viernes, 17 de enero de 2020

Por un sano tradicionalismo unido a un sano progresismo

Sigue siendo famosa la frase del papa san Pío X [1903-1914], que decía, aunque en una conversación privada y no en un documento oficial, que el católico no puede sino ser tradicionalista. Sin embargo, si comparamos eso que coloquialmente dijo san Pío X con aquel ataque a los "tradicionalistas" hecho por el papa Francisco, por ejemplo en aquel recordado discurso suyo en uno de los sínodos de obispos sobre la familia, podría parecer que haya corrido mucha agua bajo los puentes en el Magisterio pontificio.

----------En realidad, el modo como estoy iniciando esta nota es demasiado genérico, y además estoy usando de manera muy vaga la expresión "magisterio de la Iglesia", aplicándola a dos situaciones tan diferentes, como aquel coloquio privado del papa Sarto y la otra situación, cuando el papa Bergoglio usó la palabra "tradicionalistas" en un contexto mucho más formal y magisterial. A decir verdad, más allá de las legítimas o discutibles preferencias u opiniones personales de los dos Papas, debemos hacer algunas precisiones, al final de las cuales, espero, nos demos cuenta de que la distancia, por no decir la aparente oposición entre ambos Pontífices, no es tan grande como a primera vista podría parecer.
----------Por cierto, aquel discurso del papa Francisco en la clausura de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, el día 18 de octubre de 2014, debería ser muy tenido en cuenta no sólo por el tema que me ocupa en esta nota, sino también por otros motivos: no sólo condena a los "tradicionalistas" (ya diremos a quienes se refiere), sino también al "buenismo" de "los progresistas y liberales", y también a quienes descuidan la fiel custodia del "depositum fidei", todas expresiones del Santo Padre a las que deberíamos prestar más atención, sobre todo en la actualidad, a seis años de aquel discurso.
----------En efecto, preguntémonos qué querían decir los dos Papas al hablar de "tradicionalistas", o de "amor a la tradición". ¿Pero qué tradición? ¿Tradición en qué sentido? Y además, "amor" ¿cómo y cuánto?
----------Debería inmediatamente resultar evidente, para el católico instruido y atento a los hechos eclesiales de hoy, que el término "tradición" se entiende en dos sentidos diversos, a tal punto que, aclarando los respectivos significados del mismo término, podríamos estar seguros de que los dos Papas se habrían dado la razón el uno al otro. De hecho, mientras el papa san Pío X se refería claramente a la Sagrada Tradición, la cual, junto con la Escritura, es fuente de la divina Revelación, custodiada e infaliblemente interpretada por el Magisterio de la Iglesia, en cambio, el papa Francisco evidentemente, en el mencionado discursos del 2014, se refería a otra concepción de la tradición
----------La exacta afirmación del papa Francisco fue en aquella ocasión la siguiente: refiriéndose a los trabajos que culminaban en aquél Sínodo de Obispos, y aludiendo en concreto a los "momentos de desolación, de tensión y de tentaciones", mencionó el primero de esos momentos: "la tentación del endurecimiento hostil, es decir, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos aún aprender y alcanzar. Desde los tiempos de Jesús, es la tentación de los celantes, los escrupulosos, los diligentes y de los así llamados —hoy— 'tradicionalistas', y también de los intelectualistas".
----------Es evidente que con esas palabras de aquel recordado discurso el papa Francisco estaba condenando no aquel "amor por la Tradición" que es amor a una de las fuentes, junto con la Sagrada Escritura, de la divina Revelación, vale decir, el Santo Padre no condenaba a los "tradicionalistas" a los que se había referido el papa san Pío X, sino a un cierto "tradicionalismo" que, malinterpretando la Sagrada Tradición, o tomándola como pretexto, niega por ejemplo la infalibilidad o la verdad, o se atreve a acusar de error o de posibilidad de error al Magisterio doctrinal del Concilio Vaticano II y, en consecuencia, al Magisterio que se refiere a él, de los sucesivos Papas, hasta llegar al presente felizmente reinante.
----------Si pensamos en la Sagrada Tradición, entonces es obvio que el católico no puede ser sino un tradicionalista. En efecto, se puede decir en cierto modo que todo el contenido de la doctrina de la fe es objeto de la tradición apostólica, según el Nuevo Testamento, entendida al mismo tiempo como un acto del transmitir o del predicar de viva voz, tradere (Rm 6,17; 1 Cor 11,23; 15,3; 2 Tm 2,2; Jd 3), y contenido de la predicacióntraditum (1 Cor 11,2; 2 Ts 2,15; 1 Tm 6,20). En efecto, Cristo no ha dicho a los apóstoles "escribid" o, como haría un maestro de escuela: "tomen apuntes", sino: "predicad", y además a viva voz, hasta el fin de los siglos, ya que entonces no existían los modernos medios técnicos de comunicación oral. Sin embargo, el anuncio de la Palabra de Dios a viva voz, no obstante la existencia hoy de refinados y potentísimos medios de comunicación, sigue siendo siempre de primordial importancia, que podríamos decir casi sacramental.
----------Piénsese en la homilía del sacerdote en la Santa Misa o en las palabras del confesor en el curso de la confesión. Transmiten una especial gracia de luz ligada al sacramento, aunque se trate de un sacerdote sin títulos académicos, como un san Juan María Vianney [1786-1859] o un san Pio da Pietrelcina [1887-1968]. Por eso la Iglesia nos dice que la Misa escuchada en TV, como si de un simple espectáculo se tratara, no tiene el mismo valor espiritual que aquella escuchada en la presencia física del celebrante y ni siquiera es posible confesar por teléfono, así como telefoneamos al médico para pedirle una opinión o una ayuda.
----------Es del todo comprensible, por otra parte, que los mismos Apóstoles, para conservar una mejor y más fiel memoria, hayan después pensado en poner o hacer poner por escrito las palabras del Señor. Y así ha nacido el Nuevo Testamento, o bien la Escritura, que se ha añadido a la del Antiguo Testamento, nacido del mismo modo, aunque no faltan circunstancias en las cuales Dios mismo manda escribir (por ejemplo Dt 6,9; 11,20). También en el Apocalipsis el Señor manda escribir (19,9: 21,5).
----------Sin embargo, la orden de Nuestro Señor Jesucristo de predicar y, por lo tanto, de transmitir a viva voz, sigue siendo siempre válida. En efecto, es el Magisterio divinamente asistido por el Espíritu Santo, Magisterio que, por orden de Cristo, tiene la tarea de conservar, de interpretar y de explicitar infaliblemente los datos tanto de la Tradición como de la Escritura: "Quien a vosotros escucha, a mí me escucha" (Lc 10,16). Se equivocó, por lo tanto, Martín Lutero [1483-1546], al querer interpretar la Escritura sin tener en cuenta la mediación de la Iglesia, y se equivocó monseñor Marcel Lefèbvre [1905-1991] al querer interpretar la Tradición sin tener en cuenta aquellos desarrollos que fueron aportados por el Concilio Vaticano II.
----------Es ciertamente a este tipo de tradicionalismo al que el papa Francisco se refirió en el mencionado discurso al Sínodo en 2014. Sin embargo, debemos decir que no todo tradicionalismo está equivocado. En efecto, nada ni nadie nos impide concebir un sano tradicionalismo, el cual, sin rechazar en absoluto las nuevas doctrinas del Concilio correctamente interpretadas, manifiesta un especial interés por tradiciones preconciliares todavía válidas, sobre todo si están vinculadas a la inmutabilidad del dogma, las cuales podrían ser retomadas y revalorizadas con utilidad para la Iglesia de nuestro tiempo.
----------Los lefebvrianos confunden con el modernismo (que también está presente en el catolicismo de hoy) ese sano progresismo en la doctrina y en la vida cristiana, que ha sido promovido por el Concilio Vaticano II, que puede hacernos hablar de un sano progresismo, como por ejemplo el de un Jacques Maritain [1882-1973], de un Joseph Ratzinger y de un Yves Congar [1904-1995], junto a un sano tradicionalismo, como ha sido el del Siervo de Dios Padre Tomas Tyn [1950-1990], un verdadero tradicionalista postconciliar.
----------La expresión "tradicionalista postconciliar" significa que un sano tradicionalismo no incomoda en absoluto en la Iglesia del postconcilio, sino que, recordando y conservando lo que no puede morir ni cambiar, hace una contribución válida e indispensable al bien de la Iglesia, en reciprocidad con un sano progresismo, que brota de de lo que no cambia ni pasa; mientras, a la inversa, un mal tradicionalismo detiene el camino de la historia, no comprende el valor de lo nuevo, momifica lo perenne, confunde lo inmutable con el inmovilismo, la firmeza con la rigidez, lo sólido con lo petrificado, el conservar con el conservadurismo, la fidelidad con lo obsoleto, el progreso con la subversión y, por estar detenido en el pasado, no es capaz de captar los valores y los problemas del presente y las esperanzas del futuro.
----------Deseamos al Santo Padre, que se encuentra en medio del amargo conflicto entre modernistas y lefebvrianos, pueda trabajar eficazmente, con la intercesión de María Reina de la Paz, por la reconciliación entre estos dos partidos contrarios, que están destrozando la Iglesia, para que la tradición y el progreso puedan trabajar juntos obedientemente por una sana renovación y una sana modernidad expandiendo la Iglesia hacia horizontes cada vez más amplios de justicia y de paz.

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