domingo, 19 de enero de 2020

¿La Iglesia está acabada?

Que el título rimbombante no asuste al lector. No soy un sedevacantista, ni un donminutelliano, ni un lefebvriano ni filolefebvriano, como para pensar como otros que en Roma hoy no hay Papa. Digo inmediatamente, por lo tanto, que el papa Francisco conoce bien su deber como Papa y lo practica. Sin embargo, el título del artículo, por impactante que sea, no lo he elegido por casualidad. Espero que el lector no interrumpa de inmediato la lectura y me deje explicar.

----------Desde hace tiempo, al indicar cómo debemos comportarnos con el Papa y cómo conciliar las opuestas facciones que están destrozando la Iglesia, me da la impresión que me encuentro caminando por un camino casi en solitario, junto con algunos poquísimos amigos. Sin embargo, es el que indica el camino de la paz bajo la guía del común pastor, que es el Papa, Vicario de Cristo. Pero el caso es que los modernistas me desprecian y me ignoran, confundiéndome con un lefebvriano. Estos últimos, por su parte, visto que critico al Papa, se me acercan esperando capturarme, pero cuando se dan cuenta de que conmigo el truco no funciona, se vuelven contra mí con todo tipo de improperios.
----------¿Qué está sucediendo, en efecto, desde hace años? Que muchos observadores y estudiosos informados, objetivos e imparciales, pero también comunes fieles, sensibles al bien de la fe, de las almas y de la Iglesia, constatan hoy que en estos años de pontificado, el papa Francisco, no falto de dotes, sino por deseo, como parece, de éxito, atraído por el reformismo modernista y por un malentendido diálogo con el mundo, se ha dejado llevar, adulado por los colaboradores y por las muchedumbres mundanas, a tales imprudencias pastorales, que ahora se encuentra en tales estrecheces, que debe gestionar, tal como parece, una situación eclesial tan caótica, que se presenta como casi ingobernable.
----------Por supuesto, el Papa está ahí. Pero para nosotros, sus angustiados hijos, parece que estamos de algún modo privados del padre. Este es el sentido de ésta mi pequeña nota de hoy, que continuaré con otras, próximamente. Por lo tanto, no en el tono del juez, como ciertos fariseos pedantes y venenosos, sino en el tono dolorido y franco del afectuoso hijo, suplicante, sufriente y confiado. Y por eso la conclusión será, como es deber que así sea, optimista. Mientras tanto, sin embargo, miremos la realidad a la cara. Francisco ciertamente se da muchísimo por hacer, incluso de manera prodigiosa, dada su edad, con sus viajes, sus documentos, sus encuentros, sus continuos discursos, sus decisiones pastorales.
----------Predica la apertura hacia los pobres, los inmigrantes y los marginados, pero luego en la práctica mantiene contactos amistosos con todos los grandes poderes internacionales, tradicionales enemigos de la Iglesia católica, sin hacerles ninguna crítica: el mundo protestante, el mundo comunista, el mundo judío, el mundo islámico, la masonería. ¿Y con qué resultado? ¿Sería este el Papa de todos?
----------Los fanáticos del Papa lo presentan como gran renovador y profeta, mientras que en la práctica él deja correr todas las antiguas herejías hoy repintadas, cristológicas, trinitarias, eclesiológicas, antropológicas y morales.
----------En la Iglesia concede espacio a los modernistas y tolera corruptos de variado género, mientras golpea a los conservadores. Poco se preocupa por el área de los católicos normales, los cuales sin embargo, vista la conducta del Papa, se sienten desorientados y no ayudados por él, por lo que algunos se sienten tentados a desplazarse hacia la izquierda, mientras que otros se ven tentados a pasar entre los secuaces de mons. Lefebvre o de don Minutella o de mons. Viganò.
----------Le diría yo al papa Francisco: Santo Padre, ¿no le importa que sucedan estas cosas? ¿No se preocupa por sus hijos? Antes que la Iglesia "en salida" está la Iglesia en la propia casa. Una familia cuyos miembros se pelean entre sí, ¿qué cosa va a enseñar a las otras familias? Deténgase un momento a reflexionar. Haga menos y hágalo mejor. Nosotros, sus hijos, le preguntamos: ¿resuelve los problemas? ¿Aclara nuestras dudas? ¿Disipa los malentendidos? ¿Refuta errores? ¿Castiga a los rebeldes? ¿Convierte los corazones? ¿Hace crecer la iglesia? ¿La defiende de los enemigos? ¿Conforta y consuela nuestras almas que sufren, desconcertadas y escandalizadas? Con esto, no ignoramos todo el bien que está haciendo.
----------Pero, ¿es la suya verdadera misericordia o negligencia? ¿La suya es verdadera humildad o es desprecio por tu autoridad apostólica y renuncia a su responsabilidad como Vicario de Cristo? ¿Su apertura a todos es verdadera amplitud de corazón, verdadera universalidad franca y evangélica, o es un malabarismo oportunista entre posiciones opuestas? ¿El cambio que predica es una conversión, es una metanoia o es cambiar de rumbo al cambiar el viento? ¿Puede distinguir la rigidez del conservadurismo de la estabilidad e inmutabilidad de los principios? ¿Lo moderno del modernismo? Queremos creerlo, por supuesto, pero no siempre lo da a entender...

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