Un estudio sobre los condicionamientos de la vida intelectual, si quisiera reducirse exclusivamente a lo esencial o cuanto menos a aquello que es más importante, podría limitarse al examen del estado de vida en general o al estado de vida religioso, que representa la perfección, con su voto esencial de obediencia.
La inteligencia y las energías vitales inferiores
----------El estado de vida es la condición que determina más el desarrollo y perfeccionamiento de la vida intelectual en cuanto se refiere a su potencia y a su universalidad. En efecto, el estado de vida está vinculado a la acción que la vida intelectual desarrolla sobre sí misma y sus poderes aprehensivos sensibles. Tenemos, en este nivel de condicionamiento, el máximo de plenitud y de libertad (obviamente, después del condicionamiento sobrenatural, que determina la "libertad de los hijos de Dios", de aquellos que son "movidos por el Espíritu", según la enseñanza de san Pablo), dado que se auto-condiciona.
----------Habiendo dicho eso, con todo esto, el elemento físico de la persona humana, precisamente por la unidad de materia y espíritu que constituye inescindiblemente su ser, se hace sentir, si bien en mínima parte, también al nivel del estado de vida, pero se hace sentir aún más al nivel del condicionamiento sexual, y todavía más al nivel del condicionamiento económico, ya que estos últimos informan de sí al elemento físico del estado de vida, y por tanto a la vida intelectual misma.
----------El triple condicionamiento del estado de vida, de la sexualidad y de la economía, tiene su regla racional respectivamente en el voto de obediencia, de castidad y de obediencia. La limitación de la vida intelectual aumenta desde el primero al último condicionamiento. En efecto, mientras que en el primero la vida intelectual está presente por sí misma, porque de ella constituye el origen propio e inmediato (la obediencia), en los otros dos está presente sólo mediante la facultad aprehensiva sensorial.
----------Castidad y pobreza, por su relación con la materia, no constituyen lo esencial de la vida religiosa y por tanto de la vida intelectual, como sí la constituye el voto de obediencia, por el cual la inteligencia está sometida a Dios, y por tanto en consecuencia le es sometido a Él todo nuestro ser, tanto desde el punto de vista social-sexual, como desde el punto de vista económico. Así, por ejemplo, la vida originaria de los hermanos carmelitas, comprendía un único voto, el de la obediencia, pues en ellos estaba sobreentendido que no puede haber plena obediencia a Dios, sin que exista castidad y pobreza.
----------A decir verdad, un estudio sobre los condicionamientos de la vida intelectual, si quisiera reducirse exclusivamente a lo que es esencial, o cuanto menos a aquello que es más importante, podría quizás limitarse al examen del estado de vida en general o al estado de vida religioso, que es el que representa la perfección, con su voto esencial de obediencia. Por amor a las cosas completas, y sobre todo porque en esta serie de artículos no debo hablar tanto de la vida intelectual, que es una función puramente espiritual, sino más bien del intelectual, que es una persona en carne y hueso, debemos ver la relación de la vida intelectual con la parte física y los condicionamientos físicos del ser humano.
----------No será necesario, sin embargo, un examen completamente detallado de esta temática; y bastará en cambio ver en qué sentido y en qué medida el aspecto físico del ser humano influya sobre la vida intelectual y sobre el intelectual en cuanto tal. Por lo tanto, el estudio que aquí seguirá podrá considerarse una prolongación y una explicación de los parágrafos precedentes dedicados a los estados de vida, en el sentido de determinar su componente físico y de qué modo tal componente viene naturalmente a limitar la vida intelectual dándole su cualidad humana, aunque sea pasible de sobre-elevaciones divinas.
----------Pobreza y castidad se refieren a las dos facultades de la vida vegetativa: la nutritiva y la generativa, los actos de las cuales se producen según un mecanismo natural, esto es, "fisiológico", que no le corresponde a la razón determinar prácticamente. No hay duda, sin embargo, que dichas facultades, especialmente la primera, nos pertenecen como indispensables condiciones de la vida presente; nos podemos preguntar entonces: ¿qué relación mantienen con la inteligencia, que ya he dicho ser en nosotros ese poder, del cual depende, mediante su unión con Dios, nuestra vida y nuestro ser en su totalidad? Si es verdadera esta función de nuestra inteligencia, ¿en qué sentido la vida vegetativa, en cuanto formando parte de nuestro ser, depende de ella? ¿Y en qué sentido luego la vida vegetativa condiciona la vida intelectual? A todas estas preguntas es necesario responder en la última parte de estas consideraciones que aquí desarrollamos.
----------Se puede comenzar por decir que el dinamismo de la vida vegetativa procede, sí, determinísticamente según especiales leyes fisiológicas y en dependencia de especiales órganos corpóreos a ella deputados, sin que en todo esto hagan parte alguna las determinaciones prácticas de la inteligencia humana, pero el fin al cual ese dinamismo tiende, puede ser controlado por la inteligencia mediante la facultad aprehensiva sensible, la cual tiene el poder de aceptar o rechazar -por sí sola o bajo el impulso de la voluntad- la afirmación del fin de los procesos vegetativos, sin modificar los procesos mismos en su propio mecanismo fisiológico. Si por ejemplo el animal hambriento ve un alimento, lo obtiene, lo come y lo digiere, los mecanismos fisiológicos en su fin (en este caso la nutrición) son actuados por la apetitividad sensible que ha obtenido el alimento, movida por la aprehensividad sensible que lo ha visto, pero en su proceder (la masticación, la salivación, la deglutición, la digestión, etc.) se actúan mediante leyes fisiológicas independientes de la aprehensividad sensorial. Esta está ordenada a los actos de las facultades vegetativas, sin determinar el modo con el cual tales actos se cumplen, que es de competencia de las mismas facultades vegetativas.
----------Como enseña santo Tomás: "ratio autem imperat per modum apprehensivae virtutis" (Summa Theologiae, I-II, q.17, a.8), o sea la inteligencia establece leyes prácticas a la manera de una facultad aprehensiva, y por tanto, si no puede prescribir leyes a la vida vegetativa, que está privada de aprehensividad, y que por lo demás las tiene ya por cuenta suya, las puede prescribir a la vida sensitiva, cuyo dinamismo no está dirigido por leyes puramente fisiológicas, sino por la aprehensividad, que se refiere por su naturaleza a objetivos parciales e individuales; la inteligencia puede hacer esto subordinando a sí, en cualidad de la aprehensividad de la totalidad y de la universalidad (Summa Theologiae, I-II, q.17, a.7), la antes mencionada aprehensividad sensorial, y de tal modo, a través de ésta, entrar en relación con las funciones vegetativas y también dirigirlas. Esta dirección de la inteligencia sobre las energías vitales inferiores sensitivas y vegetativas, es aquella que establece el estado de vida, que es tanto mejor, cuanto mejor es esa dirección.
----------Vengo ahora a responder a la otra pregunta que he formulado: ¿en qué sentido la vida vegetativa condiciona la vida intelectual? La respuesta es: en el sentido de hacerla tanto más sana y robusta, cuanto más ella misma es sana y robusta. "Mens sana in corpore sano". También en este caso la relación entre los dos géneros de vida se tiene mediante la vida sensitiva, que está sostenida por la vida vegetativa, la cual ofrece las condiciones materiales-fisiológicas, mientras que la vida sensitiva ofrece a su vez las condiciones sensoriales necesarias para la afirmación y para el desarrollo de la inteligencia.
----------La función nutritiva (y, por ende, acrecentativa) se vincula con la conservación del individuo: podemos incluir en este concepto a todas aquellas condiciones que hacen posible tal conservación, como la propiedad de los bienes exteriores y el trabajo. La función generativa se conecta en cambio con la conservación de la especie, en lo cual se manifiesta su mayor dignidad (como lo expresa Tomás en Summa Theologiae, I, q.78, a.2), sea por su objetivo, sea por el hecho de que presupone la primera, mientras que no está dicho que por ella esté presupuesta: podemos incluir en este concepto, en cuanto refiriéndonos al hombre, el sentido social y el amor del prójimo, que se realizan en su forma más perfecta precisamente en el estado de vida ordenado a la generación, es decir, el matrimonio (se trata aquí, como también más adelante, del amor natural al prójimo; pues desde el punto de vista sobrenatural, vale más el amor sacerdotal).
----------Por consiguiente, dado que hemos comenzado por examinar la manifestación de la inteligencia humana en toda su libertad y su universalidad (en el sacerdocio) y hemos venido viendo cómo se va gradualmente particularizando y limitando, a medida que disminuye la dignidad ontológica de las energías vitales que ella tiene la tarea de espiritualizar y de dirigir, hasta perder del todo cualquier libertad de acción, como hemos visto, en el campo de los mecanismos propios de la vida vegetativa, prosigamos en este orden y veamos ahora ante todo qué es lo que significa para la inteligencia humana, para su mismo ser y para sus posibilidades, el hecho de ser la inteligencia de un alma sexuada, o sea de estar sustancialmente unida a un cuerpo viviente que es, por su naturaleza, sexuado. En un segundo momento veremos qué es lo que significa para la inteligencia humana el hecho de estar sustancialmente unida a una parte de materia, para constituir un único ser: la persona singular, individual, real y concreta. Hemos visto así, en los parágrafos precedentes, las condiciones del intelectual en cuanto tal; veremos ahora sus condiciones en cuanto es hombre.
El intelectual y la sexualidad
----------La masculinidad y la feminidad o, si queremos, los dos sexos, varón y mujer, no agotan su significado y su razón de ser, en la persona humana, en la función y en la necesidad fisiológica de la reproducción de la especie y por ende la conservación de la especie, sino que las amplían para comprender una natural afinidad y complementariedad entre varón y mujer, que está enraizada en el elemento físico, pero que involucra todo el ser de entrambos y por tanto también la inteligencia y el pensamiento.
----------Esto significa que el entendimiento y la comprensión recíproca entre seres humanos no tiene las notas de la pura espiritualidad, que es propia de los Ángeles, sino que es un entenderse y un comprenderse, que son, sí, espirituales, pero que están al mismo tiempo impregnados de la fisicidad sexual. Y esto porque el conocimiento que una persona humana tiene de la otra, es un hecho al mismo tiempo sensible e intelectual, que tiene por objeto (la persona humana) una cierta cosa que a su vez es sensible y espiritual.
----------La diferenciación sexual estructura en la persona humana el acto mismo del conocer y el modo de conocer, de intuir, de pensar y de juzgar; en una palabra, la diferenciación sexual contribuye a estructurar la vida intelectual, precisamente en su constituirse y manifestarse como tales.
----------Dios ha creado a la mujer para llenar la soledad del hombre, para dar al varón su completamiento natural, y viceversa ("Homo invenit in muliere aliquam complacentiam, quam numquam posset in alia invenire, ut dicunt experti", dice san Buenaventura, IV Sent., d.36, a.2, q.2). Si hubiera creado a la mujer solamente para hacer posible la reproducción de la especie, no habría dicho: "no es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2,18), sino: "no es bueno que el hombre se reproduzca solo" (cosa que Dios hubiera podido hacer muy bien). Esa frase: "no es bueno que el hombre esté solo" debe ser entendida como causa final y razón de ser de aquello que sigue: "Hagámosle una ayuda semejante a él", por lo cual la mujer es ayuda para llenar la soledad del hombre, una ayuda que concierne al ser entero del hombre, comprendida la componente espiritual: una ayuda por tanto para elevarse a Dios en todo sentido. Por tanto, el sentido del texto bíblico sería éste: "no es bueno que el hombre esté solo; por tanto, a fin de que así no sea, hagámosle una ayuda similar a él".
----------No hay duda que el intelecto busca sobre todo, más allá de las apariencias sensoriales y fenoménicas, en la otra persona, su "noumenicidad", es decir, su inteligibilidad; y no hay duda que el conocimiento humano, si bien investido de fisicidad y sexualidad, tiene, como su elemento mejor y más universal, su espiritualidad. Sin embargo, fisicidad y sexualidad permanecen esenciales para la vida intelectual humana, de modo tal que la instancia de la noumenicidad y de la universalidad no puede acompañarse en el cognoscente como en el conocido, de la otra instancia de la sensibilidad, de la singularidad y de la concretez, que se conectan a la particularidad: las personas deben, sí, resultarnos más allá del humano, en su noumenicidad, pero también ser vistas y experimentadas en la atmósfera y en la luz especialísima que las demuestra singulares en la Realidad pneumática a la cual pertenecen.
----------Se trata de aquella que Maritain llama la "subjetividad", subjectivité, de la persona (cf. Raison et raisons, pp. 176-177; L'intuizione creativa nell'arte e nella poesia, ed. Desclée de Brouwer, París 1957, p.123; en colaboración con Raissa: Situation de la poésie, ed. Desclée de Brouwer, Paris 1964, pp. 106, 123, 127ss.), que empeña la estructura misma del conocer y funda el "conocimiento por connaturalidad" (cf. J. y R. Maritain, Situation de la poésie, op.cit., p.109ss.; J. Maritain, L'intuizione creativa nell'arte e nella poesia, op.cit., p.127; Les degrés du savoir, pp. 266 y 515ss.).
----------La soledad intelectual del hombre es así llenada por el conocimiento por connaturalidad de la otra persona humana nouménica y concreta al mismo tiempo, espiritual y física, universal e individual. La otra persona que Dios ha establecido como modelo para la realización de este objetivo, es la mujer.
----------¿Qué es lo que entiendo por "soledad intelectual del varón"? (y, a la inversa, de la mujer?). El hecho de que la inteligencia humana es, en cuanto humana, tanto más completa, cuanto más en su actividad surge de la colaboración de la inteligencia masculina con la inteligencia femenina y, por cuanto respecta a su objeto, cuanto más presupone un conocimiento recíproco de la personalidad masculina y de la personalidad femenina.
----------Por lo tanto, el entendimiento intelectual entre varón y mujer es el modelo del entendimiento intelectual entre dos personas humanas (por citar un ejemplo destacado, el entendimiento y el amor entre san Francisco de Asís y santa Clara). Esta dualidad en el entenderse (ella funda un "amor singularis in quo non communicat alienus", como dice san Buenaventura, en IV Sent., d.33, a.1, q.2) es una característica esencial de la naturaleza humana, la cual característica está ausente en el ámbito de la comunidad de los Ángeles, porque depende de la materia. La intelección que tiene por objeto a una persona humana, en su perfección, exige necesariamente una cierta particularización, que constituye sin duda un elemento de inferioridad con respecto a la intelección angélica, que no tiene necesidad de tal particularización, cuando su objeto es una persona angélica, porque esta persona es un universal subsistente, una pura esencia particular existente en sí. La sola restricción a la intelección está dada en ese caso por el límite de la esencia.
----------¿Por qué el entendimiento entre dos personas humanas está motivado, como modelo de entendimiento, por el hecho de la materia? A causa de la componente física del conocer, que requiere una exclusividad, que depende de la espacio-temporalidad de la fisicidad de la persona, condicionante el conocimiento recíproco. La dualidad de las personas es requerida por la mencionada exclusividad.
----------Por lo tanto, el conocimiento recíproco entre personas humanas, naturalmente sensible e intelectual al mismo tiempo, donde estas dos componentes están o deben estar indisolublemente conjugadas para formar un único y específico conocimiento, que es precisamente el conocimiento humano, es y debe ser, precisamente para alcanzar esa perfección máxima que naturalmente le compete, un entendimiento entre dos personas.
----------No es que para el hombre sean imposibles intuiciones intelectuales que abracen contemporáneamente el ser de más personas, como la del docente, que abraza con una sola mirada el ser de la clase que tiene delante, o el combatiente, que tiene presente en su mente ese pueblo por el cual está dispuesto a arriesgar su vida; solamente que en estos casos el acto intelectivo, por nobilísimo que sea, sigue siendo genérico y humanamente incompleto, porque a nivel humano el conocimiento entre personas es incompleto, si no se actúa entre dos individualidades, entre dos subjetividades, que están hechas la una para la otra, según una medida física y circunstancias físicas especiales. Se trata entonces del conocimiento por connaturalidad.
----------De tal manera, el conocimiento que el docente tiene del estudiante, deviene perfecto, cuando se concentra y se concretiza en relación a un estudiante en particular; análogamente al conocimiento que tiene aquel que sacrifica la propia vida, en resguardo de la persona por la cual la sacrifica, deviene perfecto, como también en consecuencia lo deviene el sacrificio, cuando es proporcionado a la persona, individual y concreta, para la cual en particular se produce el sacrificio, como en el caso único y perfectísimo del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo, donde, en el sacramento de la Eucaristía, existe unión completa y concreta, aunque misteriosa, entre Cristo y esa particular persona.
----------Así, el varón está hecho para la mujer en su totalidad, en indisoluble conjunción del elemento físico y espiritual, y por tanto mucho más allá de la consideración de la finalidad meramente generativa: "Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!" (Gn 2,23). La unión física perdurará a la resurrección, sin que sea necesaria la reproducción de la especie (cf. Santo Tomás, Summa Theologiae, Suppl., q.81, a.4).
----------La espiritualidad de la persona, por la unidad esencial de la materia con el espíritu que constituye la naturaleza humana, está esencialmente impregnada e investida por los caracteres físicos y sexuales del ser humano. Así, por ejemplo, el varón, que es sexualmente más activo, lo es también espiritualmente; la mujer, que es sexualmente más pasiva y receptiva, lo es también espiritualmente. Esto no debe alarmar a aquellos que están correctamente preocupados por la distinción entre espíritu y materia: está claro que la espiritualidad humana, cuando más es universal, tanto más trasciende la sexualidad, pero debe ser también claro que, por cuanto la espiritualidad humana pueda elevarse, ella se resentirá siempre del condicionamiento físico (y por tanto sexual), ni puede ni debe buscar alcanzar la pureza y la superioridad de la espiritualidad angélica. Por lo demás, Jesús mismo no nos promete ser, en la resurrección, Ángeles sic et simpliciter, sino ser como los Ángeles, es decir, similares pero no idénticos. En efecto, perderíamos, en caso contrario, nuestra identidad, y por tanto la resurrección no sería ya una "vida eterna", dado que no sería ya una vida proporcionada a las posibilidades y a las auténticas aspiraciones de nuestra naturaleza.
----------Miremos la vida y el testimonio de los Santos y de las más nobles personalidades, es decir, de aquellos que han alcanzado los grados más elevados de la espiritualidad humana: ¿acaso Cristo sacerdote, maestro, juez, conductor y triunfador en la áspera lucha contra el Maligno, no es en esto supremamente espiritual y supremamente hombre? ¿Y la humildad, la obediencia, y el silencio de la Virgen, no testimonian acaso a un mismo tiempo su santidad y su feminidad? ¿Acaso un santo Tomás de Aquino, en el momento mismo en el cual afirma la espiritualidad propia de su pensamiento, no nos da el carácter de su masculinidad? ¿Y la espiritualidad del pensamiento de un san Agustín de Hipona, por su robustez, su grandiosidad sin límites y mística, su profundísima intuición, y su ingeniosa y rara habilidad retórica, no nos da al mismo tiempo, y en estas sus mismas notas, la consciencia del signo de su masculinidad?
----------¿Y una santa Teresa del Niño Jesús, con su amor tiernísimo por Jesús niño y con su "pequeño camino" de la perfección, no es en esto supremamente espiritual y supremamente mujer? ¿Cómo no encontrar al hombre en el militarismo espiritual de san Ignacio de Loyola? ¿Cómo no encontrar la feminidad en las angustias, en los tiernos e infantiles afectos y en las dulcísimas premuras, que santa María Magdalena de Pazzi demostraba en medio de celestiales visiones y de terribles tentaciones? ¿Cómo no rencontrar al mismo tiempo e indisolublemente conjuntas, feminidad y espiritualidad en los escritos de Raissa Maritain, donde con una simplicidad, una frescura y una soltura todas femeninas, nos habla de grandiosos acontecimientos espirituales y de poderosas y amables personalidades? ¿O en su diario, donde el inmenso sufrimiento padecido por el frágil temperamento femenino, no se distingue de su sublimación en una expiación redentora y en una fe iluminada y tenaz que llega a las alturas de la experiencia mística?
----------¿Cómo no encontrar aún feminidad y fineza espiritual unidas en las delicadas poesías de Gaspara Stampa y Vittoria Colonna? Ciertamente también entre los Santos se podrían poner ejemplos contrarios, de temperamentos viriles en las mujeres, como por ejemplo el espíritu de iniciativa y el coraje de una santa Teresa de Jesús, o la robustez doctrinal de una santa Catalina de Siena; o bien de temperamentos femeninos en varones; pensemos en la dulcísima y tiernísima sensibilidad franciscana. Pero son excepciones. Suele ser bastante fácil, por las acciones o por las enseñanzas de un Santo, aunque sólo fuese por lo discriminante del estado sacerdotal, distinguir el temperamento femenino del masculino. Es lógico y es justo que sea así, por la unidad esencial entre materia y espíritu que constituye la naturaleza humana, y los Santos son los eminentes realizadores de tal naturaleza.
----------¿Acaso estas manifestaciones conciernen a la facultad generativa, a la sexualidad entendida en sentido meramente fisiológico? No ciertamente. Esto quiere decir que nuestro ser varones o nuestro ser mujeres no lo demostramos solamente mediante la actividad generativa, sino en cierto modo y en diferente medida, en todas las funciones de nuestro ser, también las más elevadas, como el modo de sentir, de entender, de pensar y de amar. Esto quiere decir que la complementariedad entre varón y mujer es también espiritual; ella constituye la componente metafisiológica, por así decir, de la sexualidad; puede por tanto prescindir de las relaciones sexuales físicas, y constituir la base de una elevada espiritualidad conyugal, en la cual, como se ha dicho, realizar la unión intelectual y afectiva más completa, más íntima, duradera y proficua entre dos personas humanas, y por tanto la actuación más perfecta del amor al prójimo, ahorrando a la vida intelectual las nieblas de la concupiscencia. La sexualidad así entendida, adquiere de tal modo un valor absoluto, no en el sentido que vengan intrínsecamente absolutizadas las relaciones sexuales físicas, como quisieran algunos, lo que sería confundir lo material con lo espiritual, sino en el sentido y en cuanto le viene reconocida una espiritualidad que, en cuanto tal, por tanto, trasciende la componente fisiológica, aunque encontrándose en ella esencialmente enraizada.
----------La complementariedad de la inteligencia masculina con la femenina, implica la diferenciación entre ambas. Como enseña santo Tomás de Aquino, "naturaliter in homine magis abundat discretio rationis" (Summa Theologiae, I, q.92, a.1, 2m). Debe sernos clara la nobleza de la masculinidad y de la feminidad humanas, las cuales, a diferencia de las bestias, no se agotan al nivel de la vida vegetativo-sensible, sino que, como se ha dicho, impregnan por sí la espiritualidad, quedando a su vez impregnadas, y elevándose así a una dignidad muy superior a la de las bestias.
----------La sexualidad humana espiritualizada simboliza, según la tradición judeo-cristiana (cf. el libro del Cantar de los Cantares), el amor místico entre el alma y Dios, y, con la Nueva Ley, el amor místico entre Cristo y su esposa la Iglesia. Espiritualidad femenina o espiritualidad masculina, siempre es simplemente espiritualidad. El amor piadoso y valiente de las pías mujeres superó al de los Apóstoles, como refiere santo Tomás: "Mulieres, quae Dominum arctius amaverunt, in tantum ut ab ejus sepulcro, discipulis etiam recedentibus, non recederent, primo viderunt Dominum in gloriam resurgentem" (Summa Theologiae, III, q.55, a.1, 3m: puesto que las mujeres amaron más intensamente al Señor, hasta el extremo de no apartarse de su sepulcro cuando los discípulos se apartaron, vieron primero al Señor resucitado para la gloria).
----------En cierto sentido, por tanto, la mujer puede ser cabeza y guía del varón, no en el sentido formal del varón, que representa a Cristo que da forma a la Iglesia su esposa, representada por la mujer, sino en el sentido dispositivo y diría casi material, en cuanto que la mujer es signo para el hombre de la presencia de Cristo, y por lo tanto camino y escala hacia Él, en la medida en la cual es disponible, dócil y pronta a dejarse informar como obediente materia, por la gracia y por la verdad de Cristo. El varón que encuentra en la mujer esta docilidad, esta devoción, esta amorosa pasividad por aquello que el varón le media de la gracia y de la verdad de Cristo, esa mujer es para ese varón camino y guía eminente hacia Cristo.
----------Así, el poder cristiano de la mujer, puede ser comparado con la gracia bautismal; el del varón, a la gracia sacerdotal, porque el poder espiritual femenino tiene sobre todo los caracteres de la pasividad; el masculino tiene en cambio sobre todo los caracteres de la actividad; y en efecto, como enseña santo Tomás (Summa Theologiae, Suppl., q.35, a.5, 1m), el Bautismo confiere un carácter espiritual pasivo, mientras que el Orden un carácter espiritual activo: "Per Baptismum acquirit homo potentiam passivam recipiendi Ordines".
----------La mujer guía al varón, cuando le enseña cómo la debe guiar; ella estimula en el varón sus capacidades activas, dirigenciales e inventivas. En este sentido, la mujer es para el varón escalera de perfección hacia Cristo. La grandeza y la perfección de la mujer está en su dulzura, en su humildad, en su obediencia y en su pasiva capacidad de acoger, conservar y custodiar la guía y la dirección, que le vienen a través del varón, y especialmente a través del sacerdote, de Cristo.
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