Si los Romanos Pontífices nos aseguran de la existencia de la continuidad entre las doctrinas del Concilio Vaticano II y las del Magisterio precedente, ¿puede un católico pensar que ellos se equivocan o que quieran engañarnos? ¿O no es más cónsono a la fe católica esforzarse por demostrar tal continuidad a quien tiene dificultad para comprenderla? Pues bien, el propósito de esta serie de artículos es precisamente demostrar tal continuidad, que no está en absoluto perturbada o contradicha, sino confirmada y consolidada por el elemento innovativo y progresista. [En la imagen: fotografía del papa san Juan XXIII, en la Plaza de San Pedro, el 11 de octubre de 1962, en la solemne inauguración de la primera sesión del Concilio Vaticano II].
¿A quién le corresponde interpretar el Concilio Vaticano II?
----------Nos preguntamos ahora: ¿a quién corresponde la interpretación de los documentos del Concilio Vaticano II que han sido promulgados por el Papa? La respuesta no es nada difícil: le corresponde evidentemente a esa Iglesia misma que los ha hecho y los ha promulgado, o sea, en concreto, le corresponde interpretarlos al Papa, colegialmente unido al episcopado mundial y como cabeza y jefe del episcopado. Una vez más vale el mandato del Señor: "Confirma fratres tuos" (Lc 22,32). Explicar la ley corresponde al legislador. Interpretar el escrito de un autor corresponde al autor del escrito. Los documentos del Concilio los ha hecho la Jerarquía de la Iglesia bajo la guía del Papa, aunque preparados por los expertos: por lo tanto corresponde a los Obispos bajo la guía del Papa dar la interpretación auténtica y autorizada. Les corresponde a ellos aclarar eventuales oscuridades, distinguir las buenas de las malas interpretaciones, precisar el sentido de las doctrinas que podrían ser eventualmente discutidas, darles su verdadero significado, al cual todo católico debe atenerse.
----------Por lo dicho, queda en claro que, por más necesaria y valiosa que haya sido la labor desarrollada por los peritos del Concilio, esa tarea siempre está en relación subordinada y en función de la labor cumplida por el Episcopado mundial bajo la guía del Papa. Y esto vale también para cualquier miembro de la Curia Romana, desde el Cardenal más importante hasta el funcionario subordinado recién llegado. En tal sentido, la labor de un funcionario de la Curia puede ser muy importante en la preparación de los documentos del Papa, pero una vez que el Papa los ha hecho suyos, tal funcionario debe evitar cuidadosamente dar a los textos una interpretación subjetiva, que se desvíe del contexto de las enseñanzas del Papa mismo.
----------Respecto a la interpretación de los documentos finales del Concilio Vaticano II, está perfectamente claro que los teólogos y también los individuales Obispos o incluso las individuales Conferencias Episcopales deben permanecer en su lugar. No deben ponerse en alternativa a las sentencias o a las interpretaciones de la Santa Sede o sentirse incluso más inteligentes que la Santa Sede en el entender o en el determinar el sentido de los documentos conciliares, especialmente los doctrinales.
----------Al respecto, un principio fundamental de interpretación sobre el cual los Papas del Concilio y del post-concilio han insistido e insisten, es que entre la doctrina eclesial pre-conciliar, la conciliar y post-conciliar, si bien no hay una mera identidad repetitiva -esto está claro que no lo hay- existe sí una coherencia, una homogeneidad, una permanencia de fondo, una identidad de sustancia o esencial, una continuidad -he aquí la palabra más frecuentemente usada- y por tanto no una ruptura o una negación o en cualquier caso un cambio total o radical, casi como que la doctrina dogmática precedente no fuera inmutable y eterna, o que la Iglesia del Concilio se hubiera corregido en relación a supuestos errores doctrinales del pasado.
----------La tesis de la ruptura, como es sabido, es común a lefebvrianos y a modernistas, los unos angustiados y escandalizados por la traición perpetrada, los otros contentos porque finalmente la Iglesia se ha desembarazado del lastre y la antigualla. Se equivocan, nos dicen los Papas, tanto los llorones como los contentos.
----------En cambio, la actitud correcta frente a las doctrinas conciliares es la alegría por la constatación de que la doctrina de la Iglesia, que sigue siendo inmutable en la sustancia (¿y de qué otra manera hubiera podido ser?), sin embargo (según las promesas del Señor y cuanto de hecho siempre ha sucedido en la historia), nos hace conocer mejor la Verdad, la misma Verdad, que la doctrina precedente.
----------Mientras los pasadistas lefebvrianos creen que la aseguración de continuidad dada por los Papas sea un truco para presentar tales doctrinas como buenas y ocultar su real discontinuidad (véase por ejemplo el artículo La trappola della "continuità", en "Sí, sí, no, no", n.2, del 28 de febrero de 2011), los modernistas rahnerianos consideran que tales declaraciones de los Papas sean un modo de contentar a los tradicionalistas. Por otra parte, los modernistas son de la idea que las mencionadas declaraciones muestren que los mismos Papas que, no obstante el novum del Concilio, no se hayan todavía del todo separado de lo viejo y no sepan comprender verdaderamente lo nuevo. Este último sería ese "espíritu del Concilio", ese soplo del Espíritu Santo, que ellos, los modernistas, cuyos colegas "han hecho el Concilio", han entendido bien, y mejor que los Papas. Por tanto, siempre según los modernistas, el Espíritu Santo les ha encargado hacer evolucionar hacia nuevas conquistas, codificables eventualmente en un nuevo Concilio, todavía más revolucionario que el precedente, sin esas rémoras frente a la modernidad que todavía hoy persisten en el Vaticano II y en sus intérpretes oficiales, atascando el progreso de la Iglesia hacia nuevas luminosas conquistas.
----------Si con los lefebvrianos estamos en el plano de una patética y obstinada nostalgia, con los modernistas estamos en el plano de la apostasía enmascarada por un lenguaje tradicional que ya está engañando cada vez menos a los espíritus vigilantes y fieles a la Sede Apostólica.
----------El camino correcto está en el acoger con confianza las aseguraciones que los Papas nos dan acerca del hecho de que el Concilio Vaticano II está en continuidad con el Magisterio precedente, pero al mismo tiempo hace progresar la doctrina de la Iglesia hacia nuevos horizontes y nuevas profundizaciones del mismo dato revelado, presente en su totalidad ya desde los inicios de la Iglesia.
----------Como refiere el mismo periódico citado líneas arriba: "El papa Montini en el Discurso al Sacro Colegio del 23 de junio de 1972 denunció una vez más una falsa interpretación del Concilio, que habría querido una ruptura con la Tradición". Sigo citando el mismo periódico: "Un año después de su elección, en su viaje a México cumplido entre enero y febrero de 1979, durante la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla, Juan Pablo II habló del Concilio en la homilía pronunciada el 26 de enero en la catedral de la Ciudad de México. El papa Wojtyla subrayó la importancia de estudiar los Documentos del Concilio Vaticano II, afirmando que en ellos 'no hay -como algunos pretenden- una nueva Iglesia diversa u opuesta a la vieja Iglesia, [...] No serían fieles en este sentido quienes quedasen apegados a aspectos accidentales de la Iglesia, válidos en el pasado, pero ya superados. Ni serían tampoco fieles quienes, en nombre de un profetismo poco esclarecido, se lanzaran a la aventurera y utópica construcción de una Iglesia así llamada del futuro, desencarnada de la presente".
----------También en el mencionado periódico pasadista se pueden leer las siguientes declaraciones: "En el Sínodo Extraordinario de noviembre-diciembre de 1985 se afirmó: 'El Concilio debe ser comprendido en continuidad con la gran Tradición de la Iglesia [...] La Iglesia es la misma en todos los Concilios' [...] Durante el jubileo del 2000 retorna sobre el tema y precisa la necesidad de superar 'interpretaciones prevenidas y parciales que han impedido expresar lo mejor de la novedad del Magisterio conciliar'. Finalmente, explica que la enseñanza del Vaticano II debe ser inserta orgánicamente en el entero Depósito de la Fe, y por tanto integrada con la enseñanza de todos los precedentes Concilios y enseñanzas pontificias".
----------El mencionado periódico sostiene que el reclamo a la Tradición es un truco de los Papas para hacer engullir las tesis modernistas del Concilio, como ya hacían los modernistas de principios del siglo XX buscando avalar sus posiciones con la "Tradición". "Pero -sostiene el periódico- nosotros no caeremos en esta trampa".
----------Yo me pregunto, sin embargo, si ésta es una actitud de católicos. Si los Papas nos aseguran de la existencia de la continuidad entre las doctrinas del Concilio y las del Magisterio precedente, ¿puede un católico pensar que ellos se equivocan o que quieran engañarnos? ¿O no es más cónsono a la fe católica esforzarse por demostrar tal continuidad a quien tiene dificultad para comprenderla? Pues bien, el propósito de esta serie de artículos es precisamente demostrar tal continuidad, que no está en absoluto perturbada o contradicha, sino confirmada y consolidada por el elemento innovativo y progresista.
Una cuestión que se plantea con evidencia
----------Una primera cuestión que podemos afrontar, como ya he señalado anteriormente, es la cuestión del lenguaje. Al respecto, es necesario observar en primer lugar que el Concilio Vaticano II se ha mostrado carente precisamente desde el punto de vista pastoral, de particular modo en el lenguaje, el cual, queriendo ser moderno, ha asumido no raramente formas expresivas poco claras que se han prestado y se prestan a interpretaciones divergentes y por tanto ha terminado por dividir en cierto modo a la Iglesia, contrariamente a la intención del Concilio de buscar, como dijo el papa san Juan XXIII, lo que une (aquí yo me siento compartir la opinión de De Mattei que él expresa en su libro ya citado, donde reporta el pensamiento también de otros analistas de los textos conciliares, como por ejemplo Romano Amerio).
----------Pero lo que une es la claridad, la univocidad y la precisión del lenguaje posiblemente consolidado por la tradición, incluso si no obstante debe ser actualizado; y lamentablemente no se puede decir que el lenguaje del Concilio brille por tales cualidades. Se ha estado cuidando demasiado por la novedad y demasiado poco por las expresiones tradicionales propias del Magisterio precedente. Se nota también un cierto abandono del lenguaje escolástico, que ha superado la prueba de los siglos, por no decir de los milenios.
----------El Vaticano II parece distinguirse, en la historia de los Concilios, por el hecho de que el problema de la interpretación aparece de una gravedad tal como nunca se había manifestado en antecedencia, aunque en el fondo en variada medida el problema haya siempre existido. Aquello que en cambio siempre ha sucedido ha sido la oposición entre quien ha obedecido y quien ha desobedecido a las decisiones conciliares.
----------Esta dificultad interpretativa ha aparecido siempre cada vez más en su gravedad con el sucederse de las décadas siguientes al Concilio, décadas las cuales lamentablemente no han servido para disipar interpretaciones erróneas, equívocos y malentendidos, sino que estos, sobre todo de tipo modernista, se han mantenido con una especie de impresionante obstinación, y para peor han invadido prácticamente todos los ambientes eclesiales, desde la catequesis parroquial y familiar a las instituciones educativas más altas, como son las enseñanzas episcopales y las mismas academias y facultades teológicas pontificias.
----------La ambigüedad de ciertos textos conciliares es detectada por tanto por una simple constatación de buen sentido: si los textos fueran claros no se continuarían todavía después de cuarenta años discutiendo sobre su sentido entre ambientes especializados y de alta cultura en lo interno de la Iglesia misma, sino que al menos a esos niveles ya se habría llegado a un acuerdo.
----------De esta ambigüedad se han aprovechado los modernistas, los cuales, derrotados por el Vaticano II que, sin ser modernista, sin embargo ha realizado un sano progreso en la doctrina y en la moral, aprovechándose del hecho de haber participado en el Concilio y haciéndose deslealmente fuertes en tal participación, han alcanzado, con una operación bien orquestada y bien financiada y ciertamente preparada desde hace tiempo, a imponer extensamente en la Iglesia sus sofismas y sus falsedades.
----------Esto por otra parte ha conllevado la reacción extrema, de signo opuesto, exagerada y retrógrada, de los lefebvrianos, los cuales sin embargo, si bien se han rehusado a acoger el progreso doctrinal promovido por el Concilio, al menos se han mantenido fieles a la totalidad de la doctrina precedentemente definida y enseñada. Claro que esto no quita que hayan caído en sospecha de herejía en lo que respecta a las nuevas doctrinas conciliares y post-conciliares, precisamente por no aceptar el progreso doctrinal.
----------Sabemos que la intervención disciplinar de la Santa Sede frente a ellos ha sido severa, pero mucho más severa habría debido ser la intervención disciplinar contra los modernistas, muchos de los cuales, todavía más que heréticos, son apóstatas y falsos creyentes, a la vista de que han desmantelado no sólo los conceptos fundamentales de la divina Revelación, sino incluso aquellas premisas racionales -los preambula fidei- que son necesarios para hacer posible la fe católica -como por ejemplo la noción de la verdad o de la libertad- y que por tanto la Iglesia también enseña como doctrinae proximae fidei (segundo nivel de autoridad enseñado por la Instrucción Ad tuendam Fidem de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1998).
----------Ahora bien, esta problemática cuestión del lenguaje del Vaticano II ha dado lugar a tres interpretaciones de las doctrinas del Concilio, de las cuales dos se desvían del verdadero catolicismo. Mostraremos, en cambio, en la tercera la verdadera interpretación católica.
Tres interpretaciones del Concilio Vaticano II
----------Estas tres interpretaciones que ahora pasaré a explicar, coexisten ya desde hace casi sesenta años, de una manera anómala en lo interno de la Iglesia, en perenne conflicto, en forma a veces descubierta a veces oculta, a veces declarada a veces no declarada. Es un hecho que nunca había ocurrido en la historia de la Iglesia que desde hace sesenta años coexistan, la una junto a la otra, tres interpretaciones del Concilio Vaticano II contrastantes e incompatibles entre sí: la modernista parece tener a veces un tono de oficialidad mayor que la auténticamente católica, mientras que la lefebvriana, oficialmente marginada, reserva aspectos de ortodoxia mayores que la corriente modernista, llamada por algunos "progresista".
----------Al respecto, recordemos que Benedicto XVI hablaba de "falsos progresistas", casi para sobreentender que puede existir también un sano progresismo (por ejemplo, el de Maritain, el del cardenal Journet, el de Jean Guitton, el de Congar, el de Guardini, el de Daniélou, el de Escrivá de Balaguer, etc.), así como por lo demás existe un sano tradicionalismo (por ejemplo, el del Siervo de Dios padre Tomas Tyn), opuesto a un falso tradicionalismo, que es el de los lefebvrianos. A estos últimos Benedicto XVI los definió "anti-conciliares", y Francisco nos recordó su condición de "cismáticos". Repito una vez más, como lo vengo diciendo desde hace décadas, que progresismo y tradicionalismo son normales y constructivos en la Iglesia, lo importante es no salir de los límites de la sana doctrina y del verdadero espíritu católico.
----------En cuanto a la interpretación auténticamente católica y plenamente fiel al Magisterio de la Iglesia, ciertamente es una interpretación que se encuentra a menudo en minoría, por lo cual ofrece la apariencia de ser la posición pre-conciliar, o la menos atendible, o aparece como oportunista a la mirada de las personas superficiales o extremistas. Veremos a continuación cada una de estas interpretaciones: expondremos primero las falsamente católicas, y luego la interpretación fiel al Magisterio actual de la Iglesia.
----------Vale aclarar de antemano, que las dos interpretaciones insuficientemente católicas (la modernista y la lefebvriana) tienen algunos elementos en común, que sin embargo son vividos en los dos casos de manera diametralmente diferente. Se debe decir ante todo que entrambas interpretaciones -con sentimientos opuestos- ven en las enseñanzas del Concilio Vaticano II una ruptura con el Magisterio precedente.
----------Entrambas interpretan al Concilio de nuestro tiempo no desde lo interno, en cuanto expresión infalible del Magisterio de la Iglesia, sino desde fuera, apelando o invocando directamente o a la Tradición (es el caso de los lefebvrianos) o a la Escritura (es el caso de los modernistas y filoprotestantes). Entrambas interpretaciones comentan las doctrinas conciliares como si ellas reflejaran una mentalidad modernista (llamada así por los lefebvrianos, pero llamada "moderna" por los modernistas).
----------Entrambas falsas interpretaciones, tanto la lefebvrista como la modernista, pretenden señalar y reclamar al Magisterio de hoy que se adhiera a lo que ambas consideran el "verdadero catolicismo", que se resuelve en la Tradición para los lefebvrianos, y en la Escritura para los modernistas. Por supuesto en ambos casos se trata de gnosticismo: los lefebvrianos sustentan un contacto gnóstico directo con la Tradición (falsamente entendida por ellos), y los modernistas sustentan un contacto gnóstico directo con la Escritura. Unos y otros niegan que el Magisterio de la Iglesia sea el necesario mediador para contactar tanto con la Tradición como con la Escritura. En el primer caso se trata del error de Lefebvre, y en el segundo caso se trata del error de Lutero.
----------Entrambas falsas interpretaciones critican al Concilio: los lefebvrianos porque dicen que es modernista; los modernistas porque dicen que es conservador. Entrambas interpretaciones no llegan a apreciar la posición verdaderamente católica en su equilibrio y espíritu de síntesis, que conjuga tradición y progreso, continuidad y reforma. Entrambas interpretaciones no saben ver el acuerdo entre estos dos elementos, por lo cual mientras los lefebvrianos se sienten en el deber de refutar el progreso confundiéndolo por subversión, los modernistas en nombre de un progreso entendido como revolución, refutan la Tradición.
----------Entrambas falsas interpretaciones coinciden en entender al Concilio Vaticano II sólo como "pastoral", los lefebvrianos para sustraerse cómodamente a su obligación de acoger las doctrinas nuevas del Concilio, que ellos consideran contrarias a lo que ellos llaman "la fe tradicional"; los modernistas porque no dan importancia a la doctrina reduciéndola a la pastoral. De tal modo, los unos y los otros, sabiendo que en ámbito pastoral la Iglesia puede equivocarse, no ven nada infalible en las doctrinas del Concilio.
----------Tanto para los lefebvrianos como para los modernistas el Concilio Vaticano II es una novedad absoluta y radical: para los primeros una desdichada novedad, para los modernistas una novedad escatológica. Para los lefebvrianos el Concilio es una escandalosa decadencia y sumisión a lo secular, para los modernistas el Concilio es progreso con el cual la Iglesia finalmente se ha decidido a asumir la modernidad.
----------Tanto los lefebvrianos como los modernistas se detienen a considerar más bien cuanto ha sucedido durante las labores del Concilio, antes que considerar los documentos finales, exagerando el alcance de las tensiones ocurridas en esas labores: los lefebvrianos, para demostrar que las enseñanzas del Concilio son contradictorias y no confiables, los modernistas para encontrar una confirmación de su teoría hegeliano-historicista del progreso como desarrollo según la dialéctica de la contradicción.
----------Entrambas interpretaciones se rehúsan a tomar en consideración la exégesis que del Concilio ha hecho el Magisterio de la Iglesia en estos últimos sesenta años -por ejemplo el Catecismo de la Iglesia Católica o las Encíclicas papales o los documentos de los Dicasterios Romanos-, considerando correcta y coherente la propia interpretación, mientras acusan de doblez a la posición integralmente católica.
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