domingo, 21 de julio de 2024

El Concilio Vaticano II como testigo de la Tradición (1/2)

La Tradición no está en total contradicción con el pensamiento moderno. Ella en cambio nos da un criterio infalible para discernir, en lo moderno, lo verdadero de lo falso, lo que es compatible y lo que no es compatible con la Tradición y con el Evangelio. [En la imagen: Concilio Vaticano II, asamblea general en plena sesión].

La exégesis del Concilio según el Papa
   
----------Un criterio fundamental para interpretar rectamente el Concilio Vaticano II es el de conectarlo con la Tradición precedente, esforzándonos por evidenciar la continuidad entre sus doctrinas y las pasadas. A tal fin sin embargo debemos recordar que todo Concilio es testigo de la Tradición sin traicionar nunca en absoluto la antecedente. En efecto, todo Concilio explicita y desarrolla el dato tradicional -que es el dato revelado- mostrando ciertos aspectos de la verdad que en antecedencia estaban contenidos solo virtualmente y por así decir escondidos en la fase anterior de la Tradición. Por lo demás, este trabajo de explicitación y clarificación la Iglesia lo hace también para la Escritura, que es la otra fuente de la divina Revelación.
----------Sin embargo, las quejas que hoy más se sienten en campo católico son aquellas que encuentran una ruptura del Concilio no tanto con la Escritura, cuanto ante todo con la Tradición o con el Magisterio tradicional. Por eso en esta serie de notas abordaré, entre otras, la cuestión de la relación del Concilio con la Tradición. Aquí nos limitaremos a plantear el status quaestionis y a proponer algunos criterios de discernimiento. En un segundo momento haré la confrontación entre la enseñanza del Vaticano II y la precedente.
----------Para descubrir la continuidad entre la enseñanza precedente y la del Vaticano II se pueden seguir dos caminos: el de la "retrocesión" y el del "progreso". Por medio del primer camino se llega a ver en la fase más avanzada del Concilio una vinculación con la fase del Magisterio preconciliar, mientras que por medio del segundo camino se ve la misma continuidad partiendo de la Tradición precedente y descubriendo en las enseñanzas del Concilio una fase más avanzada y más desarrollada de la misma Tradición.
----------Al respecto, es ya universalmente conocida la advertencia dada por el papa Benedicto XVI acerca de la cuestión de la interpretación del Concilio Vaticano II, cuando ha recomendado que esta exégesis se haga no en ruptura con el Magisterio precedente y la Tradición, sino que se comprenda y se demuestre que el Concilio de nuestro tiempo está en continuidad con toda la Tradición docente de la Iglesia y que sus enseñanzas y nuevas doctrinas constituyen un progreso en el conocimiento de esa misma Tradición. Para resumirlo todo en un slogan: "Progreso en la continuidad" o "Exégesis de la reforma".
----------Lamentablemente nosotros absorbemos desde alrededor de dos siglos una cultura heredada desde el historicismo hegeliano, el cual no llega a ver lo permanente bajo lo mutable y no alcanza a promover el progreso en la fidelidad, sino que procede por rupturas violentas y revoluciones basadas en la dialéctica de la contradicción, que pone juntos el inmovilismo de Parménides con el movilismo de Heráclito, sin apreciar aquella sabia interpretación del devenir y de la historia que se funda en el pasaje aristotélico de la potencia al acto, en la permanencia analógica del ser, concepción retomada por santo Tomás de Aquino. El sabio Aristóteles decía que "si no existiera lo inmutable, no existiría tampoco lo mutable"; si Mendoza y San Rafael no estuvieran quietas en sus sitios, el viaje de una a otra ciudad no terminaría nunca.
----------A propósito de la cultura heredada del historicismo hegeliano, es sabido que desde la época de la Revolución Francesa (las raíces primeras están en el cogito cartesiano), la cultura y la política europeas, y hoy la Iglesia misma, desde después del Concilio Vaticano II, están engañadas, agitadas, inquietadas y atormentadas, por un perenne espíritu revolucionario, en la convicción de que la novedad, el progreso y la libertad, surgen de un estado permanente de rebelión y negación violenta del pasado, de aquello que está fijo y establecido por el simple hecho de que está fijo y establecido. Periódicamente nace la convicción de que, no existiendo certezas fundamentales, inmutables e incontrovertibles (ni siquiera el dogma, dicen los modernistas) se debe destruir todo para rehacer todo. Cualquier actitud tendiente a custodiar, mantener o conservar, es usualmente juzgada "espíritu reaccionario", que quiere mantener lo que está superado, retornar al basurero de la historia o resucitar lo que está muerto, enclavado en los propios intereses de poder, contrario a la justicia, al progreso y a la libertad. El ser "conservador" es claramente una cosa despreciable y a ser evitada de todos los modos posibles. En fin, se trata de una especie de psicosis colectiva, de una fascinante alucinación de falsos héroes, de una rabia destructora y presuntuosa o de una droga de exaltados o de un fantasma obsesivo o de una utopía delirante que no hace más que envenenar periódicamente la cultura y fanatizar las masas sin resolver sino más bien agravando los problemas. La víctima predilecta de estos ataques barbáricos es la tradición cristiana.
----------Otra dificultad que la cultura moderna opone a la conciliación de tradición y progreso, de permanencia y evolución, está dada por una cierta idea del conocimiento humano, la cual no llega a comprender cómo el pensamiento pueda al mismo tiempo evolucionar y trascender el tiempo y por tanto mantenerse, en sus fundamentos, idéntico a sí mismo, no obstante el mutar de los tiempos y sin impedir el progreso de la ciencia.
----------Desde este punto de vista, la mencionada concepción, característica del historicismo, no llega a entender ni la inmutabilidad dell dogma ni la inmutabilidad de la Tradición, dos cosas absolutamente indisociables entre sí.
----------Si la Tradición permanece -de acuerdo a esta visual-, dura solamente en un continuo evolucionar sin que nada en ella exista permanente. A esto parece acercarse el concepto de "tradición viviente" de la escuela de Tubinga del siglo XIX, de Möhler (escuela que está bien descripta por Yves Congar en su libro La Tradición y las tradiciones), aún cuando a Möhler le interesaba sobre todo poner en luz el desarrollo de la tradición como crecimiento de un viviente y progresiva profundización por parte de la Iglesia del contenido de la divina Revelación, a la vez que veía a la Escritura como Tradición puesta por escrito.
----------La incapacidad de entender cómo pueda coexistir permanencia y mutación en la Tradición, viene de la confusión idealista entre ser y ser pensado, entre el dato revelado en sí mismo y el conocimiento que de este dato la Iglesia adquiere a través de los siglos. Aquello que no muta es el dato en sí mismo, el "sagrado depósito" confiado por Cristo a los Apóstoles para que lo conservaran y lo predicaran a todo el mundo.
----------En cambio, lo que muta, en el sentido de que avanza siempre y progresa, es el conocimiento de este dato, en cuanto en la historia la Iglesia, valiéndose de la búsqueda y de las propuestas de los teólogos, a una proposición de fe que contiene el dato en un cierto nivel de conocimiento, agrega siempre nuevos conocimientos, deducidos de los precedentes, los cuales no mutan en absoluto el significado o el sentido del dato, sino que en cambio lo explicitan y clarifican continuamente.
----------Toda proposición, dado que refleja el contenido inmutable, es a su vez inmutable (de aquí la "inmutabilidad de los dogmas"), pero esto no quita que el progreso dogmático comporte la elaboración de nuevos conceptos para expresar el mismo dato, conceptos que sin embargo no están en contraste con aquellos de las precedentes proposiciones, sino que son deducidos o recabados de aquellas proposiciones y por tanto en perfecta armonía y continuidad lógica con ellas.
----------Se trata de las así llamadas veritates proximae fidei, las cuales no son todavía definidas por la Iglesia como verdades de fe, pero siendo recabadas necesariamente de aquellas de fe, podrán ser definidas de fide en el futuro. También ellas son doctrinas infalibles, y esta es la nota teológica de las nuevas doctrinas del Concilio. Esta es la manera de conciliar inmutabilidad y progreso sin caer en falsas oposiciones o turbias confusiones.
   
Qué es la Tradición
   
----------El concepto católico de Tradición se infiere del concepto general de tradición: un hecho presente en todas las culturas y en todas las civilizaciones. "Tradición" viene del latín tradere, que quiere decir transmitir, consignar. Tradición puede ser el acto del transmitir, o puede significar lo que se transmite, el contenido de la tradición. En el primer caso tenemos la tradición activa, mientras que en el segundo tenemos la tradición pasiva. Tradición, en general, es por tanto el acto de transmitir a otro alguna cosa preciosa o permanentemente válida, que debe ser conservada, protegida y transmitida inalterada a otros, en el tiempo y en el espacio.
----------Hace década y media, monseñor Brunero Gherardini [1925-2017] publicaba un estudio muy empeñoso sobre la Tradición: "Quod et tradidi vobis". La Tradizione vita e giovinezza della Chiesa, número monográfico de la revista "Divinitas", nn. 1-2-3 del 2010. Su trabajo es muy importante e interesante desde el punto de vista histórico, pero lamentablemente el ilustre Autor no llega a ver la continuidad entre el concepto de Tradición de los Concilios Tridentino y Vaticano I y el concepto del Vaticano II, por lo cual habla de "contradicción", cosa que evidentemente no se puede aceptar tratándose de materia de fe, donde la Iglesia no puede entrar en contradicción consigo misma, porque sería como decir que ella ha abandonado el sendero de la verdad para desembocar en lo falso, lo que sería como pensar que Cristo ha engañado a la Iglesia cuando le prometió asistirla con su Espíritu hasta el fin del mundo.
----------La religión católica tiene un fundamento "tradicional", en cuanto nuestro Señor Jesucristo, como es bien sabido, ha predicado el Evangelio, que es la plenitud de la revelación bíblica y profética, y ha consignado tal revelación a los Apóstoles, con el encargo de conservarlo y predicarlo a todo el mundo. Los Apóstoles luego han establecido sus sucesores, que son los Obispos, a su vez encargados de predicar el Evangelio mediante la sucesión apostólica hasta el fin del mundo.
----------Sabemos luego cómo los Evangelistas han tomado cuidado de poner por escrito el anuncio salvífico de Cristo, pero no han escrito todo, por expresa declaración del mismo Evangelio. Una parte de la Tradición oral se ha conservado independientemente de lo escrito hasta hoy en la predicación viviente de la Iglesia (este es el verdadero sentido de la "tradición viva o viviente" de la cual habla la Dei Verbum), y esto no debe parecer extraño, ya que al fin de cuentas Jesús no ha dicho a los Apóstoles "escriban", sino "prediquen".
----------Por esto algunas verdades de la revelación evangélica no están contenidas, al menos explícitamente, en la Escritura, como por ejemplo la doctrina de la unción de los enfermos, los sacramentales, el sacramento de la confirmación, los tres grados del sacerdocio o ciertas verdades marianas. Indudablemente, después de la redacción de los Evangelios, también algunas verdades hasta entonces transmitidas oralmente han sido puestas por escrito: y tenemos entonces las enseñanzas de los Papas, de los Concilios, de los Padres, hasta nuestros días, hasta el Concilio Vaticano II y hasta el Papa actual.
----------Pero al mismo tiempo no ha cesado nunca la predicación oral, por parte del Magisterio de la Iglesia (Papa y Concilios), predicación que tiene por objeto la explicación del depósito de la Tradición y de la Sagrada Escritura. De hecho, este depósito ha sido en el curso de los siglos cada vez más profundizado y mejor conocido, hasta llegar al actual Magisterio "vivo" de la Iglesia. Esta expresión "vivo" ha comenzado a ser usada sobre todo por el moderno Magisterio pontificio y tiene una base en el Concilio.
----------Es evidente que en el curso de los siglos, la Iglesia, en sus miembros, clero y laicado, y en sus diversas órdenes religiosas, ha tenido particularmente presente este principio fundamental de la transmisión de la Revelación, vale decir, el carácter "vivo" de la transmisión del Evangelio. También Lutero mantenía vivo este principio; su equivocación ha sido la de negarse a fundar su predicación en la predicación de la Iglesia, o sea del Magisterio, intérprete a su vez, por mandato de Cristo, de la Escritura y de la Tradición, creyendo poder inferir su predicación directamente de la Biblia, sin valerse de aquella mediación.
----------Pero, ¿"vivo" en qué sentido? Muy simple: actual, el Magisterio de nuestros pastores de hoy bajo la guía del Papa. Su viva voz. En efecto, así como la Iglesia ha conservado la Sagrada Escritura, así también ha continuado predicando a voz el Evangelio durante los siglos hasta hoy. En esto el Magisterio continúa cumpliendo la tarea que le ha sido confiada por el Señor.
----------Ciertamente, este es un hecho prodigioso, que no se explica sino por la presencia de una asistencia divina, que Cristo ha garantizado a su Iglesia asegurándole una continua presencia del Espíritu Santo. En efecto, se nos pregunta: ¿cómo es posible que hombres de por sí falibles, como fueron los sucesores de los Apóstoles, tengan desde hace dos mil años y hasta el fin del mundo la capacidad de escuchar rectamente, conservar integralmente, predicar persuasivamente, interpretar exactamente, defender eficazmente, transmitir fielmente y desarrollar sabiamente un mensaje sobrehumano, como el del Evangelio, cuándo sabemos bien con qué frecuencia los hombres alteran, reducen o aumentan indebidamente mensajes meramente humanos proporcionados a la simple razón y experiencia? Pero aquí está precisamente la belleza divina, la maravilla de la Palabra evangélica, luz del mundo, fuerza de vida y principio universal de eterna salvación.
----------Por lo demás, también mediante una verificación histórica es posible constatar, independientemente de lo que nos cuenten los historiadores protestantes o modernistas a la Alberigo, cómo efectivamente el mensaje de la Tradición se ha conservado inalterado hasta hoy y al mismo tiempo ha sido cada vez siempre mejor conocido, en cuanto la Iglesia, mediante el Magisterio papal y conciliar siempre se ha preocupado por hacer avanzar y progresar el conocimiento de la Divina Palabra.
----------La Iglesia a lo largo de los tiempos explicita, profundiza, conoce siempre mejor y explica al pueblo de Dios los contenidos de la Sagrada Tradición y de la Sagrada Escritura según esos modos y según esas formas expresivas que son precisamente los adecuados para que el pueblo de Dios capte exactamente los contenidos de la verdad divinamente revelada. Tal como ha sucedido en el día de Pentecostés, la Iglesia expresa la misma Palabra de Dios en todas las lenguas de la tierra.
----------La exposición literaria y dogmática de la Tradición, por consiguiente, evoluciona y progresa no en el sentido de que la Iglesia adquiera nuevas nociones que Cristo no le haya ya enseñado, sino en cuanto que la Iglesia, en el curso de los tiempos, conoce siempre mejor lo que ella ha adquirido desde el inicio con la muerte del último de los Apóstoles. No es la doctrina la que muta sino que son los hombres los que desarrollan su saber sobre la misma doctrina.
----------Por eso el patrimonio dogmático que la Iglesia logró en los primeros siglos es menos rico y menos diferenciado que el patrimonio dogmático de la Iglesia de hoy. Pero esto no está dado por el hecho de que el Magisterio de la Iglesia haya agregado nuevos contenidos a los precedentes, sino que es debido simplemente al modo humano de conocer y de profundizar la verdad, modo que conlleva un aumento, una diferenciación y un afinamiento de proposiciones y de conceptos, los cuales sin embargo no hacen más que interpretar, explicar, motivar, explicitar y defender los precedentes (así similarmente en un embrión existen ya virtualmente y en modo indiferenciado esos órganos que aparecerán diferenciadamente en el adulto).
----------Los conceptos de la Tradición no mutan, no cambian; ellos se multiplican precisamente para asegurar la inmutabilidad de los contenidos esenciales y fundamentales, resumidos en el Símbolo de la Fe (el "Credo"). Y los conceptos que surgen subsecuentemente están en perfecta continuidad con los precedentes. Se trata de aquello que el gran teólogo dominico Francisco Marín-Sola llamaba "desarrollo homogéneo del dogma" (cf. La evolución homogénea del dogma católico, Ediciones B.A.C., Madrid 1963), al contrario de la concepción modernista, la cual encontraba una ruptura entre los dogmas antiguos y los nuevos.
----------Si la Tradición se expresa en modalidades, lenguajes y formas expresivas inferidas de las variadas culturas y de los diferentes tiempos (inculturación), esto no debe ser entendido en el sentido de que ella esté medida por esas cosas; por el contrario, ella las mide, las adapta y las utiliza en la medida en que ellas sean utilizables y compatibles con los contenidos de la Tradición.
----------La Tradición no se adapta a las diversas culturas del mundo (a menos que "adaptación" no se entienda en el sentido etimológico, ad-aptus, vale decir, en el sentido de volver algo "apto para algún fin", lo cual no comporta necesariamente un cambio o una deformación de esa cosa, sino simplemente la invención o el encontrar el modo correcto de hacerla conforme al fin), sino al contrario, las corrige y las adapta a sí misma, de manera que ellas puedan acercarse a la plenitud de la verdad. Es la Tradición la que juzga a las culturas, y no a la inversa. La Tradición discierne en las culturas aquello que existe de válido y lo asume como medio para explicitarse y hacerse comunicable al mundo.
----------Compete al Magisterio viviente de la Iglesia, a lo largo de los siglos, determinar lo que pertenece o no pertenece a la Tradición. No es lícito juzgar al Magisterio actual de la Iglesia en base a una precedente o presupuesta "Tradición", evaluada por nosotros directamente, independientemente de como la Iglesia misma la considera y la vive, para encontrar eventualmente en el Magisterio errores o infidelidades. Por el contrario, es el Magisterio actual de la Iglesia el que nos dice lo que está en la Tradición y cómo se lo interpreta.
----------Esto no quiere decir que todo aquello que dice el Magisterio de la Iglesia sea infalible. Existen y pueden existir disposiciones pastorales, también de un Papa o de un Concilio, las cuales en sí mismas pueden estar equivocadas, o al menos ser modificables. Existen tradiciones eclesiales caducas o contingentes. Esto por tanto autoriza al cristiano prudente a un respetuoso disenso, aplicando un prudente discernimiento.
----------En efecto, no todo lo que es tradicional en la Iglesia, por más que sea antiguo tal vez de muchos siglos, pertenece verdaderamente a la Sagrada Tradición Apostólica, que es transmisión de una doctrina de fe divina. La validez de la Tradición, de hecho, no se mide en base a una simple universalidad sociológica o continuidad material con el pasado. Así por ejemplo, la subordinación de la mujer al hombre es una tradición universal que ha durado desde la noche más obscura de los tiempos, pero es sólo desde el siglo pasado que la Iglesia se ha dado cuenta de que tal tradición no corresponde a la originaria voluntad de Dios.
----------Acabo de decir que la validez de la Tradición no se mide en base a una simple universalidad sociológica o continuidad material con el pasado. Debería decirse mejor: esta no basta, y ni siquiera es necesaria. Así, por caso, el mensaje evangélico ha sido formalmente universal ya desde los inicios de la historia del cristianismo, incluso si de hecho en el pasado no ha estado universalmente presente en todo el mundo como hoy. En cambio, el criterio decisivo para saber cuáles son las doctrinas de la Tradición es el hecho que el mismo Magisterio de la Iglesia las enseñe en forma de doctrinas infalibles, ya sea doctrinas definitivas, vale decir próximas a la fe, o bien doctrinas definidas, o sea de fe (respecto a esto último, véase la Instrucción Ad Tuendam Fidem de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de 1998).
----------Es impensable y herético creer que un Papa o un Concilio puedan desmentir, recortar, falsificar, dejar de lado, abandonar o cambiar lo que pertenece a la Tradición. Si así pudiera parecerle a alguno, es porque ese tal no ha interpretado bien la enseñanza de la Iglesia, por lo cual debe esforzarse en comprender cómo la enseñanza nueva esté en continuidad con la de la Tradición, y de hecho la confirme y explicite.
----------Lo nuevo en la enseñanza de la Iglesia no es con ello mismo falso o contra la Tradición. La Iglesia es, en efecto, como aquel escriba sabio, que saca de su tesoro "cosas antiguas y cosas nuevas". Si lo nuevo es verdad, no está en contraste con la Tradición, que es verdad. La verdad no contrasta con la verdad.
----------En efecto, como es sabido, Cristo ha confiado a los Apóstoles y a sus sucesores, los Obispos, bajo la guía del Papa, la tarea de enseñar al mundo esa Palabra que no pasará, aún cuando pasarán los cielos y la tierra, y ha mandado su Espíritu "que renueva todas las cosas" para guiar a la Iglesia a la "plenitud de la verdad". Creer por tanto que la Iglesia desmienta los contenidos de la Tradición, quiere decir no creer en la promesa de Cristo. Lo que es evidentemente herético.
----------La existencia de la Tradición no excluye que en la doctrina de la Iglesia cada tanto aparezcan nuevas doctrinas, nuevos dogmas. No se deben entender estas novedades como ruptura con la Tradición, porque esto es imposible, y de hecho, para una mirada atenta, esto no se verifica nunca.
----------En el campo más amplio del pensamiento católico en general, pueden ciertamente producirse novedades que estén en contraste con la Tradición. Pero ello puede ocurrir con algún individual teólogo o con algún individual Obispo no en comunión con el Papa. No puede venir del Magisterio de la Iglesia en cuanto tal, papal o conciliar. Y si tenemos esta impresión, debemos convencernos que nos estamos equivocando. Si no nos convenciéramos de ello, y nos mantuviéramos firmes en tal opinión, entonces quiere decir que hemos perdido la fe; pues en efecto, sería como creer que Cristo ha hecho a su Iglesia falsas promesas.
----------Las doctrinas nuevas que son aprobadas o enseñadas por la Iglesia, son para la misma Iglesia realmente una divina bendición. Tales son las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II, como por lo demás también todas las novedades propuestas por la Iglesia que han aparecido en el curso de los siglos. Estas novedades, muy lejos de ofender el depósito de la Tradición, nos lo hacen conocer mejor.
----------La Tradición no está en total contradicción con el pensamiento moderno. Ella en cambio nos da un criterio infalible para discernir, en lo moderno, lo verdadero de lo falso, lo que es compatible y lo que no es compatible con la Tradición y con el Evangelio.
----------Los elementos válidos del pensamiento moderno, tanto en el campo de la historia, como de la literatura, de las ciencias, de la filosofía, de la teología, del arte, de las culturas y de las religiones, pueden y deben ser utilizados para explicitar, comentar y motivar los contenidos de la sagrada Tradición, así como para hacerlos comprensibles y comunicables a los hombres de nuestro tiempo.
----------No se trata de hacer una imposible síntesis doctrinal entre el dato revelado y el saber humano, saber humano que nada puede agregar al dato revelado ni puede en absoluto perfeccionarlo (sería, esto, gnosticismo y soberbia). Se trata en cambio de hacer algo del todo tradicional: poner el saber humano al servicio del dato revelado (philosophia ancilla theologiae), para hacerlo mejor comunicable y más claramente inteligible, con ejemplos, parangones, figuras, símbolos o argumentos de conveniencia para aquellos a los cuales viene propuesto, tal como hacía Cristo con el uso de las parábolas.

5 comentarios:

  1. Queridísimo Padre..., es de agradecer esta serie sobre el Concilio Vaticano II, por su oportunidad y por su necesidad... creo que hoy por hoy es obra apologética de primer orden, tanto frente a los modernistas como frente a los lefebvrianos, que no llegan a comprender las doctrinas nuevas del concilio en su verdadero alcance... ofrecerles de manera resumida pero a la vez profunda, su verdadera y auténtica interpretación , que es la interpretación que del Concilio ha hecho y sigue haciendo el Magisterio vivo de la Iglesia... hasta el Papa actual...

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  2. La idea más falsa es que, precisamente, era un concilio. No estaba presidido por una verdadera autoridad sino por un infiltrado del modernismo.

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