viernes, 10 de enero de 2020

Cómo acordar conservación y progreso (1/2)

En otros apuntes de este blog he hecho ya referencia a una sugestiva meditación del papa Francisco en la Misa matutina en Domus Sanctae Marthae, del 31 de octubre de 2017, de la que se pueden inferir las ideas que el Santo Padre tiene acerca de las tareas de conservación y progreso, ambas cosas necesarias en la Iglesia.

----------Puede progresar el viviente que tiene su propia estable identidad. De hecho, el verdadero progreso es el mejoramiento de las condiciones y de las actividades del sujeto. Lo que obviamente supone la conservación del sujeto. Es cierto que la vida es movimiento, es devenir, es cambio. Pero para que sea verdadera vida debe ser desarrollo o explicación en la dirección correcta del sujeto preexistente. El progreso, el movimiento, debe ser sano, es decir, ordenado y bien guiado y no patológico, desordenado o incoherente y divagante. Incluso un loco furioso está lleno de movimiento, pero nadie le envidia su condición.
----------El sujeto que divide o cambia negando la propia identidad o sea cesando de conservarse a sí mismo, inicia un movimiento que no comporta progreso, sino disolución o desintegración. Es el proceso que conduce a la muerte. Es cierto que el muerto ya no ejercita las actividades vitales. Sin embargo, la rigidez de la muerte no excluye en absoluto en el cadáver un devenir que es su disolución. Por tanto, el puro y simple devenir, el simple cambiar o mutar no es un bien en sí mismo. Cada devenir tiene una dirección.
----------No hay que confiar en un devenir confuso y contradictorio. Para verificar si se trata de progreso y no de corrupción, es necesario ver hacia dónde tiende. Si tiende a mejor, es progreso; si tiende a peor es regresión. En definitiva, es necesario que sea el devenir, el desarrollo o el acrecentamiento o el mejoramiento de un sujeto que se supone mantiene en existencia su propia identidad. De lo contrario, el devenir no es vida sino muerte, no es progreso sino regresión, no es evolución sino involución, no es avance sino retroceso, no es crecimiento sino decadencia.
----------La preocupación por conservar la propia identidad supuestamente sana, es una preocupación más que legítima y necesaria, que nada tiene que ver con el conservadurismo y no sé qué "cierre al otro". Esa preocupación falta en sujetos masoquistas y corresponde a aquello que en el reino animal es el instinto de conservación, sin el cual ese animal pronto sería destruido por los agentes contrarios.
----------Es necesario que el Papa, como sumo custodio, sostenedor, garante y moderador de la unidad, de la concordia y de la paz en la Iglesia, asuma sus propias responsabilidades. Debe ubicarse en la posición de juez imparcial que le corresponde, dando prioridad a los principios universales de la Iglesia, para que ambas partes del conflicto -lefevrianos y modernistas- puedan reconocerse como católicos.

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