en la diversidad y demasiado poco en la unidad. Predica la misericordia y el diálogo, excepto para arremeter en tono ofensivo contra los tradicionalistas. Predica la comunión, la caridad y la fraternidad, pero no aclara sobre qué base de verdades comunes deben fundarse estos valores.
----------Obtiene éxito no como Papa, sino como personaje brillante que sabe satisfacer los gustos, las ideas y los intereses de las multitudes influenciadas por los modernistas, por los mundanos, por los rahnerianos, por los freudianos, por los comunistas, por los masones, por los luteranos, por los islámicos y por los agnósticos y -último descubrimiento- por los magos, por los hechiceros y por los idólatras de la Amazonia.
----------Parece que la Iglesia del papa Francisco, bajo pretexto de la "acogida", del diálogo y de la construcción de puentes, no es una sociedad jerarquizada y bien ordenada, para pertenecer a la cual son necesarias precisas condiciones; no es una ciudad bien defendida por murallas, sino que coincide con el mundo mismo, donde puede entrar todo y lo contrario de todo. Salvo luego para marginar o para regañar a los pocos que señalan cuáles son las condiciones mínimas y necesarias para pertenecer a la Iglesia.
----------Francisco ha dicho recientemente que la Iglesia "no es una fortaleza, sino una tienda". Ahora bien, todos saben que la delimitación o los muros de una casa no sirven para permanecer cerrados en ka casa, sino para defenderla de los ladrones; la fortaleza de una ciudad no se usa para prohibir el ingreso a los bien intencionados, sino para defenderla de las tropas enemigas.
----------Es claro que la Iglesia está pronta y dispuesta a acoger a todos, porque todos están llamados a la salvación y no podemos salvarnos si no pertenecemos consciente o inconscientemente a la Iglesia. Pero con un pacto, una condición: que quien entra desee verdaderamente salvarse y no quiera destruirla desde el interior, como desde hace un tiempo lamentablemente viene sucediendo. Hoy, sin embargo, el católico despierto no puede sino hacer suyo el lamento del Salmista a propósito de la viña del Señor: "¿Por qué has derribado sus cercos para que puedan saquearla todos los que pasan? Los jabalíes del bosque la devastan y se la comen los animales del campo" (Sal 80,13-14).
----------La Iglesia del papa Francisco, por otra parte, no parece tener miras religiosas, espirituales, ultraterrenas, sobrenaturales y celestiales, de vida eterna, sino solo fines económicos, sociales, políticos, populistas, ecológicos, terrenales, humanistas completamente inmersos en el devenir de la historia.
----------No parece ofrecer al mundo un mensaje verbal y conceptual divino, revelado, custodiado infaliblemente por la Iglesia, universal, absoluta e inmutablemente verdadero, formulado en dogmas o artículos de fe, obligatorio para todos en vista a una salvación eterna, sino que debe "escuchar" al mundo, volverse atrayente al mundo, apreciar al mundo o, como se dice, la "modernidad", amalgamarse con el mundo, tomar y recibir del mundo, convivir con las otras religiones sin pretender superioridad, ni corregirlas ni conducir a sus adeptos al catolicismo.
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