lunes, 29 de julio de 2024

La pastoral del Concilio Vaticano II

Frente a la grave estafa de la interpretación modernista del Concilio Vaticano II, que bajo el pretexto del cambiar el lenguaje y los modos expresivos, ha terminado por cambiar conceptos y doctrinas dogmáticas, una tarea eclesial que hoy aparece cada vez más urgente es la de corregir esta tendencia no sólo improductiva sino dañosa, no ciertamente retornando a los métodos del pre-concilio, como quisiera un tradicionalismo miope y atrasado, sino por el contrario recuperando con moderación algunos elementos esenciales y tradicionales hoy olvidados de la acción pastoral en sabia conjunción con las nuevas directivas conciliares, de tal modo de impulsar un programa y un método de evangelización y de formación cristiana en continuidad con los grandes maestros y pastores del pasado que han sabido, con la ayuda del Espíritu Santo, hacer crecer, difundir, defender y robustecer el cuerpo eclesial convirtiéndolo en verdadero signo de Cristo en el corazón del mundo. [En la imagen: otra fotografía de la procesión de ingreso de los Padres conciliares a la Basílica de San Pedro para la primera sesión, inaugural, del Concilio Vaticano II, el 13 de octubre de 1962].

¿Un Concilio solamente pastoral?
   
----------Es bien sabido por todos que el Concilio Vaticano II ha introducido en la Iglesia una profunda renovación de la pastoral, o sea del método de guiar al Pueblo santo de Dios hacia el Reino de Dios, y más en general del modo de anunciar y difundir el Evangelio en el mundo de hoy. Es de tal manera evidente y está de tal manera omnipresente este nuevo enfoque pastoral en los documentos conciliares, que algunos estudiosos, exagerando y cayendo en una visión parcial, han sostenido incluso que el Vaticano II ha sido un Concilio sólo pastoral, carente de novedades doctrinales, por lo cual la doctrina infalible del Concilio sería solamente la simple repetición o confirmación de dogmas precedentemente definidos.
----------Viceversa, las doctrinas nuevas son vistas con desconfianza porque no se las considera en continuidad con el Magisterio precedente. Pero ahora no quiero detenerme sobre esta cuestión, que ya he tratado en precedencia, en ocasión de haberme unido al parecer de aquellos estudiosos, por lo demás apoyados sobre las mismas declaraciones y enseñanzas de los Papas del postconcilio, según los cuales el Vaticano II no ha sido sólo pastoral, sino también doctrinal y no sólo eso, sino que también ha hecho avanzar la doctrina de la fe en la modalidad de la enseñanza "ordinaria", aunque esté ausente la forma "extraordinaria", o sea aquella propia de las definiciones dogmáticas explícitas y solemnes.
----------Pero aquí quiero detenerme sólo sobre la cuestión de las novedades pastorales del Concilio Vaticano II. También aquí han habido cambios, pero, a diferencia de los cambios doctrinales que se han producido en continuidad con la Tradición (y no podía haber sido de otra manera, digan lo que digan los lefebvrianos), en cambio podemos tranquilamente decir que en su línea pastoral el Vaticano II, respecto a ciertos aspectos, ha roto con el pasado y que incluso ha hecho bien en ello. Y sin embargo podríamos también preguntarnos: ¿pero acaso no ha roto también quizás demasiado?
----------A nadie se le escapa la novedad del enfoque pastoral del Vaticano II, tanto que algunos estudiosos, exagerando, han hablado incluso de "revolución" o de "subversión", parangonando la historia del Concilio a la de la Revolución Francesa. Algunos, incapaces de apreciar el progreso, y apegados de modo poco iluminado a la tradición, se han escandalizado viendo en las enseñanzas del Concilio una especie de cripto-modernismo, de lo cual viene su rechazo de las novedades conciliares; otros, influenciados por una concepción modernista del progreso, leyendo siempre en el Concilio una ruptura con el pasado, se han complacido con ello, como si la Iglesia en el Concilio, después de dos mil años de malentendidos, finalmente se hubiera dejado iluminar por la luz del Evangelio y la Iglesia por tanto no hubiera nacido con Jesucristo, sino sólo recién en 1962.
----------Por el contrario, es necesario decir, y a claras letras, que la acción pastoral de la Iglesia, en su esencia fundamental, no cambia a lo largo de los siglos, porque extrae inspiración del ejemplo divino y permanente de Cristo Buen Pastor. Sin embargo es verdad que en el curso de la historia el conocimiento del modelo ofrecido por Cristo progresa continuamente, ya sea gracias al desarrollo dogmático como a través de ciertos errores que son involuntariamente cometidos, como la aplicación de métodos pastorales que a la prueba de los hechos o a largo plazo se revelan inadecuados o incluso equivocados y contrarios al verdadero espíritu del Evangelio: se aplica aquí en cierto modo el proverbio: "equivocando se aprende". Baste pensar en la famosísima historia de la inquisición o en la historia del poder temporal de los Papas o en la historia de las Cruzadas, aún cuando tal vez existan hoy algunos que desearían una nueva batalla de Lepanto.
----------Ahora bien, el Vaticano II, como es sabido, bajo la inspiración del famoso discurso de apertura de san Juan XXIII, ha promovido una renovación de la acción pastoral y evangelizadoras de la Iglesia enfocada por dos principios fundamentales: primero, la comunicación del Evangelio a los hombres de nuestro tiempo con un lenguaje y modos expresivos adecuados y comprensibles, mediante la utilización de las diversas culturas a las cuales el mensaje es dirigido (inculturación). Segundo, una modalidad pastoral y evangelizadora dirigida sobre todo a la puesta en luz de los valores y de las verdades que la Iglesia tiene en común con el mundo moderno, haciendo prevalecer una actitud más bien de diálogo y de misericordia respecto a la actitud que había primado en el pasado, actitud de severidad y de condena.
----------Estas dos direcciones o principios fundamentales han impregnado e inspirado todos los documentos del Concilio, generando un giro profundo en la actitud de la Iglesia hacia el mundo moderno, y haciendo del Vaticano II verdaderamente un unicum totalmente original respecto a la historia precedente de los Concilios Ecuménicos , que siempre se concluían con el famoso anathema sit.
----------Tales direcciones, como ha sido percibido muchas veces en estas últimas décadas, han puesto remedio a una cierta costumbre moral farisaica, uniformista y rigorista, a una actitud de la Iglesia de excesiva separación de los acontecimientos de la historia moderna, de ignorancia frente a los problemas y los valores de nuestro tiempo, así como a una estasis escolasticista de la investigación y de la libertad en el campo de la teología.
----------Esta grandiosa y providencial renovación pastoral ha conducido a copiosos frutos en todo el mundo, pero, tratándose de disposiciones acerca de las cuales la Iglesia no es infalible, no deberíamos sorprendernos si a razón vista tuviéramos que notar algún defecto o algún procedimiento menos oportuno o no del todo prudente. Y de hecho, después de sesenta años de aplicación de las directivas conciliares, observadores serios y equilibrados de la situación eclesial contemporánea están obligados a reconocer en los mismos resultados obtenidos que no todo en aquellas directivas pastorales era sabio y pastoralmente eficaz.
----------Se trata del hecho que el Concilio Vaticano II, reaccionando oportunamente -como hubo de decir el mismo papa san Juan XXIII en el mencionado discurso de apertura- a un prolongado pasado en el cual la Iglesia había practicado una excesiva severidad contra sus hijos y una oposición exagerada al mundo moderno, intentó corregir esta tendencia desplazándose decididamente sobre la vertiente opuesta, la vertiente de la misericordia, del diálogo, de la comprensión y de la asunción de los valores presentes en las culturas, en la religiones y, en general, en los hombres de buena voluntad del mundo de hoy, en la esperanza de hacerse la Iglesia más atrayente y de poder difundir mejor el mensaje de la salvación.
----------Sin embargo, no se debe olvidar que los primeros siglos cristianos, es decir, la época de los Padres de la Iglesia, fue un período fertilísimo de benéfica confrontación con lo que entonces era el mundo moderno (la modernidad de aquellos siglos de la antigüedad), sobre todo la sabiduría de Roma y la filosofía de Platón, a lo que es necesario agregar la asunción crítica del pensamiento aristotélico hecha por santo Tomás de Aquino. La separación respecto al mundo moderno, como saben bien los historiadores, comienza después del Concilio de Trento, rico ciertamente en doctrina, pero sobre todo preocupado en condenar los errores, y el diálogo con el mundo se olvidará prácticamente hasta el Vaticano II. El fenómeno del modernismo fue más bien una tentativa de asunción de la modernidad, pero así como la operación fue conducida sin verdadero discernimiento crítico, el resultado fue un fracaso y no pudo menos que ser condenado por san Pío X.
----------El Concilio ciertamente no olvidaba la condena de los errores, ni la necesidad de aquella "buena batalla" que nos lleva a oponernos a las fuerzas del mal, y tampoco descuidaba las exigencias del ascetismo y del rigor moral. Sin embargo -y de ello nos hemos dado cuenta en las décadas subsiguientes- la impostación pastoral del Concilio estaba teñida aquí y allá de actitudes un poco ingenuas, un poco demasiado indulgentes, optimistas, y a veces también demasiado genéricas y superficiales en el evidenciar y en el poner en guardia contra los males, vicios y errores también siempre presentes en los hombres y en las sociedades de nuestro tiempo.
----------Se agrega el hecho de que desde el inmediato postconcilio hace pie con una fuerza impresionante toda una corriente que se autodenominaba, y también así se la llamaba, "progresista" -mejor sería llamarla "modernista"-, la cual, presentándose como intérprete del "espíritu" del Concilio, acentuó aún más, en lugar de -como habría debido hacer- corregir este defecto, provocando en las costumbres eclesiales un debilitamiento de las defensas inmunológicas, formas de sincretismo y relativismo y una tendencia moral al laxismo, al subjetivismo, al secularismo y al hedonismo -pensemos en la famosa "contestación" de los años setenta-, cuyos amargos frutos hoy estamos experimentando cada vez más en todos los ambientes de la vida eclesial, en el clero y en el laicado, desde la teología a la cultura, desde la familia a la sociedad, desde la escuela a los ambientes del trabajo, desde las comunidades religiosas a las asociaciones laicales.
----------Un grave fenómeno que se ha agregado ha sido ese nefasto equívoco, lamentablemente promovido por teólogos que habían trabajado como peritos en el Concilio, como por ejemplo Rahner, Schillebeeckx y Küng, según el cual, bajo el pretexto del cambiar el lenguaje y los modos expresivos, se ha terminado en el cambiar conceptos y doctrinas dogmáticas, que por el contrario se habrían debido religiosamente conservar y más bien defender y ulteriormente explicar y explicitar, como por lo demás había hecho el mismo Concilio, cuando el papa Juan, siempre en el mencionado discurso, había dicho clarísimamente que el Concilio habría debido simplemente explicar y expresar en modo nuevo ese mismo patrimonio de verdades de fe, inmutable e inviolable, que se habría debido transmitir inalterado a las generaciones del presente y del futuro.
----------Una tarea eclesial que hoy aparece por tanto cada vez más urgente es la de corregir esta tendencia no sólo improductiva sino dañosa, no ciertamente retornando sic et simpliciter a los métodos del pre-concilio, como quisiera un tradicionalismo miope y atrasado, sino por el contrario recuperando con moderación algunos elementos esenciales y tradicionales hoy olvidados de la acción pastoral en sabia conjunción con las nuevas directivas conciliares (esta obra providencial y podríamos decir profética se la puede rencontrar en la obra filosófica y teológica del Siervo de Dios padre Tomas Tyn, OP), de tal modo de impostar un programa y un método de evangelización y de formación cristiana en continuidad con los grandes maestros y pastores del pasado que han sabido, con la ayuda del Espíritu Santo, hacer crecer, difundir, defender y robustecer el cuerpo eclesial convirtiéndolo en verdadero signo de Cristo en el corazón del mundo.

41 comentarios:

  1. Reverendo Padre Filemón, gracias por sus páginas de reflexión. El mensaje que usted expresa es claro... y admirable la modalidad elegida... Sin embargo, permítame observar que el estilo adoptado desde hace algún tiempo puede ser poco útil para la verdad y de poco provecho para la edificación de quien lee. La expresión de un equilibrio calculado no es propiamente la cifra estilística a la que el mismo Cristo nos ha educado con su Palabra. Está sucediendo que en sede de pronunciamiento ministerial, se contradice abiertamente Palabra y Tradición. ¿Cómo se debe definir este dato incontrovertible? La abominación mencionada es grave en cuanto que perjudica el camino de los fieles, que, seguros de una procedencia tan lícita, emprenden caminos peligrosos para su salvación. ¡La dicotomía entre las categorías de "tradicionalismo" y "progresismo" es lo más irracional que se ha escuchado! Si es deber del cristiano dirigir su propia maduración en el surco de la Palabra y de la Tradición, qué "progresismo" puede ser nunca objeto de reflexión. ¿Acaso la Revelación necesita nuevos profetas como en un delirio neomontanista? Se podría pensar que Cristo, afirmando la continuidad con la tradición profética, hoy sería condenado precisamente como "tradicionalista". En algunos casos incluso ha dado "pasos atrás" respecto a ella (Mateo 19,7-12) En nuestra sociedad la puerta estrecha ya no es perceptible, porque su clave es la Cruz. Y si cerramos esa puerta...
    Saludos

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    1. Alejandra Di Virgili29 de julio de 2024, 16:24

      Sr Moisés: Excelente respuesta!... para quien tenga orejas y entienda...

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    2. En una sociedad caótica y confusa como ésta de los últimos tiempos, la verdad se ha convertido en un "optional". El lenguaje no considera necesario que exista la verdad, basta con correr sobre la ola del momento y la conciencia agradece haber sido liberada de su ardua tarea.

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    3. Excelente sr. Moisés. Esto es una lucha entre ortodoxia y heterodoxia. De un lado, los que mantienen la tradición, del otro los que impugnan los dogmas y la moral. Así de simple, aunque el buen Filemón no lo vea o no quiere verlo (sugiere habitualmente cerrar un ojo).

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    4. Estimado Moisés,
      le agradezco sus sabias consideraciones, que comparto plenamente.

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    5. Estimada Mariana,
      comparto sus sabios conceptos.
      Efectivamente, en nuestros tiempos la verdad es despreciada. Providencialmente nosotros, los católicos, gozamos de una guía indefectible para saber conducirnos en el camino de la verdad: las enseñanzas siempre infalibles del Vicario de Cristo cuando nos explica la Palabra de Cristo y el modo de llevarla a la práctica.

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    6. Estimado José,
      sus sentencias en blanco y negro deberían ser mejor discernidas y explicadas para captar sus correctos contornos, salvando los matices. Estoy seguro que usted podría ser capaz de salir de tales ideologismos.
      Por supuesto que en la Iglesia de nuestro tiempo está en juego la verdad, o sea de la ortodoxia y la heterodoxia. Y ese es el ámbito de la doctrina dogmática, en la cual el Papa y el Colegio Episcopal unido al Papa es indefectible en docencia.
      Otra cosa diferente es el ámbito pastoral-gubernativo-disciplinar de la Iglesia, ámbito en el cual, aunque fundado en la verdad, no está en juego la verdad, sino la prudencia y justicia de la autoridad competente, comenzando por la del Papa; ámbito en el cual el Papa es falible.
      La expresión "cerrar un ojo" es un sabio adagio popular, que no se refiere naturalmente a cerrar los ojos a la verdad, y en el caso de la Iglesia no se refiere al ámbito de la doctrina. Es un modo gráfico de ilustrar el modo de cumplir una de las siete obras de misericordia espirituales: tener paciencia con los defectos y pecados del prójimo. En referencia al Papa, el "cerrar un ojo" se refiere, naturalmente no a lo doctrinal (pues el Papa no puede sino ser ortodoxo siempre), sino al ámbito de lo gubernativo-pastoral-disciplinar, en el cual, como he dicho, el Papa es falible.

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  2. Excelentes pensamientos, padre, como siempre!

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  3. Tengo más confianza en el magisterio de 266 Papas que en el de uno solo... Habrá un motivo... CONTINUIDAD VS RUPTURA... Tienen ojos y no ven, oídos y no escuchan...

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    1. ¿Y me vas a decir que estudiaste el magisterio de 266 papas?... Ja, ja,...

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    2. Anónimo: ... serenidad y buena vida...

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    3. Pero si tenés ojos para ver, entonces ponete a estudiar en serio el magisterio...

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    4. Queridos amigos,
      Francisco no se aparta de la Sagrada Tradición en lo esencial, porque el carisma petrino se lo impide; sin embargo hace ciertas intervenciones imprudentes, que le hacen parecer un modernista, sin que realmente lo sea.

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    5. Pero, ¿qué está diciendo, Padre? ¿El carisma petrino impide su voluntad? ¡Ni siquiera Dios impide el libre albedrío!

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    6. Estimado Alejandro,
      es necesario distinguir.
      El carisma petrino garantiza que el Papa Francisco confirme en la fe a la Iglesia.
      La salvación eterna y la santidad personal del papa Francisco dependen también de su libre albedrío.

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    7. Veo que algunas de mis intervenciones han sido canceladas... Esto no le honra padre. Es el método del avestruz que no quiere ver el peligro... Pero es inútil. ¡El humo de Satanás se ha convertido en una densa niebla pestilente! Y poner la cabeza bajo la arena no cambiará el destino de todos nosotros. ¡Hay que luchar, no inclinarse ante el maligno, seguros de que el Señor pondrá orden a este caos infernal! Rezo para que vuelva atrás con su arrebato de orgullo, pues el Señor le recompensará...

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    8. Querido padre, pero si uno dice que el infierno no existe y luego que Jesús no era Dios durante su encarnación ¿cómo puede confirmarnos en la fe?
      Tomemos aquellas entrevistas del Papa con el difunto Scalfari...
      Usted me responderá que Scalfari ha malinterpretado, no ha entendido bien o incluso ha manipulado las palabras del Santo Padre, pero usted con un sujeto que se comporta así ¿continuaría tratándolo confidencialmente?
      ¿O al menos no lo reprendería públicamente?
      Si usted personalmente no lo niega y continúa sin temor a hacer sus confidencias a este personaje todo sugiere que lo que informa es cierto.

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    9. Pero, ¿qué dice, padre Filemón? La historia de la Iglesia que usted conoce dice todo lo contrario. Muchos Papas han sido vergonzosos en el comportamiento y también ha habido herejes. Usted miente sabiendo que está mintiendo. ¿Ha oído hablar del falso profeta?

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    10. Estimado Cristiano,
      se pueden tener ideas diferentes y ciertamente es lícito expresarlas, pero siempre con respeto y caridad hacia las personas.

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    11. Estimado Vicente,
      ¿pero usted cree realmente que el papa Francisco pudo haber dicho lo que escribía Scalfari en La Repubblica?

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    12. Estimado Alejandro,
      no existen los papas herejes.

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  4. Me parece que usted tiene una concepción muy rudimentaria e infantil del carisma petrino, me hace acordar a los que creen en los superhéroes de los comics. La silla de Pedro exige la conducta de Pedro.

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    1. Dicho de otro modo, el carisma de infalibilidad no es magia. No es un blindaje automático. Opera sólo en ciertas condiciones, estrictamente fijadas por el Concilio Vaticano I. Lo suyo es ultramontanismo, felizmente superado.

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    2. Estimado José,
      mi posición concerniente a la autoridad doctrinal del Papa integra la enseñanza del Vaticano I, que se limita a poner solamente el primer grado de infalibilidad pontificia, concerniente a la definición solemne de un nuevo dogma.
      Pero, a finde que usted pueda comprender con mayor claridad el valor del Magisterio pontificio, debería leer la Carta Apostólica Ad Tuendam Fidem de san Juan Pablo II, de 1998, donde son presentados también otros dos grados inferiores, en los cuales el Papa enseña la verdad de fe.
      El ultramontanismo, el infantilismo y la magia son, por tanto, acusaciones sin sentido, que me hacen entender que usted no ha leído el mencionado Documento Pontificio.
      Le invito, por tanto, a leer y meditar este documento:
      https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_1998_professio-fidei_sp.html

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    3. Padre Filemón, los únicos que interpretan así hoy en día al magisterio son los sedevacantistas, por eso no creen que Bergoglio sea papa. Es perfectamente posible que se deslice en el magisterio errores, como ya ha ocurrido, como la inclusión en la AAS de la aprobación por Francisco a la carta de los obispos argentinos sobre Amoris Laetitiae.

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    4. Estimado José,
      mi interpretación de la carta Ad Tuendam Fidem no está en absoluto a favor de los sedevacantistas, porque ellos, como los lefebvrianos y como usted, creen que el Papa no se equivoca solo cuando define solemnemente un nuevo dogma.
      Como ya le he dicho, el Concilio Vaticano I se refiere solo a este grado máximo de autoridad, pero los sedevacantistas, al igual que los lefebvrianos y al igual que usted, creen que en los niveles inferiores el Papa puede equivocarse para tener la posibilidad de rechazar el Magisterio del Concilio Vaticano II y el Magisterio de los Papas del postconcilio, con el pretexto de que en este Magisterio no existe ninguna definición solemne.
      Pero esta argucia no funciona, porque si usted lee bien la carta Ad Tuendam Fidem, verá que ella dice que el Papa no se equivoca ni siquiera en los dos niveles inferiores.
      Por cuanto respecta a la sentencia del papa Francisco con respecto a los obispos argentinos y su interpretación de Amoris laetitia, no se trata de doctrina, sino de pastoral. Y usted debería saber que en el campo de la pastoral un Papa puede cambiar lo que ha hecho otro Papa. De este modo, el papa Francisco da permiso, en algunos casos, para la comunión a los divorciados vueltos a casar, mientras que san Juan Pablo II lo prohibía.

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  5. He estudiado la ad tuendam a fondo, y no dice lo que usted dice. Ud tiene una gran habilidad para cerrar siempre un ojo. Cuidado que no le digan tuerto.

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    1. Estimado José,
      mi interpretación de la carta Ad Tuendam Fidem no está en absoluto a favor de los sedevacantistas, porque ellos, como los lefebvrianos y como usted, creen que el Papa no se equivoca solo cuando define solemnemente un nuevo dogma.
      Como ya le he dicho, el Concilio Vaticano I se refiere solo a este grado máximo de autoridad, pero los sedevacantistas, al igual que los lefebvrianos y al igual que usted, creen que en los niveles inferiores el Papa puede equivocarse para tener la posibilidad de rechazar el Magisterio del Concilio Vaticano II y el Magisterio de los Papas del postconcilio, con el pretexto de que en este Magisterio no existe ninguna definición solemne.
      Pero esta argucia no funciona, porque si usted lee bien la carta Ad Tuendam Fidem, verá que ella dice que el Papa no se equivoca ni siquiera en los dos niveles inferiores.
      Por cuanto respecta a la sentencia del papa Francisco con respecto a los obispos argentinos y su interpretación de Amoris laetitia, no se trata de doctrina, sino de pastoral. Y usted debería saber que en el campo de la pastoral un Papa puede cambiar lo que ha hecho otro Papa. De este modo, el papa Francisco da permiso, en algunos casos, para la comunión a los divorciados vueltos a casar, mientras que san Juan Pablo II lo prohibía.

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    2. Veo que usted cae repetidas veces en una falacia notable: ¨nosotros¨no decimos que el Papa no se equivoca sólo cuando define solemnemente un nuevo dogma¨, decimos que sólo es infalible (i.e., no PUEDE equivocarse) cuando habla ex catedra. Efectivamente, este dogma de la infalibilidad ha sido definido por el Concilio Vaticano I.
      Ud. extiende la infalibilidad a otras materias, con base en un documento de valor desigual, que el mismo autor Ratzinger ha definido como no autoritativo: "“Es cierto que este texto, en su conjunto, fue elaborado por la Congregación, propuesto en sus distintas fases en presencia del Cardenal y finalmente aprobado por él. Recibió también la aprobación del Santo Padre. Pero se estaba de acuerdo en que este texto no debía ostentar una propia condición vinculante, sino que se ofrecería sólo como una ayuda para la interpretación y, por consiguiente, no debía publicarse en la forma de un documento con autoridad propia (…). Nadie ha de sentirse constreñido autoritariamente por este texto”

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    3. El comentario anterior me pertenece

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    4. Estimado José
      la expresión latina ex-cathedra, significa simplemente "desde la cátedra de Pedro", es decir, se refiere al oficio del Papa como Sucesor de Pedro y por tanto como Maestro de la Fe.
      Por lo tanto, dado que, como he dicho, el Papa enseña la verdad en todos y cada uno de los tres niveles de autoridad, indicados por la Ad Tuendam Fidem, se puede decir que enseña ex-cathedra en todos y cada uno de los tres niveles. Un discurso análogo se debe hacer para la cualificación "infalible". ¿Qué significa "infalible"? Significa simplemente que lo que enseña el Papa, como Maestro de la Fe, es siempre verdadero, no puede cambiar y no puede ser desmentido.
      Ahora bien, la Ad Tuendam Fidem enseña que esta enseñanza del Papa es siempre verdadera en todos y cada uno de los tres niveles, por lo cual no es infalible solo en el primero, sino también en los otros dos.
      https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_1998_professio-fidei_sp.html
      El card. Ratzinger no dice que el Papa puede equivocarse en los dos niveles inferiores, sino que determina con precisión la autoridad de la Nota doctrinal de la CDF, la cual vincula a la conciencia católica, distinguiendo su propia autoridad (como Prefecto de la Fe) de la del Papa, aunque hable en nombre del Papa.
      Por lo tanto, debemos considerar que la enseñanza de la CDF no puede estar equivocada, ya que participa de la autoridad del Papa.

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    5. Disculpe pero en esto le voy a pedir que abra los dos ojos- Ratzinger dice textualmente que "Pero se estaba de acuerdo en que este texto no debía ostentar una propia condición vinculante, sino que se ofrecería sólo como una ayuda para la interpretación y, por consiguiente, no debía publicarse en la forma de un documento con autoridad propia (…). NADIE HA DE SENTIRSE CONSTREÑIDO AUTORITATIVAMENTE SOBRE ESTE TEXTO"
      Si no entiende esto, no se puede seguir conversando.
      En cuanto a su interpretación de la infalibilidad papal, no es la de la mayoria de los autores ni de los propios padres del Concilio Vaticano I.

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    6. Estimado José,
      tenga en cuenta que, diga lo que haya dicho Ratzinger en esa entrevista a la que usted hace referencia, el hecho es que la Nota Doctrinal de la CDF adjunta a la Carta Apostólica Ad Tuendam Fidem, del papa san Juan Pablo II en 1998, es vinculante para nosotros, los católicos, por las razones que le he expuesto en mis anteriores intervenciones.
      Ahora bien, suponiendo que su citación sea auténtica, dado que esas palabras no se han encontrado en los documentos oficiales, ya que Ratzinger se expresaría con cierta imprudencia, probablemente ante un periodista, entiendo que ha expresado una opinión puramente personal, que daña la autoridad de la CDF (hoy DDF). Así que no hay que tomar en cuenta estas palabras.
      En cambio, es mejor hacer referencia al texto auténtico de la Nota Doctrinal de 1998.

      Ahora bien, usted me dice: "Si no entiende esto, no se puede seguir conversando."
      Entiendo perfectamente lo que usted me dice, y lo veo acorde con su postura manifestada en este foro y en tantas otras ocasiones en publicaciones en la web. Y como la he entendido bien, se la he podido responder con claros argumentos de razón y de fe. Mayores detalles para más minuciosas respuestas usted podrá encontrar en los artículos de este blog en los que repetidamente he tratado de los temas a los que usted se refiere.
      Que usted pueda o no seguir conversando, depende exclusivamente de usted, en la medida que se avenga al plano católico de discusión, y se aleje del plano herético y cismático al cual evidentemente tienden sus posturas.

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  6. Sí, lo dicho, su parte floja es la exacerbación del dogma de la infalibilidad, que ningún autor sostiene. Es típico del ultramontanismo posterior al Vaticano I. Ni siquiera Billot sostiene esas posiciones. Pero bueno, a cierta edad es difícil abandonar prejuicios.

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    1. Estimado José,
      ya le he dicho y le repito que basta leer la Nota Doctrinal de la CDF a la carta apostólica Ad Tuendam Fidem de san Juan Pablo II de 1998. En ella se excluye absolutamente que en los tres grados de autoridad el Papa pueda equivocarse.
      La diferencia entre los tres grados radica solamente en el hecho de que la Iglesia propone una clasificación o graduatoria, relativa a la importancia de la doctrina y al énfasis o acento más o menos fuerte que la Iglesia quiere dar a la proclamación de una doctrina dada.
      El error del ultramontanismo consistía en el considerar al Papa infalible también en la pastoral. Por el contrario, el carisma de la infalibilidad concierne solo a la doctrina y no a la pastoral.
      Le recuerdo que Billot trabajó mucho tiempo antes del Concilio Vaticano II y por lo tanto muchos años antes de la Ad Tuendam Fidem.
      Para tener hoy una visión completa de la autoridad doctrinal del Papa, no basta el Vaticano I, sino que hay que tener presente el mencionado Documento de san Juan Pablo II.

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    2. Su lectura de la Ad Tuendam es completamente fundamentalista y retrógrada. En ningun lado el documento dice que en los tres grados de autoridad se comprometa la infalibilidad. Todos los autores posconciliares al Vaticano I fijaron con mucha limitación cuándo se compromete el carisma de la infalibilidad. Por eso tiene que hacer contorsiones (notadas por muchos comentaristas) para ¨maquillar el cadáver¨y hacerle decir a Bergoglio lo contrario de lo que dice, con justificaciones rayanas en el absurdo. Ser negador nunca es bueno, y menos para un filósofo.
      Lo dicho: es difícil abandonar los prejuicios (Santo Tomás diría los hábitos intelectuales) a cierta edad.

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    3. Estimado José,
      para ser precisos, nuestra discusión se centra sobre la Nota doctrinal de la CDF, en el apéndice a la Ad Tuendam Fidem:
      https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_1998_professio-fidei_sp.html

      Por cuanto respecta al uso de la palabra "infalibilidad", convengo en que es solo en el primer grado o apartado (n.5) que este Documento habla de "infalibilidad".
      Por cuanto respecta al segundo grado o apartado (nn. del 6 a 9) el documento habla de la verdad que "pueden ser infaliblemente enseñadas por el magisterio ordinario y universal de la Iglesia como sententia definitive tenenda.
      Por cuanto respecta al tercer grado o apartado (n.10) el Documento se expresa así: "A este apartado pertenecen todas aquellas enseñanzas -en materia de fe o moral- presentadas como verdaderas o al menos como seguras, aunque no hayan sido definidas con juicio solemne ni propuestas como definitivas por el Magisterio ordinario y universal".
      El hecho de que no venga usada la palabra "infalibilidad" no significa nada. Dado que se trata de materia de fe y/o de moral, es obvio que el Documento habla de enseñanzas verdaderas o al menos seguras.

      Le hago presente que la palabra "infalibilidad" significa simplemente que una vez que la Iglesia ha proclamado una verdad, incluso en este tercer grado o apartado, esta verdad es inmutable y no puede ser desmentida.
      El dogma del Vaticano I se detiene solo en el primer grado y no entra en la cuestión de la veracidad de los dos grados inferiores.
      Dado que con el Concilio Vaticano II los rahnerianos han comenzado a negar la posibilidad que el Papa enseñe la verdad también en los dos grados inferiores, san Juan Pablo II, haciendo añadir la mencionada Nota a su Carta Ad tuendam Fidem, nos ha hecho comprender claramente que el Papa no se equivoca tampoco en los dos grados inferiores.

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    4. Sí, JP II va a definir en una nota aclaratoria de valor hermenéutico que es infalible en otrss materias al igual que la definición solemne de un Concilio dogmático... por favor no sea ridículo.

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    5. José Mederos: en vez de sentenciar como Pontífice ex catedra... y de añadir insultos y cualificaciones insultantes..., alguna vez aportará usted algún argumento a los que paciente y sabiamente... una y otra vez... le está aportando el Padre Filemón a todos sus insultos y delirios?...

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    6. Estimado "José",
      querido hijo, tú no has entendido nada de las explicaciones que te he dado.
      Sé perfectamente con quien estoy tratando de dialogar, y no me maravilla tu obstinación y tu desgraciada ceguera, porque la demuestras semana a semana en la web y también en tus tesis (si podemos llamarlas así) en este foro.
      Lo intentaré por última vez, con la ayuda de la gracia, en la que confiamos:

      No he dicho en absoluto que el Papa es infalible en el II y III grado de la misma manera con la cual lo es en una definición solemne de un nuevo dogma.
      He dicho simplemente, y lo repito por enésima vez, que el Papa enseña siempre la verdad, no solamente en el grado o apartado I, sino también en los otros dos, el II y el III, siempre enseña la verdad cuando se trata de materia de fe y moral.
      Te he dicho y te lo repito: que la diferencia entre los tres grados no está en el hecho de que el Papa enseña la verdad en materia de fe y moral solo en el grado I, y pueda equivocarse en el grado II y III. De ninguna manera es así. Sino que esta diferencia entre lo tres grados consiste en la diferente importancia de la materia tratada y el distinto acento con que se trata.

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