sábado, 12 de agosto de 2023

Los Papas de la modernidad: el modo cómo nos guían (2/5)

Hasta el Concilio Vaticano II, el modelo del Papa fue siempre el de Cristo maestro, El cual, denunciando y condenando el error, disipa las tinieblas del mundo, vence al mundo y a los enemigos de la Iglesia. Era el modelo del Papa combatiente, señor y vencedor. En cambio, el papa san Juan XXIII ha creado un punto de inflexión en el modelo del Papa. El Papa obviamente sigue siendo siempre el Vicario de Cristo; sin embargo, ya no se pone el acento en Cristo maestro y glorioso triunfador de los herejes, sino en la imitación de Cristo sufriente por la salvación del mundo: Cristo crucificado. [En la imagen: una fotografía del beato papa Pío IX en Anzio, en 1862, con motivo de las maniobras militares del ejército pontificio, retratado con Francisco II, rey de las Dos Sicilias, el general Kanzler comandante del ejército, el ministro de guerra monseñor Saviero de Mérode y el teniente coronel Athanase de Charette comandante de los zuavos pontificios].

Cómo los Papas nos han guiado al surgir del mundo moderno
   
----------Que la Iglesia, después del terrible cisma de Occidente del siglo XIV, tuviera necesidad de reformarse para dar un verdadero paso adelante en la santidad y para recuperar un estilo evangélico, ya lo había advertido santa Catalina de Siena [1347-1380], o sea ya en el siglo XIV, y también lo habían sostenido los Dominicos del siglo XV con Girolamo Savonarola [1452-1498]. ¿Por qué el Papado del Renacimiento no aceptó la propuesta y la advertencia de Savonarola? Parece que la providencia lo castigó con Martín Lutero [1483-1546]. Sin embargo, sólo de la inspiración cataliniana y tomista se podía derivar la idea de la verdadera Reforma, como quedó claro de la reforma tridentina. En la propuesta luterana es necesario hacer un discernimiento: algunas ideas eran buenas y han sido recibidas por el Concilio Vaticano II, otras estaban equivocadas y fueron justamente condenadas y corregidas por el Concilio de Trento.
----------La Iglesia tiene una doble tarea hacia el mundo: una, la de oponerse al mundo en cuanto dominado por el príncipe de este mundo, y vencerlo, para así arrebatarle el mundo y devolverlo a su legítimo propietario que es Dios. Aquí somos guiados por los Papas combatientes, siguiendo al Concilio de Trento y al Vaticano I.
----------Y la otra tarea es la de salvar al mundo en cuanto puede ser salvable, ya que el mundo ha sido creado bueno por Dios, por lo cual, en cuanto tal, es amable y por eso Cristo se ha sacrificado para la salvación del mundo. Por eso es necesario saber dialogar con el mundo y persuadirlo para que se convierta a Cristo. Y aquí resplandece la guía de los Papas propositivos y conciliadores, que siguen al Concilio Vaticano II.
----------Sin embargo, se debe señalar que para organizar una pastoral adecuada a las exigencias y a las sanas perspectivas y aspiraciones del mundo, así como a sus verdaderos fines, no basta un conocimiento especulativo acerca de las tareas antes mencionadas, sino que es necesario informarse con cuidado y juicio equilibrado acerca de la situación y las características del mundo moderno, o bien del mundo de hoy, porque la Iglesia no debe operar sobre el mundo de ayer que ha pasado, sino sobre el mundo de su propio tiempo, que es el mundo real que la Providencia le pone delante, a fin de que ella se ponga a la obra por la salvación del mundo, con sus lados buenos y malos, con sus valores y sus defectos juzgados a la luz del Evangelio.
----------Entre los tomistas del preconcilio estaba difundida una distinción cuyos términos, que esos tomistas deducían del lenguaje de los idealistas post-cartesianos, eran tales que perjudicaban a los mismos tomistas, sin que ellos se dieran cuenta. De hecho ellos, para distinguir la buena de la mala filosofía, esos tomistas del preconcilio distinguían a los "antiguos", es decir, a los discípulos de Aristóteles, por tanto a los realistas, de los "modernos", refiriéndose a los idealistas surgidos de Descartes.
----------Sin embargo, se debe tener presente que la expresión "filosofía moderna" puede tener un doble significado: la filosofía de los filósofos de hoy. O bien puede significar la filosofía de hoy más avanzada que la de ayer. En el primer sentido, no se puede dejar ser modernos. En el segundo, se podría vivir hoy, pero estar desfasados o ser nostálgicos de un pasado que no puede o no debe volver.
----------Para algunos, la filosofía moderna sería la de Descartes. Se trata de una expresión abusiva inventada por los cartesianos precisamente para propagandear su filosofía. En realidad, la filosofía cartesiana no es el verdadero modo moderno de hacer filosofía, que sucedería al realismo escolástico medieval, según los publicistas cartesianos, superado y abandonado por el nuevo y mejor filosofar que habría supuestamente inventado Descartes. En realidad, Descartes no hace más que reasumir la antigua sofística y el antiguo escepticismo griegos, que ya en su época habían sido refutados por Aristóteles.
----------Por consiguiente, los cartesianos hablan de "filosofía moderna" en referencia a Descartes, así como se distingue una medicina moderna de una medicina antigua, una ciencia física moderna de una física antigua, una astronomía actual de la astrología antigua, una tecnología moderna de una tecnología antigua, etc., cuando en realidad Descartes no ha hecho progresar la filosofía, no ha descubierto en absoluto un nuevo método de filosofar bien fundado contra la supuesta incerteza del precedente, sino que ha difundido, como he dicho, una reedición de la antigua sofística griega ya refutada por Aristóteles.
----------Para decir las cosas con franqueza, la verdadera y sana filosofía moderna es una confirmación y una conservación del realismo aristotélico, confirmado por los progresos que desde hace mucho tiempo desarrollan las ciencias humanas: metafísica, lógica, matemática, psicología, moral, sociología, historia, política, medicina, ingeniería, ciencias naturales, arqueológicas, astronómicas, religiosas, bíblicas y teológicas.
----------La verdadera filosofía moderna en el sentido de más avanzada que la del pasado, es el tomismo moderno en la línea de los tomistas de hoy que han enriquecido la doctrina del Aquinate utilizando los estímulos provenientes del Concilio Vaticano II, como Abelardo Lobato, Jesús Villagrasa, M.-D. Philippe, Antonio Livi, Giovanni Covino, Concetto Baronessa, Francesco Arzillo, Ivo Kerze, Vittorio Possenti, Maurizio Schoepflin, Ignazio Andereggen, Brunero Gherardini, Pietro Parente, Giuseppe Perini, Tomas Tyn, Sergio Parenti, Roberto Coggi, Vincenzo Benetollo, Giovanni Bertuzzi, etc.
----------Después del Concilio de Trento, durante algunos siglos, no pareció necesario que la Iglesia convocara un nuevo Concilio, ni se alzaron voces para sostener su necesidad o su oportunidad. La Iglesia se había reformado en Trento corrigiendo la falsa reforma de Lutero. Trento no ha sido una "contra-reforma", como suele decirse según una expresión inventada por los luteranos, y que lamentablemente también ha sido aceptada con reprochable aquiescencia por los historiadores católicos. Trento ha sido la defensa de la doctrina católica socavada por Lutero, ha sido justamente la condena del error y la indicación del camino correcto. Sin embargo, es cierto que algunas propuestas válidas de Lutero, al calor de la polémica en su contra, no fueron percibidas ni tomadas en consideración por el Concilio tridentino y los implementadores de su reforma. Como ya he dicho, será necesario esperar al Concilio Vaticano II para que sean aceptadas.
   
En los siglos post-tridentinos se abrió un profundo surco entre católicos y protestantes
   
----------El período post-tridentino conlleva lamentablemente desde hace algunos siglos una grieta, una clausura recíproca entre católicos y protestantes, donde cada uno sigue adelante por su cuenta sin tener en cuenta lo que hace el otro y, si le interesa, es para polemizar con razón o sin ella. Lutero niega las obras como medio para adquirir la gracia, pero reconoce que las obras son efecto de la gracia. Los luteranos creen que el considerar que la gracia pueda ser adquirida con las obras sea sin más pelagianismo, sin saber que existe la doctrina católica que enseña que la gracia puede ser adquirida con las obras hechas en gracia. Así, para Lutero, las obras no sirven para salvarse, sino sólo para los asuntos de este mundo, de modo que el éxito en los negocios devino un signo de predestinación. Y así nació el capitalismo.
----------Al mismo tiempo, los protestantes anglicanos y luteranos en los siglos XVII-XVIII se esforzaron por hacer progresar las ciencias humanas: médicas, físicas, químicas, históricas, técnicas, bíblicas, filológicas, económicas, arqueológicas, jurídicas, sociales, religiosas, políticas, etc., y obtuvieron grandes resultados sobrepasando en ello a los países que permanecieron católicos.
----------Al mismo tiempo se profundizaba el surco que separaba a la teología y a la Iglesia católica respecto del mundo moderno, tal como el mundo iba madurando gracias a la operosidad secular, filosófica y teológica de los protestantes. Esto fue evidente a principios de siglo XVIII, cuando se produjo el nacimiento de la masonería, inspirada en el Iluminismo, en el hermetismo, en el esoterismo y en la teosofía.
----------Probablemente ese era el buen momento para que la Iglesia católica convocara un Concilio para asumir lo positivo que estaba madurando en el pensamiento moderno e intentar una conciliación o al menos un diálogo con el mundo protestante y ortodoxo, así como con el mundo islámico, que había venido amenazando a Europa desde el siglo XVI. Lamentablemente, sin embargo, a nadie le vino en mente convocar un Concilio de este tipo, mientras las cosas empeoraban. El modelo del Concilio fue siempre el del Concilio combatiente, el Concilio de Trento. Por eso los Papas en los siglos XVII y XVIII han continuado advirtiéndonos contra los errores, como por ejemplo contra el jansenismo y el laxismo de los Jesuitas.
----------Es así que se llegó a la Revolución Francesa. El mundo laico, instigado por la masonería y cansado de la sordera de la Iglesia hacia los valores del mundo moderno, convocó un concilio a su manera con la Revolución Francesa, que si por una parte afirmaba los principios de libertad, de igualdad, de fraternidad, de racionalidad, de tolerancia, de respeto por los derechos humanos y por lo diferente, de internacionalismo, de atención a los pobres y a los necesitados, de rechazo de las tiranías, de los privilegios y de los favoritismos, por otra parte, organizando la iniciativa fuera de la guía del Papa, de hecho contra el Papa, luz del mundo en nombre de Cristo y maestro de verdad y de diálogo, principio de unidad y de concordia y de reconciliación, juez de las controversias humanas, teológicas y filosóficas, no podía sino enredarse en trágicas contradicciones, de modo que, como se ha observado, la Revolución se ha comido a sus hijos. Quien hace de reformador rebelándose contra Dios y la Iglesia, debe esperar ser él mismo interpelado por sus discípulos.
   
Los Papas combatientes
   
----------Hasta el Concilio Vaticano II, el modelo del Papa fue siempre el de Cristo maestro que, denunciando y condenando el error, disipa las tinieblas del mundo, vence al mundo y a los enemigos de la Iglesia. Era el modelo del Papa combatiente, señor y vencedor. En cambio, el papa san Juan XXIII ha creado un punto de inflexión en el modelo del Papa. El Papa obviamente sigue siendo siempre el Vicario de Cristo; sin embargo, ya no se pone el acento en Cristo maestro y glorioso triunfador de los herejes, sino en la imitación de Cristo sufriente por la salvación del mundo: Cristo crucificado.
----------Con el Apóstol san Pablo, los Papas del post-concilio pueden decir no conocer sino a Cristo crucificado (1 Cor 2,2). Son Papas crucificados. Sin renunciar a la condena del error, ellos proponen, con su propio sufrimiento por las humillaciones y las oposiciones recibidas, el misterio salvífico de Cristo sufriente y resucitado. He aquí la preeminencia del testimonio litúrgico sobre el magisterial. La constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II se inspira en este principio. Y el mismo Ratzinger no era en absoluto insensible a este principio. Por eso es tanto más inexplicable su repugnancia a la idea del sacrificio expiatorio que, a decir verdad, fue expresada por él sólo fuera del período que pasó como Sumo Pontífice.
----------Así, tras el drama de la Revolución Francesa y la empresa napoleónica, los Papas consideraron un deber el mantener su actitud de condena del populismo rousseauniano, del liberalismo cartesiano, del naturalismo masónico, del iluminismo anticristiano y del panteísmo hegeliano. Este último era el desarrollo extremo del yo cartesiano que pasó a través de Fichte y Schelling. En Hegel el yo acaba por identificarse con Dios.
----------Sin embargo, quien intuyó cómo en el idealismo hegeliano era anulada o se hacía vana la fuerza de la realidad material en la vida humana a favor de una espiritualidad que justifica la opresión del hombre sobre el hombre, fue Karl Marx [1818-1883], el cual, aun aceptando la dialéctica hegeliana, como factor del devenir y de la historia, sustituye como principio de la realidad lo material por lo ideal, por lo cual no es la materia la que depende de la idea sino que es la idea la que depende de la materia.
----------Por consiguiente, según Marx, no existe un Dios por encima del hombre, porque nada está por encima del hombre: el hombre es Dios para el hombre. Como para Hegel, el más allá debe ser llevado al más acá, o sea de este lado, así para Marx es necesario negar el Dios del más allá para afirmar al hombre de este lado, en el más acá. Si Hegel equipara al hombre con Dios, Marx niega a Dios en nombre del hombre. Y así como lo negativo hegeliano produce lo positivo, así para Marx el oprimido, mediante la revolución, se libera del opresor. El hombre alienado de sí mismo en la sociedad capitalista, se reconduce a sí mismo con la revolución, y así se libera a sí mismo y libera a toda la humanidad.
   
Beato Pío IX (Giovanni Maria Mastai Ferretti)
   
----------El magisterio del beato Pío IX [1846-1878] resplandece sobre todo por la convocatoria del Concilio Vaticano I, el cual, en definitiva, es un ajuste de cuentas con todas las corrientes venenosas del siglo XIX, y al mismo tiempo una espléndida síntesis de los principios de la razón natural y de la apologética necesaria para la introducción a la fe y para la defensa de la fe, así como por la famosa proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, y del dogma de la infalibilidad del ministerio petrino en el ejercicio de sus funciones, en 1870, promulgando la solemne enseñanza del Episcopado reunido en Concilio, esclareciendo las palabras de Cristo cuando indica a Pedro (y por ende a sus sucesores) que en su misma persona la tradición de su revelación adquiriría garantía de certeza para todos los fieles de la Iglesia.
----------En la encíclica Qui pluribus del 9 de noviembre de 1846, el beato Pío IX golpeó tanto a la masonería como al neonato comunismo con las siguientes palabras: "Conocéis también, Venerables Hermanos, otra clase de errores y engaños monstruosos, con los cuales los hijos de este siglo atacan a la Religión cristiana y a la autoridad divina de la Iglesia con sus leyes, y se esfuerzan en pisotear los derechos del poder sagrado y el civil. Tales son los nefandos conatos contra esta Cátedra Romana de San Pedro, en la que Cristo puso el fundamento inexpugnable de su Iglesia. Tales son las sectas clandestinas salidas de las tinieblas para ruina y destrucción de la Iglesia y del Estado, condenadas por Nuestros antecesores, los Romanos Pontífices, con repetidos anatemas en sus letras apostólicas [Clemenle XII, Const. In eminenti; Benedicto XIV, Const. Providas; Pío VII, Const. Ecclesiam a Jesu Christo; León XII, Const. Quo  graviora], las cuales Nos, con toda potestad, confirmamos, y mandamos que se observen con toda diligencia.
----------Tales son las astutas Sociedades Bíblicas, que, renovando los modos viejos de los herejes, no cesan de adulterar el significado de los libros sagrados, y, vulgarizados contra las reglas santísimas de la Iglesia, e interpretados con frecuencia con falsas explicaciones, los reparten a los hombres de cualquier condición, aun a los más rudos, para que, dejando a un lado la divina tradición, la doctrina de los Padres y la autoridad de la Iglesia Católica, cada cual interprete a su gusto lo que Dios ha revelado, pervirtiendo su genuino sentido y cayendo en gravísimos errores.
----------A tales Sociedades, Gregorio XVI, a quien, sin merecerlo, hemos sucedido en el cargo, siguiendo el ejemplo de los predecesores, reprobó con sus letras apostólicas [Gregorio XVI, Encicl. Inter praecipuas machinationes], y Nos asimismo las reprobamos. Tal es el sistema perverso y opuesto a la luz natural de la razón que propugna la indiferencia en materia de religión, con el cual estos inveterados enemigos de la Religión, quitando todo discrimen entre la virtud y el vicio, entre la verdad y el error, entre la honestidad y vileza, aseguran que en cualquier religión se puede conseguir la salvación eterna, como si alguna vez pudieran entrar en consorcio la justicia con la iniquidad, la luz con las tinieblas, Cristo con Belial.
----------Tal es la vil conspiración contra el sagrado celibato clerical, que, ¡oh dolor! algunas personas eclesiásticas apoyan quienes, olvidadas lamentablemente de su propia dignidad, dejan vencerse y seducirse por los halagos de la sensualidad; tal la enseñanza perversa, sobre todo en materias filosóficas, que a la incauta juventud engaña y corrompe lamentablemente, y le da a beber hiel de dragón  en cáliz de Babilionia.
----------A esto apunta la nefanda doctrina del comunismo, contraria al derecho natural, que, una vez admitida, echa por tierra los derechos de todos, la propiedad, la misma sociedad humana; tales las insidias tenebrosas de aquellos que, en piel de ovejas, siendo lobos rapaces, se insinúan fraudulentamente, con especie de piedad sincera, de virtud y disciplina, penetran humildemente, captan con blandura, atan delicadamente, matan a ocultas, apartan de toda Religión a los hombres y sacrifican y destrozan el rebaño del Señor.
----------Tal es, finalmente, para omitir todo lo demás, muy conocido de todos vosotros, la propaganda infame, tan esparcida, de libros y libelos que vuelan por todas partes y que enseñan a pecar a los hombres; escritos que, compuestos con arte, y llenos de engaño y artificio, esparcidos con profusión para ruina del pueblo cristiano, siembran doctrinas pestíferas, depravan las mentes y las almas, sobre todo de los más incautos, y causan perjuicios graves a la Religión.
----------De toda esta combinación de errores y licencias desenfrenadas en el pensar, hablar y escribir, quedan relajadas las costumbres, despreciada la santísima Religión de Cristo, atacada la majestad del culto divino, vejada la potestad de esta Sede Apostólica, combatida y reducida a torpe servidumbre la autoridad de la Iglesia, conculcados los derechos de los Obispos, violada la santidad del matrimonio, socavado el régimen de toda potestad, y todos los demás males que nos vemos obligados a llorar, Venerables Hermanos, con común llanto, referentes ya a la Iglesia, ya al Estado".
----------Pío IX es el primer Papa que se niega a emplear las tropas pontificias para alianzas militares contra otras naciones cristianas o no cristianas, sino únicamente para la defensa del Estado pontificio. Es la primera señal de lo que será la renuncia al poder temporal que se verificará con los pactos lateranenses de 1929.
----------Cristo, aunque fuera rey de Israel, estaba sujeto al dominio romano y permitía que la comunidad de los apóstoles administrara los bienes necesarios para su sustento, pero no previó en absoluto que Pedro y sus sucesores fueran jefes de Estado. La diócesis de Roma, como cualquier otra diócesis del mundo, tiene derecho a la posesión de aquellos bienes que son necesarios para su sustento y para el socorro de los pobres, pero que su Obispo deba ser jefe de Estado es una idea que ha venido a la mente de los Papas al darse cuenta que tenían que administrar inmensos territorios donados a lo largo de los siglos por los fieles.
----------Pero cuando, en un cierto momento, toda la nación de Italia, en el siglo XIX, sintió la justa exigencia de constituirse como entidad estatal, los Romanos Pontífices después de largas décadas de vacilaciones entendieron, y eso ocurrió con el papa Pío XI en 1929, que en definitiva era mejor renunciar al poder temporal conservando un pequeño territorio necesario para su digno sostenimiento. Ahora bien, que por entonces en la actividad patriótica italiana se escondiera la garra de la masonería, esto también es cierto, pero nadie puede negar la legitimidad de las exigencias de los patriotas italianos.
----------La progresiva formación y constitución del Estado de la Iglesia había surgido con la elevación del Cristianismo a religión de Estado, hecha por Constantino, por lo cual al Papa comenzaron a afluir donativos territoriales que se sucedieron a lo largo de los siglos, hasta que el Estado de la Iglesia asumió sus máximas proporciones geográficas en el siglo XVII, después de lo cual las potencias circundantes influenciadas por los nacionalismos y por la masonería, comenzaron a desmoronarlo hasta su total disolución en 1870 con la constitución de la unidad de Italia bajo el reinado de la casa real de Saboya.
----------Es lógico que cada diócesis, cada comunidad religiosa o cada asociación laical, posea sus propios bienes, pero de ningún modo es un derecho divino que el Obispo de Roma, o de cualquier otra ciudad, sea jefe de Estado. Pero el caso es que Pío IX, como todos los Papas posteriores hasta Pío XI, creyeron de buena fe tener ese derecho en base al hecho de que se trataba de territorios donados a la Iglesia por los fieles durante los siglos precedentes. Está bien, pero ¿quién habría impedido que los Papas cedieran estos bienes a otros, a medida que afluían, reservándose lo estrictamente necesario? Un motivo que justificaba a Lutero en su protesta era precisamente el apego al poder temporal que se había manifestado en los Papas del Renacimiento desde Inocencio VIII, hasta Alejandro VI, Julio II y León X.
----------El modelo pastoral de los Papas que siguieron al Concilio de Trento fue obviamente la figura del pastor surgida de este Concilio. Entre estas figuras resplandece la del papa san Pío V, autor de la reforma del rito de la Misa que permaneció en vigor hasta 1969, año de su abrogación y del lanzamiento del nuevo rito, el Novus Ordo Missae surgido de la reforma promovida por el Concilio Vaticano II.
----------En cuanto al Concilio Vaticano I guiado por el beato Pío IX, finalmente resuelve de una vez por todas la atormentada relación fe-razón que había estado angustiando a Europa durante tres siglos desde la reforma luterana, definiendo dogmáticamente la función de la razón y la fe y su recíproca relación.
----------Al mismo tiempo, un período especialmente significativo de la acción de los Papas frente a la modernidad es el que aborda el problema que comienza a causar la masonería, la principal fuerza intelectual emergente en el siglo XVIII. La alarma contra la masonería fue lanzada por el Papado romano pocos años después del primer surgir de la Masonería en Londres. Inicia la advertencia el papa Clemente XII con la constitución apostólica In eminenti del 24 de abril de 1738. Habrían de seguir otras intervenciones, de Benedicto XIV de 1751, de Pío VII del 15 de septiembre de 1821, de León XII del 15 de marzo de 1825, de Pío VIII del 21 de mayo de 1829, de Gregorio XVI de 1839, del beato Pío IX varias veces, hasta la encíclica de León XIII Humanum genus del 20 de abril de 1884, específicamente dedicada a la masonería, a lo que podemos añadir, entre otras intervenciones, la encíclica Inimica vis del 8 de diciembre de 1892. El Código de Derecho Canónico de 1917, al condenar las asociaciones que conspiran contra la Iglesia, nombra expresamente a la masonería en el can.2335. En cambio el nuevo Código de 1983 habla genéricamente de "asociaciones que conspiran contra la Iglesia" en el can.1374, pero es claro que incluye en ellas a la masonería.
----------En efecto, ¿qué otra cosa puede ser conspirar sino actuar secretamente y traicioneramente de forma organizada recurriendo al fraude a fin de dañar a alguien? ¿Y qué hace la masonería contra la Iglesia sino precisamente esto? ¿Y qué hace programáticamnte y sistemáticamente la masonería, sino operar con medios políticos, jurídicos, institucionales, propagandísticos, doctrinales y económicos, para impedir que la Iglesia persiga sus fines, para difamarle y arrebatarle su razón de ser, quitarle sus medios de acción y de subsistencia y, por lo tanto, posiblemente eliminar su misma existencia física? El proclamado respeto al derecho a la libertad religiosa es solamente una ficción, si luego de hecho se niega a la Iglesia el derecho y el deber de ser la comunidad de salvación para toda la humanidad.
----------La última intervención del Magisterio de la Iglesia es la Declaración sobre las asociaciones masónicas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 26 de noviembre de 1983, la cual declara que "los principios de las asociaciones masónicas siempre se han considerado irreconciliables con la doctrina de la Iglesia y, por tanto, queda prohibida la inscripción en ellas. Los fieles que pertenecen a las asociaciones masónicas se encuentran en estado de pecado grave y no pueden acceder a la Sagrada Comunión".
----------Naturalmente, esta Declaración del Dicasterio de la Fe, no debe ser entendida en el sentido de que no haya nada en las doctrinas masónicas que pueda constituir un punto positivo de encuentro para un diálogo y una colaboración entre católicos y masones. El juicio global negativo dado por la Iglesia sobre un cuerpo de doctrinas, como es el caso de la masonería, no excluye la presencia en ese cuerpo de algún elemento positivo utilizable para quienes aman la verdad y el bien. Al católico no le es lícito ser masón, pero no está para nada prohibido encontrarse junto a un masón, aunque más no sea por un breve tramo del camino, en la búsqueda de la verdad y del bien. Si el papa Francisco ha obtenido consensos de la masonería por haber citado en la encíclica Fratelli tutti los principios de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, ciertamente esto no quiere decir que el Papa se ha comprometido con la masonería.

12 comentarios:

  1. Estimado padre,
    tras la lectura de esta segunda parte, concluyo que estoy substancialmente de acuerdo con usted, pero eso supuesto una interpretación benévola de mi parte, haciendo un esfuerzo por entender el sentido de algunas de sus aserciones.
    Teniendo en cuenta el título de su artículo, creo que debería recordarse la distinción que usted siempre tiene presente: los Papas son nuestros guías (infalibles) en cuanto Maestros de la fe, y nuestros guías (falibles) en cuanto Pastores, conductores nuestros al Reino.
    En tal sentido, nadie duda que, siendo nuestros guías en el confronte hacia el mundo moderno, nunca nos han enseñado sino la verdad de fe, pero, pastoralmente, ¿lo han hecho siempre como debían? No me estoy refiriendo a lo doctrinal, sujeto a limitaciones que se superan en el tiempo, con un mayor esclarecimiento de la Palabra de Cristo (esa "evolución homogénea" de la que hablaba Marín Solá), sino al prudente y justo modo pastoral de proponer la verdad de fe, íntegro y sin sesgos (estas limitaciones humanas en el proponer la Fe, las conocemos muy bien, sobre todo por la experiencia de once años del pontificado de Francisco).
    Entiendo que usted está de acuerdo en esto que digo: lo advierto en la afirmación que usted hace en un par de ocasiones cuando opina que los Papas no han tenido la prudencia de convocar un Concilio para la reforma de la Iglesia en un momento más oportuno. Lo hicieron en el siglo XVI, ya muy tarde, e incluso en cierto modo por presiones del poder político. Los Papas debían haber convocado al Concilio mucho antes.
    Los errores se pagan. Creo ver ese castigo en la aparición de esos Papas que usted llama "combatientes", pero combativos en exceso (un ejemplo sería León contra Lutero), y un Concilio de Trento que ha sido demasiado combatiente como para una plena reforma de la Iglesia, que debía ser más "propositiva".
    Por otra parte, hablando de la Reforma, creo que debería recordarse algo que usted bien sabe: la Reforma de la Iglesia siempre se refiere a las costumbres, y no a la doctrina. De ahí que habían surgido aspiraciones a la reforma siglos antes de Trento, aspiraciones a las cuales los Papas desoyeron. Lamentablemente esas aspiraciones fueron atendidas (mal o bien por un hombre de acción y empeño, como Lutero). Lutero: no sólo un "castigo" para la Iglesia, como usted dice, sino un acicate providencial, para que los Papas hicieran lo que no se habían decidido a hacer desde hacía siglos: la Reforma de la Iglesia.

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    1. Estimado Matías,
      gracias por su substancial consenso, lo que supone de usted el debido esfuerzo por tratar de comprender lo que quiero decir a través de lo que expreso.
      Efectivamente, tiene usted toda la razón en recordar que los Papas son nuestros guías (siempre infalibles) en cuanto Maestros de la fe, y nuestros guías (a veces falibles) en cuanto son nuestros Pastores, que nos conducen hacia el Reino.
      En tal sentido, aunque nunca han dejado de enseñar la verdadera Palabra de Cristo, explicándola cada vez mejor a medida que progresa la historia humana, no siempre han sabido conducir pastoralmente bien al rebaño, usualmente por errores que afectan a las virtudes de la prudencia y de la justicia.
      También tiene usted toda la razón cuando afirma que la Reforma en la Iglesia siempre se refiere a los usos y costumbres (como la liturgia, por ejemplo, o la disciplina eclesiástica, o la ley canónica, etc.), pero nunca a la doctrina, que es inmutable, aunque progrese con el paso del tiempo en el mejor conocimiento que de ella tenemos.

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  2. Estimado padre,
    también es sumamente interesante y sugestivo lo que usted dice acerca del papa Benedicto XVI:

    "Con el Apóstol san Pablo, los Papas del post-concilio pueden decir no conocer sino a Cristo crucificado (1 Cor 2,2). Son Papas crucificados. Sin renunciar a la condena del error, ellos proponen, con su propio sufrimiento por las humillaciones y las oposiciones recibidas, el misterio salvífico de Cristo sufriente y resucitado. He aquí la preeminencia del testimonio litúrgico sobre el magisterial. La constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II se inspira en este principio. Y el mismo Ratzinger no era en absoluto insensible a este principio. Por eso es tanto más inexplicable su repugnancia a la idea del sacrificio expiatorio que, a decir verdad, fue expresada por él sólo fuera del período que pasó como Sumo Pontífice."

    De hecho, revela las penurias que sufría Ratzinger para comprender el giro pastoral (también giro pastoral litúrgico) dado por el Concilio Vaticano II. Tal incomprensión se manifestó ya en textos de Ratzinger inmediatamente posteriores al Concilio (de sus tiempos como obispo de Munich), incomprensión que puede resumirse en su infeliz expresión (como teólogo privado, antes de ser Papa) de la "reforma de la reforma", expresión que nunca volvió a repetir una vez llegado al solio pontificio. Su incomprensión del giro pastoral conciliar tuvo su vértice en el motu proprio Summorum Pontificum.

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    1. Estimado Matías,
      su intervención me impulsa a reflexionar sobre cuál ha sido el progresismo de Ratzinger. Como ya es bien sabido y yo he hablado de ello varias veces en mis artículos, en la época del Concilio él fue un estrecho colaborador de Rahner, y juntos dieron una contribución positiva sobre todo a las constituciones Lumen Gentium y Dei Verbum.
      Sin embargo, después del Concilio, Ratzinger se dio cuenta de que Rahner tenía un enfoque modernista, que el jesuita quería hacer pasar por una renovación conciliar.
      Vale decir, Ratzinger se dio cuenta de que las bases de la teología de Rahner no eran verdaderamente católicas, sino que se inspiraban en Hegel y en Heidegger.
      Ratzinger, en cambio, estaba profundamente enraizado en la teología de los Santos Padres, por lo cual, finalizado el Concilio, Ratzinger tomó distancias de Rahner.
      Por cuanto respecta a la Liturgia, Ratzinger estaba indudablemente apegado a la Liturgia preconciliar. Al mismo tiempo, no ha podido hacer otra cosa, sobre todo como Papa, que apoyar la Reforma litúrgica y el Novus Ordo Missae. Pero todos sabemos que él ha emanado en 2007 el famoso motu proprio Summorum Pontificum, que de hecho favoreció un fortalecimiento de la tendencia lefebvriana. ¿Imprudencia en emanar ese motu proprio? Probablemente. Y también quizás algo más: falta de claridad teológica y poca previsión pastoral.
      Al mismo tiempo, el papa Benedicto fue hábil al tratar con los lefebvrianos, aunque ellos, hipócritamente, aprovecharon la promulgación de Summorum pontificum para instrumentalizarlo como si con ese motu proprio el Papa hubiera confirmado sus posturas (que sabemos que son heréticas y cismáticas).
      ¿Qué balance se puede extraer de estas consideraciones mías? Que tal vez Benedicto nunca logró conciliar del todo el progreso con la continuidad, no obstante haber proclamado con fuerza la necesidad de un progreso en la continuidad.

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    2. Tiendo a concordar plenamente con su análisis de las dificultades de Ratzinger para comprender el giro pastoral del Concilio Vaticano II o, como usted dice, el progreso en la continuidad. Lo único que quisiera agregar es un pequeño matiz: se trata del hecho de que la Liturgia no me parece que pueda ser considerada de modo independiente o como un compartimento separado, sino que la Liturgia está en la raíz del problema (recuerdo que usted mismo ha afirmado en alguna ocasión que el primer y primordial impulso reformador del Vaticano II ha sido precisamente la Liturgia). Si la liturgia es la "fons et culmen", de toda la vida cristiana, y de la vida de la Iglesia, el problema no es solo una cuestión de "ceremonias" o de "ritos", viejos o nuevos, sino sobre todo de una "nueva" visión de la Iglesia, de un mejor conocimiento de la Iglesia y de la vida cristiana, que, tal vez, Ratzinger (como teólogo privado) no haya llegado a sistematizar completamente en una teología para el mismo Ratzinger convincente.

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    3. Estimado Matías,
      he leído con mucho interés su juicio sobre la actitud de Ratzinger frente al Concilio, sea como teólogo sea como Papa.
      Me gustaría que me aclarara qué es lo que usted entiende decir con la expresión: “sobre todo de una "nueva" visión de la Iglesia, de un mejor conocimiento de la Iglesia y de la vida cristiana, que, tal vez, Ratzinger (como teólogo privado) no haya llegado a sistematizar completamente en una teología para el mismo Ratzinger convincente”.

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    4. Sergio Villaflores15 de agosto de 2023, 6:29

      Estimado padre Filemón, y señor Matías,
      permítanme una pequeña intervención.
      La clarísima formulación teórica del principio "reforma en la continuidad", o "continuidad en la reforma", por un lado, y, por el otro, las medidas de disciplina liturgica ordenadas por Benedicto XVI, me parecen indicar, por un lado, la altísima teología del papa Ratzinger y, por el otro, como dice el padre Filemón, su personal apego al vetus ordo.
      Desde el momento en que estamos de acuerdo en los conceptos, y las palabras pueden ayudarnos u obstaculizarnos en este acuerdo, me parece que un modo útil de usar las palabras sería el siguiente:
      En el principio enseñado por Benedicto, "reforma en la continuidad", la idea de "reforma" se contrapone a la de "ruptura", pero no a la idea de "discontinuidad". Dicho de otro modo: "continuidad" y "discontinuidad" son complementarias, para que exista una verdadera "reforma". En otras palabras: la reforma en la continuidad, a la vez que rechaza la ruptura, no rechaza, sino que al contrario, alguna discontinuidad, para que sea reforma.
      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    5. Estimado padre Filemón,
      me honra con su interés por mis modestas apreciaciones. No soy ningún teólogo, de modo que someto mis opiniones a su docta comprensión teológica.
      Todavía no he leído las últimas partes de su artículo, en las cuales usted tal vez trate la cuestión que planteo, pero en cualquier caso, me limito a precisar lo que le he dicho en mi comentario anterior. Lo digo brevemente:
      Una cosa es la enseñanza de fe propuesta por la Iglesia, y otra cosa distinta es la sistematización teológica. La primera es infalible en el caso del Magisterio pontificio, la segunda es de libre opinión (obviamente en las materias sobre las cuales el Magisterio deja libres a los teólogos para su oficio).
      No tengo dudas de que Joseph Ratzinger mientras estaba en el ejercicio del servicio petrino, su enseñanza de la fe de la Iglesia (la doctrina de fe y del dogma) era más claras que las de cualquier otro hombre en el mundo, precisamente porque Dios le había concedido el carisma de la infalibilidad para ello. Y esto vale para cualquier Romano Pontífice.
      Sin embargo, en cuanto hombre, en cuanto teólogo privado, también el Papa puede optar por uno u otro sistema teologico para una comprensión racional de la enseñanza de fe (teologia = intellectus fidei).
      Y en su personal sistematización teológica, o, más simplemente, en su personal modo de "entender la fe", puede optar por algunos argumentos de carácter opinable. Y en esto el Papa no es infalible. Es infalible cuando enseña la fe, pero no cuando se expresa con un cierto argumento teologico (esto sería pastoral, falible). Por ejemplo, está claro que el papa Francisco sabe mejor que nadie que Cristo ha instituido el Sacramento del Orden para que sea ejercido por varones. Sin embargo, su modo de argumentar (con argumentaciones teológicas de conveniencia) para apoyar este dato de fe, son discutibles (por ejemplo, como se ha expresado repetidamente, usando la argumentación del principio jerárquico y del principio maternal de la Iglesia). Entiendo que tales argumentos del Papa son discutibles.
      A este propósito, me parece claro que el Concilio Vaticano II ha asumido un gran desarrollo teológico sobre la Iglesia, y el Concilio ha hecho suya la labor eclesiológica de muchas décadas. Por lo tanto, el Concilio expresa una visión "nueva" de la Iglesia (nueva en el sentido de la evolución homogénea del dogma). Ahora bien, en esta nueva enseñanza conciliar sobre la Iglesia, ¿qué cosa, en los documentos conciliares, pertenece a la enseñanza de la fe, y qué cosa en cambio pertenece sólo al plano de las argumentaciones teológicas?
      Pasadistas como Pagliarani, De Mattei, Ureta, se han escandalizado recientemente, porque el cardenal Arthur Roche, defendiendo el Novus Ordo Missae, repetidamente ha afirmado que "en el Concilio y en la nueva liturgia se expresa una nueva teología de la Iglesia".
      Entiendo que Roche tiene razon. Y que Pagliarani, De Mattei y Ureta (y muchos otros) no saben distinguir entre enseñanza de la fe y teología (incluso creo que esto mismo le sucedía a Lefebvre).
      Ahora bien, si la liturgia es "fons et culmen totius vitae ecclesiae", entonces me parece que una cosa sea aceptar confiadamente el Novus Ordo Missae; y otra cosa distinta sea, por el contrario, permanecer apegados al Vetus Ordo, que presuppone una no recepción (al nivel de intellectus fidei) de la "nueva" visión de la Iglesia enseñada por el Concilio.

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    6. Estimado Matías,
      uno de los grandes temas del Concilio ha sido el de profundizar en el concepto de Iglesia. Fue san Paulo VI quien dio al Concilio esta orientación.
      De este modo podemos decir que el Concilio nos ha presentado un nuevo rostro de la Iglesia, que naturalmente no afecta a su esencia inmutable.
      Esta operación del Concilio ha perturbado profundamente a los pasadistas, los cuales hablan alarmados de una "nueva Iglesia", dando a este adjetivo "nueva" un sentido negativo. Esto es testimonio de su incapacidad para apreciar la novedad en sentido positivo, que nos viene presentada por el Concilio. De hecho, en esta incapacidad de los lefebvrianos y filolefebvrianos de distinguir lo mutable de lo inmutable, se advierte en ellos el mismo fondo metafísico hegeliano que habita en los modernistas (hablaré de ello en un próximo artículo que tengo en preparación).
      Ahora bien, ¿en qué consiste, brevemente, este nuevo rostro de la Iglesia? Una Iglesia más misericordiosa, más entendida como "Pueblo de Dios", más atenta a cuanto de bueno hay en la modernidad, más dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, más deseosa de iluminar el mundo moderno, más abierta al diálogo con las culturas y las otras religiones, más deseosa de lograr la reconciliación con los hermanos separados, fautora de una liturgia más abierta a la participación por parte de los laicos, hombres y mujeres, la propuesta de la figura de María como modelo de la Iglesia.
      Dicho esto, podría recordar las palabras importantes que Benedicto XVI dijo a los lefebvrianos, a saber, que es lícito discutir algunos puntos de la parte pastoral del Concilio, pero que deben aceptar las doctrinas nuevas del Concilio.

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    7. Estimado Sergio,
      la fórmula de Benedicto "progreso en continuidad" me parece extremadamente feliz en su fuerte concisión y por lo tanto muy útil para retratar en una fórmula brevísima la situación de gran complejidad que ve la confrontación-choque en la Iglesia entre lefebvrianos y modernistas.
      La fórmula me parece muy útil para obtener una síntesis de los elementos positivos presentes en unos y otros.
      La sustancia de la problemática que se esconde bajo esta fórmula es la necesidad de conciliar el progreso doctrinal y moral promovido por el Concilio con la tradicional perennidad de la doctrina de la Iglesia.
      Introducir la categoría de la discontinuidad ciertamente puede tener algún valor, pero no me parece necesario y además podría distraer de lo esencial, que ya está suficientemente contenido en la citada fórmula.
      En cualquier caso, no estoy en contra de utilizar esta categoría, en el sentido de que el Concilio efectivamente ha creado una cierta discontinuidad con elementos precedentes, que se han abandonado.
      Naturalmente, se ha tratado de elementos contingentes, que no forman parte de la esencia de la Iglesia, que está representada por la categoría de la continuidad, es decir, de la perennidad de la doctrina y de la inmutabilidad de la moral.
      Un ejemplo que podemos dar de esta discontinuidad ha sido el pasaje del rito antiguo al rito nuevo.

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    8. Sergio Villaflores16 de agosto de 2023, 14:56

      Estimado padre Filemón,
      acepto completamente sus términos. Mi aporte de que el principio de "continuidad en la reforma" enseña implícitamente que toda "reforma" implica una cierta "discontinuidad", pretende ser una mera ayuda para aquellos que obstinadamente no comprenden que para la "continuidad" de lo inmutable es necesaria la "discontinuidad" de lo contingente. Estoy de acuerdo con usted en que el principio de Benedicto XVI, "continuidad en la reforma" es brillantemente claro; sin embargo, no podemos pedirle a un principio teológico o doctrinal que tenga el poder de convertir a un pasadista que quiere la continuidad del totum sin reforma.

      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    9. Estimado Sergio,
      concuerdo sin más con lo que usted dice.

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