lunes, 21 de agosto de 2023

El extraño caso del obispo Viganò

El tiempo no fluye al revés. Ni litúrgicamente, ni pastoralmente, ni doctrinalmente. Ese "indietrismo" sólo puede suceder en la literatura (o en el cine), como en aquel famoso relato "El curioso caso de Benjamin Button", escrito en 1922 por el estadounidense F. Scott Fitzgerald. Tal cosa no se repite en la escena eclesial. Acerca del extraño y paradójico caso de mons. Carlo Maria Viganò, el silencio de las instituciones encargadas de garantizar la fidelidad a la doctrina eclesial, que es el discurso católico común, y un patrimonio de todos, parece un silencio cuanto menos inadecuado. ¿Qué más tiene que decir Viganò para ser formalmente censurado?

Los dos Viganò
   
----------Mons. Carlo Maria Viganò [n.1941], quien fue nuncio apostólico en USA desde 2011 a 2016, saltó a las primeras planas hace exactamente cinco años, cuando el 25 de agosto de 2018 publicaba un extenso informe acusando de corrupción al Vaticano y de mendacidad al papa Francisco. Aquel recordado memorial denunciaba una vasta difusión en la Iglesia, en varios países del mundo, sobre todo en USA, y en la propia Curia romana entre el clero y los prelados, de la complicidad, del encubrimiento, de la connivencia, o incluso de la práctica personal, de las peores formas de la lujuria, como la pedofilia y la sodomía.
----------El tema ha sido tratado en su momento en este blog, incluso hasta el punto de preguntarnos con total franqueza acerca de quién estaba mintiendo a la universal Iglesia, si el papa Francisco o si Viganò, y los lectores habituales de mis cotidianas reflexiones recordarán las conclusiones personales a las que llegaba en aquella ocasión. Aquellos artículos siguen publicados, y cualquier visitante puede encontrarlos simplemente activando el buscador de este sitio. Pero uno fue el Viganò de 2018 y otro el de años posteriores.
----------El Viganò de mediados del 2018, al que le agradecíamos haber puesto de manifiesto la corrupción en el Vaticano y la mendacidad del Papa, no es el mismo Viganò que, oculto (y no sólo tras su barba), empezó a no pasar día en que no apareciera en los medios con declaraciones alejadas de la fe católica y de la unidad en la Iglesia. El primer Viganò sin duda era católico, el segundo no lo parecía, y, no por casualidad, el segundo Viganò era a quien comenzaban a vitorear las webs de los lefebvrianos y filo-lefebvrianos.
----------En razón de los desastrosos desbordes del postconcilio, Viganò comenzó a acusar de herejía y cisma, o poco menos, a la Iglesia alemana, luego a acusar de herejía al propio Concilio Vaticano II, y de mistificador al propio papa emérito Benedicto XVI. Se hacía evidente que el ex nuncio ya había cruzado una frontera que comenzaba a alejarlo de la comunión eclesial. Finalmente, el giro tomado hoy por Viganò llega hasta socavar los cimientos dogmáticos de la Iglesia, como la validez de la Misa reformada y el valor autoritativo doctrinal de los documentos del Concilio Vaticano II y del magisterio de los Papas del postconcilio.
   
El disenso posible y el inadmisible
   
----------Es bien sabido que al fiel católico (clérigo o laico, no importa) le es admisible un disenso en el ámbito de la pastoral y del gobierno de la Iglesia, incluso respecto al Romano Pontífice, pero que le es inadmisible el disenso doctrinal. Y esto es así porque Pedro ha sido constituído por nuestro Señor Jesucristo su Vicario en la tierra, a fin de cumplir fundamentalmente dos misiones: la de ser Supremo Maestro de la Fe, misión en la cual el Papa es infalible, y la de conducir a la Iglesia al Reino, misión en la cual es falible, puede equivocarse y pecar. Por lo tanto, el disenso es imposible en el ámbito de la Fe, pero es posible, salvadas ciertas condiciones, en el ámbito pastoral y del gobierno de la Iglesia. De ahí que el primer Viganò se situaba en el ámbito del disenso posible, pero el segundo Viganò ha desbordado al ámbito de lo inadmisible.
----------Si un Obispo, y digo cualquier Obispo que hoy gobierne cualquier diócesis del orbe católico, dijera una centésima parte de las cosas que dice actualmente a diario y en sobreabundancia mons. Carlo Maria Viganò, frecuentemente ayudado por las preguntas tendenciosas de quienes lo entrevistan, tendría inmediatamente graves consecuencias de carácter disciplinario y doctrinal. Y esto no es porque en la Iglesia no haya libertad de expresión, sino porque en la Iglesia no hay libertad para el insulto, no hay libertad para la calumnia, no hay libertad para la difamación, no hay libertad para la mentira ni para la herejía.
----------En la Iglesia ningún fiel, por más que tenga el título de arzobispo, no puede insultar personalmente a otro fiel cristiano, tal vez ironizando sobre su nombre, sin sufrir las consecuencias de una intemperancia que está escandalosamente en contradicción con lo que debería ser y representar. Las palabras irrepetibles con las cuales el obispo Viganò habla de la Iglesia, del Papa, de los teólogos, de la pastoral, de la oración, del Concilio Vaticano II, de la inculturación, de la historia y de la cultura contemporánea, constituyen ya una cuestión que toca la estructura del debate interno de la Iglesia.
----------No es que el papa Francisco no haya dicho nada sobre este caso. De hecho se ha referido a Viganò en varias ocasiones, más o menos casuales o en expresiones improvisadas, y la última vez que lo ha hecho (si no me equivoco) ha sido recientemente, en ocasión de cumplirse los diez años de su pontificado; pero el caso es que lo que no ha hecho el Santo Padre es expresarse autoritativamente, incluso con las medidas disciplinarias y declaraciones doctrinales que parece que ya sería el momento de tomar. Ciertamente, está en la libertad de decisión del Papa el tomar esas medidas, pues es él quien gobierna la Iglesia.
----------Debe pensarse, entonces, que, en este ámbito pastoral y de gobierno eclesial, el Papa ha considerado prudente no llegar con mons. Viganò a las medidas o procesos canónicos; más o menos como sucede con otros Obispos, como es el caso de algunos de relativa incidencia eclesial, como es el caso de Obispos auxiliares, como mons. Athanasius Schneider, o con ancianos Obispos eméritos, como es el caso del argentino mons. Héctor Aguer, caso paralelo al de Viganò, siendo el pensamiento de entrambos difundido en webs pasadistas filo-lefebvrianas, como el blog Duc in altum de Aldo María Valli, o el blog Adelante la Fe, o el portal de noticias La Nuova Bussola Quotidiana, y otros similares de la galaxia pasadista.
   
El Papa se ha pronunciado sobre el caso Viganò
   
----------Se trata, en el caso de los sitios webs mencionados y otros similares, de ámbitos explícitamente o crípticamente cismáticos y heréticos. Y esto no es una mera opinión mía, sino que brota de las mismas palabras del papa Francisco. Como he dicho líneas arriba, en ocasión del décimo aniversario de su pontificado, el Santo Padre concedió un buen número de entrevistas, varias de ellas a medios argentinos; y en el reportaje que en la primera semana de marzo de este año concedió al diario argentino Infobae, el periodista Daniel Hadad, director del diario, ha referido al papa Francisco la opinión del cardenal Julián Herranz, quien una vez dijo: "He trabajado para seis papas y todos han sido criticados. De los seis pontífices quizás el diablo se ha cebado con dos, con Pablo VI y con Francisco. Siempre para dividir a la iglesia y obstaculizar la difusión del evangelio". Y el periodista le preguntó: "¿Qué siente frente a esto?".
----------El Papa respondió: "Herranz tiene experiencia. Herranz es médico, después entró en el Opus Dei, se ordenó sacerdote. Tiene 92 años. El otro día me escribió una carta muy simpática. Soy muy cercano a Herranz, muy amigo. No sabía que había dicho esto alguna vez. No puedo juzgar si es verdad o no. Pero a veces hay sí resistencias pero de las malas. No las buenas. Porque la resistencia buena es que si yo hago un proyecto bueno, veamos un poco, que se discuta. La resistencia mala es la que se discute por acá y se va por atrás buscando la traición también. Pero o soy ingenuo no les hago caso.
----------Se han resuelto las que ha habido. Y si hay alguna, está ahí, en el rincón, escondida, y se hablan entre los que la sostienen. Y llevan al borde del cisma, eso es lo feo. Por ejemplo, el caso de algún obispo americano, uno muy conocido, que fue nuncio. Uno no sabe si ese hombre es católico o no es católico, está ahí en el borde. Esas resistencias mal manejadas. En la iglesia desde el inicio hubo resistencias. Cuando San Pablo cuenta 'Y yo me le encaré a Pedro y le dije que era un hombre sinuoso, que no hablaba...' Sinuoso es una palabra como si fuera de dos caras ¿no? 'Y que por qué se hacía con los judíos que no comía carne y con nosotros sí. Lo encaré'. Eso no es resistencia, eso ayuda al gobierno. Cuando me hacen críticas de frente las agradezco. Por ahí no me gustan, pero las agradezco."
----------El Papa no nombra a Viganò, pero da igual. Indudablemente se refiere a él. Es cierto que dice que es "americano", pero es precisamente porque desempeñó su labor en los Estados Unidos, como nuncio. Por eso dice luego que "era nuncio". Y el Papa alude al cisma: "está al borde".
   
Elementos que hacen "ruido" en el caso Viganò
   
----------Confieso que, a propósito de los habituales videos de Viganò, con sus discursos y entrevistas, tengo desde hace algún tiempo la impresión de que ocasionalmente es reemplazado por un doble. Creo que cualquier persona, por poco fisonomista que sea, sin que haya necesidad de ser retratista o experto en rostros humanos, puede advertir que se trata de dos rostros diferentes. ¿Qué piensa el lector sobre esto?
----------Otra cosa que no puedo evitar preguntarme es por qué motivo, ante la postura claramente cismática y herética de mons. Viganò, el papa Francisco no haya tomado ninguna medida hasta ahora. El padre Minutella tiene posiciones muy similares a las de Viganò, por lo cual, podríamos preguntarnos por qué hay tanta diferencia en el tratamiento que entrambos reciben por parte del Romano Pontífice.
----------El Santo Padre es hostigado tanto por los modernistas rahnerianos como por los pasadistas lefebvrianos. Los primeros, muy numerosos, se hacen los agradables; en cambio, los lefebvrianos son visiblemente una entidad pequeña, pero en mí está creciendo la sospecha de que también detrás de ellos existen fuerzas poderosísimas, quizás la propia masonería, que han llegado a poner en dificultades al Papa, y quizás esto explica el hecho de que Francisco no haya todavía tomado medidas contra mons. Viganò.
----------Es cierto que las citadas declaraciones del Papa en su entrevista con Infobae arrojan una luz autorizada sobre la triste y oscura historia del arzobispo Viganò, de quien nunca habría imaginado que tomaría un giro tan equivocado. Lo cierto es que en los últimos años, desde que hizo aquel famoso informe, su oposición al Papa se ha vuelto venenosa. Y lo más grave, que ha revelado hace apenas unos años, es incluso su idea de que los documentos del Concilio Vaticano II deberían ser anulados. ¿Cómo ha podido caer en tal báratro? ¿Quién está detrás de sus espaldas? ¿Por qué está en un lugar desconocido?
----------Por lo demás, debe reconocerse que algunas de las críticas que el ex nuncio formula al papa Francisco también son aceptables y compartibles, pero Viganò las explota para una oposición de carácter doctrinal, totalmente reprobable. Y frente a ello, el Santo Padre es, a mi modesto entender, demasiado comprensivo. En mi opinión, debería ser más severo, porque yo no solo noto el cisma (como dice el Papa), sino también la herejía. Por consiguiente, esta actitud del Papa también suscita interrogantes. Puede ser que el Papa esté esperando que se arrepienta. ¿O no será acaso que el Papa tiene algún temor a una oscura potencia anticristiana, que se esconde detrás de Viganò? ¿Podría haber una zampa de la masonería?
----------Son todas preguntas verosímiles, que resulta legítimo hacernos, pero a las cuales es difícil responder. Lo que es seguro es que Viganò ha tomado un camino equivocado, y lo que me duele mucho es el hecho de que un buen número de católicos se hayan dejado seducir. Sin embargo, mi esperanza es que, dado que tanto Viganò como varios gestores de blogs que propalan su pensamiento son personas sustancialmente católicas, logren algún día arrepentirse. Por lo demás, en mi opinión, el Papa debería escuchar sus instancias, porque tienen una influencia considerable en una porción del mundo católico y además su argumento no es de fácil refutación.
----------No estoy diciendo que los argumentos de Viganò y de los pasadistas lefebvrianos y filo-lefebvrianos que los propalan sean irrefutables. ¡Todo lo contrario! Se trata de sofismas y aporías que caen por su peso, pero el refutarlos tiene su dificultad, y es necesario ser competentes. ¿Y quién mejor que el Romano Pontífice para darnos al respecto una palabra clarificadora y autorizada? El Papa tiene razón en sentir disgusto por aquellos que le critican a sus espaldas, pero al fin de cuentas las críticas de Viganò y de los viganianos son públicas y conocidas por todos. Por lo tanto, yo esperaría que el Papa entrara en el fondo y en los argumentos básicos de sus críticas y las refutara de manera argumentativa. De esta manera se evitaría el endurecimiento del contraste y se evitaría que muchos católicos cayeran en sus redes cismáticas y heréticas.
   
Conclusiones
   
----------Ciertamente, no es inoportuno ni inapropiado que incluso un pastor, un Obispo, pueda permitirse una cierta libertad en sus juicios sobre la actualidad de la Iglesia, e incluso sobre el Papa, a condición de que se sepa en qué ámbito es posible juzgar acerca del Papa, y en qué ámbito es imposible. ¡Ay de nosotros todos sin una sana parresia! Pero hay límites más allá de los cuales tanto un teólogo como un Obispo se sitúan objetivamente fuera de la comunión eclesial. Y si no se reacciona, si no se dice nada, si se lo deja pasar y correr, si nos encogemos de hombros, si se lo descarta como si fuera meramente una legítima opinión personal del implicado, no se está prestando un servicio a la confianza que los fieles católicos deben tener siempre hacia ese discurso que, acerca de lo esencial, en la Iglesia debe ser común y compartido.
----------Así como, en ámbito litúrgico, ya no es posible tolerar en lo sucesivo que la única Iglesia romana pueda tener "dos formas rituales" del mismo rito, como había sucedido desde 2007 a 2021, tampoco es posible tolerar que un Obispo, aunque ya estuviera jubilado, pueda negar cualquiera de las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II, cualquiera de las preciosas elaboraciones de los Padres conciliares actuando cum Petro et sub Petro y bajo la asistencia del Espíritu Santo: sobre la liturgia, sobre la Iglesia, sobre la divina Revelación, sobre la Palabra de Dios, sobre el ejercicio de la autoridad, sobre la ministerialidad, sobre el sacerdocio común, sobre el rol de la mujer, etc. La Iglesia ya no puede tolerarlo sin que el responsable de tales juicios sea llamado formalmente al cauce común de la conciencia eclesial y de la expresión eclesial.
----------También considero necesario añadir que este tipo de casos (como el de Viganò y otros aquí citados) son, a mi entender, el fruto de los forzamientos que, después de Summorum pontificum, se han intentado (vanamente) en el diálogo a ultranza, hasta el amargo final, con los lefebvrianos. Pretender endulzar, diluir, licuar, o bien seleccionar entre los documentos del Concilio Vaticano II lo que vincula a todos y lo que vincula sólo a los "entusiastas", para pretender llegar a un protocolo o memorando de entendimiento, es una operación que masacra la tradicion común. Y recordemos que en aquellas negociaciones (que ya no han sido posibles en el actual pontificado) no era nada fácil entender de qué lado de la mesa de las tratativas se sentaban los hombres más peligrosos para el camino común deseado por el Concilio Vaticano II.
----------Y en todo caso, esa urgencia y afán de paz y de reconciliación de los pasadistas, de buscar a toda costa recomponer cismas que mientras van pasando los años parecen cada vez más irrecomponibles, ha tenido como resultado, en estos años recientes, que haya habido funcionarios de la Curia romana que trabajaran durante prolongado tiempo por caminos paralelos y contradictorios con respecto a la Reforma litúrgica y a la Reforma general de la Iglesia, y ha tenido Obispos en aparente comunión con Roma, que dicen cosas de tal manera graves respecto a las cuales el obispo cismático Marcel Lefebvre parece un severo pero respetuoso padre conciliar (y sabemos bien que no lo ha sido en tales términos).
----------El esclarecimiento formal de las adquisiciones comunes que todos los fieles católicos le debemos al Concilio Vaticano II, exige que se salga de este estado de excepción que debemos reconocer, así como la Iglesia ha reconocido en julio de 2021, con Traditionis custodes, que se debía salir del estado de excepción litúrgica. Lo que intento decir es que así como la Iglesia, a través del Sumo Pontífice ha podido salir en julio de 2021 de ese estado de excepción litúrgica por el cual se había podido celebrar con ritos que impugnan la Reforma litúrgica y rechazan al propio Concilio Vaticano II y al magisterio del postconcilio, así también se debe salir ya del estado de excepción en el que hay Obispos que pretenden imponer a la Iglesia del 2023 un lenguaje digno de la Iglesia de 1907, como si la denuncia anti-modernista fuera el único horizonte del futuro de la Iglesia.
----------Por consiguiente, ¿qué más debería decir mons. Carlo Maria Viganò para ser formalmente censurado por la Sede Apostólica? El tiempo no fluye al revés. Ni litúrgicamente, ni pastoralmente, ni doctrinalmente. Ese "indietrismo" sólo puede suceder en la literatura (o en el cine), como en aquel famoso relato "El curioso caso de Benjamin Button", escrito en 1922 por el estadounidense F. Scott Fitzgerald. Tal cosa no se repite en la escena eclesial. Acerca del extraño y paradójico caso de mons. Viganò, el silencio de las instituciones encargadas de garantizar la fidelidad a la doctrina eclesial, que es el discurso católico común, y patrimonio de todos, parece un silencio cuanto menos inadecuado.
----------Al menos el papa Francisco ha dicho algo, aunque hayan sido medias palabras, y estemos necesitando algo más de él. No vaya a ser el caso que acabemos habituándonos a las "dobles formas" (como las hubo en el rito romano) y a los "diálogos de descuentos", que hagan que incluso los gravísimos discursos de mons. Viganò fueran clasificados como "expresiones legítimas de la Iglesia de siempre". Si este fuera el caso, deberíamos preguntarnos: ¿Quis custodiaet ipsos custodes?

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