Queridos Obispos, ¿dónde están? ¿Por qué callan? ¿Acaso no da la impresión de que ustedes dejan solo al papa Francisco en medio de la tempestad? Los trabajos del Sínodo están en marcha, excelente obra, y el Espíritu Santo está presente. Sin embargo, ustedes siguen siendo, junto con el Papa, los maestros (la Iglesia docente), y nosotros seguimos siendo los discípulos (la Iglesia discente). ¿Cómo hacemos sin ustedes? Sí, por supuesto, caminar juntos está bien, pero debemos caminar junto con ustedes y bajo ustedes, pues con el Papa, ustedes representan para nosotros la apostolicidad de la Iglesia, mediándonos y explicándonos el Evangelio de Nuestro Señor. No tengan miedo de mandarnos, de decirnos lo que debemos pensar de Cristo; nos fiamos de ustedes. El Evangelio no lo podemos estudiar por nosotros mismos. Hubo un día, en que un tal Lutero lo intentó. Pero no terminó bien. No queremos que vuelva a ocurrir la misma desgracia. [En la imagen: fragmento de "Bendición de una mitra", iconografía medieval de alrededor de 1357, tomada del Pontifical de Guillermo Durando, ms. 143, fol. 253v, conservado en la Bibliothèque de Sainte-Geneviève, París, Francia].
El teólogo en lugar del Obispo
----------Resulta que hoy, el personaje mítico productor de doctrina, aquel que te actualiza con los nuevos descubrimientos referentes a la Palabra de Dios y al concepto de Dios, aquel que corrige tus errores acerca de Dios, el que te muestra que tu concepto de Dios es anticuado y está superado, el maestro de la fe, la luz de la Iglesia, el mistagogo y el iniciador a los divinos misterios, el maestro de la anagogía, que te guía por los arduos y empinados senderos hacia el Absoluto, que te hace sentir el sabor de lo Eterno abriendo espacios infinitos a tu auto-conciencia, el profeta de la escatología del presente y del futuro realizado, que te hace experimentar la inefabilidad atemática de lo Trascendente pre-conceptual, que te hace sentir la inutilidad de los conceptos y de los dogmas, así como la ternura de la divina misericordia, ya no es el Obispo, no es el párroco, no es el catequista, no es el confesor, no es el Papa; sino que es el teólogo y el biblista, es el profesor de la Universidad Gregoriana o de la Facultad de Teología de Tübingen o de Frankfurt.
----------Hoy tenemos doctores en teología laicos, tanto hombres como mujeres. En sí mismo se trata indudablemente de un progreso. ¿Pero qué es lo que sucede a menudo? Que el teólogo o la teóloga, poniendo en el mercado ideas "creativas" y del todo personales, extrañas y bizarras, pero agradables y originales, remitiéndose a supuestas apariciones sobrenaturales, a teólogos protestantes o modernistas, a novelistas, a poetas, a cineastas, a cantantes, a actores, a periodistas, a masones, a cabalistas o budistas o hinduistas, a sedicentes profetas, a parapsicólogos, a ufólogos, a videntes y revelaciones privadas, nos aseguran, y con total seguridad, que ellos finalmente nos mostrarán la verdad, desafiando la enseñanza del buen sentido común, de la experiencia, de la sana razón, de la historia, de los Papas, de los Concilios ecuménicos, de los Obispos, de los Cardenales, de los Doctores de la Iglesia, de los Santos Padres, de los Santos, de los profetas y de la misma Sagrada Escritura. Lo importante es disparar munición gruesa, y se está seguro del éxito.
----------¿Cómo hemos llegado a este punto? Se ha verificado en el curso de estos últimos siglos una monstruosa elefantiasis del oficio del teólogo y contemporáneamente una gradual pérdida de prestigio de la autoridad del Obispo y por tanto del Papa. ¿Pero cómo y porqué ha podido suceder esto?
----------Se ha tratado de la deformación de un normal proceso de desarrollo eclesial, por el cual la debida maduración del inferior, vale decir, el sujeto laico, ha conllevado, por una parte, la insubordinación del laico al Obispo, hasta el punto de trastornar hoy la relación jerárquica, de modo que ciertos laicos presuntuosos pretenden hacer de maestros para los Obispos; pero, por otra parte, se ha producido también el hecho, en sí positivo y providencial, de que buenos y celosos laicos, sinceramente amantes del bien de la Iglesia y de las almas, dándose cuenta de que los Obispos se borran o no se hacen oír, tratan ellos mismos de remediar como puedan, llamando a los propios Obispos a su deber y tratando de remediar sus escándalos y sus herejías, a veces del modo debido y con éxito, pero a veces de modo indiscreto e imprudente, sin la preparación adecuada, aunque quizás con buenas intenciones.
----------Para comprender mejor lo que está sucediendo, debemos remontarnos con la memoria a cuanto sucedió en los primeros siglos del cristianismo. Por entonces, los Padres de la Iglesia, sirviéndose de la filosofía de Platón y de los estoicos, fijaron las nociones fundamentales de la doctrina cristiana, aquellas nociones que luego los Papas y los Concilios proclamaron como dogmas o verdades de fe.
----------Los Padres fueron los primeros teólogos, entendiendo por "teólogo" al creyente que utiliza la razón para entender el dato revelado y para explicarlo de modo comprensible al pueblo. Ellos fueron también los primeros exegetas o biblistas con sus comentarios a la Sagrada Escritura. También fueron los primeros moralistas al explicar y justificar los deberes y las leyes de la moral cristiana.
----------Ahora bien, el problema más importante, naturalmente, era el concepto del verdadero Dios, que era necesario distinguir de los dioses del paganismo, vale decir, el Dios de la razón, pero el problema era sobre todo comprender conceptualmente el Dios de Jesucristo, a Cristo mismo como Dios, la divinidad del Padre y la del Espíritu Santo, los atributos divinos, el conocimiento de Dios, la experiencia mística, el culto divino, los caminos hacia Dios, la obra divina de la salvación, cómo hablar de Dios. Por ende, tenemos aquí una mina de preciosas enseñanzas, siempre actuales y vigentes, a las cuales los Obispos siempre podrían recurrir.
----------En el siglo XIII, como es sabido, la cristiandad europea estaba bien consolidada. Pero he aquí que surgen, peligrosísimas (por ser seductoras y aparentemente espiritualistas) las herejías dualistas provenientes del Oriente, como los cátaros. Por otra parte, una importante novedad: en la Universidad de París se dieron a conocer, a través de los filósofos musulmanes, las obras de Aristóteles, que suscitaron vivo interés, pero también inquietantes reacciones, en las escuelas monásticas episcopales. Sucedió entonces que el Concilio Lateranense IV de 1215 ordenó que los Obispos para su predicación, se valieran de la ayuda de hombres debidamente preparados para la enseñanza de la doctrina católica y la lucha contra la herejía.
----------Fue así como santo Domingo de Guzmán [1170-1221] tuvo la providencial idea de fundar un especial Instituto religioso, que luego terminó siendo la Orden de Frailes Predicadores, para satisfacer las directivas conciliares. Fue así como nació, por obra de los Dominicos y sobre todo de san Alberto Magno y santo Tomás de Aquino, la teología aristotélica universitaria en París y en Bologna, junto a la monástica agustiniana, que ya había florecido con san Bernardo de Claraval, san Anselmo de Aosta y los Victorinos.
----------Pero he aquí que surge un retorno del paganismo. En el siglo XIV, en Inglaterra, la teología comenzó a contaminarse con el pensamiento de Guillermo de Ockham [1287-1347], que abandonó el aristotelismo para repristinar el individualismo voluntarista y el escepticismo sensista protagóreo, mientras que el Episcopado europeo, dividido en varios nacionalismos, se dejó infectar por este impulso individualista hasta llegar a perder de vista la valores universales de la fe y de la moral cristiana, lo que en consecuencia hizo olvidar al Obispo su responsabilidad de guía, custodio y maestro de la fe.
----------Sin embargo, la recomposición del cisma de Occidente en 1415 no cicatricó por completo la herida infligida al Episcopado por el ockhamismo, de modo que sucedió que cuando Lutero se rebeló contra el Papa, el Episcopado alemán, infectado por el ockhamismo y el nacionalismo, no fue capaz de detener y corregir a Lutero. ¿Cuál es la consecuencia de la acción de Lutero? Que la figura del Obispo se debilita y desaparece, y para explicar la Palabra de Dios y establecer la doctrina de la fe sólo quedan el exégeta y el teólogo.
----------Precisamente de este momento data la progresiva separación del Papado del Episcopado, que hoy ha llegado a un punto realmente dramático. El Concilio de Trento dará testimonio de una bella recuperación de la fidelidad del Episcopado al Romano Pontífice, pero de allí en adelante el Papado deberá mantener la disciplina solamente con la fuerza, porque el Episcopado ya no encontrará aquella unión con el Papa, de la cual había dado ejemplo desde los primeros siglos de la Iglesia, después de la solución de los problemas cristológicos de aquellos primeros siglos. Pero hoy, lamentablemente, esos mismos problemas cristológicos vuelven a presentarse, como si la Iglesia no les hubiera dado ya una respuesta definitiva.
----------El Concilio Vaticano I y el Concilio Vaticano II han sido momentos verdaderamente felices de unión del Episcopado con el Papa. De las doctrinas de esos dos últimos Concilios, los Obispos tienen muchísimo que extraer para un eficaz cumplimiento de su misión en la actualidad. Fuente de especial inspiración para el Obispo es el decreto Christus Dominus, que el Concilio Vaticano II ha dedicado especialmente para ellos. En él se ilustra la dignidad de su oficio, que implica la plenitud del sacerdocio.
----------Es interesante la comparación con el decreto Presbyterorum Ordinis, dedicado al presbiterado. Para comprender mejor la dignidad del oficio episcopal, podemos señalar que mientras por cuanto respecta al presbiterado la tradición de la Iglesia prevé como cosa normal la aspiración del joven al presbiterado, aunque el sujeto pueda ser invitado a abrazar el presbiterado por un hombre de Dios o por un Obispo, san Pablo (1 Tim 3,1) alaba más bien a quien aspira al Episcopado, de hecho la praxis es que sea el Obispo, después de oportuna consulta o indicación de los profetas, quien invita o llama al sujeto a ascender al Episcopado.
----------¿Qué quiere decir esto? Que el sujeto muestra las cualidades para poder ser hecho Obispo, sin que por eso él se de cuenta o lo desee. Y, de hecho, no son raros los Santos, los cuales, cuando se les pidió ascender al Episcopado, se han negado no porque amaran la vida cómoda, sino por humildad. Todo esto quiere decir que del presbiterado al Episcopado existe un notable salto. Aquellos que se hacen sacerdotes normalmente suelen contentarse con este estado y no aspiran a ascender a otros.
----------La Iglesia está fundada sobre los Apóstoles, no sobre los presbíteros, no sobre los teólogos y mucho menos si son teólogos laicos. Estos últimos pueden ser numerosos y es de esperar que lo sean. Los Obispos son elegidos entre muchos, por no decir muchísimos. ¿Qué significa esto? Cuando se trata en la naturaleza como en la vida del espíritu de generar energía a gran escala, no es necesario que los generadores de fuerza y de energía sean numerosos. Bastan pocos, siempre que estén a la altura de su tarea. Hoy, con todo respeto, a veces nos preguntamos: ¿cómo ha hecho ese tipo para llegar a ser Obispo? ¿Quién lo ha promovido?
----------Conviene señalar también que, signo de vocación episcopal, en realidad no son tanto las especiales cualidades humanas en campo organizativo, social o administrativo, notoriedad o adhesiones políticas o eclesiales, facilidad de palabra y jovialidad, carácter deportivo, facilidad para bromear, todas cosas a las cuales hoy se les presta mucha atención (pero desgraciadamente se ve cuales Obispos surgen), sino que es la fortaleza de la fe, la fidelidad al Papa, la sabiduría del juicio, la experiencia en la guía de las almas, la preparación teológica, la constancia en el trabajo y en los compromisos, la valentía de las propias ideas, la sobriedad, la humildad, la castidad, la honestidad y la lealtad en el pensar y en el hablar, el amor a la oración y a la liturgia, la disponibilidad al sacrificio, la vida austera, las obras de la caridad y de la misericordia. En la tradición oriental, el Obispo es generalmente elegido entre los monjes. Este gesto es muy significativo del hecho de que el Obispo debe ante todo responder a la petición que le hacemos: conducirnos al Reino.
----------Esto significa entonces que quien designa a alguien para ser hecho Obispo o al mismo presbítero que ha aceptado hacerse ordenar Obispo y que se ha convertido en Obispo, deben estar bien seguros de que su aceptación ha sido motivada no por ambición, sino por el deseo de servir a Dios y a las almas, si es necesario, hasta el martirio, como lo testimonia a lo largo de toda la historia de la Iglesia el ejemplo de tantos Obispos.
Lo que esperamos del Obispo
----------Por eso, el Obispo que quiera cumplir con su deber y hablarnos de Dios de modo persuasivo y eficaz, debe tener siempre ante los ojos de la mente y en la aspiración del corazón el ejemplo de los Obispos mártires, para que así, de esta manera, si eventualmente se les cruzan por la mente pensamientos de vida cómoda y mundana, sea capaz de ahuyentarlos inmediatamente.
----------Ustedes, queridos Obispos, deben volver a enseñarnos a mirar hacia lo alto, deben volver a enseñarnos a pensar en el Reino de Dios, a levantar la mirada desde estas cosas que tenemos ante los ojos y que caen bajo los sentidos, que son cosas también bellas y útiles, hacia las realidades supra-sensibles, metafísicas, invisibles, puramente inteligibles, espirituales, celestiales, divinas.
----------Todavía tengo en el corazón el dulcísimo recuerdo de monseñor Alfonso María Buteler, Arzobispo de Mendoza, cuando en 1956 me administró el sacramento de la Confirmación. Apenas puedo describir la emoción religiosa que en mi infancia nos habían inculcado nuestros catequistas, frente a esta figura rodeada de un aura de sacralidad, que nos fue descrita como un personaje casi celestial. ¿No son los Ángeles de las siete iglesias del libro Apocalipsis los Obispos de sus respectivas iglesias?
----------Queridos Obispos, ustedes deben llevarnos hacia lo alto. Sé que es comprometedor. Pero Dios los ha constituido para esto. La desilusión que ustedes pueden causar en el pueblo de Dios si no son fieles a su carisma episcopal puede ser fatal para los fieles y generar en ellos odio contra la Iglesia. Este guiar hacia lo alto es lo que los Santos Padres llaman "anagogía". Nosotros sabemos mirar lo que está delante nuestro, a nuestros semejantes; sabemos mirar hacia abajo, a los bienes materiales del mundo y de la naturaleza. Sabemos mirar dentro de nosotros mismos, en nuestra conciencia. Pero elevar la mirada a las verdades sobrenaturales, a los misterios de la fe y de la vida futura, de la gracia y de la bienaventuranza, de la gloria y de la eternidad, sólo ustedes en nombre de Cristo, en unión con el Papa, nos lo pueden enseñar.
----------Desde lo alto, de junto a Dios, adquirimos en la fe el mismo pensamiento de Dios, la misma mirada de Dios y con esa mirada de amor descendemos hacia abajo, hacia nuestros hermanos para instruirlos, para curar sus heridas, para consolar sus sufrimientos, para encender la esperanza del perdón y de la misericordia.
----------Por eso, cuando se ve a un Obispo que se vuelve ausente y no se hace oír cuando viene el lobo a dispersar y devorar las ovejas, llega la sospecha de que haya aceptado hacerse Obispo por ambición y no por un sincero amor de Dios y de las almas. Quizá era mejor que hubiera permanecido como simple presbítero.
----------Pero aquí el problema se complica porque cuando se multiplican los Obispos de este tipo, si aparece un presbítero que por su celo podría ser Obispo, se abstienen de invitarlo, porque prevén que la conducta episcopal de ese tal sería un reproche para los demás Obispos. Y así se multiplican los Obispos oportunistas que no quieren tener problemas. Algo de este tipo ocurrió con el Episcopado anglicano después de la reforma de Enrique VIII, o con el Episcopado alemán después de la reforma de Lutero.
----------En lenguaje militar se diría que estos Obispos se han emboscado, ocultándose astutamente. Es un claro y grave incumplimiento de su responsabilidad. Es un modo falso de querer estar por encima de las partes; en realidad es un no tomar posición que denota doblez y oportunismo. Lo importante es conservar la sede. Se contentan con un mísero éxito terreno. Su bonhomía, su fraternismo, igualitarismo, pauperismo y misericordismo, carentes de motivaciones profundas y espirituales, no convencen.
----------Da la impresión de que los Obispos, lamentablemente, actúan como si nada pasara en la Iglesia. Y pasa de todo: los lefebvrianos protestan, los gays se enfurecen, los modernistas dominan, los transhumanistas planean el futuro, algunos buscan a los extraterrestres, los escándalos se multiplican, las herejías pululan, los fieles disminuyen, los masones ríen bajo sus bigotes, los buenos son ignorados o befados y marginados, los pobres permanecen pobres, pero los Obispos siguen adelante, tranquilos.
----------Parece exagerada la preocupación que manifiestan, de no querer aparecer por encima de los demás, de evitar el clericalismo, de no asumir un tono impositivo, sino, por el contrario, de estar dispuestos a aprender de todos. De tal modo olvidan su precioso e insustituible rol de guías, de apoyos, de protectores, de maestros, de educadores, de padres, de médicos, de jueces, de santificadores.
----------La actitud de simplicidad y de modestia que muchos asumen, el querer "estar a mano" de todos, son ciertamente encomiables. La afabilidad y la cordialidad atraen las simpatías. Ciertamente han eliminado toda sombra de soberbia y de arrogancia, que era el defecto de los pastores del pasado. Pero su pastoral parece limitarse demasiado a intereses temporales y olvidar los caminos del espíritu.
----------Rara vez leemos meditaciones sobre la muerte, sobre el sufrimiento, sobre el pecado, sobre la gracia, sobre la santidad, sobre el cielo, sobre el infierno y sobre el purgatorio. Raramente escuchamos en ellos la llamada a las cosas del cielo, a la vida futura, a la necesidad de ver a Dios, de buscar el rostro de Dios.
----------Realmente raros y casi ausentes en nuestros Obispos los interrogantes sobre la esencia de la verdad, sobre la dignidad del pensamiento, sobre la existencia de Dios, sobre los motivos de la fe, sobre la dignidad del hombre, sobre los fundamentos de la moral, sobre la reciprocidad entre hombre y mujer, sobre la esencia de la mística, sobre el valor de la vida religiosa, sobre el valor de la conciencia y de la libertad, sobre la inmortalidad y la espiritualidad del alma, sobre la relación de la filosofía con la teología, de la fe con la ciencia, de la religión con la política, de la importancia de la metafísica, del valor de la razón.
----------¿Cuándo es el caso en que nuestros Obispos nos hablan de San Pablo, de San Juan, de Santo Tomás de Aquino, de San Agustín de Hipona, de San Buenaventura, de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Jesús, de Edith Stein, de Maritain? Cuando nos hablan de los grandes Papas de la historia empezando por San Pedro, y luego León Magno, San Gregorio Magno, Inocencio III, San Pío V, del Beato Pío IX, de León XIII, de San Pío X, Pío XII, San Juan XXIII, San Paulo VI, San Juan Pablo II?
----------¿Cómo es que nuestros Obispos nunca nos recuerdan los grandes temas espirituales tratados precisamente por el papa Francisco sobre la santidad, el gnosticismo, la lucha contra el demonio, la confianza en Dios, la escucha de su Palabra, el misterio de Cristo, la acción del Espíritu?
----------El caso es que en el interior de la Iglesia estamos afligidos por divisiones, protagonismos, antagonismos, interminables polémicas, conflictos entre rigoristas y laxistas, entre pasadistas y modernistas, charlatanes y teologastros, entre visionarios y espiritistas, magos y adivinos. ¿Y los Obispos no son capaces de aconsejarnos, confortarnos, alentarnos, iluminarnos, corregirnos, estimularnos?
----------Los acontecimientos se suceden dramáticos, impactantes, escandalosos, alarmantes, descorazonadores, aterradores, angustiantes, entre guerras, calamidades, terrorismo, mafia, enfrentamientos sociales, inmigración salvaje, herejías, cismas, apostasías, deserciones. ¿Y los Obispos dónde están?
----------Ciertamente no se trata de promover una espiritualidad solipsista de evasión, abstracta e intimista, aprensiva y temerosa frente al mundo, que nos aleje del mundo: por el contrario, la perspectiva a proponernos es la de dar ulterior fuerza y mayor razón al compromiso en el mundo y en las obras de misericordia. Se trata en cambio de dar un fundamento contemplativo en la animación de las realidades terrenas, en la acción en favor de los hermanos menos favorecidos y más necesitados.
----------Aquellos pocos Obispos que en sus homilías y discursos retoman alguna vez las enseñanzas del papa Francisco lo hacen de modo árido y servil, al pie de la letra, repitiendo las mismas palabras sin ir más lejos, como por temor a alguna reprimenda del Papa. Nadie se atreve a hacer alguna reserva o alguna crítica, por lícito y constructiva que sea. Sin embargo, no podemos ciertamente aprobar la oposición facciosa e irrazonable a Francisco por parte de Obispos cismáticos como los lefebvrianos o mons. Viganò. Otros prelados, como es el caso de mons. Schneider o del cardenal Zen, parecen demasiado severos.
Para guiarnos, los Obispos deben ayudar al Papa pasando por alto sus defectos
----------Pesa el recuerdo del hecho de que el papa Francisco no ha querido responder a lo famosos "dubia" (por impropiamente que hayan sido formulados) de los cuatro Cardenales acerca de la exhortación Amoris laetitia. Crea un cierto malestar el recuerdo de la degradación del cardenal Burke como Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, y la repentina destitución del cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que había criticado al Romano Pontífice.
----------Podríamos preguntarnos: ¿Francisco ha tomado suficientemente en cuenta el ejemplo y los aportes que le venían del pontificado de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI? ¿Qué decir de sus equívocas alabanzas hacia Lutero? Acerca de Pachamama, ¿el Papa no hubiera podido ser más claro? ¿Y respecto a los divorciados vueltos a casar? ¿Es correcta su pastoral para los homosexuales? ¿Es bueno armar al ejército ucraniano, o es mejor no armarlo? ¿Acaso Zelensky combate una guerra justa?
----------No es del todo claro el comisariamiento ordenado por el Papa en 2013 al Instituto de los Franciscanos de la Inmaculada, aunque no fuera de aprobar su excesivo apego al vetus ordo de la Misa. No aparecen claros los motivos de la intervención del Papa que ha provocado la dimisión a su cargo de Albrecht Von Boeselager, Gran Maestre de la Orden de Malta, aunque fuera personaje sin duda controvertido.
----------Sin embargo, es necesario decir que el Santo Padre, después de algunos años en los cuales ha mostrado excesiva indulgencia hacia los modernistas y demasiada severidad hacia los lefebvrianos, recientemente ha asumido esa posición de imparcialidad que corresponde al Pastor universal de la Iglesia, Padre de todos los hijos de Dios, conciliador de los conflictos y promotor de la paz, de la justicia y de la concordia en la Iglesia.
----------De hecho, recientemente ha tenido algunos gestos, que dan testimonio de esta voluntad de imparcialidad, de mediación y de conciliación, como la desautorización de Enzo Bianchi, el vate de los modernistas y la re-proposición de santo Tomás de Aquino como Doctor Communis Ecclesiae. El papa Francisco propone la renovación conciliar, no sin embargo en la ruptura, sino en la continuidad.
----------El Santo Padre nos habla de Dios, y lo hace de varios modos, bajo varios aspectos, subrayando algunos temas, pero quizás descuidando otros. Y ustedes, queridos Obispos, ¿dónde están? ¿Acaso no da la impresión de que lo dejan solo en medio de la tempestad? Los trabajos del Sínodo están en marcha, excelente obra, y el Espíritu Santo está presente. Sin embargo, ustedes siguen siendo, junto con el Papa, los maestros, y nosotros seguimos siendo los discípulos. ¿Cómo hacemos sin ustedes?
----------Sí, caminar juntos, está bien, pero debemos caminar junto con ustedes y bajo ustedes, pues con el Papa, ustedes representan para nosotros la apostolicidad de la Iglesia, mediándonos y explicándonos el Evangelio de Nuestro Señor. No tengan miedo de mandarnos, de decirnos lo que debemos pensar de Cristo; nos fiamos de ustedes. El Evangelio no lo podemos estudiar por nosotros mismos. Hubo un día, en que un tal Lutero lo intentó. Pero no terminó bien. No queremos que vuelva a ocurrir la misma desgracia.
Excelente, más claro, agua. Todo ha sido dicho muy bien, y debería ser leído en todas las diócesis del mundo.
ResponderEliminarEstimado Serafin,
Eliminaragradezco su consenso hacia mi artículo. Seguramente lo que he dicho podrá ser expresado mejor por otros, pero lo publicado es lo que francamente he querido decir sobre el tema.
Estimado padre,
ResponderEliminarcomparto plenamente las palabras de Serafin Savelloni. Espero que este artículo sea leído por el mayor número posible de Obispos.
Estimado Aureliano,
Eliminargracias por sus palabras de consenso, que confirman la senda que hemos iniciado en este blog, y que me animan a seguir adelante.
Y una alegría volver a saber de su presencia como lector de estas páginas.
Padre Filemón,
ResponderEliminarrealmente un análisis muy lúcido de la situación de la Iglesia y, particularmente del Episcopado actual.
Sin embargo, con toda sinceridad, me pregunto cómo se puede tener una visión tan clara de la crisis, por un lado, y, por el otro, tratar de salvar al Concilio y al Papa Francisco. Ambos son modernistas.
Esta es la evaluación que nos divide. Pero eso no impide que nos sintamos amigos y comprometidos en la misma barca.
Señor Fernando Peralta: su comentario me parece que muestra claramente (debo ser honesto) su pensamiento pasadista, sospechoso de herejía, en su rechazo al Concilio Vaticano II y al papa Francisco (más allá del carácter cismático de sus expresiones).
EliminarTampoco usted parece no darse cuenta de lo que significa "comprometidos en la misma barca". No juzgo, por supuesto, su buena fe. Sin embargo, no creo que a ningún católico sensato se le escape que si uno se autodefine "católico", no se puede rechazar la Misa de Pablo VI, el Concilio Vaticano II y el Magisterio de los Papas posconciliares. Esto es lefebvrismo.
Estimado Fernando,
Eliminarde cuanto usted dice, se revela claramente el quid de la cuestión: usted reconoce la existencia del modernismo, pero en lugar de atribuir la responsabilidad a los modernistas, acusa al Concilio y al Papa, y esto es evidentemente injusto.
Claramente, al igual que los lefebvrianos, usted se ha dejado engañar por la falsa interpretación del Concilio, hecha por los mismos lefebvrianos y también por los modernistas, con la diferencia de que los lefebvrianos se lamentan mientras que los modernistas exultan. Mientras que lo más sabio y lo más simple sería acoger, como dijo insistentemente el papa Benedicto XVI, la interpretación hecha por los Papas después del postoncilio y por el mismo Catecismo de la Iglesia Católica.
Estimado Ernesto,
Eliminarpermíteme entrar en tu diálogo con Fernando, porque el tema es interesante. La cuestión podría ser delimitada en estos términos: ¿en qué sentido una determinada posición pasadista podría tener relación con las viejas posturas cismáticas y heréticas del obispo Marcel Lefebvre?
Sin duda están en juego los tres puntos que tú has mencionado: rechazo al Novus Ordo Missae, rechazo a las doctrinas del Concilio Vaticano II y desobediencia al Papa.
Ahora bien, analicemos uno por uno los tres elementos.
1) Si un fiel rechaza el Novus Ordo Missae, en principio, habría que cualificar a este rechazo como acto de indisciplina. De hecho, a veces no se entiende bien, en la actitud de un determinado pasadista, si él juzga el novus ordo como filo-luterano. En cambio, Lefebvre claramente juzgaba al novus ordo como un ordo filo-protestante. Si se trata de herejía, se sigue que Marcel Lefebvre es propiamente herético en este punto. Pero esto no siempre es así en todos los pasadistas, pues los hay de muchos grados y pelajes.
2) En segundo lugar, en cambio, el rechazo de las doctrinas del Concilio Vaticano II pone en juego, siempre y en todos los casos, la herejía, por lo cual lamentablemente, si un pasadista dice rechazar las nuevas doctrinas del Concilio, con este su rechazo, se convierte en objetivamente sospechoso de herejía, porque se está rechazando las doctrinas (de fe y moral) del Concilio.
3) Por cuanto respecta a la obediencia al Papa, se puede hablar de cisma si se trata de desobediencia a sus directrices pastorales o de gobierno, y de herejía, si se rechaza el magisterio pontificio postconciliar.
Estimado Filemón,
ResponderEliminarun hermoso artículo, por el cual me siento sinceramente agradecido. Espero yo también que muchos obispos lo lean y lo mediten.
Sin embargo, permíteme un pequeño matiz que no sé si es apropiado mencionarlo en el tema planteado en este artículo, pero que siento necesario expresar.
Tú citas, con elogio, el decreto Christus Dominus del Concilio Vaticano II.
Personalmente, preferiría moderar los elogios a ese documento, no en su parte doctrinal, obviamente, sino en la pastoral.
Desgraciadamente, el decreto Christus Dominus del Concilio Vaticano II sobre el oficio pastoral de los Obispos es bastante débil (siempre en el plano pastoral), en el sentido de que no da suficiente fuerza al ministerio episcopal y no lo caracteriza en su integridad. Se limita a hablar de "diálogo", "caridad", "comprensión", "mansedumbre", "humildad", "prudencia", "amistad" (n.13). Apenas menciona allí mismo el deber de custodiar, defender y propagar la doctrina.
Creo que el decreto Christus Dominus es precisamente el documento pastoral más discutible del Concilio debido a su buenismo y utopismo.
Estimado Berengario,
Eliminarpones el dedo en la llaga. Pero estoy de acuerdo contigo.
Sin embargo, para no desanimarnos, debemos recordar las palabras del papa Benedicto XVI, quien dijo que las doctrinas del Concilio Vaticano II deben ser plenamente aceptadas, mientras que las directrices pastorales pueden ser discutidas.
En efecto, mientras las doctrinas de los Concilios son infalibles, puede suceder y de hecho sucede que las disposiciones pastorales y jurídicas puedan carecer de prudencia.
Así, por ejemplo, se puede decir que el Concilio de Trento ha sido demasiado severo con los luteranos, mientras que el Vaticano II ha sido demasiado indulgente con ellos. San Pío X fue demasiado severo con los modernistas, mientras que el papa Francisco es demasiado indulgente con ellos.
¿Cuál es la tarea que nos corresponde a nosotros, hijos de la Iglesia? Es imitar el ejemplo de los verdaderos reformadores. Un espléndido ejemplo entre todos es el de Santa Catalina de Siena, que tuvo trato con un Papa reformador, Urbano VI, pero extremadamente irascible. Ella, con grandísima caridad, logró amansarlo de tal manera que el Papa aceptó humildemente los reproches de la Santa y aceptó sus propuestas de reforma.