viernes, 18 de agosto de 2023

Los Obispos y la sinodalidad (1/2)

Entre los múltiples aspectos que debiera tratar una reflexión acerca de la constitución sinodal de la Iglesia, está indudablemente el del lugar y la misión del Obispo. Frecuentemente los Obispos hoy dicen querer escuchar a los fieles y al mundo. Pero el caso es que los fieles (tanto clero como laicado) queremos escucharlos a ellos, pues necesitamos escuchar su insustituible palabra en la Iglesia. Hoy los Obispos dicen que quieren caminar junto a todos, pero ¿caminar hacia dónde si no son ellos los que nos indican el camino hacia el Reino? [En la imagen: fragmento de "El Obispo", o "La bendición episcopal", acuarela de 1888, obra del pintor argentino Emilio A. Caraffa, conservada y expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina].

Lugar y misión del Obispo en la Iglesia
   
----------Estamos en vísperas de un nuevo Sínodo de la Iglesia. Durante el mes de octubre de este año se celebrará en Roma la XVI General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, la cual, por inédita decisión del papa Francisco esta vez tendrá la participación también de no-Obispos. El encuentro eclesial, como bien sabemos, reflexionará acerca de la sinodalidad, vale decir, la dimensión sinodal constitutiva de la Iglesia y la consiguiente comprensión de las instituciones eclesiales a través de las cuales se ejerce tal dimensión.
----------Este nuevo Sínodo en la Iglesia se inscribe en un contexto de vida eclesial en el que sin duda podemos constatar con dolor, aunque sin que falten señales de consuelo y de esperanza, un general clima de aridez, somnolencia y dejadez espirituales. Por eso me ha parecido conveniente que, en la preparación de esta magna asamblea en la que se reflexionará sobre la sinodalidad, vale decir, sobre aquello que es sinónimo de comunión eclesial, de vida de fe y de caridad en común, de vivir juntos la misma misión evangelizadora de la Iglesia y de todo cristiano, vivida en comunión fraterna, alejada lo más posible de todo atisbo de clericalismo y de partidismo intra-eclesiales, subrayara en este artículo el lugar propio y particular que, por institución divina, por decisión de nuestro Señor Jesucristo, ocupan aquellos que han sido instituídos Obispos.
   
Ocupados en mil asuntos
   
----------Asistimos a un generalizado replegarse de los pastores hacia el mundo, y a un ceder a sus alicientes y tentaciones bajo el pretexto del diálogo, de la atención a los pobres, y de la misericordia hacia los frágiles y los que sufren. Las figuras del inmigrante y del homosexual parecen ocupar todo el espacio, dejando en la sombra otros aspectos y necesidades más profundas del drama humano de nuestro tiempo.
----------También tenemos la impresión de que los pastores quieren mezclarse indiscriminadamente con la gente común, aparecer como un fiel cualquiera, esconderse entre la multitud, con el pretexto de querer ser hermano, y no querer parecer como dominadores. En cierto momento surge la pregunta: ¿qué sentido tiene para ellos ser Obispos? ¿Sólo el hecho material de habitar un episcopio, una casa episcopal?
----------Ya no oímos hablar de jerarquía eclesial. Sin embargo, el Concilio Vaticano II habla de una "Constitución jerárquica de la Iglesia" (constitución dogmática Lumen Gentium, cap. III). En efecto, el sacerdocio y por tanto el Episcopado, que es la plenitud del sacerdocio, no se resuelve en la simple ejecución de una determinada tarea o servicio, como puede ser el del quiosquero, el del cartero o el del tendero o el del verdulero. Ciertamente el Obispo nos anuncia la buena noticia de la salvación, nos transmite el mensaje del Evangelio, nos embriaga con esa divina droga que es la gracia. Pero Cristo ha querido el sacerdocio como poder salvífico cuyo titular o detentor, el Apóstol, o bien el Obispo, pudiera participarlo en grados y medidas inferiores a sus colaboradores, los presbíteros, los diáconos y los ministros, hombres y mujeres.
----------Por lo tanto, la Iglesia está gobernada por un régimen monárquico (el Papa) y aristocrático (los Obispos). Al mismo tiempo, sin embargo, están presentes elementos de régimen democrático en el laicado y en los Institutos religiosos y en los mismos organismos de la Curia romana, en las conferencias episcopales y en el funcionamiento del colegio cardenalicio. Por lo tanto, el régimen de la Iglesia no puede ser el mismo que el de la sociedad política, es decir, la democracia, por la cual el pueblo elige a sus propios gobernantes.
----------Lo importante, y que es necesario señalar, siendo como es de institución divina, es que el ministerio episcopal es un poder implícitamente plúrimo y graduado, participable a niveles inferiores, involucrando actos y oficios diferentes, algunos reservados en exclusividad al propio y solo Obispo, otros que él puede participar o delegar a los ministros inferiores, como los presbíteros y los diáconos.
----------Cristo, por lo tanto, no ha fundado la Iglesia en el sentido de que en un cierto momento un grupo de sus admiradores Lo hayan elegido como jefe que los represente ante Dios, los satisfaga en sus necesidades, los contente en sus deseos y los colme en sus necesidades. Como dijo Él mismo: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros" (Jn 15,16).
----------La Iglesia no nace de abajo, no nace del hombre, sino de lo alto, de Dios; el plan que ella debe realizar no es un proyecto humano, sino un proyecto revelado por Dios; el fin a alcanzar no es simplemente humano, sino divino; las fuerzas para alcanzarlo, en consecuencia, no pueden ser simplemente naturales, sino que deben ser sobrenaturales, las fuerzas de la gracia.
----------Ciertamente, el fiel debe aspirar a ascender, pero no en el sentido de una ascensión al poder, como sucede a menudo en el ámbito político, sino en el sentido de una escalada hacia la santidad, hacia un crecimiento de la gracia, hacia el paraíso del cielo. La gran ambición del cristiano es el servir, no el mandar; y si manda, lo hace para servir. Pero servir no se limita a satisfacer las necesidades terrenas. El servicio propio y preciso del Obispo es precisamente servir para ayudar a ascender al cielo.
----------Los Obispos suelen decir hoy que quieren escuchar, que quieren escuchar a todos los fieles, y que quieren escuchar al mundo. Está bien. Pero nosotros también queremos escucharlos. Los Obispos quieren estar entre nosotros. Está bien. ¿Pero nosotros hacia dónde vamos? ¿Ya lo sabemos por nosotros mismos? ¿Y cómo lo sabemos? ¿Porque nos lo ha dicho Rahner? Casi parece que los Obispos no quieren precedernos. ¿Pero no deberían indicarnos el camino? ¿No se supone que deben abrirnos y allanarnos el camino? ¿Representan a Cristo para nosotros o somos nosotros los que representamos a Cristo para ellos? Al final, este darnos tanta importancia, ¿no nos parece un descargo de responsabilidad? Los Obispos han trabajado duro durante muchos años para llegar a donde están: ¿qué han descubierto en su ascenso? ¿Qué ven desde allí arriba? ¿Y cómo podemos ascender nosotros también donde ustedes están? Éstas, me parece que son algunas preguntas que también conlleva el reflexionar acerca de la sinodalidad.
----------La impresión que tenemos desde hace muchos años (yo ya camino mi octava década) es que los Obispos, salvo raras excepciones, en cosas de fe no se pronuncian, no se exponen, no aparecen, no publican, no intervienen, no comentan, ignoran, fingen no ver, no quieren tener problemas, temen que la mayoría modernista se ría de ellos. Difícilmente pasa un día sin noticias de algún escándalo, o algún disparate, o alguna herejía. Sin embargo, todo transcurre con calma, como si nada hubiera pasado. O tal vez los Obispos no se dan cuenta de la gravedad de ciertas situaciones. O no se sienten capaces de afrontarlas.
----------Pareciera que los Obispos tuvieran temor de expresarse por sí solos, y que se sintieran seguros solo si se expresan juntos. Más que abrir y allanar un camino tomando sus riesgos, parecen llevados por la preocupación tranquilizadora y nada riesgosa de registrar lo que ya ha sido dicho o ha sido votado por la mayoría. De ahí las diversas Conferencias Episcopales y asambleas de Obispos, de ahí los frecuentes congresos y los numerosos documentos compartidos a varios niveles. Sin embargo, estos documentos conjuntos a menudo carecen de incisividad y se limitan a repetir y divulgar enseñanzas ya conocidas del Magisterio.
----------Indudablemente está el hecho de que la información está hoy dominada por una mentalidad laicista y secularista que es sorda, si no hostil, a las expresiones de la cultura católica y de especial modo a aquellas que puedan ser las ideas de los Obispos. Sin embargo, expreso mi firme opinión de que en Italia, donde se encuentra el centro de la cristiandad, periódicos católicos, como el Avvenire y L'Osservatore Romano, deberían dar mucho más espacio al pensamiento de los Obispos y de los Cardenales. Al respecto, debo decir de inmediato que, en nuestro país, contamos con una consoladora excepción a lo que parece ser la regla: la agencia de noticias AICA otorga un considerable espacio a las expresiones de los Obispos argentinos.
----------El Obispo y el Cardenal, en su oficio de colaboración para con el Romano Pontífice, tienen como su auditorio natural no sólo y no tanto a su diócesis, sino a la Iglesia entera. Ya el teólogo se dirige a la Iglesia. Con mucha mayor razón y autoridad lo hacen el Obispo y el Cardenal, los cuales, cum Petro et sub Petro, son verdaderos maestros de la fe. Quisiéramos verlos más en torno al Papa hablándonos de Dios, de los grandes desafíos de la Iglesia de hoy, de sus chances o posibilidades, de sus sufrimientos y de sus alegrías, de sus esperanzas, de sus dudas y de sus certezas.
----------Tenemos en la Iglesia 120 Cardenales, hay en Italia 250 Obispos, y en Argentina 92 Obispos activos, y así proporcionalmente en cada nación. Ciertamente muchos harán publicaciones y también interesantes. ¿Pero por qué sus artículos aparecen tan raramente en un periódico como L'Osservatore Romano?
----------Los periodistas católicos y los periódicos del Vaticano no faltan. Es precioso el servicio que ellos prestan al actuar como intérpretes y canalizadores de exigencias, necesidades, propuestas, interrogantes, malestares, inquietudes, que surgen desde diversos sectores de la Iglesia. Los mismos periodistas católicos, cuando están animados del celo por el bien de la Iglesia, sugieren caminos, ofrecen estímulos, recuerdan valores olvidados. Pero los periódicos y periodistas católicos -y ellos mismos lo reconocen-, nunca podrían reemplazar la alada palabra del Obispo. Y precisamente ésta es la que parece faltarnos.
----------Hace apenas sesenta años el Episcopado mundial daba una espléndida prueba de sí mismo, con la elaboración de los documentos del Concilio Vaticano II. Pero desde entonces parece que se ha creado entre los mismos Obispos una mentalidad por la cual ellos ya no se sienten en la necesidad de expresarse por sí solos, como siempre se ha usado y acostumbrado en la historia de la Iglesia: baste pensar en los grandes Obispos de los primeros siglos y en todos los Santos Obispos que han constelado la historia de la Iglesia en sus coyunturas y puntos de inflexión más importantes o más críticos.
----------La fuerza doctrinal de la Iglesia reside en el Episcopado en torno al Papa. El Papa es eficaz en su enseñanza y en su pastoral en la medida en que tiene Obispos que colaboran con él. En cambio, es ineficaz cuando está aislado en su enseñanza y, peor aún, cuando se encuentra en el deber de tratar con un cuerpo de teólogos, los cuales, en lugar de sostener y explicar las intervenciones pontificias, se creen con derecho o en el deber de formar una especie de magisterio alternativo de carácter supuestamente "progresista". Lo que san Paulo VI llamaba el "magisterio paralelo".
----------Hoy que tenemos un Papa progresista, parecería que el Papa ya no estuviera aislado, sino que hubiera rencontrado el apoyo de los teólogos. Pero en realidad las cosas no son así. No es éste el caso. Los astutísimos modernistas se hacen pasar por sostenedores, partidarios y defensores del papa Francisco, pero en realidad, aprovechando algunas de sus debilidades e ingenuidades, lo instrumentalizan difundiendo un catolicismo herético, que no refleja en absoluto las verdaderas enseñanzas del Papa.
----------¿Y qué hacen los Obispos? Aparte de algunos que critican al Papa desde posiciones preconciliares, la inmensa mayoría guarda silencio. Algunos apoyan al Papa, pero lo interpretan en sentido modernista. ¿Y el Papa qué hace? Parece no tener la fuerza para abordar de frente esta situación verdaderamente difícil, que denota una división en lo interno del Episcopado y dentro del mismo colegio cardenalicio.
----------Es necesario decir que se trata de una división que ya se ha manifestado durante las labores del Concilio Vaticano II, y que no sólo no ha desaparecido, ni siquiera ha disminuido, sino que se ha agravado y agudizado. Solo que ahora los exponentes de los dos partidos cardenalicios no salen al descubierto, sino que mandan al frente a los teólogos y a los laicos. El silencio del Episcopado hace pensar en una unanimidad en torno al Papa, pero es una unanimidad que en realidad no existe.
----------¿De qué infiero este hecho? De la obstinada existencia de los dos partidos de los modernistas y de los pasadistas, abiertamente apoyados por teólogos, sacerdotes, religiosos y laicos, pero que no podrían tener tanta influencia, arrogancia y audacia, si no estuvieran sostenidos en la sombra por Obispos y Cardenales.
----------Es impresionante la cantidad de publicaciones y de sitios web que testimonian, aunque en modos contradictorios entre ellos, el profundo malestar de un mundo católico agitado por un entretejido casi inextricable de polémicas y de litigios. E indudablemente detrás de todo este movimiento subversivo y exaltado está la sombra de la masonería, con sus ideas y su sostén económico.
----------Está aquí la raíz de los males de la Iglesia de hoy: se encuentra en el Episcopado. Sufrimos hoy una crisis del Episcopado, como nunca se ha verificado en toda la historia de la Iglesia, si se excluye el período del donatismo, del arrianismo y de la reforma de Lutero.
   
La virtud del pastor
   
----------Un grave error que hoy está muy extendido es el excesivo énfasis en lo pastoral, como si toda la teología se resolviera en lo pastoral, que es precisamente la tesis sustentada por Rahner. A este error se une lógicamente el error de reducir toda la perspectiva cristiana a la salvación (no siempre se sabe bien salvación de qué) y a la vida fraterna en alegría, olvidando que Cristo pide al Padre para que los suyos, más allá de la remisión de los pecados, el poder conocer al Padre (cf. Jn 17,3). Es Lutero quien ha olvidado la perspectiva contemplativa del cristianismo, limitando la vida cristiana al problema de la salvación y al horizonte de la fraternidad.
----------Igualmente lefebvrianos y modernistas han creado en muchos (mas con motivaciones contrapuestas) la convicción errónea de que el Concilio Vaticano II ha sido un Concilio solamente pastoral, lo cual no es en absoluto cierto, pero que sin embargo ha favorecido ese pastoralismo mezquino y miope, que ha terminado por aplanar u horizontalizar la mirada de muchos sobre la sabrosa vida cotidiana, secando el interés por "las cosas de arriba" (Col 3,2). Incluso Hegel, que también era un inmanentista, habla de una "elevación" (Erhebung) del espíritu. ¿Pero, quién sigue hablando todavía hoy de elevaciones espirituales?
----------Debemos recordar que nuestro Señor Jesucristo es el pastor que no se limita a verificar que las ovejas se amen unas a otras, sino que nos advierte de la llegada del lobo, defiende al rebaño y lo guía a pastos ubérrimos. Metáforas aparte, Jesús es nuestro guía en el hacer, pero en vista del ver. Sin que por ello haya que caer en el gnosticismo, debemos recordar que la perspectiva que nos ofrece Cristo, es la de "conocer la verdad" (Jn 8,32). La libertad y el amor son una consecuencia de esto.
----------Si Cristo nos recomienda que nos amemos unos a otros y que pongamos en práctica sus mandamientos, no es porque toda nuestra alegría esté en el gusto del actuar o del hacer, sino porque obedeciendo al Padre, podemos llegar un día juntos a contemplar en el amor su rostro como hijos del Padre.
----------La preocupación por la evangelización es cosa santa, laudable y debida. Pero debería quedar claro que si previamente no nos queda claro y cierto lo que debemos anunciar, si no comenzamos por esclarecer y constatar cuáles y cuántos son los contenidos de la fe, la evangelización deviene un mero batir el aire, un crear confusión y equívocos, un propalar tonterías o narrar patrañas (y ello cuando va bien), y en absoluto es un anunciar el Evangelio, y por lo tanto se resuelve en el hacer daño y sin traer los beneficios de la salvación. La verdad no surge de la acción y no es efecto de la acción, sino que se presupone conocida por el agente, que enseña precisamente a ponerla en práctica para llegar a la contemplación de la verdad.
----------Este es el motivo por el cual en el pasado la Congregación para la Doctrina de la Fe estaba en el primer lugar entre todos los dicasterios de la Curia romana. Es precisamente porque los Papas se daban cuenta de la importancia de la evangelización, que ellos estaban tan dispuestos a hacerse ayudar de ese dicasterio que, en el campo de la fe, distinguía lo verdadero de lo falso, promovía lo verdadero y condenaba lo falso, aclaraba lo que era oscuro, daba certeza en la incertidumbre, resolvía las dudas, alentaba las buenas iniciativas. Ese primer lugar ocupado por la Congregación para la Doctrina de la Fe significaba compartir la suprema preocupación de Cristo de que los hombres lleguen al conocimiento de la plenitud de la verdad, es decir, a la visión beatífica, obviamente poniendo en práctica las verdades morales en el ejercicio de la caridad. Pero está muy claro que Cristo subordina la verdad moral a la verdad especulativa.
----------Como contrapartida, ciertamente no es aleatorio el riesgo de perderse en cuestiones teóricas, o polemizar en sutilezas inútiles para tener el gusto de prevalecer sobre el otro y hacer alarde del propio saber. Pero sería profundamente injusto acusar de tal error al Dicasterio de la Fe, mientras que, en cambio, la acusación es merecida si se dirige contra tantos teólogos presuntuosos, facciosos y orgullosos que siempre han existido y hoy existen más que nunca, aunque sin embargo sea cierto y reconocido por todos, a partir de los mismos últimos Papas, que en el pasado el Santo Oficio ha exagerado en su severidad.
----------Pero el fenómeno impresionante, que nunca jamás había ocurrido en el pasado, y que hoy se nota en la Iglesia, es el pulular imperturbado de una multitud de errores y herejías, viejas y nuevas, que se pretende poner bajo el nombre de "católico". En el pasado los herejes abandonaban o salían espontáneamente de la Iglesia, rechazando el nombre de ser católicos, y le declaraban abiertamente la guerra a la Iglesia, mientras los Obispos, los Papas y los Concilios se preocupaban de denunciarlos y señalarlos a los fieles, y de excomulgarlos junto con sus seguidores, de modo que a los fieles no les fuera difícil distinguir a los católicos de aquellos que no lo eran, o sea los herejes. Ahora ocurre que los mismos herejes, tanto pasadistas como modernistas, se consideran los verdaderos católicos, dicen que la verdadera Iglesia es la de ellos, excluyendo a todos aquellos que no piensan como ellos, ya sean Obispos, Papas o Concilios.
----------Pues bien, ante tal situación, ¿qué solución ha adoptado el papa Francisco para esta crisis eclesial? Ciertamente que él tiene clara la percepción de que han venido a menos o desaparecido las bases y fundamentos humanos, racionales y morales del cristianismo. La humanidad, aunque ha alcanzado altísimos niveles en la ciencia, en la medicina, en la técnica y en la organización económica y política, después de siglos de ideologías nihilistas, destructivas y lacerantes, se encuentra actualmente, sin embargo, al borde de la auto-destrucción, como tenemos de ello el signo evidente en la actual guerra en Ucrania.
----------El papa Francisco dedica todas sus fuerzas a hablarnos todos los días a los fieles, incluso a nivel ecuménico, de Dios y de Cristo, pero, paralelamente a esa pastoral intra-eclesial, realiza otra, a la vez intra-eclesial y extra-eclesial, de tipo exclusivamente humanista, destinada a proponer valores humanos universales y fraternizantes, para reconstruir al hombre, destruido por las falsas ideologías de los siglos XIX-XX y las consiguientes guerras mundiales. Aquí el Papa llega incluso tan lejos como para no mencionar ni a Dios ni a Cristo, y ello para escándalo de los pasadistas lefebvrianos y la mofa complacida y petulante de los modernistas rahnerianos y de los masones. Sin embargo, no se trata más que de la puesta en práctica de una famosa frase profética del grande y venerable papa Pío XII, quien hubo de decir en cierta ocasión: es todo un mundo que necesita ser rehecho, de sub-humano a humano, de humano a cristiano.

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