miércoles, 16 de agosto de 2023

Traditionis custodes y las aporías de Summorum pontificum (4/7)

En el recorrido histórico que estamos haciendo en esta serie de notas sobre Liturgia, recordando los años en que aún estaba en vigencia el motu proprio Summorum pontificum, llegamos ahora al año 2020, en aquel sufrido tiempo de pandemia del covid-19, de enfermedad y muerte para tantos hombres y mujeres. Precisamente en esa época, en la Curia romana aparecían nuevos motivos de desconcierto para la Iglesia. El año anterior, 2019, ya había desaparecido la Comisión Ecclesia Dei; sin embargo, su desatinado derrotero parecía ahora reflejarse en las medidas litúrgicas emanadas por la Congregación de la Fe, un dicasterio sin específica competencia sobre el Culto. [En la imagen: un acto litúrgico en el templo de la Parroquia Nuestra Señora de Loreto, que funciona como sede catedralicia de la Arquidiócesis de Mendoza, en la ciudad de Mendoza, Argentina].

No se trataba de "la reforma de la reforma"
   
----------Precisamente en el año 2020, en un momento de crisis sanitaria tan grave, donde la vida de muchos hombres y mujeres en todo el mundo, y particularmente en Italia, estuvo en graves peligros por la pandemia del covid, fue desconcertante ver el modo como algunos representantes de los dicasterios de la Curia romana caían en las trampas que el pasado siempre lanza a los pies del presente. Pero en realidad lo que acontecía no podía causar demasiadas sorpresas, pues cuando se está dentro de una institución bimilenaria como la Iglesia, siempre existe la tentación de pensar que la tradición es un museo para conservar y no un jardín para cultivar. E incluso cuando en el jardín hay hombres y mujeres que sufren, que buscan orientación, que suspiran por una palabra de vida y de esperanza, no es tan difícil que se escurra el cuerpo, preocupándose por el buen estado del museo, por pulir los bronces, limpiar los espejos, lavar las puntillas de las imágenes de los santos, encender velas y quemar kilos de incienso en cualquier ocasión, para complacer a los amigos, y para repetir simplemente la rima del pasado, de memoria y con cierto arrogante desapego.
----------Para situar en el correspondiente contexto lo que ahora voy a decir, conviene recordar que en la Carta a los Obispos que había acompañado la publicación del motu proprio Summorum pontificum del 2007, el papa Benedicto XVI había establecido que: "en el antiguo Misal podrán y deberán ser insertados nuevos santos y algunos de los nuevos prefacios". Supuesto este precedente, L'Osservatore Romano del 26 de marzo del 2020, publicaba dos Decretos de la Congregación para la Doctrina de la Fe (efectivamente, decretos emanados del dicasterio de la Fe, y no de la Congregación del Culto, ni de la Comisión Ecclesia Dei, la cual había sido suprimida en enero de 2019), Quo magis y Cum sanctissima, con los que venía aplicado lo citado de la Carta de Benedicto: se aprobaban siete nuevos prefacios eucarísticos, y se abría la posibilidad de celebrar, en el marco normativo general de la que se llamaba "forma extraordinaria" del rito romano, y cuando el día litúrgico lo permitiera, a cualquier santo canonizado a partir de la década de 1960.
----------El uso o no de estas innovaciones litúrgicas seguía siendo una facultad ad libitum. Por lo tanto, no estaba claro si tales novedades serían insertadas o no en una posible nueva edición típica del Misal Romano de 1962 (hubiera sido la VIII, que afortunadamente nunca llegó a publicarse).
----------Dicho esto, sin embargo, después de una lectura atenta de los dos mencionados Decretos, surgían algunas perplejidades. La primera perplejidad: la Carta a los Obispos de Benedicto XVI, hablaba de insertar "algunos de los nuevos prefacios". Evidentemente, teniendo en cuenta el contexto, el Papa hacía referencia a los nuevos prefacios del Novus Ordo Missae. En cambio, los siete prefacios propuestos por el decreto del 2020 se sacaban de otras fuentes. La segunda perplejidad: ¿con qué criterio habían sido elegidas setenta fiestas de III clase "...cuyas celebraciones nunca pueden ser impedidas por las presentes disposiciones"? Los criterios alegados no parecen justificar semejante operación en el Misal de 1962.
----------De tal manera, después de haber visto a la Congregación de Culto resolver las cuestiones relativas a la Pascua del 2020 con el Decreto En tiempo de Covid-19, con actitud de reglamento de condominio reservado a los clérigos, y después de haber visto a la Penitenciaría Apostólica redactar dos Documentos para tratar la penitencia y las indulgencias sólo como cuestiones pertinentes al Código de Derecho Canónico, el 25 de marzo de 2020 sorprendían los urgentes dos mencionados Decretos de la Congregación de la Fe con los cuales se integraban nuevos prefacios y nuevas fiestas de los santos en el Misal Romano de 1962.
----------Quizás el lector puede pensar que ahora estoy bromeando. Pero no es así. Primero había sido la Comisión Ecclesia Dei (hasta enero de 2019, en que el Papa la hizo desaparecer), y luego, en 2020, una Sección de la Congregación para la Doctrina de la Fe, las que habían gastado tiempo, energías, sueldos, convocando a "expertos", celebrando reuniones, sondeando terrenos, aceitando los engranajes, para llegar nada menos que a la fabulosa decisión de modificar aquel Misal que el papa san Juan XXIII había aprobado en 1962, precisamente como "instrumento provisorio" a la espera del Concilio y de la Reforma litúrgica. Aquel misal que, por tanto, debido a que, a partir de 1969, teníamos un Novus Ordo Missae, evidentemente había quedado en el estado en que se encontraba entonces, sin ninguna actualización ni modificación. Y sorprende todavía más que el papa Francisco hubiera aprobado tales decisiones (¿o a él también le habían tomado por sorpresa?).
   
La liturgia enferma y el vano intento de revivir el Misal de 1962
   
----------¿Cómo había sido posible que sucediera todo eso? ¿Cómo había sido posible que un Dicasterio romano, como la Congregación de la Fe, que no es competente en materia litúrgica, aprobara la modificación de un "ordo" que había salido de vigencia desde 1969? Por cierto, lo primero que nos viene a la mente es que esto había sucedido, ante todo, porque un motu proprio de 2007 había pretendido poner prácticamente en plena vigencia aquel Misal de 1962 que, a causa de sus límites, de sus lagunas, y de su incorrecto enfoque teológico y partoral para nuestro tiempo, el Concilio Vaticano II pretendió corregir, y el papa san Paulo VI, de hecho, abrogó. Intentemos reconstruir brevemente las etapas de esta historia:
----------1. El papa san Juan XXIII, en 1960, evaluando qué debía hacerse respecto a la Reforma litúrgica, había dudado: ¿debía dar curso a las reformas que el venerable papa Pío XII ya había preparado, o bien debía esperar a que actuara el Concilio, que ya había convocado? Decidió proceder a la revisión del Misal tridentino, pero en forma provisoria. El papa Roncalli esperaba que el Concilio que ya estaba en preparación, habría de establecer (como de hecho lo hizo) los "altiora principia" en base a los cuales debía ser hecha la Reforma litúrgica. Y así nació el texto provisorio del Misal de 1962: la VII edición típica del Misal de san Pío V, que esta vez debía tener un período de vigencia muy breve y delimitado.
----------2. El Concilio Vaticano II, de forma explícita, en los números 47 a 58 de la constitución Sacrosanctum Concilium, establece las líneas fundamentales de la reforma del Ordo Missae, que sería luego redactado en los años posteriores a 1963 y que el papa san Paulo VI, aprobaría en 1969 para que entrara en vigencia en 1970. Y para ello los Padres conciliares habían pedido profundas modificaciones, para integrar ampliamente, para implementar y para enriquecer estructuralmente el rito de 1962.
----------3. El papa san Paulo VI, a la entrada en vigor del Novus Ordo Missae, reafirmaba cuanto habían dicho su predecesor y el propio Concilio Vaticano II. El nuevo texto venía a sustituir al precedente, debido a las limitaciones rituales, teológicas, pastorales y espirituales del texto anterior.
----------4. En 2007, con el motu proprio Summorum pontificum, el papa Benedicto XVI intentaba favorecer la "reconciliación" en la Iglesia y concedía un uso más amplio del Misal de 1962 (de mayor alcance que los indultos de san Paulo VI y de san Juan Pablo II), construyendo una hipótesis sistemáticamente muy cuestionable, y argumentada con el sofisma de la co-vigencia de aquellas que al papa Ratzinger se le ocurrió llamar "forma ordinaria" y "forma extraordinaria" del mismo rito romano. Como lúcidamente dijo el cardenal Camillo Ruini, en el lanzamiento de este motu proprio: "esperemos que un gesto de reconciliación no se convierta en un principio de división". Los deseos del Cardenal no se cumplieron, la reconciliación no se produjo, y la división fue aún mayor en el seno de la Iglesia, claro que en buena medida por la acción deletérea de los cismáticos lefebvrianos, que instrumentalizaron a favor de su ideología la decisión de Benedicto.
----------5. Durante los dieciseis años que estuvo en vigencia la llamada "forma extraordinaria" del rito romano, con su equívoco carácter oficial, de hecho potenció todas las formas de iglesia anti-conciliar. Ciertamente ello no había sido la intención de Benedicto XVI, pero fue el efecto que de hecho tuvo su motu proprio. Ese rito anterior (aunque no verdaderamente antiguo, sino tardo-moderno) había de hecho logrado reunir a su alrededor a los diferentes rostros de la reacción eclesial y civil, como pasadistas de variada estofa, aristócratas decaídos, extravagantes esnobs desenfrenados, e incluso algunos sujetos psicológicamente poco equilibrados. Mientras tanto, la Comisión Ecclesia Dei conducía tratativas de acuerdo con los lefebvrianos en las que nunca estuvo claro de qué lado de la mesa estaban los verdaderos enemigos del Concilio Vaticano II.
----------6. Por último, no constituyó ninguna sorpresa que la Comisión Ecclesia Dei, habiendo cometido tantos grandes desatinos, y aparentemente sin que sus funcionarios se dieran cuenta del modo como los lefebvrianos y filolefebvrianos aprovechaban los dictados de Summorum pontificum interpretándolos como una confirmación de sus posturas cismáticas, fue suprimida. Pero, como se desprende de los citados documentos aparecidos a principios del 2020, en plena pandemia del covid-19, los desatinos de la Comisión Ecclesia Dei simplemente se habían trasladado a lo interno de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
   
La verdadera cuestión es de carácter teológico sistemático
   
----------Planteemos ahora la verdadera cuestión, que no es de disciplina litúrgica, ni de carácter jurídico, sino de naturaleza teológico-sistemática. En el plano de la teología sistemática, toda esta operación tiene el perfil de una mistificación sin atenuantes. Decir que están vigentes al mismo tiempo dos formas de un mismo rito, de las cuales la segunda ha nacido precisamente para corregir, enmendar y renovar a la primera, es un sofisma que ha alterado desde su comienzo las competencias litúrgicas en la Iglesia. Pero es un sofisma teológico sistemático, que no puede convencer a nadie y, lo más grave, no puede funcionar pastoralmente.
----------Tanto es así que, desde 2007, no solo los Obispos de las diócesis no podían supervisar la liturgia en su jurisdicción pastoral, sino que a principios de 2020 quedaba claro que incluso la Congregación del Culto no podía ejercer su específica competencia en materia litúrgica, porque una llamada liturgia "extraordinaria" era controlada y modificada por la Congregación de la Fe, la cual sin ser competente en materia del culto, controlaba y modificaba esa liturgia "extraordinaria" sin ni siquiera informar al Dicasterio que efectivamente era competente en el área del culto. ¡Un lío digno del más fantasioso comediante hollywoodense!
----------La teología sistemática también puede señalar que un rito de 1962, que ha estado fuera de uso desde 1969, si alguien de repente quiere volver a usarlo, inevitablemente hace que tal sujeto se retrotraiga a 1962 (psicológica y sociológicamente). Esto se notó de inmediato, pocos meses después de julio del 2007, cuando se debió abordar una grave cuestión, que en cierto modo puso de manifiesto una componente de improvisación en las directivas de Summorum pontificum: al llegarse al siguiente Viernes Santo, cuando habría de rezarse por nuestros hermanos judíos, aquellos clérigos y fieles laicos que se valieran de las fórmulas de 1962, ¿cómo habrían de poder evitar que todos aquellos que los escucharan se sonrojaran y escandalizaran con las palabras de la fórmula de oración por los "pérfidos judíos"?
----------Y el caso fue que la supuesta "solución" que algunos "genios" encontraron, fue poner el pie en dos zapatos (que resulta lo mismo que no ponerlo en ninguno), y dijeron: construyamos una "fórmula nueva" que sea diferente a la de 1962, pero también diferente a la de 1969. Fue así que en la Semana Santa del 2008 se inventó una fórmula que no era tan anti-judía como la de 1962, pero no tan irénica como la de 1969. Era como si en 2008 fingiéramos estar en 1966, un poco después de 1962 y un poco antes de 1969. Y así creamos el primer "monstruo" surgido de la desatinada aplicación de Summorum pontificum.
----------Muchos otros han sido los "monstruos" que se vieron nacer en esos dieciseis años. Como cuando en 2011, la Comisión Ecclesia Dei, de nuevo con el "placet" del entonces Prefecto de la Congregación del Culto, estableció aquel principio, que parece sacado directamente de "Rebelión en la Granja" de Orwell: "hay un grupo válido para la solicitud de la 'forma extraordinaria' cuando la solicitud es hecha por al menos tres personas, aunque pertenezcan a distintas diócesis". ¡Una maravilla! De esta manera, tres personas, de tres diócesis diferentes, podían todavía hasta 2021, en las tres diócesis diferentes, fundar tres grupos de fieles "vetus ordo", teniendo cada uno los mismos tres sujetos como miembros. Una obra maestra de mistificación, con puntual bendición de la Sede Apostólica (cabe aclarar que, desde 2011, ni Benedicto XVI hasta 2013, ni Francisco hasta julio de 2021, hicieron nada para corregir este despropósito).
----------Y así se iba llegando, gradualmente, a julio de 2021, con la promulgación del motu proprio Traditionis custodes. Pero todavía en sus vísperas, en 2020, podía advertirse cómo la propia Curia romana, en sectores específicos y limitados, se mantenía abiertamente auto-referencial, favoreciéndose a sí misma, vale decir, a sus propias cerrazones (y sinrazones), a sus propias fijaciones, llegando a complacer el deseo de los pasadistas de "actualizar" el Misal de 1962 (con nuevas fiestas y memorias de santos), aunque tal actualización no tuviera nada que ver con ¡el misal que lo había actualizado desde 1969!
----------El caso era que aquel Misal de 1962, que el papa san Juan XXIII había querido provisorio, que el Concilio Vaticano II había querido superar, y que el papa san Paulo VI de hecho había superado al ser reemplazado por el de 1969, se decretaba en 2020 resucitado y actualizado, maquillado, dándole un mínimo de pasabilidad, a fin de no hacerlo aparecer tan viejo y pobre como irremediablemente es.
----------Pero lo cierto es que el Misal de 1962 no puede revivirse, no puede ser reanimado. Está eclesialmente muerto. Pensar en "reanimarlo" ha sido el sofisma de Summorum pontificum, que sin embargo es un documento muy pequeño, con una voz apenas audible, muy diferente a la estruendosa voz del Concilio Vaticano II en su constitución Sacrosanctum Concilium, que es la voz de la Reforma litúrgica y de la experiencia de sesenta años del pueblo de Dios, en cinco continentes diferentes.
----------Todas estas razones son marmóreas, pero el hecho era que en 2020, la pequeña provincia llamada Curia romana daba nuevamente prueba de poder caer siempre en la tentación de confundir las voces quebradas con el estruendo de las grandes aguas. Sin embargo, los funcionario auto-referenciales de la Curia romana, en definitiva, no pueden jugar con la tradición ni con el buen sentido común del Pueblo de Dios, sólo para complacer a unos pocos reaccionarios con apegos pasadistas. El Pueblo de Dios, la Iglesia, guiada por el Vicario de Cristo, que siempre termina por corregirse de sus falencias humanas, acaba por dar a las vocecitas el peso de las vocecitas, y al rugir de las cascadas la importancia debida.
----------Ante este espectáculo "pusilli animi", ante el cual sus protagonistas frecuentemente no lograban captar la mezquindad (y seguramente sin darse cuenta, en buena fe), hay que decir una última cosa. Al fin de cuentas, se le han dado argumentos a los pasadistas, que pudieron también esgrimir sus razones. Porque durante aquellos dieciseis años, entre julio de 2007 y julio de 2021, los pasadistas no sólo pre-conciliares sino anti-conciliares han podido hacer muchas cosas sin ser molestados por la Santa Sede.
----------Seamos sinceros: ¿cuántos han sido en aquellos años los hombres de Iglesia, cuántos han sido los Obispos, cuántos los teólogos, cuántos han sido los responsables de la liturgia o docentes de los seminarios, que han tenido la valentía y la honestidad de hablar claro sobre todas estas cosas que he recordado líneas arriba? ¿Cuántos han sido los que denunciaron las artimañas, los sofismas, los efectos distorsionados de todo este mecanismo de la nostalgia pasadista reaccionaria?
----------Pocos, o poquísimos. Porque no ha sido recién en 2020, sino desde el principio, desde 2007, que todo estaba absolutamente muy claro. Desde un principio hubo mistificación sobre los datos, hubo cardenales que hablaron de la "gran reforma de Juan XXIII" (del Misal de 1962, que el papa Juan había entendido meramente provisorio) y que alabaron a las "multitudes de jóvenes sedientos del vetus ordo". Y hay que decirlo con absoluta franqueza: y todo esto también ante los ojos del papa Francisco, desde 2013 a 2021, que (debemos pensar que en su  prudencia pastoral) sólo fue tomando medidas muy graduales.
----------Sin embargo, casi todos permanecieron en silencio. Incluso algunos teólogos, también de renombre, se plegaron a elogiar el motu proprio Summorum pontificum como una "lección de estilo católico", tal cual dijo uno de ellos. Pero la mayoría permaneció en silencio, mudos. Pero hay que aprender la lección de todo esto. Porque si no decimos la verdad, sobre todo si no dicen la verdad ante todo los Obispos, aunque no digan mentiras, aunque sólo hagan silencio, cuando precisamente están en la Iglesia como maestros de la verdad, sin interés propio, con la pesada carga pastoral que pesa siempre sobre sus espaldas, ¿cómo podrán hablar los demás, incluso los teólogos, normalmente sin responsabilidad pastoral inmediata? Pero en su mayoría los Obispos callaron. Ellos, que están substancialmente para decir las cosas como son, aunque eso cueste, y quizás sobre todo cuando cueste, porque si no lo hacen, todos entran en un círculo vicioso de distorsiones, contorsiones y mistificaciones de tal manera que en la Iglesia ya no es posible distinguir aquello que es necesario de aquello que es solamente posible e incluso de aquello que es ridículo.
----------Pero, para terminar, quisiera volver a la primera frase de este artículo, en la que recordaba los primeros y dramáticos meses de la pandemia en 2020, para volver a contextualizar lo que acabo de recordar. Porque aquellos del 2020 eran días en los que mucha gente estaba muriendo, y si no morían estaban enfermos, vivían aislados, muy preocupados y a veces hasta desesperados. Y fue precisamente en esos días dramáticos que algunos sectores de la Curia romana jugaban a reformar los ritos tridentinos, a calcular indulgencias sobre los treinta minutos (no 29) de lectura de la Escritura o reducir la misa in coena domini a un "oficio eclesiástico" para individuales clérigos. Hechos tristes y vergonzosos, que también podían en aquellas horas adquirir un perfil dramático y una sensación casi trágica de aparentemente insuperable auto-referencialidad.

11 comentarios:

  1. Queridísimo Padre,
    espero que sus palabras alcancen la debida difusión. Para que quede claro que ciertas temáticas son muy importantes y no deben ser abordadas con superficialidad o ignorancia; y que, sobre todo, no todas las personas que se adhieren con sinceridad y de buena fe a la religión cristiano-católica tienen, como se dice, una argolla en la nariz, para tragarse tranquilamente todo lo que se decide en los vértices más altos de la Curia romana, haciéndolo pasar por bueno, sin más ni más, siendo como son a veces mistificaciones deplorables.
    ¡Vivan los que tienen el valor de hablar en nombre de la verdad!
    Nadia Márquez

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    1. Estimada Nadia,
      gracias por su consenso hacia lo expresado en mi artículo.
      En el debate sobre estos temas litúrgicos, no debemos olvidar que se trata del área disciplinaria, vale decir, pastoral-disciplinaria, o sea del gobierno de la Iglesia, que compete al Papa en cuanto Pastor nuestro. Se trata de un área en la que él puede fallar, y puede pecar, por ejemplo por faltar a la debida prudencia o justicia. En estas áreas disciplinares es posible un disenso con el Papa, aunque siempre respetuoso y debidamente argumentado. No ocurre lo mismo en el área doctrinal, en la que el Papa es infalible.
      En el área de la pastoral, incluso de la pastoral litúrgica y disciplina litúrgica, es posible disentir respetuosa y serenamente con el Papa, aunque obedeciendo de todos modos sus directrices.
      En esa área pastoral, si eso ocurre con lo que el Papa decide, figurémonos lo que puede ocurrir con lo que piensan y deciden los funcionarios de la Curia!

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  2. Padre Filemón: usted ha estado clarísimo.
    Sigo su blog desde hace tiempo, aunque en algunos aspectos de lo que usted escribe, me encuentro, por razones teológicas y litúrgicas, "en el lado opuesto". No me defino como "lefebvriano", ni como sedevacantista, ni siquiera como conservador ni tradicionalista en el sentido común del término. Me considero un hijo de la Iglesia, que a mi modesta manera trata de servir sobre todo en su propio "templo laico", que es mi familia, y como profesor de Religión en un colegio.
    Nunca he tenido ningún problema en participar en la Santa Misa celebrada según el Misal Romano reformado, ni en rezar el Oficio Divino usando la Liturgia de las Horas.
    Sin embargo, por más que he intentado cuadrar el círculo, no negaré que el Rito Romano según el Misal de 1962 me resulta más adecuado para mi vida espiritual, y lo mismo me pasa con el Oficio Divino anterior. No sé si esto constituye una culpa a sus ojos, o es un indicio de una voluntad cismática de mi parte, pero, en conciencia, no puedo admitir que lo negro sea blanco y lo blanco sea negro.
    Mantengo también una posición crítica con respecto a la Reforma Litúrgica y ciertas "innovaciones" teológicas del post Concilio en materia de exégesis, moral, dogmática, sacramentaria y pastoral.
    Dicho esto, me gustaría felicitarlo por la honestidad intelectual, la coherencia y la perfecta lógica de sus conclusiones.
    Confieso que, aunque le considero un "adversario" desde un punto de vista exclusivamente teológico, aprecio su competencia y su amor por la verdad, y considero que, aunque no lo conozca personalmente (su pseudónimo no facilita esto) usted representa en Argentina una de las poquísimas voces de verdadera y sincera hermenéutica del Concilio Vaticano II.
    Suscribo cada coma del presente artículo, comparto su análisis de la situación de anomalía litúrgica que se vivía antes de Traditionis Custodes, sus críticas al Motu Proprio "Summorum Pontificum", y junto con usted considero la edición del Misal Romano promulgado por el Papa San Juan XXIII, un rito de transición.
    En efecto, y escribo esto con pleno conocimiento de causa, habiendo leído y estudiado el voluminoso libro de Mons. Annibale Bugnini sobre la reforma litúrgica, no tiene ningún sentido rechazar la reforma 2.0 para refugiarse en su versión 1.0, siendo los autores de una y de otra los mismos, y sobre todo porque estas reformas se guían por los mismos principios.
    Con la esperanza de que, tras haber vuelto al camino de la Reforma litúrgica con Traditionis Custodes, un día se acabe por completo (de hecho) con la dicotomía litúrgica, volviendo a la unidad de culto del Rito Romano, lo saludo en el Señor y le deseo un buen día y un buen trabajo.

    Con mi estima,
    Miguel Angel Russo

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    1. Estimado Miguel Angel,
      dado que usted me pone de manifiesto su total acuerdo con mi artículo, me sorprende un tanto que todavía manifieste un apego excesivo hacia la liturgia ya abrogada. Quiero creer que lo suyo sea simplemente una sensibilidad hacia la conservación de los valores perennes que han existido en el pasado, y que deben seguir existiendo, también en la liturgia actual. Esa, su sensibilidad hacia la obra de la conservación, es legítima y necesaria en la Iglesia, así como la sensibilidad hacia la renovación y el progreso.
      Confío en que usted, mediante un mayor esclarecimiento del uso del Novus Ordo Missae, un uso que tome distancia de los abusos, pueda comprender mejor que lo que ya comprende, la necesidad de la Reforma litúrgica, y de la continuidad del Movimiento litúrgico.
      Finalmente, con mucho gusto correspondo a su saludo y le deseo lo mejor. Con gratitud.

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  3. Estimado padre Filemón de la Trinidad,
    soy un lector asiduo de su blog, aunque esté en posiciones diferentes a la suya en materia litúrgica. Sin embargo, encuentro muy interesantes sus análisis y le agradezco la claridad con la que presenta sus tesis.
    Tendría muchas cosas para comentarle.
    Decidí escribirle porque he leído el post de Miguel Angel Russo, y debo confesar que estoy completamente de acuerdo con él. Desde que me acerqué a la Santa Misa según el VO, me ha embelesado, y me encuentro espiritualmente mucho mejor que en la Misa NO. Lamentablemente, luego de Traditionis Custodes, en mi ciudad ya no se celebra la VO, de modo que para asistir a ella debo viajar. Por supuesto, para mí son válidas las dos formas (no soy lefebvriano) y he participo indistintamente de los dos ritos, cuando podía hacerse.
    En mi opinión, el Motu Proprio Summorum P. había dado en el clavo, es decir, había evitado la división; y es precisamente en esto en lo que no estoy de acuerdo con usted. Benedicto había dado la posibilidad a muchos fieles de encontrarse espiritualmente en la oración. Por ejemplo, agradezco mucho el silencio durante la elevación, el hecho de que el sacerdote se oriente como los fieles hacia el altar, el hecho de que pueda rezarse en un solo idioma en toda la Iglesia, etc.
    Por un lado, siempre he dado las gracias a Dios porque el Papa Benedicto nos diera la posibilidad de mantener vivo este tesoro y no dejarlo en manos de los cismáticos, y por otro lado, por no dejarlo en manos de los obispos, que por desgracia a menudo están predispuestos en contra.
    Atentamente.

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    1. Estimado Esteban,
      Desgraciadamente, sólo los Obispos pueden comprender si existe "in loco" una real necesidad, o si el rito según el Misal de 1962 es sólo un modo de no aceptar el camino eclesial común, todo lo cual no está al alcance de los fieles individuales, por muy animados que estén de buenas intenciones. La guía en la Iglesia, también la guía en la vida litúrgica de la Iglesia, corresponde a los Obispos. Por eso una solución "universal" era un "estado de excepción" que ya no tiene ningún sentido. Y ha creado hasta julio de 2021 continuas divisiones en la Iglesia, que ya se vivían también (y quizás desde hacía demasiado tiempo) en las salas y pasillos de la Curia romana.

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  4. Unos apuntes sobre el comentario del señor Esteban Bergero.
    El hecho de que él se encuentre espiritualmente más cercano del Vetus Ordo que del Novus Ordo, y se sienta "embelesado" por una forma de la Misa ya abrogada, es un hecho completamente individual y subjetivo. Por lo tanto, no algo que corresponda a todos. De hecho, es así.
    Pero hay que hacer algunas aclaraciones a lo que dice Bergero: durante la elevación siempre hay silencio, también hay silencio en la actual liturgia del Novus Ordo Missae.
    Lo que Bergero llama el "idioma común", es decir, el latín, puede atraer a algunos, pero ciertamente no a todos. ¿Quién habla hoy latín? Más aún: aunque no lo hable, ¿quién siquiera lo entiende?
    He conocido personas que se sienten dolidas por no poder entender ese “lenguaje común”. Lo que significa que muchos quieren participar activamente en el rito sagrado, y esta participación se realiza, de hecho, mediante la plena comprensión del lenguaje con el que el sacerdote celebrante guía la asamblea.
    Esto no sucedía antes del Concilio Vaticano II, precisamente cuando muchos fieles "asistían" a Misa permaneciendo completamente pasivos.

    Nadia Márquez

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    1. Estimada Nadia,
      ante todo le manifiesto mi convicción de que no creo en absoluto que haya debido abolirse el NO, así como no niego el Concilio Vaticano II. Sin embargo, habría mucho que discutir, a la luz de la constitución Sacrosanctum Concilium, sobre alguna degeneración en materia litúrgica y musical..., que no tiene nada que ver con el NO en sí mismo, sino con cómo se animan las liturgias. Sería muy interesante que el padre Filemón propusiera una discusión sobre este tema en el blog.
      Simplemente pienso que lo correcto es precisamente lo que afirmó Benedicto XVI en SP: "El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la lex orandi (ley de la oración) de la Iglesia católica de rito latino. Sin embargo, el Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por san Juan XXIII debe ser considerado como una expresión extraordinaria de la misma lex orandi y debe ser tenido en debido honor por su uso venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la lex orandi de la Iglesia de ninguna manera conducirán a una división en la lex credendi (ley de la fe) de la Iglesia; son de hecho dos usos del único rito romano."
      Por lo tanto, tiene razón, Nadia, cuando dice que mis declaraciones son completamente personales… y el hecho de que me encuentre más en el VO que en el NO es mi condición personal y no pretendo en absoluto que usted también sienta lo mismo, así como en absoluto creo que deba ser abolida la Misa en los idiomas vernáculos (sin embargo, le recuerdo que el latín es el idioma oficial de la Iglesia Católica Romana hasta que se demuestre lo contrario y por lo tanto no debería ser un pecado apreciar su uso en la liturgia). Al respecto, me refiero a los artículos 36 y 54 de la constitución conciliar SC. Del mismo modo también estoy de acuerdo con lo que afirma el padre Filemón, de que la guía en el camino eclesial no es una tarea que esté disponible para los fieles individuales.
      Pero el hecho de que desde 2007 se haya "liberalizado" la Misa según el VO, también es parte del camino eclesial común... es un Papa quien lo determinó y por tanto no me siento absolutamente culpable por haber aprovechado en su momento esa oportunidad.
      Pero no entiendo muy bien lo que usted propone. ¿Acaso le parece correcto no permitir ya más las celebraciones según el VO, como prácticamente ha hecho el papa Francisco con Traditionis Custodes? ¿Los fieles que queremos asistir a la Misa VO, ahora estamos obligados a asistir a las celebraciones de los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X?

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    2. Estimado Esteban,
      Dado que la Misa no es objeto de self-service, creo que la única perspectiva fiel al desarrollo de la tradición es salir del régimen de excepción, tal como hemos salido desde julio de 2021, gracias al motu proprio Traditionis custodes del papa Francisco.
      Ahora bien, ¿a qué me refiero con mi expresión "régimen de excepción"? Lo que hemos vivido en materia litúrgica desde 2007, con el papa Benedicto XVI, y que se ha prolongado también durante el pontificado Francisco, hasta que el actual Papa se dió cuenta y se convenció de los dañinos resultados que el motu proprio de 2007 había causado (de lo cual ya se había dado cuenta el propio Benedicto en 2009, como bien se sabe).
      Tal "régimen de excepción" tenía el objetivo de acercar a los cismáticos lefebvrianos (y a los consecuentes filo-lefebvrianos) a la plenitud de la comunión eclesial. Esta y nada más que ésta era la intención. Desde un principio quedó claro que esta intención no se lograba (repito: de hecho Benedicto XVI lo manifestó en 2009 o poco después) y de hecho muchas parroquias que antes estaban unidas se dividieron.
      Y esto ha ocurrido así, porque la liturgia no es una "sensibilidad subjetiva", o un "nivel de apego" del fiel individual, sino que es el lenguaje común a toda la Iglesia. Es por esto que el régimen de excepción debía terminar, como de hecho terminó a mediados de 2021. Y había tardado demasiado tiempo en terminar.
      ¿Qué significa que debía terminar? Que las competencias debían encontrarse con quienes las tienen por institución divina, por vocación eclesial, e incluso por ley canónica, y que debían ser retiradas esas competencias a quienes las habían usurpado (permítaseme este último término).
      Si cada individual Obispo, teniendo en cuenta las condiciones de la propia diócesis, deseara conceder, a grupos significativos, la posibilidad de celebrar según el rito pre-conciliar, podrá hacerlo. El presbítero que tenga pasión por el latín, podrá satisfacerla en el rito de Paulo VI en lengua original, si su Obispo se lo permite. Todo lo demás seguirá teniendo el único rito común. En la Iglesia de rito romano, el rito romano de 1969, con las subsecuentes actualizaciones, es la única forma actual y vigente. El resto es, en definitiva, sofisma o nostalgia.

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    3. Estimado Esteban,
      ¿Qué más podría yo agregar a lo que le ha respondido el padre Filemón? Solo algunas aclaraciones de mi anterior comentario.
      Ante todo, yo no le reprocho a usted ninguna "culpa", ni a usted ni a otros que tengan preferencia por los ritos preconciliares abolidos. ¡Faltaría más! En tal caso me metería en un ámbito de conciencia que no me corresponde. O bien, hablando de un ámbito más general, sería como cuando, en el campo de la música y el arte en general, a algunos les encanta una música y unas formas de arte que a otros tal vez no les gusten, o les desagraden, y prefieran otras. Y no hay culpa en esto.
      Pero para la Misa es necesario hacer un discurso más profundo. Porque la vida litúrgica del fiel católico no tiene nada que ver (o quizás apenas si tiene que ver) con sentimientos y pareceres estéticos subjetivos.
      La Iglesia Católica elaboró ​​en 1969 una forma litúrgica válida para todos los católicos del mundo; teniendo en cuenta, de manera realista el hecho de que la Iglesia debía hacer más activos e implicados y participativos, a los fieles laicos, diferentes por lengua y cultura en las diversas regiones del mundo. Todo ello con la intención ulterior de atraer al máximo al rito litúrgico a los habitantes de un determinado país, de cada país, y de cada lengua.
      Ahora está muy claro que la liberalización del Misal de 1962, tal como fue propuesta por el papa Ratzinger para recomponer el cisma de los lefebvrianos, no ha tenido el efecto deseado. Así que esa medida disciplinaria litúrgica de Benedicto ya no tenía razón de ser. Hacía rato que no tenía razón de ser.
      Se puede decir, de manera general, que el Vetus Ordo es seguido por los nostálgicos. Pues bien. Hoy, si ocurre que el Obispo de una determinada diócesis considera que es oportuno ofrecer a esos nostálgicos el celebrar esa Misa inadecuada, completa en latín y mirandole la espalda al sacerdote, pues bien, será el Obispo el que se haga responsable, quizás con la venia de Roma, y quien la autorice, no ya un Dicasterio de la Curia romana, que no tiene derecho a dar esa autorización. Este es el quid de la cuestión.

      Nadia Márquez

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    4. Estimada Nadia,
      comparto substancialmente los términos de su comentario.
      Respecto del elemento "nostalgia" en el pasadismo, tengo previsto hacer algunos comentarios en una próxima publicación.

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