Lo que desconcierta en el comportamiento de la naturaleza es la duplicidad de su conducta frente a nosotros: por una parte ella es absolutamente indispensable para nuestra subsistencia física, nos ofrece una inmensa cantidad de beneficios, defensas y sostenes para nuestra vida física, se expresa en leyes ciertas y fijas, que nos permiten obtener ventajas y producir las obras del arte y de la técnica, nos fascina con sus maravillosas bellezas, nos intriga sin fin por todos los secretos que nos reserva y que nos estimulan a una indagación sin fin, con descubrimientos continuos e interminables. Pero he aquí, por el contrario, todo el aspecto opuesto: todas las trampas que nos tiende, todas las desgracias repentinas, amargas e imprevistas, todos los peligros en los cuales, repentinamente o sin darnos cuenta, caemos, todas las calamidades de los más diversos géneros: epidemias, bestias feroces, terremotos, sequías, inundaciones, derrumbes, arenas movedizas, tempestades, incendios, glaciaciones, hambrunas, violencia de las pasiones, rebelión de la carne al espíritu, envejecimiento, enfermedades, accidentes, hasta todas aquellas hostilidades que nos provocan la muerte. ¿Por qué esta duplicidad de la actuación de la naturaleza? [En la imagen: fragmento del más famoso de los cuatro cuadros de la serie "El grito" (Skrik), óleo, temple y pastel sobre cartón, de 1893, del noruego Edvard Munch, conservado y expuesto en la Galería Nacional de Noruega, Oslo].
----------Todos experimentamos la naturaleza como algo maravilloso y cruel al mismo tiempo. La naturaleza es sentida como madre y asesina. Lo atestiguan las diversas religiones: Pachamama en Occidente y Shiva en Oriente. Sin embargo, aparece como una diosa. No hay que oponerse a la naturaleza, no hay que protestar ni imprecar. Debe ser tomada como es y adorada. ¿Nos hace daño? Esta bien así. Es lo que Nietzsche llamó amor Fati. Incluso los estoicos la pensaban de este modo.
----------Según Lucrecio, la religión es invención de hombres cobardes, los cuales, incapaces de soportar los males que provienen de la naturaleza, se inventan divinidades para que los protejan. Algo de este tipo todavía sucede hoy: ¿quiénes han rezado por el cese de la pandemia de covid? Poquísimos. En un tiempo existían las llamadas "rogativas". ¿Dónde han estado esta vez?
----------Esta divinización de la naturaleza es también atestiguada por la historia de la filosofía: para Spinoza, Dios es la naturaleza divinizada, que como Dios no puede más que obrar el bien. Por consiguiente, todo está bien tal como sucede, precisamente por el simple hecho de que sucede. Por eso, el mal no existe, sino que es sólo una apariencia para nosotros, que juzgamos en base a nuestros intereses particulares y no sabemos elevarnos a una mirada universal, no sabemos ver la realidad como la ve la misma Naturaleza, sub specie aeternitatis. Para Schelling, la Naturaleza no es otra cosa que el Espíritu inconsciente, que en el contraste evolutivo vida-muerte se eleva a la Autoconciencia del Espíritu. Para Hegel, la naturaleza es hostil al yo empírico, pero es la manifestación del Yo trascendental, es decir, del Espíritu.
----------Algo de este tipo concibe Teilhard de Chardin: la naturaleza es la santa materia que en la evolución se autotrasciende para devenir espíritu según el sucederse conflictual del vivir y del morir, de la justicia y del pecado, factores todos necesarios para el progreso del universo hacia Cristo.
----------Pero antes una aclaración. ¿Qué entiendo aquí por "naturaleza"? El mundo material, estudiado por la física y por las ciencias experimentales. Por consiguiente, no solo la naturaleza que nos circunda, sino también nuestro cuerpo, nuestras fuerzas físicas en cuanto con ellas tenemos que lidiar con nuestro espíritu. Todos advertimos el problema de un acuerdo del hombre con la naturaleza.
----------Marx tiene palabras felices al respecto: el hombre, dice él, tiene la tarea de naturalizarse, mientras que la naturaleza debe ser humanizada. ¿Qué quiere decir con eso? Pues bien, Marx, aunque materialista, percibía el valor del espíritu, aunque se detenía en el espíritu humano y no sabía concebir un espíritu puro, como Dios. De todos modos, quería decir que el espíritu debe conciliarse con el cuerpo y dominar el cuerpo, mientras que la naturaleza y el cuerpo deben ser elevados al orden del espíritu.
----------Aquí Marx no está lejos de la perspectiva paulina del "cuerpo espiritual" (1 Cor 15,44), si no fuera que mientras Pablo se refiere a la obra del Espíritu Santo, Marx piensa en una espiritualidad puramente natural. Observamos, de paso, que cuando aquí hablamos de naturalización del hombre, no hacemos referencia a lo que se llama "naturaleza humana". Esta es, en cambio, una expresión filosófica, adoptada por el dogma cristiano, para significar la esencia del hombre, animal racional, compuesto de alma y cuerpo.
----------En cambio nos referimos al deber que tenemos de respetar nuestro cuerpo, sea el cuerpo masculino, sea el cuerpo femenino, en sus leyes y finalidades establecidas por Dios su creador. Ciertamente, quien, como un Marx, no acepta que el espíritu humano debe guiar el cuerpo y la naturaleza en obediencia a las leyes divinas, no podrá tener una idea correcta o al menos completa de esta humanización de la naturaleza y de la naturalización del hombre, y sobre todo de los medios para lograrlo.
----------Ciertamente el idealismo panteísta de los hegelianos o el materialismo ateo de los marxistas predican un dominio del espíritu humano sobre el propio cuerpo y sobre la naturaleza, por el cual el hombre no propone como modelo de su actuar una naturaleza humana definida, inmutable y universal, sino que cada uno se considera autorizado para modelar la materia de su propio cuerpo y de la naturaleza externa como mejor le plazca, dado que no reconoce como criterio la voluntad divina, sino sólo su voluntad.
----------En efecto, el ateo y el panteísta no se limitan a perfeccionar o completar con el arte y con la conducta práctica las inclinaciones y los estímulos que provienen de la naturaleza y de la corporeidad, sea tanto para corregir defectos como para mejorar condiciones, cosa en sí misma sumamente lícita y debida, sino que, considerándose dueños y legisladores absolutos de la naturaleza y de su propio cuerpo, tienen la pretensión de operar en ellos de propio libre arbitrio y a su placer, con el resultado de obtener no beneficios, sino daños monstruosos, como ha demostrado y demuestra el uso indiscriminado e irresponsable de la llamada inteligencia artificial, de los sistemas informáticos, de la práctica del aborto, del cambio de sexo, de los antifertilizantes, de la fecundación artificial, o de la eutanasia.
----------Pero tampoco está dicho que el no-creyente o el mismo ateo no tenga un conocimiento al menos parcial de la verdad, no escuche la voz de la conciencia, como podemos notar en ciertos movimientos ecologistas o humanistas o humanitarios, que promueven con un cierto buen sentido común una relación armoniosa del hombre con la naturaleza, sin que por ello se dejen guiar por una fe religiosa o por una revelación divina.
----------Al respecto, es fácil escuchar discursos que exhortan a tener respeto por la naturaleza, a usarla y gobernarla sabiamente, a no arruinarla ni destruirla, a protegerla y desarrollarla. Para hacer estos discursos es suficiente el buen sentido común o al menos la razón y la honestidad naturales y un mínimo de buen corazón y sentido de humana solidaridad, virtudes que también pueden encontrar cabida en el corazón de un no-creyente o, dentro de ciertos límites, incluso de un ateo.
----------Pero el problema de la relación del hombre con la naturaleza no está todo aquí. El problema no es sólo el de regular el comportamiento del hombre frente a la naturaleza o frente a su propio cuerpo. El problema, mucho más serio, es el de explicar el por qué de ciertas actividades hostiles de la naturaleza y de nuestras propias fuerzas psicofísicas hacia nuestro yo, hacia el hombre y hacia su espíritu.
----------Es aquí donde las respuestas y las indicaciones de la razón, de la ciencia y de la filosofía ya no son suficientes, y el hombre reflexivo y responsable, que desea de verdad comprender, se encuentra ante un misterio desconcertante, que es causa de sufrimiento y de muerte, y quisiera poder hacer luz, para saber cuál es el sentido de cuanto sucede y cuáles podrían ser los medios para salir de ello, y si esto es posible.
----------A la pregunta de por qué la naturaleza nos es hostil, existen dos respuestas o más bien dos reacciones psicológicas, que se expresan en dos extremismos opuestos, ambos equivocados. Hay una reacción irrazonable y renunciataria, de simple amargura emotiva, es la reacción la existencialista sartreana, para la cual esta hostilidad no tiene ningún sentido racional.
----------Pero esta reacción es absurda, porque lo que sucede en cuanto existente, tiene una esencia. No existe un existente sin esencia, como cree el existencialista, porque el ente, por definición y por observación de nuestra razón, es lo que existe en una esencia.
----------La otra reacción quisiera ser una respuesta racional, y es la reacción de los hegelianos, para los cuales la hostilidad de la naturaleza hacia nosotros es cosa lógica y necesaria, porque el ente es oposición de bien y de mal. Pero también esta es una respuesta equivocada, porque el bien puede existir sin el mal y el mal no es necesario, sino contingente y accidental.
----------Lo que nos desconcierta en el comportamiento de la naturaleza es la duplicidad de su conducta frente a nosotros: por una parte ella es absolutamente indispensable para nuestra subsistencia física, nos ofrece una inmensa cantidad de beneficios, defensas y sostenes para nuestra vida física, se expresa en leyes ciertas y fijas, que nos permiten obtener ventajas y producir las obras del arte y de la técnica, nos fascina con sus maravillosas bellezas, nos intriga sin fin por todos los secretos que nos reserva y que nos estimulan a una indagación sin fin, con descubrimientos continuos e interminables.
----------La belleza de la naturaleza suscita también nuestra admirada contemplación, satisface en abundancia nuestra necesidad de placer físico y espiritual, nos muestra que no se ha hecho por sí misma, sino que es el efecto del poder creador de Dios y por consiguiente nos guía hacia Él. ¿Cómo no serle agradecidos? ¿Cómo no elogiarla? ¿Cómo no magnificarla? ¡Uno estaría tentado de adorarla como si fuera una divinidad!
----------Pero he aquí, por el contrario, todo el aspecto opuesto: todas las trampas que nos tiende, todas las desgracias repentinas, amargas e imprevistas, todos los peligros en los cuales, repentinamente o sin darnos cuenta, caemos, todas las calamidades de los más diversos géneros: epidemias, bestias feroces, terremotos, sequías, inundaciones, derrumbes, arenas movedizas, tempestades, incendios, glaciaciones, hambrunas, violencia de las pasiones, rebelión de la carne al espíritu, envejecimiento, enfermedades, accidentes, hasta todas aquellas hostilidades que nos provocan la muerte.
----------La Sagrada Escritura nos da la luz, el confortación, el consuelo, la serenidad, la esperanza, la alegría que buscamos, nos ofrece la vía de salida, el camino de la salvación y de la liberación.
----------La Sagrada Biblia nos explica que todas las calamidades y los sufrimientos de la vida presente no vienen de la naturaleza como tal, tal como ha salido de las manos de Dios, tal como ha sido originariamente querida por Dios y lo es todavía, de acuerdo con ese propósito que Dios le tiene asignado, sino que nos vienen de una naturaleza que se ha vuelto instrumento de la justicia divina.
----------A los ojos del cristiano, por tanto, lo que parece ser la desilusión de una naturaleza que no mantiene sus promesas, tiene siempre indudablemente la amargura de una felicidad matizada. Y, sin embargo, el cristiano dice con el Profeta: "ecce in pace amaritudo mea amarissima" (Is 38,17). En efecto, el cristiano sabe que la naturaleza no tiene ninguna culpa; y que esta justicia es en vista de aquella misericordia, por la cual en la Cruz de Cristo podemos liberarnos de nuestros pecados, del sufrimiento y de la muerte, recuperar el bien perdido y más aún aumentarlo, encontrar la paz y obtener la vida eterna.
----------Si debemos hablar de culpas, entonces debemos mirarnos más bien a nosotros mismos: a las consecuencias del pecado original, a nuestros pecados, y sus consecuencias. Si nos suceden tantas desgracias, quiere decir precisamente que en Adán la hemos hecho grande. Pero no hay motivo para desanimarse. La Cruz es un orgullo, no una desgracia. Y si nos sentimos inocentes, siempre podemos unirnos a los sufrimientos del inocente Cordero que quita los pecados del mundo.
----------¿Por qué, entonces, la severidad en un Dios infinitamente bueno? ¿Por qué esta hostilidad en una naturaleza que Él ha creado para nuestra felicidad? ¿Por qué la rebelión de la carne y del sexo contra nuestro espíritu? ¿Por qué estas pasiones tan violentas, que nublan nuestra visión intelectual, pasiones que nos llevan a pecar contra Dios, contra el prójimo, contra nosotros mismos y contra la misma naturaleza? ¿Por qué esta exagerada atracción por parte de los alimentos y de los frutos de la tierra, que nos impulsa al pecado de gula? ¿Por qué esta atracción exagerada por parte de los bienes económicos, de las comodidades y de las riquezas, que nos empuja a la avaricia, a la codicia, al egoísmo, a la violencia y a la opresión de los hermanos? ¿Por qué esta tendencia a la agresividad, que nos hace injustos y odiosos a los demás?
----------¿Qué hemos hecho para merecer castigos tan terribles a lo largo de la historia desde el comienzo de la existencia de la humanidad sobre esta tierra? La respuesta de la Escritura es bien conocida: esta interminable serie de calamidades que nos persigue a lo largo de la historia es la consecuencia de aquel pecado cometido por nuestros primeros progenitores, que la Iglesia llama "pecado original".
----------Este pecado, que fue un acto de desobediencia a Dios, vale decir, un querer ser como Él, y sustituirnos a Él, según la revelación cristiana, fue cometido en los orígenes de nuestra historia, por la pareja primitiva, por instigación del demonio en el paraíso terrenal, el cual era un lugar misterioso y trascendente de esta tierra. Y desde entonces, aunque hechos por Dios para la verdad y la vida, estamos siempre tentados por aquel mismo espíritu de mentira y de muerte, si no nos unimos a la Cruz de Cristo.
----------Siempre según la narración bíblica, Adán y Eva, después del pecado de los orígenes, fueron expulsados por Dios del paraíso terrenal y vinieron a residir en esta tierra en esa condición de naturaleza caída, en la cual nos encontramos todavía, con todas esas tendencias al pecado, que en el Paraíso del Edén la pareja no poseía, dado que, siempre según la revelación cristiana, esa primera pareja gozaba de un estado de inocencia y justicia, adorno de dones preternaturales como la exención de malas tendencias, de defectos, del sufrimiento y de la muerte, en la plena armonía con Dios, en la unión entre espíritu y carne, entre hombre y mujer, y en el pleno dominio del hombre sobre la naturaleza.
----------De tal modo, aquella naturaleza que en el Paraíso del Edén era sólo madre benigna y providente, no ha dejado de serlo, por cierto, pero ahora alterna este aspecto constructivo con un aspecto destructivo, consecuencia del pecado, que ya había sido amenazado por Dios en caso de desobediencia a su mandato. Pero ya inmediatamente después del pecado, según el relato bíblico, Dios, dirigiéndose a Eva, anuncia veladamente el camino de la salvación, que comportará en Cristo la utilización y la valorización en función satisfactoria, expiatoria y reparadora, del mismo sufrimiento provocado por la naturaleza.
----------A raíz del pecado original, la naturaleza, aunque manteniendo su sustancial bondad, como principio de vida y de bienestar, ha asumido un aspecto que corresponde a la ejecución de la justicia divina. De ahí el hecho de que la naturaleza haya pasado de dócil a indócil, de madre a madrastra, de fuente de vida a causa de muerte, y la conducta del hombre hacia la naturaleza haya pasado de constructiva a destructiva, de perfeccionante a contaminante, de cultivante a negligente, de dominadora a esclava.
----------Por cuanto respecta a la muerte de los vivientes infrahumanos, esto ya era un hecho natural en el paraíso terrenal. Por cuanto respecta a los trastornos de la naturaleza anteriores al pecado original, podemos pensar que esos trastornos correspondían al orden de la naturaleza. Por cuanto respecta al universo más allá de los confines del paraíso terrenal, la humanidad, si no hubiera pecado, habría tenido la capacidad de extender rápidamente su dominio sobre todo el universo.
----------Otro punto a tener presente es que la humanidad caída después del pecado, inmediatamente ha iniciado, con la ayuda de la gracia divina, un camino de ascenso desde la miseria en la cual había caído, por lo cual todo el progreso humano hasta el fin del mundo significa un gradual retorno al estado edénico, pero no sólo eso sino mucho más, porque, gracias a la venida de Cristo al mundo, la humanidad está destinada a una felicidad superior, que es la de la visión beatífica del Dios Trinidad de los hijos de Dios y de la resurrección final.
----------Además de las leyes naturales que conocemos, en el Edén la naturaleza estaba gobernada por leyes que nosotros no conocemos, enteramente favorables al hombre, propiciadoras de comunión con él, y tales que no le causaran daño alguno, promotoras también de vida y de felicidad, mientras que la naturaleza presente, consecuente al pecado, une leyes favorables con leyes hostiles y punitivas, causa de sufrimiento y de muerte.
----------La naturaleza actual conserva una sustancial armonía con la existencia humana, que refleja el plan divino originario. Ella se deja investigar en sus leyes y en sus secretos porque Dios ha ordenado una correspondencia entre la actividad de la razón humana y la racionalidad según la cual ha querido organizar la naturaleza viviente y no viviente. "Omnia disposuisti in numero, pondere et mensura" (Sab 11,21).
----------La naturaleza física está estructurada según un orden matemático que corresponde bien al saber matemático de la razón. El devenir físico, con su aparente contradictoriedad, se muestra difícil para la razón, necesitada de identidad; pero no nos faltan los medios técnicos para representarlo, como por ejemplo la fotografía y el uso de nociones adecuadas, como las de acto y potencia, materia y forma, accidente y sustancia.
----------Según la revelación cristiana, la naturaleza madrastra volverá a ser madre. De rebelde volverá a ser dócil. Mientras que el hombre está destinado a una plena reconciliación con la naturaleza, entre hombre y ambiente, entre hombre y bienes materiales, entre hombre y vivientes inferiores, entre el hombre y el espacio cósmico, entre pneuma y psique, entre alma y cuerpo, entre varón y mujer, espíritu y sexo.
----------Esta reconciliación comienza desde ahora, mediante la participación en el misterio de la Redención, transfigurando la hostilidad de la naturaleza al asumirla como ocasión y medio de expiación, de penitencia, de purificación y de elevación, de tal modo que desde ahora, mediante la vida de gracia y la docilidad al Espíritu Santo, el hombre devenido hijo de Dios en Cristo, puede pregustar los nuevos cielos y la nueva tierra de la futura resurrección, las "primicias del Espíritu" (Rm 8,23), primicias de esa plenitud final que el cristiano espera de la Parusía de Cristo Juez al fin del mundo en la gloria de la tierra de los resucitados.
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