Una espina en el costado de la Cristiandad medieval, y aún más allá del Medioevo, hasta hoy incluso, siempre ha sido la confrontación con el Islam. Es un misterio cómo durante quince siglos Dios ha permitido la existencia de una formación religiosa tan temible y agresiva, extendida sobre un inmenso territorio, fuerte en un sinnúmero de fieles y todavía en crecimiento, incluso capaz de penetrar astutamente en el mundo cristiano no tanto con la fuerza de las armas como con la seducción de las ideas.
----------Resulta difícil comprender cómo es posible que durante tantos siglos y siglos haya podido ejercer tal atracción un hombre como Mahoma [570-632], hombre indudablemente piadoso, como reconoce el propio Concilio Vaticano II, pero también violento, sensual y belicoso, dotado de grandes dotes organizativas y de mando, pero que, cuando se le parangona con la personalidad infinitamente superior de Nuestro Señor Jesucristo, no resiste absolutamente ninguna comparación.
----------Consideremos por otra parte los inmensos frutos producidos por el cristianismo en dos mil años de historia en todos los campos de la vida humana, en las ciencias, en las artes, en las costumbres, en la cultura y en la sociedad, frutos de los cuales se sirve ampliamente el mundo islámico, inmensamente inferior también en este campo, y por eso nuestra pregunta se vuelve mucho más apremiante.
----------Ciertamente, el Medioevo reaccionó al Islam, pero sobre todo con la guerra, aunque se trataba de una guerra defensiva, mientras que escasas e ineficaces han sido las misiones, también debido a la obstinación y torpeza fanática de la fe islámica. Sin embargo, debemos esperar que la Iglesia renovada a partir del Concilio Vaticano II pueda obtener mejores resultados también con la atención a los aspectos positivos del Islam, atención de la que en verdad se carecía en la Cristiandad medieval.
----------Un aspecto del Medioevo cristiano que, en cambio, nos asombra a nosotros los modernos, habituados desde finales de la Edad Media al avance cada vez más rápido del progreso científico y tecnológico, es la desatención de los medievales a esta dimensión de la actividad humana que, por cierto, es claramente ordenada por Dios en el Génesis: "Dominad la tierra".
----------Debemos reconocer con franqueza que, durante milenios, las condiciones materiales del hombre han sido poco más o menos las mismas, hasta el momento del surgimiento de una deliberada y metódica voluntad de progreso científico y tecnológico, cuyos primeros albores se tuvieron ya en los maestros parisinos y oxonienses del siglo XIV, como Roger Bacon [1220-1292] y Roberto Grosseteste [1175-1253], seguidos después por investigadores cada vez más geniales o emprendedores, sobre todo a partir del Humanismo, y luego con René Descartes [1596-1650] y Galileo Galilei [1564-1642].
----------Pero en verdad, los principios de este vertiginoso y riquísimo progreso el Medioevo los poseía ya en la sabiduría griega de Pitágoras [570-495 a.C.] y Aristóteles [384-322 a.C.], pero hoy nos cuesta entender por qué durante tanto tiempo no se pensó en hacer fructificar estos principios. Quizás aquí debamos encontrar un límite de la espiritualidad del Medioevo, que no era consciente como hoy lo somos nosotros, a la luz de la misma Palabra de Dios, del hecho de que el Reino de Dios está ciertamente en su plenitud futura más allá de esta vida mortal, pero que sin embargo puede y debe comenzar ya en esta tierra.
----------En cambio, la Cristiandad medieval parece estar más que bajo la órbita de la antropología aristotélica, por otra parte cristianizada por el Aquinate, bajo un sutil influjo del dualismo y del rigorismo platónico que propone una salvación del alma no sobre la base o en concomitancia de la salud del cuerpo y por tanto del dominio sobre lo creado, sino en cierto modo subestimando el servicio que el mundo mismo habría podido prestar al progreso hacia el Reino de los cielos. Esto de alguna manera ya había sido intuido por la antigua sabiduría romana con su famoso lema "mens sana in corpore sano".
----------Sin embargo, sucedió que, cuando con el Humanismo, el Renacimiento y el inicio de la era moderna de la ciencia y de la tecnología, el hombre ha tomado conciencia de su poder sobre lo creado, él se enamoró narcisistamente de tal poder suyo y ha terminado por olvidar a ese Dios que lo ha creado, y de tal modo la modernidad ha abandonado neciamente la alta sabiduría religiosa medieval, que hoy necesita urgentemente recuperar precisamente para salvar las conquistas del hombre y la existencia del hombre sobre la tierra, como advierte el propio Concilio Vaticano II.
----------Con el surgimiento del luteranismo, la Europa cristiana se ha encontrado trágicamente destrozada en sí misma. Esto ha puesto fin a la unidad de fe de la cristiandad europea, pero al mismo tiempo Dios, gracias a los descubrimientos geográficos, abrió a la Iglesia nuevos e inmensos campos de evangelización. De ahí la expansión del cristianismo en vastísimos territorios que nunca jamás habían oído hablar de Cristo.
----------La necesidad que se plantea hoy con la exhortación hecha por los Papas a la nueva evangelización, a la inculturación de la fe y a la recuperación de las raíces cristianas de Europa, es la de tomar ejemplo de la fe de los medievales para vivirla en aquellas modalidades que se han creado en los siglos siguientes hasta hoy, para que la Iglesia, sobre todo a la luz del Concilio Vaticano II, pueda avanzar ulteriormente en la historia hasta el encuentro final con Cristo que viene.
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