lunes, 15 de julio de 2024

La complejidad del actual modernismo en la Iglesia (2/2)

El tema de la relación entre verdad y libertad es importantísimo, y ha sido tocado por nuestro Señor Jesucristo. Es un tema que, por desgracia, el pensamiento idealista ha invertido al hacer depender, como en Heidegger, la verdad de la libertad. Es la postura típica del voluntarismo, que en lugar de conducir a la libertad hace la apología de la violencia y del abuso. [En la imagen: fotografía del papa Francisco y el padre Timothy Radcliffe OP, durante la primera sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos, en octubre de 2023, Ciudad del Vaticano].

En la raíz la verdad. Un título infeliz
   
----------El padre Timothy Radcliffe publicó hace unos cinco años atrás un libro con el título: "En la raíz la libertad". Digo de inmediato que no lo he leído. Por eso no quiero ni puedo entrar en el mérito de lo que dice. No sé si he entendido bien lo que el Autor quiere decir con esas palabras del título; aunque de hecho no sé si el título del libro tiene a Radcliffe por autor, dado que no siempre es el autor del libro quien decide su título cuando llega a la imprenta. Y ni siquiera sé si lo que voy a decir está también en ese libro. Me gustaría. Pero no importa. Lo que ahora me interesa y creo que también puede interesar al Lector, es un comentario a ese título en sí mismo.  
----------De hecho, me impresionó el título del libro y debo decir, de inmediato, y francamente que ese título no me impresionó de modo favorable. Y voy a explicar el por qué. Pero, en primer lugar, quiero dejar claro que lo que quiero hacer y me es legítimo hacer aquí, es tomar en consideración este título como tal, sobre el cual quisiera hacer algunas consideraciones, como si se tratara de una frase o de un lema tomado en sí mismo. Estos son los límites del discurso que comienzo a hacer.
----------Quisiera entonces hacer la observación a estas palabras, que las cosas no son como las recita el título. Y quisiera tomar por base las palabras del padre Radcliffe (sí, asumo el título como palabras de Radcliffe) para proponer al lector algunas consideraciones mías alternativas. Quisiera decir de inmediato que en la raíz de la vida espiritual no está la libertad, sino la verdad. Y sorprende encontrar este abierto voluntarismo como título del libro de un teólogo dominico, perteneciente a una Orden religiosa, cuyo lema es notoriamente "Veritas".
----------Es extraño, pues, que el Autor parezca no recordar las muy conocidas palabras del Señor, según las cuales la verdad nos hace libres (cf. Jn 8,32). Por lo tanto, la raíz de nuestra vida espiritual es la verdad, no la libertad. Ésta sigue al acto del conocimiento, que es verdaderamente el primer acto de nuestro espíritu, del cual sigue todo el resto. De lo contrario, tendríamos esa conocida inversión del orden, que se llama voluntarismo (dicho sea de paso, este rechazo del voluntarismo, y también rechazo de todo voluntarismo en Dios mismo, está en la base del rechazo a la antigua exégesis del capítulo 22 del libro del Génesis, recientemente sometido a debate en este blog, en el que he presentado la nueva y más sensata exégesis de ese pasaje bíblico).
----------Ciertamente nos es imposible conocer la verdad más alta, vale decir, aquella verdad divina revelada, que es la verdad de la fe, sin la necesaria buena voluntad y, en particular, sin la humildad, que es aquella virtud que nos hace abiertos a lo real, nos hace aceptar lo que somos y, por tanto, los dones recibidos de Dios, nuestro total depender de Él, y también nos hace reconocer nuestros límites y nuestros pecados. Lo que nos lleva a la conversión y a la confianza en la misericordia de Dios.
----------Por tanto, creo que un título acertado habría sido: "en la raíz la verdad" o, queriendo usar las palabras del creyente, "en la raíz la fe". En efecto, esta es la verdad revelada, correspondiente al concepto general de verdad del primer título. Y, de hecho, así como la verdad natural y racional es la raíz de la vida humana, así la fe es la raíz de la vida cristiana y el comienzo de la salvación. Volveré sobre esto más adelante.
----------Por lo tanto, hablo de voluntarismo, reconectándome a la áurea expresión de san Agustín de Hipona: nihil volitum, nisi cognitum. En efecto, la libertad es condición esencial de la voluntad. La voluntad no puede ser constreñida o coartada: o se mueve libremente o no se mueve. Por otra parte, no es posible querer lo que no se conoce, al menos imperfectamente o de lo cual no se tiene idea. El querer es querer de un objeto previamente conocido y que aparece interesante para la voluntad, es decir, aparece como un bien o un fin, de modo que deviene apetecible, amable, deseable.
----------O si queremos, queriendo ir a la raíz de nuestra vida espiritual, como me parece que es la intención del Autor, encontramos, sí, una voluntad, pero entonces será una voluntad no de potencia, sino de conocimiento, una voluntad de adecuar el propio intelecto a lo real tal como es, de aceptar todo lo real, sea lo que sea, incluso lo que no nos gusta, lo que quisiéramos diferente, lo que no nos asusta, nos produce sufrimiento o confusión. Existirá el deseo y la voluntad de conocer la verdad, toda la verdad, sobre mí mismo, sobre el sentido de mi existencia, sobre mis orígenes, sobre las cosas, sobre Dios, sobre el bien y el mal, sobre el dolor y sobre la felicidad. Sobre el sentido verdadero de la libertad.
   
La raíz de la vida del espíritu
   
----------Ahora bien, debemos considerar que en general la raíz -que es un término metafórico- es el punto de partida, el fundamento, la base, la energía originaria e inicial, de la cual surge y brota todo el resto y de la cual el resto se alimenta. La palabra "raíz" tiene inmediatamente un sentido referido a la vida vegetativa. El árbol no nace del tronco, de las ramas, de las hojas y de los frutos, sino de las raíces. El árbol es bueno y robusto, si las raíces son buenas y robustas. El árbol es ese árbol dado, si las raíces son las raíces de ese árbol. De las raíces depende la vida del árbol: si ellas mueren, el árbol muere.
----------Pero es absolutamente claro que las raíces no son el todo del árbol, el árbol completo. Las raíces son solo la condición sine qua non para que el árbol se conserve, crezca, se desarrolle, para que sea plenamente y definitivamente él mismo como la naturaleza manda. Pero la perfección del árbol, el punto de llegada de su ser y de su devenir no son las raíces, sino el árbol mismo crecido en su plenitud.
----------La expresión "raíz", tomada de la vida vegetativa, es una metáfora significativa y eficaz para representar la dinámica de la vida espiritual. Esa expresión hace referencia a la fuente de esta vida, a aquello sobre lo cual apoyarse para crecer, aquello que le da los recursos y la dirección de su desarrollo.
----------Con expresión abstracta, pero más apropiada, se puede decir que las raíces son los principios de la vida espiritual. Si comparamos en cambio el desarrollo de la vida espiritual con la construcción de un edificio, se puede hablar entonces de la "base" o de los "cimientos" o de los "fundamentos", a los cuales, una vez terminado el edificio, corresponden el "vértice", el "culmen" o la "cima". Y también todas estas expresiones son metáforas o imágenes para significar la perfección suma, final y última de la vida espiritual.
----------Pero existe esta diferencia, que las raíces de un árbol tienen una fuerza vital autónoma, que provoca el crecimiento del árbol, mientras que en el caso de los cimientos o fundamentos de un edificio, si no hay un constructor que levanta los muros, los cimientos por sí solos no producen nada. Por esto, el término raíz representa mejor el crecimiento vital del espíritu y no los términos como base o fundamento.
----------La raíz, es decir, el punto de partida y la energía originaria del espíritu, no es la libertad, sino la verdad. La verdad, como dice nuestro Señor Jesucristo, nos hace libres (cf. Jn 8,32) y no es la libertad la que nos hace verdaderos, porque la verdad es adecuación de nuestro pensamiento a la realidad y no libre creación de la realidad. Esto solo le corresponde a Dios creador.
----------En el conocimiento o en la ciencia, que son condiciones psicológicas necesarias para ejercer la libertad, no se trata de ser "creativos", como suele decirse hoy, sino de ser fieles al dato real, que no es creatura nuestra, sino de Dios. La creatividad, en todo caso, viene referida al arte y a la poesía, y siempre de modo limitado, pero no al saber teorético y moral.
----------La actividad del espíritu inicia con la del intelecto conjuntamente con la de la voluntad. El intelecto, utilizando la evidencia sensible inmediata, pronuncia espontáneamente y necesariamente los juicios primeros, inmediatamente evidentes, que constituyen las primeras verdades, fundamento de toda subsecuente adquisición cognoscitiva. Son la noción del ente y de lo verdadero, la afirmación de la existencia de las cosas, el principio de identidad, de no contradicción, de causalidad y de finalidad (cf. Jacques Maritain, Sept leçons sur l’être et les premiers principes de la raison spéculative, Téqui, Paris 1933).
----------Conjuntamente con el acto del intelecto entra en función el libre albedrío, el cual tiene la facultad de mover o no mover el intelecto a la formación de esos juicios, y subsecuentemente de la formación de todos los demás deducidos de esos primeros, en el campo especulativo y en el campo moral.
   
¿Cuál es el máximo de los valores del espíritu?
   
----------¿Cuál es el verdadero puesto de la libertad en la vida del espíritu? ¿Se encuentra en la raíz? No, se encuentra en el culmen, en la cima, en el vértice. La libertad es el objetivo, la plenitud y el fin de la vida cristiana, como dice san Pablo: "Habéis sido llamados a la libertad" (Ga 5,13). Pero luego el Apóstol precisa inmediatamente: "Pero que esta libertad no se convierta en un pretexto para vivir según la carne" (ibíd.).
----------Pero la verdadera libertad, prosigue el Apóstol, está en el ejercicio de la caridad. Es -prosigue san Pablo- libertad del mal; es don de la gracia de Cristo, es decir, precisamente libertad del pecado, de la muerte y del legalismo farisaico, que más tarde se expresaría en el pelagianismo, según el cual el hombre cree que puede adquirir la gracia y auto-divinizarse con su propio mérito y su propia voluntad. Será entonces, a partir del siglo XVIII, el sueño de la masonería y del idealismo alemán.
----------¿Qué es mejor? ¿La libertad o la caridad? ¿Qué es lo que hace más felices? ¿Cuál es la más alta perfección? ¿Dónde está más la santidad? La caridad es mejor que la libertad. La caridad, como dice Pablo, es "el vínculo de la perfección" (Col 3,14). Y por otra parte -precisa san Pablo (1 Cor 2,6)- "entre los perfectos hablamos de sabiduría", que es don del Espíritu Santo y efecto de la caridad. Es conocimiento afectivo de los misterios divinos, que hace pregustar la alegría de la visión beatífica.
----------La libertad, en cambio, concierne al sujeto como tal, libre de todo mal de pena y de culpa. Concierne al particular, al individuo. En cambio, la caridad se refiere a la comunión con los demás y con Dios. La caridad se refiere al hecho de que el sujeto se encuentra en relación final con Dios y con el prójimo, lo cual le asegura la posesión del supremo bien y de la felicidad.
----------Ahora bien, es mejor para el individuo estar en comunión, lo que está asegurado por la caridad, que por su libertad de individuo, que a fin de cuentas es funcional a la comunión de la caridad. Solo Dios puede vivir solo, aunque él mismo sea trinitario. También la soledad eremítica es siempre relación con Dios y con el prójimo.
----------Por otra parte, debemos tener presente que la libertad del individuo vale menos que la libertad colectiva, que está asegurada por la caridad. La aspiración a la libertad debe estar, por lo tanto, ordenada por la caridad. Es aquí precisamente donde se encuentra la santidad. Preferir la libertad a la caridad es egoísmo. Y la libertad es fin de la vida cristiana solo en cuanto condición óptima de la caridad.
----------Además, hay que estar atentos y tener presente con mucho cuidado que la caridad es fruto de la obediencia. Nosotros amamos a quienes obedecemos, a Dios ante todo. Ahora bien, es verdad que la verdadera libertad está en la obediencia, porque es obedeciendo a Dios que nos liberamos del mal. In lege libertas, decían los antiguos Latinos. No es verdadera libertad aquella que no toma en cuenta las promesas, la palabra dada y los compromisos asumidos, aquella supuesta libertad que quisiera sacudirse de encima el yugo de la ley o romper el vínculo de la obligación moral o deshacer un vínculo de fidelidad, sino que es signo de soberbia, es insensata volubilidad, es inconstancia, es indisciplina, infidelidad, traición, deserción y rebelión. Es necesario estar libres de ataduras y de frenos; pero es necesario saber distinguir bien aquello que liga a la voluntad, porque la potencia en el bien, de aquello que la liga en la esclavitud del mal.
----------Pero quien obedece limita su propia libertad de hecho o de partida, aunque con vistas a una mejor libertad obtenida obedeciendo. En cambio, absoluta es la caridad, de la cual más hay, mejor es. La libertad, por lo tanto, no es un absoluto, sino que está regulada y es relativa a la consecución de nuestros fines, a la satisfacción de nuestras exigencias y al cumplimiento de nuestros deberes.
----------Cuando la libertad es plena, ha cumplido y agotado su tarea, porque se supone que el sujeto no tiene necesidad de nada más. Quien está libre de todo mal, como en el paraíso del cielo, ¿en qué más debería ser libre, si ya tiene todo lo que desea y ya hace todo lo que quiere y puede, sin pecar y sin sufrir?
----------Excesiva por el contrario puede ser la libertad de aquellos que transgreden los límites permitidos por la ley; mientras que, a la inversa, es frustrada la libertad de aquellas personas, las cuales ya sea por ignorancia o por prejuicios o por escrúpulos o por miedo o por mero respeto humano o por otros motivos, no saben aprovechar de todo aquel espacio de libertad que les es permitido.
   
Lutero por la libertad sin libre albedrío
   
----------Contra la pretensión de la auto-divinización o exaltación prometeica de las fuerzas humanas, se lanzará como bien sabemos, Martín Lutero, pero cayendo en el exceso opuesto de negar el libre albedrío, que en cambio, aunque debilitado por el pecado original, sigue siendo el medio y el modo natural e indispensable para que el hombre actúe en gracia moralmente, responsablemente y meritoriamente, en la obediencia, aunque sea imperfectamente, a los mandamientos divinos y a las leyes de la Iglesia y para obtener siempre de nuevo el perdón de los pecados y la gracia de la justificación.
----------Así, para Lutero, el cristiano es paradójicamente esclavo y libre al mismo tiempo: esclavo, porque el libre albedrío sigue siendo esclavo del pecado; libre, porque, gracias a la fe, disfruta de la libertad del hijo de Dios, perdonado gratuitamente sin necesidad de las obras buenas, que son imposibles. Pero nos preguntamos qué libertad produce una gracia, que deja al hombre esclavo del pecado.
----------Es interesante confrontar la negación del libre albedrío en Lutero y en Freud. Lutero admite ciertamente, al menos en línea de principio, la primacía del espíritu y por tanto la posibilidad y el deber de que el espíritu y la voluntad tengan el dominio sobre la pasión y sobre la concupiscencia o, como se expresa san Paolo, de la "carne". Pero Lutero cree que en la naturaleza caída como resultado del pecado original el libre albedrío no existe, en el sentido de que es esclavo de la carne y del pecado. Pero será rencontrado en el cielo, donde el hombre será libre para siempre, gracias a Cristo, del pecado.
----------En cambio, una atmósfera totalmente distinta es la que encontramos en la psicología materialista freudiana, para la cual la energía radical y directiva del hombre no es en absoluto el espíritu, que por lo demás no es negado, sino considerado solo como fundamental instinto sexual, sin aspiraciones espirituales y mucho menos ultraterrenas, que él llama libido, que se sublima en el espíritu aunque permaneciendo materia, y que, como tal, sabe moverse en las categorías de la ciencia -la ciencia del psicoanálisis-, para liberar al paciente de la ilusión del libre albedrío, de la religión y del destino ultraterreno.
----------Para Lutero Cristo nos hace libres gratuitamente. Sin embargo, Lutero no entiende correctamente esta gratuidad, porque no sabe conciliarla con las obras. En efecto, cuando el profeta Isaías invita a posesionarse de los bienes mesiánicos, "sin pagar" (Is 55,1), porque estarían gratuitamente a disposición de todos, o cuando san Pablo dice que la elección a la salvación no es por las obras, sino por gracia, "de lo contrario, la gracia no sería gracia" (Rm 11,6), se sitúan bajo el perfil de la acción divina, pero no excluyen en absoluto que el reino, bajo el perfil del actuar humano, pueda y deba ser objeto de conquista (cf. Mt 11,12), y que la perla preciosa deba "ser comprada" (Mt 13,46) o que, como dice el Concilio de Trento de varios modos, citando los respectivos pasajes bíblicos, el reino de Dios deba ser adquirido con los méritos de nuestras fatigas, de nuestros sacrificios, de nuestras obras buenas y de la observancia de los mandamientos.
----------En efecto, la salvación según la Revelación resulta del concurso del obrar divino con el libre obrar humano. Dios no salva a los pesos muertos, ni a quienes quieren hacerse los astutos, o viajar gratis, o comer gratis o sin trabajar, ni a los que permanecen apegados a sus pecados y a su comodidad, sino solo a aquellos que se empeñan con todas sus fuerzas para convertirse, en obedecer las leyes de Dios, en obrar generosamente, en sembrar abundantemente, en enriquecerse de méritos, en progresar continuamente hacia el reino y en perseverar tenazmente hasta el fin.
----------Lutero obviamente no negaba la necesidad de las buenas obras para la salvación. Las admitía, pero solo como efectos inevitables de la fe y de la gracia, no como causa del aumento de la gracia. En cambio, es necesario decir que las obras no surgen necesariamente, mecánicamente y determinísticamente por la fe, como creía Lutero, quien malinterpretaba la parábola evangélica del árbol bueno (Mt 7,17).
----------Lutero no se dio cuenta o pasó por alto el hecho de que Cristo allí no pretende en absoluto negar la posibilidad de que uno tenga fe y esté en gracia, sino que, por su culpa, pierda la gracia o la fe misma, no poniendo en práctica las obras que la fe manda. Jesús, con esa comparación, entiende decir que, si hay frutos buenos, eso quiere decir que el árbol es bueno.
   
Libre albedrío y libertad
   
----------Hay que distinguir el libre albedrío de la libertad. Se trata siempre del ejercicio de la voluntad; solo que en el primer caso la voluntad, en el estado de naturaleza caída e inclinada al pecado, aunque en principio pudiendo elegir la justicia y el pecado, tiende a elegir el pecado.
----------En el segundo caso, en cambio, que será plenamente propio solo de la naturaleza bienaventurada, la voluntad está definitivamente libre de todo mal de pena y de culpa y goza para siempre en el cielo de la visión beatífica de Dios. La voluntad que peca no es libre, sino que, como afirma Cristo, "es esclava del pecado" (Jn 8,34). Se debe decir entonces que la voluntad del condenado sigue siendo eternamente esclava del mismo pecado, al cual ha querido estar apegada.
----------Todos los hombres por naturaleza poseen el libre albedrío; pero no todos son libres o alcanzan la libertad. El libre albedrío lo tienen también los condenados del infierno; verdaderamente libres son solo los bienaventurados del paraíso del cielo. En la tumba de Martin Luther King está escrito: "¡finalmente libre!".
----------El libre albedrío es inevitable, a menos que uno esté por debajo de la edad de la razón o sea un demente o se haya reducido al nivel de las bestias. En este sentido Sartre dice que estamos condenados a ser libres. La libertad, en cambio, es una conquista y un don de Dios.
----------En el proceso de la justificación, el acto humano en vía de ser justificado, tiene una doble causa: está la causalidad divina de la gracia, que no deja nunca de actuar; y está la libre causa humana, es decir, el libre albedrío, que puede tanto actuar como no actuar, precisamente porque es libre. Si el hombre se resiste a la gracia, ella no puede dar fruto. Si, en cambio, la acoge, movido por el mismo impulso de la gracia, el hombre actúa en la libertad de los hijos de Dios (cf. Rm 8,14-15), y alcanza en el cielo la plenitud eterna de la libertad, por lo cual la libertad no es la raíz, sino la expresión plena y madura, la santidad del vivir cristiano, correspondiente a la perfección de la caridad y pregustación o anticipo en la tierra de la vida futura.

4 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón,
    leyendo este artículo, me acordé de un artículo de uno de mis profesores en el seminario, el padre Gustavo Eloy Ponferrada, otro gran tomista y maritainiano. El artículo se titula: "La verdad, raíz de la libertad".
    Puede verlo en: https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/12720/1/verdad-raiz-libertad.pdf

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    1. Estimado José María,
      yo también he sido discípulo del padre Ponferrada, gran discípulo de santo Tomás, y por cierto, en la línea del tomismo deseado por el Concilio Vaticano II.
      Me pone muy contento que usted también recuerde con cariño a nuestro venerado profesor, con tantas décadas de trabajo en la Universidad Católica Argentina, y formando sacerdotes en el Seminario de La Plata.
      He leído el artículo que me indica. Trata de un tema importantísimo, tocado por Nuestro Señor: la relación entre verdad y libertad, tema que, por desgracia, el pensamiento idealista ha invertido al hacer depender, como en Heidegger, la verdad de la libertad.
      Es la postura típica del voluntarismo, que en lugar de conducir a la libertad, hace la apología de la violencia y del abuso.

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  2. ¡Siempre muy claro padre! Es un placer leerlo a usted en estos tiempos en que cada vez más estamos inmersos en un manto de ambigüedades cada vez más difundidas (por desgracia propiciadas también por hombres pertenecientes a la jerarquía eclesiástica).

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    1. Querida Herminia,
      gracias por tu consenso respecto a mis reflexiones.
      Es cierto, la veste de la ambigüedad es el ropaje que el Maligno utiliza para embaucar a los fieles ingenuos, lamentablemente librados a sus solas fuerzas frente a los lobos que han penetrado en el redil: el "humo de Satanas", denunciado por san Paulo VI.

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