La vida religiosa, precisamente por ser servicio de Dios, está enteramente al servicio del hombre y de los hermanos, es funcional al bien del cristiano en cuanto tal y a su salvación, cosas que, por lo demás, estaban muy en el corazón de Martín Lutero. Pero el reformador alemán no se dio cuenta de este hecho y confundió a los religiosos con presuntuosos e hipócritas, que pretenden menospreciar a los demás alardeando de sus obras. [En la imagen: fragmento de "Lutero publica las 95 tesis", óleo sobre tabla, de 1878, pintado por Julius Hübner, de la colección del Museo Lutherhaus, Wittenberg, Alemania].
Estado secular y estado de perfección
----------Lutero rechazó la distinción entre el estado secular y el estado de perfección, y en particular la doctrina de la superioridad de éste sobre aquél, que ya había sido definida por el papa Siricio en el 390 contra Joviniano, quien negaba tal superioridad admitiendo como máximo entre vida conyugal y virginidad una simple diversidad en un plano de igualdad o de paridad, dado por el simple bautismo.
----------Ya era la teoría de Lutero, con el agravante, que éste, después de haber negado sus votos y haber apostatado de su estado de religioso, arremetió durante toda su vida de manera apasionada e impía contra el valor de los votos religiosos y de la vida religiosa en general, como está ampliamente documentado por la obra clásica del padre Heinrich Denifle [1844-1905], Lutero y el luteranismo estudiados en las fuentes (Tipografía pontificia del Colegio de Santo Tomás, Manila 1920, dos volúmenes).
----------Ahora bien, el voto religioso es indudablemente un compromiso sagrado, aprobado y garantizado por la Iglesia, que se contrae para siempre ante Dios y ante la Iglesia, y que nos es propuesto para observar fielmente hasta la muerte, como modo o medio en sí mismo mejor para recorrer durante toda la vida el camino de la perfección evangélica. Obviamente, corresponde luego al religioso observar fielmente la regla, porque, si debiera transgredirla, podría muy bien ser condenado, a diferencia de un buen laico, que se hace santo observando los mandamientos sin añadir ninguna regla religiosa.
----------El voto religioso es el firme propósito de poner en práctica los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia por el reino de los cielos. Como se sabe, ha sido el mismo Cristo quien instituyó el estado religioso cristiano, como resulta por ejemplo del famoso episodio del joven rico (Mt 19,21) o cuando habla de aquellos que "se hacen eunucos por el reino de los cielos" (Mt 19,12). Al hacer los votos, el fiel decide usar medios mejores, más adecuados y más eficaces, para observar los mandamientos, y para alcanzar más rápidamente aquella perfección, a la cual todo cristiano está llamado, y que es la perfección de la caridad.
----------El consejo en sí mismo, ciertamente, no es una obligación para todos. Es cosa facultativa, en principio, realizar un consejo, ligado de por sí a un mayor bien que no es obligatorio ni necesario para la salvación. Sin embargo, quien se siente llamado por Dios a la vida religiosa, y siente como deseable y posible el ideal propuesto en el consejo evangélico, advierte, en su caso, el consejo como una obligación, de modo que siente que pecaría si no lo pusiera en práctica o no le fuera fiel.
----------Sin embargo, es necesario distinguir el vínculo u obligación que impone el voto de otros compromisos sagrados y perpetuos. Quien se casa o quien se hace sacerdote, nunca puede ser disuelto o exonerado de este compromiso, que permanece para siempre, al menos en raíz, si no en acto. Así, aún más en raíz, de los mandamientos divinos no se puede nunca ser dispensados. En cambio, pueden sobrevenir motivos especiales y excepcionales, de particular gravedad o importancia, por los cuales el voto de religión, incluso perpetuo, puede ser conmutado o mejorado o anulado o el sujeto puede ser dispensado o quedar desligado de él, o por la autoridad de la Iglesia, si es público, o por autoridad divina, si es privado.
----------Puede ocurrir que Dios, durante el curso de la vida de un religioso, añada una ulterior llamada o misión particular, que aparece como una vocación en la vocación. Esto no puede dejar de implicar una modificación en el modo de vivir los votos ya profesados. Por otra parte, la futura vida de la resurrección no es un don totalmente pospuesto para el más allá, sino que es ese "hombre nuevo", que ya madura y crece ahora con el bautismo, por lo cual puede ocurrir que en la vida de un religioso haya una irrupción de este "hombre nuevo", que podría muy bien exigir una modificación de su vida religiosa ya profesada.
----------Sin embargo, la profesión religiosa sigue siendo siempre un simple medio de perfección. Mientras que, de hecho, por un lado, el fin a alcanzar es la perfección en la práctica de los mandamientos divinos, cosas, éstas, indispensables para la salvación para todo cristiano, por otro lado, los medios ofrecidos por los votos, por válidos motivos, pueden cambiar o ser mejorados o ser sustituidos.
----------Por ejemplo, Hans Urs Von Balthasar fue liberado de sus obligaciones de Jesuita para comenzar su sodalicio con Adrienne Von Speyr; Charles de Foucauld dejó la Trapa para convertirse en ermitaño en el desierto del Sahara; la Madre Rosa Teresa Brenti, dominica del siglo XIX, dejó la vida de clausura para fundar el Instituto de las Hermanas Dominicas del S.Sacramento de Fognano, etc. De hecho, el voto de por sí está hecho para remover lo que pueda constituir un obstáculo o un estorbo para la búsqueda de la perfección.
----------Sin embargo, pueden darse situaciones o circunstancias, en las cuales Dios mismo puede permitir que el voto, por diversos motivos, se convierte más en un obstáculo que en una facilitación para nuevas e imprevistas exigencias del mandamiento de la caridad, ya se trate de dificultades insuperables o de una llamada superior a la santidad proveniente de Dios, la santidad, que es deber de todos buscar, y de la cual, por tanto, nadie puede ser dispensado jamás. En definitiva, el sujeto puede ser dispensado del voto ya sea por un debilitamiento de sus fuerzas o viceversa por una vocación superior.
----------La vida religiosa pretende ser, ya desde esta vida, para el hombre de la presente naturaleza caída, un recordatorio y un signo profético de la futura resurrección. La vida religiosa se propone mostrar desde ahora al mundo, aunque sea ciertamente de manera imperfecta e incoativamente, la plenitud final de ese "hombre nuevo" (Ef 4,24), "hombre celestial" (1 Cor 15,44-49), "cuerpo celestial" (2 Cor 5,2), que ha nacido en el bautismo, una vida nueva y eterna donde ya no existirá la práctica de los votos, porque entonces ya no será necesaria. Así, de manera similar, podemos decir que el yeso es necesario en caso de fractura ósea; pero está claro que, una vez curada la fractura, ya no es necesario el yeso.
----------Ciertamente también el religioso vive todavía, obviamente, como todos los bautizados, en las condiciones de aquí abajo, propias del "hombre viejo" (Rm 6,6); el cual, sin embargo, con la práctica de los votos, viene "mortificado" (Col 3,15) y "crucificado con Cristo" (ibid.), para convertirse y ser desde ahora una "nueva creatura" (Gal 6,5) , "resucitado con Cristo" (Col 3,1). La práctica de los votos tiene la finalidad de resaltar más, respecto de la condición común de los laicos, este "hombre nuevo", que va creciendo de día a día, en sustitución del hombre viejo "sepultado en el bautismo" (Col 2,12; Rm 6,4).
----------Indudablemente el religioso, una vez constatada su capacidad para observar los votos, está obligado a una severa disciplina para guardarlos y defenderlos de las tentaciones. Debe en modo particular cultivar y aumentar el amor por aquel ideal de perfección que corresponde al carisma de su Instituto, ya que es con miras a realizar este ideal que él está dispuesto y es capaz de afrontar los sacrificios necesarios previstos por los votos y las observancias regulares. Se le puede excusar, si en un cierto momento ya no puede más, pero peca gravemente si incumple sus votos por negligencia o frialdad hacia el ideal que ha elegido.
----------Ciertamente, también pueden existir profesiones religiosas inválidas y, por lo tanto, nulas o a causa de errores sobre la vida religiosa o por falta de suficiente discernimiento o vigilancia por parte de los formadores o por ligereza o presunción en el sujeto. En estos casos, es bueno aclarar las cosas cuanto antes, y dejar al sujeto libre para volver a la vida laical. Algunos estudiosos de Lutero han planteado la hipótesis de que él se haya hecho fraile sin una verdadera vocación. Él mismo, al narrar los hechos de su vida, sugiere algo por el estilo.
El error de Lutero
----------El error de Martín Lutero, en lo que respecta a los votos religiosos, no ha sido tanto la idea de que un religioso puede ser dispensado de los votos porque ya no puede cumplirlos, sino en particular la convicción que le surgió, en su caso personal, de que a él se le había vuelto imposible el observarlos. En este punto, hay que decir que la Iglesia siempre ha sido comprensiva, y hoy lo es más que nunca.
----------En cambio, su error consistió en dos cosas: primero, la falsa convicción de que a causa de la corrupción de la naturaleza, subsecuente al pecado original, la observancia de los votos religiosos es imposible para todos; por lo cual la tentativa de practicarlos sería sería en realidad tentación de Dios, hipocresía y ficción, inútil vanidad y signo de presunción, fuente de tormentosa frustración, principio de desesperación, contraria a la naturaleza humana y al Evangelio, y por tanto dañina para la salvación.
----------En segundo lugar, el error de Lutero ha sido la idea de que el matrimonio sea mandado por Dios para todos en virtud del mandato genesíaco (Gn 1,28). Se le escapó completamente, en cambio, el valor de la unión hombre-mujer de tipo espiritual, incluso prescindiendo del matrimonio (Gn 2,24). Allí, en efecto, el texto no usa el término "esposa" (baalá), sino "mujer" (isshá), si bien es cierto que Cristo cita este pasaje en referencia al matrimonio (Mt 19,6); pero luego Él, en otra ocasión, hace referencia a la unión no conyugal escatológica ("serán como ángeles", Mt 22,30), retomando así Gn 2,24.
----------Si Lutero, en cambio, se hubiera limitado a su caso personal, hubiera podido obtener de la Iglesia, madre de misericordia, la dispensa. Pero el problema, mucho más grave y trágico, todavía hoy fuente de inmensos daños para las almas, ha sido que él tuvo la audacia y la impiedad de negar la validez evangélica de los votos y de la vida religiosa en sí mismos, víctima de la falsa convicción con la cual procedía, de que la vida religiosa expresaba por excelencia esa jactancia de las obras, que el apóstol san Pablo condenaba como signo de la incredulidad en la obra salvífica de Cristo, como si los religiosos con sus observancias regulares tuvieran la pretensión de añadir otras prácticas, además de las mandadas en el Evangelio para todos los cristianos. De hecho, la práctica de los votos religiosos no añade nuevos y superiores mandamientos a los mandamientos divinos (lo cual sería absurdo), sino que es el mejor medio para observarlos mejor.
----------Ahora bien, si pensamos que para Lutero ya el cumplimiento de la ley es imposible o indiferente, y ni siquiera Dios nos lo pide, dada la corrupción de la naturaleza, bien podemos imaginar, poniéndonos desde su punto de vista, lo que podría significar la pretensión de añadir otras obras de arbitrio humano -él así consideraba los votos y las reglas religiosas- a aquellas obras de la ley, que ya es imposible observar.
----------Lutero no entendió que los votos y las reglas religiosas no pretenden añadir nada a los mandatos evangélicos de la caridad hacia Dios y hacia el prójimo -esto sería una verdadera impiedad-, sino simplemente ofrecer caminos más expeditos para cumplirlos mejor, como se expresa el Concilio Vaticano II: "El cristiano, [...] para traer de la gracia bautismal fruto copioso, pretende, por la profesión de los consejos evangélicos, liberarse de los impedimentos que podrían apartarle del fervor de la caridad y de la perfección del culto divino y se consagra más íntimamente al servicio de Dios" (Lumen Gentium, n.44).
----------Asombra, pues, cómo el Papa en la constitución apostólica Vultum Dei Quaerere del 22 de julio de 2016, haya podido afirmar, a propósito de la vocación de los enclaustrados: "Las comunidades de orantes [...] no proponen una realización más perfecta del Evangelio" (n.4). ¿Qué significa "traer de la gracia bautismal fruto copioso", sino "una realización más perfecta del Evangelio"? Si los votos no producen una mayor santidad, ¿para qué sirven? Si se puede ganar lo mismo con menos esfuerzo, ¿de qué sirve tanto esfuerzo? ¿Para qué hacerse religioso? También podría abolir la vida religiosa, que es exactamente lo que Lutero quería. ¿De qué sirven tantos hermosos discursos sobre la vida religiosa, si luego se sale con una frase de ese tipo? ¿Se ha tratado de un lapsus calami? ¿Un descuido? Nos gustaría pensar que sí. Pero mientras tanto encontramos aquí un torpe intento de complacer a Kasper y, a través de él, a los luteranos. Pero el verdadero ecumenismo no consiste en hacer un descuento en términos de doctrina. La verdad debe ser dicha en su plenitud y pureza, sin mezcla de error, para complacer al errante en su error. Lo que enseña el Concilio no es otra cosa que el fiel espejo de lo que el Magisterio de la Iglesia siempre ha enseñado.
----------En la visión cristiana de la vida existe en relación con el ideal de la santidad o de la perfección de la caridad, una sustancial igualdad o paridad de todos los estados de vida y de todos los oficios: Dios es ese "denario" (Mt 20,1-16), que está reservado a todos los obreros, desde los obreros de la primera hora hasta los de la última. Esto, en el fondo, Lutero lo había entendido.
----------Lo que Lutero no entendió, sin embargo, es el hecho de que Dios da sus dones a unos más, y a otros menos, y que hay quien se esfuerza más y quien se esfuerza menos. He aquí que, entonces, también existen grados de santidad o grados de perfección (existe quién gana más y quién menos) en la búsqueda y en la consecución del mismo premio celestial, que para todos es Dios.
----------Dios es siempre Él para todos; pero no todos Lo gozan con el mismo nivel de intensidad y de alegría. De ahí la superioridad del estado religioso sobre el estado secular. Y aquí encontramos el sentido de parábolas como la del sembrador (Mt 13,3-9) o la de los talentos (Mt 25,14-30).
----------Por tanto, si queremos ser plenamente fieles a la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo y a la de la Iglesia, no basta con decir que el estado religioso es "diferente" del estado secular, sino que debemos decir que es superior, como se expresa con exactitud y claridad un maestro parisino del siglo XIII, Godofredo de Fontaines [1250-1306], aquí fiel intérprete de la Tradición:
----------"En cuanto a aquellas cosas que se refieren de por sí y esencialmente a la perfección, no se puede poner una diferencia entre los estados, ni hay uno más perfecto que el otro. Pero como algunas cosas producen la perfección en modo dispositivo, en las cuales se encuentra una gran diversidad, se puede decir más perfecto en cuanto a tales cosas, ese estado, que contiene tales instrumentos más congruentes, para que por medio de ellos uno pueda ejercitarse mejor en aquellas cosas en las cuales consiste de por sí la perfección y alcanzar un grado más perfecto" (citado por Denifle, op.cit., Tomo I, p.172).
----------Cualquier persona de buen sentido común, que llega a saber de la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida a costa de algún sacrificio, ciertamente afronta sin más este sacrificio, si se siente capaz de hacerlo, para alcanzar el propósito (véase el razonamiento de Jesús en Lc 14,28). Esta elemental consideración vale, mutatis mutandis, también para el problema de la vocación religiosa. Si no se es fiel a la Iglesia al presentar a los jóvenes la superioridad del ideal religioso o sacerdotal, limitándose a decir que es "diferente", se los engaña y se engaña a sí mismo en el promover las verdaderas vocaciones convencidas, firmes y resistentes a las pruebas. Y de hecho sobreviene así el resultado que vemos a través de los últimos cincuenta años, con el laxismo religioso y sacerdotal, la espantosa caída de vocaciones y las numerosas deserciones.
----------Lutero también llegó a la idea de que los religiosos se jactaban con insoportable arrogancia de estar en un nivel de vida cristiana superior al de los simples laicos. El caso es que aquí Lutero confunde la vida religiosa, que en otros tiempos era llamada "estado de perfección" (status perfectionis) con la misma perfección. Pero, como observa santo Tomás de Aquino (véase al respecto la Summa Theologiae, II-II, q.184, a.4) junto con muchos maestros espirituales, no todo el que está en el estado de perfección es perfecto y, a la inversa, puede ser perfecto quien no ha abrazado este estado.
----------En efecto, todos son llamados a la perfección, que es la perfección de la caridad. "Estado de perfección", es una expresión jurídica convencional, en realidad un tanto desafortunada, pero que ha perdurado durante siglos, que significa simplemente el estado de vida del fiel, que se compromete a buscar la perfección o a tender a la perfección -deber de todos- con un método particularmente eficaz, que es precisamente la práctica de los consejos evangélicos según una regla de vida religiosa aprobada por la Iglesia. Según santo Tomás, el sacerdote secular no se encuentra en el status perfectionis como el del religioso, y sin embargo se le pide una "interior perfectio" (Summa Theologiae, II-II, q.184, a.6). En cambio, el obispo se encuentra en el status perfectionis en cuanto debe ser el "perfeccionador" del religioso (Summa Theologiae, II-II, q.184, aa.5, 7).
----------La impresión que podía suscitar la expresión "estado de perfección" era (y Lutero por desgracia ha caído en ello) que, por lo tanto, el laico está en un estado de "imperfección", como si estuviera exonerado de buscar la perfección, como si el laico, precisamente en cuanto laico, no pudiera y no debiera ser perfecto o, peor aún, como si su ideal fuera el ser imperfecto.
----------Se podría tener la impresión, y de hecho existía esta costumbre, que mientras al religioso se le exigía ordenar toda su vida a Dios, a dedicarse totalmente a Él, separado del mundo, a los laicos, inmersos en el mundo, para ser salvados era suficiente que hicieran algunas cosas para Dios -por ejemplo asistir a Misa, recibir los sacramentos, hacer buenas obras, limosnas, ofrendas al clero.
----------Por lo demás, se entendía que los laicos eran libres de regularse como mejor les pareciera, cuidar de sí mismos, ocuparse de los intereses terrenales y de los asuntos propios del mundo, obviamente siempre en el respeto de las normas morales. Así, Dios era un interés entre los otros, aunque por encima de todo. En Dios, sin embargo, pensaban el clero y los religiosos.
----------En cambio, para el religioso, Dios debía ser el único interés, lo que obviamente no le impedía realizar obras de caridad hacia el prójimo. "Dios basta", como decía santa Teresa de Ávila. No estaba tan claro como hoy, después del Concilio Vaticano II (cf. n.40 de la Lumen Gentium: "Llamada universal a la santidad"), la percepción de que todo creyente debe ordenar todo a Dios, que todo fiel debe ser él también santo y perfecto. Había una neta distinción: los religiosos para Dios; los laicos para el mundo.
----------En el pasado había sucedido que la vida religiosa estaba demasiado desligada de la laical, y que se exageraba en subrayar la primacía de la primera sobre la segunda. Esto ha ocurrido bajo la influencia de una antropología dualista de tipo platónico, de la cual fue influido Orígenes.
----------La corporeidad era vista como un enemigo o un peligro para el espíritu. Esto, indudablemente, no se conciliaba con el dogma de la Encarnación, del "Verbo hecho carne" (1 Jn 4,2). Ciertamente la Encarnación es el alma de la antropología luterana. Sin embargo, ella tiene en común con el origenismo la carencia de la perspectiva de la resurrección y por tanto del aspecto escatológico de la vida religiosa.
----------Entrambas visuales están cerradas en las miserias de la vida presente, no obstante la fe en Cristo. Tanto Orígenes como Lutero, en el fondo, no ven la posibilidad de un verdadero dominio del espíritu sobre el cuerpo: Orígenes, porque desprecia el cuerpo, Lutero porque carece de fuerza espiritual.
Lutero enfoca la atención en el creyente como tal
----------Hay que reconocer a Lutero el esfuerzo por eliminar este dualismo, y por tanto haber destacado un valor fundamental del cristianismo: la sustancia del cristiano, del creyente, es el laico, el creyente individual, pecador, en su conciencia ante Cristo redentor, Hijo del Padre justo y misericordioso en el Espíritu Santo, independientemente y antes de todos los oficios, los ministerios, los grados, las distinciones, los carismas.
----------El laico aparece como miembro básico del pueblo de Dios, pueblo de Dios que es la sustancia de la Iglesia, antes de cualquier jerarquía, presidencia o dignidad. Estas dos instancias: el laico y el pueblo de Dios han sido recibidas, purificadas e insertadas en el contexto católico por el Concilio Vaticano II, respectivamente con la teología del laicado y la eclesiología del pueblo de Dios.
----------Por supuesto, en este concentrarse plano y monista sobre el creyente como tal (el "horizontalismo"), Lutero pierde de vista el elemento pluralista y jerárquico. Su rechazo del sacramento del Orden subyace en una visión de la comunidad y de la misma realidad, donde faltan los grados del ser y de participación y por tanto de perfección. Sólo Dios es trascendente, y todo está por debajo de él. Surge esa "Iglesia desde abajo", que encontramos hoy en la teología de la liberación y en la eclesiología secularista de Schillebeeckx.
----------Es cierto que Jesús enseña: "uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos" (Mt 23,8), refiriéndose a Dios, que está por encima de todos, y nadie puede ser divinizado. Pero el hecho de ser todos igualmente hijos no excluye en el lenguaje y en las enseñanzas de Nuestro Señor otros conceptos: el pastor y el rebaño, el padre y el hijo, el maestro y el discípulo, la autoridad y el súbdito, el superior y el inferior, el mayor y el menor, lo bueno y lo mejor, lo más y lo menos.
----------Lutero, por tanto, ha centrado su atención en la sustancia de la vida cristiana en este mundo, pero no ha considerado debidamente ciertos aspectos accidentales o adicionales, los cuales sin embargo deben tenerse siempre muy presentes para comprender en plenitud la voluntad salvífica de Cristo para el hombre. Y es aquí donde se descubre el sentido de la vida religiosa, sentido que a Lutero se le pasó por alto por no haber tenido en cuenta este aspecto existencial de la condición humana, a pesar de que él estuviera tan preocupado por el plano concreto de la salvación.
----------La vida religiosa se justifica en relación con la corrupción de la naturaleza subsecuente al pecado original. En el estado edénico la vida religiosa no existía ni tenía razón de existir. Ella en cambio, es un remedio para los defectos de la vida presente. Ciertamente ella supone que en el hombre, después de la tragedia del pecado, ha permanecido, aunque debilitado, el ejercicio de la razón y del libre albedrío, que, si hubieran quedado totalmente destruidos, como creía Lutero, el hombre se habría transformado en una bestia, por lo tanto en un sujeto incapaz de recibir la gracia, porque ésta no se da a las bestias.
----------En efecto, no hay duda de que la vida religiosa requiera un mayor compromiso y un muy serio empeño en las obras y en la búsqueda de la virtud que el que puede existir como compromiso en la vida secular. Ahora bien, si Lutero ya desconfiaba del ejercicio de las obras del simple laico, se puede muy bien comprender que él fuera aún más desconfiado respecto a la vida religiosa.
----------Al fin y al cabo, la vida religiosa, precisamente por ser servicio de Dios, está enteramente al servicio del hombre y de los hermanos, es funcional al bien del cristiano en cuanto tal y a su salvación, cosas que, además, estaban muy en el corazón de Lutero. Pero él no se dio cuenta de este hecho y confundió a los religiosos con presuntuosos e hipócritas, que pretenden menospreciar a los demás alardeando de sus obras.
Estimado padre Filemón,
ResponderEliminaren cuanto a los problemas de las expresiones magisteriales del papa Francisco que en estos once años nos ha sido difícil intentar entender en línea con el Magisterio precedente, en mi caso personal, hubo un momento que fue el más difícil de todos, y confieso que todavía no puedo explicarlo del todo.
Ocurrió no en una expresión casual del Papa, sino en un documento importante, precisamente el que usted cita en este artículo, la constitución apostólica Vultum Dei Quaerere del 22 de julio de 2016, donde en su n.4 el Papa parece negar lo dicho en la Lumen Gentium n.44, como usted mismo aquí indica.
Entiendo que ambas afirmaciones son doctrinalmente contradictorias.
Afortunadamente, y gracias a la lectura de sabios teólogos, he podido mantener viva mi fe en la infalibilidad papal aplicada al magisterio del papa Francisco. Pero en el caso particular que he mencionado, mis dudas aún permanecen. Y por lo que usted dice en este artículo, da la impresión que también en usted permanecen las dudas.
Sergio Villaflores (Valencia, España)
Estimado Sergio,
Eliminarpara entender lo que quiere decir el Papa con la frase: "Las comunidades de orantes [...] no proponen una realización más perfecta del Evangelio" (constitución apostólica Vultum Dei Quarere, n.4), necesitamos insertar la oración en el contexto de la continuación, que es la siguiente:
"...Las comunidades de orantes y, en particular, las comunidades contemplativas, 'que con su separación del mundo se encuentran más íntimamente unidos a Cristo, corazón del mundo' (Benedicto XVI, exhort. ap. postsinodal Verbum Domini, 30 de septiembre de 2010, n.83) no proponen una realización más perfecta del Evangelio sino que, actuando las exigencias del Bautismo, constituyen una instancia de discernimiento y convocación al servicio de toda la Iglesia..."
El Papa distingue aquello que es el estado de vida, de la obligación universal de la realización del Evangelio, y entiende decir que todos están obligados a poner en práctica el Evangelio.
El estado de vida superior de los monjes, "más íntimamente unidas a Cristo", no viene dado, por lo tanto, por el hecho de que ellos realicen el Evangelio mejor que los laicos, sino que está dado por el hecho de un mayor compromiso en la realización del mismo Evangelio.
Esta es una doctrina tradicional, que se encuentra por ejemplo en santo Tomás de Aquino.